¿Qué fue eso? ¿Ha funcionado?
Las preguntas se disuelven mientras vuestros recuerdos se tornan más y más difusos. Suspendidos en el aire, a vuestro alrededor solo encontráis sombras. De lo que acaba de ocurrir, tan solo os quedan retazos. Una batalla, ¿o fue un simple encuentro? ¿Llegaron a tiempo? Los cubos se activaron e hicieron algo. ¿O fue demasiado tarde? ¿Dónde estáis? Las sombras que os rodean, ¿de dónde vienen? ¿Qué las crea?
Luz.
Las sombras requieren luz para proyectarse. Giráis sobre vosotros mismos buscando la fuente, y entonces os ciega. No es especialmente intensa. No es grande. Es más bien un pequeño punto de luz en la distancia, difuminado en la lejanía. Sin embargo, llevabais tanto tiempo en la oscuridad, que es demasiado intensa y os fuerza a taparos los ojos con el brazo. Poco a poco os adaptáis, y la observáis fijamente. La luz de esa fuente llega hasta vosotros como una cuerda suspendida junto a un precipicio, lista para rescataros. Al otro lado, detrás vuestra, las sombras tenues de vuestros cuerpos se proyectan contra la oscuridad infinita que os rodea.
- ¿Hola?
Dice tímidamente una voz femenina. Os resulta familiar. La habéis escuchado hace poco. ¿Helen? Ese nombre os dice algo, pero no estáis seguros de el qué. Los recuerdos cada vez son más oscuros. La lejana luz pierde fuerza. Se atenúa. ¿O se atenúan? Más que una sola luz, ahora parecen tres. Y siguen perdiendo fuerza. Tenéis que encontrar la salida de esta oscuridad antes de que acabe con todo.
Clive, aturdido, mira a su alrededor. Se encuentra como suspendido en mitad de la nada, rodeado de oscuridad. El resultado de lo que han hecho le resulta obvio. "No lo hemos conseguido". Sea lo que sea que hayan hecho, ha terminado con ellos sumidos en la oscuridad.
"Quizá los cubos nunca llegaron a la Tierra. Puede que lo que hayamos cambiado nos haya impedido hacer nada por remediar este destino. ¿Es eso posible? ¿Podíamos usar la Tríada para nunca encontrar la Tríada?"
No sabe si está pasando algo por alto, pero esto se parece mucho al negro futuro que les relataba Futuro con cada una de sus ideas.
Entonces escucha una voz. La voz de la persona que le introdujo en esta odisea, la constante en la aventura que acaban de vivir. "¿Hemos muerto todos?"
- ¿Hola? - Responde el escritor a la voz de Helen. Cegado por la luz, a su cabeza vienen las expresiones e ideas preconcebidas hacia la muerte. Una luz al final de un túnel, una voz que te llama... Esto no pinta bien.
- ¿Helen? - pregunta, tanteando la situación -. ¡Estoy aquí, chicos! ¿Raf, Jeremy, Paolo?
Lo cierto es que Clive no espera respuesta de nadie. No cree siquiera que, de haber respuesta, signifique algo bueno. Está cansado. Muy cansado. No recuerda la última vez que durmió, que pudo comer algo. Al menos todo parece haber terminado, y no tiene que preocuparse de nada más. "Si hemos fallado, que les zurzan. Al fin y al cabo, no queda nadie para agradecérnoslo o culparnos por ello".
Entonces se encamina hacia la luz. Trata de impulsarse como sea, nadar con los brazos como si estuviera sumergido en las profundidades del océano, intenta aferrar algo, si es que hay algo a lo que aferrarse. Si le queda algo por ver en esta vida, si es que aún vive, debe estar junto a esa luz.
Como en un sueño febril, Raf se remueve inquieto en medio de esa oscura ingravidez. Su cerebro confuso le transporta al espacio exterior y una ráfaga de imágenes acuden como flashes a su memoria, sin que sea capaz de recordar cuáles de ellas ocurrieron en realidad. Se imagina embutido en su níveo traje de astronauta, flotando en el interior de la Estación Internacional, entre las risas de sus compañeros, que, poco a poco, se transforman en macabras muecas de agonía y sufrimiento.
Pero esto no es el espacio… se dice cuando los recuerdos se desvanecen, devorados en su imaginación por centenares de puntos anaranjados.
Haciendo esfuerzos por moverse, Raf consigue ver a lo lejos una luz, al tiempo que una voz femenina muy familiar rompe el silencio de ese vacío. A esta voz le sigue otra que le llama por su nombre. No está solo.
- Yo también estoy aquí..., Clive. -responde hacia el lugar donde proviene el sonido y donde sus ojos, que comienzan a acostumbrarse, creen ver un bulto que hace esfuerzos por moverse, en dirección a la luz.- ¿Dónde estamos? -pregunta, sabiendo que nadie tiene la respuesta.
Y que, si hay alguna, estará donde la luz comienza a perder intensidad, amenazando con dejarlos sumidos en la más absoluta oscuridad. Angustiado por eso, el indio se esfuerza por moverse también en esa dirección, pero se siente torpe y agotado, temiendo que no conseguirá hacerlo a tiempo.
Jeremy es el último en reaccionar. Todavía siente la adrenalina en el cuerpo. Cuando se ha lanzado hacia la criatura con la arma en la mano ha hecho uso de un elevado nivel de esa hormona y ahora, cuando de golpe se encuentra en la oscuridad, sus conexines mentales todavía están muy lejos, su respiración lleva un ritmo veloz y sus músculos siguen en tensión.
Poco a poco, al no tener objetivo en que invertir esas hormonas, el cuerpo las va asumiendo, dejando que Jeremy sea capaz de volver a controlarlo. No ha llegado a escuchar la voz de Helen ni la de Clive, pero si la última de Raf.
-Eh!... chicos... don... donde estamos?.. que ha pasado?. - pregunta todavía haciendo el esfuerzo para controlarse
Master: la arma que llevo que suele hacer luz, emite alguna cosa?
