Grutas desconocidas cerca de La Raja.
Infraoscuridad.
Hora y fecha indeterminadas.
Jess cayó de bruces al otro lado del portal. La cueva del inframundo seguía tal y como la habían dejado, salvo por la desagradable escena de un pequeño cangrejo azul devorando los restos de otro congénere, al que los humanos en un descuido, habrían pisado.
-¿Eso es lo que somos ahora?- Preguntó Ely a Jess en tono quedo.
Su amiga extendió el índice y trató de espantar al cangrejo caníbal, pero el artrópodo alzó sus minúsculas pinzas para defender su botín.
Las tripas, o lo que quedase dentro de su amiga emitieron un rugido y Elyzabeth se abalanzó como una leona sobre Jess. –Tengo hambre- Dijo abriendo tanto los ojos, que daba miedo. Los colmillos de Ely se extendieron como los de una serpiente y en un instante los acercó tanto al cuello de Jess, que la aventurera pudo sentir algo agitarse en el interior de su amiga. Pero Ely ya no tenía corazón, lo había vomitado poco después de morir. Tampoco tenía tripas, las había evacuado incluso antes.
Ven, alejémonos de aquí, Ely. Antes de que aparezca por el portal el Exotonto, o peor, alguno de esos moralistas mojigatos que dicen que dos amigas no pueden ser algo más que amigas, o que no pueden ser felices para siempre.
Ely clavó sus ojos ambarinos sobre la joven vampira, sopesando alternativas radicalmente distintas. La personalidad tranquila y risueña de la hija de Tergrar luchaba con la de un monstruo despiadado y hambriento, como si sufriese un trastorno bipolar.
La tensa decisión se prolongó hasta que de pronto se puso en pie de un salto:
-¡Vale!- respondió.
La pareja de vampiras se sumió en la oscuridad de las cavernas cogidas de la mano.
El eco de torpes pisadas, voces familiares y recueros quedó atrás. Una nueva aventura comenzaba.
FIN
Sala de los renacidos
Fortaleza infernal.
Plano abismal.
¡¡ SANTO, TODOS, LARGO DE AQUÍ!! ¡ESTAMOS EN SU TERRENO! ¡SALID! –
Los colmillos de Exorius centellearon entre la niebla anaranjada
-No…Por los dioses, ¡Quedaros un poco. Que ahora os iba a sacar unas pastas, JAJAJA!- Se burló de Fornund y aceptó el doloroso contacto del santo con placer masoquista.
–Yo cree a Morrigan, eres mi creación- Trató de abducir a Jess, pero el viejo sanador no cedió un ápice.
-¿Qué es la luz sino lo que engendra la sombra?- Gruñó a Dámasor entre dientes.
El demonio aulló una vez más y rodeó por completo al anciano con sus larguísimos brazos, haciéndolo desaparecer en un abrazo mortal.
* * *
Grutas desconocidas cerca de La Raja.
Infraoscuridad.
Hora y fecha indeterminadas.
Arrastrar a Sîglü sin soltar su pesado equipo resultaba toda una proeza por si solo, pero hacerlo en mitad de una niebla asfixiante que impedía ver más allá de un paso, era una locura. Sin embargo la determinación de Fornund era propia de su raza y solo se dejó caer al suelo cuando sus ojos irritados reconocieron la cueva del estanque.
Miró a su alrededor en busca de sus compañeros, pero solo encontró dos cangrejos azules aplastados bajo su bota.
Su aprendiz de piel verde yacía pálida e inmóvil. Todavía con la lengua hinchada y colgando en una horrible mueca. Antes de que pudiera relajarse y reflexionar sobre todo aquello, apareció el monje con Nerisnath en sus brazos. El portal emitió un débil siseo, como si su poder se extinguiese. Ambos miraron hacia el diagrama anaranjado. Las chipas se esfumaron y poco después, La roca recuperó su tono apagado y la sala quedó en la penumbra, iluminada únicamente por las esquirlas de caparazones azules de los cangrejos luminiscentes. Dámasor había quedado al otro lado.
