6 de diciembre de 1941
Se iba contoneando por la acera con la gracia de una princesa de dulces curvas mientras él y los chicos trabajaban unos pisos más arriba en el andamio. Era una chica rubia, con un largo abrigo verde y parecía ser muy guapa y algo presumida, le gustaba que le llovieran piropos desde las alturas y los muchachos se los regalaban con mucho gusto. Desde allí arriba podían controlar las cuatro calles que bordeaban el edificio y eso les facilitaba la visión de las chicas como aquella que paseaban sus preciosos cuerpos por la ciudad.
Los inviernos de California no eran tan fríos como solían serlo en el resto del país pero aquella semana había resultado algo lluviosa. El asfalto estaba lleno de charcos y, pese a que la lluvia había dado un par de horas de tregua, el cielo continuaba encapotado y gris. Cuando llovía tanto había que extremar las precauciones para evitar accidentes y disgustos, y eso suponía aumentar la concentración en lo que se hacía. Eso sí, a menos que una chica tan guapa cruzara la calle. Para entonces siempre había alguien que daba la voz de alarma y avisaba al resto.
Algunas de las chicas que se llevaban los piropos eran inalcanzables para ellos, aunque todos soñaban con tener la suerte que había tenido Rafael con María. El muchacho todavía recordaba como Mike Phillips había dado la voz de alarma para alertar a todos de la preciosa morena que cruzaba la calle. Todos le habían lanzado piropos de lo más originales y elaborados, pero Rafael se quedó sin habla por vez primera. Sabía que aquella chica tenía que ser suya, y tan sólo un poco después, así fue.
La entrada principal de aquel edificio estaba en la Calle San Juan. Pero desde que habíamos empezado aquella obra, los chicos y yo preferíamos trabajar en la fachada que daba a Olimpic Boulevard. En aquella ancha calle de bonitos árboles, la circulación de coches era mayor, pero la gente que pasaba por allí te hacía pasar el tiempo más rápido. Te pasabas el día criticando a unos u otros, riéndote de la forma de andar de uno o de aquel otro que se habá tropezado y se había tirado su café recién sacado sobre la chaqueta. Excepto cuando pasaba una linda muchacha. Entonces todo se paraba por unos instantes y desde allí arriba y viendo aquellas caderas moverse y esas sonrisas veladas a uno le parecía estar un poquito más cerca del cielo. Eran esos pequeños instantes en los cuales uno ansiaba no estar allí, paseando por los andamios, y deseaba estar en aquella calle, con un traje y al lado de aquella ricura, notando se fragancia y llenándote los oídos con su risa cantarina… Pero el encargado siempre llegaba para quitarnos aquellos pajarillos de la cabeza, y sus broncas de seguida nos hacían volver a la realidad y seguir trabajando. Aquel Butcher era un estirado. Todos decían que su mujer se la pegaba con otro, aunque no me extrañaba con aquel carácter.
Ya llevábamos cerca de dos semanas cuando apareció por primera vez. Yo estaba encalando una pared cuando el silbido de Mike Phillips me hizo girar la cara. Para cuando llegué corriendo no sin cierto pelgro por la viga hasta el borde, solo pude vislumbrar un atisbo de su abrigo rojo y ceñido. Su melena se agitaba con el viento y solo ladeó la cara unos instantes, pero aquellos segundos fueron suficientes para enamorarme de aquellos labios carnosos.
Resultó que pasó cada día. Su trabajo debía de estar en algún lugar cercano. Los chicos no tardaron en conocer los horarios de aquella hermosa chica de mirada esquiva y traviesa. Todos esperaban aquel momento de la mañana y la vuelta por la tarde para lanzarle sus misivas. Pero yo quería algo más. Quería conocerla…necesitaba concerla.
Era una viernes un poco lluvioso. Había hablado con John Perkins para que me cambiase el puesto solo unos instantes y me dejase bajar a por material. Estaba todo planificado para llegar cuando ella estuviese llegando. Mientras hacia tiempo rebuscando entre los sacos de cemento y los tochos, empecé a escuchar la retahíla de tonterías que los demás obreros le lanzaban a la que yo ya llamaba mi chica. Para cuando pasaba cerca y a sabiendas de que podría recibir una reprimenda, salí a su encuentro, dándole un susto que casi la hace caer al suelo mojado. Por pirmera vez no sabía que decir mientras intentaba asearme un poco, cosa harto imposible dados los restos de cemento, yeso y pintura que adornaban mi maltrecha vestimen. Sin darme cuenta al intentar peinarme medianamente, me lo llené de polvo de cemento, cosa que al parecer le hizo gracia. Su risa fue como un bálsamo para mi corazón y de forma boba la miré.
- Hola… Me llamo… Rafael – fue la única estupidez que fui capaz de decir mientras ella se daba la vuelta y se iba. – Por lo menos dime tu nombre!!! – logré articular cuando ya casi la perdía de vista… Y sin girarse me había respondido y me había regalado una de sus miradas arrebatadoras!!! María!!! María… Cuanto más lo decía más imbécil me sentía con toda aquella mugre.
Desde ese día habían pasado solo dos semanas. Me había costado una bronca de Butcher, pero había valido la pena, pues después de aquella pésima presentación había consguido convencerla para quedar a tomar un café, y posteriormente una cita. Incluso Marc Lewis había intentado tirarle la caña antes de que consiguiera aquello, pero ella lo había echo desistir y solo parecía quererme a mi cosa de la cual me enorgullecía.
