Partida Rol por web

El grupo estaba en la barandilla de la zona superior observando la ambulancia destrozada en el primer piso. A través del muro derribado se filtraba la lluvia y el viento. En algún lugar bajo ellos se escuchaban gritos y explosiones.

Quique comprobaba la batería de su linterna. Se había ajustado el cuchillo en el cinturón, como si de un explorador o cazador experto se tratase. De todo el grupo aparentaba ser el más calmado. Después de Kowalsky, claro. El hombretón había permanecido callado desde el mismo momento en que abandonaron el ático para ir a la habitación donde se encontraba el equipaje. Ahora acababa de apagar su pipa y observaba el piso inferior como sopesando la situación. De su cinturón sacó un anticuado reloj de cadena y miró la hora. Asintió satisfecho.

- Bueno... Pasa media hora de la medianoche... Según lo sucedido arderá hasta los cimientos a las 3:15, con lo que tenemos tiempo de sobra... Claro que el incendio empezó en las instalaciones clínicas.

-Bueno, si se acerca la hora del incendio y no hemos conseguido parar el motor, siempre podemos ir a las instalaciones clínicas, que es donde dices que se inició el incendio, e intentar que no se produzca. Si hemos cambiado el pasado salvando tu vida, también podremos detener un incendio que debería de producirse- comentó Jim encogiéndose de hombros.

-¿Y bien, por donde se baja exactamente al sótano?- Jim miraba hacia la puerta por la cual el loco exhibicionista había entrado hace un rato. No le apetecía nada bajar al sótano. Si las cosas en esta parte de la casa ya eran extrañas y peligrosas, no quería imaginarse como serían abajo. Los gritos y las explosiones se sucedían, y un escalofrío recorría al cantante a cada una de ellas. Pero tenían que bajar, y parar todo eso de una vez.

Nicholas Walker seguía a los demás mientras ultimaban los preparativos. Había decidido adoptar un papel secundario y dejar que los miembros más dotados físicamente lideraran la incursión al sotano. No tenía intención alguna de ir delante, fuera lo que fuera lo que el cabrón de Price les tuviera preparado ahí abajo, porque era evidente que el juego no había hecho más que empezar.

Podía imaginárselo, con una copa de cognac en la mano y un habano en la otra, sentado frente a la televisión viendo como se rompían la cabeza tratando de encontrarle un sentido a aquel galimatías. Inconscientemente levantó la vista en busca de cámaras ocultas pero lo dejó por imposible poco después: estarían bien escondidas.

Sus compañeros de desgracia parecían más crédulos de lo que hubiera supuesto al principio pero tampoco le sorprendía. Al fin y al cabo, ¿que educación podían tener semejante grupito? Un cantate, por favor. Una actriz, sin comentarios. No quería ni empezar a pensar en el jugador de rugby. No, lo veía claramente: no iba a seguir tratando de convencerles de que todo era un montaje. Si querían vivir pesadillas, allá ellos.

Controló el tick de su párpado izquierdo mientras comprobaba que las notas del suero seguían a salvo en su maleta, donde las había dejado. Esperaba que los fuegos artificiales de Price desviaran la atención, no quería intromisiones. Se giró en redondo y avanzó hacia los demás que seguían peleándose con las pilas de la linterna. Las cosas que tenían que hacerse en nombre de la ciencia...

-¿Estamos listos entonces? ¿Vamos a por el motor?

-Estoy segura de que Price nos estará esperando así que es mejor que vayamos preparados, a mi también me gustaría coger varias cosas de mis maletas- mal disimuladamente, la actriz tomó un bolso de mayores proporciones y metío el pequeño que había llevado hasta ahora dento. No se veía muy bien lo que estaba cogiendo, pero sin duda había unas esposas entre sus pertenencias

- Vamos - contestó al doctor cuyo antepasado había sido, probablemente, el primer eslabón del problema en que se hallaban. La voz profunda del hombretón fue acompañada por un profundo suspiro, mientras tomaba aire y se preparaba a encabezar al grupo. Al tener su enorme cuchillo, con su vaina, en el cinturón se sintió un poco más tranquilo. Sabía lo que podía hacer con el y, salvo que resultara imprescindible no quería volver a intentar un tackle a alguien armado con un hacha. Eso en los partidos no pasaba.

- Espero que no haga falta usar eso - señaló el hacha que llevaba el músico - ni esto - palmeó la vaina de su cuchilla - ni nada de lo que llevéis allí - completó señalando el bolso de la actriz - Aunque mejor que estemos preparados para lo que venga - completó en su papel de hombre fuerte.

