Tras el silencio, un par te teclas ejecutan los comandos necesarios, y justo después, el agente desconecta el pequeño dispositivo que le mantenía conectado a la red.
- He sacado algo, pero es posible que me hayan rastreado. Antes que quedarnos a averiguar si lo han conseguido, propongo que salgamos cuanto antes de aquí.
Helen parece contrariada. No estáis seguros de si es por el hecho de tener que abandonar este lugar y volver a la carretera, al caos y el constante revuelo, o por haber comprometido este lugar, el cual hasta este momento parece el único remanso de paz en un mundo que parece estar completamente sometido.
- He conseguido reducir todas las opciones a dos lugares. He descargado las coordenadas y las imágenes de satélite, por lo que podemos comprobar cómo es el lugar antes de llegar allí.
Acto seguido, el hombre os muestra dos imágenes desde su ordenador. Ambos son lugares muy parecidos: ríos que culminan en una gran catarata, desaguando su contenido en un lago de agua cristalina. Parajes idílicos que, en cualquier otra ocasión, podrían suponer un destino turístico excelente. Sin embargo, en este momento el hecho de pensar cómo pueden ser y quién puede estar allí esperando, os revuelve el estómago.
La gran diferencia entre ambos lugares es la residencia que descansa junto a la orilla del lago. En uno de los casos, una enorme mansión de aspecto moderno, con grandes ventanales hacia el lago, domina toda la región. En el otro, una casa antigua con aspecto de haber sido reformada resiste estoicamente el paso de los años y las inclemencias del tiempo.
- Esto es lo que tengo... Gracias a la información de Clive he podido acotarlo a estos dos sitios de todos los que había cotejado inicialmente. El problema es que están casi en puntas opuestas del país. El primero de los lugares quedaría a unas cuatro horas en el vehículo que hemos utilizado, el segundo a siete... en la dirección contraria. ¿Debemos dejar la decisión al azar?
Tras soltar la pregunta, el hombre se queda observando ambas imágenes, intentando ver si se ha podido dejar algo que os permita tomar una decisión no basada simplemente en la aleatoriedad.
- ¡Ésa! -señaló Raf, mirando a los demás a ver si estaban de acuerdo.- La moderna. Ya le dije, Smith: "una casa con muchas cristaleras a orilas del lago".
Cuatro horas les separaban del sitio que el indio creía haber reconocido; una casa de estilo moderno, a base de mucho cristal y mucho cemento. Estaba alucinado cómo el hombre negro había logrado escarbar en la maraña de información que había en la red hasta dar con lo que parecía imposible.
- Es usted un hacha, Smith. -le alabó, a su manera- Esto ya es otra cosa; por lo menos tenemos un destino, si nos fiamos de las premoniciones del cubo.
Ahora, veamos: tenemos que trazar un plan, o algo por el estilo. Helen, debería llamar a su "contacto", darle la dirección y pedirle que se las ingenie para robar el cubo y reunirse allí con nosotros. -Raf exponía aquello como si fuese la cosa más sencilla y viable del mundo.
Y nosotros... -no lo tenía muy claro. Trazar planes para asaltar un lugar no era lo suyo.- ¿Creen que deberíamos preparar algo o, sencillamente, vamos allí e improvisamos sobre la marcha? Quizás nuestro "amigo" nos oriente, una vez allí.
Todo era fantástico e inusual, pero Raf ya había abandonado esa perspectiva. La certerza de que algo ocurriría si se reunían las tres piezas y la curiosidad por saber qué sería era lo que gobernaban ahora sus pensamientos.
El agente parece no reaccionar ante su cumplido, como si estuviera acostumbrado a la sorpresa de sus compañeros ante su habilidad. Lo único que hace es cerrar su portátil y dejarlo a un lado, a la espera de un uso posterior. Después se gira hacia vosotros y traza en un papel los datos para llegar hasta ese punto, que parece haber memorizado.
