Parecía que si iba a dar tiempo a ducharse, así que Jack se dispuso a ello, así como a prepararse la ropa para lo que viniese a continuación. Bien fuese tiempo libre o clases teóricas. En el ejército les estaban enseñando a ser bastante independientes y a gestionarse sus propias cosas.
Ya duchado y sintiéndose mucho mejor se acercó a ver al resto de sus compañeros y a esperar las nuevas de Bryan. ¿Será verdad que le iban a dar un ascenso? Lo comprobaría en breve.
Ezra, por su parte, se tomó su tiempo, dejando que el agua resbalara por su ya curtido cuerpo antes de siquiera enjabonarse. Estiró sus articulaciones y sus músculos, viendo que todo estuviera en su lugar, y aprovechó la ducha para estirarse como hacía tiempo que no hacía. Se sentía cansado, sí. Pero ni por asomo se sentía más cansado que aliviado tras el éxito del último pseudo-entrenamiento de Hagel.
Se echó en la cama al llegar a la habitación-nido, ya vestido, y permitió relajarse un rato. Tras un par de minutos (que a él le pareció mucho más) de estar con los ojos cerrados, se levantó de súbito abriendo los ojos desmesuradamente. —Jack... ¿Cuánto rato he dormido? ¿Me he perdido algo? —Preguntó, incómodo. —¿Ha... Vuelto Bryan?
Bryan entró en el barracón con la cabeza gacha, contemplaba pensativo algo que sostenía en la mano derecha. Los muchachos hablaban y levantó la mirada al escuchar a Ezra.
—Aquí estoy —dijo con voz que pretendía sonar despreocupada.
Al fin sonrió. Les mostró la insignia que llevaba en la mano. Nada iba a cambiar, no quería que cambiase. Pero aun así se sentía un poco extraño, como si ese insignificante trozo de tela pesase un par de kilos.
—¿Alguien tiene aguja e hilo?
Rafael sonrió ante la cara de perplejidad que traía Bryan. Tras mostrar la tira y pedir hilo para cosérsela, no dudó en ir allí, sonriendo ampliamente, y estrechar su mano con fuerza mientras decía:
- Enhorabuena Bryan!!! Solo una cosa… ¿A partir de ahora me tengo que cuadrar cuando le vea…señor? – y tras aquello se alejó a terminar de acicalarse.
Bryan fue nombrado cabo gracias a la pericia demostrada en el ejercicio y a como había logrado dirigir al grupo, a partir de entonces sería el responsable de aquel nutrido grupo de chavales y tendría que dar la cara por ellos y asumir las obligaciones que se derivaban de aquel puesto. Tendría que aguantar la paliza de Hagel cuando algo no le gustase y hacérsela llegar al resto, y lo que era más importante, tendría que saber darles ordenes y dirigirles igual de bien que en aquel ejercicio.
Durante los últimos días en el campamento Toccoa aprendieron más conocimientos básicos del servicio Militar, hicieron instrucción cerrada, marchas nocturnas, lecturas de mapas y brújulas, tácticas de infantería, códigos, señales, teléfonos de campaña, equipos de radio, demoliciones, y un millar de cosas más hasta que terminaron sabiendo al dedillo todo lo referente al ejercito estadounidense. Y no sólo eso, habían llegado como chavales y ahora eran hombres curtidos, hechos y derechos.
El 29 de noviembre de 1942 les fue dado un permiso para volver a casa a pasar unos días tras haber completado la instrucción. El 7 de diciembre empezarían una nueva instrucción en Fort Benning, esta vez con el propósito de ganarse las alas de paracaidista.
Para finalizar la escena podéis hacer un post englobando lo que hacen vuestros personajes durante ese permiso. Luego parasaremos a la siguiente escena: Periodo de instrucción: Fort Benning. En esta escena haremos un salto en paracaídas para que veáis como va eso y finalizaremos la instrucción y pasaremos por fin a la guerra.
Lo del nombramiento de Bryan suponía además que sería un poco como el supervisor o quizá un intermediario entre los muchachos y los mandos superiores. En todo caso Jack estaba contento ya que era el ascendido era un buen chico y la relación era buena.
El resto del adiestramiento fue duro como no podía ser de otra forma. Pero había que esforzarse y darlo todo. Jack no quería estar a la zaga ni ser un lastre, quería formar parte activa de los muchachos y ayudar a conseguir objetivos.
Se aproximaban a la hora de la verdad. Pero antes de eso podrían disfrutar de un permiso. Jack iría a ver a su familia y por supuesto a festejar con su chica, tenía muchas cosas que contarle y la había hechado mucho de menos.
En general, la relación con el pelotón era buena, pero William habia hecho migas con un reducido grupo de reclutas que, como él, habian sufrido los improperios de Hagel y su peculiar manera de entrenarles y hacerles pasar por un auténtico infierno. Por eso estaba especialmente contento de que uno de esos chavales con los que habia hecho migas, fuera ascendido a Cabo. William felicitó a Bryan y se alegró por él.