Los nombres de vuestros compañeros despiertan ecos alrededor. Raf, Clive, Jeremy, Paolo, Georgi, Helen... Todos ellos suenan extraños a vuestros oídos. Sus ecos retumban contra las paredes de la oscuridad y vuelven contra vosotros, más fuertes. Cuando más los escucháis, más claros os suenan. Recuerdos de un pasado que nunca ha existido, amenazan con entrar en vuestra memoria y hundiros más aún en la oscuridad. ¿Quiénes sois?
Os lanzáis decididos hacia el único atisbo de realidad, la pequeña fuente de luz lejana, mientras tratáis de hacer memoria. Poco a poco, cuanto más os acercáis hacia la tenue luz, más recuerdos vuelven a vuestra cabeza. Y cuanto más recordáis, más potente se hace la luz, y más inseguros e inestables os sentís.
En pocos segundos, la fuente es suficientemente intensa para iluminaros y distinguiros claramente. Unos a otros os observáis, primero como a extraños, y poco a poco como conocidos, e incluso amigos.
Raf, el científico que incesantemente buscaba la verdad de sus "amigos", la Tríada. ¿Qué es la Tríada?
Jeremy, el detective que gracias a un extraño artefacto redujo a una de esas cosas a una masa informe. ¿Qué artefacto? ¿Qué era esa sombra? En el vacío, al mirarse la mano, Jeremy no ve artefacto ninguno. ¿Lo perdió en el combate? ¿Nunca llegó a tenerlo?
Clive, que primero se lanzó al suelo para protegerse de aquellos disparos, para luego correr enloquecido hacia aquello. ¿Qué le ocurrió? ¿Acaso no desapareció en la nada?
La Tríada se activó justo en el momento en que las criaturas accedieron a la habitación, y gracias a las acciones de Clive, y sobre todo Jeremy, aquellas dos criaturas no fueron capaces de ver nada.
Su luz, sin embargo, se atenuaba más y más, afectada por la oscuridad que rodeaba a los tres objetos. Raf, decidido, hablaba a uno de los cubos, susurrándole como si de su íntimo amigo se tratara. Lo último que recordáis es una fugaz imagen de Pasado, seguida de un destello de Futuro. Después, la oscuridad.
Cuando los cubos hicieron lo que les pedisteis... ¿Qué pedisteis a los objetos? No podéis recordarlo. Pero después de hacerlo, nunca llegaron a vosotros. Nunca fueron encontrados.
Recordáis la breve escena de Pasado. Cuando las criaturas accedieron, vieron a los cubos partir, y no vieron ninguna imagen en ellos. Los siguieron, los buscaron, e hicieron con ellos lo que planeaban desde un principio: Destruirlos. Y al hacerlo, la oscuridad de Futuro se desvaneció en un destello.
Todos estos recuerdos se acrecentan cuanto más os acercáis a la luz. Y una vez llegáis allí...
— - — - — - —
A vuestro alrededor se extiende un mundo. Un universo. Vuestro universo. Todo lo que os rodea es todo lo que conocéis, todo recuerdo que forma parte de vuestra realidad. Desde vuestros primeros pasos hasta que os sumís en las tinieblas. A vuestro alrededor se extienden a lo largo del espacio oscuro pequeños fragmentos de vuestra memoria, unidos unos con otros por hilos invisibles, pasando frente a vuestros ojos incesantemente. Toda vuestra vida y todo lo que ha ocurrido está frente a vosotros. Y cuanto más sabéis de vosotros mismos, más oscuro es el espacio que rodea vuestro pequeño universo.
- La oscuridad anterior había tratado de bloquear todo evento que hubiera podido ser afectado por el cambio que hicisteis. Por vuestra salud, trató de haceros olvidar todo. Y ahora, frente a vuestros recuerdos, la realidad misma amenaza con estallar frente a vosotros y sumiros en una tiniebla aún mayor. Volver a la oscuridad, al olvido y el desconocimiento ya no es una opción. Al lanzaros a la luz habéis luchado por recuperar vuestro yo, vuestros recuerdos y vuestro mundo. Ahora debéis dar un paso adelante y luchar contra la demencia. Debéis recuperar vuestras vidas en un punto donde el efecto sea menor.
La que os habla es vuestra propia voz. Desde ese rincón intocable, ese resquicio de humanidad, vosotros mismos lucháis para seguir siendo vosotros. Cada uno de vosotros se escucha a si mismo, tratando de hacerse comprender cual es la única salida.
A vuestro alrededor, los recuerdos siguen barajándose, mostrándose frente a vosotros como puertas, caminos hacia un punto específico de vuestras vidas donde podáis escapar a la creciente locura.
La escena es caótica a propósito, para reflejar las sensaciones de vuestros personajes. En resumidas cuentas, la luz representa vuestros recuerdos y la oscuridad el olvido. Al dirigiros hacia la luz habéis recuperado todos vuestros recuerdos hasta el momento del final de la pasada escena. En este instante, cada uno de vosotros ve su propia vida, y os veis los unos a los otros. Los momentos que habéis vivido juntos están cerca, unidos, mientras que los momentos que habéis vivido por separado se alejan, más cuanto más distancia ha habido en el tiempo.
Cada uno de vosotros debe escoger un instante de su vida que cuadre con lo que han cambiado los cubos, un momento en el que sigáis el curso de vuestra vida si lo que les habéis pedido que hagan se ha cumplido. Cuanto más reciente sea el momento, menos afectados estaréis. Si es demasiado reciente, igualmente estaréis afectados al ser vuestra realidad y vuestros recuerdos distintos.
No os limitéis a decir: este momento. Sed todo lo descriptivos que queráis. Cuanto más, mejor, ya que será (muy probablemente) la última posibilidad que tengáis.
La soyuz TMA-18 viaja de regreso a la Tierra, con sus tres ocupantes sumidos en el más absoluto de los silencios. Tras el relevo del personal científico, el indio Shauri Ravmanujan “Raf” y su colega Alex “Burst” Werger, junto con el médico de la Estación Espacial Internacional, el ruso Georgi Grechko, vuelven hacia sus quehaceres diarios en el planeta que les vio nacer, tras varios meses de estancia y trabajo en la Estación.
