La giganta agradeció el tacto narcótico que eludió el dolor. Asiste su mano en los últimos momentos, pero justo cuando el ángel de la muerte batía sus alas se hizo silencio. Su cuerpo se deshizo en un maravilloso polvo blanco que se alzó con el viento trasladado muchos años después.
Montaste en tu caballo no sin antes tranquilizarlo. La amenaza que representaban los gigantes estaba erradicada. Si ellos no podía entrar en Arkhania, tampoco mandarían a sus subordinados orcos o trasgoides pues su influjo se limitaba al miedo y no a la devoción o la admiración. Tan pronto como vieran una ruta de escape, la usarían.
Al alzar la vista y ver la columna de humo tu mente evocó el sonido de la batalla que se estaba librando en la linde del Bosque de las Bestias y una porción de Laetharia, tu hogar. Recordaste a tu hermana y esperaste que el tal Yurik hubiera cumplido su palabra.
Una vez al cobijo de las calles de tu ciudad, los murmullos y gritos te alertan. No sólo por la evidente guerra que asola el bosque y tu barrio natal, sino por los monstruos y ataques ocurridos en el interior de la ciudad. Concretamente en el Templo donde tienen (tenían) encerrado a Víctor. Otros advertían sobre un ataque al Sumo Inquisidor pues habían visto al guardia de la puerta muerto en el suelo, retorcido víctima de algún tipo de energía horrible. Por último, aunque no menos horrible, se han escuchado gritos en el interior del Consejo de Sabios. ¿Hacia dónde orientarás las riendas?
El sumo inquisidor no podía importarle menos, y sus pensamientos se volcaron en su tierra natal, sabía que Víctor a su modo tal vez ayudaría a la gente, no veía a ese hombre tan cruel como para dejar como herencia solo caos e incertidumbre. También llenaron su cabeza pensamientos dirigidos al consejo, pero no eran sabios y poderosos? No deberían ser tan frágiles, y si pasara algo, su maestro poseía aquel hechizo capaz de sellar todo daño que se pudiera pretender hacer en una edificación, biblioteca o lugar de reunión de los sabios, sin duda si era realmente necesario actuaría. Su hogar le esperaba, y con suerte en el tendría ya a su padre defendiendo el lugar. Primero debía ir a por el muñeco que substituiría a su hermana, sabía que no tenía tanto poder como para salvar a todo el mundo, pero al menos, le gustaría salvar a la persona que más le necesitaba. Dio la orden a su corcel, de cabalgar hacia el gremio de hechiceros, y mientras su caballo corría dejo correr sus pensamientos.
(Templos de Unrir un pensamiento)
Al regreso, el ambiente de la ciudad ha cambiado del caos al miedo. Las gentes se ocultan a la vista, temerosos y cautos incluso de sus propios vecinos. Las calles están desiertas y la sensación es la que sientes cuando algo a lo que tienes cariño se rompe en pedazos. Sabes que podrás arreglarlo, pero ya nada será igual, no será lo mismo.
La luz se ha vuelto algo más tenue pero tu optimismo habitual te dice que volverá a brillar. Quizá con matices diferentes, pero con la misma intensidad que antes.
En silencio, continúas cabalgando hacia el Gremio de Hechiceros.
Continuamos en El Gran Salón