Partida Rol por web

Hiromi miró molesto a Barboach. Ese enemigo iba a ser muy dificil de derrotar por Pawniard. No estaba entrenado para enfrentarse a un pokemon así, pues combinaba dos tipos contra los que no estaba preparado.

El entrenador suspiró angustiado, pero decidido sobre cuál iba a ser los siguientes movimientos a desarrollar. Si actuaba bien, era probable que siguiera sin estar claro el final del combate.

¡Vamos, Pawniard! ¡Debes golpearle antes de que te afecte ese terremoto! ¡Salta, muévete tan rápido como siempre y encaja ese par de golpes que hemos practicado siempre!

La caída de Shroomish podía suponer un problema para Dave, pero supo contrarrestrarlo. Realmente, seguía llevando ventaja. Él sabía dos de los pokémon de Hiromi mientras que él solo había perdido a uno. El combate no estaba decidido en absoluto.

Y así fue como decidió sacar a Barboach. Un pokémon que ya había demostrado grandes capacidades y era un rival muy digno y muy duro. Además, Pawniard estaba en clara desventaja. El tipo de Barboach superaba al pokémon cuchilla, y ahora podría estar en serias dificultades.

Ambos entrenadores lo sabían, y ambos sabían qué hacer. Pawniard saltó mietnras Barboach provocaba un terremoto. El pokémon e Hiromi cayó en picado sobre su rival y, con sus dos cuchillas, agredió con muchísima violencia a Barboach, superando las defensas y casi debilitándole. Pero Barboach se mantuvo en pie y, al volver al suelo su rival, se vio sepultado por los movimientos de tierras que estaba generando.

Pawniard se puso en pie y ambos pokémon se miraron. Las drenadoras de Shroomish seguían en su empeño de debilitar al rival, y así fue cómo Pawniard perdió parte de su salud nuevamente para cedersela a Barboach.

Hiromi alzó la voz para dar ánimos a su pokemon. ¡Vamos! ¡Sé que puedes hacer tu último ataque! Gritó Hiromi. ¡Ese golpe que has hecho ha sido espectacular y sé que vas a ser capaz de golpearle de nuevo así de bien! ¡No te dejes vencer, acabarás con él, ya lo verás!

Gritó tratando de creérselo él también. Si insistían era más que probable que lograran vencer a Barboach. No todo dependía siempre del tipo, ni tampoco de las habilidades, si no de los lazos que tuviera cada entreador con su pokémon, y Hiromi y Pawniard parecían estar muy unidos.

No puedo creerlo, ha vuelto a hacerlo. De un sólo golpe ha dejado a Barboach en las últimas. Pawniard es sin duda un pokemon increíble, su entrenador debe estar muy orgulloso de él. Pero todo tiene un límite, él también está a punto de debilitarse. Tengo que tomar una decisión, y va a ser sacar a mi último pokemon.

-Barboach, lo has hecho bien, retírate por ahora- le digo mientras vuelve a su pokeball. Mi último pokemon, uno en el que pueda confiar para enfrentarse a cualquier cosa... quizá sea arriesgado, pero hemos llegado lejos y si queremos ganar hay que arriesgar -¡¡Adelante koffing!!

Barboach estaba al límite de sus fuerzas. Dave sabía que un ataque más podría dejar a su pokémon debilitado, y no era algo que estuviese dispuesto a permitir. Mientras Hiromi gritaba a Pawniard que repitiera su ataque, Dave sacó la pokéball de su pokémon y le retiró del combate.

Las cuchillas del compañero de Hiromi brillaban con la luz del sol mientras Dave convocaba a su pokémon. Koffing salió levitando, emitiendo gases tóxicos por sus múltiples orificios. Fresco, dispuesto a acabar el combate.

Pawniard estaba muy cansado, y sus movimientos torpes y lentos lo demostraban. Saltó en el aire y se dejó caer, aprovechando la fuerza que la gravedad le concedía para intentar dar un par de poderosos tajos. Pero no fueron suficientes, Koffing seguía como si sólo le hubiese picado una avispa.

Entonces, las drenadoras que rodeaban el cuerpo del pokémon cuchlla brillaron por última vez. Pawniard caía al suelo totalmente debilitado, mientras que Koffing recuperaba parte de la energía del pokémon caído.

Los entrenadores estaban bastante igualados, sus futuras estrategias sería lo que decidiera la victoria.

Hiromi vio caer debilitado a Pawniard. Si para el entrenador había alguna duda de que Dave era un gran rival, ahora mismo se lo había confirmado. Cambiar de pokémon justo en ese momento era una excelente estrategia, era lo mismo que hubiera hecho él, de tener a Koffing en su haber, también lo hubiera escogido a él.

Pero Hiromi era un entrenador que había estudiado mucho, y conocía al pokemon de Dave casi a la perfección, quizá había escogido alguna estrategia desconocida para él, pero si pensaba que Hiromi a lo mejor se confundía, estaba muy equivocado.

A pesar de que Koffing fuera inmune a los ataques de tipo tierra, Shaan sabía que Sandile debía volver al campo de batalla.