- Para evitar usar la batería del ordenador para orientarnos, seguiremos estas instrucciones para llegar allí. Me he tomado la libertad de coger rutas de carretera poco transitadas y algún camino que sería difícil de encontrar en los mapas. Si queremos pasar desapercibidos, será la mejor opción.
A continuación, termina de anotar las indicaciones, detalladas incluso con los puntos kilométricos exactos en los que desviarse para alcanzar la mansión que Raf ha señalado como la adecuada. Le tiende la nota a Helen, puesto que da por hecho que, cuando llegue el momento de salir, ella será la encargada de transportaros hasta allí.
Helen extiende la mano y toma la nota, a la que hecha un vistazo fugaz. Con mirada crítica, parece aprobarla. Dobla de nuevo el papel y se lo guarda en un bolsillo del pantalón. Después, saca el teléfono móvil. Se dirige a una mesita y descuelga un viejo teléfono de disco, con un hermoso y adornado círculo para marcar los números. Busca en la agenda del teléfono un número, y uno por uno, los marca en el teléfono de la mesa, haciendo girar el disco con cada número. Una vez marca el último de los números, se apoya contra el respaldo del sofá donde está sentado Clive y mira por la ventana. El espía de la NSA parece dispuesto a hacer un comentario sobre el uso de un teléfono conectado a la línea nacional, pero al final parece considerar que es menos peligroso que utilizar el móvil y se vuelve a acomodar en su sitio.
En el exterior, la luz del día parece colarse entre las nubes que mantienen el entorno en una oscuridad total, haciendo parecer que la noche se ha extendido para no marcharse. El viento hace avanzar las negras masas que cubren el cielo, al igual que los lejanos árboles, pero los alrededores del hogar siguen sin ser afectados por los extraños sucesos meteorológicos.
Los segundos pasan, y Helen parece no recibir respuesta. Cuelga el teléfono, lo vuelve a poner en su oído y marca de nuevo, esta vez con más prisa.
- Le dije que se mantuviera a la espera... Que pronto me comunicaría de nuevo con él - dice casi en un susurro, como si hablara para sí -. ¿Dónde se ha metido? Espero que no haya decidido dejar a su teléfono quedarse sin batería...
Pero tras un tercer intento, es incapaz de conectar con el infiltrado. Cuelga con desgana el teléfono, y vuelve a dirigirse a vosotros.
- Parece que avisar a nuestro contacto en la NASA no va a ser posible ahora... Espero que esté bien, porque si no no tengo ni idea de cómo vamos a asegurarnos de que el tercer cubo salga de allí y acabe junto a nosotros. Si hay alguna otra idea que no suponga lanzarnos hacia allí como idiotas, estaría encantada de oírla.
Por último la mujer mira al científico indio, como ese aire de confidencia que parece haber surgido entre los dos durante las largas horas destinadas a la investigación del fascinante objeto. Con una sonrisa, le contesta:
- Yo, al igual que tú, confío en que el cubo nos haga la vida algo más fácil. Pero también creo que no estaría mal contar con un plan alternativo por si decide mostrarse tan poco comunicativo como a veces hace - dice la mujer. Su sonrisa desaparece para dar paso a la seriedad que le caracteriza cada vez que toma una decisión importante -. Tenemos la ventaja de la sorpresa... No creo que esperen que aparezcamos allí en mitad de este huracán.
A lo lejos, como si respondiera a su mención, el viento derriba un árbol, que cae con estrépito sobre un grupo de rocas, silenciando por un momento incluso al viento.
- Y por otro lado, gracias a las imágenes de satélite de Smith tenemos la ubicación de la cascada, la casa y los caminos. Yo sugeriría evitar cualquier lugar que pueda suponer un contacto con la gente que haya allí. Esto es - añade con un gesto de la mano -, que en mi opinión el pasar desapercibidos será mucho más inteligente que llevar a un grupo de gente que pudiera defendernos en caso de encontrarnos directamente con nuestros enemigos. Si podemos llegar hasta la cueva (si es que existe tal cueva allí) sin que nos vean, tendremos un tiempo preciadísimo para actuar a sus espaldas. Claro que si nuestro compañero y el tercer cubo no están allí - añade con cierto toque dramatista, dando a entender que este es posiblemente el punto más flaco del plan -, quizá todo sea una pérdida de tiempo. Es posible que tengamos que ganar algunas horas mientras contactamos con ellos o conseguimos que el cubo llegue a nosotros por otros medios. Y una vez más, yo no tengo ninguna idea para esto...