- Si nadie buscará nada más mejor empecemos de una vez, parece que tenemos menos de tres horas para encontrar ese motor, portal ó lo que sea - Quique se encaminó a las escaleras que llevaban al planta baja mientras preguntaba a Kowalsky - Por cierto, cual es la puerta del sótano? ya bastantes sorpresas nos encontramos en donde se suponía no había nada como para equivocarnos de puerta -

El deportista aparentaba estar tranquilo, pero por dentro era un manojo de nervios. Su mano acariciaba permanentemente la vaina del cuchillo y jugueteaba con el broche que la cerraba, una y otra vez, intentando que nadie lo notara. Pero había que él tenía muy claro: Esto no era un partido. Era consciente que se estaba metiendo en un problema que lo superaba - Pero que otra opción hay - se lo escucho murmurar mientras miraba de un lado al otro, asegurándose que nadie los quisiera emboscar al llegar a la planta baja.

Había algo que preocupaba a Alicia mientras caminaba en silencio junto a sus compañeros: el hacha parecía real y parecía estar afiliada. Si todo esto fuera un montaje de Price como el Dr. Walker decía, usar un hacha real no habría sido muy inteligente. No podía decir nada sobre los demás, pero ella había dejado dicho adonde iba a estar el fin de semana. Si algo le llegaba a pasar en ese lugar, Price iba a tener muchos problemas. Evidentemente lo del hacha y el loco y el tal Kowalsky no era parte de un número montado por ése lunático.

El grupo descendió cuidadosamente las escaleras de caracol. Quique iba en todo momento atento a los restos herrumbrosos de la ambulancia por si asomaba alguna criatura de cualquier tipo. A estas alturas del partido no sabía ya a que atenerse. Incluso el doctor Kowalsky parecía algo nervioso ahora mientras señalaba a un pasillo al otro lado del hall.

- Por allí. Hay una puerta que conduce a la entrada principal del sanatorio.

Sin embargo el grupo recordaba que el demente que habían visto desde arriba había aparecido por el pasillo que se encontraba en el lado contrario al señalado, justo al otro lado del hall ¿Quizás había subido por las escaleras de Kowalsky y luego cruzó el hall sin que lo vieran desde arriba?

-¿A dónde se va por ahí? -preguntó Walker señalando la puerta en cuestión con el brazo extendido.

La pregunta iba dirigida a Kowalsky, obviamente, pero también se podía entender como una idea a tener en cuenta. A saber, cubrirse las espaldas antes de meterse en un sotano oscuro y mugriento. Le atraía poco adentrarse en las entrañas de la mansión, arañas-gato incluídas, pero hacerlo sin tener la seguridad de que no le iban a clavar un puñal (o quizás un hacha) en la espalda se le antojaba impensable.

- Esa puerta en concreto,- dijo mirando la que la señalaba Walker - conduce a un salón. Enfrente tiene otra que lleva a la cocina y más allá del pasillo hay un par de despachos de terapia.

Tras decir esto el doctor señaló al otro lado del Hall, donde según él debían dirigirse, pero no avanzaba más allá de donde se encontraba Quique. Se notaba que la flema mostrada en el piso superior iba perdiendo fuerza frente a lo que auguraba esperarse en esta zona.

A Jim no se le pasó por alto la indecisión de Kowalsky. El hasta ahora tranquilo hombretón parecía nervioso, y desde luego eso no era nada halagüeño. ¿Dónde estaban a punto de meterse? A Jim se le pasó por un instante mandar todo a la mierda y marcharse de ese sitio. Total, si tal como Price había amenazado, se descubría su secreto al mundo, que podía esperarle…,¿la silla eléctrica? En esos momentos tampoco parecía tan mal destino, pensó Jim con una nerviosa sonrisa en la boca.

Con el hacha que habían quitado al loco bien aferrada, Jim se dispuso a avanzar hacia donde señalaba Kowalsky. Por el lado donde había aparecido el loco exhibicionista anteriormente no parecía haber nada de interés. Bueno, en otra situación tal vez la cocina, pero en esos momentos lo último que le apetecí era comer.

Jim avanzó un par de tímidos pasos, mientras señalaba a la puerta con la cabeza.
-Bueno, pues adelante, ¿no?

Enrique estaba nervioso, pero no quería demostrarlo. La situación hubiese sido cómica, sino fuera porque parecía mortal. Todavía recordaba al loco del hacha. Ya no se trataba de unos actores de cuarta, o probablemente excelentes en lo suyo y con un admirable equipo de efectos especiales. Ya era algo más peligroso.

