Partida Rol por web

Tombstone: Dead Lands

Nirvana

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20/03/2011, 18:40
Danny Chang Lee

La boca de Danny se abrió en un intenso gesto de dolor cuando la garra de lo que se había convertido Hudu Brown le había traspasado, como si fuese una daga; mas su espíritu de lucha se mantenía intacto y el medio chino no pensaba ni flaquear cuando la victoria - según él - estaba tan cerca. Chang trató de alejarse de aquél arma que le hería, intentando encontrar algún punto débil en aquel amasijo de neblina y partes humanas.

Con la fuerza que su determinación le otorgaba, el medio chino alzó su pistola hacia el cráneo de la criatura, dispuesto a partirle la cabeza.

¡Toma, maldito! ¡Seguro que el plomo te cae de maravillas! - gritó Danny con rabia y cierta demencia, esperando que aquel tiro le diese la victoria.

 

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24/03/2011, 02:23
Director

El revólver que el condenado a muerte de Tombstone le había dado atronó. La horrible cara del monstruo se contrajo de dolor, y una herida salpicó sangre al deformarle la cara el disparo. El engendro había conseguido evitar un tiro directo a la cabeza, pero la bala le recorrió toda la longitud del rostro antes de perderse en el cementerio. El Hudu monstruoso se dolía por el balazo, estaba claro, y eso significaba que podía ser vencido. Al menos esa horrible cabezota era física, material, así que podía explotar como una manzana bajo la influencia de un calibre 45 lanzado a buena velocidad.

La mala noticia era que parecía muy enfadado, y que al seis-tiros derecho del chino solo le quedaba un plomo más. El arma que colgaba en su cadera a la izquierda quizá estuviera cargada, pero Danny no tuvo éxito al tratar de recordar cuántas balas había podido meter en cada fusca.

El bandido mestizo se movió, dispuesto a esquivar a su padrastro, pero la garra brumosa se movió demasiado rápido. Las uñas se clavaron en las entrañas de Danny, apretando y desgarrando, abriendo su vientre en dos. La garra le despedazó en un instante.

El dolor era vago y lejano. Apenas se sentía más que como un recuerdo de lo que era aquella sensación. Ahora la muerte le abrazaba y se parecía más bien a un viaje. Se separaba de Hudu Brown, que había vuelto a su forma humana, satisfecho. Se alejaba de aquél plano que le había dado la oportunidad de venganza y lo último que escuchó fue la risa del perro de su padrastro.

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24/03/2011, 02:33
Hudu Brown
Sólo para el director
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Notas de juego

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24/03/2011, 02:36
Danny Chang Lee
Sólo para el director
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Notas de juego

Cinco acciones.

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24/03/2011, 02:58
Director

El aire brumoso mutó, como movido por un viento que Danny no podía sentir ni escuchar. Todo lo que pudo ver el chino fue un paisaje azulado volverse violeta, despues rojo, después negro. Acto seguido vuelta al rojo, violeta, azul...

El mundo se formó otra vez y se concretó. El cementerio de Nueva Nueva Orleans no había cambiado un ápice, ni las tumbas ni el cielo, ni Hudu Brown, ni Danny Chang frente a él. Revólver desenfundado y voluntad de venganza. Esta tercera muerte no había significado más obstáculo para Danny que la segunda que le sobrevino cuando Bill le tiroteó. De alguna forma, la broma del pelirrojo le había recordado en el momento justo su propia inmortalidad, y gracias a eso no tuvo ni un instante de vacilación ni sorpresa. Danny alzó el revólver en un parpadeo y pensó, con cierta nostalgia al recordar a Bill, que sabía lo que debía estar sintiendo ahora el brujo vudú. El ladino y traidor Bill - el bueno de Bill - le había gastado una jugarreta, y gracias a eso ahora se la jugaba Chang a su padrastro.

Solo quedaba una bala en el tambor, y era suficiente.

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28/03/2011, 19:41
Danny Chang Lee

Danny, quien en su deseo de venganza había sentido su tercera muerte sólo como un obstáculo sin importancia, se acercó hasta Brown luciendo en su rostro una mirada de maldad pura y una sonrisa de satisfacción.

Creo que ahora sí te tocó tu turno, mi querido padrastro. Lo único que lamento es que no hayas contestado a mis dudas, pero qué se le va a hacer...

Chang elevó su arma hasta la cabeza de su padrastro y con sádico placer apretó el gatillo, esperando que con aquel disparo Brown cayera de una buena vez. Lo único que calmaría las ansias de su venganza sería ver a sus pies el cadáver de Hudú, ver su sangre maldita regar el piso y quitarle a él, más bien al mundo - según lo veía el chino - tan molesto parásito.

