El rostro de Tressa se fue entristeciendo a medida que la Cassalanter avanzaba en su discurso. No era una tristeza propia como tal, sino con cierta empatía. Se hacía cargo de lo complicado que debía ser la posición que había venido a desempeñar esa mujer y de su falta de libertad si quiera para expresarse. Sin embargo, lo planteaba todo como algo más problemático de lo que podía llegar a ser. Tressa era demasiado joven, pero no estaba convencida del todo en que la estrategia de ella fuera la mejor. Posiblemente se debiese la su propia ignorancia.
- Entiendo lo que dice - musitó la joven - pero... por favor, no piense que trato de molestarla con esto, es solo que tiendo a buscar otras posibilidades. Primero de todo, tenga en cuenta que soy muy joven e ignoro demasiadas cosas. Pero... ¿Qué hay de su confianza en el resto? creo entender con sus palabras que nos pide confianza sin que usted confíe en nosotros. Quiero decir, me pide que siga así y que crea en usted y que sólo de esa forma usted podría acabar confiando en mí. ¿Me equivoco? A veces, es bueno ceder un poco.
Pero era algo más complicado que todo eso. No se trataba de la simple desconfianza. Empezaba de veras a empatizar con la gobernadora y, aunque no terminaba de saber si era algo agradable o no, sentía cierta cercanía que no había llegado a sentir en otro momento con la advenediza.
- Mi señora - dijo la chica mirando esta vez a los ojos de la gobernadora, con total seguridad en sí misma - con todos mis respetos. Tengo 19 años. Llevo toda mi vida volcada en el comercio y es lo que me apasiona. La vida es demasiado complicada de por sí como para dedicarte a algo que te haría profundamente infeliz, por lo que no tengo la más remota intención de dedicarme a gobernar. Sin embargo, permítame explicarle que he venido con un grupo medianamente grande y que a veces tengo que asumir el mando, así como también he liderado algunas expediciones hacia terrenos naturales - La chica se irguió orgullosa al hablar de su grupo - ese es todo el mando que pretendo tomar. No me queda más remedio que confiar en mis posibilidades si pretendo sobrevivir cuando explore esas selvas o esos terrenos y también confío plenamente en los que me acompañan, sus habilidades y su ingenio serán los que nos harán grandes. Y me refiero a la Compañía del Dragón.
Sin embargo, aquella parte de la conversación no había dejado indiferente a la muchacha. No estaba convencida de que sus palabras calmasen a la gobernadora a pesar de ser absolutamente sinceras. Era lo que tenía hablar con Liliana Cassalanter, ahora Tressa sabía que daba prácticamente igual lo que hiciera o dijera, no confiaría en ella. Y dudaba que en algún momento consiguiera esa confianza.
- No obstante - la chica optó por la sinceridad y cerró por un momento los ojos - no sé si ha sido una amenaza. Pero no me importa, la verdad, no me preocupa lo más mínimo. Estoy convencida de mis intenciones.
Otra cosa es que tú lo estés de mí - pensó ella, ahora ya con desconfianza.
- Y no es a veces - dijo finalmente - suelo ser bastante honesta siempre. Para decir una mentira prefiero callar. Soy demasiado expresiva, estoy convencida de que se me notaría. Sin embargo, hay cosas que no podría decir ni hacer por las implicaciones éticas que ello conlleva ¿me explico? No podría matar a alguien así por las buenas o no podría... no sé... traficar con personas. Pero ante esas situaciones, prefiero decir que no, simplemente. Esa siempre es una opción.
Tressa no hizo ninguna declaración sobre la negociación que habían mantenido. Aún no estaba convencida de lo apropiado de aquel trato. Ella prácticamente solo escuchó exigencias y peticiones... y no sacó nada en claro de todo aquello. Pero decididamente aquel no era el momento de hablar de ello. Ella se había acercado a la Cassalanter para intentar simplemente pasar un rato distendido, que pudiera desconectar de las largas sesiones de despacho y ¿porqué no? de conocerse un poco más, fuera de tratos, de negociaciones y de trabajo. Sin embargo, Liliana parecía llevarlo todo a ese terreno. Esa mujer parecía no desconectar o descansar nunca. Siempre alerta.
Lilianna mira a la muchacha frunciendo el ceño ligeramente, aunque no es enfado, hay más como un deje de confusión en ello.
- ¿Qué te ha hecho pensar que desconfío de ti, Tressa? -pregunta, confusa- No desconfío de ti más que de la mayoría... Vaya, reconozco tu capacidad y que podrías ser una rival peligrosa si quisieses, aunque eso no hace que desconfíe de ti. Creo que tus intenciones son honestas... Bueno, creo que se me entiende. -concluye el tema, finalmente.
Ante el asunto de la compañía del Dragón, ella no hace más que asentir varias veces, tanto lo de que la vida es corta para hacer algo que no te haga feliz como a lo de que hay que tener cierta confianza en los subordinados directos. Hay muchos detalles de su propia historia que no se han filtrado del todo, o, al menos, hacia el pueblo llano. Por tanto, Tressa no tiene por qué saber que Lilianna ha estado a la cabeza de un grupo durante cierto tiempo y que aún posteriormente la seguían tratando como una pseudo-líder, así que sabe bien de lo que habla.