La sirena retumbo en la obra dando por finalizada la jornada de aquel día, los compañeros mostraban caras cansadas pero a la par aliviadas mientras iban dejando las herramientas y se despedían unos de otros. De todos ellos el que parecía más alegre por que aquella jornada llegara a su fin era Rafael. Había trabajado más que nadie aquel día, como si esperara que de esa manera el día también se acelerara siguiendo su ritmo. Estaba cansado, pero mostraba una amplia sonrisa. El motivo de su entusiasmo no era otro que su cita para después del trabajo con aquella belleza caribeña que le quitaba el sueño cada noche desde hacía dos semanas.
Los compañeros decían que era otro. Ni siquiera se había fijado en la bella rubia que había acaparado los comentarios durante aquella tarde lluviosa. Algunos le decían en broma que ya le habían enganchado y que no tardarían en sonar campanas de boda. "Huye mientras puedas", le decían los más veteranos, casados desde hacía ya muchos años. Pero a él le daban igual las burlas y los consejos de aquellos hombres amargados con sus respectivos matrimonios. Sabía que a él no le pasaría, que aquello era diferente; y lo sabía porque lo sentía. Lo cierto era que todos echaban de menos los piropos que Rafael regalaba a los oídos de las guapas chicas que pasaban por la calle antes de conocer a María, tan prendado estaba de ella que cuando veía a otras ya no le parecían tan guapas. Todos aquellos piropos los guardaba para ella, aunque con ella muchas veces se quedara sin palabras.
Después de haber conseguido en días pasados tomar un café y una cita para cenar con ella, aquella noche habían quedado para ir al cine. Ella le había comentado que nunca había ido al cine desde que había llegado al país hacía ya cinco años y viviendo en el estado del cine aquello era inconcebible. María había llegado con su familia desde Cuba cuando apenas tenía doce años y no había ido al cine sencillamente porque todavía no dominaba perfectamente el idioma y no quería sentirse avergonzada si no entendía algo. Pero Rafael le había prometido que pararía la película si hacía falta para que ella no perdiera detalle.
Rafael fue a su casa corriendo a toda velocidad, incluso llegó a patinar en el asfalto mojado y a punto estuvo de perder el pie y caer de morros. Una vez en casa apenas sí habló con su familia, se metió directamente en la ducha y se quitó todo el polvo de la obra. Se puso su traje bueno y la mejor corbata que tenía y fue al lugar donde había quedado con ella.
Llegó tan puntual que todavía faltaban varios minutos para la hora y tuvo que esperar algo nervioso mientras ella llegaba. El cielo se había despejado y se estaba quedado un bonito atardecer californiano. Ella llegó justo cuando el sol se había ocultado en el horizonte y las farolas ya iluminaban en todo su esplendor los charcos del suelo.
Llevaba un vestido rojo, como el del primer día que la había visto. Era un vestido ceñido que realzaba su figura y sus generosas curvas. Sus carnosos labios estaban pintados también del mismo rojo intenso y se había dejado el pelo suelto cayendo en negros bucles rizados por encima de sus hombros.
-Hola. -Le dijo de forma tímida con su dulce voz esbozando una sonrisa.
Intenta usar la tercera persona.
Aquel silbato sonó para Rafael como una llamada a la libertad. Aquella semana en especial había sido más larga de lo normal o eso le había parecido a él. Los minutos parecían horas y las horas se convertían en días enteros. Pero es que desde que había conseguido aquella cita con María, algo había cambiado en su vida.
Desde el primer encuentro, Rafael había esperado cada mañana para saludarla con su mejor sonrisa y algunas palabras graciosas que casi todas las veces habían conseguido arrancar una sonrisa de aquella imponente chica de bucles oscuros. Y cada tarde había esperado su regreso, para volver a mirarla y escuchar su voz… para quedarse con su última mirada y soñar con ella. Era toda una experiencia nueva, pues nunca antes había visto a una chica con algo más que deseo y picardía. Incluso Butcher había optado por ignorar aquellos pequeños recesos en la jornada, pues no duraban más que lo que tardaba la chica en atravesar la calle y además estaba de buen ver.
Hasta sus compañeros se reían de Rafael y decían que ya no era el mismo. Le explicaban con todo lujo de detalles lo que estaba pasando, que se estaba colgando demasiado por aquella chica, que si lo cazaba estaba perdido. Pero ellos no entendían que aquello era distinto. Rafael veía en ella no solo una mujer. Había algo en su mirada, en sus labios carnosos que lo atraía más alla de lo que normalmente le habría podido atraer otra chica.
Mientras Rafael se despedía de los compañeros con una sonrisa en la cara, todos reían por la actitud nerviosa de este. La mayor parte alegres por aquel muchacho que tan duro trabajaba y que sabía ganarse el corazón de la gente y por otros que escondáin un rencor y envidia enfermiza por que aquel chaval había encontrado algo que ellos no sabrían en su vida lo que era.
