No hubo más que hablar, ni que discutir. En el pueblo se generó un ambiente revanchista enfervorecido, todos querían alistarse para darle en las narices a los japos, o a los nazis si hiciera falta. Todos eran hombres jóvenes, como Bryan, muchachos idealistas que veían en la guerra la mayor de la aventura.
Bryan ignoró las miradas y gestos preocupados de algunos mayores, sobre todo de viejas glorias que habían participado en la Gran Guerra, en los frentes embarrados e inundados de sangre de la que hasta entonces había sido la mayor de todas las conflagraciones de la Historia. Sí, incluso en aquella villa alejada del mundo había algunos de tales veteranos. Normalmente no querían hablar de sus vivencias en la guerra, y eso debería haber dado una pista de lo que era aquello.
Bryan Kowalczyk, ajeno a los lloros de su madre y a las miradas suplicantes de Betty, acudió a las casetas de reclutamiento apenas tuvo tiempo de estar presentable. Era su momento, el de todos los jóvenes de aquel pueblo.