Es noche cerrada cuando tus pesquisas te llevan hasta un callejón estrecho cerca de la muralla de la Fortaleza, casi en lo alto de la colina. Los olores de la comida y los desechos se mezclan en la oscuridad. Las luces se derraman por las puertas abiertas, manchando las paredes con recuadros de luz amarillenta.
Cerca de la muralla, alcanzas a escuchar un revuelo de pasos y gritos breves. Alguien se acerca corriendo por un callejón: Augustus, descamisado, sujetándose los pantalones con una mano, corre descalzo por el estrecho pasillo entre una casa y la muralla de la Fortaleza.
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Si, es así, perdón por el retraso :-P
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- ¡Señor! ¡Mi señor! ¡Creo que lo mejor será que corramos!
Augustus pasa a tu lado como una exhalación. Por el otro extremo del callejón, se oyen pesados pasos de botas y el tintineo metálico característico de hombres armados acercándose.
Augustus me sorprende surgiendo de las sombras como una exhalación. Corre, no sin necesidad, y el sonido de botas y metal deja al descubierto la naturaleza principal de sus perseguidores. Hombres armados. Pero ¿quiénes? Y lo que es más importante ¿por qué? Bien es cierto que mi escudero parece muy capaz de meterse en problemas él solito, pero no puedo dejar de preguntarme hasta qué punto tiene relación con las indagaciones que iba a hacer para mí. Y hasta qué punto pueden tener esos hombres armados relación con el asunto que me atañe.
Con tales pensamientos se ofusca mi mente, cuando debieran ser mis pies quienes tomaran el mando alejándome del lugar. Sin embargo, no lo hago. En lugar de correr, desenvaino mi espada en un gesto más valeroso en apariencia que en realidad, y dejo que mi escudero corra alejándose del lugar. Espero a que los hombres aparezcan, y dejo que el brillo de mi acero destelle en la oscuridad de la calle, antes de gritar:
Sean quienes sean, no temerán a un único hombre armado. Sin embargo, mi espada será suficiente para al menos hacerles detener su carrera. Luego, su predisposición determinará que Augustus logre tiempo para huir mediante la palabra o la sangre.
Soy un único hombre armado, pero soy un caballero al fin y al cabo.
Unas figuras oscuras se perfilan en el callejón, empuñando espadas. Sus hombros chocan contra las paredes mientras tratan de correr sin estorbarse unos a otros.
Parecen guardias, vestidos con la libréa verde y la flor dorada de la Casa Tyrell. El primero de los hombres se detiene a la luz de una ventana.
- ¡Paso a la Guardia! ¡Apartáos de nuestro camino, patán!
Mierda, la maldita guardia. ¿En qué endemoniado lío se habrá metido este embrollabobos de escudero mío? ¿Tantos como para movilizar a todo un batallón de la guardia?
Debería dejar que le apresaran. Pero tengo para con él una deuda, un vínculo de lealtad que no se debe romper. Si ha de ser castigado, será mi fusta la que acaricie su piel con su doloroso roce, no el de estos guardias Tyrell. Así me lo enseñaron los caballeros que me dieron adiestramiento: un escudero es responsabilidad de su señor.
Mas no debo ser indiscreto. Si Augustus se ha metido en problemas por hacer preguntas en mi nombre, mentar mi relación con él puede ser aún peor. Debo ganar tiempo, aún a precio de sangre, pero evitando en lo posible las represalias posteriores. Y he visto a demasiados caballeros envolverse en este tipo de problemas sin fingimiento alguno, como para saber mostrarme tan orgulloso como poco sabio.
Los hombres se paran en seco. Quizás tus bravatas hayan surtido efecto, o quizás el acero desnudo de tu espada haya sido suficiente para ellos. El que va a la cabeza se acerca, con la espada corta en la mano, pero baja.
- ¿Y tú quién eres, Ladybridge, y qué asuntos tienes con ese ladrón de pelo mojado?
Contemplar el modo en que los hombres se detienen hace que crezca en mi interior un cierto sentimiento de orgullo. Al menos me toman en serio, algo en lo que no podía más que confiar con ciega fé. Sin embargo, están muy lejos de plegarse a mis deseos.
Tiempo.
Solo necesito ganar tiempo.
Me la estoy jugando demasiado. Si bien la jugada tiene alguna posibilidad de salir bien, también podría terminar mal de muchas maneras. Desde amanecer con mis huesos en una mazmorra hasta desangrándome moribundo por los callejones. Espero que, lo que quiera que haya estado haciendo Augustus, valga la pena...
El hombre envaina su espada y hace un gesto a los que están tras él para que hagan lo mismo. Se acerca al farol, mirándote fijamente.