Nalfeim apareció a la carrera por uno de los túneles. Su armadura aún chorreaba de sangre de la piscina infernal en la que se había caído, pero eso no le disuadió de abrazar a Naja Naja e interesarse por el estado de los demás.
-He buscado a Jess y Ely, pero no las encuentro. ¿Las habéis visto cruzar el portal?...¿Y dónde está Dámasor?-
El clérigo centro su atención en los heridos y humedeció la cara de la maga roja con un vial que tenía entre sus ungüentos de corandero. Depués examinó a la orco y le cerró los párpados y la boca con gran respeto. –Neris se recuperará, pero Sîglü está más allá de mis poderes- Se lamentó en voz baja.
* * *
Santuario de Dungapur (Plano celestial)
Dámasor abrió los ojos. No pudo evitar parpadear varias veces por el resplandor que lo rodeaba. Estaba junto a un hermoso y delicado edificio decorado con runas enanas que se erigía sobre un campo de flores amarillas. El horizonte estaba ocupado por brillantes nubes algodonosas que dejaban entrever un Valle familiar. El pueblo de Tamar se veía en la distancia, pero no recordaba que se pudiese ver este edificio desde la taberna de Tergrar.
El padre buscó a su alrededor a sus compañeros o el temible diablo, pero solo encontró abejas afanadas en recolectar néctar de las flores.
Escuchó unos sollozos y se acercó a dos figuras que había en un pequeño templete junto al majestuoso edificio. Dos figuras de aspecto celestial estaban abrazas entre las flores, Un enano y un ser alado idéntico a las estatuas de Devas astrales que coronaban su monasterio.
La Deva astral yacía sin vida en los brazos del apuesto enano que lloraba desconsoladamente su pérdida. Al reparar en la presencia de Dámasor se secó las lágrimas y colocó con cuidado a la Deva sobre un altar de mármol, tan blanco como la nueve recién caída.
-Tú eras su protegido. Creía tanto en ti que se ha sacrificado por salvarte-
Dámasor no alcanzaba a comprender muy bien a que se refería cuando a su mente llegó la imagen de su propio cuerpo consumiéndose junto a Exorius entre llamas sagradas.
-Si. Fue ella- Explicó el enano con pesar. -Juntos velábamos por vosotros-
El enano se despidió de la Deva con una caricia en el rostro y tomó a Dámasor del brazo para llevarlo de vuelta por donde había llegado.
-Coge eso- Dijo señalando con repulsión un colgante oscuro que yacía en el suelo. –No es de este plano y su mera existencia es aberrante. Pero Idris lo recogió del cadáver de Jennyfer para ti. Debes usarlo para revertir la maldición vampírica y acabar con esta plaga antes de que sea imparable- El enano miró con cierta lástima a Dámasor. Estaba claro que no tenía valor para explicar lo que rondaba por la cabeza y no dijo más. Cuando estaba volviendo al altar se detuvo para entregar un pequeño vial. – Unge a vuestros caídos con esto antes de que el sol se ponga-, levantó un dedo y bufó: -Y dile a Fornund que me ha metido en un lío con lo de su aprendiz. ¡¿Cómo le explico yo a Moradín que es orca?!...¡Antes me quedo desnudo y sirvo al quebrantado!. Al menos así podría volver a ver a Idris.- Se alejó murmurando.
Dámasor tenía muchas preguntas y sintió que no tartamudería en aquel lugar, pero el enano pareció leerle la mente y lo despachó antes de que hablase: -Ya no tienes Ángel de la guarda, y yo ya tengo bastante con un paladín quijotesco. Sigue en línea recta y volverás a tu plano.-
Apúntate:
- Talismán de Jennyfer
- Ungüento de Reaparición (MdF p.125)
Aunque el enano parece que va a lo suyo, puedes postear “solo para el director” lo que quieras decirle o hacer en ese plano, y continuar después en abierto con tus compañeros.
