Comandante Konrad Hasselbank: ALIENS: CONQUEST: Turno 0.
Me siento pesadamente en mi sillón, y me sirvo un trago de whisky. El día ha sido largo y yo ya no soy tan joven… Parece mentira como los años se van notando poco a poco. Ya no soy capaz de aguantar lar largas jornadas de dieciséis horas trabajando sin parar, y eso que ahora me limito a supervisar las labores de los demás y a controlar que todo salga según lo previsto. Los años empiezan a pesar, incluso en gravedad cero.
Doy otro trago a mi bebida para espantar la melancolía, pero no funciona. Todo esto es culpa de Beth. Para mi hace ya mucho tiempo que la fecha de mi cumpleaños carece de sentido, puesto que mi edad biológica lleva siglos de desajuste respecto a mi edad cronológica, y, además, rara vez ha coincidido que estuviese despierto justo en este día del año. Pero he entregado cinco años de mi vida a la Space Conquest, y Beth ha insistido en celebrar mi cumpleaños en cada una de las cinco ocasiones que ha tenido.
Dentro de un rato aparecerá por la puerta con un regalo (probablemente un libro o una buena caja de puros), y preparada para que la lleve a cenar al restaurante más elegante de la estación espacial. A ella le gustan estas cosas, y a mi me cuesta poco complacerla, pero al final parece que ha logrado convencerme de que hoy es un día especial.
De repente me doy cuenta de que mi mano se estira hasta la estantería en la que guardo los álbumes de fotos de mi juventud. Hacerme fotos es otra de las costumbres que perdí con los años y que Beth me ha obligado a recuperar. Tengo más fotos de estos cinco años que de los últimos 300.
Mientras voy pasando distraídamente las páginas del álbum, voy recordando momentos del pasado… De mi juventud.
Año 2989.
Por aquella época yo tenía diecinueve años, y cursaba mi segundo año de Ingeniería Naval en una de las universidades más prestigiosas de Terra. Ya desde niño me había fascinado el espacio y las estrellas, y trataba de imaginar cómo se vería la tierra desde la estratosfera. Mi intención no fue nunca la de especializarme en naves marinas, sino en navegación espacial, de modo que tuve que esforzarme mucho para lograr una de las mejores notas de mi promoción, puesto que pocos podían alcanzar ese sueño.
Aquel año muchos periódicos sensacionalistas se dedicaron a difundir noticias de dudosa veracidad acerca del descubrimiento de especies de vida alienígenas hostiles en algunos de los planetas recién colonizados. La prensa achacaba a estos “aliens”, como los llamaban por aquel entonces, los fracasos de las primeras misiones de colonización espacial, pero la realidad es que yo nunca lo creí demasiado.
Por mis estudios, yo sabía que la tecnología de navegación espacial y de máquinas colonizadoras, estaban aun en pañales. Nadie podía esperar que todos los intentos supusieran un éxito. Y ¿Por qué no decirlo? Aquel riego suponía un aliciente más para mí. Era joven y estaba ávido de emociones fuertes.
Año 2991.
En ese año me gradué cum laude en la Escuela de Ingeniería Naval. Luego cursé un master en astrofísica, patrocinado por la mismísima Commonwealth. Gracias a mis excelentes calificaciones en todos los campos, en seguida fui contratado por la empresa y se me asignó un puesto en uno de sus cargueros interplanetarios.
Recuerdo la emoción de mis primeros meses trabajando en gravedad cero… ningún simulador puede prepararte para eso, al igual que no importa cuánto trates de imaginarte como es ver las estrellas a través de la escotilla de una nave espacial.
Año 2997.
Hay un pequeño porcentaje de personas que no son capaces de sobrevivir a su primera crionización, y quedan irremediablemente muertos, aunque esto no se descubre hasta que se intenta reanimarlos, claro está. Yo estuve a punto de ser uno de ellos.
A pesar de que pasé todas las pruebas médicas rutinarias, al parecer mis pulmones no eran todo lo fuertes que debían ser, debido al mal hábito de fumar. En el momento de la crionización quedaron irreversiblemente dañados, y durante la reanimación, cinco años más tarde, se produjo una rápida necrosis celular que casi me envió a la tumba.
Afortunadamente para mí, la tecnología médica de aquella época disponía de herramientas que ahora se han perdido. La rápida instalación de unos pulmones cibernéticos me salvó la vida en aquella ocasión.
Además, como indemnización por el accidente laboral sufrido, la Commonwealth se ofreció a instalarme uno implante de enlace de comunicaciones avanzado, de modo que, al fin y al cabo, el accidente tuvo final feliz. Los jóvenes de hoy no tienen tanta suerte, y encontrar a alguien con implantes es bastante poco habitual. Esa tecnología, como muchas otras, se ha perdido.
Año 3072.
Fotos de Omega Prima con Laura. Fue la única vez que me planteé seriamente el dejar todo esto. Mi tarjeta de identificación decía que yo tenía 83 años, pero mi cuerpo tan sólo había permanecido despierto durante 35.
Ahora me parece que vivir 35 años biológicos en un periodo de 83 es una pérdida de tiempo. Tengo que obligarme a pensar que no embarque por primera vez hasta los 22 años, y que, además, pasaba largos periodos de vacaciones en algunas colonias, cuando todavía tenía ganas y paciencia para someterme al entrenamiento que requiere pasar de gravedad 0 a gravedad 1. Ahora ya no me merece la pena, y ni me molesto en intentarlo.
En uno de estos periodos de vacaciones conocí a Laura. Ella estaba entusiasmada trabajando en el proyecto de creación de los primeros supersoldados genéticamente aumentados. En realidad, la humanidad entera estaba emocionada, pues creíamos que serían el siguiente paso en la evolución de la especie, y nadie se podía imaginar que al cabo del tiempo tanto ellos como sus sucesores, los neomarines, caerían en el desuso y el olvido.
Laura era una mujer muy especial. Inteligente, bella y ambiciosa… Incluso llegué a buscarme un empleo como instructor en tierra para estar junto a ella, y rechacé algunos trabajos bastante tentadores en el espacio. Hasta el día en que ella me confesó que algunos de los supersoldados en los que trabajaba eran en realidad hijos suyos, puesto que provenían de sus propios óvulos fecundados artificialmente.
Me pidió que tuviésemos un hijo juntos. Fecundaríamos uno de sus óvulos con mi esperma y luego ella lo modificaría y lo implantaría en su interior para gestarlo. Dijo que nuestros descendientes serían los hombres del mañana y que dominarían la galaxia… Pero yo no podía creerlo. La idea me pareció tan repugnante que me negué de plano y ella me tachó de anticuado, de tener las ideas congeladas... Al parecer, según ella, mi época ya había pasado.
A partir de aquel momento nada fue igual, y dos meses después yo volvía a subir a una nave, asqueado de aquel maldito S. XXXI en el que los científicos jugaban a ser sus propios dioses, y deseando despertar en una época mejor.
Año 3219.
Desde que me marché de Omega Prima las fotos comienzan a ser cada vez más escasas, mis hibernaciones más largas y mis vigilas cada vez más cortas. Un observador casual podría pensar que no soy más que un alma en pena que vaga por el espacio en busca de redención por sus amores perdidos, pero no hay nada más lejos que la realidad.
La realidad es que es fácil olvidar a una mujer cuando pones unos cuantos años luz de distancia y, además, las estrellas siempre han ocupado un lugar muy especial en mi corazón que ninguna mujer ha podido legar a igualar. Nunca volví a saber más de Laura, porque no me molesté en seguir su rastro. Creo que llegó a tener cierto renombre entre la comunidad científica por sus trabajos en el campo de la creación de supersoldados, pero en realidad no es algo que tuviese demasiado interés en saber. Tenía cosas más interesantes que hacer.
En el año 3219 ocurrió un suceso que se mereció una buena colección de fotos. Fue cuando me nombraron por primera vez capitán de un Súper Carguero comercial. Después de haber pasado por varios puestos, desde lo más bajo hasta casi lo más alto, por fin lograba capitanear una nave.
No se puede decir que la “Noche de Verano” fuese una nave de ensueño, sino todo lo contrario, pero tenía propulsores, era resistente, y, mientras estuviésemos en el espacio, era mía.
Año 3569.
Entro al servicio como capitán del carguero “Última Frontera”. ¡Eso si que era una preciosidad! Además, para la tripulación de esta nave último modelo, la Commowealth escogió a lo mejorcito que tenía entre su personal.
¿Por qué no decirlo? Estuve muy a gusto trabajando junto a aquellas personas, y, aunque nunca se lo dije a nadie, pensaba que seguramente aquella sería ya la última nave bajo mi mando.
Año 3765.
Después de tan sólo dos viajes en la Última Frontera, la Commowealth me hizo una oferta que no podía rechazar.
“¿Cómo me sentaría ser comandante de toda una nave colonial?”, me preguntó el director de recursos humanos de la zona de Auriga Prima. El puesto era, sin duda, uno de los más interesantes y codiciados por cualquier navegante, el sueldo era tan bueno que casi resultaba obsceno, y las condiciones inmejorables. ¿Qué podía responder a semejante pregunta? Estaba seguro de que ser comandante de una nave colonial me iba a sentar muy bien.
Una de las condiciones del contrato era la prerrogativa de elegir personalmente al personal de la tripulación, si así lo deseaba. Aproveché la ocasión para traerme de la Última Frontera a Sejanus Mortimer como primer oficial, y a Balanzat Fomalhaut para el puesto de Oficial de Ingeniería y Propulsión, además de tercero de abordo. Quería asegurarme de tener junto a mí a alguien en quien poder confiar
También se me ofreció la posibilidad de permanecer en hibernación los años que transcurriesen desde ese momento hasta que la expedición se pusiese en marcha, puesto que el despegue de la misión colonial estaba previsto para 3770, pero finalmente acordamos que pasaría todo ese tiempo despierto. Creo que la tripulación se tomará más en serio a un comandante que ha estado con ellos desde el principio que a uno que sale de la nada el día antes de hacerse al espacio.
El resto ya es presente. Reconozco que, aunque al principio me aterraba la idea de pasar cinco largos años despierto, al final ha merecido la pena. Para empezar, estoy muy satisfecho de la tripulación que tengo. En general, hemos conseguido que todos trabajen en equipo y que cada cual sepa estar en su lugar en el momento preciso.
También está el asunto de Beth. Ella es la secretaria del armador, así que hemos trabajado juntos desde el principio. Al parecer, el protocolo normal sería que la secretaria del armador se pusiese en contacto con mi secretaria, pero da la casualidad de que en una tripulación el puesto de secretaria es superfluo, y en las naves siempre vamos demasiados escasos de espacio como para transportar a personas cuya labor es inútil. Lo más parecido que tengo a una secretaria es el oficial de comunicaciones Arpel, y sólo porque es él quien recibe y realiza mis llamadas.
El armador sabía esto, por supuesto, pero eso no significa que se fuese a dignar a acudir a mí en persona, a no ser que no le quedase más remedio. No me gustan los armadores. Antiguamente ellos eran los dueños de las naves marinas, los que ponían el dinero para la construcción y recibían los beneficios de las actividades de las mismas. Pero en la navegación espacial eso no funciona así. El dinero no proviene del armador, sino que este no es más que otro empleado de la Commonwealth, y, además, no recibe parte de los beneficios de las transacciones comerciales, sino que deja la nave en manos de los navegantes y nunca más la vuelve a ver, pues cuando esta llega a su destino, el ya está muerto, o al menos retirado.
A veces, eso me hace pensar que un sistema tan complejo y a tan largo plazo como es el gobierno de la empresa Commonwealth es demasiado grande para que lo puedan manejar los hombres. Seguramente cada uno, de manera individual hace grandes trabajos y consigue cosas, pero el puzle, la imagen final, solamente se aprecia cuando se mira el total desde la distancia que dan 800 años de contemplar la historia sin participar en ella. He visto ascender y caer familias, tanto en gobiernos como en la tecnoestructura de las más grandes empresas, pero al final nada cambia. Debe haber algo subyacente que mantenga la continuidad… Quizá esas Inteligencias Artificiales tan amables que nos rodean por todas partes, en lugar de servirnos han conseguido que seamos nosotros quienes las sirven a ellas…
Pero estoy divagando demasiado incluso para un viejo de sesenta años. La cuestión es que, por lo general, todos los armadores son unos hijos de puta demasiado orgullosos como para hacer su trabajo con sus propias manos. Gracias a eso conocí a Beth.
Ella es el tipo de mujer que los navegantes conocemos como “chochos espaciales”. En cierta ocasión ley un artículo escrito por un periodista aburrido en el que las denominada con el término mucho más romántico de “sirenas”. Se trata de un fenómeno que ha ocurrido desde el principio de los tiempos: mujeres que utilizan el sexo para hacer su vida un poquito mejor.
Las estaciones espaciales son micro sociedades cerradas y muy jerarquizadas. Todo el mundo sabe quien es quien y cual es el lugar que le corresponde. Pero algunas mujeres conocen un camino rápido para ascender en la escala social, que no es otro que el de aprovechar la estela que dejan a su paso las tripulaciones de las naves espaciales. Creo que algunos hombres también lo han intentado, pero con menos éxito: las mujeres que navegan en el espacio no se dejan engatusar tan fácilmente como nosotros.
De este modo mi relación con Beth es perfecta, casi platónica. Ella es una mujer de cincuenta y dos años, una belleza madura y elegante, y yo soy un viejo lobo espacial con un buen sueldo, que no sabe en qué gastar su dinero. Ella vive en su tiempo, y yo todavía me pierdo un poco con el vocabulario que utiliza la gente. Ella me acompaña a las fiestas sociales, esas en las que uno debe llevar pareja, y yo la llevo a cenar a sitios caros, le compro cosas bonitas y consigo que vaya a la misma peluquería que la mujer de su jefe. Y nos hacemos compañía mutuamente.
Ambos sabemos que podemos esperar del otro, y no hay lugar para decepciones ni engaños. Por cortesía, la invité a unirse a la misión de colonización en la Conquest, y, con cortesía, Beth rechazó mi oferta. Ambos sabíamos que nuestra relación no se va a extender más allá de la fecha de partida de la Conquest. Si esto no es amor…
Bien, llaman a la puerta. Seguro que es ella. Dejo el álbum de fotos de nuevo en su lugar (vivir constantemente en gravedad cero te enseña a ser ordenado y a no dejar los objetos en ningún lugar del que puedan salir flotando sin control) y abro la puerta. No me queda más remedio que celebrar mi cumpleaños.
Acadius Cerberus – Hades Marine: Alien. Conquest: Turno 0.
Año estelar: ----
Mi nombre es Acadius. Acadius Cerberus, este último puede que haya sido el nombre de mi familia, si es que la tengo o la tuve. También puede que no, dado que absolutamente nada es lo que recuerdo de mis primeros ocho años de vida. Sólo sé que este es mi hogar y los centenares de niños que me rodean diariamente son mis amigos, aunque pocos se comporten como tales y sea necesario reducirlos a puñetazos para que no me molesten o me aticen a mí mismo.
Aun sin mayores daños suelo verme enfrascado en monumentales trifulcas en que grupos de muchachitos con los que he compartido la mesa en el comedor se enfrentan a otros grupos… Los tutores no intervienen hasta que se derrama sangre o alguno de los niños pierde la conciencia, sólo se quedan ahí parados como observando quién es más violento y despiadado. No me siento identificado con ninguno, pero al menos aporto con puños, rodillas, piernas y cabeza a quienes se han agrupado a mi alrededor. Mejor tenerlos de amigos, particularmente a un mequetrefe moreno llamado Simeone Terraské, aun con doce años, es verdaderamente brutal y al parecer a los ojos de su grupete un líder carismático. Disiento.
Dos meses han pasado desde que el grupo del insoportable Simeone me adoptara como integrante del mismo. Hoy, los ánimos parecen calmos en el salón de esparcimiento y nos agrupamos para realizar una actividad bajo el ojo de los tutores. El aburrido y estúpido juego consiste en armar grupos de siete integrantes y pararse en círculo, uno de los integrantes del grupo es el capitán (intuyo rápidamente que en el mío será Terraské) y lanza una guinda que es algo así como una pelota ovalada al aire. Al llegar al punto máximo de su elevación grita el nombre de uno de sus “hombres” y este debe atraparla para ganar un punto.
Tutor Chipper: - “Puesto de Capitán, ¿voluntarios?” –
Simeone Terraské: - “¡Señor, YO, señor!” –
Imbécil gorila poco seso, no me agrada que intente mostrarse como un soldado profesional ante nuestros mayores, aún somos niños, ¿o acaso lo olvida?