Unos meses duros, piensa Raf, atormentado por sus sueños y por los recuerdos de acontecimientos que sólo han ocurrido en su mente, pero que él confunde como ciertos. Pero ahora podré descansar, al fin....
El brillante currículo y la merecida fama ganada por sus excelentes trabajos científicos casi no fueron suficientes para que el indio fuese elegido para la misión. Desde que se postuló como candidato para formar parte de la Expedición 34 que viajaría al espacio con el objeto de verificar ciertas teorías novedosas acerca de un determinado tipo de rayos cósmicos, las pesadillas comenzaron. El alegre y apacible indio, afable con todos, empezó a volverse esquivo y, en ocasiones, decididamente huraño. Aquellas horribles pesadillas... Tan reales. Como si la perspectiva del viaje espacial hubiese tocado un resorte en su cabeza, habían comenzado a acudir a su mente. Horribles criaturas provenientes de la profundidad del cosmos… él mismo.... unos extraños artefactos… Demasiado real… Tan reales como si fuesen producto de recuerdos extraviados en su cerebro, de experiencias vividas. Su inexplicable cambio de carácter casi le cuesta la revisión de su candidatura.
Y así fue como sus propios compañeros de expedición y los pasajeros de la EEI conocieron a Raf. En lugar del afamado y amable científico que esperaban con los brazos abiertos, se encontraron con un hombrecillo de mirada perdida, ausente, presa del miedo producido por sus propios recuerdos. Obsesionado con su tarea, escaneando constantemente el espacio en busca de -según el propio Wurst pudo comprobar- presencia de pautas que pudiesen ser interpretadas como señales alienígenas. Siempre aterrorizado con el más mínimo detalle que supusiera una leve alteración de la órbita, como si el peligro de colisión contra algún objeto espacial perdido fuese inminente. Dejado poco a poco de lado por sus propios compañeros, convencidos de que algo en la cordura del científico no andaba bien.
La soyuz TMA-18 viaja de regreso a la Tierra, con Raf sumido en sus propios pensamientos. Bajo el casco, una sonrisa satisfecha y un rostro que ha conseguido liberarse un poco de la crispación de los últimos tiempos, denotando el alivio que siente al comprobar que vuelve a casa. Que la Estación no ha colisionado, que sus sueños -tan reales- no se han cumplido y que sus visiones acerca de cubos y distorsiones temporales han debido ser una mala pasada de su cabeza. Tan reales… Sabe que los sueños continuarán y que se fundirán junto a sus recuerdos, y que su vida ya no será nunca más como antaño. Pero no importa. Lo lograron. Sonríe. Y eso es lo importante. Los cubos cumplieron con su cometido.
Mira al doctorr, preguntándose si él también, bajo su casco, siente el mismo alivio que él. No han hablado de 'eso' en todo el tiempo en que han convivido en órbita, pero el indio está convencido de que Georgi sabe lo mismo que él.
En la Tierra, el protocolo de bienvenida se ha desplegado y los equipos de recibimiento esperan el inminente amerizaje de la soyuz, que vuelve antes del día previsto, forzado por los preocupantes informes que han ido llegando desde la Estación sobre la salud mental de algunos de sus ocupantes. Un equipo médico-psiquiátrico está preparado para recibir a los dos astronautas cuyas mentes necesitan un merecido descanso que, quizás, nunca más podrán lograr del todo.
Mientras, en uno de los despachos de la agencia espacial, el responsable directo de la elección de los tripulantes de la Expedición 34, harto de releer una y otra vez los informes que le hicieron decantarse por esos dos astronautas entre otros candidatos, da un carpetazo y maldice para sí el momento en que decidió incluir a un maldito indio y a un condenado ruso en la lista definitiva de aquella expedición.
Clive observa fascinado su entorno. Los recuerdos de su infancia, juventud y madurez se extienden a lo largo de una interminable red. Algunos de ellos, los más recientes, se muestran cada vez más difuminados y complejos. A su lado, sus compañeros se alejan cada vez más de él.
- Raf... Georgi... Jeremy... - Dice Clive con voz queda.
Las personas con las que ha pasado las últimas horas, los días más intensos de su vida, se vuelven cada vez más misteriosos, y le parecen a cada instante más desconocidos.
"Cuando esto acabe, voy a escribir la novela más fascinante de todos los tiempos", pensó Clive estos días. Hasta el último instante, este era el pensamiento que le mantenía alejado de la locura. Plasmar la historia que estaba viviendo en un libro, el más realista e impresionante que hubiera escrito nunca. Pero ahora... Ahora los recuerdos, los datos para su libro se vuelven cada vez más esquivos. Y si pierde la cabeza, ¿cómo va a escribir la novela? Con esta paradoja se lanza hacia sus recuerdos, echando un último vistazo a las personas que cada vez le resultan más desconocidas.
La lluvia golpea con fuerza la ventana del estudio de Clive. Sentado frente a su máquina de escribir - todavía no ha sido capaz de acostumbrarse a los ordenadores; el sonido de su Olivetti es clave para mantenerle concentrado -, Clive observa la concurrida calle, iluminada tenuemente por las viejas farolas. En el día más soleado, Arkham es una ciudad oscura y poco acogedora; cuando las nubes negras cubren el cielo y la lluvia se derrama sobre sus habitantes, es el último lugar en el que querrías encontrarte. Sin embargo, es esta oscuridad lo que Clive siempre ha usado como inspiración.
Su última novela, Sombras, no ha sido el éxito que esperaba. Sabía que era una apuesta arriesgada, pero tenía que intentarlo. Las novelas de cultos religiosos y conspiraciones han perdido mucha fuerza desde que internet se popularizó hace casi veinte años, paratenía que probar algo diferente. La ficción nunca había sido su fuerte, pero para este manuscrito se sentía más inspirado que nunca.