Corrió como alma que lleva el diablo. No quería llegar tarde a aquella cita. Por alguna extraña razón aquel día los autobuses parecían ir más lentos e incluso la circulación parecía haber aumentado. Rafael estaba nervioso mirando por la ventana, recordando cuando unos escasos tres días se había envalentonado lo suficiente como para pedirle quedar una tarde para ir a tomar algo… Y todavía recordaba como tras unos segundos eternos en los que ella puso los ojos más encantadores que en su vida había visto dijo que sí… Desde ese día habían estado juntos un par de veces… La primera vez solo la acompañó hasta su casa, la segunda consiguió convencerla para tomarse un café y charlar un rato. Y después de aquello logró incluso invitarla a ceenar. Pero para aquella noche iban a ir al cine. Ella no había ido nunca y la idea de ser el primero que pudiese estar con ella en aquella sala oscura ponía aún más nervioso a Rafael.
Lloviznaba cuando por fin el autobús de línea llegó a la parada de Rafael. Desde allí a su casa había dos manzanas que tuvo que correr para no perder tiempo. Incluso llegó a patinar en la acera al girar una esquina, pero su corazón desbocado no paraba de latir al ritmo que sus pensamientos iban y venían a María. Entró en casa como una exhalación, dando un beso a su madre casi a la carrera y un buenas tardes escueto a su padre que lo mró con aire extrañado.
Ni siquiera esperó a que el agua empezase a salir caliente. Se enjabonó con ganas y limpió sus manso con ansias intentando quitar cualquier huella de la suciedad de la obra.. Con su traje de salir y na corbata que su padre le había prestado se dio los último sretoques en el comedor de su casa ante la mirada crítica y socarrona de sus padres.
- Me tendrás que explicar que chica está consiguiendo esto Rafael… - le dijo su padre sonriendo por encima del periódico.
- No es una chica cualquiera… Es Maria!!! - les contestó Rafael
- Deja en paz al muchacho… esa chica… María, debe de ser una chica muy especial para tener a Rafael así de tonto… – contestó su madre mientras se aseguraba de que el nudo de la corbata estuviese en su sitio. – Ve mi niño y se feliz!!! – terminó de decirle con ojos vidrioso acariciándole la cara.
Salió tan rápido como había entrado mirando nerviosamente el reloj. Para cuando llegó aún faltaban algunos minutos. Mientras esperaba nervioso, se recriminó no haber pensado en traerle unas flores. Maldita sea. Pero ya era tarde para buscar alguna floristería. Quería estar allí para verla llegar, para deleitarse con su vaivén de caderas y su mirada traviesa. Y más con aquel sol que había por fin salido, empujando a aquellas nubes molestas repletas de agua hacia las montañas. Para cuando ella dobló la esquina, el sol ya se ponía y las farolas comenzaban a dar la luz que el sol iba perdiendo, pero no por ello estaba más hermosa. Su pelo brillaba como si lo hubiese estado cepillando toda la tarde. Sus labios, rojos, destacaban en su cara, haciendo juego con aquel vestido ceñido y del mismo color que sus labios. Con ese traje Rafael se había enamorado la primera vez que la vió pasar por la calle. Era la viva imagen de una diosa.
Su voz sacó a Rafael de su estado de abstracción… Sin darse cuenta la había estado viendo llegar con la boca abierta y los ojos abiertos como platos.
- Hola María - Contestó Rafael quedándose nuevamente sin palabras como siempre que se veían. – Estás…estás preciosa. – continuó cerrando por fin la boca y dándole un beso en la cara tímidamente.
Él, que había sido un poco tarambana, y que nunca había duddo ante una chica seguñía comportándose como un chiquillo en presencia de Maria. Tras cogerla de la mano, comenzaron a andar en dirección al cine.
- Ya verás dan una película que dicen que es muy buena… Espero que te guste – añadió Rafael mientras se iba serenando y sintiéndose más relajado. Aquella noche no podía fallar nada, tenía que ser perfecta.
Disculpa lo de la tercera persona. Estoy acostumbrado a hacerlo en primera y me voy sin darme cuenta. Pero prometo ir puliéndolo.
Saludos
A María parecía resultarle divertida la forma en que aquel muchacho se ponía nervioso con su mera presencia, le hacía gracia como tartamudeaba y se mostraba tan tímido al principio. Era como si soltaras a un león de su jaula y se mostrara como un tierno gatito que diera pasos dubitativos hacía el cariño de su amo. María sonrió con esa particular sonrisa suya que enseguida había conquistado a Rafael, esa sonrisa mezcla de picardía y simpatía, y con ese toque de malicia que tenían algunas mujeres.
Al saludarla, Rafael estaba tan nervioso que no supo muy bien como debía proceder y finalmente se decantó por darle un beso en la mejilla. Ella, que no se lo esperaba, giró la cara para mirarle y casi terminan dándose un beso en los labios. Lo que por un momento provocó que se produjera un silencio incómodo, y a la par divertido. Ambos sabían lo que casi pasa y les parecía igual de gracioso pero ninguno de ellos se atrevía a hablar del tema.
-Gracias por el cumplido, Rafael. -Dijo ella para pasar el trago con su peculiar sonrisa todavía en los labios y los mofletes algo enrojecidos. A Rafael le gustó la manera en que había pronunciado su nombre. No se había limitado a decirlo, sino que lo había saboreado antes de dejar que sus carnosos labios expulsaran el aire.
