Partida Rol por web

- Jujujuju- rió Agatha- fíjense que pedacito me acabo de encontrar. ¿ Es del Luxán, verdad?- dijo con tono inocente enseñando el trozo de jarrón encontrado en el cuerpo del finado.

Se fijó en la reacción de los presentes, pero especialmente de Amanda y Ettiene... algo empezaba a decirle que podría haber algo entre estos dos. El hecho de haber encontrado la perla en el improvisado depósito le hacía pensar que Amanda había estado allí... ¿ Y qué pinta una mujer de la clase de la señora Krause en las sucias neveras de una pescadería?

- Oh ese es el...- Etienne en su torpeza, sonrió y se giró hacia Sara, sonriente, como si por fin hubiese conseguido solucionar un enigma que alguien le hubiese planteado antes, fuera de escena, señalando a la hija mayor de Krause la mano en la que Agatha sostenía la perla, pero la joven palideció y negó con la cabeza, como indicándole a Beauregard que se callase la boca antes de liarla más.

- Vaya... Pensaba que había perdido esos pendientes, ¿Dóne ha encontrado esta perla? Ahora me faltará encontrar su pareja.- Comentó Amanda, recuperando algo de color, peor asombrada ante aquel encuentro fortuito con una reliquia que había dado por perdida. La viuda trató de arrancarla de entre los dedos de la Experta.

-La perla estaba en los desagües de la cámara donde se guardaba el cuerpo de su marido. Lo que deja tres posibilidades de cómo llegó allí. Usted fue a la cámara. Y dudo que la policía estuviese muy satisfecha con personas ajenas a la investigación visitando el cuerpo antes de devolverlo a los familiares.-Bueno, ellas habían visitado esa cámara, pero no eran ajenas a la investigación. Aunque probablemente mejor que no les pidieran nada oficial.-  Que alguien cogió sus pendientes y estuvo en la cámara. O que el pendiente estaba en el cuerpo o las ropas de su marido, y cayó de ellas y fue hacia el desagüe con el agua que se escurrió de su cuerpo o al lavarlo tras la autopsia. Y a mi me parece que la tercera opción es la más probable. Y en mi experiencia llevando pendientes, no se caen solos, especialmente unos de tal calidad. Puede que se me haya caído alguno al engancharse en un jersey mientras me lo quitaba sin acordarme de quitármelos antes, o al engancharse con alguna cosa y dar un tirón. Pero lo importante es que para perder un pendiente en las ropas de su marido, probablemente fuera porque estaba muy cerca de él. Pegado a él. Y dió un tirón. Y para que no sintiese el tirón al caerse el pendiente, debía de estar bastante ocupada en ese momento ¿Quizás forcejeando con él? Señora Krause, estoy bastante segura de que tuvo una pelea con su marido la noche de autos.

Siguiendo el razonamiento de Bella, Agatha continuó con la teoría:

- ...que acabó con su marido muerto por un golpe de Luxán. Encontramos este... pequeño trozo del jarrón en el oído de su marido- dijo sacando el trozo de cerámica de su bolso- lo que no puede significar más que el jarrón fue roto sobre su cabeza. Creo que el "cómo" está muy claro aquí... ahora la cuestión es el por qué.

Agatha hizo una pequeña pausa y mirando fijamente a Amanda añadió:

- ¿ Dónde está la caja fuerte?

Agatha contaba con que mentirían y dirían que no existía tal caja fuerte o se negarían a responderle, pero sabía que una vez lanzara la pregunta y dado que la familia Krause se encontraba con los nervios a flor de piel, a alguno de ellos, su lenguaje corporal le traicionaría e instintivamente miraría hacia el lugar donde estuviera la caja. Una vez localizada, usaría el código hallado en la oficina de Etienne para abrirla y desvelar un pedazo más del misterio.

Amanda hizo amago de contestar algo, tanto a Bella (posiblemente para negar su 'absurda teoría de la pelea', no hacía falta que abriese la boca para leer su expresión, y las Expertas habían leído y visto demasiados dramas de misterio como para poder asombrarse ante cualquier otro tipo de reacción) como a Agatha...

- ¿Pelea... Caja fue...?