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31/03/2011, 17:08
Hudu Brown

Danny Brown, creyéndose victorioso y a salvo, había recuperado su forma humana, y solo había acertado a mirar de forma estúpida y abrir la boca antes de que Danny levantara el arma.

El seis-tiros detonó su último plomo, y justo en la frente de Brown hubo una explosión de sangre, piel rota y diminutos fragmentos de huesos.

La expresión de incrédula sorpresa quedó grabada en el rostro del chamán de vudú mientras cayó de espaldas como un peso muerto. Danny se acercó dos pasos para comprobar si hacía falta rematarlo y el bandido chino se sorprendió al encontrar un rastro de vida en el moribundo. El disparo en la cabeza habría sido mortal al instante en un vivo, pero el Brown presente no era más que una proyección del verdadero brujo. En alguna parte, la mente de Hudu Brown le estaba diciendo que había muerto, y esa pérdida de vida era mucho más lenta e infinitamente más dolorosa que un tiro en la frente. En donde quiera que estuviese, Brown se retorcía merecidamente, pagando anticipadamente por los pecados que le llevarían al Infierno.

Mientras tanto, su cuerpo en este plano conservaba un atisbo de vida, y como único acto de generosidad en su vida, el inminente cadáver contestó la pregunta que Danny le había hecho al verle.

Maté a tu madre... y luego a tus hermanas.

Aunque pareciera imposible, había un matiz de arrepentimiento en su voz temblorosa. Tal vez Hudu no hubiera dado un centavo por sus hijas, pero jamás habría matado premeditadamente a su mujer. Una de sus habituales palizas debió ir demasiado lejos, y Danny podía imaginarse a esa patética criatura no dando crédito a lo que acababa de hacer. Un viejo negro borracho y drogadicto con demasiado poder para sus escasas luces; esa era su tragedia.

Sabía que te enterarías, y que me vendrías a matarme. Traté de adelantarme...

Abrió la boca como para decir algo más, pero en vez de palabras salió de entre sus dientes una mosca. El insecto abandonó el cuerpo ya sin vida, como si fuera la sucia y negra alma de Hudu volando hacia el Infierno. Pronto Danny descubrió que un centenar de moscas rapiñaban ya el cadáver de su padrastro, como si la descomposición en una criatura tan vil fuera inmediata. Sin saber cómo, Danny Chang sabía que todas esas moscas estaban muertas, igual que los peces del Mississippi, el cocodrilo o todo lo demás de ese cementerio. Hudu Brown era devorado por sus propias abominaciones, y su último chiste era la ironía de unos carroñeros alados muertos comiéndose los despojos de un vivo.

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31/03/2011, 17:34
Director

Danny sintió un sosiego casi insoportable al contemplar el cadáver putrefacto del hombre que mató a su madre y sus hermanas. La noticia no había reavivado su odio porque, de alguna forma, Chang lo sabía y tan solo se había estado preparando para escucharlo. El rencor ya quedaba atrás; se consumió junto con la pólvora del cartucho que mandó a Brown al Infierno. Quizá el viejo loco creyera que esa confesión, ese último aire de arrepentimiento le aseguraría un lugar mejor tras morir, pero no había redención para un espíritu tan oscuro.

El medio chino enfundó su revólver y dio la vuelta al muerto para hacer una última cosa antes de que el Limbo le dejara continuar su camino. Llegó hasta el lugar donde yacía Bill, se arrodilló y luego se levantó con el cadáver del pelirrojo en brazos. Como en una macabra peregrinación, Danny Chang transportó el cuerpo de su antaño amigo por los estrechos pasillos del cementerio de St. Louis, y esta vez sus pies dieron con el camino a la salida sin necesitar siquiera alzar la vista.

Con su triste carga, Danny Chang llegó a las cenagosas orillas del Mississippi, atravesando las puertas de la necrópolis. Los peces-zombis, los esqueletos bailando... nada estaba ahora. El paisaje de pesadilla había desaparecido y solo quedaba un tranquilo suelo pantanoso y un suave oleaje proveniente del sempiterno rio de Nueva Nueva Orleans. En la ribera estaba varado el ferry del barquero, con su dueño alzado con el remo en la mano como si no hubiera hecho otra cosa que esperar. Danny depositó con cuidado el cuerpo de Bill en el transbordador y luego, tras meditar un segundo, registró las ropas del pelirrojo hasta dar con dos monedas de cobre de 10¢.

Tendió el dinero al ferryman. El pago acordado por el viaje de vuelta. Apenas se sorprendió cuando vio al dueño de la balsa poner las monedas de cobre con delicadeza sobre los párpados cerrados de Bill, en lugar de guardárselas.

Lo último que ve Danny Chang Lee es la silueta del barquero perderse en la inmensidad del rio, fundiéndose con la bruma. Tras eso, solo hay una claridad cegadora... y paz.