Partida Rol por web

La última vez que vio a Luska fue antes de traernos aquí, por lo que eso significaba que debía ser más o menos en la misma fecha en la que la vimos nosotros. Por supuesto, le conté que no le había venido. Después de todo, ella aún no sabía que vivíamos aquí...

En cuanto a los planes de Nara, asentí con la cabeza mientras le escuchaba.

—De momento tenemos camas para... unas 10 personas —añadí—. No creo que haga falta hacer otro refugio. Aunque la idea de mejorar el taller sí me gusta más —tras añadir aquello, miré a Gaspar—. Creo que Clemente te va a dar bastante trabajo.

Tenía curiosidad por saber en qué había pensado cuando Gaspar le había dicho lo de los carros de guerra. Sería buena idea preparar el taller para lo que fuera que pensaba traernos.

—Anton, hoy será mejor que descanses con Made —les dije al hombre—. Nosotros nos encargamos de las tareas del día. Tú recupera energías, que seguro que ha sido un largo viaje... y Made necesitará descansar.

Estaba súper de acuerdo con la idea de que Nara fuera a cazar. En cuanto a Gaspar y a mí...

—Entonces, ¿le damos un remiendo al taller, don Juan~?

Sonreí divertida, y le di una palmada en la espalda a nuestro compañero.

Pasáis el resto de la tarde planeando qué hacer en los días siguientes: Nara saldrá de caza y los demás ayudaréis con el taller.

Antón y Made se acuestan pronto, en una de las camas de la izquierda. Made parece estar hipnotizada con Sunhee, y aunque ni sonríe ni habla, tenéis la sensación de que le gusta. Una vez en la cama, la niña la mira desde allá arriba, creyendo ser invisible.

Los tres salís fuera del refugio cuando ya es noche cerrada, una última ojeada al perímetro antes de repartir las rondas. El cielo está nublado, no se ven estrellas, ni ninguna luz. Una leve neblina empieza a levantarse entre los arbustos del bosque. Hace frío.

En ese momento de quietud, en plena oscuridad, notáis un escalofrío, una corriente de aire, y un ruido sibilante. Si miráis hacia arriba podréis ver una enorme mole blanca, gigantesca, como una montaña, o un alud, como una nube redondeada, esponjosa, pasar sobre las copas de los árboles a gran velocidad sin apenas hacer ruido.

No sois capaces de adivinar qué es, pero es algo fabricado por el hombre, ya que habéis distinguido algún armazón metálico. Ha sido sólo un segundo, ya no está, y os miráis temiendo haberlo imaginado todo. El ruido al rozar las ramas más altas os confirma que es real. Un ruido que se va incrementando, a la vez que alejando, podríais trazar exactamente su trayectoria.

Segundos después un fuerte estruendo seguido de una gran llamarada os confirman su fatal final. Al otro lado del valle, en la ladera opuesta a la vuestra. Allí ha caído. No hay más fuego, ni más ruido. De nuevo silencio, quietud y oscuridad.

El lugar del impacto está a unos 3km, algo menos de una hora caminando a buen ritmo. Hay que bajar al valle y volver a subir, a través del bosque.

Me despido de Rut y Clemente con una gran sonrisa que no puedo ocultar y la expectativa que que vuelvan pronto. La visita de el Alguacil fue mucho mejor de lo que esperaba. Siempre es una buena noticia que venga a Hoke, pero esta vez adrmás traía grandes planes y buena compañía.

- Estoy de acuerdo con acondicionar el taller, pero luego me gustaría que despejemos el camino. No veo la hora de ver qué nos envía Clemente. La comida es siempre prioridad, claro. - luego miro a Antón, creo que se lo ve algo mejor que cuando llegó - Antón ¿a ti que te gustaría hacer?

Algo más tarde salimos a tomar un poco de aire, es entonces cuando ocurre la cosa más inesperada y extraña. Un objeto rarísimo para por el cielo, se prende fuego y cae apenas unos kilómetros lejos nuestro.

- ¿Qué demonios fue eso? Creo que tendríamos que ir a ver. Alguien puede necesitar ayuda.