Había dado vida a los personajes más realistas que nunca había imaginado, y la novela estaba plagada de enigmas y datos parcialmente ciertos. "Mezcla la ficción con unos toques de realidad, y la novela es mucho más creíble. Esa es la clave para capturar al lector". Clive había usado los datos que había recopilado de ciertas sectas a las que investigó en el pasado, y las había aderezado con su imaginación.
Y desde ese día, comenzaron sus problemas. Nunca antes se había sentido atenazado en la oscuridad, y ahora era incapaz de salir a las calles de Arkham por la noche. A cada esquina, las sombras parecían crecer y tomar formas misteriosas, y en los rincones más oscuros sentía pequeños ojos anaranjados observándole. Los personajes de su novela venían a su cabeza, más reales que todos los enemigos que se había granjeado durante años de investigación y novelas. Aquí y allí le parecía ver a algunos de ellos, y durante las noches se despertaba seguro de haber hablado durante horas sobre lo que ocurrió en las páginas de Sombras.
Los tres astronautas han desembarcado de la Soyuz con éxito, y los equipos de especialistas se acercan a ellos para revisar su estado físico y emocional. El primero en salir, el veterano Alex Werger, saluda al equipo de bienvenida antes de ayudar a sus dos compañeros.
La radio transmitía de fondo la emisora de la Universidad de Miskatonic, que solía dar cobertura a los eventos científicos más destacados del día. Hoy tocaba cubrir el aterrizaje de la Soyuz TMA-18, que traía de vuelta a un afamado equipo de científicos. Clive no solía prestar atención, pero algo de ruido en su apartamento le ayudaba a apartar las sombras que recientemente le acechaban.
Los astronautas Georgi Grechko y Shauri Ravmanujan descienden con complicación, e inmediatamente son conducidos por los médicos al vehículo que les transportará a las instalaciones de la NASA.
Inmediatamente giró la cabeza hacia el altavoz. Georgi y Raf... No podía ser una coincidencia. "El bueno de Raf", se descubrió pensando. Se había pasado días enteros frente a su máquina preparando la novela, pero los nombres de los protagonistas le vinieron a la cabeza en cuestión de segundos. Eran tan perfectos, cuadraban tan bien... Nunca pensó que le iba a ser tan fácil dar nombre a sus personajes. Tenía que ser una casualidad. Probablemente había visto sus nombres en los archivos de la Universidad, o en algún informe secreto que uno de sus contactos le había filtrado. Eso debía ser. "Sí, eso es", pensó, mientras su mente volvía a traicionarle.
Dejó de escribir para tomarse un descanso y deshacerse de la tensión que acababa de invadirle. Apagó la radio y se dirigió a la cocina, calentó agua y le añadió su mezcla de hierbas favorita.
El olor del té ayudó a apaciguar sus nervios, y los primeros sorbos le ayudaron a abstraerse de sus pensamientos. Se sentó en el sofá, y empezó a jugar con la cuchara en el vaso. Suspiró, y se llevó otro sorbo a la boca. Se estaba relajando, pero sabía que iba a ser incapaz de sacarse del todo esa paranoia que era ya una constante en él.
El vecino subía las escaleras del pasillo con una pesada carga. Sus pasos y el objeto que arrastraba se escuchaban por todo el edificio. O... ¿Y si esta vez no era su vecino? ¿Y si finalmente le han encontrado? ¿Y si después de todo, la Tríada no había ganado?
La luz de su apartamento se oscureció a los ojos de Clive, y por debajo de la puerta las sombras comenzaron a reptar hacia él.
"No... Otra vez no..." Se repetía mientras pegaba la nariz a la taza para embriagarse del olor del té y cerraba los ojos para evitar mirar fijamente los ojos naranjas y las fauces que acompañaban a la oscuridad. "Se pasará, Clive. Sabes que siempre se pasa. No son reales."
- Raf... Georgi... Jeremy... - Dice Clive con voz queda.
La taza se rompe en mil pedazos cuando se desliza entre las manos temblorosas del escritor. En el sofa, el despojo que es Clive ahora mismo se encoge en posición fetal, mientras no para de repetirse:
"Se pasará, Clive. Siempre se pasa. Nosotros vencimos".
Jeremy estaba anonadado, demasiadas imagenes, oscuridad y luz.. todo en un revoltijo en su mente a punto de estallar. Habían ganado?. se había salvado el mundo y el universo?... que había pasado?... era incapaz de encontrar respuestas a sus preguntas. No encontrar la razón, la lógica, la verdad, siempre le había puesto intranquilo, nervioso, y ahora parecia que su cerebro iba a explotar en un estallido de adrenalina. En el fondo de su mente, una pequeña luz, un pequeño consejo,.. lo "vió" e intentó recogerlo... parecia que no podía llegar... ¿de que se trataba?... pero finalmente, quizá ayudado por alguien o algo, o simplemente por casualidad consiguió hacerse con el: "Serenate". Jeremy miraba fijamente el consejo... como si no lo entendiera.. pero poco a poco, a medida que su propia mente se tranquilizaba, fué entendiendo. Sus niveles de adrenalina bajaron y cuando fué consciente de su propia existencia volvió a la realidad.
Oscuridad, luz... y a su alrededor varios de sus compañeros. todos ellos miraban a su alrededor, como si buscaran algo en concreto. Jeremy pensó que quizás ellos estaban viendo lo mismo que él, recuerdos de su pasado, momentos a los que alargar la mano en busqueda de tranquilidad.. Poco a poco fue viendo como Raf se acercaba hacia un punto en concreto del espacio y alargaba las manos, como si quisiera agarrar algo ... Clive parecia dudar, buscar alguna cosa en concreto.. y en cierto momento relajar sus facciones y alargar una mano hacia un lado... Otros compañeros hacian lo mismo.. así que entendió que la única manera de salir de ahí era seguir sus pasos.
Se concentró en las imagenes-recuerdos que percibía, que notaba, que veía delante de si mismo: un Jeremy conduciendo un coche antes de estrellarse, un Jeremy peleando con una criatura de pesadilla, un Jeremy visitando a su hermana, ....