De verdad que siento mucho haberte dejado solo para pensar en todas estas cosas... Si te ves muy perdido, como has sugerido en tu diario, Raf es un genio, y una tirada de idea podría servir para darte alguna idea (valga la redundancia) para facilitar el éxito del plan.
Y por supuesto, yo seguiré por ahora aportando posibilidades (a veces buenas, a veces simples tonterías) con Clive y Smith.
Cuando ya parecía todo decidido y que el plan pasaba ahora por ir al lugar que Smith había logrado encontrar, el fracaso en el intento de comunicación con el agente infiltrado abría ahora una duda. ¿Esperaban un tiempo mientras seguían insistiendo en esa comunicación? ¿O cada minuto que esperasen sería un minuto perdido que les acercaría al desastre?
Raf sentía esa duda y parecía intuirla en Helen también. Había que jugársela, en una dirección u otra.
- Pues lo único que veo claro es que me parece también más razonable optar por el sigilo e intentar actuar por sorpresa que pensar en un enfrentamiento directo. Me da en la nariz que sus fuerzas de choque superarían a las nuestras sobradamente en cualquier caso.
Insista una vez más, Helen. A ver si logra contactar. Si no... creo que yo soy partidario de marchar cuanto antes de aquí. -aunque, a decir verdad, tampoco se veía al indio lo que se dice excesivamente convencido.
Motivo: Idea
Tirada: 1d100
Dificultad: 80-
Resultado: 92 (Fracaso)
pues ni idea, oiga XD
La mujer, antes de contestar, coge el teléfono nuevamente y marca. Es como si todos esperarais lo que ocurre a continuación. Un segundo, dos, tres... diez...
Helen cuelga el auricular, con rostro decepcionado. Sus facciones parecen duras, como si tuviera la sensación de que el plan está cogido con pinzas y de ahí solo puede salir algo malo. Sin embargo, asiente hacia Raf, cambiando al instante a una expresión de decisión.
- Estoy contigo, Raf - de algún modo, que esté de acuerdo contigo te hace sentir bien, como si su liderazgo inspirara lo mejor de ti, y te instara a esforzarte más y más por satisfacerla -. El sigilo es la opción más adecuada. No sé por qué, pero creo que esos fanáticos es lo menos peligroso que podemos esperar. Y puesto que nuestro compañero no contesta...
De nuevo vuelve a asomarse la duda a su rostro. Quizá por la cabeza se le pase que el espía os haya traicionado, que haya decidido cambiar su bando. De ser así, todo puede quedar comprometido. Y si no es así... Si le han descubierto... Pero una vez más, el rostro de la mujer torna a una mirada de decisión, a esos ojos que parecen mostraros que todo va sobre ruedas, que nada puede salir mal...
- Será mejor que cojamos las cosas y nos pongamos en marcha. Ya intentaré de nuevo llamarle de camino a nuestro destino. Espero que sea capaz de reunirse con nosotros allí...
"O si no todo será en vano", parece concluir mientras se da la vuelta y coge sus cosas. De espaldas a vosotros, se acerca hacia la puerta y añade:
- Iré a poner en marcha el furgón, después volveré a por la tablilla y las demás cosas. Raf, Clive, coged el cubo. Smith, lleva tus cosas: el ordenador todavía puede sernos de utilidad.
El espía asiente y carga rápidamente las cosas que tenía sobre la mesa bajo su hombro. Helen camina con decisión hacia la puerta, y entonces se queda como petrificada, con la mano sobre el pomo, justo antes de abrirla...