Durante la instrucción William habia aprendido otra cosa. Habia aprendido los entresijos de la milicia y habia descubierto que adoraba esa vida. Pese a los gritos y sufrimientos padecidos por Hagel, William sabía que aquel viejo cabrón estaría dispuesto a dar su vida a cambio de la de esos reclutas, compañeros y hermanos de armas. Y eso podía contar de cada uno de los que estaban alli, como él mismo, que sería capaz de dar la vida por sus compañeros y hermanos de armas. Si sobrevivía haría carrera dentro del ejercito y usaria sus conocimientos en leyes para abrirse paso entre las filas de abogados y juristas que vestían uniforme.
Las ultimas semanas fueron igual de malas, pero no fueron un infierno. William se habia hecho un hombre y lo que al principio le parecía un auténtico infierno, ahora le parecía un paseo por el campo. Pero seguía siendo humano y tenia necesidades, como volver a ver a su familia. Por eso, el día en que acabaron la instrucción, se despidió de sus compañeros. Les dejo en el aire una invitación a su casa de Lancaster, bien sea antes de ir al frente, o cuando todos hayan vuelto de la Guerra. Y marchó a pasar unos días junto a su familia y a su amada Alexandra.
Bryan nunca creyó que pudiese notar el peso de la responsabilidad, era una sensación nueva e intrigante. No era más que un simple cabo, y sin embargo ya sentía que debía de dar ejemplo, que alguien le miraba por encima del hombro juzgando si merecía la confianza. Esperaba que esa sensación solo fuese algo temporal. En todo caso, durante esos días se sintió efectivamente un mero intermediario entre Hagel y los demás, un portavoz que trataba de aprender desesperadamente los entresijos de la cadena de mando. Tarea desagradable a veces, pero no iba a dejar que eso enturbiase la buena relación con los colegas. Aunque era más difícil, ahora tenía que ganarse su respeto, día tras día, cumplir con las expectativas de todo el mundo.
Un día, poco antes de terminar en Toccoa, estaba reunido con algunos de los muchachos. Estaban William, Jack, Rafael y un par más. Charlaron, comentaron anécdotas de las últimas semanas, se rieron y hablaron de chicas y las hazañas que les estaban reservadas. Había optimismo, no parecía que nada pudiese torcerse. También deseaba aceptar la invitación de William, en caso de que tuviese suficientes días de permiso, pero había más de cuatrocientas millas de hillsborough a Lancaster. En cuanto pudiese iría, sin duda.
El permiso se hizo más corto de lo esperado. Estuvo a todas horas con Betty, nunca pensó que pudiese echarla tanto de menos. También estuvo al lado de sus padres, se dejó querer y se mostró más cariñoso que de costumbre. Parecían muy orgullosos de él, pero también apenados. Con su chica paseó de la mano por todas partes, por los parajes que había pateado en su niñez y adolescencia. Apenas tuvo tiempo para nadie más, solo para los más importantes en su vida en aquel pueblo.
Sentía que debía de atesorar aquellos momentos.
Después de aquel día estos se sucedieron rápido. Varias clases más sobre diversos temas. Pero todos parecían ser fáciles ante la perspectiva de un permiso. Por fin iba a ver a Maria. Sus cartas habían abrasado el corazón de Rafael hasta el punto de hacerle anhelar cada segundo que faltaba por estar junto a ella.
En el viaje en tren de vuelta a casa, Rafael sintió un ligero pinchazo por los chicos que dejaba atrás… Ahora eran como sus hermanos y aunque Bryan había logrado un ascenso, no lo veía como un mando al que rendir respeto. Este se había hecho un hueco en el grupo y había destacado y por ello lo habían premiado. Los vínculos entre la gente del pelotón se habían estrechado de una forma clara. Ya no eran chavales descerebrados y con la cabeza repleta de pajaritos… Ahora ya eran soldados del ejército estadounidense. Y cuando llegase a casa, Rafael le pediría matrimonio a María. No podía esperar. Tenía que hacerlo pues su corazón lo demandaba. Solo pensar en los ojos chispeantes de ella se le hacía un nudo en la garganta.
EL permiso pasó veloz y más rápido de lo que hubiese deseado. Pero en el tren de vuelta hacía su nuevo destino no podía evitar el mirar continuamente el anillo en su dedo anular. (Supongo que me habré casado sin problemas)… Ahora se arrepentía por aquellos pocos días que le habían sabido a poco, pero que había aprovechado hasta el último segundo. En su pecho, cerca de su corazón, una foto de María le sonreía con aquella candidez tan natural de ella.
Ahora iba hacía un futuro incierto…pero con nuevas fuerzas.