Es evidente que ha captado mi mirada de reprobación pues tras ser arrojada cinco veces la guinda, se ha oído cinco veces mi nombre… Habiendo golpeado a muchos niños en mi corta edad, me creo un hueso duro de roer y mi orgullo me hace reaccionar. ¡Tonto de mí! Yo también soy sólo un niño y tres años menor que él.
Acadius Cerberus: - “¿Cuál es tu problema Terraské? ¡No soy el único aquí!” –
El tutor se mantiene inmutable cuando pronuncio mis palabras y continúa haciéndolo cuando el ahora enorme muchacho moreno hace saltar la sangre de mi nariz con un recio cabezazo. Maldito él y maldito el tutor. Caigo de espaldas al duro suelo haciendo azotar mi nuca contra las baldosas.
Mis “amigos” se ríen y la rabia me inunda, aún saboreando el gusto de mi propia sangre cobro conciencia de que los tutores no han intervenido y ahora hay alguien más junto a estos, un hombre con uniforme al que nunca hemos visto… No lo conozco, pero dado que nadie piensa pararnos no pienso quedarme en el piso con el gusto de la sangre en mi boca y el de la humillación en mi cabeza. Es más fuerte que yo, eso es seguro, pero todos tienen su punto débil. Veo al favorito de mi enemigo riéndose de mí a sus espaldas… Bien, quizá funcione, me digo.
Acadius Cerberus: - “Maldito pedazo de carbón, te he hecho una pregunta, o a los niños menores que tú no les contestas… ¡Ahora entiendo por que Gendle te dice “la-niña-negra” cuando no estas presente, es porque golpeas como una niña y eres negro!” –
¡Mordió el anzuelo! Con la cara roja de rabia se ha dado vuelta para mirar a su compañero que mira atónito intentando dar una explicación, pero antes de que salga de sus labios palabra alguna, he de quitarme esto que me quema en el estómago y me sabe ácido.
Es la ira, ¡ni más ni menos que eso! Cuando Simeone está a unos dos metros veo que detrás de mí hay uno de los muchachos mayores que se ha acercado a mirar y anteriormente habrá estado entrenando con saltos a la soga pues tiene una en la mano, ¡mejor dicho la tenía! Ahora está en mis manos y le doy un par de vueltas a cada una de mis palmas, los tutores continúan sin hablar ni moverse, tampoco el uniformado.
Gano la distancia que me separa del contrincante que parece haberme olvidado y tiene agarrado con una mano a su amigo y se prepara para darle un puñetazo. Evidentemente está cebado y por ello mismo, ciego. El muy marica zapatea en el piso cuando ha pasado un minuto con la soga y todas mis energías estrangulándolo y tratando de impedir que entre mas aire a su malévolo y aprovechador cuerpo, ahora soy yo quien esta cebado y ciego por la adrenalina y el odio…
Nunca me había pasado esto. Siento un fuerte golpe en mi cabeza y mis manos se aflojan junto con mi conciencia… Terraské toma una gran bocanada de aire entre sollozos… Mis extremidades dejan de responderme y a continuación mis ojos. Todo comienza a nublarse. Oigo que el uniformado pronuncia unas palabras...
Instructor Superior Alfa Nasuke: - “Ambos son perfectos, indómitos pero perfectos. Ya los veo como marines Ares y Hades, está claro como una mañana en Terra.” –
…Silencio y oscuridad absolutas.
Ocho meses después del incidente en el salón de esparcimiento.
Ya nadie me molesta. Puedo pasar gran parte del día en soledad, salvo en los entrenamientos o clases. Después de lo que escuchara de la boca de ese hombretón uniformado he comenzado a destacar en prácticamente todo lo que hago. Ya sé lo que quiero ser y seré bueno en ello, siempre con la impronta que nos han grabado a fuego los profesores: - Soy todo para mis hermanos y soy nada sin ellos, como humanos hemos de apoyarnos en la sinergia para superar “la maldad que mora allí afuera”. –
Año estelar: ----
Ha pasado algún tiempo. Hace tan sólo un año, en mi noveno cumpleaños era apenas un niño aquí en los enormes y bulliciosos edificios de preparación infantil del distrito militar de la ciudad, un lugar donde la violencia tiene pocos límites y los niños pierden la ternura que pudieran haber poseído.
Hoy, en el décimo aniversario de mi nacimiento he recibido la feliz noticia por parte del tutor de mi división, que dejaré los grupos generales de acondicionamiento y pasaré al “Pre-Hades”, lo cual según nos ha dicho el instructor de cultura y conocimientos Ciprianix es un gran honor ya que seré parte de los neomarines.
Un incrementado, un hombre superior al resto de los hombres (¡aun siendo un niño!) y lo que es mejor, seré junto con los compañeros de división que pasan al “Pre-Hades”, el brazo armado y diestro de la Humanidad contra “la maldad que mora allí afuera”.
Muchos de mis “amigos” no han sido seleccionados, pero poco me importan ellos. Aquel muchacho excesivamente violento y mal llevado que lideraba mi grupo y al que le dejé una fina cicatriz allí donde lo ahorqué con una simple soga de salto, ha sido transferido al “Pre-Ares” tampoco él me importa. Con suerte nunca lo volveré a ver.
Hace sólo tres meses he sido trasladado junto con nueve de mis compañeros de división a un nuevo lugar. Un gigantesco y lúgubre edificio en el que paso todos y cada uno de mis días. ¡No recuerdo haber visto nunca algo tan inmenso! Se trata del sitio en el que dejaremos de ser niños y nos convertiremos en los campeones de la humanidad y sus defensores, los instructores se encargan de repetir esto una y otra vez lo cual no hace otra cosa que cansarnos a todos pero afortunadamente el día tiene tantas actividades, tantos juegos que esto de los sermones pasa casi desapercibido.
Nos han alojado en el pabellón C-16, junto con otros noventa muchachitos que parecen ser cortados por la misma tijera que nosotros.
Mis hábitos solitarios y taciturnos pasan mucho más desapercibidos aquí. Aquí impera el silencio. Todos son torvos, inclusive superándome a mí.
En este lugar no es tan sencillo destacar, pero pronto he descubierto que se me dan extraordinariamente bien las actividades que incluyen desempeño atlético y aún más las de pelea y combate cuerpo a cuerpo…
En una oportunidad escuché a un integrante de mi pabellón decir que los hombres somos como los leones, una vez que hemos probado la sangre nunca más dejamos de desearla. Pienso en ello durante los entrenamientos con armas blancas… Plástico… Deseo el acero en mis manos. Realmente he descubierto que soy el tercero mejor de mi grupo en este tipo de combate… Sólo hay dos personas de los noventa y nueve restantes que me han podido tocar en lucha con arma corta de filo.
Hoy se incluye en nuestro entrenamiento el aprendizaje de otra arte marcial. Kempocontact. Dicen que incrementara nuestra tolerancia al dolor y nuestro nivel de conciencia. He nacido para ser un guerrero, lo siento en mis venas. Me aferro fanáticamente a toda actividad que aporte herramientas a tal fin. ¡Quiero ser el mejor! ¡No necesitar a nadie, ser totalmente autónomo!
Año estelar: ----
Un mes pasado el quinceavo día de mi cumpleaños.
Soy un adolescente fibroso, mis músculos se han templado una y mil veces en los duros he interminables entrenamientos. Estoy orgulloso de mí mismo. Desde principios de este año hemos comenzado a entrenar con armas de fuego. El mismísimo instructor Nasuke ha venido a hablar con los tres primeros del pabellón C-16 hoy y soy el número tres.
No puedo negar que es un honor, ni que me costará en cierto grado el repudio de los inferiores y hará que me aceche la amenaza de que traten de darnos una paliza entre varios de ellos. Lo único que me molesta es la intriga de lo que este hombre pueda venir a decirnos.
Instructor Superior Alfa Nasuke: - Salve aspirantes. Estoy aquí para informarles que yo mismo he requerido se los transfiera a la unidad de entrenamientos Delta. A la cual entrarán como marines Hades ya incrementados. He visto sus virtudes, serán unos excelentes integrantes del escuadrón Sticking Hunter o cazador tenaz si lo prefieren. ¿Preguntas aspirantes?
1º de Pabellón C-16 Troyanus Pegasus: - ¡Señor, sí, Señor! ¡En qué consiste el entrenamiento que recibiremos en la unidad Delta, Señor! ¡Y cuáles son las funciones del escuadrón que mencionó Señor! –
Instructor Superior Alfa Nasuke: - Se lo entrenará como una herramienta de corte “limpio”. Sigilo, manipulación de sus enemigos, técnicas poco militares, pero de excelente aplicación en misiones en las que es preferible insertar a un pequeño grupo de marines silenciosos en vez de un batallón de Ares con armas de demolición. Ya tendrá tiempo de conocer los métodos con que se le entrena y de seguro las misiones de los escuadrones sombra también. –
1º de Pabellón C-16 Troyanus Pegasus: - “¡Señor, sí, Señor!” –
3º de Pabellón C-16 Acadius Cerberus: - Señor. Tengo una pregunta, Señor. ¿Esta unidad permite a sus integrantes trabajar en modo individual? –
Instructor Superior Alfa Nasuke: - Dependiendo del caso puede que sí, aspirante.
2º de Pabellón C-16 Aquileo Kraken: - Señor. Procedo a preguntar Señor. ¿Podremos contribuir más a la gloria de la especie humana desde esa unidad que desde una estándar? –
Instructor Superior Alfa Nasuke: - La gloria de la especie humana… Sí, aspirante, así será. No más preguntas. Prosigan con sus entrenamientos aspirantes. –
Una semana después de la visita del Instructor Nasuke.
Lo predicho. Uno de los habitantes de la C-16 ha creído que eliminándome en duelo ocuparía mi lugar en la unidad de entrenamiento Delta. Me ha retado a duelo a muerte. Ahora sí, en secreto, pues mucho se ha invertido en hacernos lo que somos como para permitir semejante desperdicio. Obviamente acepto el desafío. En años venideros la prudencia habría de regar mi persona, pero hoy por hoy, continúo siendo un adolescente.
La cita es en el sector de desechos del inmenso complejo de edificios que forman nuestro hogar. Hay medio centenar de muchachos expectantes ante tamaño acontecimiento.
A muchos de ellos los he visto anteriormente, solo hay seis de mi pabellón. Troyanus el Nº1, Aquileo el Nº2, mi contrincante (el cual ahora comprendo que es el Nº4 del C-16 un tal Chirón) y dos muchachos más que lo secundan… Sus nombres, no tienen importancia.
De entre los desconocidos que integran la multitud sale uno que tiene el aspecto de un hombre y no de un adolescente. Trae cuatro cuchillos de combate. Quien sabe de donde los habrá sacado… Sopeso uno de los míos, el más equilibrado… Nadie dice una sola palabra.
Chirón adopta una pose ofensiva con sus dos cuchillos en alto cual mantis religiosa a punto de aniquilar a su presa. El muchacho/hombre que nos diera los cuchillos alza una mano con un pañuelo. El silencio reina ahora. El pañuelo cae. Aún no ha tocado el piso y el más equilibrado de mis cuchillos vuela de mi mano derecha surcando el aire que nos separa cual saeta arrojada al sol, con tal velocidad que mi sorprendido rival no logra evitarla y va a incrustarse en el medio de su pierna derecha. Luego sabré que tal golpe crítico ha hecho que se corte su arteria femoral…
Mi contrincante ni se molesta en quitarse el cuchillo que le arrojara puesto que es un sujeto extremadamente resistente y fuerte, mas destreza es lo que le falta y consigo evitar el grueso de su ataque saltando hacia atrás cuando lanza una poderosa estocada a mi cuello (aún sin ser experto, yo hubiera elegido un blanco más grande, como mi pecho… Necio).
Está jadeante… Ahora sí veo el sufrimiento en su rostro, está traspirando a cántaros. Si consigo dar algunos rodeos lo cansaré más y la oportunidad llegará sola. Intenta alcanzarme con golpes demoledores, pero sólo consigue cortar el aire… Inclusive ahora, habiendo dejado un río de sangre a sus pies, Chirón no suelta un solo gemido…
Para mí ya no es un muchacho, es un hombre. Comienzo a pensar que será una pena perder a tamaño compañero por un estúpido duelo, puede que la humanidad lo necesite y yo no soy quién para sesgar la vida de uno de mis hermanos… Me descuido entre tantas dilaciones y es una hermosa oportunidad que él no pierde y me ensarta en el trapecio…
Sin haber estado en el espacio, ¡llego a ver las estrellas! La ira me inunda. Evito una puñalada que surge de su mano izquierda y le hago perder su cuchillo, al tiempo que doy un rodillazo contra la empuñadura del mío que continúa clavado en su pierna. Oigo su dentadura crujir, pero sólo eso, ni una palabra. Cae doblegado al piso agarrando su pierna con ambas manos.
Extraigo de un tirón el arma incrustada un palmo a la izquierda de mi cuello. Estoy furioso, realmente lo estoy, no quiero otra cosa que matarlo… Bañarme en su sangre. De pronto viene a mi memoria lo que he vivido en los siete años anteriores, la vía libre a la bestialidad y la violencia por parte de quienes debían cuidarnos…
Lo comprendo. Todo esto fue parte del entrenamiento, el endurecernos, el hacernos poco a poco perros de presa dispuestos a todo y sin el menor escrúpulo… ¿Soy una maquina de matar? Puede que sí, pero en este preciso instante me siento rebelde. No pienso ejecutarlo, no es que me dé pena, es otra cosa. No quiero jugar el juego por que otros lo digan. Como marine deberé matar sin titubear, pero aún no soy un Hades.
Acadius Cerberus: - Chirón, tu vida es mía. He hablado, el combate aquí acaba. –
No todos están de acuerdo con que rompa el ritual del silencio y media docena de muchachos a los cuales jamás he visto en mi vida avanzan en mi dirección con miradas siniestras. Me temo que poca resistencia podré oponer con terrible tajo entre mi cabeza y mi hombro del cual mana sangre a chorros… Afortunadamente, el 1º y el 2º de mi pabellón agarran mi cuchillo y los de Chirón y se interponen en medio del camino.
Aquileo Kraken: - ¿Ustedes son la futura gloria de nuestra especie? Será un placer pasarlos a cuchillo antes de dejarlos que mancillen el nombre de los Marines Hades… -
Troyanus Pegasus: - No cometerán tal estupidez Aquileo. Vamos al edificio de enfermería, alguien que traiga al muchacho que esta en el suelo. ¡¡¡AHORA!!! –
Vaya, Troyanus es innegablemente un líder nato. De entre la multitud surgen manos dispuestas a seguir sus órdenes sin titubear.
Ambos somos atendidos en la enfermería y confirmando mis sospechas sobre la violencia de este sitio, nadie pregunta el porqué de nuestras heridas. Nos están dejando foguearnos.
Año estelar: ----
Ha pasado un año desde la entrevista con el instructor Nasuke.
Tengo poco más que dieciséis años. Poco conozco del mundo aparte del complejo de edificios en el que he crecido y entrenado día a día bajo la sombra de un enemigo del que nadie sabe a ciencia cierta y los que poseen tal información dejan saber meras vaguedades.
Han cambiado mi régimen alimenticio. Este mes seré aumentado. Un Marine Hades hecho y derecho. Para mí, el aprendizaje recién comienza aquí y eso me inspira una gran confianza en mi destino. Sé que nunca seré otra cosa que una mínima pieza de un mega engranaje, pero dentro de las piezas de mi tipo espero ser una muy útil.
Hace tiempo que entreno junto a las dos únicas personas que se portaron como tales en lo que va de mi vida conmigo. Troyanus y Aquileo son mis hermanos. Los aprecio y admiro. Están un pequeño escalón más arriba que yo, son excelentes aspirantes y serán aún mejores soldados.
Dos meses tras del ascenso a Marines Hades.
Estamos repuestos de las intervenciones quirúrgicas. Poco a poco voy acostumbrándome a mi nuevo yo. Comprendo por qué no nos han incrementado antes, nuestros cuerpos debían estar listos para esta “bendición”, por qué nos entrenan como humanos normales y luego nos elevan a seres superiores.
La velocidad de mis golpes es asombrosa. Mis defensas inmunológicas son soberbias y ahora se me hace muy fácil realizar casi cualquier actividad física. Mis amigos continúan entrenando cerca de mí, aunque ellos dos juntos y yo en solitario. Eso me gusta. Poco tiempo duraremos aquí, nuestro entrenamiento continuara en otro sitio.
Un mes de ingresados a la unidad de entrenamiento Delta.
Hemos sido trasladados a un ala alejada del complejo de edificios. La más alejada. Somos sólo un puñado de Marines Hades, no los regulares. Aquí nos entrenan para otra cosa y me llena el corazón saber que dentro de una profesión tan anónima como la nuestra podamos ser distinguidos de los demás, aunque nuestros nombres jamás se conozcan.
