Partida Rol por web

 Al abrir los ojos se encontrarían no solo en un nuevo lugar desconocido, sino rodeados de más personas cuyos rostros no les eran familiares. En total eran 12 niños y 12 adultos, todos de distintos rasgos y vestimentas, convirtiéndolos en un grupo de lo más variado, aunque compartiendo esa momentánea expresión de confusión que según cada quién iría cambiando a otra.

 Respecto al sitio en el que se encontraban, se trataba de una única sala en forma de T, siendo que al estar ubicados en el cruce de esta podían ver a donde llevaban los tres caminos que le conformaban: hacia la izquierda había un espacio ocupado en su mayoría por algunos muebles, y un gran comedor redondo con 12 sillas. De frente, por la parte más larga, era un pasillo en cuyos laterales estaban repartidas un total de 12 puertas de madera oscura, con unas placas metálicas sin nada escrito en ellas, culminando el pasillo con una pared sin nada. Por el último camino se daba a la barra de un bar, con numerosas bebidas exhibiéndose al otro lado, llamando fácilmente la atención debido a las luces que decoraban el sitio. En general, todo tenía una estética de tonos fríos, con las paredes tapizadas y decoradas por cuadros,  y numerosas luces tenues que, a pesar de todo, iluminaban bastante bien.

  Seria detrás de la barra donde se encontraría otra persona que no parecía venir con ninguno, o al menos eso aparentaba dado que estaba más alejada de donde estaban todos. Se trataba de una mujer joven de cabello azulado y brillantes ojos de color morado oscuro, utilizando un uniforme conformado por un suéter azul sobre el que usaba una camisa blanca, así como una cortaba roja y un chaleco a juego con su mini-falda abierta por los costados, concluyendo el conjunto con unas medias trasparentes y unos tacones bajos del mismo color que el chaleco.

 -Bienvenidos -su rostro y tono eran bastante neutrales, por no decir inexpresivos. -. Tendré el privilegio de servirles hoy. Me llamo Lena Rose, pero pueden decirme Elena.

  Si había algo que llamaba la atención de todos al momento en el que la mujer hablo, seria el hecho de que lo hacía en Inglés, pero aun así aquellos que no hablaban el idioma le entenderían perfectamente.

 -Por favor, disfruten de las bebidas mientras Kantoku-sama regresa -les invitaría a todos entonces a acercase a tomar lo que había sobre la barra: en vasos identicos de whisky, estaban servidos 12 vasos de esta bebida para adultos con algo de hielo, y 12 vasos más con jugo de manzana de cartón, aunque todos los vasos estaban acomodados en pares de whisky-jugo delante de una silla, siendo un total de 12 asientos.

 Si bien había numerosas personas nuevas, también te fijarías en que tus dos amigos no se habían ido contigo: tal vez llegarían más tarde, o se habrían perdido de camino...

Me sorprendí al sentir que aquella mujer me removía el pelo y me elogiaba. Me sonrojé un poquito y junté ambas manos a mi espalda. No estaba acostumbrada a que me prestasen tanta atención.

—Gracias… —dije con una sonrisita ligeramente nerviosa—. ¿Por qué dices que parezco débil? —Esa parte no me había gustado tanto.

No tardamos mucho en tocar la roca. Cuando lo hicimos, oí en mi cabeza una voz, que contaba algo extraño que yo no entendí.

De pronto, me encontraba en un lugar desconocido, y rodeada de muchísima gente, niños y adultos. Miré boquiabierta a todos. Tenían aspectos espectaculares de todo tipo. Yo, por mi parte, llevaba un precioso vestido corto que me daba una apariencia similar a un hada, conjuntado con una diadema adornada con flores y unos zapatos de tacón.

—¡Hala! ¿Estáis todos en el juego? —pregunté con entusiasmo—. Yo me llamo Okada Aina. ¡Me alegro de conoceros!

La sala era bonita, y parecía un comedor. Eso me hizo darme cuenta de que tenía bastante hambre. Cuando la camarera nos habló, me quedé perpleja al darme cuenta de que lo decía en inglés, y que yo lo entendía perfectamente.

—¿¡Eh!? ¿Desde cuando hablo inglés? —Sin embargo, al intentar hablar en inglés, me di cuenta de que no tenía la menor idea de cómo hacerlo. Todo muy raro—. Pues vaya...