- Cuando te amenace, estarás segura de que te he amenazado. -responde Cassalanter componiendo una sonrisa ligeramente lobuna, que fácilmente podría mandar un escalofrío por la espalda de la joven, dado que ese gesto sí resulta bastante intimidante, pero enseguida se relaja el tono de la sonrisa y queda algo más cordial y cercana.
Ante su aclaración final sobre su propia honestidad, Lilianna la mira, y finalmente suelta una pequeña risita y mira hacia la costa un instante, antes de volver a mirarla a ella.
- Perdona, Tressa, no quería ofenderte... Solo elegí mal el orden de las palabras. No quería decir que fueses honesta a veces, sino charlar a veces. -aclara- Aunque, lo que te estoy intentando hacer ver es lo complicado de acercarte a gente como yo. A mí me agradas, pero debes saber a lo que te expones. La vida de los nobles tiene mucho que ver con saber convencer, mentir, y cuándo están tratando de hacer una de esas contigo misma. Si de verdad uno tiene buenas intenciones, puede ser la mejor persona a la que te acerques... Pero si no, puede ser de lo más peligroso. -le indica tranquilamente- Espero no haberte asustado.
Con un gesto algo elegante, cubre un pequeño bostezo con el dorso de la mano y después le sonríe con cierta diversión.
- Los nobles también dormimos mal de vez en cuando. -bromea.
Tressa seguía mirando a Lilianna de aquella manera, con cierta empatía y tratando de ponerse en su lugar. Le resultaba bastante complicado, pues desconocía muchos factores acerca del papel de la gobernadora. Las cuidadosas palabras que empleaba la Cassalanter hacían que joven mirase en lo más profundo de su ser. Una sensación que últimamente le estaba resultando bastante familiar.
- A eso me refiero, mi señora - dijo la chica de forma respetuosa - no se trata de su confianza en mí, sino tal y como dice, en la mayoría. Me acaba de comentar que no es que desconfíe de mí más que de la mayoría, pero eso no deja más que entrever que desconfía de la gente. Confía en mi capacidad... pero no en mi persona. Pero es tan buen comienzo, como otro cualquiera ¿no? Le estoy agradecida.
La joven restaría importancia al asunto. Que Lilianna Cassalanter confiase en su capacidad como para que Tressa fuera un rival directo de la gobernadora era suficiente, aunque la chica aún no entendía las razones de esa deducción.
- No soy ninguna rival para usted - ella volvió a fijar su mirada en los ojos de Lilianna, rebosante de seguridad - en ningún sentido. Hemos elegido caminos bien distintos destinados a la colaboración, no a la competición. Lo único que yo deseo es ejercer mi oficio.
La mercader esperaba despejar posibles temores en la gobernadora acerca de su papel en la colonia. El afán de Tressa iba por otros derroteros bien distintos. Lo único que la chica buscaba era poder ejercer libremente su oficio, recrearse en la tensión de una negociación sobre un producto, ver las miradas de asombro de su clientela ante los objetos exóticos que esperaba vender y suplir las necesidades de la gente con algo de su tienda, incluso fingir que persigue a algún pillo que haya sustraído de su puesto algo de poco valor... Todo eso era arte para sus sentidos. Sin embargo, no pudo recrearse demasiado en ese sentimiento, pues la advenediza le habló de la amenaza.
Tressa enarcó las cejas con sorpresa. No esperaba aquella reacción ni aquella declaración. Pero por alguna razón, se sintió lo suficientemente segura como para permanecer al lado de la gobernadora, posiblemente el cambio en su gesto.
- Solo espero no tener que llegar a eso - dijo la chica.
Con esa declaración, los pensamientos de Tressa acerca de la desconfianza depositada en todo el mundo por parte de la gobernadora se hacía más evidente. Cerró los ojos despacio, como con resignación y cierta tristeza, aunque en seguida los volvió a abrir. ¿Un gobernador necesitaba la amenaza como herramienta para mantener a la gente... controlada? La chica, dentro de su ignorancia, creía que había otras formas. Negó con la cabeza ligeramente, para despejarse las ideas y seguir atendiendo al discurso de la gobernadora.
- No se preocupe, gobernadora - expresó haciendo un ademán con la mano haciéndole ver que no eran necesarias sus disculpas - está todo bien, no me ofende. Si se trata de un malentendido propio del diálogo está bien que haya salido para poder aclararlo tranquilamente. Me hace muy feliz agradarle, de verdad y sí, entiendo a lo que se refiere - la chica volvió a fijar la mirada por un momento en el horizonte, para devolvérsela al minuto a la Cassalanter - llevo toda mi vida lidiando con clientela de todo tipo y he visto prácticamente de todo. Lo más importante, al final es el esfuerzo, la dedicación, las buenas intenciones y el aprendizaje constante... O bueno, eso es lo que he aprendido de mi familia, ¿sabe?
La chica se quedó disfrutando de la suave brisa que golpeaba el barco mientras pensaba en su familia. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro.
- Podría intentar buscar algo que la ayude a dormir, si así lo desea - le dijo finalmente la mercader.
- En algún momento tras la visita del dragón -
Tressa aún seguía emocionada de haber podido contemplar una criatura tan majestuosa en el barco. Si bien era cierto que el trato al que había llegado la colonia con él no la entusiasmaba, la forma en la que se habían desarrollado los acontecimientos la habían dejado muy impresionada, especialmente la parte de usar lejía, cloro y otras sustancias para salvaguardar el barco.