Hacia donde ir?, parecía que le estaban dando la oportunidad de redimirse, de olvidar su camino recorrido, volver a algún punto anterior a toda esa locura. ¿Que podía elegir?.. entonces, otra cuestión le vino a la cabeza.. quizá no se trataba de qué elegir, sino de si "elegir o no"... estaba dispuesto a olvidar todo lo ocurrido?, quería realmente no ser consciente de lo que había descubrido?... y como sí de un golpe en la cabeza se tratara...realmente quería olvidarse de Helen?...
que pasaría si volvia atras en su vida a un punto donde nada de lo ocurrido hubiera pasado?.. viviría tranquilo y ajeno a lo que pudo haber sido?, o su mente volvería una y otra vez a recordar parte de esas vivencias?..
- No parece que haya solución a este enigma - se dijo Jeremy..., y su lógica empezó a funcionar, quizá racionalmente o irracionalmente.. tenía que elegir alguno de esos recuerdos.. o..
- Está decidido! .. estoy cansado de jugar a los enigmas, no más.. - dijó al universo. Si he vivido todo esto, si todo ha sido experiencia y conocimiento... si alguien o algo decidió que debía vivirlo... pués que ahí se queden!
Jeremy cerró los ojos - no quiero volver atrás en el tiempo, que sea lo que dios o quien sea quiera - Y esperó.
no se muy bien como terminar el post, ya que al no elegir nada la idea de Jeremy sería seguir su viva con todas las consecuencias. Si me indicas la situación en la que aparecería (en la cueva, o en otro sitio, y con quién..) sigo con el escrito.
Jeremy Bulck
Jeremy observa inmóvil a sus compañeros, que parecen poco a poco alejarse de él. Se transforman en sombras, para a continuación difundirse en la oscuridad. Algunos de ellos permanecen visibles más tiempo, mientras que otros desaparecen al instante. A continuación, toma la decisión. Inseguro de si su decisión es la correcta o no, se lanza hacia el último recuerdo vívido que queda en su memoria.
Se encuentra en mitad de una caverna, oscura y vacía. La humedad invade la sala, y el silencio reina sobre cualquier otra sensación. Tras él, un objeto reposa impasible, más allá del espacio y del tiempo. El cubo, parte de la tríada, se alza sobre el pedestal, tal como lo recordaba Jeremy.
En su mano descansa el extraño objeto alienígena. La versátil herramienta parece ahora inofensiva, aunque sigue conservando parte del calor de los acontecimientos recientes. La escena le viene a la memoria...
Jeremy se abalanzó contra la criatura que accedía por la puerta, en el instante en que los cubos se activaban. Con la herramienta por delante, saltó hacia las fauces de la masa de sombras y materia viscosa, a sabiendas de que las probabilidades de sobrevivir eran ínfimas.
Notó las fauces cerrarse contra él, a la vez que la bestia emitía un desgarrador grito, más allá de cualquier espectro conocido. Los afilados colmillos marcaron la piel de Jeremy, a la vez que el arma que él portaba en la mano abría un agujero en el interior de la bestia. Entonces todo se volvió oscuridad.
Los cubos se habían accionado, recuerda con claridad. Sin saber su destino, las criaturas nunca intentaron juntarlos. Si los recuerdos de Jeremy estaban en lo cierto, lo más probable es que hubieran tratado de destruirlos. Y al hacerlo, sellarían su destino, ya que nada podrían hacer por cambiar el pasado. El pasado que vieron reflejado en los cubos y los lanzó en una frenética búsqueda para juntar la Tríada y usarla a su favor.
En ese instante, parecía que la cabeza le iba a estallar a Jeremy. Su cuerpo trataba de asimilar todo lo vivido, pero era demasiado para soportarlo. La herramienta resbaló de su mano y cayó al suelo, rompiendo el silencio.
Cuando Jeremy reaccionó, y se agachó para recogerlo, el cubo pareció reaccionar desde su pedestal. Una brizna de luz nació en su interior, y se reflejó a través de las seis caras del objeto hacia todas las paredes. Uno de esos destellos cayó sobre su arma, que descansaba en el suelo, a pocos centímetros de la mano de Jeremy. Alrededor del arma, las sombras crecían y se agolpaban, adoptando la forma de tentáculos alargados. Uno de ellos alcanzó el objeto antes que Jeremy, y rozó la mano del hombre. Sin embargo, éste no sintió nada.
¿Era el tentáculo real, o solo un juego de luces que engañaba a su mente?
A lo largo de la caverna soplaba el viento, pero nadie parecía acercarse. Y las sombras que envolvían su herramienta se extendían por todas las paredes, creando zarcillos y formas grotescas alrededor de Jeremy. Y el hombre, solo en la oscuridad, trataba de convencerse de que todo era una mera ilusión. Un reflejo de sus recuerdos que volvían para atormentarle. ¿O han llegado otra vez, para acabar con la Tríada y con él?
Dado que tu mensaje había quedado inconcluso, puedes continuar sabiendo dónde has acabado después de tomar la decisión de no olvidar nada. Mientras tanto, voy a responder a los demás.
Shauri Ravmanujan
Habían pasado los meses, y después los años. Y si algo había sido constante todo este tiempo, fueron esos malditos sueños. No dejaba de vivir cómo la Estación Espacial caía sobre la superficie terrestre, fuera de control por la colisión de un extraño objeto extraterrestre. Cómo tras esa cadena de sucesos acababa estableciendo contacto con ese objeto, para luego acabar envuelto en tinieblas. Oh, las tinieblas. Eso era lo peor de los sueños.
Todo hombre sueña con viajar al espacio. Los videos grabados desde las sondas, la estación, las distintas misiones de reconocimiento... Todo son maravillas visuales. Lo que no te cuentan es lo que llegan a vivir los astronautas. El silencio del espacio, y la oscuridad que rodea a aquellos que abandonan la superficie terrestre son dos constantes. Y afectan a una persona psicológicamente más que cualquier otra cosa en el mundo. Algunos pueden llevarlo bien. Pero combínalo con una serie de sueños y algo de paranoia y...