Viendo que en la barra había vasos con bebida, me acerqué y me coloqué de pie frente a una de las sillas, tomando uno de los vasos de zumo. Le di un sorbo. ¡Estaba rico!

  -Te falta un poco de confianza para imponer -aseguraría la mujer sobre la debilidad de Aina, siendo que tampoco quería desanimarla, pero para ella realmente la niña no seria precisamente fuerte si no fuese por todo eso que puede hacer.

 Navy era una mujer de cuerpo atlético que enseñaba con orgullo con sus ropas ajustadas y reveladoras, cubierto por tatuajes en los brazos y accesorios, entre los cuales destacaban un par de fundas en donde guardaba sus pistolas.

 Si bien su primera reacción fue ver con cierta desconfianza las nuevas caras, ante el recibimiento de la bartender y la rápida confianza que le agarró Aina para ir a beberse el jugo, ella no hizo más que un gesto de desinterés con los hombros.

 -Bueno, no es lo más loco que ha pasado hoy -comentaría soltando una leve risa antes de acercarse para tomar el vaso de whisky que había junto al que la niña rubia tomó, quedándose en pie cerca de ella.

Abro la boca sonriendo al ver tantas haditas y le digo que sí con la cabeza a Aina cuando pregunta si estamos mejor. ¡Mucho mejor! Después ladeo la cabeza al escuchar la pregunta de Aina y me lo pienso un poco. 

- Sí... Pero son invisibles por eso de que nadie los ve. ¡No son de esos que se inventan! - digo muy seria, antes de ir corriendo hacia donde están y señalarlos con una sonrisa - ¡Estos son Nemu-kun y Yuki-sama! Tengo más pero... No están aquí. - me encojo de hombros, mirándoles - Tampoco sé por qué estáis vosotros aquí, pero ha salido bien lo del monstruo. ¿Qué ha pasado? 

Me quedo escuchándoles, aunque ninguno parece querer contármelo. Me cruzo de brazos pensativa y luego me voy hacia la piedra. ¡Ya me lo contarán luego!

Al llegar a ese sitio nuevo, abro mucho los ojos y miro de un lugar a otro. Halaaaaa... ¡Este es uno de esos sitios para mayores donde ponen zumos de mayores! Me quedo con la boca abierta un rato hasta que habla la chica detrás de la barra. ¡Qué guapa! 

- ¿Kantoku-nii-san va a venir? ¡Bien! - doy un pequeño saltito de emoción, girándome para hablar con alguien cuando me doy cuenta de algo - No están...

Seguro que vuelven luego. Algo más tranquila, suspiro y miro a todos los demás que hay allí. Hay muchos niños y también más adultos. ¿Les habrán salvado a ellos también? Al oír a Aina doy un respingo. ¡Es verdad, el juego! Rápidamente me adelanto y saludo con una reverencia, cogiendo los lados de mi falda. 

- ¡Hola! Yo soy Nakahara Karin, ¡pero podéis llamarme Karin! ¿Vosotros también vas a jugar? ¡Seguro que nos los pasamos bien! - sonrío, esperando a que los demás se presenten. Después me siento también a tomar un zumito y miro con curiosidad el vaso que hay al lado. En cuanto un adulto se siente al lado, le pregunto - ¿Está rico? Es... ¿es una bebida "premium"? - pregunto, recordando la palabra que usan para algunas cosas de mayores. 

Al final todos tocaron la piedra y aparecieron en un local junto a otros. Así como estaba distribuido el local lo único que pudo hacer es resignarse, estaban en un bar mafioso fijo. Aún tenía un mal cuerpo que le hacía erizar la piel pero pronto se relajó por estar al fin fuera de peligro. De lo que se sorprendió fue de escuchar a Aina hablar y poder entenderla como si de su idioma materno se tratase, aunque tenía claro que no era lo que estaba hablando. - ¿Entonces... podemos entendernos todos aquí? Eso le parecía mágico, increíble. -¡Qué guay! Dijo mientras enganchaba uno de los vasos con zumo para beber de el, después de lo que había vivido sentía la necesidad de beber. Su chaleco estaba destrozado de un lado, como si lo hubieran atravesado por toda la parte izquierda pero su cuerpo estaba bien. De lo que no se había percatado aún era el hecho de que sus vendas en el abdomen habían sido también tocadas por lo que, algo removidas mostraban el principio de una mancha pálida en la piel. -¿Quién sois vosotros? Yo me llamo Kailani, podéis llamarme Kai. Se notaba que no era muy japonés aunque parte de sus rasgos lo fueran y lo más gracioso de el eran sus orejitas y el pompón de conejo que llevaba, los cuales ahora se movían graciosamente con los gestos del chico al presentarse con efusividad.