Entrenamientos especiales: ¡Fusil de precisión! ¡Como pude vivir tanto tiempo sin uno de estos juguetes! Soy prácticamente imbatible con el. En un ejercicio he superado el record que poseía un Hades que hizo su paso por aquí mucho tiempo atrás… “Manteniendo a raya al enemigo” blancos que avanzan a gran velocidad a una enorme distancia, desde mi ubicación debo mantenerlos a raya la mayor cantidad de tiempo posible. 23`56`` ¡Vaya record! Estoy nuevamente orgulloso de mí mismo.
Sé que Aquileo está entrenando una increíble cantidad de horas con una gigantesca machinegun rotativa y Troyanus está haciendo lo propio con sus dones como mandamás y piloto… ¡Bah! ¡Se pierden lo mejor!
Hemos comenzado a aprender cuestiones que serían más propias de un ladrón que de un poderoso Marine, pero que, como dijera Nasuke mucho tiempo atrás, son de gran aplicación en todo tipo de misiones. Asimismo uno de los superiores ordena que comience a andar el camino de los sistemas informáticos… En teoría también será de gran aplicación en un futuro. De igual modo me es imposible negarme con lo cual le pongo el máximo empeño posible. ¡Busco en la medida de mis posibilidades la excelencia!
Año estelar: ----
Realizamos todo tipo de maniobras, tanto de tipo Stealth – en las cuales destaco - como de asalto – en las cuales destaca A. Kraken. - Con vehículos terrestres (los cuales gustoso he debido conducir) y con vehículos aéreos (los cuales conduce con perfecta armonía mi amigo T. Pegasus).
He alcanzado un increíble nivel de conocimientos en ingeniería de sistemas informáticos, llegando estos a gustarme inclusive. He potenciado mi destreza en combates con armas blancas cortas y con arrojadizas. Soy uno de los mejores Snipers que por aquí han pasado últimamente y cuerpo a cuerpo puedo pelear sin temor casi contra cualquiera. Los progresos de mis amigos son proporcionales a los míos, si bien ellos han seguido otras especializaciones “somos todos parte de un mega engranaje”.
Ahora más que nunca, estamos preparados para salir al exterior. Hemos finalizado nuestros entrenamientos, estamos ansiosos por enfrentar a “la maldad que mora allí afuera”. Poco nos interesa conocer gente ajena a nuestro escuadrón, a nuestra élite, por lo cual no tenemos inconveniente en que se nos impida salir a conocer Terra, este mundo industrializado del cual somos habitantes, pero al que tan ajenos nos sentimos…
Quince días luego de finalizados formalmente los entrenamientos.
Hoy finalmente llegan las órdenes de nuestros superiores. Estamos ardiendo de impaciencia por ir a defender a la humanidad. Es raro que no nos preguntemos de qué ni en dónde… Entra por la puerta de nuestro barracón un uniformado al que desconocemos.
Teniente Tömu Marwai: - ¡¡¡MARINES ATENNNCIÓN!!! –
Nos cuadramos rápidamente como corresponde a la élite que somos. ¿De dónde nos ha salido tanto creernos superiores a todos los demás?
Teniente Tömu Marwai: - Soy el Teniente Tömu Marwai y he venido a informarles que estarán bajo mi mando. Dadas las calificaciones obtenidas, el Marine Troyanus Pegasus será inmediatamente ascendido a Sargento y será su superior directo antes de mí. ¡Sargento Pegasus, venga aquí!
Troyanus Pegasus: - ¡¡¡SEÑOR SI SEÑOR!!!
Teniente Tömu Marwai: - Sargento, lleve a mis hombres hacia el recinto de las cámaras criogénicas. Una vez allí hágalos ingresar en los módulos ultra cryo. Haga lo propio una vez que me reúna con usted.
Troyanus Pegasus: - ¡¡¡SEÑOR SI SEÑOR!!!
Me alegro por Troyanus, estoy seguro que mandar es lo que él siempre ha querido. Le va bien y sé que será un gran líder. En cuanto a mí, no estoy del todo feliz por ingresar a una cámara cryo… ¿Años escuchando que nos necesitan para detener al enemigo y ahora que estamos al 110% nos envían a dormir? ¿Quién traza los planes que seguimos? O acaso estamos a las órdenes de algún inútil burócrata… Ni me doy cuenta y ya me encuentro durmiendo.
Año estelar: ----
Fecha desconocida, algo que comenzará a hacerse un hábito.
Ha pasado el tiempo, el cual ha sido inclemente en tutores e instructores que se encuentran aplaudiendo cuando tomamos conciencia nuevamente… Soy uno de los primeros en recuperarme totalmente. Veo que no todos los módulos se han abierto, sólo cinco y en ninguno de ellos se encuentran mis amigos.
Ya tenemos misión, el Teniente está de pie, han debido despertarlo antes. No son horribles alienígenas, sino horribles obreros.
En un planeta altamente industrializado, los sindicatos obrero industriales pueden acuñar mucho poder. Tömu Marwai nos explica detalladamente que con una misión de esta índole se evitarían actos represivos mediante el uso de tropas Ares. ¿Hemos dormido demasiado tiempo o las cosas siempre fueron así? ¿Dónde están los malvados alienígenas? ¿Acaso los neomarines son una herramienta represiva para subyugar al resto de la humanidad? Bha! No me competen las disquisiciones ideológicas, sólo soy un marine.
Según nos dicen el objetivo se encuentra atrincherado en una fábrica que su sindicato ha tomado… Cincuenta hombres inexpertos y mal armados. Mis cuatro compañeros y yo haremos una pequeña visita y dejaremos bien en claro que las ideas revolucionarias son para los revolucionarios, no para los obreros.
Por extraño que parezca no me han asignado francotirador, siendo que en esta misión va a haber tres de ellos, por el contrario, me han encargado ser el apoyo de punta de lanza (nombre clave del compañero marine que deberá acabar con nuestro amigo sindicalista) y por ende me armo con dos pistolas de tremendo poder de impacto y balas prototipo HSA¹, armadura de keblar-plus negra que me permite total libertad de movimientos en combate cuerpo a cuerpo pero posee menor protección que las armaduras de los Ares de asalto, “cuerda de piano” que es una sutil herramienta propagadora de muerte silenciosa, una daga de combate de acero templado y un juego de dagas arrojadizas. Se me equipa con gafas de visión nocturna y al caer la noche estamos desplegándonos sobre nuestro objetivo.
Los francotiradores se colocan en edificios vecinos logrando una gran visibilidad que lamentablemente no llega hasta las habitaciones centrales del edificio. Sus nombres clave son: Sagitario, Orión y Alfa Centauro.
¹ Balas HSA: La punta de este cartucho esta llena de pequeñas agujas de una aleación especial que estallan cuando la bala hace impacto, desgarrando al objetivo.
Punta de lanza y yo descendemos en total oscuridad de un aerotransporte stealth directamente sobre el tejado del edificio principal de la fábrica. Hay cinco hombres semi dormidos. Los hacemos pasar a todos y cada uno de ellos por “cuerda de piano” (en mi caso), daga de combate (Punta de lanza a dos obreros) y balas AV² (Nuestros amigos en las cornisas aledañas).
Es nuestra primera misión y hasta aquí nos estamos luciendo. No es que unos miserables obreros signifiquen gran cosa, pero un bautismo de sangre es un bautismo de sangre.
Acordamos ingresar por las tremendas toberas de ventilación. Justamente hay dos. Sin más, punta de lanza elige la que se encuentra a nuestra derecha y a mí me toca la izquierda. Orión nos pide por radiotransmisor que nos pongamos alerta pues está subiendo alguien… Mi compañero se coloca en posición y yo a la expectativa detrás de la tobera de la derecha. Se abre la puerta que acaba con la escalera por la cual ha ascendido el obrero y ¡zas! Degollado por punta de lanza.
Me hace una seña para que descienda por la tobera derecha ya que es la que más cerca tengo y él hace lo propio con la izquierda. Comienza nuestro descenso, detenido por las botas antideslizantes que calzamos. De pronto, todo parece irse al infierno… Un increíble estallido que hace vibrar hasta los cimientos de la fábrica…
Los tres francotiradores maldicen casi al unísono al tiempo que yo caigo en picado varios pisos hasta poder afirmarme nuevamente a las paredes metálicas del ancho tubo.
Lanza (Acadius Cerberus): - Informen situación…
Me mantengo a la espera. Silencio… Finalmente uno de mis “Ángeles guardianes” responde.
Sagitario: - Mina antipersonal sin duda. Proceder con la misión. Ejecutar objetivo de punta de lanza. Cambio. –
Mi transpiración es helada y no se trata de sudor por cansancio o ejercicio… Yo debía ir a la tobera izquierda… Y ahora uno de los nuestros ha caído… ¿Cual era su nombre? …Kamen Orcas sí, ese era su nombre… Espero no olvidarlo jamás pues ha ocupado mi lugar en esta noche de muerte. La sed de venganza desata mi adrenalina.
Sigo como un androide las instrucciones del puesto de mando vía holocube ³ y pronto me encuentro afuera de la habitación en que se esconde el perro que hoy ha de morir en mi mano.
Dos guardias sumamente alterados con SMG abren fuego contra mí… Siento algún impacto que resbala en mi armadura, otro que entra por una comisura y va a dar a un palmo de mi ombligo, raspando el borde externo de mis abdominales sin tocar ningún órgano ni provocar mayor daño… El dolor no lo menciono pues la ira hace que no lo sienta… No alcanzo a darme cuenta del momento en que disparo dos y solo dos balas HSA. El armero me previno de su terrible y sanguinaria efectividad, pero el horrendo paisaje que crean estas hermosuras es algo que probablemente nunca olvide…
Al guardia obrero de la derecha le impacta cerca de las fosas nasales… Luego de llegar la munición, ya no tiene cara, eso es una máscara horrenda de la cual sólo se distingue la parte inferior de la mandíbula… Lo demás está regado contra la pared posterior en la que quedan además insertados los trozos de aleación.
² Bala AV: Proyectil anti-blindaje de alta velocidad, el zueco de plástico que envuelve al cartucho se desprende para aumentar la aerodinámica.
³ Holocube: Pequeña pantalla holográfica que se despliega cual reloj en la muñeca del marine y permite seguir el briefing que se le indique así como la posición de sus compañeros y otros datos. También se trata de un prototipo altamente costoso.
Al guardia obrero de la izquierda, que se escuda detrás de un barril lleno de un líquido que parece ser brea, le disparo intuyendo el pecho a través del barril… Al cilindro de metal lo deja como un colador ¡cielos, espero tener una buena cantidad de estas municiones aunque sean prototipo! ¡Son devastadoras!
El hombre escondido detrás de el arroja su arma al suelo y chilla como una rata… Me acerco lentamente cuidando de no quedar desprevenido ante eventuales obreros y lo veo… Las esquirlas han atravesado el barril que ahora deja emanar lágrimas negras de brea que caen lentamente… El obrero tiene razones para proferir lamentos, sus tripas están llenas de agujas de aleación, pero en el instante de rabia por Kamen decido no evitarle el sufrimiento, al punto de decírselo.
Lanza (Acadius Cerberus): - Muere como la rata inmunda que eres, pero sufre antes de irte. –
Estoy enceguecido y cebado por la sangre derramada y por la sed de venganza por el primer hermano Hades que cae.
Entro hecho una furia a la sala que alberga a Moyanus, el sindicalista en huelga y de pronto lo veo… Maldito hijo de perra… Abraza a una mujer ¿Hace cuanto que no veía una? ¿Es esta la primera? Y a un niño de unos once años… No está armado… Dudo un instante…
Alfa Centauro: - Informe situación, lanza, ¿ha obtenido contacto visual con la presa? –
Suficiente para mí. He pasado toda mi vida entrenando para esto… Soy una maquina de matar ¿No éramos los guardianes de la humanidad? El mismo punta de lanza entrenó para esto. Por él. Se lo debo.
Escucho los gritos de la mujer y los llantos del chiquillo… Apunte directamente al cuello y las agujas de aleación hicieron el resto del trabajo… ¡Demasiado bien! Nada ha quedado del cuello. El cuerpo se desploma sobre la mujer que intenta sujetarlo, pero la cabeza cae sin más remedio llenando de sangre a ambos… Madre e hijo. Madre e hijo… Madre… ¿Acaso soy un clon? ¿O un simple huérfano?
Sagitario: - Lanza salga de ahí inmediatamente. Hay un increíble movimiento en los pisos inferiores, ascienda al tejado para extracción, ¡rápido!
La mujer esta pasando por una crisis de histeria… El niño ha entrado en estado de shock total, está babeando como un idiota… ¿Esta es la gloria de la que hablaban? ¿Que diría Aquileo Kraken al momento de preguntar si podremos contribuir a la gloria de la especie humana más desde esa unidad que desde una estándar?
Nuevamente estoy en el tejado, la nave que me extrae no hace más ruido que la suave brisa… Estoy descolocado.
En la base me ven varios psicólogos y psiquiatras al mismo tiempo que doctores curan mis heridas. Estoy distante, ni me entero de la costura y menos atención presto al médico que me dice algo de una cicatriz que ha de quedarme en el abdomen. Uno de ellos menciona que deben propinarnos una droga cuyo nombre no alcanzo a escuchar.
Creo que en mi fuero interior sé que van a borrar de nuestras cabezas lo que ha sucedido esta noche… Lo siento realmente por punta de lanza… Ya ni su nombre recuerdo y aún no me han dado la droga. Es tan terrible lo que he hecho que prefiero olvidar el nombre del hombre que ocupo mi lugar en el viaje a la tierra de los muertos que recordar mis propios actos. El mundo se desvanece a mi alrededor… Es un alivio.
Año estelar: ----
Fecha desconocida.
Me despierto algo mareado. Lo que parece ser un cryo-técnico se encuentra parado al costado de mi módulo. Comienzo a incorporarme. A mi alrededor la escena se repite, veo caras conocidas, comienzo a recordar a las personas que veo. Hemos realizado entrenamientos juntos. Escuadrón Sticking Hunter dice una voz en mi interior.
Tömu Marwai se encuentra de pie junto con Troyanus, pasado un rato en el que dialogan en privado, el Sargento Troyanus Pegasus nos ordena armar filas al grito de “¡FIRRRMES!”. Todos obedecemos.
Teniente Tömu Marwai: - Marines Hades, escuadrón de operaciones especiales, hemos sido despertados para cumplir con la noble tarea de escoltar un aerodeslizador que traslada a un respetado funcionario de la Commonwealth. Reportes informan que separatistas intentarán asestar un golpe contra el orden y la seguridad asesinando a este político. La misión es sencilla. Llevarlo a salvo sobre la ciudad. En marcha. Sargento.
Sargento Troyanus Pegasus: - ¡¡¡MARINES A EQUIPARSE YA!!! –
Mientras me coloco una exoarmadura se acercan a mí tres doctores y veo que a tres de mis compañeros les sucede lo mismo. Me hacen preguntas cuyo fin desconozco. Comienzo a pensar que quizás detectaron alguna falla durante mi hibernación. Preguntan sobre lo último que recuerdo antes de entrar en la cámara cryo… “Nada, aparte de haber finalizado nuestro entrenamiento y aburrirnos como hongos esperando que llegue este momento.” Sonríen satisfechos. Uno me da una palmada en el hombro. ¿Que les sucede a estos tipos?
El briefing es sencillo. Dos aerodeslizadores nos transportaran a la vanguardia y retaguardia del vehiculo diplomático. Volaremos a muy baja altura (unos 25 metros) y no actuaremos a menos que se nos indique tal cosa expresamente.
Se me ha indicado en el arsenal que dadas mis estadísticas se me adjudicó un fusil de precisión de mayor alcance y calibre variable con una mira telescópica también mejorada. Este juguete me acompañará el resto de mis días y por ello decido bautizarlo, no se me ocurren ideas… Kamen Orcas… Siento algo en mi interior que menciona ese nombre… No comprendo y me siento mareado… Sacudo la cabeza para despejarme. Pido a uno de los armeros un lápiz láser y escribo sobre el frame de mi nueva arma “Kamorc” ese será su nombre.
Horas después del despertar en la cámara cryo.
Nos trasladamos en los enormes vehículos, que son mucho más grandes de lo que recordaba, detrás del aerodeslizador del objetivo.
Unas correas de acero nos atan al techo de la nave, pues hacia ambos costados la misma no tiene compuertas ni ventanas ni nada… Sólo el aire que nos acaricia a medida que avanzamos.
Por curioso que parezca, la misión transcurre sin incidentes. Ni una sola agresión. Mis compañeros están molestos a más no poder.
