Enrique abrió la puerta... El pasillo seguía sumido en la oscuridad. Su linterna alumbró las paredes, el suelo... Todo parecía seguir igual...
En algún lugar se escuchó de pronto un aullido. Alguien sufría y gritaba. Los gritos resonaban por las paredes de todo el manicomio pero parecían proceder de algún lugar más allá de la oscura sala de descanso... Al grito lo acompañaron varias risotadas de personas distintas...
Segundo interludio
Martin Matthews había sido malvado. Desde pequeño siempre había encontrado un extraño placer en hacer sufrir a seres vivos. Como muchos otros niños había arrancado alas a las moscas, inflado ranas. Luego recibió el mote de matagatos porque siempre que se encontraba un felino lograba abatirlo de una certera pedrada. En una ocasión encontró una camada de gatitos en un descampado detrás de su casa. Maullaban con un ruido que recordaba a unos bebes llorando. Cogió una piedra grande y la soltó encima de la camada. Disfruto del sonido de la carne aplastándose, de la visión de la sangre derramada. Cuando se hizo adolescente siguió experimentando con la muerte. Se hizo más sofisticado. Torturaba pequeños animales en el granero. Un día su padre lo descubrió haciendo cosas horribles a uno de los perros de la granja. Para su sorpresa no lo castigo. Su padre sonrió y le enseñó nuevas maneras de atormentar a los animales. Unos meses después en aquel granero había un mendigo suplicando por su vida. Padre e hijo hicieron lo que, según el padre, había hecho siempre su familia: tomar el poder del sufrimiento ajeno. Así Martin Matthews descubrió que pertenecía a un antiguo linaje de hechiceros.
Cuando se hizo mayor y fuerte mató a su padre. Su padre se lo agradeció entre lágrimas, después de sufrir una agonía de semanas. Se lo agradecía de verdad. Él había hecho lo mismo con el abuelo de Matthew. Las fuerzas de la oscuridad sonrieron complacidas y le dieron el Poder.
Durante años vagó por los Estados Unidos usando el Poder. Repartiendo el Dolor como quien da la buena nueva. Enseñando a los que se cruzaban en su camino como liberarse de las miserias de la vida. Algún día se asentaría en una vieja granja y se casaría. Tendría un hijo que cuidaría hasta que alcanzase la adolescencia y entonces le mostraría la Verdad. Después quedaría liberado de su carga y podría trascender, para reunirse con los suyos. Con su padre. Con su abuelo. Con el padre de su abuelo. Porque la Muerte, como Martin Matthews sabía, era solo el principio.
Pero en Nueva York lo capturaron. Fue torpe y la policía ató los cabos. Se confió: demasiado tiempo en el mismo sitio. Cuando les contó la Verdad lo tomaron por loco. No estaban preparados. Lo encerraron en el Instituto Vannacut y se olvidaron de él. Pero él seguía teniendo el Poder. Y descubrió que los que regían el Instituto también Sabían. Por eso lo liberaron y le dieron el puesto de enfermero. Y pudo seguir repartiendo el Dolor. Durante meses fue feliz. Pero una noche se dio cuenta de que no era bastante. La vieja Nora le había contado cosas... Cosas acerca de otros Poderes. El doctor Walker mató a la vieja Nora. Fue un error. Martin Matthews sabía que los locos tenían su propio Poder. Lo atesoraban, lo ocultaban. Era tan bello y poderoso como el Dolor. Pero no se lo mostraban a los demás. Y él quería verlo. La vieja Nora se lo había contado, pero él quería verlo con sus propios ojos.
Así que aquella noche fue a las dependencias y abrió las puertas.
Y los locos lo recompensaron. Le dieron el Dolor y le mostraron su Poder.
Martin Matthews lloró de agradecimiento mientras sufría su penitencia.