Ryan se puso en pie de inmediato, y empezó a moverse en la habitación, inquieto. Cuando Frank continuo el interrogatorio, el golpeo la mesa con la palma de la mano.
¿Que espera? ¡Responda a la pregunta! dijo en tono serio, antes de darle tiempo a responder. Lo miro fijo unos instantes, y luego retrocedió hasta apoyar la espalda contra la pared, los brazos cruzados, mirando fijo la nuca del enano, y logrando ver las caras de sus compañeros agentes.
Zoddert estaba muy ausente desde que había vuelto del hospital. Se le notaba como cohibido por alguna razón. Celarian confiaba en él más que en Jefferson y Raynor. Eran buenos agentes, pero solían hacer suposiciones demasiado básicas y precipitadas. Zoddert en cambio solía vivir mucho más intensamente el caso. Pero en esos momentos parecía que no iba con él. ¿Qué le estaría pasando?
La agente Vaamar tenía que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde. Si querían resolver el caso esa misma mañana, necesitaba que todos dieran el cien por cien de su capacidad y desde luego en esos momentos Zoddert no estaba ni al veinte por ciento. La elfa agarró su teléfono móvil y comenzó a teclear y cuando hubo confeccionado el mensaje se lo envió al agente Everton.
Mensaje de texto De Vaamar: Para: Zoddert.
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- Póngase tranquilo, humano... - Le dijo Finwë a Raynor con una sonrisa en los labios. - No importa que alce la voz. ¿Está usted nervioso? ¿No folla lo suficiente? Aquí dentro no se folla demasiado... ¿Sabe? Igual si un día le meten a usted en chirona puedo desvirgar su culito de oficial de policía. - Comenzó a reír a carcajadas.
-Deje de andarse por las ramas y responda a la maldita pregunta, liliputiense -le espetó Jefferson al delincuente enano, de mala gana-. Estamos haciendo nuestro puto trabajo y espero por su bien que colabore con nosotros. Tenemos un caso por resolver y, teniéndole a usted aquí, estoy viendo todo lo que necesitamos para cerrarlo: un culpable, un móvil, ausencia de coartadas... Usted decide, señor Brock. Puede colaborar con nosotros y salir de la cárcel dentro de un par de años por apalizar elfos, o puede quedarse aquí cumpliendo cuatro cadenas perpetuas.
- No se ponga así, señor... - Hizo una pausa, como tratando de recordar el nombre de aquel agente. - De los tres ninguno se ha presentado... - Dijo ignorando por completo a la cuarta agente allí presente, la agente Vaamar, quien si se había presentado por su nombre. - ¿Cual de ustedes es el poli bueno? El humano y el orco del sombrero parecen los malos y el otro orco... - Soltó una risita entrecortada. - No parece muy espabilado. ¿Está vivo? Aún no ha hablado. - Se encogió de hombros. - ¡Bueno, vamos a centrarnos! ¿Estamos hablando del caso del asesino de elfos? ¿Creen que Nimwë lo hizo? ¡Ese maricón no podría matar ni a una mosca! - Soltó de nuevo una carcajada.
-Señor Jefferson -indicó el orco, de forma cortante-. Sí, hablamos del Caso del Asesino de Elfos. ¿Por qué dice que Eldren Nimwë no sería capaz de matar ni a una mosca? Parece que le conoce bastante más que nosotros. Adelante, ilústrenos.
- Un placer señor Jefferson... - Le dijo el recluso. - Pero no, no le conozco. No le conozco más que por las noticias. Eldren Nimwë debería ser pasto de los peces. Es un maricón, como todos los de su calaña. Los maricas son peligrosos, más si son orejas picudas, pero el trabajo que realizó el asesino de elfos es muy bueno. Eldren los habría envenenado o hubiera empleado otra técnica rastrera de maricona. No fue él. - Afirmó rotundamente. - Si esa basura picuda llega a la alcaldía... ¡Quemo Nueva York! - Soltó una carcajada. - Mejor destruido que en manos de un elfo...
