8 de diciembre de 1941
La tarde del día anterior transcurrió tranquila en la compañía familiar. El domingo era el único día que su padre se permitía descansar del trabajo de la granja y le gustaba contar con sus hijos cerca. Pero el lunes ya era otra cosa, desde bien temprano el trabajo reclamó a los Bradley y estos acudieron puntuales como todos los días.
La radio sonaba de fondo mientras él atendía el granero, le gustaba escucharla porque de ese modo el trabajo se le hacía más entretenido y la tarea pasaba antes. De ponto la música se interrumpió. Un locutor dio un rápido paso al Congreso sin que Frank pudiera entender que estaba pasando con los acordes de la orquesta de Glenn Miller. Entonces sonó la voz del mismísimo Roosevelt.
-Ayer, 7 de Diciembre de 1941, una fecha que pervivirá en la infamia, los Estados Unidos de América fueron sorpresiva y deliberadamente atacados por fuerzas navales y aéreas del Japón. - A estas palabras siguieron una breve explicación del ataque a Pearl Harbor y una petición al Congreso para poder declarar la guerra a Japón.
Un lunes como otro cualquiera.
Como otro cualquiera para el bueno de Frank, en la granja familiar, dedicado a sus tareas rutinarias en el granero.
Y como tenia por costumbre, trabajaba escuchando la radio pues así lograba estar mas entretenido.
Y esa mañana de ese lunes, digamos que el entretenimiento fue de otra clase.
Frank se quedo clavado en el sitio, desatendiendo totalmente sus tareas, mientras escuchaba al propio presidente, anunciar lo ocurrido.
Su cara se transformo en una expresión de rabia, sus dientes rechinaron. Y tras las palabras del presidente Roosevelt, Frank se giro y con andar pausado, se dirigio hacia la casa familiar.
Nada mas cruzar su umbral, sus pasos lo llevaron al comedor central. En donde toda su familia, se hasllaba reunida alrededor del aparato de radio.
En silencio permanecieron todos los presentes durante un tiempo indeterminado, mientras el locutor que había sustituido al presidente, detallaba lo que se sabia.
La flota del pacifico En Hawai, Pearl Harbour, destrozada. Dos oleadas de aviones japoneses, atacando el domingo. La declaración de guerra, recibida horas después.
Y lo mas importante. Aunque solo eran estimaciones, las bajas se contaban por miles.
Y el silencio reinante, fue finalmente roto por Frank, cuando ante toda su familia, soltó.
Me voy a la capital. A alistarme de inmediato
Su hermana lo miro con cara de asombro. Automaticante su madre, empezó a poner reparos. Pero su padre, lo miro de arriba a abajo pues conocía el carácter de su hijo y finalmente tras un suspiro, acabo por asentir mientras contestaba con tono autoritario, haciendo callar a la pobre señora Bradley.
Yo mismo te llevare hasta la oficina de reclutamiento en la camioneta.
Y esa fue la única vez que Frank sonrió en ese día. Y no, no fue una sonrisa agradable precisamente.
No hay radios de transistores en el 41. En estos tiempos, había, como el televisor mas recientemente, un gran aparato central en alguna de las habitaciones principales de cualquier casa.
Digamos que Frank, escucha la radio y tal desde el granero pues este esta cerca de la casa familiar.
un pequeño detalle nada mas.
Y pongo una española por que no veas los monstruos americanos de los 40 que he visto.
Es una familia de granjeros a las afueras de una capital estatal perdida en el centro de los Usa, y no creo que tuvieran un bicho como los que he visto.
Algo mas sencillo, como la de la foto, imagino yo.
Pasaron horas frente a la radio en espera de los escasos avances informativos que se iban conociendo. La información era escasa y no muy precisa en esos momentos de gran confusión para la nación. Apenas se percataron de lo rápido que había pasado la mañana hasta que su madre trató de devolver la normalidad a la familia, les comunicó lo tarde que era y se puso a preparar la comida.
Frank notaba como la rabia se apoderaba de él, había sido un ataque a traición, sin previo aviso. Y por la poca información que les llegaba, todo hacía indicar que la mayor parte de la flota estadounidense podría estar dañada. Eso sin duda era un duro varapalo para el país. -Ahora los japoneses serán más poderosos que nosotros en el Pacifico. -Aseguraba un alarmado experto con el que habían contactado en la radio.
Comieron en completo silencio hasta que Frank anunció su decisión de alistarse para luchar por su país. Su madre trató de convencerle de que no lo hiciera y a su hermana se le cayó el tenedor casi de la boca cuando escuchó la noticia, después de lo que habían escuchado en la radio no comprendía como se le podía ocurrir semejante cosa con la de soldados que habían muerto en ese sólo ataque. Pero su padre lo comprendía. Tenían que sobreponerse al miedo que sentían todos ellos y defender Estados Unidos. Él mismo se encargaría de llevar a hijo hasta la oficina de reclutamiento. Y así lo anunció para zanjar el tema.