La joven no entendía muy bien a qué se había debido todo aquello. Le escocían los ojos del fuerte olor que rezumaba la madera cada vez más desgastada, y no digamos su propia ropa, que se había impregnado de todos aquellos vertidos. Tressa no dudaba de que lo habían hecho por una razón, pero no le quedaba del todo claro, de modo que fue buscando al almirante por la superficie del barco, la persona que había sido el artífice de aquella idea.
Por suerte, no tardó demasiado en encontrarlo. Respiró hondo para templar su nerviosismo y su entusiasmo y, antes de emprender la conversación, se dijo a sí misma que esta vez controlaría su forma compulsiva de hacer preguntas. Se acercó tímidamente al almirante y luego carraspeó su garganta para llamar la atención de él.
- Discúlpeme señor - dijo la chica haciendo una leve reverencia en señal de respeto - me preguntaba si podría dedicarme un momento de su valioso tiempo. Solo es curiosidad la mía y buenas intenciones.
La chica esperaría pacientemente la aprobación de Silverius Harken. Si este rechazaba hablar con ella, se iría sin más, con una disculpa y buscaría otra forma de encontrar las respuestas a las preguntas que inundaban los pensamientos de la joven.
- Me preguntaba... - comenzó a hablar la muchacha - ejem... bueno, perdón, no es fácil. - Tressa se ruborizó - Me preguntaba cuál ha sido la razón exacta de su reacción al pedir de forma tan apremiante el vertido en el barco de lejía y otros productos de limpieza... Estoy convencida de que había una buena razón detrás de ese gesto, ¿verdad? Como una forma de protegernos a todos. También me cuestionaba si ese tipo de sustancia tenía que ver con el tipo de dragón o se usaba indistintamente sobre el resto.
La chica trató de contener todas las preguntas que se le amontonaban y luchaban por salir, pero debía ser prudente. Era consciente de que hasta ahora, apabullaba a sus oyentes. Sin embargo, no pudo resistirse a hacer una más.
- Usted... - comenzó la chica de forma tímida - sabe mucho de dragones, ¿verdad?
La gobernadora se queda un instante meditabunda, colocando una mano en su mentón, ante la réplica de la pelirroja, hasta que finalmente suspira, cansada.
- Sí, en parte tienes razón... Pero planteas un dilema: ¿por qué habría de confiar personalmente en ti si apenas hemos compartido nada, Tressa? -le pregunta, mirándola directamente a los ojos- Sí, confío en tu capacidad, algo que no se puede decir de todo el mundo... -se queda un instante parada, frunciendo el ceño, y después suspira y niega con la cabeza- No me puedo relajar con las palabras ni un segundo... Me refiero a que no se puede decir que yo confíe en las capacidades de todo el mundo, no que no todo el mundo confíe en tu capacidad. -explica- Pero la confianza personal es otra cuestión. Cuando trabajemos juntas, pasemos tiempo juntas, hablemos, o incluso, los Dioses no lo quieran, nos veamos juntas en peligro, es cuando desarrollaré confianza en ti, no antes. -responde.
Se queda un momento pensando, como si quisiera añadir algo, pero finalmente calla al respecto. A la pelirroja no le agradará oírlo, por más cierto que sea, y a fin de cuentas, ya lo ha resumido bastante bien. Confiar en alguien o no confiar no es cuestión de estar en el barco o de alguna que otra charla. Tampoco a todo el mundo le confiaría lo mismo, claro.
Ante lo de ser una rival, la gobernadora ríe ligeramente.
- Lo sé, querida, lo sé. -responde simplemente, descartándolo con un gesto- Mi frase está relacionada con lo que dices, confío en tus capacidades. Pero ahí está la clave, "si quisieras", aunque cuento con que no lo hagas. -especifica finalmente, con un tono amistoso.
Lilianna se mantiene tranquila, sin revelar demasiado, cuando habla de no llegar a eso, respondiendo con tranquilidad:
- Seguramente eso significase que nuestra relación va muy mal... Así que yo también espero que no suceda. No es tampoco mi mejor faceta el amenazar, pero hay gente que solo se entiende en ese lenguaje. Así que es otra de las cosas que tuve que aprender a hacer bien. A veces, una amenaza a tiempo evita un conflicto mayor. -aclara tranquilamente.
Asume que habrá guerra, en algún momento. No todo el mundo tomará a bien la llegada de esos nuevos vecinos. Aunque cuenta con evitarlas con sus capacidades.
La charla se torna más tranquila y la comerciante le habla de sus orígenes. ¿Quizás sea eso lo que busca?¿Desentrañar algún misterio sobre su pasado? La verdad es que a estas alturas le da un poco igual. Lamentablemente, no puede dejar de pensar en si la comerciante tiene algún motivo oculto. Ya se le pasará. En parte. Mientras responde, sus largas uñas se deslizan sin aparente orden por las arrugas de la madera de la baranda.