Jefferson escuchó las palabras del enano y se mantuvo pensativo. Brock consideraba que Nimwë habría sido incapaz de asesinar a aquellos cuatro elfos manchándose las manos. Y en cierto modo, el orco tuvo el pensamiento de que llevaba razón. Si Nimwë había llevado a cabo los asesinatos con algún tipo de fin político, lo habría hecho sin mancharse las manos, quizá usando a un sicario que matase por él. Al fin y al cabo, era un político. No podría arriesgarse a que lo detuvieran.
Aquellas palabras de Finwë Brock, unidas a lo mencionado por el guardia de seguridad de la sede de la Asociación del Pueblo Élfico, le hicieron pensar en otra posibilidad, aunque no diría nada por el momento. Quería estar seguro de que Nimwë no era el asesino al que buscaban.
-Si no es Eldren Nimwë, ¿quién cree que fue, señor Brock? ¿Un humano, un elfo? -quiso saber Jefferson, más relajado, esbozando una fea y colmilluda sonrisa. Tenía una hipótesis, aunque quería conocer la opinión de aquel criminal, aparentemente ajeno al caso-. Porque no creo que fuera usted. Ni tampoco un enano. Y, sin embargo, parece que ha seguido con detenimiento el trabajo del asesino de elfos.
Finwë frunció el ceño tras el último comentario del orco. Parecía que aquello le había descolocado. Se llevó la mano al mentón acariciando su verde barba e inclinó la cabeza hacia un lado y después hacia otro, como tratando de encontrarle sentido a lo que acababa de escuchar. Tardó unos cuantos segundos en reaccionar, pero entonces volvió a hablar.
- ¿Cómo es eso de que no cree que haya sido cometido por un enano? - Le preguntó con aparente interés. - ¿Por que cree eso, señor Jefferson?
- Porque todos los enanos son unos completos incompetentes en el campo de la sutileza. - Intervino de súbito Celarian. - Un trabajo tan digamos... "exquisito", no puedo haberlo hecho un enano. Sin duda es cosa de un elfo. De un elfo desequilibrado mentalmente, pero de un elfo al fin y al cabo. - La agente Vaamar sonrió. - De ser un enano ya le habríamos atrapado. Creame señor Brock, entre mi raza y la suya hay un abismo en cuanto a inteligencia.
Si no conseguía captar la atención de aquel enano tras aquellas palabras, ya no lo haría. Había sacado toda la artillería. Primero había infravalorado a la raza enana, poniéndola a la altura del betún y luego había alagado a la suya propia, como si se trataran de los seres más inteligentes de todo el planeta. Aquello tenía sin duda, que sacar de sus casillas a aquel enano orgulloso de su linaje. De lo contrario, la agente Vaamar se podía ponerse en pie y marcharse del lugar. Miró entonces a sus tres compañeros y les hizo un gesto tratado de que apoyaran su teoría.
- ¡Pero serás zorra! - El enano se abalanzó sobre la mesa y de no ser porque estaba engrilletado a la mesa sin duda hubiera alcanzado a la agente elfa. - ¡Qué cojones estás diciendo, mala puta! - Y entonces escupió alcanzando la chaqueta de la agente Vaamar. - ¿Y si he sido yo? ¿Y si me he cargado yo a esos putos elfos? ¿Cómo te quedarías? ¡Hija de una puta y un maricón!
Jefferson tenía a Brock justo donde quería, y las palabras de la agente Vaamar habían sido más que apropiadas para llevar al enano hasta ese punto. Había un detalle, un único detalle que marcaría la diferencia entre un Finwë Brock inocente y uno culpable.
-No ha sido usted, señor Brock -declaró el orco, con una sonrisa, volviendo a mostrarse tranquilo-. Ni usted ni ningún otro eneno. Si usted ha sido el asesino de elfos, sólo respóndame a una pregunta: ¿Cómo? ¿Con qué tipo de arma lo hizo?
- ¡Con un jodido machete! - Respondió el enano con los ojos inyectados en sangre y casi echando espuma por la boca. - ¡Me los cargué a los cuatro con mi machete! - Entonces comenzó a reír de forma enloquecida. - ¡Si señores, están ustedes ante el puto asesino de elfos! - Y continuó con sus carcajadas, hasta tal extremo que empezaba a faltarle el aire y su rostro se puso tan colorado como un tomate.
