Partida Rol por web

Tan pronto como el Conejo blanco salió corriendo pudieron ver una mancha roja que se iba derramando desde el castillo rojo por el valle. Quizás sí que necesitan despertar al Sombrerero con su propia medicina, un buen remedio en forma de acertijo. ¿Serían la primaveral diosa Ostara y la coqueta florecilla capaces de encontrar un enigma a la altura de impresionar al Sombrerero?

El conejo blanco la sobresaltó cuando irrumpió en la merienda llevando el agua que Camelia le había pedido. Cuando casi la ducha, estrechó la mirada y apretó los labios dedicándole al conejo una mirada severa, aunque el agua no la molestaba, era una cuestión de respeto a sus deidades.

Cuando Camelia se hidrató, tomó asiento en la mesa y escuchó atentamente lo que debían hacer. El tema era muy serio, y quizá tenía razón el conejo, y podían hacer reaccionar al Sombrerero con un acertijo.

La Diosa se quitó el tocado y lo colocó en la mesa, para poder hablar con su compañera.

- Muy bien Camelia, nos toca pensar un acertijo ingenioso para el Sombrerero. Que no sea muy complejo, nada de usar flora desconocida y términos florales complejos.

Por supuesto, la Primavera y las flores era el tema de ellas dos.

La flor le dedicó una coqueta caída de ojos al conejo cuando la salpicó con algunas gotitas de agua. 

—Muchas gracias, señor pompón esponjoso —dijo, estirándose todo lo largo que era su tallo—. Ahora estoy mucho mejor. Muy confortable. 

Soltó un gritito de impresión cuando el tocado se movió con ella y se recolocó al quedar sobre la mesa. Pero luego se quedó durante un par de segundos sin habla. ¡La diosa le estaba hablando directamente a ella! Eso era un gran honor, hasta el momento había sido ella la que parloteaba sin saber si Ostara la escuchaba o no. ¡Pero sí! ¡Hasta sabía su nombre! Se irguió y se hinchó un poquito su tallo con aquel detalle que alimentaba su orgullo. Por si era poco compartir viaje y merienda con su diosa, ahora también compartirían acertijo. Las otras flores iban a quedar boquiabiertas cuando se lo contase al regresar. Y vaya que se lo iba a contar, de eso no cabía duda. 

—Oh, un acertijo floral... —meditó—. Pero que no sea muy complejo. Mmmm... Las flores menos complejas son las margaritas, claro está. Tienen colores sencillos y sus pétalos son pequeños. Tampoco es que tengan mucha conversación. Y, sin embargo, hay quien cree que puede averiguar si el amor es correspondido mutilándolas. —Frunció los labios, con disgusto y su parpadeo se volvió algo triste—. Eso he oído, mi diosa, gente sin corazón que les arranca los pétalos para extraer de ellas la sabiduría del amor. Son casi tan crueles como los que soplan a los pobres dientes de león. Pero quizá podríamos usar algo así para el acertijo.

Estaba segura de que había hecho un gran aporte a la cuestión que tenían entre hojas, así que sonrió satisfecha y posó sus ojos sobre Ostara, a la espera de recibir algún tipo de felicitación. 

Lo que en un principio parecía una acolchada almohadilla de franjas coloridas dio una leve sacudida, revelando al gato con su sempiterna sonrisa. -Su Majestad, preciosa Camelia.- Saludó el gato de Chesire con una graciosa reverencia, antes de jugar con sus finos bigotillos.

-Que hermoso y cruel el destino de las margaritas, sin duda. Más incluso de las rosas, que brillan preciosas en ramos como promesa de amor, pero que al poco son olvidadas y desechadas, incluso antes que pierdan su fragante olor.- El gato pasó su peluda pata bajo un ojo, borrando una imaginaria lágrima. -Más queremos sacar al Sombrerero de su miseria, no hundirlo más en ella. ¿Quizás un acertijo más alegre? ¿O uno que nos haga soñar con claveles y camelias?-

Moviendo la cola una vez más, desapareció de donde estaba, para aparecer junto al tocado. -¿Conocen la leyenda de aquella que llaman Bella a las Once?- Y con estas últimas palabras, se desvaneció, dejando el recuerdo de su sonrisa.

Apoyó los codos sobre la mesa y miró a Camelia con media sonrisa. Siempre tan coqueta y dispuesta a que la miren, como todas sus flores, por supuesto, ella la quería tal cual era. Aunque a veces tuviera que ser severa, para que ninguna flor eclipsara a la mismísima creadora de la flora en tiempos primaverales.

Al hablar de las margaritas y los dientes de león, cerró los ojos y se llevó una mano al pecho, de horror, como si le doliese todos los recuerdos de cada mutilación, aunque no los hubiera visto, lo sentía en sus venas. - Oh no Camelia, nada de acertijos con las margaritas, aunque son las más famosas por esos delitos atroces...