Durante el camino al cine, María no habló mucho. Era una chica poco habladora, pero de eso ya se había dado cuenta Rafael en la anterior cita, lo que hacía que el muchacho estuviera más nervioso por culpa de tener que llevar la mayor parte del peso de la conversación. Rafael había decidido cogerla con la mano y ella le aceptó y no pareció incomodarla aquel gesto, al contrario, su pulgar comenzó a trazar círculos sobre el dorso de la mano del muchacho.
-Seguro que me gusta. - Respondió ella con su sonrisa maliciosa. Se suponía que se refería al cine pero sus palabras encerraban una cierta ambigüedad.
Escribes muy bien, lamento no poder corresponderte porque tengo otras nueve escenas más y no puedo escribir tanto. Pero me gusta tu estilo.
Por Dios!!! Casi se habían besado en los labios!!! Por unos instantes la sangre se había agolpado en la cara de Rafael, esperando un ataque de furia de María. Pensó en darle una explicación a modo de disculpa pero como siempre se quedaba anonadado ante la presencia de la chica. En parte le daba rabia, pues el siempre había sido muy descarado con las chicas, pero por alguna extraña razón, María lo intimidaba y le daba cierto respeto. El silencio provoado por el accidente del beso pareció prolongarse una eternidad, pero por suerte María parecía haberse recuperado quitándole importancia y hablando de otros tema…
La forma en que dijo el nombre de Rafael y aquella sonrisa entre enigmática y picarona hacían que a este le ardiese la sangre como nunca. El joven, no sabía si se estaba mofando de él o si realmente hablaba en serio. Pero tal vez era ese punto el que más le gustaba a Rafael. Decidido a romper su silencio dijo intentando mostrar algo de confianza:
- No es un cumplido, es una realidad!! – dijo tímidamente notando nuevamente como se ruborizaba y amonestándose interiormente por esa reacción, - Pero no perdamos más tiempo o no llegaremos a la sesión. – añadió mostrando su mejor sonrisa
Y dicho aquello la cogió casi sin darse cuenta de la mano y comenzó a caminar junto a ella, sintiéndose el hombre más afortunado de toda California. No había sido su intención pero como un impulso involuntario su mano no había perdido ni un segundo en coger la péquela mano de la chica, como si temiera que se escapara. Notó que era pequeña, pero aún así cogía con fuerza, y lo mejr de todo es que no la retiró. María hablaba poco. De eso Rafael ya se había dado cuenta, pero lo paliaba con creces con aquellas sonrisas capaces de derretir un iceberg.
- ¿Sabes? Hoy vamos a ver una “peli” que se titula “El bazar de las sorpresas”, me han dicho que es una de esas comedias romanticonas que os gustan a las mujeres… - dijo casi sin darse cuenta y con más confianza mientras caminaba por la acera saboreando cada paso. Asustado por que el comentario que acababa de hacer pudiera molestarla añadió rápidamente - Bueno!!! Y a mi también… Me han dicho que salen buenos actores y que es muy divertida.
Temía haberlo estropeado todo pero María dijo un escueto “Seguro que me gusta” que sonó a mucho más que ver una película. Pero lo mejor fue notar su dedo recorriendo el dorso de su mano. Un escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Cómo podía ser que una chica le hubiese trastornado tanto? Nunca antes había sentido aquello… Si se paraba a pensar no tenía nada que ver con las chicas que había conocido hasta ahora, tal vez por eso le atraía tanto…
Ya llegando al cine se dio cuenta de que en aquel silencio que los había guiado en la última manzana, no había parado de mirarla a la cara, de soslayo la mayoría de las veces y descaradamente otras.
- ¿Te dije que hoy estas… preciosa? – No quería repetirse pero se quedaba casi sin aire cuando la miraba. Deseaba abrazarla fuertemente y besarla, pero no se atrevía... Pero si que le apretó un poco más la mano, atrayéndola hacía mi y sonriendo estupidamente. – Luego podemos ir a cenar algo si te apetece… - añadí esperando poder seguir disfrutando de su presencia por más tiempo.
Vas a conseguir que me ponga colorado.
Si te he de ser sincero siempre he jugado en partidas de fantasía y ciencia ficción, lo cual deja poco espacio a nada que no sea pegar voces, maldecir y matar cosas… No sabía como iba a ir esto y estoy disfrutando como un marrano con esta historia de amor. Lástima que esta maldita guerra la truque!!! Jejejeje
Lo estás haciendo de escándalo. Al menos por mi parte un aprobado!!! Si tu disfrutas se nota cuando escribes. Y eso intento hacer yo. Y eso se te nota a ti también. Para mi está siendo un placer.
Y perdona si me enrrollo mucho. Pero si ves que tengo que rebajar los posts, me lo dices que no me lo tomaré como algo negativo…
Un saludo y a seguir ahí, dándolo todo.
Ella le sonrío de nuevo y agachó la vista algo ruborizada mientras le volvía a dar las gracias por aquellas palabras tan bonitas que Rafael le dedicaba. Él le apretó la mano y la trajo hacía si y ella respondió mirando fijamente sus labios, como si hubiera algo en ellos que atrajera su atención irremediablemente. Con un halo de voz le respondió que estaba de acuerdo en ir a cenar luego y se le quedó mirando de hito en hito. La magia del momento reclamaba que Rafael la besara, ella lo estaba deseando y él lo sintió instintivamente, se reclinó hacía ella y entonces un hombre que tenían detrás protestó por que la cola avanzaba y ellos no se movían y entonces se rompió el hechizo. María se recompuso y lanzó una tímida mirada de reojo a Rafael, y nuevamente sonrió.
