Partida Rol por web

Con vosotros tenemos que tratar un poco aparte, mi señora. Como bien decís, no somos hábiles para combatir en el agua, pero nuestros barcos pueden causar problemas a seres acuáticos. Algunos de entre nosotros se sienten cómodos navegando por las aguas y están acostumbrados a luchar contra todo tipo de seres marinos.

En el tema de los Nagori, mi señora, la idea sería colaborar entre ustedes, nuestros elfos marinos y nuestros marineros para no dejar que escapen ni en el mar ni en la tierra. Aunque puede tardar un poco, pues ahora mismo traemos más bien lo justo para empezar con el asentamiento, intentaremos cuanto antes conseguir armas y armaduras para vuestra gente y luego podremos enfrentarnos a esos Nagori y liberar a los vuestros.

El golpe al escudo resonó con fuerza por todo el embarcadero, dejando claro que Ashan ut'Darei Doon no se había contenido al golpear… y sin embargo, apenas había logrado producirle algún daño, dejando claro que era tan resistente como nuestros mejores escudos a pesar de que su peso tan solo fuese una fracción del de estos. Y las dagas que nos dieron no se quedaban atrás… ligeras, bien equilibradas y como pudimos comprobar tras realizar unos cuantos cortes, extremadamente afiladas. Si todas sus armas y armaduras eran así...

Sorprendente...- dije, casi al mismo tiempo que la reina Nalahuel -Agradecemos vuestro regalo, y por supuesto, entendemos que tengáis que consultar todo esto con el resto de vuestra gente, también nosotros deberemos discutirlo… pero al menos, hemos plantado la semilla de una relación entre nuestras tribus. Pero antes de marcharos quedaos y comed un poco, seguro que tras vuestro viaje, os vendrá bien… y así podremos aprovechar para conocer algo más nuestros puebles- les dije, evitando mencionar cualquier acuerdo concreto y evitando el tema de ayudarles con nuestros guerreros, pues eran temas delicados que debían tratarse con el Alantín -Y no os preocupéis, reina Nalahuel, como os prometimos, os proporcionaremos tantas armas y armaduras como nos sea posible para que podáis defenderos de los nagori- le dije a la reina yarai, quien al parecer se había sentido algo excluida en la discusión, dejando claro que, sucediese lo que sucediese, los shaiel no pensaban abandonarlas

Nalahuel asintió a Loren cuando dijo que traían lo justo para asentarse.

Comprendo... Pero supongo que los nagori no esperan un ataque por tierra. Nuestros soldados podrían cubrir sus barcos desde el agua, y su gente podría acabar con ellos en tierra, donde se sienten más confiados.

Sonrió con bastante mala leche.

Eso podría 'relajarlos' una temporada, y sin duda mi gente vería a la suya con muchos mejores ojos de cara a que se pudiera pescar en nuestras aguas. Avanzó como una idea bastante... firme.

 Es agradable poder contar con nuevos y poderosos vecinos que prefieren la paz a la guerra. Comentó Theren. No suceden a menudo tales alegrías.

Afirmó a la reina de las sirenas. Yo también pienso que podría ser bueno atacarles cuando todavía no sepan que estamos aquí, pero la gobernadora no sé si preferirá priorizar la seguridad del asentamiento. Por eso digo que quizá haya que esperar un poco de tiempo, pero todo esto debemos tratarlo entre los miembros del Consejo. Si fuera por mí...

Me giro hacia Theren y le sonrío. Creo que siempre es mejor ir a casa de un amigo con quien negociar que intentar entrar por la fuerza para llevarte lo que no te pertenece.

A la última respuesta de Loren hizo que una de las mujeres tigre riera un poco, y comentase a una mujer pantera algo breve.

Alguien debería decirle eso a los oselle, creo que no se han enterado. Y a los nagori, y a unos cuantos más...

-Bien, parece que tenemos un plan. Había probado la comida, aunque sólo frugalmente. -Únicamente queda comentarlo con la gobernadora, pero una buena idea es una buena idea aunque provenga de humildes soldados como nosotros, y seguramente entre los tres nos pondremos de acuerdo.

Se levantó, haciendo una reverencia. -Creo que sólo queda retirarnos a nuestros dominios. Milady, milord, ha sido un verdadero placer, además de una productiva negociación. Os doy las gracias.

Sin duda, debemos agradecer a los Grandes Espíritus por eso- dije, asintiendo a las palabras de Theren, aunque las siguientes palabras de los recién llegados me hicieron mirarles con cierta suspicacia… aunque no lo demostré en mi rostro, claro está.

Por supuesto… es comprensible que tengáis que hablar todo esto con el resto de vuestra tribu- les dije -Esperaremos vuestra respuesta… y transmitid a vuestra… gobernadora nuestra invitación para que nos visite- añadí.

Lo cierto, es que las últimas palabras de ambos no me habían gustado, no por lo que dijeron, sino por lo que podían significar. En primero lugar por que, a juzgar por lo que había dicho el guerrero, parecía que la opción de entrar por la fuerza a apoderarse de lo que querían era algo que habían tenido en cuenta… y segundo por que el mago habló de marcharse ya, rechazando la oferta de quedarse para comer y conocer mejor nuestras tribus.

Tal vez solo sean imaginaciones mías… o tal vez tengan algo que ocultar- pensé. Por desgracia, no los conocía lo suficiente como para poder formarme una opinión al respecto. Sin embargo, lo mejor sería estar atento a cualquier pista que pudiesen darme al respecto.