¡Vamos amigo, has tenido tiempo para recuperarte y ya va siendo hora de que acabes con sus pokémon! No tengo muy claro si lograrás derrotarle, pero encargáte de debilitarle todo lo que puedas. ¡Ánimo Sandile!

Sandile ha vuelto al campo de batalla, aunque sigue tocado por el combate con Shroomish. Mientras pienso en el siguiente movimiento, me doy cuenta de lo fuerte que palpita mi corazón. No lo había notado, pero estoy... sonriendo. El combate está al rojo vivo y aún puede pasar cualquier cosa. He venido con mis pokemon, mis compañeros, con intención de ganar. Pero pase lo que pase sé que voy a volver a casa con esta sonrisa. Lo hemos dado todo, y así vamos a seguir hasta el final.

-Con este también puedes, Koffing, y con muchos más ¡¡Lanzallamas!! 

Hiromi decidió sacar a su pokémon inicial, Sandile, al campo de batalla. A pesar de las numerosas heridas provocadas por Shroomish en el combate anterior, el pokémon lagartija se mostraba desafiante al pokémon venenoso que levitaba de un lado para otro. El combate estaba muy tenso, y cualquier movimiento erróneo les costaría la victoria a uno de los dos entrenadores.

Para demostrar que estaba en perfectas condiciones, Sandile se movió casi antes de que Hiromi le diera la orden. Como si se leyeran la mente, el pokémon se movió con agilidad, intentando clavarle sus colmillos a Koffing, que se zafaba de esos ataques con bastante maestría... Hasta que el Triturar de Sandile dio de lleno. Se quedó clavado a su rival, que por mucho que lo intentaba, no conseguía que se soltara.

Pero Sandile y Hiromi no eran los únicos poseederos de una gran sincronización. Como si lo hubiesen estado esperando, una mirada llena de complicidad se intercambió entre ambos. Koffing usó sus agujeros como lanzallamas, que abrasaron a Sandile. El pokémon cayó al suelo envueto en un mar de llamas. Koffing se había liberado por fin de la feroz presa de Sandile, mientras que éste parecía incapaz de levantarse. Y justo cuando el árbitro iba a anunciar la derrota de Sandile, éste se movió y se puso en pie. El pequeño pokémon iba a dar guerra hasta el final.

La velocidad era una característica muy importante en los combates, y eso era algo que no todos los entrenadores habían aprendido. Seguramente eso fuera lo que decantara la balanza a su favor. Pues todos sus pokémon habían entrenado duramente y se movían más rápido que el resto.

Para cuando Koffing se quiso dar cuenta, Sandile ya le había vuelto a atrapar con sus mordiscos, y aquella acción ocurrió de nuevo. Cuando algo salía bien, no había razón para cambiarlo, y eso lo sabían ambos, tanto entreador como pokémon.

Ha faltado poco para que Sandile cayera debilitado, pero sigue en pie. Y Koffing, aunque es duro, ha recibido ya muchos golpes. No creo que aguante un ataque más como el anterior, pero tampoco vamos a darnos por vencidos tan fácilmente.

-Sigue así Koffing, lo estás haciendo genial ¡¡Otra vez, lanzallamas!!- Si Koffing cae, el único pokemon que me queda es Barboach. Y recibió una buena tunda contra Pawniard. Pero no debo rendirme tan pronto, todo es posible aún.

Aunque Koffing tenía las de ganar por su estado de salud, el quemado Sandile no se iba a rendir. Así, boqueando, con numerosas quemaduras y heridas, volvió a salir disparado. La velocidad era uno de sus fuertes y así lo estaba demostrando. Koffing esta vez no se iba a quedar esperando. Ambos entrenadores sabían que un sólo golpe era necesario para vencer al rival, y la tensión se masticaba en el aire.

Sandile saltaba, Koffing lo evitaba y le lanzaba un chorro de fuego. Así sucedió varias veces, pero ninguno de los dos conseguía golpear al otro. Hasta que al final Sandile saltó más alto, y cayó sobre Koffing. El pokémon veneno se sacudió con energía para lanzarlo por los aires, pero todo era inútil. Los colmilos afilados de Sandile brillaron con la luz del Sol. Mordió a Koffing con todas sus fuerzas, con las pocas que le quedaban, y lo derribó.

Sandile seguía en pie, muy malherido, pero en pie al fin y al cabo. Koffing, sin embargo, había caído. Ahora a Dave sólo le quedaba su Barboach.

Ese Sandile es demasiado rápido, ha podido con Koffing aún estando casi debilitado. Se nota que Hiromi ha entrenado muy bien a sus pokémon. 

-Bien hecho Koffing, has luchado muy bien. Hora de descansar- dije mientras le hacía volver a su pokeball. Ahora mi única esperanza es Barboach, sin duda el pokemon de mi equipo que más ha rendido. Es hora de que demuestre lo que vale una vez más- Te toca otra vez, dale duro Barboach ¡¡Hidropulso!!