- Yo de chica aprendí que las botas de los guardias duelen y que la ley puede ser muy cabrona con los que menos tienen. -comenta con una media sonrisa irónica- Al menos, claro, antes de mi adopción... Alguno de los guardias con los que había tenido problemas se echó a temblar cuando aparecí con el emblema Cassalanter. -incluso a uno lo encarcelaron por tratarla como si hubiese robado esas cosas, aunque por una sugerencia (orden, en términos prácticos) de su padre, la niña pidió que se lo liberase tras esa "desafortunada confusión". Aunque claro, quedó oculto que eso fuese dicho por el Lord hacia ella- Aprendiste unos buenos valores. Te felicito por ello. -no quita que le parezcan un poco ilusos, pero al menos la harían feliz, supone.
O eso intentaría la propia gobernadora, que mientras fuese así la cosa, no tuviese qué temer.
Finalmente, niega con la cabeza ante su oferta y replica:
- No es nada fuera de lo habitual... Es decir, tengo una mala noche de vez en cuando, como todo el mundo. Si notar el aliento de un dragón en la cara no lo propiciase, habría que ser de piedra. -concluye.
El atardecer desde el barco era una visión espectacular. Todo ello sumado al suave oleaje hacían de aquel lugar algo idílico... salvo si habías pasado los últimos meses de tu vida allí metida sin poderte mover. Aún así, Tressa podía apreciar la belleza de aquel evento.
- Nadie dice que lo haga, mi señora - le dijo Tressa fijando su vista en el horizonte - no podría pedirle que confiase ciegamente en mí... como dijo antes, eso depende de usted. Y sin embargo, qué sencillo sería todo si pudiéramos hacerlo sin más, ¿verdad? Pero de la misma forma, es lo que me pide que haga con usted. Solo espero no haberle dado motivos para que desconfíe de mí...
La diferencia está en que yo sí que puedo confiar en usted porque no me ha dado muestras de lo contrario. Son distintos puntos de vista - pensó la chica sin ningún tipo de maldad y con el ánimo un poco quebrado, pero acostumbrada ya que al fin y al cabo siempre funcionaba de aquella manera, tan enreversado. Era muy complicado encontrar la pureza allá donde fuera.
Tressa miró a la gobernadora y finalmente sonrió cuando escuchó las palabras que ella dijo sobre ella acerca de que no contaba con que hiciera tal cosa. Al menos, creía haber conseguido disipar parte del recelo de Lilianna Cassalanter con esa situación. Porque la mercader... solo quería ser mercader.
- Una amenaza evita a tiempo un conflicto mayor - repitió Tressa - Pero de la misma forma puede generarlo, ¿no? Una persona amenazada es una persona errática, inestable, insegura... Debemos ser cautos cuando empleamos tales herramientas. A mí personalmente no me convence ese método, pero entiendo perfectamente que en altas esferas a veces sea un mal necesario. Estoy convencida de que no es plato de buen gusto.
Ante los comentarios de Lilianna acerca de su infancia, Tressa cambió el gesto por uno más serio y suspicaz. Era otra de esas cosas a las que estaba acostumbrada. Si ella contaba algo de su pasado, en seguida la otra persona hacía referencia a una realidad cruel de la que fue víctima antaño, como si la joven no hubiera experimentado el dolor o la pérdida o vivido situaciones terribles en su niñez y adolescencia. Aguas Profundas no era un lugar amigable para nadie. A menudo, la gente la juzgaba sin razón. Su carácter alegre, entusiasta, animado, vivaz... su intensidad, su capacidad para hacer cien preguntas en un minuto... la hacían parecer como si hubiera crecido entre algodones y no tuviera un pasado. Pero precisamente Tressa era así porque había aprendido mucho de él y aún creía en la bondad de la gente y del mundo en general. Sin embargo no entraría en detalles.
- Gracias, gobernadora - dijo Tressa sin más - estoy muy orgullosa de mi familia, la verdad. Soy consciente de lo afortunada que soy.
La joven se incorporó, despegándose de la baranda del barco y dando la espalda a aquel precioso atardecer.
- Si cambia de idea, no dude en decírmelo - dijo finalmente la chica - estoy convencida de que la construcción de la nueva colonia será complicada y necesitaremos que usted esté descansada. Es la esperanza de tal hazaña. Todo el mundo cuenta con usted. A propósito - musitó - ahora que habla del dragón... ¿ha pensado ya cómo afrontar el pago? Perdóneme, no pretendo ser indiscreta en asuntos que no me conciernen...
O tal vez sí me conciernan - pensó con resignación. Estaba convencida de que aquel pago lo tendrían que afrontar los civiles tarde o temprano.
- Estoy convencido de que no te has dado cuenta - aunque había otra opción, de modo que Oropher replanteó la respuesta a no haber sido cortejada anteriormente - eso, o te mueves en círculos muy concretos en los que sólo importa el mercadeo. - le ofrecía una salida más honorable a la de admitir que había pasado por alto ciertas cosas. Claro que el elfo solar podía estar equivocado, puede que simplemente viese que aquel carisma, aunque un tanto infantil, podría volver loco a algunos hombres, y quién sabe, tal vez a alguna mujer.
Oropher se sonrió. Él estaba hecho de otra pasta. Era atractivo para cualquier criatura, él lo sabía, las criaturas lo sabían, y tan amigos. Aunque eso le había metido en problemas, y nunca de la forma en la que lo había podido observar en gente como Lilianna, por ejemplo. Él no deslumbraba una habitación con su presencia, era más la sombra que te atrae a ese lado más oscuro de la taberna donde dar rienda suelta a la pasión y la belleza.