-Prepáralo todo y mañana por la mañana iremos. Esta noche cenaremos juntos y nos despediremos hasta tu regreso.
En mi imaginación veía una radio similar a la que tu has puesto sacada al porche de la casa para que tu personaje pudiera escucharla desde donde estaba trabajando. Pero me quedo conforme con tu explicación.
Esta vez, las luces del alba que se filtraron por la ventana de Frank, lo encontraron totalmente despierto. Despierto y con un petate no demasiado grande ya preparado
En realidad, tras la cena de anoche, poco había dormido dándole vueltas a su decisión. Y esta decisión, su alistamiento, se había vuelto mas y mas fuerte conforme las horas habían ido pasando.
Nazis, japos, fascistas, todos iban a pagar.
Pues Frank, que siempre había sido de imaginación algo calenturienta, no tuvo que escuchar demasiadas descripciones sobre lo ocurrido en Puerto Perla.
En realidad, le bastaba la cifra de bajas, muertos y heridos, para hacerse una idea bastante realista.
Se vistió finalmente con cierto apresuramiento y trato de bajar las escaleras que conducían desde su dormitorio en la planta superior, hasta la planta baja, sin hacer demasiado ruido.
Pero demasiado agudos eran los oídos de sus padres o quizá, tampoco es que habían dormido demasiado.
Pocos instantes despues, toda la familia al completo se hallaba reunida alredor de la taza de cafe que poco a poco, iba humeando.
Y en esta ocasión, nadie hablo. Ni siquiera la madre de Frank. La cual, habia detectado la noche anterior la firmeza de la resolución de su hijo.
Finalmente las tazas de cafe llegaron. Y Frank, tras tomar la suya, en silencio, hizo tres cosas.
La primera, abrazar a su hermana.
La segunda, abrazar a su madre.
Y la tercera, tras mirar a los ojos a su padre y compartir con este cierta sonrisa, un tanto feroz, fue una palabra.
Vamos.
Y sin añadir nada mas, agarro el petate, herencia de su padre nada menos que de los días de la gran guerra, y se lo echo al hombro.
Al lío master.
Y perdón si he provocado algún retraso
9 de diciembre de 1941
Apenas pudo dormir aquella noche. Multitud de pensamientos diferentes acudieron a su mente impidiendo que encontrara la tranquilidad necesaria para quedarse dormido. Pensó en sus padres, en su hermana, en su chica, en todo lo que dejaba atrás con aquella decisión. Pensó en los peligros que venían por delante, y también pensó en el ataque sobre Pearl Harbor, en como los japos habían atacado sin previo aviso y habían matado a cientos de sus compatriotas. Pensó en que podía encontrar la muerte de igual modo en el campo de batalla, y en que moriría combatiendo por su país. Y también pensó en que tendría que disparar contra otras personas, aunque en esos momentos no los veía como personas sino como cobardes asesinos que merecían morir.
Se quedó dormido por puro agotamiento después de varias horas dando vueltas en la cama, y no durmió muy bien. Se despertó varias veces y no supo distinguir el sueño de los pensamientos e imágenes que se reproducían continuamente en su cabeza. Finalmente se levantó de madrugada con mucho sigilo, aunque toda su familia se despertó a la par que él para despedirse. Se fundió en un largo abrazo con su madre y con su hermana y después subió a la camioneta junto a su padre. Mientras el vehículo se alejaba de la granja no pudo evitar echar un vistazo atrás y contemplar a su madre abrazada a su hermana en el porche entre sollozos, viendo como su hijo se iba a la guerra.
A contraluz, Frank vio como la granja que conocia desde su infancia, el lugar en donde habia crecido, quedaba atrás. Por un segundo, solo por un segundo, cierto tipo de nostalgia le asalto. Pero agito la cabeza con firmerza y no tardo en deshacerse de ese sentimiento.
Su padre, que ademas de a la carretera prestaba atención a su hijo por el rabillo del ojo, sonrió imperceptiblemente ante la reacción de su hijo. Un Bradley había tragado polvo francés en las trincheras del frente occidental y ahora, otro iba camino de hacer lo mismo.
Al cabo de unos minutos de silencio, su padre carraspeo y primero con voz algo ronca, pero después con mayor confianza, le hablo a su hijo.
Y le hablo de recuerdos que había guardado durante 20 años. Recuerdos de guerra, de trincheras, de obuses silbando y de cargas a bayoneta calada.
Y ademas, como padre que era, también soltó una buena ración de consejos.
