Partida Rol por web

Los norteños dicen Luxur es un nido de víboras, brujería y corrupción,

donde tanto tu vida como tu alma corren peligro a cada segundo que pasas allí.

Los estigios ven esta ciudad como la mas lujosa y civilizada ciudad del mundo.

Sus ciudadanos viven felices y los soberanos envueltos en seda y oro.

Lo que pocos saben es que ambos tienen razón.

Hay quien dice que volver a casa siempre es agradable, pero para ti, era una sensación agridulce.

El aroma de las especias, los perfumes y el sudor se mezclaba en aquellas calles tostadas al sol y secadas por el polvo del desierto. Todo era tal cual lo recordabas. Los mismos edificios, los mismos colores. Las palmeras de la ciudad daban dátiles en aquella época y los mendigos se apresuraban en recogerlos. Aun así, algo había cambiado, o tal vez fueses tu mismo.

Hacía ya cinco largos años que habías partido de Luxur. Los amos y maestros que te instruyeron en las artes arcanas y el domino de la mente sobre el cuerpo cada vez se estaban volviendo mas oscuros y siniestros. La insistencia de ellos a que realizaras ciertos rituales impíos y la presión para unirse a las cábalas mas osccuras te desalentaba demasiado como para seguir con ellos, pero sin duda, lo mejor de haber dejado aquel lugar era la libertad. Aprender por tus propios medios no era fácil, pero aun así, podías trazar tu propio camino sin que te manipularan.

Sabías que no ibas a poder encontrar alojamiento en Luxur. Cada uno de los albergues y posadas estaba abarrotado, al igal que la propia ciudad. Tenías que tener mucho cuidado para no chocar con la gente que iba de un sitio a otro. Familias enteras vagaban por la ciudad

Desconcertado, y sin saber que hacer a continuación, volviste a leer aquella nota, el idioma era arcaico, un dialecto estigio hablado hace cientos de años que ya nadie usaba, pero aun así, lo entendías perfectamente.

 

La hora del esplendor a vuelto. Los falsos reyes han caído y todos los que los apoyaban han sufrido la ira de Set y rinden cuenta por su alma ante los dioses.

El poder de la sangre auténtica reina ahora sobre Estigia, y todo aquel que desee salvar su alma debe reconocer su verdad.

La ira de Set caerá sobre aquel que no se incline ante su nueva soberana, la reina Akivasha, antes de la Luna Nueva.

Aquella carta había llegado a mucha gente por lo que podías ver. Caravanas entraban día y noche en la ciudad y estaba a rebosar. Familias, campesinos, artesanos y sabios, todos por igual en una larga peregrinación, se agolpaban en los templos de la ciudad que ya no daban mas cabida a nadie.

Como habían conseguido encontrarte no era importante, ni siquiera lo era que se acordaran de ti después de haber abandonado el culto. Si lo que decía aquella carta era cierto, nada podía ser mas importante.

Estabas perdido en la ciudad sin saber a donde ir o que hacer. Ya no conocías a nadie allí, al menos, a nadie que te tuviese en estima, pero debías volver. No te preocupaba mucho tu espíritu, pero que una princesa de mas de 3000 años regresara de su tumba, no pasaba todos los días.

 Mientras evitaba una vez más chocar con la gente, trataba de pensar en cual debía de ser mi siguiente paso: Estaba claro que no pensaba acudir a los sacerdotes de Seth en busca de consejo y guía, no era ningún estúpido. Las únicas otras opciones que se me ocurrian era pedir ayuda a alguien del Culto a Skelos que viviese en la ciudad, aunque no se como sería recibido después de haberlo abandonado, así que era reticente a tomar esa vía; la otra era buscar la ayuda de algún sacerdote de Ibis, la mejor opción, pero completamente inviable, ya que el culto a la diosa enemiga de Seth estaba prohibido en Estigia, pero estaba seguro de que alguno se hubiera enterado de lo que pasaba, o incluso pueda que, al igual que yo, hubiera recibido la misteriosa nota, y estaría seguramente aquí, en busca de respuestas, al igual que yo.

 Si la reina Akivasha había decidido volver, habría que detenerla, no es que me importase demasiado el mundo, pero tampoco quería que una bruja vampira provocara su fin. Además, después de todo, apostaría a que no querría vivo a un hechicero que no estaba dispuesto a servirla y postrarse ante ella.