Pobre Raf, parece que en el momento más importante ha sido infectado por una babosa cerebral... El más ancestral aliado de vuestros oponentes.
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Y a vosotros tampoco os pasa desapercibido. El lugar parece haber dejado de ser un refugio, alejado de todo el caos que os ha rodeado hasta que llegarais allí hace unas horas. El viento sopla huracanado, las ramas de los árboles se agitan, e incluso vuestro medio de transporte parece estar a punto de ser desplazado de su lugar. Las contraventanas se agitan y golpean con fuerza rítmicamente. Una de ellas no es capaz de soportar la fuerza del viento y es arrancada de los goznes, golpeando las paredes y el suelo mientras es arrastrada lejos de su lugar.
La oscuridad parece invadir rápidamente el lugar, y las luces que iluminaban la habitación van cubriéndose de un velo negro por instantes, su luz atenuándose hasta llegar a ser solo un fantasma de lo que era hace unos segundos. En unos momentos, os resulta difícil distinguir a vuestros compañeros de los muebles que os rodean, y tan solo vuestras respiraciones agitadas os permiten localizaros en la ahora oscura estancia.
Nadie parece atreverse a hablar. Nadie quiere romper el relativo silencio, invadido por el huracán que os espera en el exterior... Entonces vuestro compañero decide hablar. El objeto de proporciones perfectas traza unas letras, pequeñas, tímidas, pero que relucen en la oscuridad, como si fueran más fuertes que la luz más intensa. Su brillo contrasta con la oscuridad que os acaba de rodear, y por un momento os ciega.
NOS HAN ENCONTRADO
Tras leer las palabras escritas sobre la superficie del cubo, Raf miró a los demás, con cara de espanto. Ya no era que ellos se encaminasen a la búsqueda de un más que seguro peligro, sino que era ese peligro el que había venido en la suya.
¿Daría tiempo a reaccionar todavía? Aunque fuese una locura intentar escapar en una camioneta a través del vendaval, ¿tendrían tiempo de cargar el cubo, ponerla en marcha y salir de allí volando, quizás literalmente?
Raf creyó que, al menos, debían intentarlo. Si habían dado con ellos y el huracán era el estandarte que anunciaba su llegada, aquella casa no sería suficiente refugio. Tenían que intentar escapar, se dijo, o caer en el intento.
- ¡Démonos prisa, quizás aún estemos a tiempo de salir de aquí! -miró a Helen, que sería quien debería conducir en aquellas condiciones, a ver si se veía con ánimos. Desde luego, si ella no lo hacía, nadie lo haría.
Salió por unos momentos al exterior de la casa. El viento le azotó y apenas pudo abrir los ojos, pero se obligó a hacerlo. Echó un vistazo, a ver si veía a los que les habían encontrado.
Si no veía nada sospechoso, le pediría a Clive que le ayudase a cargar el cubo en la furgoneta.
Con el clic del módem USB al desconectarse del ordenador de Smith, se apoderó de Clive una fría ola de pesimismo, que no mejoró con las nuevas de Helen. La idea de permanecer en aquel lugar un segundo más le resultaba tan poco atractiva como la de salir al exterior y dejar que el temporal les barriera del mapa.
Los cubos y la famosa Tríada, que se dejaría dominar (o no) por ellos, procedían de "fuera", de una especie ignota que tenía la tecnología y los materiales para crear objetos semejantes... si es que el cubo no estaba vivo, como parecía a juzgar por la forma en que Helen y Raf lo trataban. Lo cierto es que el objeto estaba allí, su presencia era la evidencia abrumadora de la existencia de vida extraterrestre, presente o pasada, mucho más dotada e inteligente de lo que estaba su especie. Para colmo, parecía llegar para advertirnos de un cataclismo inminente en el pequeño espacio que ocupa nuestro planeta, parecía ofrecernos las claves para evitarlo. Ellos. Para evitarlo, ellos, años luz (nunca mejor dicho) de los creadores de aquel magnífico objeto.
