Partida Rol por web

Antes de que pudieras llamar a la puerta escuchas desde dentro la voz de Marcos.

¿Quien anda ahi?

La puerta de la casa se abre de par en par, dejando entrar una gélida corriente de aire que hace temblar las velas y retirarse al hogar. En el umbral está Bruno, con cara de pocos amigos.

-¡Creía que habíamos quedado en esperar en la Taberna del Turco! ¡Casi me vacían los bolsillos ahí fuera, dónde tienen vuestras mercedes la cabeza!

Pero entonces suaviza sus rasgos y se adivina una sonrisa pícara a través de la poca luz que arrojan las llamas.

-Yo sólo visito un domicilio a estas horas por dos razones, compañeros. Y, pese a que don Alejandro tiene una sonrisa maravillosa, don Marcos su buen carácter y don Julián su gran corazón, no son gentiles damas y no me interesan en absoluto. Y, por otro lado, cuando es la casa la que recibe mis atenciones, ¡es para salir más rico que cuando entré, no para dejarme dinero!

Cierra la puerta y avanza soltando unas sonoras carcajadas para tomar asiento a continuación. Se recuesta sobre la silla, y de repente parece preñado con una abultada barriga. El motivo es claro: se mete la mano bajo la camisa, suelta un nudo y lanza una bolsa gigantesca sobre la mesa. El ruido metálico no conduce a dudas, y el volumen del saco tampoco.

-Ahí están. No los he contado delante del patrón, por respeto y por la mala espina que despedía, pero deben ser los ciento cincuenta ducados.

Sonríe con una expresión de extrema satisfacción en el rostro mientras mira a sus compañeros.

Marcos baja las espadas y las envaina:

- Me has dado un susto joder... Nos fuimos de la taberna por que ibamos pringados de sangre y ya nos miraban raro y no era momento de más sangre o dar explicaciones a la guardia. Aun no sabemos nada de Alonso... Después de repartir la bolsa, guardando obviamente la parte de Alonso, deberíamos ir a buscarlo aunque con mejores galas. - Dijo sentandose de nuevo.

Bueno, no habia trampa ni cartón al final... Algo sorprendente vistos los ultimos hechos acaecidos. Aun así Marcos no bajó la guardia, no quería tener que arrepentirse luego por ello.

Alejandro observó atento la escena y descubrió con alivio que Bruno se había encargado de todo, incluso de conseguir el dinero. No obstante, su principal preocupación ahora era saber el destino de Don Alonso.

- Yo también me alegro de que no entréis a esta casa con intenciones libidinosas con respecto a nosotros, Achispado - dijo Alejandro sonriendo - pero me quedaré mucho más tranquilo una vez sepamos cómo se encuentra nuestro amigo desaparecido. Mientras tanto, ¿qué hacemos con el dinero? ¿lo escondemos en lugar seguro o lo repartimos entre nosotros? me parece una suma considerable como para transportarlo uno pero también es peligroso dejarlo sin protección.

Marcos asintió a las palabras de su buen amigo:

- Hagamos una cosa, y es que Julián guarde el dinero y nosotros tres vamos a por Alonso lo antes posible. Luego ya decidimos el resto... Lo veo lo más correcto y rápido.

Julián jamás habia sido avaricioso, ni habia robado ni una migaja de pan, era alguien totalmente digno de la confianza de Marcos para guardar no solo estas monedas, sino todas las arcas reales de ser preciso. Alejandro también, pero prefería tener a un espada como Alejandro a mano para ayudarse si había problemas. Y Bruno, bueno, a veces parecía un tipo sospechoso, pero era bueno en una refriega, asi que debía acompañarlos.

- Por mí de acuerdo, Julián hará un buen trabajo. ¿Por dónde podemos empezar a buscar a Alonso?

Bruno se inclina hacia delante mirando la bolsa mientras se rasca el mentón.