Regresamos a la base y dos de ellos se trenzan en una violenta trifulca que se cobra como victima la vida de uno de los dos. El grandote, no he prestado atención a su nombre, pero lo recuerdo de los entrenamientos con armas de fuego pesadas… Poco ha durado su carrera. Para cuando logran separarlos tiene la cabeza en una posición extraña, casi cómica, su rostro mira hacia su hombro izquierdo y su quijada hacia el derecho… ¿Siempre hemos sido así de violentos? ¿Soy yo igual que ellos? ¿Es esta la gloria de la raza humana acaso?
Nos mandan a dormir. Mientras las drogas comienzan a hacer sus efectos alcanzo a oír a un humano de uniforme, un humano común.
Oficial de Cámaras-Cryo: - Incluiré en mi reporte la tendencia de estos Hades, creo que esta unidad va a ser un prob…
Nada más puedo oír… El sueño me acoge dulcemente.
Año estelar: ----
Fecha desconocida. ¡Que novedad!
Auriga Prima. Nuevamente la humanidad necesita de su brazo armado. Nos han despertado a todos.
El Teniente T. Marwai y el Sargento T. Pegasus nos informan la situación que ha generado tanto revuelo. Al parecer existe un grupo separatista llamado “Planeta Rojo” que intenta imponer una terrible tiranía sobre el otrora glorioso Auriga. Nos dicen que ya llevan diez años las hostilidades, pero hasta aquí llegan.
La Commonwealth ha decidido aplacar al enemigo mediante el uso de la fuerza máxima: Compañías completas de marines, principalmente Ares. Se estima una serie de batallas ininterrumpidas y sin cuartel en las que, tan solo en diez meses se acabaría con las células terroristas del enemigo. Diez meses… El período de tiempo ininterrumpido más largo fuera de algún control de signos vitales que viviremos luego de nuestro entrenamiento… Me pregunto que sentiremos al estar nuevamente vivos…
Los equipamientos han variado enormemente y no para bien. Veo en mi container de equipo personalizado a la servo armadura pesada que utilicé en alguna misión previamente, si bien no la recuerdo como está ahora. Mi fusil de precisión “Kamorc” aún está allí. Veo mi cuchillo de combate con hoja de damasco. Ausencia de mis pistolas con munición ultra pesada y en su lugar pistolas estándar… Le pregunto a uno de los encargados de entregarnos los equipos, un humano “común” que responde con algo de temor en los ojos.
Asistente de arsenal: - Marine Hades espero que no añore demasiado lo que poseía anteriormente, las cosas han ido cambiando desde su última misión, muchas municiones estaban fuera de serie y se nos mando a dar de baja equipo obsoleto y no mantenible. –
Diametralmente opuesto es lo que me sucede con mi servo armadura. Para mi asombro descubro que tiene mayor potencia y un dispositivo de camuflaje, ideal para mis aptitudes.
Noto algunas ausencias respecto de los marines despertados, por otro lado veo una inmensa multitud de Ares marchando de aquí para allá. Otra nota distintiva es la cantidad de personal humano “inferior” que hace de apoyo a nuestros preparativos, utilizo la oportunidad para dialogar con uno… Lo manipulo para obtener información. Información. Luego de tantos despertares en total ignorancia de lo que sucede a nuestro alrededor, por fin podré enterarme de lo que sucede…
Se han despertado quinientos setenta y seis marines. La coyuntura social no es tal cual nos la plantearon, no hay un bando opositor sino muchos, tres son los principales y buscan principalmente la independencia del planeta para con el sistema de gobierno colonial de Terra… Mi interlocutor decide callar lo demás que sabe al llegar el Sargento Pegasus y comienza la acción.
Sargento Troyanus Pegasus: - ¡MARINES ATENNNNCIÓN! Se nos ha asignado el objetivo Z-213. Devastación de un área plagada de revolucionarios. Código rojo: Aniquilación Total. ¡A LOS VEHICULOS! ¡MARCHEEEEN! –
Viajamos montados en APC de otra época, con muy buenas herramientas de combate y lo que era tecnología de punta. Poder de fuego pesado y una buena dosis de Marines Coloniales Hades y Ares ¿Que clase de enemigo civil despierta temor a tal punto de enviar la elite a combatirlo? Mis compañeros de tanque hacen sombrías bromas sobre cuantos revolucionarios harán alimento para los gusanos.
Una hora treinta y dos minutos luego de partir de nuestra base entramos desplegados en racimo al barrio cuyo nombre clave es Objetivo Z-213. Nosotros también nos desplegamos como corresponde. Ares y Hades con armamento pesado al frente, seguidos por los de rifle de asalto, más atrás quedamos los Snipers avanzando a paso pausado y asimilando cualquier indicio de movimiento adelante.
Casi un minuto después se dispara la primera bala. No me entero de quién tira del gatillo ni en qué dirección, pero ahora es imposible oír nada más que el clamor de la batalla, batalla… Carnicería debería decir continuamos avanzando sin romper formación mientras uno a uno los edificios suburbanos van siendo “limpiados”…
De pronto los tanques se detienen y tres de ellos apuntan a un edificio. ¿Escuela? Abren fuego y el edificio completo arde en llamas, tres docenas de sobrevivientes emergen corriendo alocadamente, a mucha distancia de la vanguardia. Una orden por intercomunicador y quienes están al frente echan rodilla en tierra dejando de molestar a la retaguardia (los francotiradores) que también recibimos nuestras ordenes: “No los dejen alcanzar otros edificios.” Sencillo, para mí es un juego de niños. Retengo el aire en mis pulmones y logro abatir a tres hombres y una mujer adultos…
Mis colegas hacen lo propio y de pronto no quedan más personas mayores por liquidar… La voz del intercomunicador recalca la orden: - “Que NINGUNO se esconda en los edificios aledaños”. - Truenan las armas de mis compañeros ¡No podemos estar haciendo esto! SON NIÑOS. Fijo la mira en un muchachito pelirrojo que corre llorando hacia un edificio cercano y cuando está a tres metros de llegar a la puerta ésta se abre y veo a una mujer también pelirroja con la cara desfigurada de llanto y dolor. Debe ser la madre, le evito el problema de portar una cara tan húmeda de llanto… Ya no tiene necesidad de no tener cara pues le vuelo la cabeza… El niño se arrodilla gritando a un metro y medio del edificio. No sufrirá. Corre la misma suerte que su madre.
Me tiemblan las piernas… No estoy seguro de no haber recibido un impacto pues me siento mareado y descompuesto… Durante unos minutos que parecen una eternidad me mantengo rígido como una estatua.
Sargento Troyanus Pegasus: - ¡¡¡URRRAAAA!!! Hades conmigo, avanzad. –
La vos de mi “amigo” me trae de vuelta a Auriga Prima. Marchamos limpiando manzana por manzana y dejando tras de nosotros un reguero de sangre y cadáveres.
Se ordena a los francotiradores ascender al tejado de un edificio cuya altura domina todo el distrito. Cuelgo mi fusil a la espalda y saco mi pistola y cuchillo. El ascenso al tejado no tiene problemas, salvo para otro Marine que se topa con una familia escondida debajo de una escalera, pero afortunadamente están desarmados y los despacha “a mano”. Aun así no llega al tejado, pero se reporta como victorioso. Nos posicionamos como corresponde y comenzamos a bajar “rojos” que avistamos detrás de ventanas o escondrijos… Los Ares hacen lo suyo…
Hay un galpón del que sale una docena de civiles con las manos en alto y mi otro “amigo” Aquileo Kraken se acerca con una mano en alto y la otra sujetando su enorme Machinegun rotativa. Los civiles se arrodillan y ponen manos detrás de las nucas. Mi compañero de entrenamientos separa las piernas y baja su mano izquierda hasta el soporte superior de su arma.
No hará lo que creo… ¿O sí? Descarga algo así como quinientos disparos sobre los civiles ininterrumpidamente hasta que todos están tendidos y continúa disparando sobre sus cadáveres durante unos instantes más. Lo veo pararse sobre la montaña de muertos salpicando sus ropas con la sangre de los caídos y al llegar al medio eleva su arma y dispara una ráfaga al cielo… Los Marines Coloniales Ares y Hades presentes frente al galpón así como todos los que logran verlo imitan el gesto y escucho gritos que me hielan la sangre… Debemos estar volviéndonos locos…
Por extraño que me resulte, la carnicería que llevamos a cabo no me ha gustado en lo más mínimo…
Volvemos a nuestros cuarteles una vez concluida la misión. Los Doctores revisan los efectos que han tenido sobre algunos de nosotros las drogas de combate.
Escucho a dos de mis compañeros que comienzan a reñir… Están sedientos de sangre… Somos lobos… Nada de guardianes de la humanidad. Somos un arma. La más sanguinaria que jamás se haya creado… Por eso mismo nos mantienen apartados del resto de la sociedad, por eso no conocemos a nuestras familias ni el tiempo en que vivimos… No somos más que herramientas. Justamente este es el motivo para que no recordemos nada, nos borran, nos hacen olvidar las atrocidades que cometemos…
Uno de los psicólogos me da una palmada: - “¡Buen trabajo marine! Cambie la cara. Pronto todo habrá pasado para usted”. - Tiene razón. Solo a medias. No recordaré lo acaecido hasta ahora y por ello seré más vulnerable a seguir este tipo de órdenes. Volveré a cometer injusticias y volverán a borrarme… Aun así, nada hago para escapar a este maldito destino. Quizá no me importe. Quizá ni siquiera alma posea… Sólo quiero dormir y no recordar nada…
Me desvanezco dentro del tanque ultra cryo… Todo se vuelve sombras y mi único amigo llega a hacerme compañía… El vacío absoluto.
Fin del Relato 0 del neomarine Serie Hades Acadius Cerberus para ALIENS: CONQUEST.
Nico-R
Ingeniero Vairy Johansen: ALIENS CONQUEST. - Relato 0.
Esa luz... Otra vez... ¿Constantine???
Me levanto sobresaltado, empapado en sudor, mientras siento que mi cabeza da vueltas. Las últimas palabras pronunciadas en mi sueño retumban por mi cabeza, como si de una pelota de baloncesto se tratara, y las nauseas producidas por la resaca, que, aunque no muy intensa, domina mis sentidos, me hacen caer rendido tapándome los ojos.
Aquel resplandor, titilante y parpadeante, traspasa las rendijas que dejan mis dedos entre ellos, dañándome los ojos. Proviene de un fluorescente colgado del techo, que compré en uno de los impulsos que guían mi vida. Sí, soy un hombre impulsivo y atrevido, y casi todo lo hago sin pensar. Es algo que me llena por dentro.
Mi vida ha sido muy desordenada últimamente, y tanto las risas como el alcohol, y el olor de perfume femenino me han acompañado en muchos días de fiesta, en los que la oscuridad lo engulle todo sin dejar que ningún observador casual pueda ver los susurros de los amantes que se abrazan bajo las mantas, ni a las figuras que caminan en silencio preguntándose por qué están dirigiéndose a ningún lugar en concreto en esa hora de la noche. Pero todas esas visiones saldrán de mi vida pronto. Quedan pocos días para empezar los preparativos
Me doy la vuelta y veo el rostro de mi acompañante, una bella mujer que conozco de hace un tiempo, con la que mantengo relaciones ocasionales. Aun así, estas se basan puramente en el deseo carnal, y nada más. El amor salió de mi vida hace tiempo, desde que me propuse a mí mismo no volver a enamorarme nunca, después de varios chascos en el tema.
No soy un hombre sentimental. Vaya, la verdad es que muchos me etiquetan de frívolo y carente de sentimientos. Nada más lejos de la verdad. Aunque es verdad que no tengo pareja estable desde hace algunos años, y que no pocas mujeres han compartido mi cama, yo no soy el típico hombre interesado que pasa una noche con una mujer y no vuelve a verla nunca. Muchas sí acaban así conmigo, pero es por iniciativa propia.
Yo soy una persona que se encariña fácilmente, tan fácilmente que muchas de mis mejores amigas surgieron de una noche de pasión. Normalmente llamo el día siguiente, y hablo con ella, de temas que, aunque intrascendentes, ayudan a fortalecer nuestra relación. Y esta siempre acaba en una amistad, o al menos la conservación del contacto.
También tengo colegas masculinos, por supuesto, como cualquier otra persona, y los cuido también, pero esta tarea es mucho más fácil. Unas birras un sábado por la noche mientras se ve el partido, o un partidillo de fútbol de vez en cuando son suficientes. Pero con ellas es algo más profundo, más…
Siempre me he sentido bien con las mujeres. No soy un hombre especialmente atractivo, y mi cabello empieza a escasear. Sólo tengo una fina capa cortada a trazos irregulares e imperfectos, aunque, según dicen algunas de estas efímeras compañeras de piso, esto realza mi atractivo. Pero sé como moverme entre ellas, sé como caerles bien y como establecer una relación.
No soy un hombre con muchos principios o ideales, así que normalmente no choco con los demás, y no tengo enemigos, ni femeninos ni masculinos. Siempre empiezo con una buen charla, unas copas, y normalmente la velada continua por sí misma. Pero soy una persona cariñosa, y el sexo es sólo una parte más de una noche loca, sólo un punto que, aunque importante, no es lo único existente, como se empeñan en afirmar mis colegas. Una buena conversación, una caricia, un beso en el cuello, las risas, el baile, las luces… Todo se mezcla dando a la noche un tinte mágico que hace que el sexo sea sólo algo más
Sarah, mi amiga, respiraba pausadamente, relajada, con su largo pelo castaño expandido por la almohada. No puedo evitar pensar que tengo suerte de haber estado con una mujer tan bella esta noche. Acerco su mano y le acaricio los cabellos suavemente, mientras acerco mi rostro al suyo. Ella abre los ojos y sonríe, mientras acoge entre sus manos la mía, que roza su pómulo suavemente. Me acerco a ella y la beso en el cuello, mientras acaricio sus senos con mi mano derecha
- “Buenos días.” - Ella sonríe y me susurra al oído.
- “Vairy… ¿Por qué no dejamos de jugar y pensamos en…?” - La miro a los ojos y sonrío. La luz del sol la hace aún más hermosa.
- “Ya sabes, Sarah… Soy…” –
- “Un hombre libre.” - Me responde con una sonrisa. – “Había que probar. En fin, seguiré buscando el amor de mi vida en los pubs. Y el día que lo encuentre, olvídate de estos encuentros ocasionales.” - La beso en la boca, breve pero cariñosamente.
- “Habrá que ver cuanto puedes aguantar sin mí.” –
- “…Te quiero.” –
- “Yo también.” –
- “Claro. Tanto como a Chris, o a Daniela…” - La abrazo y vuelvo a besarla. Ella acepta mi respuesta encogiéndose de hombros y devolviéndome el abrazo.
Un médico entra en la sala blanca, carente de muebles excepto por una televisión pequeña y una cama blanca, en la que está tumbada una mujer dando el pecho a un bebé recién nacido.
- “¿Señora??” - La mujer alza al rostro y sonríe al médico.
- “El nombre, ¿no?” –
- “Si no le importa…” –
- “… Creo que se llamará… Vairy. Vairy Johansen.” –
- “Pero… ¿Y el apellido del padre?” - El rostro de la mujer se endurece y su voz suena fría y firme cuando responde:
- “Él… Ya no esta en nuestras vidas.” –
- “Vaya, perdón… No sabía.” - El médico parece consternado y un poco avergonzado.
- “No ha muerto. Pero para mí sí. Y para mi hijo también.” –
- “Aún así, necesito saber el nombre…” - La mujer se queda callada. Tras reflexionar un momento, observa al otro individuo con una expresión insondable.
- “Lo siento. No me acuerdo.” –
- “Ah… En ese caso… Bueno, da igual, se puede hacer una excepción en el infórme…” –
El médico sale del cuarto, dejando a la mujer con su hijo, aunque con la certeza de que esta le ha mentido.
- “Vairy, ¡¡allá va!!” –
Un chico no muy alto ni muy fuerte, sino más bien delgado y de expresión animada, recoge el disco y lo mueve de un lado a otro con su palo. Acto seguido comienza a acercarse a la portería, mientras evalúa las posibilidades. Los defensas del equipo contrario están dispersos por el campo, y al chico no le cuesta encontrar un hueco en su pared. La pelota la recoge otro de sus compañeros que tira y marca. Varios chavales se reúnen para entrechocar las palmas y darle palmaditas al que marcó en la espalda.
- “Buen pase, Vairy.” - Dice uno de ellos al chico delgado.