- Pero sí, has dado justo esa impresión - quiso atacar a la joven donde le dolía, pero estaba más que claro que se trataba de un juego. Las palabras nada sutiles de Oropher podían hacer pensar a cualquiera que para nada había dado esa impresión, y sólo era una forma de hacer que se volviese a sonrojar, o que se quedase allí buscando su consejo y siguieran conversando. En cualquier caso, dejó de mirarla de forma continuada a los ojos, y se despistó siguiendo los pasos de la gente en la cubierta.
- Está bien disfrutar de eso, si te gusta - quiso aliviar la sal que había echado en la herida - a lo que me refiero es, a que cuando llegue el momento, - pausa dramática - que nos llegará. No sientas que has desperdiciado tus oportunidades.
No podremos hacer todo lo que queremos, pero es importante no arrepentirse de aquello que podríamos haber hecho.
Reflexionó en voz alta, más que estar aleccionado a Tressa. Oropher no era ningún sabio, ni ningún maestro. Sólo exponía como vivía él su propia vida, y no pretendía que nadie la viviera así, aunque fuese más divertido. (también más arriesgado)
- No llevo la cuenta. - confesó, con cierto aire informal, como si aquellos detalles fueran en contra de su filosofía de vida - ¿Ciento setenta? - le preguntó a Tressa, poniendo una cara muy rara y bastante cómica. - ¿Tu cuantos me echas? - fingió preocupación extrema, como si su belleza y la tersura de su piel dependieran de la respuesta. Sin duda imitaba conductas más mundanas, propias de su entorno.
¿Y de años? Pensó de forma automática, pero evitando decirlo, pues no deseaba que Tressa tuviese tal impresión de ella.
- Lo cierto es... - habiendo cambiado el tema y dejando las bromas a parte - que pierdo el control siempre que puedo, aunque con cierta moderación.
Asusta perderlo. Al principio. Hasta que te das cuenta que hay muy pocas cosas que puedas controlar. Claro que aparentemente puedes tomar ciertas decisiones u otras, pero se limita a eso en la mayoría de casos. Puedes tener el control sobre tí misma, puede, pero no sobre lo demás. Lo mejor en muchos casos es dejarse llevar.
Negó, no estaba convencido con la explicación. - disculpa. dijo amablemente, con aquella sonrisa, seguro de sí mismo. Incluso en el error Oropher resultaba magnético.
- Imagina que la pasión es como el mar.
Puedes adentrarte un poco, hacer pie, disfrutar de un buen chapuzón y punto. Sin demasiados riesgos.
Luego, puedes adentrarte un poco más. Sin hacer pie en la arena, estás a merced de las olas, que normalmente te devuelven con la corriente hacia la playa, juguetonas te hacen volver hacia dentro y luego te expulsan, hasta que finalmente acabas dentro del mar o varado en la playa.
Claro que puedes nadar hacia ella, volver a la seguridad de la tierra firme.
Lo que digo es, que para vivir hay que sentir esa sensación de que el mar va a engullirte, sin miedo, sin aterrorizarse. Si tratas de controlar rápido la situación, te cansarás, asfixiado, te flaquearán las fuerzas hasta el punto de que te ahogarás, o la corriente te arrastrará hasta el fondo en la lejanía del horizonte.
Si esperas el momento adecuado, si calculas, con la experiencia de perder el control poco a poco, si no te agobias al perderlo, es más fácil que encuentres el instante preciso para volver a la playa.
y sino, morirás, pero arrastrado por la corriente caótica de lo que no puedes controlar, disfrutando como la vida te mece en sus olas hasta que te arrebata una vida que realmente puedes decir, ahora sí, que has vivido tú.
Oropher se había separado de la baranda, y prácticamente estaba narrando aquello como debían de hacerlo los bardos con sus canciones y composiciones.
Cuando se percató, con naturalidad, encaró a Tressa, manteniendo la distancia.
- Si conoces tus límites en la pérdida del control, creo que podrías llevar una vida intensa pero muy satisfactoria. De ahí lo de...conocerse a uno mismo.
Se inclinó en una reverencia pronunciada y exagerada, como si aquello hubiese sido, en efecto, la representación que haría un bardo de la vida que Oropher había decidido vivir.
Una vez más, Lady Cassalanter compone una media sonrisa y niega ligeramente con la cabeza.
- Oh, no, para nada... ¿No he sido acaso la primera en advertirte que los nobles somos muy retorcidos? Al menos, los que estamos metidos en política. -responde con tranquilidad, aunque eso incluye al 95% de la nobleza, a ojo de buen cubero- No confíes ciegamente en mí, pero confía en mis capacidades de mando, de negociación... Cielo, he invertido la mayor parte de mis ahorros de toda la vida en esto, y aunque parezca increíble, más que lucrarme quiero... -comienza a hablar, hasta que de repente se frena, chasqueando un poco la lengua.
De alguna forma, y aunque probablemente no sea negativo ante la muchacha, había estado a punto de largarse a detallar todo lo que tiene en mente.