 Al final me decanté por buscar la taberna más concurrida de la ciudad y acudir a ella, era el mejor lugar para escuchar historias y rumores, ideal para descubrir novedades, además era mi única opción, por el momento.

 Mientras la busco, recuerdo que en mi bolsa solo me quedan 7 monedas de plata en la bolsa, lo que significa que tendré que buscar algún tipo de trabajo para costearme un alojamiento, comida y ahorrar algo, ya que necesito fondos para costear mis viajes y mis investigaciones en la búsqueda de conjuros nuevos y en los mitos de Atlantis, para profundizar en la búsqueda del Anillo Del Fénix.

 Pero lo primero es lo primero, mientras logro encontrar la taberna, gracias a las indicaciones de un vendedor ambulante, un establecimiento llamado El Escorpión De Jade, un lugar grande y acogedor, donde se reúnen todos los viajeros y aventureros. El lugar es un hervidero, lleno de gente por todas partes, aunque finalmente logro encontrar un lugar en la barra, que está atendida por una madura, aunque todavía hermosa tabernera, la dueña, sin duda, por su manera de moverse y como se dirigen a ella los parroquianos:

 - Hola, mi señor, ¿en que puedo serviros?.

La miro, con una sonrisa seductora, que siempre me ha venido bien para sacar información a las mujeres y le pregunté, con tono agradable:

 - Saludos, hermosa dama, quería saber, si me lo permitieseis, las nuevas de interés en la ciudad.

 Ella me miró de buenas maneras, si jugaba bien mis cartas, puede que no solo sacase información, si no también alojamiento gratis. Después de todo ella no estaba nada mal, llevaba tiempo sin estar con una mujer y nunca había estado en la cama con una mujer estigia.

 - Bueno, han venido un gran número de gente, debido, por lo que he entendido, una serie de mensajes adjudicados a la mismísima reina Akivasha. - Puedo notar que se estremece al pronunciar el nombre. - ¿Estáis aquí por lo mismo?.

Asiento con la cabeza, con una sonrisa amistosa, ya que no veo nada malo en admitir que soy uno más de muchos otros, ya que será la mejor manera de que un extranjero haga preguntas sin levantar sospechas:

 - Si, así es, aunque me temo que no quedan alojamientos libres en la ciudad.

 La mujer me lanzó entonces una sonrisa insinuante:

 - Bueno, eso se puede arreglar, yo soy Neris, dueña de este establecimiento, ¿Y tu eres...?. - Me pregunta mientras me ofrece la mano para estrechármela.

 Yo se la cojo y le beso el dorso,, causándole un ligero estremecimiento, mientras me mira con mal disimulado deseo, mientras le respondo con un tono seductor:

 - Soy Tsabrak, a tu servicio.

 Definitivamente, el alojamiento no parecía que fuera a ser un problema, después de todo. Seguí mirándole a los ojos y le pregunté amistosamente:

 - ¿Y hay alguna otra novedad en la ciudad?.

La posadera hablaba cordialmente contigo, en una mezcla perfecta entre elegancia y seducción típica de las mujeres de estigia que han decidido abrirse un hueco en el mundo. Cuando le preguntaste por los rumores de la ciudad, entornó un poco la vista y se acarició la barbilla, como si recordara algo interesante.

-Bueno, la verdad es que... Uno de los esclavos siervos del local, un tipo rapado que vestía solo un taparrabo de lino blanco, chocó con ella mientras trataba de servir unas jarras de una cerveza fuerte.

La verdad es que ahora no tengo tiempo de hablar. Los negocios son los negocios. Su voz profunda y cálida te cautivaba a cada palabra, como obligándote a seguir escuchándola. Si quieres pasar la noche aquí, son dos monedas por la última habitación que me queda. Solo plata, no acepto nada de cobre.

Dicho eso se volvió a continuar con sus negocios, sirviendo bebida y comida a los clientes que podían pagarlo.

Decepcionado y algo frustrado, no supiste muy bien que hacer, todo el mundo parecía estar a sus asuntos, con pocas ganas de atender a extraños. además, tu aspecto te delataba como un médico, arquitecto, o sacerdote, así que nadie quería ensuciarse las manos en aquel lugar con gente que podría ser poderosa, o tener contactos importantes.