En cuanto esa cosa voladora aparece en el cielo y se estrella, me erizo como un gato y salgo corriendo a por mi arco. Escucho a mi espalda que Gaspar dice algo de ir a mirar, pero ya estoy en marcha a recoger mi arco. Al llegar al refugio, aviso a Antón: Ha ocurrido algo, algo enorme volaba y se ha estrellado cerca de aquí. Vamos a mirar. Estate alerta. Hablo bajo para no asustar a Made.

Llego otra vez corriendo a donde estaban mis amigos, acelerada: He avisado a Antón. ¡Vamos!

Les miro sin paciencia y llena de energía y me lanzo hacia delante esperando que me sigan.

Aquello hizo que me estremeciera. Primero, ¿qué era ese extraño objeto volador? Nunca había visto nada igual en mi vida, y... hacía mucho ruido; y, segundo, el estruendo y la llamarada no auguraba nada bueno.

—Esperad, chicos —dije en cuanto vi a Gaspar y a Nara apresurarse por ir hacia allí​​ ​​​, luego bajé el tono de voz para que no nos escuchara Made—. Con ese ruido, seguro que ha atraído a todos los zombies que hayan cerca. ¡Debemos tener cuidado! 

Pero, por supuesto, había que investigarlo. Si alguien había sobrevivido a aquello, necesitaría ayuda seguro. Y si nadie había sobrevivido, tal vez pudiéramos recoger suministros o cosas importantes que nos ayudaran para el refugio. 

Una vez decidido ir, y tras advertirle a Antón que protegiera bien a Made y al refugio, porque obviamente Made no iba a venir con nosotros, me lancé a la carrera con mis compañeros. Cualquier segundo era importante, porque... 

—No creo que hayamos sido los únicos en verlo... 

Si habían humanos cerca, irían allí también. Ya no sólo debíamos tener cuidado de los zombies, sino también de posibles bandidos, saqueadores, Fráteres o a saber qué tipo de personas... 

Antón se queda con Made, quien ya duerme, y "vigilando el fuerte".

La noche es fría y al estar el cielo nublado ni hay estrellas ni luna, por lo que la oscuridad es muy intensa. El camino que desciende hasta la carretera lo conocéis bien y lo hacéis sin problemas. Es el otro tramo, el de subida, atravesando arbustos y bosque denso, el que os cuesta más.

La oscuridad era una ventaja y... también una enorme desventaja. No podríamos ver a los zombies hasta que estuvieran cerca, aunque ellos tampoco podrían vernos a nosotros. Por lo tanto, lo idea era estar muy alerta a cualquier cosa que pudiéramos escuchar.

El camino tampoco era fácil, pero la adrenalina del momento impedía que pudiéramos parar ni un sólo segundo a pensar en el cansancio que sentíamos. Debíamos llegar antes de que fuera tarde.

—Debemos pensar un plan —dije, sin dejar de andar—. Creo que cuando lleguemos, y si hay muchos zombies, alguien debería adelantarse para ver si realmente merece la pena correr el riesgo. Yo me puedo encargar de eso —luego sonreí, como para quitarle hierro al asunto—. Ningún zombie me verá, ¡qué os apostáis!

Ir los tres juntos podría ser un suicidio. Moverse en sigilo es fácil si sólo se trata de una persona; sin embargo, cuando se tratan de tres a la vez, es casi imposible...

El camino es agotador. Propongo que vayamos todos tomados de una misma soga para no perdernos. El plan de Sunhee me parece bueno- Mientras te adelantas Nara podría cubrirte con el arco mientras yo cuido su espalda. - Digo mientras apresuro el paso. Agradezco que salieramos hacia el lugar de inmediato, llegaremos antes que la mayoría de los zombis y casi seguro que ningún humano está más cerca que nosotros.

Avanzáis despacio, con cautela, observando bien a vuestro alrededor y tratando de no hacer ningún ruido. Por el camino no os encontráis con ningún zombi, sólo hay árboles y oscuridad. Pronto dais con los primeros restos, unas chapas, y cada vez más árboles partidos.

Llegáis a lo que parece un coche o similar, sin ruedas, una cabina aplastada, pero no hay nadie en su interior. Un poco más adelante hay un hombre, tirado en el suelo, ensangrentado. Respira, pero está muy herido. Más allá veis una lona enorme, blanca, que cubre una amplia extensión de árboles. Otro amasijo de metal se mezcla con ramas, tierra y olor a combustible. Otro cuerpo de una chica, también está viva, pero inconsciente.