*Literalmente, no sé de qué me hablas. ¿Puedes hacerme memoria, por favor? (aunque sea off-game, para acordarme).
Edito: No quiero que esta parte quede confusa, sobre todo si algún día continuamos la partida. Supondremos que Dámasor os la explica tras su reaparación.
Grutas desconocidas cerca de La Raja.
Infraoscuridad.
Hora y fecha indeterminadas.
Dámasor atravesó la pared de roca minutos más tarde. Tenía mejor aspecto que el resto de sus compañeros. Sus ropas estaban tan ajadas como siempre, pero sus ojos y su voz, no parecían irritados por la niebla mortal.
Nalfeim apoyó a Nerisnath en el suelo y se levantó para abrazarle.
-Padre, te creíamos muerto. ¿Cómo…?- No pudo resistirse a la tentación de acariciar la sólida pared de roca.
-Estaba convencido de que Ely y Jess habían atravesado el portal, pero de ser así, ¿Porqué no nos han esperado?- Preguntó a todos. Sus ojos se posaron entonces en los de Naja Naja.
Tenía la sensación de que su búsqueda solo había comenzado. Pero no le importaba si en ese tiempo podía recuperar a su hijo.
Durante unos instantes llenos de optimismo pienso que mi toque helado podrá consumir el fuego demoníaco de mi antagonia; iluso de mí. La criatura inferanl me rodea con su ardiente abrazo y las llamas me devoran. El fuego pasa al rojo-blanco y su resplandor me enceguece, obligándome a cerrar los ojos mientras encomiendo mi alma a Ilmáter, el Quebrantado. Por alguna razón no experimento ningún dolor, sino paz, y sonrío beatíficamente con la certeza de que muy pronto me reuniré con mi dios.
El paisaje que me rodea cuando vuelvo a abrir los ojos no es el que me habría esperado, pero lo cierto es que tampoco sabía qué esperar. En un primer momento pienso que estoy solo pero suspiro aliviado al reparar en Tormund y ver que no es así. Apoyado en mi bastón, avanzo hacia él feliz de reencontrarnos incluso aunque eso signifique que él también ha muerto.
—Tú no eres Tor... —comienzo a informar al resplandeciente enano, enarcando una ceja al reparar en que no se trata de mi compañero. Sin embargo, guardo silencio al caer en la cuenta de por qué está arrodillado en suelo.
El enano llora sin disimulo, haciendo caso omiso de mi presencia, y las lágrimas arrasan también mis viejos ojos. Se empañan para no ver el dolor de la escena, para no ver la belleza marchita, para no ver una eternidad acabada. Caigo de rodillas sobre la hierba, tirándome de las barbas porque el dolor físico, de algún modo, mitiga el dolor que del negro pozo que se ha adueñado de mi alma.
Idris. Las imágenes de mi batalla final me bombardean. Idris. No la conocía y la he perdido para siempre. Idris. Quise salvarlos a todos y he condenado a un ser celestial. Idris. Gateo por el suelo como un bebé asustado en busca de su madre. Idris. Puedo ver en ella el rostro de mi propia madre, muerta. Idris. Extiendo mi mano para tocarla, si tan sólo pudiera...
El enano me agarra por el brazo y me obliga con firme gentileza a levantarme y a apartarme de mi Idris. Quisiera quedarme con ella para siempre. ¿Qué no haría para volver atrás y condenar mi alma inmortal a cambio de la suya?
El falso Tormund habla y tardo unos instantes en darse cuanta de que me está hablando a mí. Me obligo a escucharle y, a pesar de sus modales hoscos, descubro que sus palabras tienen un efecto balsámico en mí. No pueden librarme de mi dolor, pero sí pueden disuadirme de recrearme en él.
—Todos servimos al Quebrantado —respondo en un murmullo de manera maquinal con la frase litúrgica cuando el enano se refiere a mi dios.
