Partida Rol por web

Frank se inyecta la vacuna y parece recuperarse de la mordedura zombie.

Ocho personas llegan al hospital...

- Oh, buenas noches. - Dijo Patrick con una sonrisa. - Me agrada volver a encontrarme con caras conocidas. - Miró a Saul y asintió. - Veo que te has mantenido con vida como me dijiste. ¿Has encontrado lo que buscabas? -

Patrick miró a los demás sonriente, y se presentó a los que no conocía.

- Soy Patrick Steel. ¿Qué tal lo lleváis? -

Mi cara va tornando de la ilusión más grande al odio más profundo mientras van entrando todos los supervivientes que han llegado al hospital -¿Padre? ¿donde estás?

Cuando todos terminan de entrar comienzo a dar órdenes, como ya es habitual en mí, con la idea de organizar el lugar y de dar lo que se merece a cada uno de ellos.

Miranda, te quiero al lado de Frank todo el tiempo, cuidándole de forma constante. Eres el único médico del lugar, deberías tener suministros suficientes aquí y confío plenamente en tus cualidades como médico -digo a Miguel Miranda.

Carlos, ven aquí hermanito -digo acercándome al crío, masajeándole la cabeza y plantándole un beso en la frente mientras me lo llevo a la zona donde están Miranda, Esteban, Calen, Elena y Frank.

Me alegro mucho de veros chicos, espero que vuestra misión haya sido fructífera. Gracias por todo Lee -saludo a mis compañeros mientras les hago un gesto para que se acerquen.

A vosotros no os conozco de nada, no se si fiarme de vosotros o largaros de aquí cuanto antes -continúo muy seria mirando a Esther, Pablo y Patrick -pero me alegro de que esteis vivos. Sólo deciros que aquí no tenemos suministros para todos, somos demasiados.

Por último miro a Roberto llena de odio -creo que te dije que te mataría si volvía a verte. ¿Alguien tiene pruebas de la inocencia de este sujeto? No quiero que nadie muera, Roberto, ¿tienes algo que decir?

Uh, oh.

¿Dónde te acabas de meter, Patrick?

- Estem... parece que tenéis cosas que tratar. Yo me voy caminando al parque con tranquilidad mientras aquí debatís quién es más malo o quién tiene más ovarios. - Dijo el ex-soldado sonriente. - Pero aquí tampoco estaréis mucho tiempo seguros, os lo puedo garantizar. -

Miró a Frank, ahora serio.

- Por cierto, tio, te están buscando por allí. Creo que el helicoptero ha venido con alguna peña a buscarte y quieren llevarte de vuelta a algún sitio. De esas vueltas que no regresas, no sé si me entendéis. Así que, te sugiero que tengas cuidado con quién te juntas, por que ya me he cargado a dos de ellos, pero hay tres más por aquí.-

Patrick sacó un papelito del bolsillo.

- Bueno, bueno, aquí hay cinco números, y yo me he cargado a dos, uno en la armería y otro en el centro comercial. Por cierto, no vayáis allí por que los he volado. -

¿Qué? -miro sorprendida a Patrick -¿porque coño los has volado? ¿a que te dedicas tu? Pero gracias por matar a esos hombres, Frank es amigo mío y no puede morir. Dinos, ¿como son? ¿sabes algo del parque? -concluyo mirando al soldado tratando de recomponerme

- Bueno, los he volado por que era necesario, y los hombres esos... ¿cómo son? Pues están hechos pulpa, yo qué sé como son. Uno se llamaba Matt, el otro ni me acuerdo, pero hay tres más, tres más que están infiltrados entre los supervivientes y no me gustaría descubrir que aquí hay alguno de ellos por que en ese caso también tendré que matarle. -

Patrick miró a Frank.

- Me da igual que él sea tu amigo o lo que pollas sea, la verdad es que no estoy aquí por él, sino por esos que me han disparado cuando me acerqué a la explanada. Por cierto, tampoco vayáis allí, no hay helicoptero ni nada. Al parecer, los ha dejado y ha salido volando. -

-Bueno, bueno bueno, pero mira cuánta gente hay por aquí. -Digo mirando a mi alrededor- Algunas caras conocidas, aunque la mayoría no.