- ... -tarda un instante en retomar el hilo, y finalmente dice- Quiero hacer una sociedad mejor, con más oportunidades. -dice finalmente.
No parece una mentira, pero claro, ¿cuál de sus mentiras lo parece? No obstante, la comedida respuesta está un poco vacía frente al momento humano que ha estado a punto de tener.
Pasando al tema de las amenazas, la Cassalanter asiente tranquilamente, respondiendo:
- Lo mismo se puede decir de determinadas verdades y mentiras. La mayoría de los conflictos suceden por no emplear la herramienta adecuada al negociar... O por no hacerlo de forma lo bastante competente. -o, al menos, así lo ve ella.
La mirada suspicaz de la muchacha hacen que Lilianna trate de leerla, tratando de averiguar qué sucede bajo esa melena pelirroja, pero aunque intuye que le molesta haber hablado de su primera etapa, no puede adivinar el porqué, así que simplemente pregunta:
- ¿Qué?
No le responde más sobre lo de ser afortunada o no, al menos hasta ver si le responde al respecto de por qué puso esa cara.
Con respecto a las frases finales, las palabras de la mercaderbhacen que la advenediza tuerza el gesto y responda:
- Tengo varias ideas en mente, pero... Me temo que eso aún son asuntos por dirimir. -concluye.
Silverius sonrió divertido. La joven pelirroja se había plantado en su camarote ignorando todo protocolo, incluido el de que los civiles no debían merodear por la zona reservada a la oficialidad del Emperador. Al poco, una pareja de guardias entró en el camarote pero el almirante los despidió rápidamente –todo bien sargento, pueden retirarse.
-Lady… ummm, Teresa, ¿no es cierto?- dijo enrollando un mapa que estaba estudiando y dejándolo apartado al lado de pluma y un tintero. –Siempre es un placer conocer a una joven interesada en los misterios de la transmutación alquímica; será para mí un honor contestar a vuestras preguntas.
Se volvió, cogiendo un pequeño recipiente con un polvo blanquecino de la estantería que tenía detrás. –Habéis de saber que la alquimia es la ciencia del cambio. No es hechicería, sino reacciones entre las distintas sustancias afines las que hacen que una materia se convierta en otra- dijo mientras adoptaba una pose más propia de un profesor de la academia de Aguas Profundas. -Aquí tengo sosa cáustica, coloquemos un poco en este frasco. Si ahora añadimos agua- dijo mientras derramaba un poco de ese líquido procedente de un vaso cercano- tenemos una solución que utilizo para limpiar las manchas de tinta de mi escritorio.
Agitó la mezcla hasta que el polvillo se disolvió de todo. –Ahora, creedme si os digo que esta mezcla es tremendamente corrosiva para la piel y mucosas de todo ser vivo. Lo mismo puede decirse de cualquier ácido, como el que puedo crear con un conjuro. Apartaos- dijo mientras señalaba con un dedo a una nota clavada en la pared del camarote. De inmediato una esfera de ácido salió disparado y fundió el papel, desintegrándose el apunte en segundos. -Imaginad que yo soy el dragón y ese papel nuestras velas. ¿Un pensamiento perturbador, no es cierto? Pero mirad qué ocurre si lanzo ese conjuro al interior del frasco…- y para demostrarlo lanzó otra esfera de ácido dentro del recipiente. Mezcló de nuevo la solución y la derramó sobre su mano, que se escurrió como agua entre sus dedos sin dañarle.
-Como podéis ver, el ácido y la sosa cáustica se han mezclado hasta transformarse en agua con sal. Es por eso que derramar productos de limpieza nos habría protegido de alguna manera si el dragón nos hubiese rociado con su aliento- sonrió de nuevo, observando el charco que se había formado a sus pies. Con un chasquido de dedos, el charco se fue evaporando hasta desaparecer.
–Bien, espero que esta pequeña demostración os haya agradado. Contestado a vuestra segunda pregunta, sé algo de dragones fruto de muchas noches de estudio de códices en la biblioteca, pero sé mucho más de alquimia. Digamos que mis maestros sabían como motivarme…
Parecía que la muchacha había vuelto a hacer gala de su ignorancia al respecto de los protocolos que imbuían a las altas esferas de Aguas Profundas y que parecía que se mantendrían inalterables en Aguas Nuevas. Tressa enrojeció hasta la raíz del pelo cuando Silverius despidió a los guardas que ella no se había percatado de que la hubieran seguido.
- Lo... lo siento muchísimo - terminó disculpándose la joven - no pretendía molestar o entrar como si nada. De verdad, le prometo que no tengo ningún problema, solo es que desconozco muchos protocolos acerca de cómo actuar.
Tressa estaba bastante temblorosa, sabiendo que cualquier día por sus ansias de conocimiento se iba a meter en un lío del que no podría salir. El corazón le latía muy deprisa y la respiración se le había alterado ligeramente, sin embargo, el tono amable o al menos cordial del almirante hizo que se calmara, aunque mantenía un color rojo intenso en su rostro.
- N..no... solo Tressa, por favor, Lord Silverius Harken - respondió la chica torpemente haciendo una sutil reverencia que rogaba con todo su ser que el almirante lo tomase como una disculpa - muchísimas gracias por su consideración, será todo un honor para mí.