Cada vez que Raf volvía a casa de noche, cada tormenta, cada parque oscuro que tenía que atravesar... Eso era mucho peor que los sueños. Las sombras parecían adoptar formas grotescas, alargadas y rodeadas por tentáculos alargados y letales, culminadas por pequeños puntos anaranjados... Por mucho que cerrara los ojos, la oscuridad seguía allí, adoptando esas formas.
Ese domingo se reunía con Georgi. Tras la misión, ambos acordaron que seguirían viéndose. Eran las únicas personas que podían comprender lo que vivían, ya que ambos habían sido objeto de los mismos sueños macabros. Y ninguno de ellos era capaz de encontrar una explicación lógica a esas pesadillas recurrentes.
El astronauta ruso abrió la puerta de su residencia, y desde la cocina llegaba el aroma de un sabroso asado. Como siempre, echó un último vistazo hacia fuera cuando Raf entró, y cerró rápidamente como tratando de evitar que algo se colara antes de que tuviera tiempo de cerrar. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Georgi.
La velada transcurrió como siempre: un tenso comienzo, una conversación superficial para romper el hielo, y un silencio incómodo. Una agradable cena, seguida de una liberadora conversación. Solo ellos podían comprenderse, solo entre ellos podían hablar de lo que soñaban sin parecer locos. Ese día, sin embargo, Georgi hizo saber a Raf que no volverían a encontrarse. Sus sueños se habían vuelto más intensos últimamente, y revivirlos al escuchar lo que el indio había visto no hacía más que empeorarlo.
Cuando Raf abandonó el hogar de Georgi, lo hizo acompañado de una desagradable sensación. Georgi tenía razón, pero no poder hablar con nadie más de esto... El indio esperaba que no le pasara factura.
Ese día, el retorno se le hizo más complicado. Se sintió observado de principio a fin, y el viento era tan frío que parecía cortar la piel. Y lo que era peor, parecía hablar al surcar su rostro. Al llegar a su casa, Raf se dio una ducha caliente para recuperar la temperatura.
Al mediodía del día siguiente, las noticias abrían con una misteriosa muerte. Un solitario astronauta ruso había aparecido muerto de madrugada en su jardín. Parece haberse suicidado con una sobredosis de somníferos, decían los reporteros mientras mostraban imágenes de la escena, captadas durante la penumbra del amanecer. Raf no podía dejar de mirar el cuerpo de su amigo, horrorizado.
El cuerpo estaba cubierto de pequeñas sombras, que se extendían hacia su cuello y sus brazos y lo rodeaban, como si estrangularan el cadáver de Georgi. Las sombras procedían de una masa informe de oscuridad, cubierta de pequeños ojos anaranjados, que acechaba desde la pared cercana. Y nadie de los que estaba alrededor del cadáver de Georgi parecían percatarse de ello.
Un mensaje, perdido en el fondo del subconsciente de Raf, vuelve a su memoria:
HA COMENZADO
Clive Owens
El escritor se debatía contra su subconsciente, contra las sombras que invadían más y más su apartamento. Se pasarán, trataba de convencerse sin éxito. Todo el suelo estaba ya cubierto por sombras, y no parecía pasarse.
Tentáculos alargados treparon por el sillón, y envolvieron las piernas de Clive, para a continuación subir por el torso y cubrir todo su cuerpo. Eran fríos como el hielo, y antes de que llegaran a la cabeza, el escritor perdió la consciencia.
Horas después, se despertó en el hospital de Arkham. No comprendía que había pasado, pero no podía deshacerse de la sensación de que debía estar muerto. Una enfermera abrió la puerta, y llamó a alguien.
- Se ha despertado - dijo.
La doctora que entró en la sala le observó un instante, y se acercó a él con una libreta.
- Que bueno tenerte de vuelta con nosotros, - echó un vistazo a la libreta para releer el nombre del paciente - Clive.
Confuso, Owens trataba de recordar qué había pasado. Entonces su memoria se bloqueó en el momento en que las sombras envolvían su apartamento. Los sueños después de eso habían sido peores.
- Tenemos algunas preguntas que hacerte.
Clive asintió, todavía débil.
- ¿Dónde está la Tríada?
Las luces de la habitación parecieron parpadear, y Clive saltó sobresaltado de la cama. ¿Qué? se disponía a decir, cuando la doctora le interrumpió.
- Tranquilo, tranquilo. Tómeselo con calma. Sólo le he preguntado por su nombre. ¿Recuerdas cómo te llamas?
Clive quería irse de allí. Pero temía volver a su hogar y quedarse de nuevo solo.
- Clive - respondió el escritor.
- ¿Dónde escondisteis los cubos?
- ¿Qué?
- Le preguntaba que si recuerda dónde se encontraba antes de venir al hospital.
- En mi casa, en mi sofá.
- ¿Qué es lo que hacía allí?
El interrogatorio siguió normalmente, hasta que la doctora terminó por concluir que la memoria de Clive estaba bien, y le recomendó reposar un rato antes de recibir el alta. Unas horas después, volvía hacia su hogar por su propio pie.
No podía quitarse de la cabeza las preguntas de la doctora, ni la sensación de que todo lo que había escrito en su novela era cierto.
No puede ser, se dijo. Es solo una coincidencia que esos astronautas... Esos nombres...
Se repitió lo mismo durante días, semanas, meses. Trató de convencerse sin éxito que todo era una casualidad, y que su libro no era más que ficción.
— - — - — - — - —
Por la tarde, los médicos habían llevado a Clive al hospital. Era la tercera vez que venía aquí con problemas psicológicos. Los médicos debatían en el exterior de la habitación qué hacer con el escritor. Clive, amarrado a la cama del hospital, recordaba vívidamente lo ocurrido.
Las noticias habían abierto los titulares con el suicidio de un astronauta. Lo encontraron de madrugada en su jardín, con una sobredosis de somníferos según los periodistas.