-Pero buenos ojos te vean, Claire -le digo mirándole fijamente a los ojos -gracias por esperarnos en el colegio, ¿no podías aguantar ni medio día? Veo que sigues igual de mandona que siempre, la diferencia es que parece que aquí alguien te hace caso. -le digo mientras me sonrio -Siento ser yo el que te traiga malas noticias, pero encontramos a tu padre en el taller y nos lo llevamos al colegio para que se reuniese contigo, rompiendo nuestros planes, y resulta que no estabas allí. Me gustaría que me explicases por qué no estabas allí esperándonos como dijiste -Espero unos segundos para ver su reacción y sigo escupiéndole la información -Antes de que digas nada, voy a acabar. Justo antes de encaminarnos hacia aquí, donde sabíamos que estabas gracias a Leo, el único que se dignó a esperarnos, nos atacó un grupo de zombies y desgracidamente no pudimos hacer nada por ayudar a tu padre, éramos pocos en número, tal vez si hubieses estado allí como deberías, él habría salido de allí con vida. Parecía un buen hombre, así que lo lamento mucho por él...

Veo que entre nosotros hay un doctor, no nos vendría mal sus conocimientos para ayudar con la herida de Saúl. -¿He oído que hay un médico entre nosotros? Necesitamos ayuda con una herida en la pierna de Saúl.

No puedo evitar fijarme en el tío que está discutiendo con Claire, en parte me alegra que alguien más que yo le diga las cosas claras. Su información me parece interesante a la par que desconcertante. No sé muy bien de qué habla, pero puedo sospecharlo, me gustaría obtener algo más de información al respecto. Le miro y le pregunto -¿Qué es exactamente eso de lo que hablas sobre un cinco nombres y un papelito? 

-Por cierto, me presento a todos los presentes, llamadme Serpiente.

Asiento a las palabras de Serpiente y cuando termina me dirijo a Claire.

- Lo siento Claire. Tu padre estaba ansioso por verte, pero no pudo esquivar el ataque de los dos zombies que se lanzaron a por el.

- No muy bien, Patrick, estoy jodido, uno de esos zombies me mordió en la pierna y esperaba encontrar algo que pudiese ayudarme en el hospital, espero que una cura, sino tocara pegarse un tiro para evitar ser una amenaza para el resto. Voy a hablar con el doctor, ya me contaras al detalle que es eso de la lista, que ya veo que no has perdido el tiempo en estos días – termino para dirigirme hasta donde se encuentra el doctor Miguel Miranda.

- Doctor, soy Saúl usted llego al centro comercial justo cuando yo lo abandonaba creo recordar. Necesito su ayuda, ¿conoce alguna cura para el virus zombie? – pregunto dejándole ver la herida.
 

- Jooooder... ¿qué te han infectado los podridos? - Dijo Patrick sorprendido. - Pues verás, no creo que tengamos problemas con eso. -

Miró a Frank.

- Tu sabes hacer antídotos, ¿no? Algo tienes que saber, así que, amigo, ¿si te traigo cosas de este hospital, podrías intentar fabricar unas vacunas para Saul y para los demás infectados? He volado la armeria con un mechero y el centro comercial con una linterna, así que supongo que se me da bien encontrar cosas. ¿Qué me dices? -

Escucho a hablar a Patrick, frustrada en parte por sus rudos modales y divertida por el ego de este hombre que se dedica a cazar a gente porque le dispararon.

Sin embargo antes de responder Serpiente comienza a difamar sobre mí, a lanzarme cosas a la cara que me dejan estupefacta. Me apresuro a responderle pero cuando habla sobre mi padre me atraganto y rompo a llorar. Después de todo, después de tantos días, de tanto buscarle, de preocuparse por la vida de otros, de todo lo que había hecho, después de tanto su padre había muerto. Y ese hombre, ese al que había llamado compañero encima es capaz de culparla por la muerte de su padre, muerte que ellos no han evitado después de que yo protegiera a Carlos cuando él lo dejó solo.

Cabrón, cabrón -susurro al principio subiendo poco a poco el volumen hasta acabar gritando -cabrón, ¡hijo de puta! ¡eres un puto cerdo! ¡gilipollas! ¡vine aquí arriesgando mi puta vida para conseguiros comida porque en el colegio no quedaba! ¡guardamos raciones para vosotros para que no murieseis de hambre! ¡has dejado morir a mi padre y encima te atreves a culparme por ello! -le grito mientras me lanzo a por él y comienzo a golpearle el pecho como una niña tonta hasta que me quedo sin fuerzas y caigo al suelo.

Nada importa ya, lo he perdido todo, los he perdido a todos -digo entre sollozos tenues hasta que finalmente me calmo de forma brusca- sólo quedo yo.