Se acomodaron en sus butacas un poco más tarde con una bolsa bien grande de palomitas y unos refrescos. Ella miraba alrededor deslumbrada, fijándose en la gran sala de cine con sus butacas rojas, su gran pantalla blanca en la pared cóncava del fondo y el telón carmesí que colgaba a los lados de ésta. En el techo destacaba un gran plafón circular como los de los grandes palacios cinematógrafos de las viejas salas. María lo miraba todo desde su asiento, volviéndose para ver las gradas más elevadas en la zona de los palcos, todo ello completamente admirada. Como una niña que iba a una sala de cine por primera vez. Rafael se preguntaba por qué motivo no habría ido antes a una sala de cine.
Las luces se apagaron y, antes de que "El bazar de las sorpresas" diera comienzo, se proyectó en la pantalla un avance informativo de la guerra en Europa. En el parte de resumía el avance de Alemania y sus aliados continentales en Francia, Polonia y demás países adyacentes a ellos. Las imágenes de los bombardeos sobre Londres mostraban una humeante ciudad en ruinas. Y mientras Japón construía un imperio terrible en el Pacífico.
Después la pantalla se fue a negro y se hizo un silencio sepulcral interrumpido sólo por algunas toses incómodas en el otro lado de la sala. La música de introducción de la película empezó a sonar y durante los siguientes noventa y cuatro minutos las cómicas situaciones a las que se enfrentaba James Stewart provocó las risas del público, logrando así que se olvidaran de la lejana guerra que azotaba Europa. A su lado, María reía algunos de los mejores chistes y seguía atenta la trama, pero desde que habían salido las terribles imágenes del parte se había quedado algo más fría, distante y afectada.
El paseo hasta el cine fue cuanto menos gratificante. La mera presencia de María hacía que todo tuviese un color diferente, como más vivo. Su pequeña mano entre la de Rafael, con los dedos entrelazados y una sonrisa en sus labios era todo lo que el podía desear en aquellos momentos. Los sentidos a flor de piel, saboreando el perfume de María con un leve toque de jazmín, el tacto de su dedo recorriendo su mano, la visión de algo tan… perfecto.
Ya en la cola, sus miradas se volvieron a cruzar, traviesas y esquivas. Inquietas por mirarse fijamente pero a la vez con temor a mantener demasiado tiempo aquella mirada. Rafael no se lo pensó o tal vez fue un mero gesto automático pero sus cuerpos se juntaron un poco más si cabe cuando el tiró suavemente de ella, para atraerla hacia él. Esta vez sus ojos se cruzaron para quedarse. No iban a abandonar nnguno de los dos. Sus cabezas iban acercándose poco a poco, como si una fuerza irresistible las atarajea inexorablemente. Pero una tos, discreta aunque firme rompió aquel instante. Sus miradas volvieron a apartarse, con las mejillas arreboladas y dándose cuenta d que la cola se había retrasado cuando se había visto bloqueada por el casi primer beso de la pareja.
Dioses!!! Casi la he besado!!! Casi podía sentir su aliento en mis labios!!! Pensaba de forma atropellada Rafael. Había sido un momento extraordinario aunque el hechizo se hubiese roto de aquella forma tan brusca. La miro por el rabillo del ojo y vió su sonrisa tímida, sus ojos brillantes, sus mejillas con un toque de rubor. Estaba tan bella!! Pensó por enésima vez Rafael.
El cine estaba a rebosar. EL rumor de la gente mientras se sentaban con unos refrescos y una enorme bolsa de palomitas, era asombroso. Rafael lo podía ver en la mirada de María que observaba asombrada las grandes y confortables butacas, la enorme pantalla ahora blanca que había al fondo de la sala…
- Mira!!! Allí hay dos sitios y están casi enfrent de la pantalla!!! – señaló Rafael
Instantes después los dos estaban sentados escuchando los cuchicheos, las risas y las toses que siempre se escuchaban en los cines antes del inicio de la película. Cuando las luces se apagaron Rafael contempló una vez más la cara ilusionada de María mientras sujetaba la bolsa de palomitas. La musiquilla del avance informativo de la guerra en Europa lo hizo centrarse en él. Era brutal lo que allí pasaba. Aquel país, Alemania, estaba haciendo verdaderas atrocidades. Las imágenes de devastación y de gente huyendo se sucidieron. Aquello dejaba un mal sabor de boca. Ver una ciudad como Londres destruida acongojaba el alma. ¿Quién decía que luego no cruzarían el océano para atacarlos a ellos?
Cuando la película empezó algo se agitó en la mente de Rafael. La mirada de María ya no mostraba la misma ilusión ni la misma alegría que antes. Algo había cambiado en ella tras ver aquel documental. Incluso parecía más distante. Aquello preocupó a Rafael, pues no esperaba que aquel informativo pudiese afectarla tanto. Verla tan turbada sin saber la razón era algo que lo ponía muy nervioso. Solo pensar que ella se enfadara con él hacía que notase un nudo en el pecho que cas le impedía respirar
La película finalizó y la gete salió al exterior de la noche californiana riéndose de algunas de las escenas de la película. Rafael se mantuvo en silencio al lado de María, pensando en que decir mientras iban camino de “El rincón de Luigi”, un restaurante italiano de gran renombre. Finalmente hizo acopio de toda u voluntad para decirle a María:
- ¿Qué te pasa? Pareces enfadada…Distante. ¿Hay algo que te haya molestado? Yo…Yo… No se!!! Pero dime algo por favor, o me va a dar un infarto!!! - le espetó Rafael ansioso por saber que era lo que pasaba por la mente de la chica.