Aquel era un local de gente sencilla. Con dinero, pero sencilla. Comerciantes, algún señor de la villas pequeñas y artesanos con algo de éxito. Algunos llevaban puñales en su cinto, pero nadie llevaba armas en Luxur mas allá de eso, al menos, no a la vista.

Algo desorientado buscaste un sitio donde sentarte y pensar cual sería tu próximo movimiento, pero a mitad de camino, alguien se interpuso, entre tu y el montón de almohadones duros que descansaban en un rincón junto una pipa de fumar. Era un estigio alto, de cuerpo fornido. Tenía el cabello recogido bajo un turbante de seda blanco y llevaba un faldín típico de las regiones del este de Luxur, una camisa de lino sin mangas y un chaleco de cuero endurecido.

Su mirada era severa y dura, cargada de rencor y posiblemente bastante alcohol dado al olor que desprendía al hablar.

-Eh! mirad, aquí tenemos a otro de esos Sacerdotes de La Sangre y el Hielo. El tipo se acercó intimidatoriamente hacia ti hasta ponerse muy cerca, con sus ojos clavados en los tuyos, acentuando el espeso olor dulzón del jugo fermentado que bebía. Te sacaba media cabeza de altura, y varios quilos de músculo de ventaja, pero parecía que nadie había prestado atención a su exivición.

Sabes, en Pteinn ya estamos hartos de vosotros, os creéis que podéis dominarlo todo a vuestro paso y coger lo que se os antoja, pero ahora no veo a toda tu cohorte. Sonrió. Tendría que destriparte aquí mismo... Acabar todo esto de una vez, matándoos a todos.

Que los dioses se apiaden de vuestras almas podridas y llenas de gusanos.

Dicho eso se queda muy cerca de ti, desafiante, valanceándose un poco por la bebida, pero parece no querer dar ningún paso hasta que no vea tu respuesta. Al rededor, se ha hecho el silencio y la gente trata de apartarse lo mas posible. Unos miran curiosos o asustados y otros esconden las narices en sus asuntos mientras cae la tormenta.

 Observé al hombre en silencio, observando su evidente estado de embriaguez. No era de los que escondía la cabeza, pero tampoco quería causarle molestias a Necis, como iniciar una pelea en su local, ya que podía necesitar ese cuarto.

 Incliné la cabeza, mientras le miraba con una mirada de falsa curiosidad, a la vez que le dije, con tono neutro:

 - No se quienes son esos que dices y no me importa, pero una cosa es segura, si intentas hacer algo, más te vale que no falles... Porque te aseguro de que no te gustaría lo que haría a continuación.

 Di un paso al frente, mientras mi mano acariciaba mi arma en el cinturón, mientras una sonrisa lobuna se dibujaba en mi cara, como si estuviera deseando que intentara cumplir su amenaza.

  Obviamente aquel tipo no había esperado que le hubiera plantado cara de la manera de lo hice, a juzgar por la expresión de su cara, que había adoptado una patética expresión de borracho asustadizo, y la manera en que, sin que se diera cuenta, dio un tambaleante paso hacia atrás: Seguramente esperaba que me acobardara yo, que me escabullera o solo sus dioses sabía el que. Decidí cambiar de aptitud, y le pregunté, muy amablemente, aunque manteniendo mi sonrisa lobuna, para que no pensara que me echaba hacia atrás en mi aptitud:

 - De todas formas, has logrado despertar mi curiosidad, amigo mio, ¿quienes son esos Sacerdotes de La Sangre y el Hielo?. ¿Algún culto nuevo que desconozco?.

 Por su nombre, me sonaba a la posibilidad de que estuviera relacionado con el tema de la carta que me había traído aquí, ya que sonaba muy propio de vampiros, pero decidí no revelar lo que sabía a este tipejo.

El hombre corpulento se retira unos pasos, vacilante, antes de dejarse caer en uno de los cojines sobre la alfombra. No es miedo lo que refleja su mirada errática, sino abatimiento.

-Si... Y harías bien en no acercarte a ellos. Yo ya no tengo nada que perder, y tu vida me importa bien poco, pero si te enfrentas a ellos será como entregársela en bandeja.

