Tugurio dirigido por un viejo soldado, el señor Pedro que era más conocido por sus falsas historias que por la calidad de sus vinos baratos.
Tardas unos minutos en perder de vista a los guardias, pero por fin consigues escabullirte por las calles de la villa y llegar al Mesón de Pedro Azagra.
Una vez dentro te encuentras con los parroquianos de siempre, que te saludan levantando su vaso de vino o su mano de cartas. Cada cual con lo suyo.
También te saluda Rosa, la joven y por qué no algo atractiva moza que trabajaba para tu amigo Pedro. (Aunque eso de amigo es solo un decir, era más bien un conocido)
Hola don Alejandro, ¿qué le sirvo hoy? - te dice con una sonrisa picarona -
- Hola Rosa, cuánto tiempo sin veros - dijo sonriendo a la muchacha - ¿puedes traerme algo de vino y una tinaja con agua, por favor? Gracias...
En circunstancias normales, Alejandro no hubiera dudado en soltarle a la chica algunos de sus habituales improperios, pero lo cierto es que no estaba para festejos. Debía pensar con presteza sus siguientes movimientos... ¿acudiría a la mansión o volvería a la taberna donde siempre se reunían? Alejandro nunca había sido una centella pensando, por lo que se tomó unos minutos, los suficientes como para apurar el vino y templar sus nervios. Con el calor del líquido en sus venas, decidiría qué hacer a continuación.
Rosa se te acerca con paso seductor, aunque eso era algo normal en las chicas de las tabernas, ya que dicen que un hombre caliente bebe más. ¿Será por el sudor?
Aquí tienes Alejandro - te dice mientras deja el vaso de vino y el agua sobre la mesa en la que estabas - Ya sabe vuestra merced que si quiere algo no tiene más que pedírmelo.
Se gira y se va con los mismo pasos con los que vino, esta vez en dirección a otro cliente que esperaba ser atendido.
- Gracias Rosa - repuso Alejandro sin mayores aspavientos.
Bien. Repasemos. Bruno entró en la casa para itnentar conseguir el documento. Sin embargo, por los ruidos que oí, es muy probable que el resto también andaran en la mansión. Ignoro cuál ha sido el destino de nuestra misión, la prioridad son ahora mis camaradas... Alejandro apuró el vino de dos largos tragos mientras se secaba el sudor...
¡Qué demonios!, volveré a la casa del barón, pero observaré de lejos. Si no observo pistas útiles, volveré al Rincón de Armando... tal vez hayan vuelto allí para lamerse las heridas.
A continuación tragó de una sentada el agua que Rosa le había traído con tal de aclararse garganta e ideas, y se levantó diciendo:
- ¡Rosa! ¿Qué te debo? He de ver a alguien. Luego, más tarde, tal vez vuelva a saludar al viejo Don Pedro, ¿cómo anda, por cierto? Oí recientemente que estuvo algo enfermo.
Rosa se te acerca aunque podría haberte hablado desde donde estaba, pero no te contesta hasta que se pega al lado tuya, tanto se pega que sólo con mover apenas unos centímetros tu mano podrías rozar sus encantos.
Gracias por preguntar por Pedro, estuvo malo pero ya se ha repuesto del catarro, ahora mismo está fuera de la villa tratando unos asuntos y seguramente no vuelva hasta mañana.
Un parroquiano llama a Rosa a grito pelado.
Espérese don Marcial que ya voy, - se gira hacia el tal Marcial que era un habitual que siempre jugaba a las cartas, para luego volverse hacia ti otra vez - son cincuenta blancas Alejandro, que pase buena noche. - se despide Rosa -
La ves alejarse con su andar característico, moviendo suavemente la cadera de forma sensual. Aunque lo mejor de Rosa son sus generosos escotes.
Maldita sea, si fuera 20 años más joven... pensó Alejandro mientras le daba el dinero a Rosa y la veía alejándose. Era consciente de que aquella vida no podía durarle mucho. Tras esto, lo más probable es que buscara el modo de ganarse la vida honradamente antes de morir apuñalado en un callejón... o al menos es lo que siempre pensaba cuando se veía en apuros para, días más tarde y con las aguas más calmadas volver a las andadas entre alcohol, peleas y mujeres.
Siempre seré un rufían, qué le vamos a hacer. Pero basta de pensamientos estúpidos, se dijo a sí mismo, a volver a casa del barón se ha dicho. A continuación, se colocó el gorro en la cabeza y embozándose con su capa salió del recinto.
Vuelves a la escena de la mansión.