Los pensamientos se le agolpaban y la mente analítica de Clive trataba de clasificarlos lo mejor que podía, dadas las circunstancias: el cubo, la advertencia, los pocos medios que teníamos aquéllos en los que el cubo parecía haber depositado su confianza, especialmente comparados con los que lo habían manufacturado, y la doble amenaza. La amenaza de fuera y la amenaza de dentro. Pero, ¿qué busca la secta de los tatuados con el cono? ¿Podría haber otro interés para ellos que no fuese el mismo que el suyo? ¿Poseerían otro tipo de información al que ni siquiera Smith había podido acceder? Apenas lo concebía.
"Recuerda cuánto colgado hay por ahí... Recuerda que te han intentado matar nada más embarcarte en esto. No nos queda más remedio que seguir..."
En esto estaba debatiéndose, cuando aparecen las palabras sobre la superficie límpida del poliedro.
- ¿Que nos han encontrado? -Su voz era más firme de lo que él mismo esperaba. Cruzó una breve mirada con Raf y comprobó que él también estaba aterrado con la idea-. ¿Quién nos ha encontrado? ¿Las criaturas de las cuevas o los del tatuaje?
Clive se da cuenta de que alberga la infantil esperanza de que el cubo conteste a su pregunta, pero se pone en pie junto al caprichoso y fascinante objeto mientras formula sus cuestiones para cargarlo en el furgón con ayuda del científico indio: fuera quien fuese los que los habían localizado, no es algo que no se pudiera discutir de camino. Sentía una punzada de pena por Helen y la más que probable pérdida de este lugar.
Madre mía, la lectura de las tres escenas + asimilación de ideas + escritura del post (en mi estilo "enrevesaíco") = el parto de la burra. Quizá haya incoherencias al principio entre los 2 jugadores que hemos llevado al personaje, pero es que si intento estudiar más a conciencia los post anteriores, el pobre Raf se iba a hacer viejo esperándome...
Helen recoge las pertenencias que considera que puedan seros de utilidad más adelante y las guarda en su bolsa. Después, se acerca a un escritorio que queda al fondo de la sala, de modo que la perdéis de vista ahora que la oscuridad vuelve a rodearos.
Mientras comenzáis a cargar el cubo, escucháis como abre un cajón envuelta en las sombras, y oís el inconfundible sonido de el cargador de una pistola. Después, la mujer vuelve junto a vosotros.
Una vez os hacéis con el cubo, este vuelve a quedar a oscuras, como si decidiera ocultarse nuevamente a la invisible amenaza. Helen se acerca a vosotros y contesta a Clive:
- No estoy segura, pero lo que tengo claro es que no quiero quedarme aquí para comprobarlo. Vamos.
La mujer os permite salir en primer lugar, para que a continuación Terence abandone el hogar con su inseparable ordenador. La mujer, la última de la comitiva, echa un vistazo al negro interior de la casa familiar, como si le costara desprenderse de ese lugar. A lo largo de las últimas horas ha tenido que dejar atrás a aliados, compañeros de trabajo, el laboratorio que tanto esfuerzo le costó organizar... Pero parece que de todo lo perdido este lugar es del que más le cuesta desprenderse, dejándolo a merced del implacable viento. Al fin, consigue cerrar la puerta, y cuando se gira hacia vosotros su rostro refleja la decisión que le caracteriza.
Os ayuda a afianzar el objeto en la parte trasera del vehículo, y entonces regresa al asiento del conductor. Antes de arrancar echa un vistazo rápido a las notas de Terence sobre el viaje que os espera, y entonces pone en marcha el motor. El sonido de este está completamente acallado por el viento que os rodea, que se vuelve más salvaje a cada instante, hasta el punto que parece que vuestro medio de transporte va a ser arrancado del suelo como una vulgar hoja.
Y con un acelerón y un giro brusco, volvéis a la carretera y al caos...
Nos vemos todos en la tercera escena...