- No hay necesidad de llegar a tanto, Ser Ladybridge: No habiendo daño, no tiene por qué haber sangre. Pero os sugiero que le deis unos buenos azotes a vuestro escudero para que aprenda maneras y a no colarse en las cocinas ajenas.
El hombre frunce el ceño.
- ¿No nos hemos cruzado antes, Ser? Vuestro rostro me resulta familiar...
Esto no me gusta. La apariencia de falsa tranquilidad que ofrece el envainar de las espadas me resulta molesto, tanto que no llego a guardar la mía, sino solamente a dejarla descender a mi costado. El guardia ha sabido que se trataba de mi escudero y, o bien es extraordinariamente perceptivo, o sabe mucho más de lo que afirma.
Su pregunta no hace sino acrecentar mis sospechas. ¿Familiar? No lo creo, aunque es complicado acordarse de todos los rostros que uno se encuentra en los caminos. Ahora sería incapaz de recordar la faz de aquel guardia al que engañé para cruzar el puente de acceso a estas tierras...
Exigirlas de nuevo me parece de todo menos sensato. Sin embargo, obviar el tema sería una torpeza por mi parte, pues desmontaría toda la pantomima anterior.
- Hmmmmmm... Os pido disculpas si os he ofendido, Ser Ladybridge.
Hace un gesto a sus hombres y se dan la vuelta para marcharse.
- Tened buena noche, y que los Siete os acompañen.
En hombre se da la vuelta, pero parece reacio a marchar aún.
- Ser... ¿No llegasteis vos con una comitiva hace una semana?
Tanta insistencia... ¿Acaso el guardia ha visto realmente a alguien tan parecido a mi...? Debo salir de esta cuanto antes y hablar en algún sitio tranquilo con este bardo problemático.
En absoluto, soldado. Digo cortante, tratando de zanjar la conversación cuanto antes. Apenas llegué hace dos días acompañado tan solo por mi montura. Y ahora, aceptando vuestras disculpas, me gustaría retirarme a descansar.
Doy media vuelta al tiempo que envaino finalmente la espada y comienzo a caminar, indicando con la mirada a Augustus que me siga.
Que los siete os acompañen tambien, guardia. Añado finalmente a modo de despedida.
REspiro hondo antes de seguirle.
Mi señor, deberiais tener cuidado, puede que aqui el apellido no sea bien recibido pro simplemente quien representa y es la cara visible de el en Dorne.
Me arreglo un poco la chaqueta y sonrio Encontre una posada que haria las delicias esta noche. Hermosas doncellas, carnes jugosas, cerveza y vinos de primerisima calidad y por un modico precio.
El apellido Ladybridge no es motivo de vergüenza ni debe ser ocultado. Respondo en tono de enfado sin querer admitir en aquel tenso momento que el bardo tenía razón.
Muestrame el camino a esa taberna... Y de paso explícame a qué ha venido todo eso de los guardias. Añado haciendo esfuerzos para recuperar la calma cuanto antes.
mala cobertura 3g... Creo que mañana bajare a un ciiber para no retrasar tanto. Disculpas
Tomo mi laud y toco una de sus cuerdas para darme un tono que ni usare posiblemente en mi historia pero que dara un aire mas sublime a la escena.
Cita:
¿A quien te refieres con eso de cabeza de flor? ¿Ha aparecido alguien en la escena? O.o
PD: Estoy de vuelta 100% Pido muchos sorrys por tanto retraso, pero al final el tiempo que pasé de viaje fue más largo y más extraño de lo esperado.
Un hombre alto y de porte noble se acerca despacio en cuanto salís del callejón. Viste ropas ligeras, y a la luz de las antorchas que portan los dos hombres armados que le flanquean, se puede apreciar el rico bordado de flores entrelazadas de su túnica. Una larga espada pende de su cinto, pero sus manos se mantienen alejadas del pomo con cierto desdén.
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Julia: Insisto: William es MIO.
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- Saludos, Señor. Soy Ser Loras Tyrell, ¿puedo saber vuentro nombre?
Camino apenas unos pasos en calma antes de que Augustus deje la frase inacabada y más interrupciones asalten nuestra paz.
¿Y ahora que pasa...? Pienso con los ojos en blanco durante un instante.
Podeis llamarme Ser William, buen señor. Respondo con voz algo cansada a la pregunta del hombre mientras lo examino de arriba a abajo.
Hago una pequeña pausa antes de proseguir y entonces pregunto, procurando mantener una leve sonrisa amistosa en la cara. Decidme ¿Qué se os ofrece a estas horas de la noche, Ser Loras?