El resplandeciente enano no parece sentir demasiada simpatía por mí y no puedo culpable. Ahora mismo yo tampoco me gusto demasiado. Desearía quedarme, pero no me siento con ánimos de negarle nada cuando me encomienda marcharme de allí y reunirme con mis compañeros. Me despide con cajas destempladas y, aunque tengo muchas preguntas, solo una me atormenta en estos momentos. No logro recordar el nombre de mi interlocutor.
—¡Eh, espera, no te vayas! —le suplico al enano, que se aleja de mí mucho más deprisa de lo que parece posible con sus cortas piernecitas mientras yo recojo del suelo lo que ha dejado tras de sí— Cuando me reencuentre con Tormund, ¿quién debo decirle que se ha metido en un lío por su culpa?
Intengo ir tras él pero la niebla se cierne sobre mí, interponiéndose en mi camino. ¿O son nubes?
Apoyado en mi bastón, me abro camino entre las brumas en mi afán por alcanzar al fujitivo enano. Casi le tengo cuando la niebla se disipa. Miro a mi alrededor, sorprendido con el nuevo cambio de escenario.
—To... To... Tormund, ¿eres tú? —pregunto con manifiesta confusión. Esperaba reencontrarme con el falso Tormund y resulta que me he topado con el auténtico. Y no está solo. Nalfeim, el hombre-serpiente, Naerish... Casi todos están aquí. Casi—. ¿Do-do-do-dónde están las ni...ñas de... Tergrar?
Dondequiera que estén, una cosa es segura: no es aquí.
Naerish tiene mala cara. La hembra orco, peor; el verde apagado se mezcla con el amarillo malsano en una combinación que solo puede augurar lo peor.
—A-alguien se ha me...tido en un buen lío por tu... culpa —le informo a mi camarada enano cuando la imagen de la orco trae el recuerdo a mi memoria, antes de confesar algo avergonzado—: Pe-pe-pero no sé quién.
Mis manos aprietan casi con voluntad propia un colgante oscuro en la izquierda y un frasquito de cristal en la derecha. Quito el taponcito de corcho e inhalo con deleite el aceite perfumado de su interior mientras me arrodillo junto a la luchadora caída y derramo el óleo sobre su verrugosa frente.
—Despierta, pequeña, tu sueño ha terminado y te queremos de vuelta —le susurro a la difunta para no sobresaltarla al tiempo que le impongo mis manos sanadoras. No sé cómo será revivir pero a mí al menos no me gusta que me despierten de golpe.
Barra libre de "toque curativo" para que todos se recuperen hasta el 50% de sus puntos de golpe.
Pasar al otro lado de aquel portal le había costado a Fornund sangre, sudor y lágrimas, literalmente. Había tenido que luchar contra su yo interior para no cargar contra aquel diablo, no por él mismo, por supuesto, si no porque sabía que sus amigos estaban tan en peligro mortal como él y que aquel diablo, en su terreno, era prácticamente invencible para ellos. También sabía que si él cargaba contra el enemigo, el resto probablemente cargarían detrás y no quería condenarles a eso, y más sabiendo que aún había que proteger a Ely y a Jess y sobretodo, encontrarles una cura lo antes posible. Otra cosa que había pesado en su decisión era la suerte de su recién aceptada aprendiza, Siglû. Él creía fervientemente que con su acción estaba salvándola en el último momento, pero una vez fuera de aquella maldita niebla se percató que sólo había podido rescatar su cuerpo. Una inexplicable pena invadió su corazón de nuevo.
Tosió varias veces para aclararse la garganta, echando mano de la cantimplora y bebiendo un par de tragos para escupirlos y volver a beber mientras sujetaba el martillo con una mano, con el escudo olvidado en el suelo a su lado y mirando a Naja-Naja mientras depositaba a Nerisnath en el suelo con cuidado. Se disponía a utilizar sus poderes de sanación sobre la maga cuando la repentina aparición de Nalfeim, junto con sus palabras, preocuparon sobremanera al paladín enano, que miraba hacia la pared donde el portal había desaparecido con pesadumbre. - Dámasor, viejo....¿qué has he...? - pensó, antes de abrir los ojos con sorpresa al verlo atravesar la roca como si ésta última no estuviera allí.