Ella le miró con una sonrisa entristecida en los labios y unos ojos desprovistos de alegría. Desde que había visto aquellas imágenes del avance informativo, las perlas negras que tenía en el bello rostro se habían convertido en dos pozos huecos llenos de melancolía. Para una persona que jamás había ido a un cine era demasiado impactante ver aquellas imágenes de guerra y destrucción. María había empatizado demasiado fuerte con aquello que veía, con la guerra, las bombas que caían sobre las ciudades, los edificios arrasados, los soldados disparando, los médicos atendiendo a los heridos... Una persona como María que se había quedado deslumbrada al entrar al cine de tan sólo contemplar las butacas carmesí, y a la que le había sobrecogido el tamaño de aquella sala de cine, era demasiado susceptible de que su sensibilidad se viera afectada por aquellas imágenes de guerra. Unas imágenes, que por otro lado y a diferencia de la película, eran imágenes reales. Era algo que estaba ocurriendo, aquello no era ficción.
Rafael se había parado en mitad de la calle para preguntarle que le pasaba. Tenía miedo de haberlo estropeado, de haber perdido a esa chica por culpa de haber hecho algo mal. Ella estuvo triste durante toda la película pero él estuvo preocupadísimo. Ni siquiera le prestó mucha atención al film, todo lo que le preocupaba era saber donde había podido meter la pata para que ella de pronto se pusiera de esa manera.
-No me molesta nada... Es sólo que... -Agachó la mirada y perdió la vista en el pecho de Rafael, como si en los botones de su traje hubiera una respuesta a todo aquello que sentía, pero no la debió encontrar pues cerró los parpados y cuando los volvió a abrir le miró todavía más triste. -Rafael, eso que está pasando es horrible. - Su mirada seguía triste pero ahora hablaba con fuerza. -La película ha estado bien, y me ha encantado venir al cine por primera vez. Pero no podía quitarme de la cabeza esas horribles imágenes... Cuando he visto esa ciudad completamente destruida... ¡En esos edificios vivía gente!. - Su vista recorrió la avenida por la que caminaban, siguiendo los edificios colindantes. -No sé, no me imagino que algo así sea posible. Un día aquella ciudad sería como esta: llena de vida, con gente paseando por sus calles, viendo películas en sus cines, puede que hasta esta misma película, y al día siguiente la ciudad estaba destruida. En ruinas...
Sus palabras le sonaron demasiado tristes a Rafael. No había esperado que aquello la cogiese tan de improvisto, pero al parecer ls imágenes de la guerra en Europa la habían conseguido sobrecoger e incluso había olvidado por unos instantes donde estaba. Ni la película ni la presencia de Rafael, habían conseguido que la chica se alegrase. Pero al menos no era por nada que él hubiese podido hacer ni era nada a lo que él tuviese solución.
- Madre mía María!!! Por un momento me había imaginado que algo de lo que pudiese haber dicho o hecho te hubiese molestado… - Dijo Rafael sin pensarlo en voz alta respirando por fin con tranquilidad después de la tensión que había acumulado durante la proyección del film. – Es cierto!!! Esa guerra de Europa es realmente brutal. Aunque si te he de ser sincero no se exactamente por que se ha desatado… Pero es algo que no nos atañe…que yo sepa. Es una guerra en otro lugar, y nosotros no debemos de inmiscuirnos, o eso creo yo. Estoy de acuerdo contigo en que es una pena lo que allí pasa pero, ¿que podemos hacer nosotros?
El pobre Rafael no sabía como quitarle aquel nubarrón de melancolía que se había aposentado sobre la cabeza de María…
- Mira!!! Ya casi hemos llegado al restaurante. Verás que todo se ve diferente con la panza llena. – dejé pasar unos segundos meditando concienzudamente que decir. - Y si quieres haremos planes para como ir a ayudar a esas gentes de Europa que tanto te preocupan – añadió la última frase más para darle el gusto a ella que por estar realmente concienciado de hacerlo.
La sonrisa de Rafael era realmente cálida mientras le daba la mano y la instaba a continuar adelante. Una cosa estaba clara. Nunca más la iba a llevar al cine!!
Siento este post tan reducido...Voy fatal en el curro y casi no tuve tiempo, pero no quiero retrasarme más de lo debido.
-Pero es un horror. -Respondió entristecida. -Lo que está pasando allí... deberíamos hacer algo para poder ayudar. Estados Unidos debería intervenir... es cierto que no es nuestra guerra pero... -Meditó durante unos instantes sus propias palabras. Se imaginó la ciudad por la que ahora caminaban destruida por la guerra y sintió otro escalofrío.- Bueno, no lo sé. Tal vez sólo diga tonterías... Si Estados Unidos se metiera en la guerra, la guerra terminaría viniendo aquí... tal vez tengas razón, no nos atañe. Pero es tan injusto... -Parecía confusa e indecisa.