En ese momento, apareció el gato de Chesire, y correspondió a la reverencia con un sutil movimiento de cabeza. Escuchó lo que oyó del gato, y asintió son solemnidad, ella tampoco quería entristecer al sombrerero. Pero ante la pregunta de la leyenda de la Bella a las Once, frunció el ceño, y vio como desaparecía tras haber hecho su aparición.

La diosa levantó una ceja y miró a Camelia. - Bella a las Once... Portulaca grandiflora, uhmmmm... no recuerdo ninguna leyenda. - Dijo pensativa, y frunció el ceño. Miró al cielo, pensando que definitivamente, se hacía mayor, para no recordar las historias de sus propias hijas y hermanas. - ¿A ti te ha contado la leyenda la Bella a las Once? ¿Sabes que tiene de peculiar esta flor? Es anual... y tiene un sin fin de apodos preciosos más.

A Camelia no le gustó que el gato le llevase la contraria y mientras el peludito hablaba, ella se limitó a mirarlo de forma desdeñosa, con los ojos entrecerrados, hasta que se esfumó tal y como había llegado. La pregunta que había dejado quedó flotando en el aire junto a su sonrisa maliciosa y la pequeña flor no le habría dado mayor importancia de no ser porque Ostara se interesó por ello.

Nunca había oído esa leyenda, ni conocía a la flor a la que hacía referencia. Nunca la había visto en el jardín ni en el tocado. En realidad, Camelia no había vivido tanto como creía, ni siquiera una estación completa. Pero no iba a reconocerlo, no, no, eso no era posible. No podía quedar como una ignorante delante de su diosa. Así que se encogió de hojas y asintió, haciendo oscilar sus pétalos con gracilidad.

—Claro que conozco a esa flor —aseguró—. Y su leyenda, claro, claro. Todas la sabemos. Pero, mi diosa, no es tan interesante en realidad. Creo que ese gato intenta confundirnos. —Se dio unos toquecitos con una hoja en el labio y sonrió al encontrar el modo de esquivar aquella cuestión—. ¡Ah, ya sé! Creo que en lugar de hacer un acertijo sobre una única flor deberíamos hacerlo sobre todas ellas. Sobre la Primavera en persona. —Sonrió, con dulzura y admiración—. Sobre ti, mi diosa.

Ostara prestó atención a Camelia, al decirle que sí se sabía la leyenda, esperó a que se lo contara. Sin embargo no pensó que Chesire les estuviera mintiendo, así que alzó la mirada hacia donde anteriormente estaba el felino y torció los labios pensativa, luego parpadeó extrañada.

La vocecita de la flor llamó su atención y regresó su mirada rápidamente a su compañera. Para su sorpresa, ofreció un acertijo sobre ella, entonces la Diosa mostró una amplia sonrisa, contagiada por ella.

- Oh... ¿Sobre mí? ¿Tú crees? ¿No es quizá, demasiado evidente? Bueno a lo mejor sí... si lo hacemos con ingenio... - De nuevo se acentuó en su rostro ese gesto pensativo, solo que ahora con cierto ánimo. Ostara no era especialmente vanidosa, pero si le gustaba ser el centro de atención, al menos cuando le tocaba su fecha.

- Entonces analicemos cómo soy y qué traigo. Soy la diosa de la primavera, como lo fue Brigid, diosa celta del fuego, el hogar, la poesía... También soy la diosa de las flores y la fertilidad. También del amanecer, los comienzos. - Subió un dedo a su barbilla mientras miraba hacia arriba, y dio toquecitos sobre su labio inferior.

La sonrisa de Camelia se amplió enorme al ver que a Ostara le había gustado su idea y pareció crecer un centímetro más de tanto como se irguió. 

—♪ Oh, sí, oh, sí ♫, la primavera va a venir ♫ —canturreó, contenta.

Pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo se calló y se puso digna. Una flor tan importante como ella no debería comportarse tan a la ligera, por feliz que estuviera. Carraspeó un poquito y se centró en la importantísima tarea que tenían entre hojas.

—Los comienzos, eso suena bien —señaló—. Eres el comienzo de las estaciones, como la aurora es el comienzo del día. Por ahí podemos ir, sí. Y cuando llegas el mundo se tiñe de colores preciosos. Eso también pasa cuando amanece y el cielo se pone tan bonito, con esos rojos y rosas y naranjas. —Suspiró, soñadora—. Me gustan esos colores, me parece que podríamos usar esa comparación. Con algo de poesía, claro.  

Alegre Mally paseaba por las mesas y llegó andando hasta sendas bellezas. Ambas desprendían una fragancia singular que en absoluto se podía disimular.  