Finalmente, la chica pudo mostrar una tímida sonrisa y pasar un poco más adentro de aquel camarote. Volvió a respirar hondo para controlar sus nervios y atender a lo que Lord Silverius decía. La chica miraba con los ojos muy abiertos todo lo que había el almirante y quedó gratamente impresionada por los mecanismos que había en su camarote.
- ¡Vaya! - exclamó perdiendo toda prudencia - ops, ¡perdón! - se volvió a disculpar. - ¡Sabía yo que había un buen motivo! Entonces se trata de eso, ¡alquimia! Había escuchado hablar de esa rama de conocimiento, pero la verdad es que no imaginé que pudiera ser tan útil o poderosa, incluso. Agradezco que me haya sacado de mi error.
Tressa quedó con la vista fija en el charco que poco a poco iba desapareciendo, como hipnotizada y la curiosidad estaba llegando a un punto que parecía desbordar a la chica. Contenerse le costaba toda entereza.
- No sabía ni siquiera que los dragones verdes escupían ácido - acabó admitiendo la chica - me he estado informando por ahí entre todos los colonos que viajamos en este barco. También me han hablado de diferentes tipo de dragones y de que la mejor manera de defenderse de ellos es aludiendo a su propio ego, pero necesitaba hablar con usted porque me pareció algo muy llamativo lo que ordenó. Sabía que tenía que haber una explicación coherente al respecto. Pero dígame... ¿de qué otras formas nos podemos defender del ataque de un dragón? ¿la alquimia puede cambiar cualquier cosa? ¿incluso objetos sólidos? ¿hay algún tipo de sustancia, elemento u objeto imprescindible para el uso de alquimia? o ¿son útiles o ingredientes al fin y al cabo cotidianos? por ejemplo... ¿se podría reforzar la madera de este barco con alquimia? o ¡transformar el agua del mar en algo que se pudiera beber sin temor! o incluso... ¿transformar metal en oro? ¡Uala! ¿se imagina? - al hablar de oro a la chica le brillaron los ojos - ¿y si por ejemplo nos atacase un dragón de fuego? He escuchado que son más fieros... aunque si escupen fuego como me ha parecido entender, quizás lo mejor sea saltar por la borda ¿Qué opina usted? Y...
Sin embargo, la chica se llevó de pronto las manos a la boca, tapándosela y haciendo más evidente el rubor de su joven rostro y el color de su pelo.
- Creo que lo he vuelto a hacer - dijo frustrada - perdóneme de nuevo, señor. Estoy tratando de controlar todas las preguntas que hago, ¡pero es muy difícil! Un mal vicio... ¿tiene algo para eso? Porque sería una bendición en algunos momentos. Yo... bueno, nosotros... porque somos un grupo... nos dedicamos al comercio... como almirante y persona tan distinguida de esta expedición... ¿Cómo cree que podríamos ayudar a la colonia en un primer momento? ¿Cree que se podrían mejorar herramientas para que fueran mucho más eficaces con alquimia?
La joven quedó expectante a la reacción de Silverius. Espera solo no haberlo apabullado con sus miles de preguntas, pero la ignorancia se curaba informándose, o eso era siempre lo que le habían dicho y qué mejor oportunidad de preguntar a los expertos que viajaban junto con ella en aquel barco.
Tressa esbozó una leve sonrisa en su rostro ante las palabras amables de Oropher. Tal vez sería eso, que ella no se hubiera dado cuenta era, sin duda, mucho más gentil de lo que realmente pensaba. Y es que a veces, en la inseguridad más profunda de su ser, donde todas las dudas de Tressa con respecto a su físico, a sus capacidades y a su ser se hallaban encerradas, se ocasionaba una pugna y estas parecían querer salir a la superficie. Oropher no era más que una llave entre tantas que liberaba todos esos pensamientos y los hacía subir a flote, aunque con cierto control, para variar.
La seguridad que profesaba el elfo en sí mismo y con respecto a todos los que interactuaban con él dejaba a la chica sin palabras. Se preguntaba si había tenido que trabajar mucho sobre esa disposición o tal vez, solo tuvo suerte de nacer así. Sabía que esa seguridad solo podía manifestarla ella acerca de los productos que vendía cuando los conocía bien y estaba convencida de ellos... ¿pero qué había de ella misma? Nunca se había concedido pensar en eso, como si de algo poco valioso se tratase.
- Será eso... - contestó la chica dirigiendo su mirada hacia la derecha, suspirando en cierta medida, resignada a una realidad que la había acompañado durante años - ojalá en algún momento pueda ver las cosas como tú.
Finalmente, Tressa desvió la mirada hacia el horizonte, dejándose recrear por la vista que le ofrecía aquel mal en el que llevaban tanto tiempo. Pero como siempre, la conversación se volvió algo menos intensa, más ligera... como ofreciendo un leve respiro dentro de una tempestad.
- ¡No llevas la cuenta! - dijo Tressa anonadada - buff, supongo que no importa tanto, ¿no? y... ¿entonces tus cumpleaños? ¿haces algo especial en ellos? ¿los celebras? - aquello era un concepto muy complejo para ella - no sabría decirte cuánto aparentas. Me pierdo con la edad de los de tu especie. Tuve una conversación sobre esto con Feanor, mismamente. Es un concepto confuso para mí. Lo llamé señor... para luego decirme que no era más que un adolescente. No sé, no entiendo mucho.