La cabeza le ocilaba de un lado a otro y pronto empezó a salirle una babilla de la comisura de los labios.

-Mi mujer... mi hermano... mis dos hijos... Los ojos vidriosos del alcohol y enrojecidos por el humo volvieron a destellar, ahora sin duda, de tristeza.

Se extendieron como una plaga. En todas las ciudades y pueblos ahora hay un cónclave de esos mamones. Nadie quiere hablar de ellos para no atraerlos. Cogen lo que quieren y matan a quien lo intenta impedir, o peor...

Un ligero espasmo sacudió al hombre, como un pequeño eructo reprimido, o un ataque de hipo. Un segundo después, cayó recostado sobre los cojines, inmóvil.

 Observo como el borrachín se queda fuera de combate, así que me agacho para tratar de despertarlo y que me dé más información:

 - ¡Oye, despierta!... - Le ordeno molesto, mientras pongo mi mano sobre su pecho, para sacudirle suavemente, pero con firmeza.

 Entonces me doy cuenta de que no respira, así que llevo mi mano a su cuello y noto que no tiene pulso.

 - Mierda de Set... - Pienso entre enfadado y intrigado. Está claro que podría tener problemas, si me descubren al lado de un fiambre, pero como parece que nadie se ha dado cuenta de nada, decido apartarme de él mientras digo, con tono normal, pero lo suficientemente alto como los que estén a nuestro lado nos oigan:

 - Está bien, duerme la mona, ya estoy harto de ti.

 Luego, procurando parecer indiferente, busco a la dueña del establecimiento y la llevo a un rincón aparte, para susurrarle:

 - Tenemos un problema, uno de tus clientes ha muerto.

 Mucho me equivoco o la dueña del local es el tipo de persona que está preparada para una contingencia de esto estilo: Saber deshacerse de cuerpos repentinos, que pueden traer problemas a ella y su local.

-Qué? Dijo sorprendida, alzando una ceja e inclinandose sobre la barra para acercarse más a ti. En voz baja, como tratanto de esconder un secreto te preguntó con los ojos muy abiertos.

-Sangre de Set... Qué ha pasado?

Unos segundos después le habías comentado ya lo ocurrido y cuando llegabas a la parte en la que hablabas de la Sangre y el Hielo, Necis te hizo callar con un gesto de mano, como tapándote los labios a un palmo de distancia.

-Necio...  No sabías muy bien si lo decía por el muerto o por ti. Su mirada estaba perturbada con el ceño fruncido y sus labios muy apretados*. Hay cosas que es mejor no decir en privado. Hazme un favor. Ve a la capilla de los Hombres-Cuervo. Con esto tendrías que tener suficiente. Dejó sobre la barra una moneda de plata pequeña, acuñada con la efigie de algún rey largo tiempo olvidado. Diles que estén en el callejón de atrás, cerca del río.

Necis fue con disimulo hasta otro camarero y le pidió que le ayudara con aquel asunto peliagudo. Ambos convencieron a los que estaban cerca que aquel hombre estaba demasiado borracho y se lo llevaron fuera en volandas por la puerta de atrás.

 Cogí la moneda de plata pequeña que Necis había dejado sobre la barra y me apresuré a hacer lo que me había pedido, buscando la capilla de los Hombres-Cuervo, preguntando y pidiendo indicaciones a la gente de la calle.

 Mientras iba de camino, mi mente era un hervidero de ideas, pensando en lo que aquel pobre borracho me había contado sobre ese culto, Los Sacerdotes de La Sangre y el Hielo, y como, según lo que parecía, le había costado la vida saber de su existencia... Aunque también cabía la posibilidad de que la causa de su muerte no tuviera nada que ver con aquello y solo hubiera sido por causas naturales o alguien más había estado furioso con él por cualquier cosas...

 Finalmente llegué a mi destino y solicité hablar con quien estuviera al cargo. Una vez que estuve ante su presencia, le hice una reverencia y le expliqué lo que había pasado:

 - Saludos, mi señor, verá, necesito de sus servicios, me han comunicado que hay un fallecido en el callejón de atrás de El Escorpión De Jade, cerca del río.

 Esperé con paciencia y cortesía a su respuesta, mientras la imagen del muerto volvía una vez más a mi mente.