Ella respondió con una ligera sonrisa al entusiasmo de Rafael por llegar al restaurante y se fio de sus palabras, tal vez comiendo un poco las cosas se vieran de otro color. Iba a tratar de olvidar las imágenes que había visto y no dejar que eso estropeara la velada. Aceptó de buena gana que él le cogiera de forma cálida la mano y le sonrío con alegría cuando él le comunicó que podían ayudar a los afectados por la guerra de alguna manera. Ahora sólo debían pensar en cual.
Se inclinó sobre él y le dio un beso en la mejilla para compensar el mal rato que le había hecho pasar por su preocupación. Aquel beso a Rafael le supo a gloria, notó como la mejilla se le humedecía ligeramente y como la caricia que los labios de la muchacha habían dejado en su piel se iba difuminando lentamente hasta desaparecer.
- Me ha encantado el cine. -Le dijo ella. -Pero no pienso volver mientras sigan dando esos partes de guerra...
Llegaron finalmente al restaurante. El rincón de Luigi era un lugar con cierto renombre en la ciudad, propiedad de un gran cocinero italiano que había emigrado años atrás de la vieja Europa. Desde fuera, se podía ver un pequeño toldo verde que guardaba la puerta de entrada de las inclemencias del tiempo y en el que podía leerse el nombre del establecimiento. Sobre un mástil que brotaba de la pared colgaba una bandera italiana. La especialidad de Luigi eran las pizzas, pero dentro podían encontrar infinidad de platos típicos del país mediterráneo. Un camarero italiano de pelo negro y con un alargado bigote fino y delgado les atendió enseguida con muy buena educación. Recogió sus abrigos y les acompañó a una mesa para después tomar nota de su pedido.
No te preocupes, el post ha estado muy bien.
Rafael cosiguió relajarse con los comentarios de ella. Al menos no había pasado nada que él hubiese provocado, pero por otro lado, las palabras afectadas de la chica le hicieron plantearse aquella posible alternativa ¿Y si la guerra llegaba a las puertas de su país? La verdad es que hasta aquel día nunca se lo había planteado. Tal vez la falta de atención, o el énfasis de María ante aquella situación que hasta ahora a Rafael le había cuanto menos lejana. Pero por alguna extraña razón, ahora sentía cierto desasosiego en su interior… ¿Y si la guerra se presentaba a las puertas de su país? ¿Sería Rafael capaz de tomar una decisión correcta?
Las palabras de María habían, sin quererlo, calado bien hondo en la mente de Rafael. Parte de su efusivo carácter se había difuminado con las palabras de María. Pero ella no parecía dispuesta a dejarse llevar por aquella pena y el beso, leve y húmeo que le dio a Rafael, hizo que este diese un respingo. Ni siquiera él lo esperaba!!! Pero fue bien recibido y suficiente para hacerle relegar por unos instantes sus oscuros pensamientos a otro lugar. La mirada llena de cariño y amor que le lanzó a María dejaban bien claro lo que aquel chico sentía!!! Cogiéndola de la mano siguieron disfrutando el uno del otro. El sonrió ante la ocurrente aseveración de María que con un mohín dejaba claro que no iría al cine hasta que no diesen más partes informativos… Aquella chica era capaz de hacerte volar hasta el cielo con sus meras palabras!!!
Ya en El rincón de Luigi se sentaron en la mesa que un camarero de pintoresco bigote les indicaba. Era la primera vez que iba a aquel restaurante, pero le habán hablado muy bien de él.
- Dicen que su especialidad son las pizzas!!! Pero a mi no me acaban de convencer… ¿Hay alguna especialidad de pasta? Me gustaría probar algo nuevo. Y necesitamos una botella de vino, tinto. Hoy celebramos algo importante!!! – dijo Rafael mirando a María… No sabía si recordaba que hoy llevaban tres meses justos saliendo.
La velada se antojaba especialmente romántica, y era algo que no encajaba con las reaciones que hasta ahora había tenido Rafael. Tal vez por eso estaba disfrutando tanto de aquellos momentos que pasaba con María.
- ¿Sabes? He estado dándole vueltas a lo que decías de la guerra… No!!! No me mires con esa cara!!! Aunque no te lo creas siempre te escucho… - le dijo a la chica mientras le cogía las manos por encima de la mesa y la miraba tiernamente a la cara… - Tampoco quiero que te vuelvas a poner seria ni triste!!! Estas muy fea con el ceño fruncido!!! – Sonrió de forma pícara. – Pero creo que si nos viésemos involucrados en esa guerra, me alistaría en el ejército. Aunque creo que me daría un miedo horrible. Pero tendría que estar preparado para defender lo que más quiero. – añadió apretando las manos de la chica entre las suyas. – Aunque a ti tampoco te quedaría mal un traje de enfermera!!! – Bromeo Rafael para quitarle hierro al asunto. – Pero ya está bien por hoy!!! No más guerras!!!! Ya no pienso volver a tener más pensamientos lúgubres!!! Ha hecho un día delicioso, estoy en un restaurante estupendo a punto de saborear comida italiana, y me acompaña la chica más preciosa que nadie pueda conocer en este mundo y… y… ¿sabes que te amo María? – dejó escapar sin más Rafael mientras se acercaba a ella lentamente con la vana esperanza de conseguir aquel beso que horas antes le habían robado cruelmente…
8 de diciembre de 1941
Su cita con María había terminado de la mejor forma posible, con beso de despedida incluido bajo el portal de la muchacha. También había logrado que le besara en el restaurante de Luigi donde pudieron disfrutar de unos sabrosos fettuccine con pesto a la genovesa. María había puesto mala cara cuando Rafael le comunicó que si el país entraba en la lejana guerra europea se alistaría en el ejército pero las bromas del muchacho y la lejanía de aquella situación que seguramente nunca llegara a producirse la tranquilizaron.