Las manos del viejo tocaron su barba mientras le preguntaba si era él. - Claro que soy yo, anciano...¿pero...cómo es posible? - dijo, mirando perplejo la roca sólida. Él no había visto nada del combate entre Naja-Naja, el anciano y el diablo, apenas luces y sombras, pero sí que había visto cerrarse el portal. Buscó de nuevo con la vista a La Gran Pequeña Jess y a Ely, pero siguió sin verlas. Guardando el martillo, hizo bocina con las dos manos y gritó con todas sus fuerzas... - ¡ELYYYYYY, JESSSSS!!! ¡AQUÍIIII! - le daba igual ya lo que sucediera. - No hemos pasado por todo ésto para ahora perder a las chicas otra vez, no señor... -
Las palabras de San Dámasor le hicieron arrugar la frente, porque en ése momento no entendió a qué se refería*, pero permaneció callado y alerta ante lo que parecía ser un ritual del viejo ilmaterino sobre su aprendiz muerta.
*Literalmente, no sé de qué me hablas. ¿Puedes hacerme memoria, por favor? (aunque sea off-game, para acordarme).
Recupero todo mi equipo (escudo incluido) antes de que el viejo haga su ritual. Y si el resto necesitan curarse, soy el último en presentarme a las curas.
Aguantando la respiración y el dolor, Naja Naja sacó a Nerishnath de allí, atravesando el portal. Tras él nadie más salió. Una punzada en el corazón fue lo que sintió cuando se dio cuenta del sacrificio que había realizado el Padre Dámasor. Depositó con delicadez a la mujer en el frío suelo de roca, alerta aún por si los pudieran haber perseguido.
- ¿Eshtamosh a shalvo?- Preguntó al ver llegar a su padre, solo. Parecía que sí, que con el portal cerrado el demonio no podía seguirles, al menos por ahora. La sorpresa llegó cuando el Padre Damasor apareció tan atolondrado como siempre, como si no hubiera pasado nada. Su aspecto era todo lo envidiable que el de un viejo decrépito podía ser. En contraste, el joven Naja Naja moqueaba sin control, las mucosas y los ojos tan irritados que le daban ganas de coger un puñado de tierra y esparcírselo por todas ellas para aliviarse, tal era su malestar. Por supuesto que que el anciano no contestó a la pregunta de su padre, así que Naja tampoco insistió más. Se limitó a observar lo que hacía con la aprendiz del paladín enano. ¿Un milagro?
- Nalfeim...- Se dirigió a su padre por su nombre.-¡Uhm! Pecash de ingenuo. Hemosh shalvado a las chicash de Exoriush, pero no de ellash mishmash. Shu naturaleza esh malvada. Tanto Jessh como Ely han matado.- Para Naja Naja habían cruzado la raya y eso le era imperdonable. Si no lograban revertir su transformación no quedaría otra que matarlas. Casi se olvidaba de que no estaba solo y de las protestas de Tergrar que escuchaba en su cabeza al emitir esos pensamientos.
He dejado los post abiertos para representar el fino oido que tienes ahora...Y por que me gusta dejar todo atado ;)
Fornund dejó sus gritos, que parecían no hacer efecto, y escuchó la explicación del viejo santo, tras la cual quedó con la boca abierta durante un buen rato, sin saber qué decir.
Un par de minutos después carraspeó y contestó a Naja-Naja - Tienen una maldición, por lo que su naturaleza puede cambiar...sobre las muertes, es posible que una expiación perdone sus pecados. Pero para hacer todo eso, hay que encontrarlas primero. -
Se giró a San Dámasor y le dijo, con sentimiento vibrando en su voz - Gracias, Padre. -
Gracias por el extra.