Tressa se encogió de hombros. Era un concepto complejo para ella, casi tan complejo como las palabras de Oropher. De nuevo, la conversación se volvió algo más intensa.
- Debes tenerte mucha confianza para permitirte perder el control - respondió la chica sin saber muy bien qué decir - o eso o nada que perder. Me gustaría algún día experimentar todo eso que dices, pero me gustaría que fuera un acto voluntario y consciente... pero dime... ¿Cómo puedes hablar de perder el control y luego hablarme de perderlo con moderación? ¿Quieres decir que te pones límites en toda esa pasión que dices sentir? ¿es eso... dejarse llevar o en realidad una parte de ti no te permite dejarte ir del todo?
- Lo que dices es como... enfadarte sin llegar a hacer algo estúpido, por ejemplo...
- No sé cómo se hace eso...
Tressa miraba a Lilianna. Por un momento sonrió cuando vio que ella por fin mostraba entusiasmo al hablar de aquella manera, de algo que parecía que le apasionaba de verdad, pero en seguida frenó y dejó de exponer aquellos argumentos que demostraban a la verdadera Lilianna. La mercader quedó algo desilusionada, pero mantuvo la compostura escuchando de forma educada y sonriendo, pero esta vez, de forma cortés.
No añadió nada a aquel primer argumento de la gobernadora. Tan solo asentía intentándole hacer ver que la comprendía.
- Sí, claro... - respondía sin demasiado entusiasmo - la entiendo, gobernadora. Lleva razón. Confiaré en sus capacidades, entonces.
Ante lo del tema de las amenazas, la mercader se encogió de hombros mientras sacaba sus propias conclusiones. Parecía que Lilianna no tendría miedo a hacerle frente a nada ni a nadie. Tal vez eso asegurara a la colonia de elementos externos, pero ¿impediría que se formase el caos dentro de esta? Ahora Tressa miraba a todos los de alrededor preguntándose si alguno habría sufrido en primera persona la amenaza de la mujer poderosa que tenía delante.
- Esperemos, de todas maneras, que no tenga que llegar a tal extremo - respondió la chica - entiendo que no es plato de buen gusto para nadie hacer uso de esas herramientas.
A pesar de todo, Tressa entendía que amenazar a otra persona era un asunto muy desagradable. Nadie se sentiría cómodo haciendo algo así.
Continuaron con el diálogo y, evidentemente, su gesto suspicaz no le pasó desapercibido a Lilianna. La mercader se reprendió mentalmente, debía aprender a disimular todo aquello y, le gustasen sus formas o no, tenía una gran maestra delante.
- Lo mismo podría decirle yo de la interrupción de antes... - contestó Tressa - no estoy convencida de que su discurso inicial mostrándose entusiasmada realmente con algo terminase de la forma en que ha acabado.
La pelirroja miró a Lilianna con una leve sonrisa en su rostro. Pero se trataba de un gesto que mostraba cercanía, comprensión casi por primera vez desde que habló con ella, empatía y una conexión que, aunque leve, empezaba a agradecer. Quizá estaban empezando a hablar el mismo idioma.
Feanor sonrió ante la reacción de Tressa. A decir verdad, investigar la manera de realizar aquél conjuro era algo que para él también tendría cierta utilidad, pero hacer algo así por ella, de forma desinteresada, era parte del tipo de mago y del tipo de persona que quería ser. Sin embargo su sonrisa se transformó en un gesto de sorpresa ante el abrazo.
-No me gusta demasiado el contacto físico.-Dijo alzando ligeramente una mano entre la humana y él.-Pero agradezco la intención. Podemos ir a ver a mis compañeras ahora, si te apetece.
Haciendo un gesto para que le siguiera, se dirigió al lugar donde el resto de la congregación esperaba. Al llegar, hizo las debidas presentaciones.
-Esta es Umil, compañera de congregación desde hace años, y una gran artesana. Por otro lado, su dominio del martillo trasciende lo normal, con lo que no hay nadie de quien me fíe más para un viaje como este.
-Y ella es Aredhel, recién incorporada, pero un miembro muy prometedor de la congregación.
Feanor se apiadó por un instante de su congénere, aunque aquella obsesión por tocar a los demás le impedía acercarse a él del todo a cualquier nivel. A pesar de ello, consideraba a Oropher una persona de la que podía fiarse y que podía hacer mucho bien por el asentamiento. Si la arpía que la dirigía se diera cuenta del potencial que entre todos ellos podían ofrecer... pero aquello parecía demasiado pedir, con lo que deberían buscar la manera de sacar el asentamiento a flote a pesar de ella... o deponerla. Pero aquello llevaría tiempo. Por el momento, lo ideal sería hacer lo posible por mejorar la vida de los ciudadanos.
-Bueno, si me ayudas a recopilar los recursos que necesito, puede que entre los dos lo logremos más deprisa.-Dijo a modo de oferta.-Creo que también podría tomarte a tí y a tus acompañantes, si los tienes, bajo la protección de la congregación siempre que me prometas que vuestro comportamiento será ejemplar. Eso os garantizaría comida caliente y techo en cuanto estemos asentados a cambio de algunas pequeñas labores acordes con vuestros talentos. ¿Cómo lo veis?