Clive no paraba de repetirse: Es una coincidencia. Es una coincidencia, mientras observaba paralizado la pantalla. Recordaba claramente el rostro del astronauta. Georgi Grechko, se dijo, al ver el rostro que por alguna razón le resultaba familiar.
La cámara enfocaba el jardín del hombre, donde habían hallado el cuerpo. Y a lo largo de este, Clive vio claramente las sombras. Se extendían desde la pared, se fundían con las sombras de los periodistas, y se envolvían alrededor de la bolsa que cubría el cuerpo del hombre muerto. Apretaban con fuerza al difunto astronauta, y lo peor de todo es que nadie parecía verlo.
Clive comenzó a gritar cuando, una vez más, las sombras se extendieron por su apartamento. Gritó mientras la policía y los médicos entraba en su casa, y siguió gritando hasta que le aplicaron un calmante.
- Tranquilo - dijo el médico que le suministró el tranquilizante -. Todo pasará pronto, Clive.
Y mientras el tranquilizante surtía efecto, las sombras se extendían alrededor de Clive, susurrándole, asfixiándole.
- Esta vez no fallaremos.
Jeremy salió al exterior. detrás de sí había dejado muchos acontecimientos, algunos fáciles de recordar, otros ... bueno.. los otros daban vueltas ... giraban en el interior de su mente, como abejas, pero si un panal donde ponerse, sin un sitio donde realmente ubicarlos. Finalmente, cuando miraba el cubo que tenía enfrente de él, las luces, las formas... entendió que esos acontecimientos y conocimientos girarían eternamente en su cabeza.
Solo le quedaba un camino a seguir, el que había elegido. Levantándose con esfuerzo, agarrandose a las paredes de la sala, con la mano hacia delante, tanteando, y haciendo increibles esfuerzos para andar.. había conseguido salir de la cueva.
El aire fresco le golpeó en la cara, aportándole el tan apreciado oxigeno. no se había dado cuenta de lo viciado que había estado el aire al interior de la cueva hasta ese momento. Respiró hondo. una vez, dos, tres... quiza más de 5 minutos, .. hasta que cayó rendido al suelo. se recostó en la pared de la cueva y cerró los ojos.
Nunca volvería a ser el mismo, nunca olvidaría lo que había vivido. Tenia un conocimiento más allà de los otros seres humanos. pero como todo conocimiento, éste traía más preguntas que respuestas. todas sus creencias habían caido en saco roto, eliminadas en un abrir y cerrar de ojos.. ¿cual era entonces la finalidad de la vida?, ¿Hacia donde debía de dirigirse ahora?...
Sabía que a ojos de los demás parecería un loco, un pobre diablo que ha sufrido un accidente mental. nadie podría corroborar su versión. Sus compañeros habían elegido otros momentos (ésto lo había averiguado al encontrase solo en la habitación), no había nadie que recordara la historia vivida... ni siquiera Helen. Se llevó las manos a la cara y se frotó las sienes.
Un destello de luz atravesó sus parpados. desconcertado los abrió lentamente, esperado cualquier visión irreal, un dios quiza?, una criatura de antaño que se aparecia para darle las gracias?... por un momento esa luz le cegó.. pero sus pupilas, físicas y materiales no subrían de locura, así que se fueron graduando a medida que se acostumbraban a la luz. No, no era ninguna criatura, .. era algo más hermoso. El sol se abría paso por la lejanía. naciendo como cada dia, inalterable, ...
Esa sería su misión a partir de ahora, levantarse, cada dia, intentar permanecer inalterable...
Jeremy se levantó, con renovadas fuerzas, seguro de poder mantener a ralla su locura... y caminó hacia el este, hacia a la salida del sol.. mientras una risa insana se escapaba de sus labios.
Sombras
Recordar. Esa es la maldición de Jeremy Bulck. Recordar cada instante y las consecuencias de sus acciones. Recordar el viaje al pasado, la contorsión del espacio-tiempo a su alrededor y el desgarrador retorno. Rememorar en las noches más oscuras las frías fauces del enorme cúmulo de sombras mientras se cernían contra su carne. Recordar a sus amigos caídos, y a los supervivientes.
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La noche era fría. La lluvia repiqueteaba contra los adoquines de la acera, e impregnaba de la contaminación del aire el asfalto. Los vehículos iluminaban con sus faros la avenida, mientras sus ocupantes volvían a casa, ajenos a la realidad que él recordaba. La ciudad nunca descansaba, al igual que el pobre Bulck.
Sentado en el suelo, observaba la calle a través de los tablones de madera que tapiaban la ventana rota del edificio abandonado. A su lado, un papel arrugado del almuerzo que hoy había podido conseguir estaba siendo arrastrado por una enorme rata, que miraba incesantemente a Jeremy, temerosa de que el hombre luchara contra ella por su trofeo. En la mano del hombre, la página de periódico, manoseada, estaba iluminada por la luz de la farola que se colaba entre las rendijas de las tablas. Había leído la noticia una y otra vez, pero no dejaba de volver a las palabras que narraban el suceso, y más difícil todavía era apartar la mirada de la foto que encabezaba la primicia.
"Veterano astronauta muere en extrañas circunstancias"
El texto extendía la noticia de cómo el astronauta, ruso de nacimiento y nacionalizado estadounidense, había aparecido en el patio de su jardín, con síntomas que apuntaban a un suicidio. Jeremy conocía el nombre del astronauta, desde luego. Georgi había decidido olvidarlo todo, pero él no. Aunque lo más inquietante no era el texto de la noticia, era la foto. Esa sombra, que se extendía desde la pared. Ese zarcillo oscuro, oscuridad hecha tangible, que se alzaba sobre el suelo y cubría el cuello del difunto héroe.
Las sombras alrededor de Jeremy parecían cambiar a cada instante. Desde el roedor, un grueso tentáculo reptaba por el suelo para desaparecer el instante antes de contactar con el pobre hombre. En las paredes, pequeños ojos naranjas observaban al loco. Y Jeremy les plantaba cara. Con su mano diestra alcanzó la herramienta, su compañero inseparable, y lo apuntó hacia la pared vacía.