Pero no fue Amanda la que reaccionó moviéndose para encarar el posible emplazamiento de la caja fuerte... Fue Emily la que abandonó su ordenador y se levantó a la carrera, con dirección hacia el pasillo, pero el sheriff Dalrymple le cortaba el paso, con Andrew a su espalda.

- Señorita Emily ¿Hay algo que nos quiera enseñar?

La joven se encogió de hombros y pasó su mirada del enjuto sheriff local a los ojos de Andrew, quien le sacaba un par de cabezas al anterior. El mayordomo le devolvió una mirada inquisitiva a la joven, la que se quitó las gafas de pasta negra y se apretó el tabique nasal como si sufriese una gran migraña.

- Está en el despacho de... De Albert. Andrew, por favor.- Y la chica hizo un gesto al mayordomo, quien abrió el paso a la comitiva, en la que todos los Krause siguieron a las expertas y el sheriff por un corto pasillo, antes de bajar a la planta inferior, donde el trajeado responsable de las llaves y secretos del yate procedió a abrir con una llave plateada la estancia cerrada.

- Pero... No conoceremos la clave hasta la lectura de su testamento ¿No?

La joven parecía dirigir su pregunta a Andrew y Amanda, pensando que tal vez ellos supiesen más secretos del difunto que ella misma.

- No tienen ningún derecho a hacer esto.- Mascullaba el único hijo de los Krause mientras avanzaba casi a la cola de la siniestra yincana. - Ningún derecho.

- David, por favor. Tranquilízate.- Le susurró. - Sean cuidadosos, por favor, mi hermano tiene graves problemas ansiosos...

La mirada de David a su hermana mayor la podría haber matado en el acto.

- Fiuuuuuuuuuuuuuu. Je je.- l señor Beuaregard silbó nervioso, el tipo parecía tratar de mantener la calma pero no parecía mucho más relajado que el galerista de los Krause. - Alguien no se ha tomado sus... Tilas hoy.- Comentó guasón, pensando que alguien podía tener interés en sus majaderías.

El mayordomo terminó de abrir la puerta del estudio de Albert, cuyo único ojo de buey estaba cubierto por una cortina escarlata. Andrew retiró la tela para descubrir la sala, en la que todo parecía estar en orden. El hombre caminó hasta detrás de la mesa del difunto y retiró el sillón de respaldo alto a un lado, descubriendo la ansiada caja fuerte tras el mismo, abriendo paso para que la anciana que había mostrado interés por aquel artefacto pudiese acceder más facilmente.

Los dedos de la experta volaron sobre las teclas que cerraban la caja de seguridad.

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Click!

La portezuela se abrió ipso facto, descubriendo sus misterios a aquella curiosa fisgona.

El silencio en la sala era absoluto.

Aquel pequeño click pareció resonar como un estruendo en medio del silencio que se había instaurado en aquel camarote, en el que no se escuchaba ni una respiración. 

Agatha abrió la caja y tomó dos carpetas. Una de ellas estaba rotulada con el logotipo de una clínica de análisis genéticos. El rótulo de la otra era de un conocido bufete de abogados. 

En silencio abrió ambas carpetas. La primera contenía una prueba de parternidad que demostraba que Sara Krause no era hija biológica del difunto. La segunda, era un testamento en el que Sara no figuraba como heredera... Miró a los presentes sin decir nada, y con un dedo llamó a Bella, para enseñarle los nuevos descubrimientos.

Bella, desde el pasillo, sonrió beatíficamente ante el desarrollo de los acontecimientos.

-¿Así que de eso eran los números? No, si ya me parecía a mí. Imagino que quieren saber cómo teníamos ese papelito. Pues es una historia de lo más graciosa. El señor Beauregard entregó algunos materiales al señor Andrew en su despacho. Documentos que, a tenor del resto de la conversación, no debería estar entregándole. Y entre ellos se encontraba una pequeña nota con esos números. La nota acabó colándose entre mis cosas, en un despiste, cuando entré a despedirme del señor Beauregard y se me cayeron algunas cosas. Ya saben cómo tiene una la cabeza y los reflejos a mis años. Pero al final, hasta ha resultado ser útil.-Con la misma sonrisa de abuela preguntando al nieto qué tal en la escuela, Bella se volvió a Andrew-. Pero hace que una se pregunte para qué quería el código, señor Andrew. La señora Krause y familia seguramente querrían saberlo, pero es raro que le pidieran a un empleado que lo obtuviese. Esa es información que no querrían dejar en otras manos. Pero usted no es un empleado cualquiera, ¿verdad? Imagino que la señora Krause tiene plena confianza confianza en usted. Tantos años junto a ella. Y a su marido. Años en que su marido hizo de todo menos hacer honor a ese título. Todo el mundo sabe de las infidelidades y las fiestas y las borracheras. Y cuando no estaba de fiesta, se dedicaba a sus negocios. La señora Krause debió de sentirse muy sola. Más un trofeo que llevar del brazo a las reuniones sociales que una esposa. Debió de llorar mucho. No me cuesta imaginarla buscando consuelo en quien la acompañaba la mayor parte del tiempo. Y no me cuesta imaginar a esa otra persona, dándole ese consuelo.

