Partida Rol por web

Las doce menos cinco minutos, marcaba el reloj de la parroquia. A cada lado de la arena, separados por veinte metros, los dos contendientes del primer duelo del día. Kate McCarthy a un lado, Miller Jackson al otro, ambos con los revólveres enfundados y esperando a que llegase la hora. El tiempo sucede lentamente, el reloj marca la hora, la campana de inicio suena.

La joven se recolocó el sombrero con estudiada indiferencia, un simple gesto para ocultar su nerviosismo mientras se dirigía con grandes zancadas a su posición. No era virgen en aquello de los duelos, hacía ya años que no, pero seguía sintiendo el mismo cosquilleo de la primera vez, un leve ansia en la mano buena.

¡Que se mueran! McCarthy escupió al suelo mientras estudiaba a su rival. No había llegado hasta allí para caer, y no pensaba compartir con nadie la fortuna de ese viejo chocho de King Vamos... Según su experiencia, el que disparaba primero no solía necesitar hacerlo dos veces, y esa sería ella.

Apenas unos instantes para el momento decisivo. Los guantes nuevos crujieron ligeramente cuando sus dedos se acercaron al revólver ¡Vamos! La segunda campanada se fundió con el estruendo de su primer disparo y, pese a sus arraigadas creencias, a la tercera también le siguió el trueno de la pólvora.

Cuando la joven Kate se dignaba a por fin ir al lugar del duelo podía observar a Miller sentado en una silla de salón colocada justo en el lugar que se suponía que debía tomar para enfrentar a su rival, al verla Jackson se levanto quitándose el sombrero y dejándolo en la silla la cual luego aparto a un lado, se desabrocho la larga gabardina, la dejo doblada encima de la silla junto al sombrero quedando en camisa blanca y chaleco negro cubierto por dos ristras de balas de rifle y de revolver cada una, crujió su cuello arremangándose y luego crujió sus dedos para luego poner estos encima de su revolver esperando el momento, pateo el suelo levantando algo de polvo y el reloj sonó acompañado de estruendosos disparos.

Se marca la hora. El tiempo pasa, y Ojazos McCarthy es la primera en sacar su revolver. Y también le da tiempo a abrir fuego una vez, y mientras está abriendo fuego la segunda es cuando el Silencioso Jackson está desenfundando. Para ese momento, una bala cruza el aire y le impacta en el brazo izquierdo haciéndole un daño relativamente alto. Pero sacando fuerzas de flaqueza, el segundo pistolero desenfunda y abre fuego una vez, una bala que cruza el aire con una trayectoria realmente preciosa... y tremendamente dañina. Casi se diría que un daño fatal, si no fuese por azares del destino o directamente una mano divina.

El dolor cegó por un momento a la joven McCarthy, que boqueó desesperada por no perder la consciencia ¡Dispara! ¡Sigue disparando! Notaba como la sangre se extendía rápidamente por su camisa de algodón, y apenas veía a su enemigo a través de unos párpados que parecían incapaces de abrirse.

¡Muere bastardo! -se obligó a gritar entre dientes, mientras abría fuego una y otra vez para después tirarse al suelo. O quizás fue al revés y disparó desde el suelo, pero sin lugar a dudas arrojó esas tres pequeñas muertes de plomo hacia su rival.

Miller que se había asombrado hasta a si mismo con el magnifico disparo que efectuó incluso después de recibir un balazo en un brazo se sorprendio aun mas de que la señorita "Ojazos" siguiera de pie y no solo eso si no que no parecia dispuesta a morir en este duelo, sin pensarselo dos veces Jackson volvió a disparar.

La providencia divina, los nervios, una pieza metálica que nadie sabe cómo acabó ahí, un grano de polvo metido en el ojo del tirador, el master liándola sin haber previsto nada de todo eso, tiene muchos nombres, pero el resultado es definitivo y sorprendente para todos. Demostrando que un duelo no se mide solo por una buena bala, Ojazos McCarthy demuestra que la velocidad sí puede ser definitiva al abrir fuego haciendo fuego dos veces antes de que su rival pueda hacer lo mismo, y acompañándolo con un tercer tiro a la vez que el de él. Todas balas mortalmente certeras.

Pero lo que ocurre en realidad es que, por culpa de usar un revolver de los pesados, Silencioso Jackson actúa más tarde de lo previsto, y solo dos de las balas de Ojazos dan en el blanco, ya que cuando la tercera sigue la misma trayectoria, la segunda bala ya ha impactado causando daños críticos en su rival, que se derrumba en el sitio sin tener tiempo a abrir fuego.

Y así acaba el duelo casi místico, con una moribunda y un muerto.