¿Qué me dices? Si no avanzamos... ¿Es porque el otro grupo no fa res?
Exacto xD. Aunque a este paso te meto con ellos antes de lo previsto.
Bueno, supongo que esperaré a terminar los exámenes si no se mueve la cosa...
Continúa la persecución por las calles de la villa, que como siempre están muy transitadas a media tarde. En la persecución chocas con varios tipos que no dudan en blasfemar bien alto, pero poco tiempo tienen para hacer nada más, ya que corres como una gacela.
Mientras tus perseguidores parecen seguirte de cerca, aunque uno de ellos parece quedarse atrás poco a poco.
Andas cerca de la taberna El Rincón de Armando, donde se supone estarán tus compañeros.
Jadeando, Bruno toma una decisión. Había estado corriendo todo el día, y esos matones iban a estropearle la faena. Qué suerte que sus compañeros anduvieran cerca...
- Me habéis cansado, grasientos puercos...
Susurrado esto, se mete rápidamente en el Rincón de Armando, aunque aminorando el paso. De esta forma, entra tranquilamente en el establecimiento, sin traicionar que sabíase perseguido y cazado, y esperando encontrar a sus compañeros de armas.
Aunque "compañero" fuera por él y "de armas" fuera más por ellos.
Corte, sigue la partida en la mansión.
Alejandro y Bruno se encuentran en una calle cercana a la mansión.
Bruno caminaba algo rápido hacia la taberna, cuando se da cuenta de que una sombra camina a no muchos pasos de él. Algo curioso intenta saber de qué índole es ese personaje.
A los pocos segundos se da cuenta, ese caminar decidido y el pañuelo rojo en la cabeza, no podía ser otro que su compañero don Alejandro.
Os encontráis en una calle cercana a la mansión, a unos cinco minutos andando.
Bruno acelera su paso para encontrarse con su compañero de tantos encargos que no podía contarlos todos (ni aunque los recordara, no era precisamente un matemático).
- ¡Don Alejandro! ¡Dichosos los ojos! -dice, como si no fuera hace unos minutos cuando lo viera por última vez, sino meses-. ¿Qué tal ha ido todo? Por mi parte, no se preocupe vuecencia, tengo todo y más -mira a los lados de la calle y, si ve que no ha llamado la atención, se palpa la camisa especial que siempre llevaba consigo. O ha comido como un cerdo, o está relleno de premios y tesoros-. Y más...
Suelta esa última frase con una sonrisa socarrona y satisfecha, palmeándose con las fuerza el abdomen. Tarda unos segundos, pero, como si se le acabara de ocurrir, prosigue:
- ¿Y el resto?
- ¡Por fin una alegría, pardiez! - dijo Alejandro sonriendo de buena gana y dándole la mano a su amigo - he caminado como pollo sin cabeza durante las últimas horas, buscándoos a vos y al resto, y hasta ahora no he tenido éxito... entré en la mansión a la primera señal de peligro para cubriros las espaldas, pero luego me ví superado y tuve que tomar las de Villadiego - dijo casi sin respirar - Ignoro el destino de los demás pero, conociéndolos, andarán con alguna meretriz para matar las horas. ¿Hacia dónde os dirigíais, buen amigo?
Bruno le lanza una sonrisa aviesa.
- Mentiría si dijera que estaba siguiéndoos, pero creo que directo hacia donde vuestra merced iba a acabar los pasos. Salí tras ganarnos el pan y, al no encontraros y oír un silencio sepulcral, salté la verja y tomé las calles que me llevaban a nuestra taberna preferida. Vaya... -parecía que se había callado, pero sigue hablando tras reflexionar, barbilla en mano, unos instantes- Espero que realmente anden con alguna zurrapa de las suyas. No hay tusonas en el cielo, y en el infierno no conceden favores, ocupadas como están en recibir del de Abajo. Pero... ¡Qué digo! ¡No hay que temer! ¡Son hábiles y más duros que el pan del ejército!
Su cara se había tornado siniestra y su mirada cansada al pensar en la muerte de sus socios, pero, al recordar su destreza, se le ilumina la cara con otra sonrisa de las suyas, que siempre parecen guardar malsanas intenciones.
Al hablar de las cosas que has conseguido en la mansión recuerdas que la más importante, lo que de verdad buscabas se encontraba en el chaleco de un pobre hombre que se encontraría en el suelo, empapado y pringado con su propia sangre.
Le da unas palmaditas a don Alejandro mientras se encamina con él a la taberna.
- El caso es que la carta no estaba en el arcón, la tenía un buscarrazones al que he tenido que ajusticiar y... ¡Dios mío! -su sonrisa burlona se torna en desencajada cara de pánico- ¡No le he llegado a levantar la misiva!
Con el más absoluto espanto y corre como alma que lleva el diablo en dirección a la casa del barón.
¡Mierda! Es lo que tienen las partidas por foro... Me olvido muy fácilmente de las cosas xD
Alejandro observó a su amigo, desconcertado... ¿sería capaz de deshacerse del poseedor de la misiva y olvidarse de ella?
- ¿Dónde váis? ¡Esperadme! - gritó Alejandro mientras corría tras Bruno, intuyendo el nuevo problema que se les había venido encima...
Me voy hasta el domingo, portaos bien ;)
Salís corriendo en dirección a la casa del barón de Pinto...
Post para que sepáis que he leído y fin de escena, seguiréis en la otra cuando transcurra el tiempo para los otros jugadores.