Frank escuchaba en silencio. Pero ahora, era su turno de mostrar esa imperceptible sonrisa, que le volvía tan parecido a su padre.
Pues como después de todo no era tonto, ya había hilvanado, algo de lo que le contaba su padre. Al fin y al cabo, en su dia habia descubierto en que unidad habia servido su padre.
Y asi, con Frank en silencio en el asiento del conductor y su padre, charlando mientras conducía, sin alzar la voz, llegaron a las afueras de Desmoines.
Fue entonces cuando padre e hijo intercambiaron una mirada y el padre de Frank, se desvio por una ruta secundaria camino a la casa de Helen.
La vieja Pick up de los Bradley, chirrió al detenerse ante el porche del hogar de Helen. Y casi de un salto, Frank bajo del Vehículo.
No le fue necesario ni llamar a la puerta. Pues esta se abrio instantes después.
Y ante Frank, apareció la figura de Helen. Y como las mujeres de Iowa no eran nada tontas, solo tuvo que mirar el rostro de su novio para saber a donde iba y por que.
Nuevamente Frank se llevo un abrazo esa mañana mientras su padre y los padres de Helen, casi se ponian a silbar.
Y en cuanto a Frank... bueno. Por un segundo, solo por un segundo, paso por su cabeza la idea de que si lo hubiera sabido, se hubiera alistado antes.
Tras las promesas de rigor, y el juramento de que escribiría siempre que pudiera, Frank al fin se deshizo del abrazo de Helen el cual, habia tenido cierta semejanza con un cepo para osos.
Con rapidez entonces tras la despedida de rigor, ambos Bradleys volvieron a subir a la Chevy familiar y volvieron a la vía principal.
La oficina de reclutamiento del US army se hallaba en la calle principal de Desmoines. En el edificio de oficinas que se hallaba ante la fachada norte del capitolio de la ciudad.
Y cuando Los Bradleys llegaron, descubrieron que ya habia cierta cola.
(El edifico cuadrado que se ve hacia arriba de la foto)
Ambos Bradleis salieron de nuevo de la camioneta tras aparcar en las inmediaciones. Frank llevaba su petate al hombro y no era el único de los chavales allí reunidos, que portaba equipaje.
A escasos metros de la entrada del edificio de oficinas, padre e hijo se detuvieron y tras intercambiar una breve mirada, Esta vez fue Bradley senior el que asintio pues las dos mujeres de la familia, habían quedado solas.
Padre e hijo se despidieron dándose un fuerte apretón de manos y unas palmadas en la espalda. Y finalmente, el padre de Frank dio media vuelta y no tardo en subirte a la Chevy para desaparecer entre el trafico.
Solo quedo Frank ante la oficina de reclutamiento viendo como su padre se alejaba.
Y unos segundos mas tarde, devolvió un par de saludos pues había mas de un conocido por el lugar con su misma intención y apretó el paso en dirección a la puerta de acceso de la oficina de reclutamiento.
A piñon fijo master. Vamos a ello. Me noto con ganas yo hombre.
Tras aquel viaje, Frank sintió que empezaba a conocer mejor a su padre, escuchando las historias que le narraba llegó a imaginar cuan dura debía ser la guerra, y lo peligroso del futuro que le aguardaba allí. Escuchó los consejos de su viejo sobre como sobrevivir en terreno tan hostil, y apuntó más de uno para su cuenta personal. Aquel mágico momento paternofilial, que recordaría para toda su vida, llegó a su final tras el apretón de manos y las palmadas en la espalda que ambos se dedicaron.
La cola de la oficina de reclutamiento nunca había estado tan poblada. Los oficinistas no daban a basto ante la avalancha de jóvenes voluntarios ansiosos por defender a su país. Ya no se trataba de pillastres huyendo de la ley o de quienes no tenían otra opción y tomaban el último recurso como ocurría en los viejos tiempos. Ahora eran jóvenes de todo tipo y condición quienes se lanzaban a aquel edificio para luchar por su patria. Ante ellos se encontraba un incierto futuro. Frank saludó a algunos conocidos sin saber si los volvería a ver alguna vez. Tal vez muchos de esos otros a quienes no conocía le salvarían el pellejo, o tal vez él se lo salvase a ellos. Puede incluso que compartiesen la misma trinchera o las mismas balas.
Eso nunca se sabía.
Magnifico post el tuyo. Queda perfecto como final de escena, has resumido todo perfectamente. Ahora tendrás que esperar un poco hasta que terminen los demás.
Ahí va.
No me digas que he acelerado demasiado. Si yo creía, justamente lo contrario. Que era si no era el ultimo, era de los últimos. Por supuesto que espero hombre.
Se agradece la opinión sobre el texto pero de verdad, he acelerado por error creo yo. Nada nada. Sin problemas. claro que espero.