- “Fue fácil, el que sabe jugar es Constantine. Vaya tirada, tío…” –
- “Ya sabéis como me las juego.” - Responde Constantine sonriendo Bueno, vamos a pasar a un juego de equipo más defensivo. A ti, Charles, te quiero en la defensa, y a ti, Vairy… ¿Quién diablos son esos?” –
Varios hombres entran en el campo. Van vestidos de policía y al parecer buscan a Vairy.
…
Vairy intenta hablar, pero las palabras se quedan atrancadas en el fondo de su estómago, rehusando salir al exterior. Lentamente, como si de a cámara lenta se tratase, la mano del chico, de apenas doce años, se posa sobre los párpados del cuerpo, ahora sin vida, de su madre, y los cierra sobre los ojos. Ninguna lágrima baja por el rostro del niño. Ninguna señal de la tormenta que se debate en su interior. Su madre… Su único familiar vivo… El chico no oye las palabras de consuelo del enfermero, ni percibe la mirada compasiva de uno de los pacientes.
Lo único que puede oír Vairy son las palabras del médico que, fuera de la sala, pide un informe al policía.
Accidente de tráfico. Era un conductor, aunque no iba borracho, y al parecer todo estaba en orden. Estaba pasando cerca de la zona donde ha habido disturbios esta mañana y…
Un chico de quince años se levanta cuando el sol baña su cara. Las primeras luces de la mañana comienzan a bañar la pequeña casa de Constantine, el amigo de Vairy.
Desde hace un tiempo, este último vive en uno de los cuartos de invitados, acogido por los padres de su amigo, que eran a su vez cercanos de su madre. De hecho, los únicos de los que Vairy supiera a ciencia cierta que tenían algo que ver con su madre. Siempre fue una mujer simpática, pero excepto el de sus amigos, Vairy no recibió el calor de nadie excepto de ella.
Ahora el chico mira a la ventana, y divisa varios pájaros sobrevolando la terraza de la que es ahora su casa. A su lado, se mueve un bulto.
- “Buenos días.” - Dice Vairy mientras besa a la chica que esta tumbada junto a él.
- “Ey.” - Le responde ella sonriéndole mientras le acaricia el pelo, corto y firme.
Los dos adolescentes se quedan un rato mirándose, disfrutando de aquel momento mágico. Pero la realidad vuelve, y la expresión de Vairy cambia mientras este vuelve a tumbarse junto a Jasmin, chica castaña y bella, apenas un año menor que él… Su primer y último verdadero amor.
- “Lo de esta noche…” –
- “Fue fantástico. Dicen que la primera vez no es… Pero estuviste fantástico.” –
- “Entonces…” –
- “Ya está todo aclarado. Estoy segura de esto. Quiero seguir contigo. Quiero levantarme contigo desde ahora, a tu lado, y susurrarte como lo hago ahora.” –
- “Eso es bonito.” –
Jasmin sonríe a su acompañante, lo que la hace aún más hermosa. Acto seguido le besa con pasión. El beso dura unos segundos, hasta que Vairy se acerca al oído de Jasmin para susurrarle suavemente:
- “Te quiero.” –
Constantine cruza el disco entre sus piernas varias veces y hace algunas cabriolas con este, antes de hacer un perfecto pase a Vairy, que lo recoge con torpeza.
- “¡Vamos, tira!” – Dice el primero al segundo. Con un movimiento lento y desganado, Vairy lanza el disco… que pasa a medio metro de la portería y se estrella contra la valla.
- “¡¡¡Pero tío!!! ¿¿A qué estas jugando??? Hasta un mono parapléjico lo haría mejor que tú…” –
…
- “En fin, dejémoslo… Vamos a tomar algo.” –
Los dos chicos, ahora transformados en hombres de veinte años, salen de la pequeña cancha en la que se encuentran totalmente solos excepto por un pequeño chaval que observa el partido desde lejos. Tras andar unos minutos en silencio, Constantine pronuncia la frase que Vairy estaba esperando oír.
- “Es por ella, ¿no?” - El aludido no responde, se limita a asentir con la cabeza.
- “Pero hace ya tres meses que cortó contigo… Vale, se que fueron casi cinco años, pero tienes que aprender a superarlo…” - Súbitamente, Vairy se detiene. Su amigo se da la vuelta y le mira preocupado.
- “Dime una cosa, Constance… ¿Has olvidado a tus padres? Ha pasado un año desde lo del accidente en las colinas, pero… Siguen ahí, ¿verdad?” –
- “Claro, todos los días… Pero… es diferente.” –
- “Lo sé. Pero tío… La quería. Nunca he querido a nadie así. Era parte de mí. Es… como si me hubieran quitado…” –
- “La razón de vivir.” - Termina Constantine. – “Vaya, tío, sí que estabas pillado. Pero la vida sigue. Y no puedes seguir lamentándote para siempre. Sino, nunca sacaremos el piso adelante.” - Termina con una sonrisa.
Vairy reflexiona un momento. Un perro solitario cruza la calle, mientras olisquea en busca de los restos del vecindario. Los últimos rayos de sol están desapareciendo tras la colina cercana, la misma donde se mataron los padres de Constantine…
- “Supongo… que tendré que despejarme si quiero sacarme la carrera de ingeniería. Esas neveras no se van a descongelar solas. Pero ten clara una cosa. Nunca más. El amor está fuera de mi vida.” –
Vairy coge la lata de refresco de las manos de su amigo y la lanza al cubo de basura más cercano. Esta se cuela limpiamente por el agujero.
Tres figuras caminan por una calle oscura. Una es alta y delgada, y la otra tiene una estatura media, y va agarrado a la tercera figura, que parece una mujer. Los tres charlan animadamente.
- “Ya queda poco para llegar. Me han dicho que el local está de lujo.” - Dice la segunda figura.
- “No me gustan mucho estos lugares… Comenta la tercera, que por el modo en que agarra a su acompañante, debe de ser su novia.” –
- Tranquila, si estoy yo aquí no puede pasar nada. Además, tenemos la presencia de nuestro amigo Vairy, que aunque me ha superado en el tema del deporte, todavía no ha podido encontrar una pareja estable.” –
- “Ya sabes, Constantine, que yo no soy un hombre de una sola mujer. Aunque teniendo a una chica tan impresionante como Leila, me lo pensaría seriamente.” - Dice la última figura, que había estado callada hasta ahora. La mujer suelta una pequeña risita.
- “Ey, tú, que esta está conmigo. Quédate con tus ligues de una noche.” –
Los tres personajes se ríen y doblan la esquina. De repente, una cuarta figura, salida de las sombras, se interpone en el camino de Vairy, que ahora es un hombre hecho y derecho, de unos veintiséis años, con menos pelo que antes, aunque también una expresión madura que realza su atractivo. El asaltante lleva una navaja.
- “Hijo de puta…” –
La mujer suelta una pequeña exclamación y se aparta, junto con Constantine, que alza un brazo para protegerla. Pero al parecer el hombre solo esta interesado en Vairy, que se mantiene sereno y con una expresión impenetrable en su rostro.
- “Perdone… ¿Tiene algún problema?” –
- “Capullo… No me vaciles, ¿no ves mi navaja? Te acostaste con mi chica, cabronazo. Te la tiraste y voy a cortarte el cuello. Me has jodido, capullo…” –
- “No digas que me la tiré. Es una expresión muy fea. Tu novia me contó que la pegabas y que estaba harta de ti. Pero tenía miedo. Si no llega a ser por mi, ella seguiría desesperada, pensando como podría librarse de ti sin problemas. Por lo que veo, eres más peligroso de lo que ella me decía. Serás uno de esos malditos nacionalistas paramilitares, que creen que por tenerlo todo pueden hacer lo que les de la gana…” - El otro hombre, que apesta a alcohol por los cuatro costados, monta en cólera.
- “¡¡Te voy a matar!!” –
El destello de la navaja, dirigiéndose al costado de Vairy. Constantine, moviéndose bruscamente para interponerse entre su amigo y el arma. El grito de Leila, que se echa unos pasos atrás. La navaja introduciéndose en el costado del que fue casi un hermano para Vairy. El agresor, balbuceando y corriendo, mientras la realidad de lo que acaba de hacer traspasa los límites de su embriaguez.
Suplicas de Auxilio. Los ojos abiertos como platos, reflejando una realidad que la mente se niega a aceptar. Gritos. Dolor. Sangre por todos lados. Y la única persona que importaba para Vairy, tirada en el suelo, en posición fetal, con los ojos en blanco, observando un mundo que ya no puede ver.
Vairy coloca una pieza sobre otra, delicadamente. Acto seguido las enchufa y sujeta el cable, preparado para conectar su nueva máquina. Su compañero de piso, un colega un poco juerguista y gran compañero de borrachera, se acerca a él con los ojos medio cerrados, ya que se acaba de levantar.
- “Ey.” -
- “¿Qué tal, tío? ¿Qué tal va la resaca?” - Responde Vairy mientras le pone una mano al hombro.
- “Bueno… Podría ir mejor. Oye, Vairy…” –
- “¿Mmm?” –
- “¿Por qué tienes tanto vicio con la robótica? Vaya hobby tan raro.” –
- “Bueno, es una forma más de pasar el tiempo.” –
A lo lejos se oye una explosión. Los disturbios siguen, y los ataques al gobierno son cada vez más frecuentes. Vairy suspira, fastidiado
- “Es imposible que les hagan caso. Esto será otra represalia violenta y sangrienta.” –
- “Vaya desperdicio…” –
Los dos se quedan un rato callados, y mientras el otro se prepara el desayuno, Vairy termina de construir el pequeño robot. Acto seguido pulsa el botón de encendido y este alza la cabeza, comenzando a andar. Al llegar a una pared, la evita gracias a un sistema parecido al de los murciélagos, de ondas ultrasónicas. Vairy sonríe satisfecho.
- “Guau.” - Comenta su colega. – “Te ha costado lo suyo, ¿no? Aunque no les tose a los robots de la tele. ¿Cómo le vas ha llamar?” –
- “… Constantine.” –
- “…” –
…
Ha pasado un año desde el funeral
Los recuerdos se amontonan en mi mente mientras me dirijo a la nave Conquest en un transporte. Allí me espera una nueva vida, un nuevo destino. Nada queda atrás, excepto dolor y vacío.
Desde el momento en que mi último ser querido salió de mi vida, supe que ya nadie podría remplazar el vacío que habían escarbado, juntos, la madre que fue la única persona que me cuidó, la chica a la que amé, como si me fuera la vida en ello, y el amigo que me dio cobijo cuando todo estaba perdido, el que se convirtió en lo más parecido a un hermano que he tenido nunca.
Desde entonces, he disfrutado de la vida con una nueva filosofía: “Vive y deja vivir”. Algunos me llaman pacífico, otros dicen que paso de todo. Otros dicen que soy un mujeriego y otros que no puedo llegar a sentir nada por alguien. Bien, no se lo voy a negar. Nunca nadie remplazará a las únicas personas que pensaron que yo podría llegar a algo, y que no me miraron con compasión ni con adoración, o desprecio, sino como a un igual.
Ahora me dirijo a una nueva vida. No sé qué será de mí allá arriba, pero tampoco me importa. No me escapo del régimen, como hacen otros inconformistas, que mantienen sus opiniones en secreto, ocultas bajo una máscara de leal servicio, a la espera de cualquier signo de debilidad para colocar sus trampas entre las perfectas fichas de ajedrez que colocan los mandamases.
Tampoco soy uno de esos que afirman que quieren escapar de todo, que quieren huir del mundo. Mi razón por estar aquí… Bueno, podría decirse que me aburría allí abajo. Además, ese planeta, “Eden”, tiene buena pinta. Sólo espero que entre la tripulación haya bastantes mujeres. Uno no puede desterrar las viejas costumbres… ¿no?
Situación actual:
Vairy trabaja en la Conquest junto con Ariadne show, su compañera en temas de criogenia. Está feliz con su trabajo y se alegra de haberse decidido a vivir esa aventura. No le queda nada atrás, en la tierra, sólo unos cuantos colegas y varias “amigas”, pero ya no ama a nadie, tal como lo hacía en el pasado.
Últimamente tiene varios roces con Snow, y teme estar empezando a sentir algo por ella. Ha dejado sus costumbres de seductor un poco apartadas, aunque ahora las está retomando. Como único equipaje, quitando lo básico, lleva varios libros sobre robótica e informática, sus hobbies, así como todo el material que sus superiores le permitieron traer, incluyendo piezas de metal, varios tipos de sensores y algunos aparatos holográficos.
No suele hablar de su pasado mucho, pero se ha ganado la amistad de los demás tripulantes, debido a su carácter desenfadado y amistoso. Es bastante vago y un poco olvidadizo, pero también maduro en sus decisiones y trabajador cuando se le necesita.
Amigo de sus amigos, no suele tener problemas ni tampoco buscarlos, y suele mantener relaciones de colegueo con la mayoría que se lo permiten, también con varios de sus superiores.
Vive la vida y ve el punto optimista a gran parte de las situaciones. Sabe escuchar y es gratificante hablar muchas veces con él. Tiene un humor agudo, y suele tener algunos duelos verbales con otros tripulantes, sobre todo con Ariadne, en los que se lo pasa realmente bien.
No tiene muy buena forma física, pero su cuerpo está bien formado y está un poco delgado. Lleva el pelo muy corto, y, aunque no es un sex-simbol, es guapo hasta cierto punto, tirando para normalillo, es decir, no destaca. Eso sí, tiene un misterioso atractivo que atrae a algunas mujeres, que se ve complementado por su labia. Le encanta ver las vistas del espacio y del planeta, y a veces se pone sentimental, aunque suele acabar bromeando.
Le encanta: La robótica, tumbarse para vaguear, pasarse con el azúcar en el café, escuchar música mientras trabaja, su trabajo, que le llamen “arreglaneveras”, mirar el espacio, las mañanas en las que se levanta el primero (tan escasas como el numero de rinocerontes que hay en la nave…), acampar (cuando estaba en Auriga), conversar con la IAR Victoria de temas intrascendentes (y si es posible, frustrarla) y las conversaciones y duelos verbales con Ariadne Show.
Odia: La gente estirada, las reglas estrictas, que le levanten pronto, las muestras de superioridad, la comida envasada, las arañas (las tiene mucho miedo, y es totalmente irracional, rozando el limite de la fobia), que su agenda electrónica se quede colgada.
Aspiraciones: Según él, desde ahora y en el futuro su vida se guiará por decisiones espontáneas. Su único objetivo es vivir y dejar vivir. Pacifico y tranquilo, no tiene pensado nada para su futuro.
Frases más comunes:
- “Ey, relájate… Respira hondo…” –
- “Por algo me llaman el arreglaneveras…” –
- “Supongo que esto será que me tengo que quitar todos los problemas de golpe. Ya verás como desde ahora todo va rodado…” –
- “Venga, tío… Tienes menos sangre en el cuerpo que mis robots…” –
- “¿Dónde queda el baño?” –
- “Eyyy” –
- “Buenas… ¿Qué se cuece por aquí?” –
- “Me piro. No matéis a nadie en mi ausencia.” –
- “Creo que vamos a tener un pequeño problema…” –
- “… ¿Eh?” –
- “Sea lo que sea, yo estaba en mi camarote y no tengo nada que ver…” –
- “¿Que tal Victoria? ¿Ya has encontrado algún disco duro con procesador XHL que te haga feliz? Tendrías que empezar a pensar en establecerte y tener hijos…”*
* O frases similares…
Crónica de Vairy Johansen:
16 de junio de 3734 - Vairy nace.
Agosto de 3735 - Dice su primera palabra: Sardinas.
3738 - Vairy conoce a Constantine. Desde entonces serán amigos inseparables. Se pelean en contadas ocasiones hasta la muerte de Constance, pero lo arreglan rápido siempre.
3741 - Vairy empieza su educación primaria. Su familia no tiene mucho dinero, pero aun así disponen de lo suficiente para que el chico crezca en un ambiente normal. De todos modos, se ve afectado de forma directa por la agitación social y la gran carnicería.
3744 - Empieza a interesarse por la robótica y la mecánica. Le encanta ver los robots que salen por la tele y las maquinas que se utilizan en su lugar de origen. Empieza a preguntar por todo, lo que no resulta muy beneficioso para la cabeza de su madre. Se apunta a su deporte preferido, uno parecido al hockey. Ahorra un poco y se compra unos patines para poder jugar.
3746 - El y su equipo quedan segundos en un pequeño campeonato. Aún así, es poco común que se hagan este tipo de eventos y suelen ser poco preparados. Hay muchas revoluciones y disturbios, cada vez más. Vairy empieza a interesarse por las niñas de su edad antes que sus compañeros. Se mete en una pelea por defender a un amigo y sale bastante magullado.
3748 - La madre de Vairy muere. El chico pierde su primer ser querido y empieza a adquirir una actitud más pesimista ante la vida. Empieza a vivir con Constantine y sus padres.
