La cuchilla punzó apenas tu piel, pero viste el delgado hilillo de sangre que lleno la copa, Gustav mojó la punta de un pañuelo y apenas y rozó la tela contra su lengua. Cerró los ojos como si estuviera viajando por alguna clase de lugar secreto. Hasta que abrió los ojos y su voz se propagó por toda la sala.
- Progenie de Annemarie Nolte, puedes permanecer en mi territorio, pero deberás servir al principado en todo lo que te sea requerido. - hizo un ademán para que te retiraras.
Finnegan y tu salieron de la sala tal como habian llegado. Al bullicio de la sala externa que a pesar de todo logró recomponerte del encuentro con Gustav.
Wilhem y Gustav eran como el agua y el aceite. Tú mejor que nadie lo sabias, al haber venido de occidente. Pero aún entonces surgía una interrogante ¿Quien merecía controlar Berlín?
-Así se será.- Dije a la condición que imponía el príncipe a mi estadía. Seguí su dictado y abandoné la sala, Finnegan me acompañaba y el sonido estridente del desorden de afuera por una vez en mí no vida me resultaba relajante… Era tal el poder de Gustav que necesitaba de algo de caos para volver a recuperar mi compostura.
Dejé que mis pies avanzaran unos pasos sin dirección definida hasta estar segura de haberme recuperado al completo y entonces le hablé a mi acompañante.
-Ahora señor finnengan, no estoy acostumbrada a ser rechazada admito que usted me intriga… ¿Mostrarme la capilla representa una molestia para usted? - Su respuesta escueta y desanimada me habían molestado en verdad. Ignoro quien sea este vástago pero si le han encomendado presentarme ante el príncipe debería obrar como mi anfitrión y mostrarme el lugar… Las formas cada vez están más relajadas. Estos comportamientos son ciertamente intolerables…
Le miraba a los ojos sin ninguna emoción en mi rostro.
El tremere frunció el ceño ante tu comentario.
- ¿Molestarme? -silbó al aire- Si se lo ha tomado muy a pecho Señorita Giesler -el delgado cainita te observa- Representa una pérdida de tiempo, Himmler ha sido claro en marcar como primordial su encuentro con Diógenes -extiende uno de sus brazos invitandote a caminar- Pretendo ver que se cumpla. Después, con gusto le enseñaré la Capilla.
-¿Diogenes?- Me intrigaba la razón para que el látigo necesitara verme de tal urgencia... Después de todo mi estadía no es precisamente alarmante. -Muy bien, llévame ante el látigo del clan, parece que esta noche no podré observar a los chiquillos de cerca.-
Dije sin mucho interés y comencé a caminar por la senda que me mostraba Andrei. Ya tendré tiempo de revisar las cosas.