Registráis bien el lugar en torno a vosotros, el artefacto es enorme y cientos de cosas han quedado esparcidas en varias hectáreas. Hay unos cuatro amasijos de hierros en total, como coches pequeños, como cabinas, una estructura metálica, una tela extensísima, y sólo dos ocupantes. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?

No parecen frateres. La mujer lleva un gorro algo peculiar y un abrigo de cuero. El hombre, de pelo castaño y corto, parece fuerte, y viste un chaleco verde y vaqueros. Recogéis muchas cosas, objetos que os parecen valiosos, y a los dos heridos. También hay combustible, pero no podéis cargar con él.

Ambos jóvenes heridos respiran, están vivos, pero inconscientes. Parecen fuertes y sanos. No despiertan en ningún momento, no hablan, no se mueven. Podéis cargar con ellos, Gaspar puede con el chico y entre las dos podéis con la chica, que es más menuda. Además podéis cargar las cosas que consideráis más útiles y valiosas en ese momento.

Sabéis que cuanto más tiempo esteis aquí más peligroso se volverá el lugar.

Caminamos sin parar aproximadamente una hora y ¡el plan funcionó! No hay ni un zombi y nadie más ha llegado aun. El lugar en donde cayó el extraño artefacto es un verdadero espectáculo de cosas desparramadas, hierros y tela. Algo más alejado de esa especie de cabina hay un hombre y poco más allá una mujer. Están malheridos he inconcientes. Junto algunas cosas a las apuradas y pongo especial atención en la mecánica del aparato, trato de imaginar cómo funciona maravilla como esa. Sin embargo pronto salgo de mi asombro. El tiempo aprieta, esto estará lleno de podridos de un momento a otro.

Cargo con el hombre y desando el camino. Llego al refugio exhausto pero la situació aún es urgente. Pongo al hombre en una cama y lo rebiso a conciencia, cada palmo, en busca de armas o lo que sea que tenga. He aprendido a no confiar en los deconocidos por las malas. Hago lo mismo con la chica. Quiero ayudar a los heridos pero me doy cuenta de que no es algo que se solucione limpiando las mangueras, enderezando un eje o reemplazando la batería, así que decido hacerme a un lado.

- Antón, ¿puedes ayudar a estas personas? Estàn heridas y no tengo idea de qué hacer por ellos. - Tal vez el hombre sea el mejor preparado de nosotros. Luego hablo a mis compañeras, especialmente a Sunhee - Los fráteres nos enseñaron que no se puede confiar en cualquiera. Cuando despierten las preguntas las hacemos nosotros, no respo demos hasta no saber quienes son, de dónde vienen, qué hacen aquí y qué es ese aparato en el que cayeron. Por su puesto que ni una palabra sobre del plan de Clemente, ni los fráteres ni nada. - Mi deseo es ayudarlos pero debemos ser muy precabidos.

Todo había pasado tan rápido! Corrimos al lugar del accidente, y todo era fuego, hierros, objetos esparcidos por todas partes... Por un momento me quedé en shock. Había dos personas heridas, las vi al llegar. Mientras mis amigos corrían a ver si estaban vivos, me centré en asegurar el perímetro y cubrirnos las espaldas. Con el arco cargado, hice una ronda atenta pero siempre cerca de mis dos amigos. De vez en cuando encontraba algún objeto útil tirado, que me metía en los bolsillos. Pequeños tesoros como si de un naufragio de un barco se tratara y yo estuviera en una isla desde hace mucho.

No podíamos retrasarnos mucho allí, por lo que cargamos con los dos heridos al refugio lo antes posible. Así evitaríamos encuentros desagradables (zombis o no).

Aquella chica pesaba lo suyo, pero tenía que ser fuerte por Sunhee, que era menuda. ¡Y Gaspar cargando con el chico él solo! 

Al llegar al refugio me centré de nuevo en asegurarme de que nada ni nadie nos seguía. Volví dentro y preparé unas gasas con agua limpia.

En cuanto pude me dirigí a mis amigos y mis nuevos dos compañeros (Made y Antón): Gaspar tiene razón, hay que tener cuidado. Ya no podemos fiarnos. ¿Quienes serán?

Escribo aquí porque no tengo permiso para la escena 3 ;)

¡Es que no m'a dao tiempo! DIOS MIO xD