Noviembre de 3748 - Termina sus estudios primarios y parte de los secundarios. Conoce a Jasmin. Poco a poco se enamora de ella.
Junio de 3749. Cumpleaños de Vairy - Él y Jasmin empiezan a salir. El adolescente siente que su vida vuelve a tener sentido.
3752 - Vairy termina sus estudios secundarios y empieza la carrera de Ingeniería Criogénica.
3754 - Mueren los padres de Constantine. Vairy es el único apoyo de su amigo.
3755 - Jasmin corta con él después de cerca de cinco años de noviazgo. Vairy se queda hecho polvo y sufre profundas depresiones.
Mayo de 3756 - Intenta suicidarse, pero no llega a hacerlo gracias a su amigo Constantine.
Septiembre de 3756 - Vairy supera el trauma y logra volver a vivir. Jura no volver a enamorarse nunca. Empieza su vida sabática.
3758 - Termina la carrera. Comienza a trabajar para el Gobierno. Ojo, no está a favor de este, pero tampoco está en contra. Simplemente pasa del tema.
3759 - Constantine muere. Vairy sufre la última perdida de su vida, y decide alistarse como voluntario en la expedición colonial Conquest.
Fin del Relato 0 para ALIENS: CONQUEST del Ingeniero Vairy Johansen.
Paper.
Hector Mercury. - ALIENS: CONQUEST. – Relato 0.
En mi chapa de identificación pone que me llamo Hector Mercury. Maldita sea ya ni me acuerdo de mi propio nombre. Al menos sé que soy uno de los llamados Neomarines. Un soldado mejorado genéticamente, la elite de la Commonwelth y su orgullo y blah, blah blah. En mi caso, de la Serie Hermes. Soldado de Reconocimiento y Exploración. Por lo que a mí respecta me define algo mejor, soldado de mierda. En un sentido más o menos categórico siempre estoy metido en ella.
La Serie Hermes, creados para ser más rápidos, con mejores reflejos, para reconocer el territorio enemigo “Behind Enemy Lines” y esas cosas. ¿Qué significa todo eso?... Fácil, te mandan sólo con un par de cachivaches (vale, algunos son una virguería). Y, “ale machote ve allí. Sí, sí, a ese sitio lleno de enemigos. ¿Que son muchos y están bien armados? ¿Que el único punto de acceso son las cloacas o algún sitio más repugnante? (Ahí viene la parte de estar entre mierda en el sentido literal). Ah, no importa muchachote coge tus armas y a dar guerra. Vuelve, si puedes, y me cuentas todo lo que hayas averiguado sobre nuestros enemigos.”
No es que tenga miedo ni mucho menos, pero no es precisamente divertido cuando te quedas allí atrapado y se olvidan de ti. Y cuando consigues tu misión llegan los Ares, los Hades, los Zeus... vamos toda la panda. Y a veces tienes que huir del fuego porque “gracias por la información Borzoi, le aconsejamos que se ponga a cubierto”. Eso significa, “machote, corre que van con la artillería”. Y eso si tienes suerte del aviso, varios... maldita criogenia ya no recuerdo cuantos, de mi “promoción” cayeron en ese tipo de circunstancias.
Dicen que los Hermes aparte de ser lo más rápidos, también somos los más indisciplinados. No somos los más indisciplinados, somos los más... humanos. No somos maquinas, nuestra misión no es acabar con todo bicho viviente desde el punto A hasta el B, y tranquilos chicos no pasa nada si os pasáis un poco. Nosotros tenemos que averiguarlo todo, sin ayuda, sin refuerzos. Bueno, alguna vez los Hades ayudan. Pero cuando ellos llegan a donde llegamos nosotros nos ha crecido barba.
No puedo recordar mi primera misión. Realmente, no recuerdo mi entrenamiento, reacciono gracias a lo que aprendí de el y de mi experiencia de combate. Pero no lo recuerdo. Cuando nos despiertan, veo a los soldados humanos mirando fotos de su familia, de sus novias, de sus padres, incluso de sus hijos. Los neomarines sólo podemos aferrarnos a nuestro equipo, a nuestros compañeros. Nosotros tenemos que ser nuestra familia. A veces se dice que los soldados que combaten juntos estrechan lazos de amistad parecidos a los que tienen entre sí los hermanos. Por ello me gusta llamar al neomarines mis hermanos y hermanas.
Lo peor de nuestra vida es la crioestasis. Cada vez despertamos menos, y peor. Entre la crioestasis y los efectos secundarios de las drogas de combate muchos de mis hermanos pierden la cabeza. Se vuelven más sanguinarios, pasan de ser maquinas de guerra a animales sedientos de sangre. Incluso se vuelven contra los nuestros. Al principio era una extrañeza, se hablaba de neomarines débiles, que no eran capaces de aguantar lo que iba a ser su vida. Pero cada vez que nos meten en el congelador y nos despiertan son más los que pierden la cabeza. Nos conservan como tesoros, como reliquias, para que el tiempo no nos afecte, pero el tiempo nos alcanza a todos y a todo. Nos poseen como el que posee un objeto. Pero no somos un objeto somos Neomarines, somos los mejores de nuestra especie. Nuestro potencial de combate sólo es una parte de lo que somos. Necesitamos el momento para descubrir todo lo demás antes de que desaparezcamos como nuestros antecesores.
El momento de levantarnos debe estar cerca, pues no nos queda demasiado,
Terra. – 3415.
- Malditos seáis todos. – Gritaba el Sargento de Instrucción. Maldecía a los neomarines que le habían tocado. Todos de la clase Hermes. Eran buenos como los demás, pero nadie sabía como buscaban no solo tiempo para entrenar, si no para divertirse. A veces, realizaban pequeños sabotajes, no de manera destructiva sino como bromas, para probarse a ellos mismos. Una vez realizaron una modificación en los videos de propaganda y adoctrinamiento, del centro de instrucción, para que el presidente dijera una y otra vez “me pica el culo”.
Hector no era el mejor, pero tampoco rezagado. Aquellos días en la instrucción fueron los mejores de su vida. Les castigaban muy duramente cada vez que hacían una de sus gracias. Pero no les importaba en absoluto. No tardaban demasiado en hacer la siguiente.
Cuando realizaban maniobras con el resto de los Neomarines, pronto se fijaron que eran muy inferiores en numero. Al igual que los Zeus, las Ateneas, y los Hephaestus. Había bastantes Hades y un tremendo numero de Ares. Eran raras aquellas maniobras en la que reunieran a todos los tipos y en gran número, pero todos se pudieron dar cuenta. Y los Hermes como siempre se hicieron notar a su manera. Bromeaban y picaban a sus superiores. En las maniobras algunas escuadras de Hades hacían el mismo trabajo que ellos. No eran malos, pero ellos sabían actuar solos, mejor que nadie. Señalaban objetivos, entraban en fortalezas infranqueables, obtenían planos y los planes de ataque enemigos, mantenían las redes de comunicación, allí donde la tecnología no podía.
Terra. – 3420.
Pero la instrucción como todo, se acabó. Les comunicaron que les mandarían a las colonias a defenderlas de todo enemigo, interior o exterior. Esa fue la primera vez que congelaron a Hector Mercury. Cuando vio la cámara fue como cuando uno vio su propio ataúd. Le reclamaba. No les habían dicho a dónde les enviaban, ni para qué. Algunos pudieron despedirse. No sabía a donde les mandaban a cada uno. Se les asignaba un número que correspondía a un arca y a una cámara criogénica en particular. En parte todos están felices por empezar su misión de verdad, se sentían inútiles con tanto entrenamiento si parecía que no lo iban a poner en marcha. Pero a la vez era algo aciago les estaban separando. Eran pocos y ahora estarían desperdigados.
Auriga Prima. – 3482.
La cámara se despresurizó expulsando vapor. Hector abrió los ojos. Le dolía todo el cuerpo. No estaba en la nave estelar donde creería que despertaría. Era alguna especie de complejo. Un doctor muy atento le examinaba. La cabeza le daba vueltas, nunca se había sentido tan desprotegido. Solo habían abierto 10 cápsulas. Ninguno de los otros era un Hermes. Casi todos de la serie Hades.
- Vamos arriba gandules. Queréis que llame a vuestras mamas para que os pongan las zapatillas, moved el culo. – Era un hombre bien entrado en carnes, y pocos pelos quedaban ya en su cabeza. - Soy el Coronel Andrew y ahora os moveréis bajo mí son. Seguid al ingeniero Clark y coged vuestro equipo.
Pronto supieron que estaban en Auriga Prima. Los distribuyeron por el planeta. En cuanto todos tenían su base de operaciones comenzaron las misiones. Las primeras para Hector fueron misiones de vigilancia. Durante un tiempo estuvo siguiendo a un político llamado Charles Wolf. Mientras le seguía el Coronel le dio el nombre clave, Borzoi. Un galgo de caza usado por los zares rusos para cazar lobos. A Hector, Wolf le parecía un buen hombre, cuidaba de su familia y de sus amigos. Y no era demasiado falso, demasiado raro para ser un político. Hubiera preguntado al Coronel por qué narices seguían a aquel tipo pero la respuesta hubiera sido algo como “no haga preguntas o le meteré su mejorada lengua por donde no sale el sol”.
Tras tres meses siguiéndolo y que la prensa usara alguna de sus grabaciones modificadas para recabar su popularidad. Le dieron nueva orden. Matar a Wolf. Le suministrarían un explosivo para colocarlo en la casa. Ellos se encargarían de detonarlo.
Conocía sus hábitos, si iban a matarlo en su casa tendrían que hacerlo cuando su familia estuviera allí. Solo tenía doce horas para pensar como hacer que su familia no muriera. No podía hacer nada por Wolf, ya era un cadáver andante. O no... Tenía que hacer que el plan fallara. Necesitaba que la señal no llegara a la bomba. No sabía cómo, mientras durara la misión llevaría el casco y ellos veían todo lo que él veía. No paraba de darle vueltas, pero estaba bloqueado. No sabía como salvar a aquella gente.
Llegó la hora de poner la bomba, no tenía ideas. Cumplió su misión y ellos cumplieron su parte. Oficialmente un grupo radical mató al querido político, y el gobierno respondió aumentando la seguridad.
Después de la muerte de Wolf tuvo que realizar otros tres actos parecidos. En los otros dos casos consiguió que acabaran solo con el objetivo sin más victimas. Aparte de la culpa de la muerte de la familia de Wolf, aquel tiempo tuvo algo bueno. Muchos días tenía que aparentar ser alguien normal. Podía ver qué era una vida normal. Qué era tener una familia. Incluso a veces achacaba a problemas al casco y aprovechaba para mezclarse entre la gente. A pequeños ratos era Hector Mercury, ciudadano de Auriga Prima. Pero rápidamente debía volver a ser Borzoi.
A las muy pocas semanas de acabar con su ultimo objetivo. En otra parte del planeta y dado muerto uno de los neomarines. Los guardaespaldas de uno de los objetivos tuvieron la suerte de su vida al acertar al neomarine. El Coronel mandó a todos los demás para recuperar el cuerpo del neomarine y acabar con todos los que le habían visto. Era la primera vez que actuaba en una misión real con sus hermanos. Fueron sangrientos y brutales. El mismo actuó así, no conocía demasiado al neomarine pero al verle muerto se veía reflejado a sí mismo así. La misión duró menos de una hora. Mataron a 52 personas, todo el ejercito privado que había contratado el objetivo, además del objetivo y su familia. Dejaron cargas explosivas para borrar cualquier muestra de su presencia en aquel sitio.
A pesar de la celeridad de respuesta, se empezaron a oír rumores del uso de los neomarines en suelo civil. Los nueve fueron devueltos a sus cámaras criogénicas. Sin mostrarlo Hector sintió autentico miedo al ver el gélido ataúd. Odiaba aquel sitio. Pero allí volvió a ser encerrado
Colonia de la Commonwelth Auriga Prima. - Año 3522.
El segundo despertar de la criogenía fue mejor que la primera. Entre otras cosas porque en vez de un asustado medico, era una atractiva doctora. Le dolía casi todo el cuerpo pero menos que la primera vez. Habían despertado más hermanos que la última vez. Incluso una escuadra completa de los Ares. Lo cual no era bueno.
Un líder de una pequeña ciudad de Auriga había declarado la independencia. Era un lugar apartado, una de las últimas zonas a colonizar. Lo primero que habían hecho las autoridades era cortar todas sus comunicaciones. Dejando el lugar incomunicado. El resto de la población de Auriga Prima desconocía lo que allí había pasado. Los neomarines pararían los pies a esa insurgencia de raíz.
El viejo Coronel no dirigía la misión, le dijeron que murió de viejo hace 12 años. Tampoco le importaba aquel hombre, citándole “era un grano en el culo”. La operación la dirigía el Coronel Karl Emmerich, un hombre frío y calculador. Pero era buen oficial y un gran táctico. Llevaba muchos años sirviendo al ejército colonial. Había puesto a gente de su confianza para dirigir las escuadras de los neomarines. A Hector le formó junto a un pequeño escuadrón de Hades. Ellos serían la unidad de reconocimiento, al mando un curtido hombre llamado James Hopkins. Todos desconfiaban de aquel hombre. No le conocían, no sabían como trabajaba y les haría bajar el ritmo. Y a los Hades tampoco les hacía gracia tener a un Hermes entre ellos, se creían suficientes para que añadieran a un hombre de otra serie.
Les llevaron a la zona. Tenían la misión de identificar los objetivos para poder desplegar a los Ares para que lanzaran el ataque final. Hopkins los desplegó. Le habían dado una pantalla de muñeca para poder ver lo que veía Hector por su casco. Él avanzaba por delante, esquivaban a la gente y las patrullas cuando podían, cuando no eliminan el obstáculo. En 6 horas habían terminado su trabajo, y lo hicieron de una manera limpia y quirúrgica. Y su opinión hacia Hopkins cambió, sacaba fuerzas de donde no las tenía para mantener el ritmo de los marines mejorados, les dirigía con diligencia para mantenerlos con vida. Tras terminar su parte, transportes aéreos desplegaron en 15 minutos a los Ares estaban allí. Los Hades les darían apoyo y les cubrirían la retaguardia. A las 24 horas, la rebelión había sido sofocada. 75 marines de la clase Ares exterminaron a toda la población. En el futuro el gobierno transformaría la ciudad en un paraíso para la clase alta. Salvo los neomarines y unos pocos funcionarios del gobierno nadie supo lo que pasó allí.
Los neomarines solo tuvieron tres bajas. Les volvieron a llevar al mausoleo. No tenía tanto miedo como la última vez, pero odiaba aquella cosa. Volvió otra vez a su frío ataúd.
Colonia de la Commonwelth Auriga Prima. - Año 3741.
La cámara se despresurizó expulsando vapor. Héctor abrió los ojos aunque le costaba y la luz le hacia daño. Cada vez despertar era más difícil. Ya no le dolía todo el cuerpo como al principio, ahora sólo era más difícil despertar. Muchas veces pensaba que la muerte lo reclamaba. Un día simplemente no despertaría. Lo primero que vio fue a un doctor revisaba sus constantes vitales. Aquel hombre estaba preocupado, hay quien diría que asustado.
-Aparta de mí matasanos. Si estoy despierto y no estoy vomitando, es que estoy bien, no es para que te tires el día entero. Largo.
El hombre le tenía miedo a pesar de que Hector quizás era uno de los neomarines menos impresionantes. Era un hombre bien parecido, pero no era ni muy grande ni muy musculoso. Comparado con muchos de sus “hermanos” parecía pequeño y débil. Pero aquel hombre les tenía autentico miedo. Hector también sabia que si los habían despertado no era para tomar ricos manjares y conocer bellas mujeres.
Antes de que el doctor le dijera nada se levantó y empezó a quitarse el criotraje. Los músculos estaban adormecidos, al igual que al resto de su cuerpo no les apetecía despertarse. Muchos de sus hermanos estaban despiertos. Hopkins salía de una las cámaras, había sido congelado junto con ellos tras la última misión. Quizás el Sargento no fuera el mejor, pero había ganado el respeto de su escuadra, y congelarse porque “un buen suboficial siempre tiene que tener bien vigilado el culo de sus soldados” no hizo más que aumentarlo, entendían que ese hombre quería dirigirlos para mantenerlos vivos. A Hector le gustaba por que le dejaba trabajar a gusto, le decía que saliera allí “a pegar tiros y dar guerra”, pero después añadía, como lo hacía siempre que uno de ellos se separaba de la unidad, “vuelve entero, capullo”. Era un viejo loco pero confiaban en él.