- ¡Vaya qué rincón más hermoso! Aquí podría hacer reposo -dijo sentándose sobre una taza del revés, de florecitas y estilo Francés-. A ver si lo adivinan, ¿qué no hace una golondrina?

Y se habría quedado atenta a la respuesta, si no fuese hora de la siesta. Un ronquidito dio paso a otros, ni abrir podía los ojos. 

El canturreo de la flor, hizo que Ostara sonriera ampliamente y meneara la cabeza contenta. Le valía el aliento y la gracia de sus flores, para que a ella se le subiera el ánimo de inmediato.

Pero por supuesto, Camelia era discreta y no tardó en volverse mas comedida, aunque por supuesto se dio cuenta de como aquellos halagos, había hecho engrandecer a la flor.

Miró a Camelia asintiendo con la cabeza cuando comenzó a enumerar de alguna manera, lo que traía la primavera, los comienzos. Estrechó los ojos pensativa. - Los  colores del cielo, cierto es... Habría que matizar, pero sí, tienes razón, con algo de poesía quedaría perfecto.

De pronto Mally la lirona buscó un hueco entre ellas para echarse una siesta, no sin antes soltar una de sus elocuencias, lo que hizo que la diosa la mirara a cabeza ladeada.

- ¿Qué no hace una golondrina? Pues el verano. - Esa era fácil. Miró a Mally, mientras se quedaba dormida en la tacita, y luego miró a Camelia, levantando las cejas.

Camelia sonreía, contenta, viendo que a la diosa le gustaban sus ideas. Más aún al darse cuenta de que ya tenían una base para su acertijo. Quedaba hacer un poquito de magia y estaría listo relisto. 

Contempló a la lirona cuando hizo su aparición y se rio suavemente, escondiendo sus labios detrás de la punta de una hoja. Le gustaba cómo hablaba en verso ese animal peludito. Lo que no le gustó tanto fue ver que se quedaba dormida. ¿Se había aburrido con ellas? ¡Si acababa de llegar!

—Hmpf. Qué desfachatez —protestó, cruzando las hojas por delante del tallo—. Dormirse así después de hacerle una pregunta a una diosa. —Y a una flor tan importante como ella, claro está. Aún así, a pesar de la indignación, respondió a la pregunta, mirando a Ostara—. Lo que no hacen las golondrinas es echar raíces. Por eso no paran quietas, siempre de un lado para otro. 

A ella le parecía una respuesta evidente. Esos pájaros nunca podrían sentir el placer de tener las raíces bien metiditas en una tierra cálida y sabrosa.

—Pero escuchar a la pomponcita era sugerente, mi diosa. Tenemos que hablar como ella en nuestro acertijo, ¿qué te parece?

Los labios de Ostara se fruncieron de forma algo severa cuando Camelia juzgó a la pequeña lirona por dormirse. - No ha sido elegante, cierto es, pero no debes tener prejuicios sobre los seres de este lugar, Camelia, todas las flores son hermosas. - Era su forma de expresar que no debían menospreciar a ningún ser vivo, -en este caso a Mally por dormirse- como la diosa hacía con sus propias flores.

Luego sonrió con suavidad ante la apreciación de las golondrinas. - Claro, pero el dicho dice que la golondrina no hace el verano. De todos modos dejemos los comentarios de Mally para sus ensoñaciones, y sí, estoy de acuerdo en adoptar su prosa. Bien, ¿Qué tenemos hasta ahora? - Preguntó, mientras acomodaba su trasero en el asiento y con ello, su largo vestido. - Los colores rojo, rosa y naranja. El amanecer, y cuando realizo el brunch de Primavera donde damos la bienvenida a la estación primaveral, la floración y la recogida de los huevos de Pascua. Primavera también es antes del verano, de ahí las golondrinas.

Claro que Ostara debía aparentar que amaba a todas las flores y todos los seres por igual, pero la caprichosa flor tenía más que claro que no era así, que no todas las flores eran igual de hermosas. Ella misma era un ejemplo de excelencia floral, muy lejos de la categoría de un cardo o cualquier florecilla silvestre, tan sosas y sencillas. Pero no podía, ni quería, llevarle la contraria a la diosa, así que agachó la cabeza y aceptó la reprimenda como no lo habría hecho si llegase de cualquier otra criatura del mundo.

¡Pero el acertijo! ¡Eso era lo fundamental! Le dio algunas vueltas a los puntos que Ostara enumeraba y trató de poner algo de orden en sus ideas.