Ya habían llegado. Jeremy lo sabía. Sin el conocimiento de que estaban condenados, esas criaturas buscarían incesantemente la Tríada para destruirla. Era cuestión de tiempo que llegaran. Bulck sabía que uno de los cubos permanecía oculto en lo profundo de una caverna, junto a un lago. Y que algún día vendrían a destruirlo. Y solo el Futuro sabe cuánto daño causarían en el proceso.
La luz de la farola se estremeció. Podía ser por la tormenta. Podía ser por la niebla o porque alguien paso frente a la ventana, cubriendo la luz que llegaba hasta Jeremy. Pero Jeremy sabía que era por otro motivo. Sabía todo lo que había pasado, y lo que pasaría. Alzó su herramienta y la activó.
Desde la punta del objeto la luz creció, haciéndose cada vez más intensa, más cegadora, más abrasadora. Cada rincón de la sala destartalada se iluminó, descubriendo todo detalle y cualquier cosa que se agazapara entre las sombras. Los tentáculos se agitaron, y las fauces se abrieron. Jeremy conocía la sensación, y no tenía miedo. Sabía que este momento llegaría, y se enfrentó a él. Se lanzó hacia las sombras, y se enfrentó a su enemigo.
Cuando el artefacto se desactivó, segundos después, las sombras volvieron a su posición habitual, escondidas de la luz del exterior que se filtraba entre las maderas húmedas que cubrían la ventana. Y la vida, en las calles de la ciudad, seguía ajena a lo que Jeremy sabía.
“Sombras”...
Raf da vueltas al ejemplar que tiene entre sus manos, incapaz de creer lo que sus ojos justo terminan de leer, en unas rápidas horas en que ha devorado ávidamente la obra de un autor que, realmente, no le dice nada y que, sin embargo...
Clive Owens.
Mira de nuevo la foto que la cubierta muestra de él y no puede evitar la sensación de que el rostro le resulta familiar, demasiado familiar. La locura en la que vive desde hace algún tiempo ha dado una vuelta de tuerca más, y el pobre indio acaba de presenciar atónito cómo su propio nombre y el del desgraciado Georgi coinciden con los de los protagonistas de una novela cuyo argumento despierta en él más recuerdos de esos que no es consciente de haber vivido y que, sin embargo, son… tan reales.
Georgi…
El funeral fue una rápida ceremonia, sin apenas asistentes y con escasez de representantes oficiales, en una clara declaración de intenciones. Bajo un cielo encapotado, amenazante, Raf observa las sombras que el féretro proyecta contra el suelo, mientras es portado hacia el hoyo. Las sombras. Al menos, ahora, podrás descansar…, desea Raf con toda su alma.
El regreso a casa tras la última despedida de su amigo, los pasos pesados sobre la acera, y el escaparate de un librería. Un libro que llama poderosamente su atención, sin saber por qué, y el incontenible impulso de entrar en la tienda, leer el resumen de la contraportada y comprarlo, inmediatamente.
“Sombras”.
Han pasado tres semanas desde entonces y, al fin, el indio se decide a teclear el nombre en el ordenador y espera los resultados de la búsqueda. Ha habido suerte y una dirección de e-mail aparece como modo de contacto. No tiene claro qué hacer, pero abre el cliente de correo y prepara un borrador:
Estimado sr. Owens.
Mi nombre es Shauri Ravmanujan. Quizás le resulte extraño...
Hala, dejo abierta la posibilidad de que Clive y Raf vuelvan a entrar en contacto, para poder contarse sus penas ;)
¡Nos vemos en los bares por Umbría! Ha sido un verdadero placer.
Escribir una novela es difícil. Enfrentarse al papel vacío, a la ausencia de ideas... El terror de todo escritor. Definir los personajes, darles profundidad y sentido en la historia... Difícil. Pero lo que Clive tenía que hacer ahora era infinitamente peor que cualquier novela que hubiera concebido anteriormente.
La pila de folios se acumulaba en la papelera, comienzos inconclusos de lo que trataba de ser una carta. Cualquiera de las opciones le parecía estúpida.
"No, Clive. Son coincidencias. Ya has pasado por esto". Recordaba el hospital psiquiátrico, la sala blanca y fría, el tratamiento de choque y el cóctel de medicamentos que le suministraron. Desde entonces, había vuelto a tener una vida "casi" normal. Siempre y cuando no se olvidara una toma de sus pastillas.
Todas las versiones de la carta habían pasado por sus manos. La de la negación. La de la confirmación de sus sospechas. La amistosa y la optimista. La pesimista. La de advertencia. No sabía con cual quedarse. Quizá no contestar a Shauri Ravmanujan fuera lo mejor. Olvidar lo que había leído, enterrarlo en lo más profundo de sus recuerdos, junto con todos los delirios que le atormentaban, y tratar de seguir con su vida.
"Esta vez no fallaremos"
El solo recuerdo de su tratamiento le producía escalofríos. El terror a la oscuridad, a las sombras que adoptaban formas grotescas y a los silencios a los que se veía sometido. Era imposible ocultarlo, no podía huir de aquello. Decidido, tomó el bolígrafo y se lanzó a un nuevo papel en blanco.
No estás solo.
Shauri, esta carta no surge de la locura, sino todo lo contrario. Hacía meses que no estaba tan lúcido como ahora. Tus sueños, mi novela, todo ello...
Minutos después y sin releer lo que acababa de escribir, sabiendo que el resultado sería descartarlo nuevamente, selló la carta. Le estampó el sello y rápidamente la depositó en el buzón más cercano.
"Hala, ya no hay vuelta atrás. Pronto nos veremos, Raf. Hasta entonces, no sigas el destino de Georgi."
Estimado Raf, que el escritor y el astronauta compartan la locura, que nos lo hará más llevadero. Eso si no se nos tragan las sombras en el camino.
Hasta la próxima!