Tras el fin de semana llegó el lunes y con él la vuelta al trabajo. Ladrillo a ladrillo el edificio que estaban construyendo empezaba a tomar altura y sus compañeros continuaban piropeando a las chicas guapas desde las alturas con cierta gracia. El día transcurrió tranquilo hasta la hora del bocadillo. Rafael y unos cuantos compañeros se encontraban sentados en una de las vigas comiendo el bocadillo que habían traído de casa cuando vieron abajo como la gente corría en avalancha y se introducían en los bares y establecimientos más cercanos con miedo y gritos. Todos miraron a su alrededor preocupados pero la calma era la que reinaba en la ciudad pese al caos y el desconcierto de allá abajo.
Entonces la radio que Francis siempre tenía conectada en el piso donde trabajaban dejó de emitir la música y vio su programación interrumpida. Y sonó la voz del mismísimo Roosevelt.
-Ayer, 7 de Diciembre de 1941, una fecha que pervivirá en la infamia, los Estados Unidos de América fueron sorpresiva y deliberadamente atacados por fuerzas navales y aéreas del Japón. - A estas palabras siguieron una breve explicación del ataque a Pearl Harbor y una petición al Congreso para poder declarar la guerra a Japón.
La semana comenzó de forma tediosa. Por un lado Rafael estaba feliz pues su cita con María había terminado mejor de lo que esperaba. Solo pensar en ella ya sentía una especie de ardor en las mejillas. Casi podía saborear el beso de despedida, sentir el perfume de ella en su nariz… notar el tacto de sus labios en los suyos. Pero una extraña intranquilidad y desasosiego le recorría por la cabeza.
Las palabras de María sobre la guerra en Europa lo habían dejado preocupado. ¿De verdad se atrevería a lanzarse a una guerra que no era suya? Lo que en un principio había dicho de forma envalentonada ahora le resultaba aterrador. En la vida había tomado un arma, aunque si que había peleado para defender lo que era suyo. Si!!! Aquello podría ser una de las causas que justificase que fuese a la guerra. Solo pensar en aviones lanzando bombas sobre su ciudad y la imagen de María sepultada bajo un edificio le provocaban un ataque de ira insospechada.
Caminó por el piso hasta donde los demás estaban ya con sus fiambreras abiertas hablando distraídamente de lo que habían hecho el fin de semana… Saludó a los chicos con una sonrisa en la cara y un capón a Will que hizo que se le cayese parte del líqido de su taza. Era una broma normal entre ellos que fue acogida con chanzas y una amenaza banal del afectado.
Ya saboreba su sandwich de pollo cuando vieron algo raro en las calles. Por alguna razón la gente parecía eterse en los bares y en los diferentes establecimientos. Algo pasaba!!! Pues no era normal que la vida cotidiana de la ciudad cambiase de una forma tan radical. Como respondiendo a las preguntas de todos los obreros que miraban estupefactosa las calles, la canción de la radio dejó de sonar para dr paso a un anuncio del Gobierno. Era muy extraño!!!
A medida que el mensaje iba sonando, un helor se iba aferrando a la espalda de Rafael. Casi no podía dar crédito a lo que escuchaba, pero al parecer el temor que se habían tomado a risa había picado a la puerta de sus casas. Tenía muchas cosas que hacer!!! Hablar con María sería la primera. La siguiente sería alistarse en una guerra que ni quería ni esperaba pero que no iba a permitir que llegase a las puertas de su casa.
El desconcierto fue total entre los trabajadores tal como estaba ocurrido allá abajo, donde la muchedumbre se colaba en las cafeterías y en cualquier establecimiento que tuviese una radio para poder escuchar las noticias y confirmar los rumores que algunos gritaban por las calles de que su país, los Estados Unidos de América, habían sido atacados. Muchos de los compañeros de Rafael permanecieron rígidos como estatuas acercándose a la radio y esperando que el Presidente terminara de hablar y el locutor explicara que todo aquello no se trataba en realidad de una pesada broma como la que Orson Welles había realizado en 1938. A decir verdad, con aquel clima actual en la política internacional, a nadie se le ocurrió pensar que se pudiera bromear de tal modo, con tal carencia de escrúpulos. Otros de los compañeros de Rafael, reaccionaron huyendo de allí para buscar a sus familias y abrazarse a ellas.
Los minutos pasaban sin que se dieran cuenta, a la escucha de las noticias que el locutor iba dando a conocer poco a poco a media que a él le iba llegando, y tratando de controlar sus propios nervios. Japón les atacaba. Sin mediar provocación alguna, sin una previa declaración de guerra ni cortesía semejante. La flota del Pacífico destrozada por dos oleadas de aviones japoneses. Atacando en domingo. Y lo más importante, aunque solo eran estimaciones, las bajas se contaban por miles.