Cerrando con fuerza sus enormes puños asintió al comentario de Jim y se encaminó hacia donde señalaba Kowalsky, apoyando su mano en la puerta, dispuesto a abrirla y, como de costumbre, encabezar la marcha

Sin embargo una única pregunta salió de sus labios - Entrada al sanatorio... pero... no teníamos que ir al sótano? - Antes de abrir la puerta quería saber si iba en buen camino... aunque visto lo visto, probablemente ninguno de los caminos sería bueno.

El rugbier escuchó la respuesta y prestó atención un momento a la puerta, se escuchaba algo del otro lado?

No le preocupaban demasiado las otras alternativas. Fiel a sus principios Quique iba a ir al frente. Con la ovalada bajo el brazo y llevándose por delante a cualquiera que le impidiera apoyarla en el ingoal.

Quique empujó la puerta señalada, que conducía a unas escaleras metálicas que descendían formando una escalera de caracol. Unas lámparas eléctricas, que amenazaban con fundirse y apagarse en cualquier momento, iluminaban escasamente el lugar. Mientras Quique descendía, encabezando la marcha con Jim a su lado, Kowalski hablaba desde su espalda en un susurro:

- El sótano es el sanatorio. Debajo de los cimientos de la casa se escavaron una serie de instalaciones para mantener a los dementes recluídos de una forma efectiva. Tenemos que encontrar la sala del Motor, que está en lo más profundo, no muy lejos del laberinto...

Estaban llegando al final de las escaleras - se veía una puerta de metal al fondo de las mismas - cuando un estallido hizo que todos se sobresaltaran. Finalmente las luces no habían resistido las subidas y bajadas de tensión. Quedaron sumidos en una completa oscuridad.

- ¡No!- gritó Kowalsky en la oscuridad - ¡No es justo! ¡¡¡¡NO ASIIIII!!!

El rugbier tomó la linterna y rápidamente la encendió. Se quedó quieto un momento, hasta que lo alcanzaran los rezagados y luego, con mucha calma y cuidando donde ponía los pies continuó descendiendo hasta la puerta - Seguimos? - preguntó algo asustando. La situación cada vez le gustaba menos, pero no iba a reconocerlo delante del resto.

-Hay que ser gilipollas para excavar los cimientos de tu propia c... -empezó Walker pero se vió interrumpido por la repentina oscuridad y por el grito agónico de Kowalski.

Instintivamente se echó atrás y trató de palpar la pared para recuperar parte de su perdida orientación. Notaba las venas palpitarle en las sienes a un ritmo exageradamente rápido y durante unos segundos se le ocurrió la absurda idea de que podría morir de un infarto.

-¿Estamos todos bien? -preguntó con la voz quebrada- Por favor, decidme que alguien tiene la linterna a mano...

La linterna alumbraba a todos de forma rápida y nerviosa. Algunos aún se recuperaban del pequeño susto pero no parecía que pasase algo más allá del fundido de las luces. ¿Donde estaba Kowalsky? Quique alumbró las escaleras. El hombre iba justo al lado suyo. Alumbró hacia el suelo y luego hacia atrás. Jim iba justo detrás de Kowalsky, pero se encogió de hombros cuando le iluminó la linterna. El doctor, simplemente, ¡había desaparecido!

Había avanzado todo el tiempo sin pronunciar palabra alguna pero muy pendiente de lo que había a su alrededor. Trataba de recordar cada de talla por si en las próximas horas le hacía falta.

De repente se fue la luz y el grito desgarrador de Kowalski la sobresalto casi más que la propia oscuridad. Por suerte Quique había encendido una linterna y parte del temor se disipó iluminado por la luz.

-Yo estoy bien- contestó a Walker -¿Y los demás?

- Yo también, pero... donde se metió el viejo? - las palabras de Enrique fueron tan sinceras como preocupantes - Si estaba aquí. Grito y... - el rugbier permaneció en silencio. Estaba totalmente desorientado

Miró a sus compañeros y solo atinó a preguntar - Alguno lo sintió pasar? - Había algo de esperanza en la pregunta, después de todo es más fácil entender aun cobarde que huye que aceptar que alguien pudiera desaparecer

-Yo no he notado nada... Es como si se hubiera esfumado- dijo la actrizcon una extraña sensación en el cuerpo y dirigiendo la mirada a la oscuridad que había sobre sus cabezas...