La octava escuadra, sería desplegada antes para localizar a los objetivos y los lideres. La decimotercera, la cuarta, y la séptima. “Agitarían el hormiguero”, atacarían la zona donde los últimos datos de inteligencia decían que había combate. La octava aprovecharía para marcar objetivos y eliminar a los líderes.
Cuando comenzó la operación “agitar el hormiguero” los gritos comenzaron a oírse. Antes que las explosiones, antes que los disparos, comenzaron los gritos. Los neomarines se habían convertido en el coco, eran mitología que aparecía en los libros de historia. Pero ahora estaban andando por las calles disparando a todo lo que respirara.
La octava se movía rápido. Eliminaban a los grupúsculos de personas que intentaban levantarse en armas. Hector iba en avanzadilla. Se metía en los edificios, identificaba los que estuvieran “sucios” y usaba unas pequeñas balizas del tamaño de una bala para que los Ares localizaran los objetivos. Al los se encontraran en el objetivo con más suerte le quedaba dos horas de vida.
A las 5 horas de estar allí comenzaron los problemas. La octava iba a reunirse con la cuarta, uno de sus miembros reportó problemas antes de que se cortara la comunicación. Creían que les habían emboscado. A Hector le habían mandado a continuar la misión de marcado. Usaba poco su arma. Intentaba simplemente que no le vieran. Tras oír por radio que la octava había llegado al encuentro de la cuarta, informaron de que recibían gran cantidad de fuego. Y por primera vez en toda la campaña una unidad de neomarines pidió apoyo. Hector corrió hacia donde estaban los suyos. No se creía lo que estaba viendo, la cuarta compuesta por serie Ares estaban atacando a la octava. El sargento había muerto. Estaban combatiendo cuerpo a cuerpo. Hector dudó al principio pero uno de sus compañeros le pidió ayuda cuando el otro neomarine le estaba ahogando, Hector acabó con él disparando al Ares en la cabeza. Si no contaba que uno de los Ares también había matado a uno de la octava, diría que era la primera vez que un neomarine mataba a otro a intencionadamente, al menos que él supiera.
Tras matar o reducir al resto de la cuarta. Nadie de la octava podía hablar, habían perdido a dos de los suyos a manos de sus hermanos además de al sargento. Era la primera vez en su vida que ninguno de ellos sabía exactamente que hacer. En poco tiempo la insistente llamada del Teniente Meyers les sacó de su ensimismamiento. Un tanque APC recogió a los heridos y los muertos. Los restos de la octava continuarían su misión. Más adelante les asignarían un nuevo sargento.
Continuaron la misión y luego oyeron por radio más “accidentes” como el que habían tenido con la cuarta. El peor enemigo en aquella batalla estaban siendo ellos mismos. Al principio de la misión él tenía la intención de intentar distinguir de los verdaderos rebeldes e insurgentes de aquel grupo de pobres que solo querían mejorar un poco su mundo. Ahora todo le daba igual. No creía a alguno de sus hermanos en el centro de internamiento, que aseguraba que solo eran cosas. Nadie les apoyaba, todos esos grupos reclamaban muchas cosas, y ninguna era a favor de los “viejos” neomarines. Esa noche la humanidad no le importaba nada.
Al amanecer nadie vio el sol, el humo de los incendios y el polvo lo ocultaban. La octava se dirigió al cuartel móvil. Querían munición y algo de agua fría. Allí había más escuadras reabasteciéndose. Hector podía notar a los que se encontraron en la misma situación que ellos. No era lo mismo matar a cualquier humano que te dijeran que mataras. Esa noche habían matado a los suyos.
Hicieron un par de rondas acabando con cualquier reducto que pudiera quedar. Y para ello les asignaron un nuevo sargento. A todos les dieron ganas de reventarle los sesos en cuanto le conocieron. Era un crío recién ascendido, el primo del sobrino de alguien. A veces le ignoraban y le dejaban atrás. Tuvo que ordenarles que pararan porque estaba destrozado. A través del modulador del casco salían las carcajadas de cada uno de los neomarines. No podían matarlo pero podían hacer que deseara no querer servir con ellos. Y así fue, antes de meterlos en la nevera el chico se despidió de ellos. Les tenía tanto miedo como la gente que habían perseguido. Después de esa noche era probable que disolvieran la escuadra. La octava seguramente había desparecido esa noche. Quizás todos no fueran los mejores amigos pero se respetaban. Y si alguno le pasaba lo que le pasó a la cuarta se juraron que sería rápido y en la cabeza.
La octava fue de las ultimas en entrar al congelador les usaron para dar un ultimo repaso. Ya no quedaba nadie a quien disparar pero todos agradecieron estar más tiempo fuera del congelador.
Esta vez no tuvo miedo de entrar en el “ataúd”. Pero ahora sabía que ese no sería su final. Su destino era otro, e iba a encontrarlo.
Marine Kruff Stronghold: ALIENS CONQUEST: Relato 0.
Soy Kruff Stronghold, Marine Colonial. Serie genética Hephaestus. Nº de Identificación HL-8674B
Soy un Neomarine, un humano clonado y desarrollado genéticamente para poder enfrentarme a las situaciones más difíciles, en las que un individuo normal no podría sobrevivir. Pertenezco a una Serie Genética poco común, sólo unos pocos individuos la formamos, lejos de las otras grandes Series Genéticas más comunes. Los Hephaestus hemos sido modificados para ser unos tipos especialmente duros, como demuestra nuestro símbolo genético (el Recio Yunque). Somos generalmente utilizados como armeros o mecánicos y algunos tenemos la capacidad de desarrollar algún poder psíquico relacionado con la tierra o el fuego.
Como el resto de Neomarines desde pequeños hemos sido recluidos en campamentos donde se nos entrenaba para cumplir con éxito las expectativas que había sobre nosotros. Al ser una serie reducida teníamos nuestra propia compañía y conocíamos a todos los individuos que formaban parte de ella, sabíamos que no había, ni habría, más de los que estábamos allí. Ese aspecto forjó en la mayoría de integrantes del Recio Yunque un sentimiento de compañerismo y lealtad que en otras series genéticas masivas no existía y nosotros lo llevábamos con orgullo, haciéndolo una seña de identidad de nuestra unidad.
La mayor parte del tiempo lo pasábamos entrenando con nuestros compañeros de Serie y rara vez coincidíamos en algún ejercicio con Neomarines de otras series. Estos encuentros solían acabar en conflictos para demostrar cual de las series era mejor.
El entrenamiento era duro, muy duro para los estándares humanos, pero nosotros lo asumíamos y superábamos gracias a nuestras cualidades mejoradas. Al principio eran meramente pruebas físicas para ir desarrollando nuestros cuerpos, pero a medida que fuimos creciendo y alcanzando el pleno desarrollo corporal nuestro adiestramiento se fue diversificando.
Como adiestramiento básico entrenábamos la lucha cuerpo a cuerpo y también el uso de armas cortas para pelear como cuchillos. Hacíamos prácticas de tiro con rifles de asalto y pistolas y aprendíamos a montarlas y desmontarlas con rapidez, así como a repararlas. También nos familiarizábamos en el manejo y reparación de todo tipo de vehículos de asalto terrestres, que utilizábamos para hacer prácticas y para transportar a otras unidades a las áreas de entrenamiento táctico y teníamos grandes habilidades para la reparación de las armaduras.
Entre los neomarines eramos un cuerpo que no solamente servía para la lucha sino para realizar otro tipo de tareas de mantenimiento, reparación y rescate, lo que nos hacía una Serie Genética muy versátil a pesar de nuestro gran tamaño y poca agilidad. Así fuimos poco a poco especializándonos cada uno en las áreas en las que mostrábamos una mayor aptitud.
Algunos de nosotros empezamos a desarrollar dones psíquicos, relacionados con la tierra o con el fuego, incluso unos pocos con ambas. Yo en particular sentí como mis lazos con la tierra se estrechaban y gracias a la ayuda de mis instructores adquirí unas cualidades innatas para descubrir la composición de cualquier cosa compuesta por tierra o roca, entre otras cualidades.
Pero si hay una característica en nuestro entrenamiento que destaca y nos diferencia de otras series genéticas es el uso de servo armaduras pesadas reforzadas. Son probablemente las armaduras con mayor blindaje que se utilizan en todo el cuerpo de Neomarines y muy pocos individuos están preparados para utilizarlas puesto que son armaduras completas con un blindaje excepcionalmente pesado, incluso con los servomotores hace falta un exigente entrenamiento y unos individuos muy fuertes para poder maniobrar con ellas. A cambio nos ofrecían una buena protección en los combates y poder acceder a zonas contaminadas con una excelente seguridad.
Cuando en la academia nos hacían desfilar junto con los otros cuerpos de Neomarines llamábamos especialmente la atención por nuestro aspecto, casi robótico, y nuestro paso lento.
Otro aspecto que nos destacaba era la ausencia de modelos femeninos en nuestra serie genética. No era una cosa relevante para nada, simplemente curiosa. Los modelos femeninos tenían las mismas capacidades que los masculinos y en otras series compartían entrenamientos y habilidades por igual. Entre los neomarines no existían problemas de sexos, como podía haber entre los soldados humanos puesto que sólo nos diferenciaba el diseño exterior. El porqué entre los Hephaestus no había modelos femeninos lo desconozco, quizá al equipo de diseñadores genéticos le pareció que un modelo femenino de gran tamaño podía parecer grotesco o simplemente no querían que al final su obra tuviera que enlatarse en una gran armadura y no se pudieran apreciar sus encantos. Los humanos nos sorprenden con algunas de sus ideas y decisiones, sólo podemos aceptarlas.
Al acabar nuestro entrenamiento en la Academia todos estábamos preparados para afrontar cualquier tipo de situación peligrosa que se pudiera presentar en nuestros puntos de destino.
Ese fue el momento en el que la Serie Genética Hephaestus se dispersó por toda la galaxia conocida, algunos no nos volveríamos a ver nunca más, otros iríamos coincidiendo en algunas misiones comunes a varios planetas y un gran número fuimos destinados juntos en Auriga Prima.
Debido a las diferentes características de cada Serie Genética lo normal era formar comandos con individuos de distintas series que se complementaran unos a otros, aunque nuestras peculiares cualidades hacían que muchas veces sólo usaran grupos formados por Hephaestus para labores distintas a las de la lucha. En tiempos de paz formábamos un grupo de elite al que descriogenizaban en las más variadas emergencias donde no se atrevían a mandar a hombres normales o simplemente no querían arriesgarse a perder ninguno.
Mi primer destino fue Auriga Prima donde pasé muchos años criogenizado, aunque entre medio tuve algunos periodos de actividad. Por nuestras especiales características los Hephaestus no sólo éramos grandes guerreros sino que también podíamos desempeñar peligrosas tareas de rescate.
Muchos recuerdos se van borrando debido a los grandes periodos de inactividad, pero algunos otros, desconozco porqué razón sigo recordándolos, aunque sea vagamente.
Recuerdo cuando descriogenizaron a todos los de mi Serie Genética que nos encontrábamos en Auriga Prima. Un planeta minero cercano había mandado un aviso de emergencia, en una mina se había producido un gran derrumbamiento. Creo que la urgencia con la que nos mandaron allí no se debía a la preocupación por toda la gente que había quedado sepultada allí abajo, sino a la necesidad de poner en funcionamiento la mina cuanto antes. Les importaban tan poco las vidas de aquellos mineros como las nuestras, porque sabían que nos mandaban a una muerte segura, o eso pensaban ellos. La sorpresa iba creciendo cuando poco a poco íbamos subiendo a la superficie con los cuerpos, la mayoría sin vida, de mineros para volver a baja una y otra vez.
En menos de una semana los niveles inferiores estaban apuntalados y en condiciones de seguridad necesarias para proseguir la extracción. No fue un trabajo fácil, por eso estábamos allí nosotros, incluso algunos resultamos sepultados en alguna ocasión por derrumbamientos, pero nuestras armaduras nos protegían y nadie resultó muerto antes de ser rescatado por los demás. Yo mismo fui sepultado junto a dos compañeros en una ocasión, pero éramos resistentes y sabíamos que nuestros compañeros no tardarían en sacarnos.
Lastima que los anteriores trabajadores no pudieran llevarlas. Normalmente este tipo de rescates en minas o complejos en terrenos naturales eran mis favoritos. Mi especial conexión con la tierra me proporcionaba cierta ventaja en esos entornos y me encontraba en ellos tan a gusto como en la superficie. Durante todas ellas pude estrechar mi lazo con los elementos naturales y poner en práctica y mejorar todo lo que había aprendido en la Academia Militar. Gracias a eso sobreviví a los derrumbamientos y pudimos encontrar los cuerpos de los mineros con mayor facilidad, mis capacidades psíquicas permitían resistir bajo tierra manteniendo mi cuerpo intacto y pudiendo resistir durante mucho tiempo, si bien es cierto que de muchas habríamos perecido de hambre si no nos hubieran sacado nuestros compañeros porque no podíamos salir por nuestros propios medios. Pero contábamos con eso, ninguno de nosotros dejaba atrás a algún compañero, antes arriesgaría su propia vida por salvarlo.
Algunos de nosotros no necesitábamos ninguna herramienta para localizarlos, nos bastaba con tantear la roca o la tierra para determinar la posición aproximada del cuerpo. También podíamos averiguar fácilmente la composición y densidad de cualquier material formado por piedras, rocas o tierra. Todas esas características nos hacían idóneos para este tipo de misiones de rescate en minas. Al terminar el trabajo, sin más felicitaciones que las necesarias, exceptuando alguna familia que había conseguido recuperar a un padre o un hijo vivo de allí gracias a nuestra ayuda, nos devolvieron a Auriga Prima y volvimos a la criogenización.
A casi todas las catástrofes donde la Commonwealth no quería arriesgarse a mandar a ningún humano nos enviaba a nosotros: grandes incendios (en los que otros compañeros eran realmente magníficos, al igual que muchos de nosotros con la tierra y rocas y gracias a ellos era mucho más fácil el trabajo), emergencias nucleares, alertas tóxicas, cataclismos, etc.
Misión tras misión fuimos perdiendo compañeros, aunque no fueron muchos pese a todo el peligro que enfrentábamos, pero siempre llevábamos con orgullo el servicio que ofrecíamos a la humanidad, aunque no se nos recompensara, tampoco lo esperábamos, solamente disfrutábamos cumpliendo nuestro deber, habíamos sido entrenados para eso.
De todas las Series Genéticas, aunque éramos pocos, para los civiles quizá fuéramos una de las series más conocidas puesto que estaban acostumbrados a vernos en épocas de paz. Habíamos conseguido una buena reputación entra la población, al fin comprendían que los neomarines no éramos una amenaza para ellos, la mano negra de la Commonwealth para tenerlos en su sitio, sino que habíamos sido creados para ayudarles. Nos equivocamos al pensar eso, y ellos también.
Otro de los recuerdos, quizá el que más hondo se ha quedado en mi memoria, fue la descriogenización durante la Represión de Auriga Prima. Varios grupos insurgentes comenzaron a alborotar en todas las ciudades del planeta, no tenían nada que ver unos con otros, y sus objetivos eran también distintos: pacifistas, terroristas y golpistas políticos. Pero todos protestaban contra el Gobierno Colonial y la Commonwealth y eso hizo que se creara una situación insostenible, con manifestaciones, protestas y actos de sabotaje contra el Gobierno.
La situación llegó a tal punto que el Gobierno Colonial tomó una de las decisiones más penosas que se recuerdan en la historia de las colonias: usar a los neomarines contra la población civil, fue una carnicería que nunca olvidaremos. Además esta vez no se trataba de un pequeño planeta colonial alejado y que nadie conocía ni le importaba lo que le pasara a aquél grupo de rebeldes que se alzaban contra la Commonwealth y el Gobierno Colonial, ahora se trataba de uno de los principales planetas con presencia humana.
Toda aquella gente a la que habíamos protegido, ayudado e incluso salvado ahora se encontraba frente a nosotros increpándonos, insultándonos e incluso atacándonos. Para mi personalmente fue la época más triste y la única de la que no consigo olvidarme por muchas descriogenizaciones que pasen.
No sé cuantos civiles murieron bajo mi fuego, no los conté, aunque no fueron pocos, quizá algunos lo merecieran, otros tal vez estaban en el lugar y el momento equivocado y seguramente la mayoría no tendría que haber muerto, pero no puedo cambiar lo sucedido, nuestra intervención sólo cambió el bando donde se derramó la sangre.
Obedecía órdenes y como en el Ejército la sociedad tiene que tener cierta disciplina para una convivencia pacífica, aunque esto a veces haya que conseguirlo por la fuerza si no hay otro camino. Supongo que, visto el nefasto resultado, no existía un camino mejor para los dirigentes de Auriga Prima. No estoy orgulloso de nada de todos aquellos años, pero volvería a cumplir con mi deber.