Jefferson rió, divertido, por las palabras del enano, aunque intentó serenarse de inmediato. Después, dirigió una mirada a sus tres compañeros.
-Creo que ya lo tenemos, ¿no? -le preguntó a los otros agentes-. ¿O queréis hacerle alguna pregunta más? -El orco se giró hacia Finwë y añadió en un tono sorprendentemente cordial-: Gracias por su colaboración, señor Brock. Le mandaré una cesta de Navidad el próximo año.
- ¿Qué cojones significa eso? - Internivo entonces aquel desquiciado enano. - ¡Quiero hacer una confesión! - Exclamó terriblemente enfadado. - ¡Fui yo, yo maté a los putos elfos! - Entonces comenzó a reñir de forma enloquecida, como lo haría el típico malo de película de serie b. - ¿Me han oído? - Rió a carcajadas. - ¡Soy el asesino! ¡Yo los maté!
Ryan negó con la cabeza, no creía que pudiera ser el verdadero asesino, solo estaba fanfarroneando. Incluso su forzada confesión le parecía inadecuada
Es mentira, Vaamar, no tiene la capacidad. Y además no fueron muertos con un machete. Este enano esta hecho de humo. Ni siquiera sabe como fueron realizadas las muertes
Celarian Vaamar negó con la cabeza. El espectáculo que estaba dando aquel enano era dantesco. Era evidente que algo no funcionaba muy bien en su cabeza. Iba a pasar algunos años encerrado, pero cuando saliera de nuevo a la calle, era más que posible que volviera a delinquir y esa vez podía acabar cometido algún homicidio.
No obstante, dado su comportamiento y su claro desequilibrio mental, sumado a que parecía bastante estúpido a la par que rudo, no acababa de dar el perfil del sospechoso que buscaban. Celarian no veía en Brock el sutil y astuto asesino que buscaban. Aquella entrevista había sido una perdida de tiempo.
La pregunta de Jefferson había sido clave. Un machete no era el tipo de arma que buscaban, al menos en principio, porque podía ser un machete extremadamente afilado. Había visto heridas muy limpias con ese tipo de arma. Quizás lo podrían consultar con los forenses, pero aún así, seguía sin cuadrarle.
- Por mi parte, creo que no necesito escuchar nada más... - Dijo la elfa poniéndose en pie. - Buenos dias, señor Brock... - Le dijo dándole la espalda y agarrando su chaqueta.
-Por mi parte, tampoco necesito escuchar más -afirmó el detective orco, incorporándose y caminando en dirección a la puerta-. Le agradezco su colaboración, señor Brock.
- ¡Yo soy el asesino! - Gritó el enano. - ¡Yo los maté! - Soltó una demencial carcajada. - ¡Los maté a todos y seguiré matando si me soltáis!
Celarian suspiró mientras miraba a sus compañeros. Había perdido toda la tarde del día anterior para conseguir aquel sospechoso. Nadie se lo podía tomar en serio. Era tan evidente que aquel enano estaba loco y que no debía regresar a la sociedad, como el hecho de que él no podía ser el asesino del caso que tenían entre manos.
La elfa salió de la habitación seguida por Zoddert, quien no había dicho nada desde que entraran en la sala de interrogatorio. Quizás ya se lo oliera. Al fin y al cabo, ese agente era un ser muy intuitivo, que sabía moverse entre los delincuentes. Pese a todo Celarian sabía que algo más le pasaba.
También lo sospechaban Raynor y Jefferson. El segundo había sido quien había llevado el peso del interrogatorio. Apoyado por la elfa y el humano, habían acabado por sacar de sus casillas a quien en un principio se había mostrado como un ser bastante frío y calculador, pero que a la postre, había resultado ser un maníaco con pocas luces en la cabeza.
Decepcionados tras aquel fallido interrogatorio, abandonaron aquellas dependencias tras entregar de nuevo sus pases al personal de la prisión y se encaminaron hacia el Departamento de Policía. Allí les esperaría McGee y habiendo conseguido únicamente perder el tiempo de nuevo, sin duda alguna el caso sería traspasado a homicidios. Habían fracasado de forma rotunda, eso era un hecho irrevocable.
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