—Oh, vamos a ver... —Enderezó su tallo y preparó su voz para declamar—. Al florecer... —empezó y se cortó a sí misma—. No, no, eso no. No podemos hablar de florecer, sería demasiado evidente. Hmmm... Ya sé. Nueve lunas han danzado esperando su legado. Y cuando la tierra se cubre de rubor ella aparece llena de esplendor. ¿Algo así? Pero falta algo, sí, a ver... —Se quedó un momento callada y de repente se iluminó y siguió hablando—. Pero no podrás ir a la piscina hasta que llegue la golondrina.

Ahí sí sonrió, satisfecha de sí misma, y contempló con expectación a la diosa, ansiando alguna felicitación de su parte.

Cuando la flor comenzó a recitar como quedaría el poema, Ostara comenzó a mirarla. Cuando iba por la mitad, alzó la mirada al fondo, prestando mejor su oído de esa manera, llegando incluso a estrechar la mirada mientras entrelazaba los dedos de sus manos sobre la mesa.Al final del poema, la diosa esbozó una amplia sonrisa. - ¡Está genial, Camelia! Que inteligente eres... - La halagó de forma seria, tras regresar su mirada a su flor.

Torció los labios pensativa. - Veamos qué tal suena... - Aclaró su garganta y entonó de nuevo el poema completo, haciendo pequeños arreglos.

Nueve lunas han danzado
esperando su legado.
Cuando la tierra se cubre de rubor,
aparece llena de esplendor.
Pero no podrás ir a la piscina
hasta que llegue la golondrina.

Al terminar sonrió de nuevo. - Creo que le falta algo, yo podría dar un toque pero la verdad es que está perfecto. Si te parece lo pdemos dejar así, o para hacerlo algo más difícil, quitamos el primer párrafo.

Cuando la tierra se cubre de rubor,
aparece llena de esplendor.
Pero no podrás ir a la piscina
hasta que llegue la golondrina.

- ¿Qué te parece? Lo cierto es que de las dos formas está bien. - Pregunto estirando el cuello esperando la aprobación de Camelia. - ¿Quieres ser tu la que lo recite? Yo soy la protagonista al fin y al cabo. - Le concedía a su flor el protagonismo de la escena, para que todos la viesen y apreciasen.

Los halagos de la diosa surtieron en la flor el mismo efecto que si la estuvieran iluminando los rayos del sol después de una lluvia gratificante. Su tallo se estiró y se hinchó con orgullo, los pétalos extendidos en todo su esplendor y un rubor sonrosado tiñendo sus mejillas. El acertijo recitado por Ostara sonaba divino, literalmente, y Camelia suspiró con arrobo cuando terminó. 

—Por favor, dale ese toque del que hablas —pidió, deseosa de escuchar a qué se refería—, estoy segura de que así quedará aún mejor. 

Y con la oferta de ser ella quien declamase el acertijo ya hasta se le rizaron un poquito las puntitas de las hojas de puro placer. Pero asintió con dignidad. 

—Yo lo declamaré en tu honor, mi diosa. La versión larga o la corta, la que te guste más.

Estaba decidida a hacer un buen papel. No... ¡el mejor! Todos los invitados escucharían sobre la grandeza de Ostara de sus labios. ¡Por favor! ¡Las otras flores iban a desfallecer de envidia cuando regresaran y se lo contase!

Las flores eran el orgullo de Ostara. Sin la diosa, ninguna de ellas existiría y viceversa. Debía cuidar de todas ellas con mimo, pues sin ellas a su lado, la Primavera solo sería lluvia y prados verdes. El orgullo y la honra era patente en Camelia y eso hizo sonreír a la diosa como lo haría una madre orgullosa.

- Uhmmm... de acuerdo. Veamos qué tal así:

Nueve lunas han danzado
esperando su legado.
Cuando la tierra se cubre de rubor,
aparece llena de esplendor.
Se visten de alegres colores,
refrescando parques y salones.
Pero no podrás ir a la piscina
hasta que llegue la golondrina.

- Esa es la versión larga, la corta sería:

Cuando la tierra se cubre de rubor,
aparece llena de esplendor.
Pero no podrás ir a la piscina
hasta que llegue la golondrina.

- Si dejas mi añadido, queda mejor largo aunque son mas pistas. Corto o largo. Lo dejo a tu elección. - Y extendiendo un dedo, acarició la punta de uno de los pétalos de Camelia, de forma breve, como si la peinase.

Camelia se lo pensó un poco, se tomaba muy en serio la responsabilidad de escoger qué versión del acertijo le regalarían al Sombrerero, pero al final se decidió y asintió. 

—La versión larga entonces será la que recitaré. Es más fácil de adivinar, pero creo que la disfrutarán más. 

Sus pétalos se estiraron al sentir la caricia, alargándola un poquito más. Empezaba a sentirse expectante e impaciente porque llegase su gran momento. Estaba convencidísima de que habían hecho un acertijo genialísimo.