-Mucho he temido por mi vida y nuestras ganancias de camino aquí, pero juzgué que sería mejor que nuestro enervante patrón de turno no nos viera a todos las caras... Por suerte no he sufrido heridas ni voy agujereando cabezas -lanza una rápida mirada a Alejandro que dura un suspiro, con ojos que parecen sonreír-. Don Alonso es un hombre de recursos, quizá haya llegado a su casa y necesite ayuda, o él mismo haya ido a la consulta de un galeno. Tiene unos cojones de plomo. Pero si no lo encontramos en casa o en alguna consulta, quizá esté escondido en alguna taberna de mala muerte.

Guardé el acero que ya estaba en mi mano al ver la cara de Bruno, y no pude menos que resoplar al oir el inicio de su discurso.

Con gesto intrigado observo cómo saca los dineros... ¿Nos hemos equivocado con él?

- Todos nos alegramos de que estés bien, Bruno.-Pronuncié con voz átona. Hablan de que yo guarde el dinero... Si quereis que yo guarde el botín, no tengo problema en eso. Saben que soy de fiar... Pero no me gusta dejarles solos para ir a buscar a Alonso.

Asiento a las últimas palabras de Bruno.

- Si, el compañero ha de estar en uno de esos sitios. ¿Nos repartimos de a dos para ir a buscarle?

En el rostro del Achispado se dibuja una expresión reprobatoria.

-¿Y dejar esta fortuna aquí? Me he tomado muchas molestias para no perder este pequeño tesoro, no creo que sea prudente dejarlo aquí para que venga mi sombra a robárnoslo. Quién sabe si se nos ha escapado alguna palabra que no debíamos de haber pronunciado y nos ha seguido una buscafortunas hasta aquí -sacude ambos brazos como abandonando la idea de don Julián-... Vamos, socios, que un servidor no se siente nada seguro con tales riquezas sin vigilar. Que me conozco a mí... Y a los que en asuntos como los míos se ocupan.

Se atusa el bigote unos instantes y luego, como recordándolo en ese mismo momento, se gira hacia don Julián.

-¿No estaba vuestra merced herido? Paréceme que necesitaría descansar...

Lo dice con tono serio y expresión grave, pero para el receptor no será nada difícil adivinar una sonrisa detrás de la máscara. Que ya se conocen de mucho.

- No se hable más. Pongo el dinero a recaudo. - Tomo el dinero, guardándolo entre mis ropas. Sé de sobra adónde llevarlo hasta que ésto acabe. - No me llevará demasiado tiempo... ¿Dónde les busco después?

Don Marcos asintió:

- Espéranos aquí, nosotros vendremos en cuanto tengamos a Alonso o veamos que no aparece, acomodate y sientete en tu casa.

Debian darse prisa, Alonso se sabía cuidar, pero no por ello significaba que pudiera ser inmortal. Eso sin contar las posibles represálias del barón, aunque sin nadie vivo que le reconociese a ninguno de los cuatro, estaba bien jodido. Por suerte, ahora tenían dinero para permitirse unos "Arreglitos" en su vida.

Bruno se levanta y se dirige a la puerta, visiblemente impaciente.

-Eso, quédese vuestra merced y guárdelo con celo. ¡Vamos! Nuestras esperanzas de encontrarle disminuyen cada momento...

Abre la puerta y baja a la calle mientras tose por el aire frío que de sopetón ha inundado sus pulmones.

Alejandro se vistió con la ropa que Marcos había puesto a disposición de todos* mientras sus compañeros urdían el plan. La suerte de Alonso dependía de la rápida reacción de todos. Muchos años de peleas, vino, mujeres y camaradería eran suficiente garantía de lealtad como para que todos corrieran en su busca sin pensar en nada más.

Una vez debidamente engalanado se acercó a la puerta y dijo:

- Detrás de vuestras mercedes.

El grupo había conseguido terminar el trabajo para el que fue contratado, pero por el camino hubo una baja, el bueno de Alonso de la Pinta y Guzmán había caído en las manos del barón o de la guardia.

El trabajo del grupo no ha terminado, y ahora se trataba de algo personal. Con el dinero obtenido por la carta a buen recaudo en las manos de Julián el resto salió a las calles de Madrid en busca de Alonso.

Continuará...