¡Esta vez ya no habrá drenadoras para curar a tu pokémon, Dave! Gritó animado Hiromi por que el final estaba cerca y poseía una clara ventaja. ¡Sandile, continúa con el mismo ataque que está resultando la mar de efectivo! Gritó para animar a su pokemon. Pronto acabaría el combate, y si aquello no salía mal, era muy probable que lograsen vencer.

Sabía que la suerte y la velocidad de sus pokémon habían tenido mucha influencia, pero así era como había entrenado a sus pokémon, y eso tenía que tener alguna ventaja. El esfuerzo y el trabajo siempre tenían una recompensa.

Barboach era la última opción de Dave. El pokémon se mostraba debilitado, pero no tanto como Sandile, que estaba en las últimas. Seguramente una corriente fuerte de aire podría derribar al pokémon lagartija.

El combate estaba en un momento álgido. Ambos pokémon se miraban, midiéndose, al igual que los entrenadores. El público, por su parte, aplaudía y animaba a ambos, pues el combate estaba siendo tremendamente interesante, y todos habían disfrutados como niños pequeños con su primer pokémon.

El árbitro miraba tanto a Dave como a Hiromi, apretando con fuerza las banderas. Conocía el resultado de ese ataque, uno de los dos se mantendría en pie, pero el otro no.

Y las órdenes llegaron, y los pokémon se movieron. Tanto Barboach como Sandile empezaron el ritual de sus ataques. El primero, quiso rociar al segundo con un poderoso rayo de agua, pero Sandile se movía demasiado rápido y esquivava todo los intentos, mientras iba acortando distancias. No había nada que pudiera detener a ese pokémon, ni siquiera su múltiples heridas. Y así lo demostró cuando alcanzó con sus poderosas fauces a Barboach, y lo agitó en el aire hasta que lo lanzó contra el suelo.

Una gran humareda se levantó en el campo de batalla. La gente tosía, y guardaba silencio, esperando que todo se calmara. Cuando el polvo desapareció, Sandile estaba allí, en pie, mirando el cuerpo caído de Barboach. El pokémon hizo un amago, intentó levantarse... Pero sus heridas no se lo permitieron.

Barboach cayó inconsciente. Hiromi y Sandile habían ganado el combate.

Cuando la humareda se disipó, pude ver a Barboach debilitado, pero no fue hasta que el árbitro anunció el resultado que no asimilé lo que había pasado. Ya no había ni una mínima esperanza a la que aferrarse. Era oficial, habían perdido.

De pronto me sentí cansado, como si hubiera estado corriendo al rededor del campo todo este tiempo. Devolví a Barboach a su pokeball y después no pude aguantar más de pie y me senté en el suelo. Mirando a la pokeball en la que descansaba mi pokemon dije:

-Parece que esta vez no hemos podido ganar. Lo siento chicos, la próxima vez será.

Me sentía decepcionado conmigo mismo. Habíamos entrenado durante mucho tiempo y nos habíamos quedado tan cerca... Pero al mismo tiempo me sentía feliz. Nos habíamos esforzado al máximo, si no habíamos ganado es porque no éramos los mejores. Ahora tocaba volver a casa y descansar. Seguro que mi madre nos recibiría con un montón de comida para alegrarnos, siempre lo hacía. Y la verdad es que funcionaba.

Mientras me levantaba, le dije con una sonrisa en la cara a mi rival:

-Enhorabuena, tú y tus pokemon merecéis estar en la final ¡¡Y más te vale ganar!! Me dejarías muy mal si pierdes. Pienso abuchearte, en serio- tras esto, me doy la vuelta y me dirijo a la salida -¡Buena suerte!

En cuanto se disipó la humareda y vio a Sandile todavía en pie, salió corriendo para apretarle entre sus brazos. ¡Los has conseguido, amigo! Le gritó. Había hecho muy bien en devolverle a su pokéball justo en el peor momento, y gracias a ello había logrado ganar el combate recurriendo solo a dos de sus pokémons.

Esta vez el factor suerte había estado de su parte, pero había que reconocer que la velocidad también había ayudado. Llevaba un par de combates que estaba logrando salir vicotorioso cuando pensaba que no las tenía todas consigo. Ahora se había clasificado en la final, y parecía que Chihiro o Erik iban a ser sus rivales.

Entonces escuchó las palabras de Dave y se acercó a él para tenderle la mano. Gracias por tus ánimos, dijo dedicándole una sonrisa a pesar de las duras palabras que le había soltado. Aunque no las tengo todas conmigo. Aquellos dos parecen serios rivales y no va a ser nada fácil conseguirlo. Dijo suspirando. Pero te prometo que haré todo lo que esté en mis manos.

¿Qué tal está Barboach? No quería haberle golpeado tan fuerte, y mucho menos haberle dejado tan debilitado. ¿Te vienes a ver la segunda gran final? Seguro que también está interesante.

-Ey, yo también era un rival digno y me has machacado. Tú atízales como a mis pokemon y está todo hecho- dije estrechando la mano del ganador -Barboach estará bien, ha recibido lo suyo en este torneo pero se recuperará. Yo voy a pasar por el centro pokemon, luego voy a ver las dos finales a ver si aprendo algo útil ¡Nos vemos!