Me enjuago las lágrimas con el dorso de mi mano mientras miro con odio a Serpiente. Llevo mi mano a la cintura, donde guardo mis armas, y me debato entre la mortífera escopeta y mi fiel palo de golf. Finalmente me decido por el segundo y lo desenfundo, apuntando a Serpiente con él.

Tu no puedes darme lecciones, cerdo manipulado. Dejaste a Carlos sólo, engañándole, le dijiste que irías a por él al centro comercial y tuvimos que ir nosotros en tu búsqueda, encontrándote en el colegio muy lejos del lugar en que habías quedado con él -proclamo mirándolo fríamente, midiendo cada una de mis palabras -él podría haber muerto perfectamente, sólo e indefenso. Por suerte Leo y yo estuvimos allí para ayudarle, donde tu no estabas. Tus palabras contradicen tus actos cabrón, mi padre ha muerto por preocuparme por el bienestar de una víbora como tu, de una serpiente cuyas palabras y actos están envenenadas. No me volverá a ocurrir. Te enseñaré de lo que soy capaz de hacer -concluyo cogiendo con fuerza el palo de golf, con las dos manos y cargando con él.

Doy un fuerte golpe en la cara de mi sorprendida víctima que cae al suelo indefensa. Pero no me detengo. Me dejo llevar por el odio, la pérdida, la traición y, como no, por la culpa. Golpeo repetidamente la espalda, el cráneo y el rostro del hombre, manchando de sangre mi arma, mi torso e incluso mi rostro, en el proceso. Pero no puedo parar. El cuerpo sin vida del hombre yace en el suelo, totalmente destrozado, con el rostro deformado y roto por los numerosos golpes. Y finalmente me detengo.

Las chicas tienen familia y son felices, se fian de los demás y se preocupan por ellos. Yo era una chica. Tu me has convertido en una superviviente, me has roto en pedazos el corazón, cerdo egoísta, y me has hecho ver que en el fondo sólo os importáis vosotros mismos. Tu has hecho que ya no sea una chica inocente. Me has convertido en una hija de puta, como tú. Espero que veas de lo que soy capaz, cabrón, y lo tengas en cuenta la próxima vez que oses enfrentarte a mí y tratar de hacerme daño -amenazo a Serpiente mientras le señalo el cadáver de Roberto como muestra de lo que soy capaz de hacer.

Patrick no se lo pensó.

Estoy asqueado de muertes por la cara...

Sacó su pistola, apuntó a la cabeza de Claire y disparó.

- Ahora, dejad de mataros entre vosotros, y hacedme caso. Hay gente que nos mata por doquier, y vosotros estáis peleando entre vosotros por una estupidez. - Dijo Patrick. - Salgamos de aquí y después, os arregláis. No quiero más problemas, ¿entendido? Vamos a buscar una cura para Saul. -

Leo trata de ir a consolar a Claire cuando, sorpresivamente, esta estalla en un estado de irracional furia. Con su palo de golf arremete una y otra vez contra Roberto, desfigurándolo por completo. Unas gotas de sangre llegan a salpicar el rostro de Leo, quien apenas se percata, absorto de la macabra escena que esta teniendo lugar en el hospital.

Mira a Claire. Pareciera que cada golpe, cada movimiento de lo que una vez fuera un simple palo de golf, perdurara eternamente en el tiempo hasta que, en unos instantaneos segundos, encontrara como destino el rostro de Roberto.

Cambia de plano. Ahora observa a Roberto. Como su cuerpo inerte no ofrece resistencia alguna al castigo impartido por la muchacha. Reprimenda que continua a pesar de que hacía varios segundos que la vida de aquella persona había sido sesgada. Claire seguía golpeando el cadáver, como si se tratar de una autómata a la cual hubiera que encontrarle el interruptor de "Apagado".

Leo abre sus ojos tanto como la situación le permite. Levanta los brazos. Los vuelve a bajar. Se lleva una mano a la boca, como un niño lo haría al ser escuchado por sus padres decir una grosería. Vuelve a levantar los brazos. Se agarra la cabeza. Mira a cada uno de los allí presentes tratando de encontrar una explicación.

Conmocionado, se acerca a Claire. Le toma la mano con la cual empuña el palo de golf. Se lo quita de la mano. La abraza por un costado y la conduce a una camilla, donde la hace sentar. Parecieran ambos ser ajenos a los que sucedía. Personalmente Leo se sentía como si estuviera viendo y viviendo todo desde arriba. Ni siquiera le salía una sola palabra. Su estado parecía ser como el de unos de los seres de fuera.