Se acercó a Andrew y le cogió la mano, dándole unas palmaditas en ella.

-Un buen marido, papeles o no, hace lo que hay que hacer para proteger a su familia. Desde el principio, me ha parecido extraño lo protector que ha sido con esta familia. Estoy seguro de que le pagan bien, pero no creo que tanto para encubrir una muerte y arriesgarse a la cárcel. Usted sabía que no había dinero o joyas en la caja. Quería esos números, no para quedarse con lo que había en la caja, sino para destruirlo. Y asegurarse de que nada iba a pasarle a su hija y a la mujer que ama.

Andrew permaneció impasible ante las palabras de Bella, pero no costaba demasiado notar un brillo especial en sus ojos en el que casi se podía leer una súplica, una súplica silenciosa por parte de un hombre que nunca había pedido o mendigado nada en su vida. Todo se lo había ganado con duro trabajo, el sudor de su frente y... Si, el sudor de su frente también había brotado en menesteres que no deberían incluirse en su lista de tareas, o al menos Albert no debería haber sido consciente de ellas. El hombre estaba acorralado, pero la presencia del sheriff, armado, y el propio autocontrol con el que le habían adoctrinado le obligaban a permanecer estoico, agarrándose la muñeca derecha con la mano izquierda contra su espalda, como si ya notase unas esposas imaginarias atenazando sus largas extremidades.

Sabían aquello, pero... Todavía no habían nombrado a un culpable, ¿No era así? ¿O todos tenían una parte de culpa. La suya había sido amar... A la esposa de su jefe y a su hija, en silencio y desde la distancia, agradeciendo que el Gran Hombre no se hubiese enterado y le permitiese seguir viendo a diario al fruto de su corazón.

Amanda le miró con una mueca en la que se delataba tanto como cómplice de aquel pecado del pasado como pidiéndole perdón por todo lo que pudiese pasar.
 

- Diablos, siempre lo supe... Vaya si lo supe... Miradla... Estas gafas de pasta no son un complemento, forman parte de nuestro adn y ella nunca las ha necesitado. ¡JA!

Comentó el hijo de los Krause mientras se tocaba la montura de las gafas antes de comenzar a aplausir muy lentamente, como lo hacía Orson Wells en una de las escenas más conocidas de Ciudadano Kane.

- Eres un bruto de mierda y lo sabes, hermanito.- La pequeña de los Karuse se quitó las gafas a las que David había hecho referencia y se apretó el entrecejo con fuerza. Puede que ella misma también sospechase algo, pero tenía unas cuantas décimas de humanidad más que su hermano.

Sara, la criatura a la que se hacía referencia en aquellos tests de paternidad, miraba desconcertada en todas direcciones, como si todo su mundo se estuviese colapsando en cámara lenta a su alrededor y nadie estuviese dispuesto a hacer el más mínimo ademán de ceder una mano con la que ayudarla a salir de aquel agujero.

Miraba a su madre y a su... ¿Padre? Completamente descompuesta.

- No... No... NOOOO.- Hizo ademán de salir de la sala, pero el sheriff Dalrymple la miró con su cara de perro pachón, como dicéndole que lo sentía pero que por ahora no podía permitirla salir de allí.

Sara hundió su rostro entre las manos, como si dejar de ver la escena presente le permitiese desaparecer de la misma.

- Lo siento. Lo siento tanto, querida.- Dijo la viuda de Krause, pero sin cruzar la sala para abrazar a su hija, y como si aquella disculpa estuviese realmente dirigida a otra persona en la sala.