No hubo grandes batallas, ni siquiera había ejércitos enemigos, aquello fue más bien una guerra de guerrillas. Si se formaba una manifestación multitudinaria allí nos enviaban, si había disturbios en alguna zona, nosotros nos encargábamos de disolverlos. Si el Servicio de Inteligencia nos daba un aviso sobre un posible atentado nosotros nos encargábamos de encontrar a los responsables e impedir que actuaran.
En la Academia Militar habíamos aprendido a combatir también de esa manera y teníamos nuestras formaciones y técnicas preparadas en todo momento. Si algún alto responsable del Gobierno tenía que hacer una aparición pública varios Hephaestus se encargaban de su escolta, solamente nuestro tamaño y aspecto impedía que muchos intentaran acercarse siquiera y en caso de dificultades nuestras órdenes eran interponernos entre los asaltantes y el escoltado, nuestra armadura hacía el resto.
Además siempre había cerca miembros de otras Series Genéticas para encargarse de los insurgentes, era bien sabido que nuestra escasa velocidad nos impediría atrapar a cualquier golpista. Si la operación era atrapar a algún grupo de disidentes nosotros solíamos quedarnos en los alrededores apostados en posiciones estratégicas asegurándonos que no escapara nadie mientras los otros neomarines más rápidos y letales se encargaban del interior de los edificios, también teníamos la misión de proteger a los nuestros en caso de que la operación fallara y tuviéramos que darles cobertura y protección mientras se retiraban, aunque esto nunca fue necesario en Auriga Prima.
Esto lo hacíamos cuando el grupo en cuestión no opondría mucha resistencia o carecían de armas. Si se sabía que el grupo estaba fuertemente armado y la resistencia podría ser grande la táctica era distinta. Los Hephaestus servíamos como “arietes y escudos”. Entrábamos los primeros absorbiendo con nuestra armadura la mayoría de los impactos mientras los otros neomarines iban detrás usándonos como escudos. Este tipo de operaciones solía acabar con la muerte de todos los enemigos o en grandes masacres, la mayoría eran grupos terroristas que no estaban dispuestos a rendirse o a ir a la cárcel.
El resto del tiempo lo pasábamos poniendo a punto los vehículos, armas y armaduras y entrenando duramente hasta que llegara nuestra próxima misión. Yo especialmente entrenaba con mi servoarmadura para poder ganar un poco de agilidad a la hora de moverme con ella, pero su excesivo peso hacía que mis progresos prácticamente no se notaran y que al lado de cualquier otro neomarine pareciera una tortuga, aunque entre los de mi Serie podía decirse que era bastante ágil.
Cuando acabaron las insurgencias y los soldados humanos, que habían permanecido al margen mientras los neomarines cumplíamos con la tarea, pudieron hacerse con la situación, volvieron a criogenizarnos. De los 576 neomarines que participamos tan sólo murieron 60 en combate, frente al sinfín de "bajas enemigas". Otros 60 tuvieron que ser ejecutados por otros neomaries al perder el control durante alguna de las sangrientas carnicerías que protagonizaron. Los que no perdimos el control nunca olvidaremos esos años.
Los Hephaestus vivimos un poco más de la posguerra puesto que somos los más capacitados para arreglar armas, vehículos y armaduras y después de todos esos años había mucho trabajo que hacer. Todo debía estar listo para cuando volvieran a necesitar nuestros servicios.
En esa época tranquila para nosotros mientras nos dedicábamos a tareas más gratificantes que matar civiles vivimos dimisiones de altos cargos, como la gente se echaba en cara haber pertenecido a uno u otro bando, pero por encima de todo y fueran del bando que fueran todos comenzaban a mirarnos con desprecio y miedo.
Nos culpaban del resultado de las acciones que ellos mismos no se habían atrevido a realizar y para no sentirse avergonzados de ello descargaban las culpas sobre los neomarines mientras todos comenzaban a lavarse las manos dejando un sentimiento generalizado de "nadie quería esto, los neomarines han sido los culpables, son demasiado peligrosos".
Ahora he vuelto a abrir los ojos, no sé cuantos años han pasado ni qué hago dentro de una nave espacial. Sólo tengo clara una cosa: Si estoy respirando es para jugarme de nuevo la vida sin recibir nada a cambio. Pero lo haré con orgullo siguiendo las órdenes de mis superiores, para eso me crearon y para eso vivo.
Consejera Ciliane Janesburg: ALIENS CONQUEST: Relato Inicial.
Lo primero que vio Michael al despertarse fue a Ciliane en el suelo de su habitación, recostada contra la pared. Sobre su pierna, una rata de color gris estaba comiendo un trozo de galleta.
- La mimas demasiado, Princesita - dijo Michael, conteniendo un bostezo. La mayoría de la gente dice algo como “qué asco, una rata como mascota” o les da miedo tocarla. Tú siempre le traes golosinas y te dedicas a jugar con ella. No es propio de una dama. ¿No deberías levantar tu naricita al techo y negarte a volver a pasar por aquí? Por cierto, hablando de cosas que deberías hacer, ¿no deberías haber llamado antes de entrar? –
Ciliane cogió la rata con cuidado y la llevó a su jaula.
- Que sepa comportarme como una dama no significa que lo sea. Además Rock es encantadora, a pesar del dueño que ha tenido. Y creí que me habías dado la llave para que entrase cuando quisiera. Por cierto, llamé. Pero, de nuevo, estabas tan agotado que ni siquiera te despertaste. Sé que estás agradecido, pero no deberías dejar que mi padre abusase así de ti - le dijo mirándolo con preocupación. - Seguro que ahora que no me vas a tener cerca te pasarás allí noche tras noche. –
Michael era el hijo del secretario personal de Alan Janesburg, padre de Ciliane. Desde niño había mostrado un considerable talento para las matemáticas y la informática, lo que llevó a Alan a fijarse en él y ofrecerse a pagar sus estudios, entendiendo que, a cambio, le ofrecería sus servicios al grupo de investigación biotecnológica de Alan Janesburg. Desde entonces, su labor creando software que ayudase a modelizar y comprender los sistemas vivos en los que trabajaban habían resultado en importantes beneficios para la compañía.
Al oír las palabras de Ciliane, Michael torció el gesto.
- Tenía la esperanza de que cambiases de opinión en lo de irte. Aunque no creía que lo hicieras. Te vamos a echar de menos. –
Ciliane se rió con ganas al oír eso.
- Sé que tú lo harás. Si en ese plural estás incluyendo a mi familia, deberías pensar en lo que estás diciendo. Mis padres tienen la misma aproximación al cuidado de los niños que tiene un criador de caballos hacia su ganadería. Si le dedicas esfuerzo a eso, es posible que sea porque te resulten hermosos, quizás disfrutes viendo sus cabriolas, pero al final, todos aquellos que no lleguen lo primeros a la meta son una pérdida de esfuerzos y recursos. Y ya tienen a su campeón; con Mark por aquí dudo que les importe que me vaya. –
- Mark y Lambert te quieren. –
- Mi querido hermano mayor sólo se quiere a sí mismo. Tiene una mente brillante, y lo sabe. Y puede ser encantador. Pero lo conozco lo suficiente para saber que pisotearía a cualquiera que estuviese en su camino. En cuanto a Lambert... bueno, es duro separarme de él. Ya tiene veinte años, pero es demasiado ingenuo e idealista para la familia que le ha tocado. Cuidarás de él por mí. Y no es una pregunta ni una sugerencia. –
Ahora le tocó reirse a Michael.
- A sus órdenes, Princesa. –
- En fin, te devuelvo la llave. Puedes despreocuparte; ya no tendrás a nadie entrando a medianoche para pintarte con rotulador en la cara. Y tengo un regalo para ti. Lo encontré mientras revisaba mis cosas. –
Una caja de cartón estaba sobre el escritorio de metal en el que Michael trabajaba cuando estaba en casa. Ciliane la cogió y se la acercó. Él la miró con expresión interrogativa.
- Si quieres saber lo que es, ábrelo. Te prometo que no explota - dijo Ciliane. Al levantar la tapa, apareció un cuaderno hecho con folios cosidos entre sí. Dentro había lo que se podría describir como una redacción de: “Lo que hice en mis vacaciones”, escrita con letra infantil y acompañada de fotografías, flores secas, dibujos y pequeñas cuentas y conchas aquí y allá.
- No puedo creer que lo guardases. - Michael empezó a pasar las páginas despacio. En la primera de las fotografías podía verse a sí mismo y a Ciliane cuando tenían siete años. Ella entonces tenía el pelo largo, y el sol se reflejaba en su cabello. Llevaba un vestido blanco con dibujos de flores azules y estaba sentada en un banco de piedra bajo la sombra de un frondoso árbol. Podría parecer la imagen ideal de una pequeña damita, si las costras de sus rodillas, los arañazos en sus zapatos y ciertas manchas aquí y allá en el vestido no indicasen que había estado subida a aquel mismo árbol hacía poco. Michael estaba de pie a su lado, mirando a la cámara con seriedad.
- Recuerdo que tu madre se puso furiosa cuanto te vio subida allí arriba. Déjame recordar... había un pájaro con el ala rota y subiste a por él... –
- Y conseguí bajarlo. Se quedó conmigo hasta el verano siguiente, me rompió el corazón cuando se fue. Aunque luego volvió durante varios años. Nidificaba cerca de mi ventana.
- Casi te matas rescatándolo, cuando te vi resbalar de aquella rama creí que ibas a romperte la cabeza. Ni siquiera sé cómo conseguiste sujetarte.
- Porque soy la Salvadora de Plumíferos, no podía fallarle a aquel bicho. –
Otra página, otra foto. Aquella junto al mar. Una hermosa mujer, con los ojos azules y el pelo oscuro, estaba ayudándoles a hacer una escultura en la arena. Una sonriente sirena, con conchas en el pelo y la cola adornada con cintas de algas que habían recogido en la orilla. Michael la observó silencioso y tocó la cara de la mujer con sus dedos.
Ciliane abrazó a Michael y pasó sus dedos por los rizos de su pelo, igual que se consolaría a un niño.
- Yo también la extraño-le susurró. –
Gloria, la madre de Michael había sido pintora y escultora. Era una mujer de talento, aunque pocas de sus obras se vendían y se ganaba la vida sobre todo gracias a las ilustraciones para libros. Ciliane recordaba su sonrisa y su calidez. Alan y Bárbara Janesburg eran gente ocupada, demasiado para ocuparse de la educación de sus hijos. En lugar de eso tenían niñeras e instructores para hacerse cargo de ese asunto. Michael tenía la misma edad que Ciliane y, puesto que su padre vivía en un ala de la mansión, habían sido compañeros de juegos desde pequeños. Con frecuencia la madre de Michael se tomaba un descanso de su trabajo y jugaba un rato con ellos, o les leía. A veces se inventaba las historias más fantásticas, y con algunas cajas, unos trapos y cualquier cosa que tuvieran a mano el taller de Gloria se convertía en un castillo, una jungla o una nave espacial donde vivían aventuras. Cuando crecieron, Gloria había sido su confidente y consejera. Era una mujer instruida y vital, que sentía curiosidad por todo. Había muerto hacía unos años, tras una larga enfermedad y para Ciliane había sido casi tan duro como para Michael y su padre.
Michael cerró el cuaderno y le dio un beso en la mejilla.
- Eso me recuerda que también tengo un regalo para ti. –
Seguía tumbado en la cama y, sin levantarse alargó el brazo para abrir un cajón de su mesilla de noche. Dentro, entre otras cosas, había una caja pequeña y alargada que le entregó a Ciliane. Ésta la cogió con una sonrisa irónica.
- Te advierto que si esta sí explota, vas a caer junto conmigo, soldado. –
- Vamos, ábrela. –
Ciliane la abrió y se quedó mirando el contenido unos momentos en silencio.
- No puedes darme esto - dijo con voz suave, apenas un susurro.
- Claro que sí, a ella le gustaría y yo quiero que lo tengas. Yo me quedaré con el otro, en cierta forma, será un recordatorio de que tienes a gente que se acuerda de ti. Estaremos contigo, aunque sea un poco. Y además, me parece adecuado para la “Salvadora de Plumíferos”. ¿Me estoy poniendo muy cursi? –
Ciliane no respondió. Se ajustó a la muñeca la cadena de oro. Cada eslabón tenía pequeñas decoraciones y de uno de ellos pendía un colgante en forma de lágrima. Sobre la pequeña plancha de oro, un pájaro de alas rojas alzaba el vuelo.
Aunque diminuto, los delicados grabados que formaban el dibujo producían una figura de gran belleza. Aquel colgante había sido una de las obras de Gloria, que contaba la orfebrería entre sus habilidades. En origen el colgante había pertenecido a un par de pendientes. Habían sido difíciles de realizar, les había dedicado muchas horas y esfuerzo, trabajando con oro de distintos colores. Se había sentido orgullosa de ellos, eran uno de sus trabajos favoritos. Cuando murió, Michael guardó los pendientes en su habitación, a modo de recuerdo de ella.
- Lambert encargó la pulsera. Sé que últimamente te ha estado rehuyendo, pero la idea de que probablemente no volverá a verte se le hace muy dura. –
Durante unos momentos permanecieron allí sin hablar, los dos, simplemente apoyados el uno contra el otro. Por fin, Michael rompió el silencio.
- ¿Por qué tienes que irte, tan horrible es este sitio sitio, que tienes que marcharte corriendo y dejar atrás todo lo que conoces? –
- Porque me ahogo. Aquí siempre estaré bajo la sombra de mi familia. –
- ¿Recuerdas cuando tenía... veamos... Faltaba un año para que acabase mis estudios... ¿Veinte años? –
- ¿Cuando desapareciste durante casi seis meses, con apenas una nota y sin decir a donde ibas? Lo recuerdo. Me volví loco de preocupación. No fue una de tus ideas más inteligentes. Cuando volviste dudé entre abrazarte o darte una paliza. –
- Je, je, je, mi querido Informático Cavernario, creo que necesitarías pedir ayuda para eso, pero, en todo caso, todo empezó con una conversación con mi madre: Y cuando digo conversación quiero decir que yo me limité a escuchar mientras ella me hablaba de mis responsabilidades, mis deberes y mi futuro papel dentro de la familia Janesburg y en Auriga Prima. Supongo que sentí que estaba atrapada, que no tenía opciones... –
- Tenías la opción de decir que no. –
- No me estás apoyando demasiado. –
- Como he dicho, no fue una de tus ideas más brillantes. –
- De acuerdo, reconozco que debí haber actuado de otra manera. Pero no conoces a mi madre como yo, siempre consigue salirse con la suya. ¿Recuerdas a Steven, el amigo que me invitó a irme con él aquellos seis meses en la expedición? - Un gruñido sonó a modo de respuesta. - Vale, me tomaré eso como un sí. Pues mi madre casi destruye cualquier posibilidad de que tuviese una carrera científica. No sabes las promesas que tuve que hacer para aplacarla. Entre otras cosas, que jamás volvería a verlo. –
- No es una gran perdida. Es un capullo. –
- Es posible. Pero aquellos seis meses fueron de los mejores de mi vida. Era fascinante ver las interrelaciones entre cada especie. Los bosques son como un inmenso ser vivo. Todos los seres cumplen allí un papel, se han adaptado los unos a los otros, formado un todo mucho más complejo que la suma de sus partes. Podías tumbarte en el suelo, cerrar los ojos y casi sentir la vida latir a tu alrededor. –
- Y yo que creía que eras una mujer de ciencia. –
- ¿Ser una mujer de ciencia te impide el uso de metáforas? Es la primera vez que lo oigo. En todo caso, se acabó. Los últimos años he recorrido Auriga Prima trabajando para mi madre: evaluando la idoneidad de las tierras, la productividad de las distintas variedades, haciendo informes sobre amenazas para la producción... Quiero nuevos horizontes. Quiero la posibilidad de salir adelante por mí misma. –
- Y quieres dejarnos a todos atrás para eso. –
- Ojalá pudiese tenerlo todo, a vosotros y a esta oportunidad. Pero si no me voy ahora estaré desaprovechando la última oportunidad para hacerme un camino por mí misma. Supongo que estoy huyendo otra vez, y quizás creas que soy débil por no quedarme aquí y luchar por hacer lo que yo quiera. Y es posible que sea cierto en parte. Pero aún así, las posibilidades que se abren, todo lo que podré aprender, es algo que me fascina. Si me quedo, lo lamentaré.
Michael respondió con un abrazo. Durante un largo rato se mantuvieron en silencio, sintiendo la calidez del otro.
- Buena suerte, Princesa. - Susurró Michael.