Afirmo a Dornat mientras cojo otra pieza de fruta. He ido picando algunas cosas y la verdad es que estaba bastante bueno.

Entonces una idea empieza a abrirse paso en mi mente. Silverius, ¿crees que la gobernadora puede haberse tropezado con los nagori? Deberíamos ir a buscarla cuanto antes. Igual la reina sirena lady Nalahuel podría ayudarnos en ese sentido, ¿no crees?

No, no se ha encontrado con los nagori, al menos hasta ayer por la tarde. Respondió la reina, y todos la miraron. 

Hablé personalmente con la gobernadora Liliana Cassalanter, ayer por la mañana... Comentó para sorpresa de todos, mencionando su nombre aunque no se había dicho en la conversación. No lo dije antes porque quería asegurarme de que vuestras versiones coincidían. Dijo, restándole importancia. Han viajado al sur a través de nuestras aguas, prometiendo no pescar en ellas. Hay una playa en el sur de la bahía donde han detenido sus barcos y desembarcado gente, junto a un enorme río, esa información es de ayer por la tarde, pero imagino que seguirán allí.

Se encogió de hombros y siguió picoteando. La fruta era algo muy, muy exótico para las sirenas, así que daba buena cuenta de algunas.

Silverius parpadeó, dejando el melocotón que tenía en la boca a medio mordisco y mirando de nuevo a la Reina de la Sirenas como si fuese la primera vez. Se había vuelto a sentar, una vez comprobó que todavía había temas que tratar. Muy astuta. -Entiendo vuestros recelos así como la necesidad del secretismo. Espero que haber pasado esta prueba de confianza fortalezca aún más nuestros lazos- alcanzó a decir.

-Parece que nuestra intrépida líder ha encontrado un lugar adecuado para descansar de nuestra larga travesía, lord Stormbreaker. Parece que todos los vientos nos conducen a esa playa...

La confesión de la reina sirena me sorprende aunque intento no dejarlo traslucir. Por un momento dejo de comer lo que estaba comiendo pero luego doy otro mordisco mientras pienso.

Afirmo a Silverius. Si ese sitio además está donde dijimos, entre las tierras de los oselle y las de nuestros aliados digo mirando de reojo al carn cair, el sitio sería perfecto. A falta de verlo, claro. Y el saber esto ya nos dice dónde tenemos que ir en primer lugar para encontrarnos con la gobernadora.

Si, eso parece…- respondí, mirando con cierta confusión a Silverius y a Stormbreaker, pues parecía que, a pesar de sus palabras, no tenían prisa por irse, especialmente el mago, quien se había vuelto a sentar tras escuchar a la reina Nalahuel. Claro que tal vez eso fuese una costumbre habitual allí donde venían, o tal vez el hechizo del mago no traducía las palabras tan bien como había parecido en un inicio.

Aun así, al menos eso me permitió aprender algo más de ellos… como el hecho de que al parecer, ambos habían subestimado a la reina Nalahuel, pues ambos se habían detenido por un instante al escucharla, seguramente porque ninguno había esperado que conociese ya a su gobernadora.

Claro que al menos no parecen nerviosos...- pensé, lo cual quería decir que no debían de haber mentido en lo que nos habían estado contando.

En el lugar al que van sus compañeros habían habido humanos, hace tiempo, pero abandonaron la zona, no sé si por los Oselle o por otro motivo. Parece ser que son los mismos que ahora habitan sobre los acantilados del sureste de la bahía, pero resulta muy complicado comunicarse con ellos y no lo hemos hecho.

Será algo a tener en cuenta. Puede que la zona no sea rica en cuanto a recursos naturales, o quizá esté en un punto demasiado vulnerable... Habría que estudiarlo, pero saber de esos humanos puede ser interesante como otra facción con la que comerciar.

Miro el sol y el agua y luego a Silverius. Creo que ya deberíamos marcharnos, seguro que la gobernadora se está impacientando esperando nuestros informes.

Espero para saber la opinión del almirante antes de retirarnos, al fin y al cabo él es quién sabe cómo dirigir una embarcación.

-Vayamos pues, compañero. Milady, milord, disfruten de los presentes- se levantó esta vez para marcharse.

Mientras caminaban hacia el bote, se dirigió a su séquito -Proctor, mis botas se han puesto perdidas con tanta arena, habrá que darles un repasillo al volver al Emperador. Busque a alguien que se encargue. Y dígale a los remeros que se den un poco de brío, hemos tardado demasiado en llegar a esta playa. Al menos ha merecido la pena.

En ese caso, no deberían hacerla esperar- le dije a lord Stormbreaker -Que los Grandes Espiritus os proporcionen un retorno seguro… estaremos esperando noticias vuestras y de vuestra gobernadora- añadí, asintiendo a las palabras del Almirante Silverius, observando a ambos mientras se iban… y frunciendo el ceño al observar como se dirigía hacia los hombres que habían guiado la barca hasta la cueva.

Por fin llegamos a la barca y esta se hace al agua bien pronto. No estaría de más que las sirenas nos empujaran un poco, ¿verdad? comento a los marineros que reman con un guiño.

Observo nuestro barco y me pregunto cuánto esfuerzo requiere mover la barca, igual hacer esto no sería un mal entrenamiento físico.

En cualquier caso, dejo que ellos hagan su trabajo mientras voy pensando en todo lo sucedido asistiendo levemente para mí mismo en algunos momentos.