Partida Rol por web

Las diez menos cinco minutos, otra vez según el reloj de la parroquia. La distancia separa a los dos nuevos contendientes para este duelo. Pacientes, ambos esperan con el revolver enfundado y su otro arma en el suelo. En el caso de James Barkham, su pequeña Derringer inútil a largas distancias. En el de Chuck "Resucitado" McCoy, bueno, la verdad es que no ha dejado arma alguna. Parece que pretende acabar el duelo solo con su revolver, en la primera ronda. Esperando, el tiempo pasa y llega la hora del duelo.

- Oh... mierda... - McCoy puso la misma cara que un hombre muerto cuando comprobó que frente a su rival de aquella mañana había una estúpida y diminuta Derringer. ¡El puto rifle! - Joder, joder, joder... - ¿Dónde coño se lo había dejado? Intentó hacer memoria entre las brumas de la resaca. La noche después de su victoria la había pasado en el burdel celebrando que seguía vivo. Se había gastado casi todo el dinero que había llevado en putas y whisky. ¿Había vendido el rifle? No joder... Seguro que no. Nadie era tan gilipollas... ¿No? Se lo habría dejado en la cama, con el resto de sus cosas y parte del contenido de su estómago. ¡Menuda putada! Si no se cepillaba a ese pobre diablo de un solo tiro era cadáver.

Solo tenía una opción y un plan de emergencia, por si le temblaba la mano a la hora de disparar.

Miró a su alrededor mientras pasaban los segundos, buscando con febril mirada una piedra de un tamaño significativo. Cuando localizó una del tamaño de un puño, la cogió, la levantó para que la vieran todos y la dejó frente a si. - ¡Esa será mi arma! ¡Tan seguro estoy de que no necesito nada mas que eso para cargarme a nadie! - Mientras intentaba parecer seguro, sus pelotas se le encogieron en los pantalones. ¡Ni de coña el viejo diablo de King permitiría semejante gilipollez! Pero tenía que intentarlo.

Quedaban solo unos segundos y ya estaban sonando las campanadas cuando McCoy desenfudó con parsimonia, respiró hondo, y apretó el gatillo rezando por no fallar.

Si en el duelo de ayer ya se le notaba tembloroso, parece que una noche más no ha conseguido arreglar mucho, y ahora el tahúr no solo se bambolea de un lado a otro sino que apesta a alcohol y suciedad. Parece que alguien lo arrastró anoche un poquito por la arena, porque su ropa parece algo desgastada. Y que haya tenido que empujarle uno de los chicos de Henry para que se pusiese en su lugar tampoco augura nada especialmente bueno. Ni que sea el primer duelo del día. Ah, sí. Y también le han obligado a quitarse la Derringer de la muñeca y tirarla en el suelo, además de aumentar la distancia exclusivamente para que no pueda repetir el espectáculo del día anterior, ya que todo el mundo sabe que esas pistolitas de feria no aciertan a menos que estés apuntando a un palmo de distancia.

-¡Maldito seash, Henrry! -La campana no ha sonado, aunque apenas le falta tiempo. Pero parece más bien descentrado, como si no le preocupase un pimiento. -¡¡Maldito seash!! ¡Me prometish·te que me perdonarías con un duehlo! ¡¡¡Y una mierda, vas y me dicesh anoche!!! -Parece que cada uno de este duelo tiene sus propios problemas, pero al que más le presta atención King es a éste. -¡¡Me rindo, me rindo!! ¿Veis? Nada, ¡ni eso me perhmite el cabronazo! ¡¡¡¡¡Pues vendrás congmigo al infierno, cabrónazho!!!!! -En ese momento suena la campana. Ignorando por completo a McCoy incluso teniéndolo enfrente, desenfunda su revolver y en vez de apuntarle a éste, apunta a la tarima y abre fuego buscando acertarle a King. Ni que decir tiene que, entre la cogorza, lo rápido que ha sacado el arma y el tembleque que tiene encima, el tiro falla antes siquiera de tener que fijarse bien. Y qué va a pasar a continuación es bastante obvio.

La piedra de la suerte. Debe de ser la única explicación posible, porque todas las demás probabilidades estaban en contra. Qué demonios, ni con un enemigo quieto y sin hacer nada por evitarlo, ha conseguido acertar el disparo. Por supuesto, tampoco Barkham, pero con eso lo atípico de la situación solo dura un momento. Y antes de que nadie pueda decir o hacer nada más, y eso que nadie iba a decir o hacer, excepto quizá Henry King, dos flores brotan del pecho del tahúr, rojas como las bayas de frambuesa, y riegan la arena alrededor. El primer duelo se acaba el primero, rápido y totalmente sin sentido.

Quién sabe, tal vez McCoy debería guardarse esa piedra por si acaso.

McCoy mira primero al tahur, tendido en el suelo con sendas heridas de bala en el pecho. Luego mira a King, impertérrito sobre la tarima, mirando al pobre diablo muerto como quien observa a un perro apaleado al que al final han dado matarife porque se les había acabado la diversión con él. No daba crédito a lo que veía. Hace unos segundos se sabía hombre muerto.

Alza los brazos al cielo y estalla en secas carcajadas, poseído por una locura sin precedentes, quizá solo a la altura de uno de los duelos mas extravagantes que nadie jamás pudiera ver a lo largo y ancho del continente. Baila pateando el suelo, dando estruendosas palmadas, sonriendo como un lobo y aullando una tonadilla sobre las chicas de Louisiana.

- ¡Como una bala de cañón! -Murmuró para si mismo cuando ya llevaba un buen rato dando aquel patético espectáculo y empezaba a sentirse cansado. - Como una puta bala de cañon... - Así era King. Implacable. Y el tahúr era testigo de ello aunque sus ojos sin vida poco iban a ver ya.

Se encogió de hombros, recogió la piedra, la sopesó un par de veces y se la guardó en el bolsillo del pantalón, al otro lado de la cartuchera en la que llevaba el revólver. Se sentía realmente afortunado. ¿Resucitado? ¡Vaya cosa! ¡Más bien tocado por el puto Satanás! Empezaba a pesar que si llegaba hasta King, lo mismo le daba un infarto al tipo y la palmaba antes de volarle los sesos. Al ritmo que iba todo era posible.

Sin decir una sola palabra mas, se acercó al cadáver, le dió unos golpecito al pie con la bota desgastada para comprobar que estaba bien frito y se agachó a su lado. En cuclillas se volvió hacia King y señaló las armas del difunto - ¿Me las puedo quedar?