De repente allí estaba y no pude evitar poner mi mano en la boca un tanto sorprendida ya que el lugar era distinto. Esas rocas parecían portales como en los vídeojuegos de mi hermano y sentí que podía estar en uno de ellos ahora mismo. Así que tras la sorpresa inicial, descubrí unos detalles más. No solo que podía entenderles a todos—al fin—sino que había más niños y más adultos. ¡Ah! Y una camarera que servía zumo. 

Allí rápido acepté uno y lo tomé de un tirón porque tenía la boca seca, lo de de recién había sido muy fuerte y difícil, ese árbol era muy malo, tanto que sería como el Boss final de cualquier juego. De todos modos saludé con una sonrisa a los presentes y sentí alegría al entender a mis compañeros, los que estuvieron conmigo recién. 

—Puedo entenderlos, que bueno—dije un tanto rojita—. Soy Adele. 

Me presenté a todos los presentes, no sabía con quién relacionarme porque soy un poco torpe con eso, aunque miré al chico rubio alto ya que fue una buena ayuda cuando estaba perdida con el idioma. Pero mis compañeros fueron todos buenos en si, nos ayudamos muchísimo y eso estaba bien, aunque me daba cosa si me preguntaban por mis poderes. Eran feos... 

Después ví que había un chico con el pelito rojo, me acerqué a él y lo miré a los ojos. 

—Hola. 

Tenía mi cabello verde con unas coletas de calaveras, el vestido era azul oscuro lleno de mariposas verdes con unas mangas enormes y tenía mi cetro, que era una roca con una gema brillante atada a un palo o rama.  

Cuando todo se puso negro espero seriamente despertar en su casa, por lo que no pudo más que dar un suspiro de resignación cuando vió un salón llego de gente. "No es tan fácil" Bueno quizás alguien allí podría explicarle que demonios era todo eso y por que estaba allí. Caminó en frente de su grupo mirándo alrededor con partes iguales de curiosidad y desconfianza. Llevaba un traje fucsia con capucha, y una mascara de gato cubría completamente su rostro. Como si supiera lo que hacía camino hacia la barra con seguridad y se sentó en el banco, frente a la mujer que ya estaba allí desde el vamos. O esperaba que así fuera. -Elena, ¿donde estamos? - Preguntó directa al punto evaluando el traje de la mujer, parecía una azafata. 

-¿Quien es Kantoku? - Insistió con firmeza tomando uno de los vasos de jugo ahora que se lo ofrecían, y cruzandose de piernas sobre el taburete. -¿Por qué estamos aquí? - Volvió a preguntar dando un trago a la bebida y escuchando las presentaciones del resto. Frunció el ceño, alzando una ceja y se giró para poder mirar a las niñas rubias -Soy Erika, Satö Erika - Aclaró. -¿De que juego están hablando? - ¿Habían tenido razón y todo eso era un videojuego? Miró a Kaoru que había sido el de la idea y se encogió de hombros.

Kaoru lucía su flamante disfraz de murciégato, aunque en esta ocasión tenía la capucha a la espalda y la máscara bajada, por lo que todos podían ver su expresión. Y más concretamente, todos podían su sonrisa. Cualquiera diría que no se había forzado a salir corriendo para evitar ser aplastado, destripado y troceado por una criatura digna de la pesadilla de una mente atormentada.

—Lo habría tenido que pagar si no hubieramos salido corriendo —comentó sin venir a cuento, más preocupado por dejar eso sobre la mesa que sobre otras cuestiones importantes como donde estaban, quiénes eran todas esas personas y si sería posible dar el cambiazo con el vaso de uno de los adultos—. ¡Yo me Kaoru! ¡Ozawa Kaoru!

Se llevó un pulgar al pecho y lo apretó con energía, alzando la nariz bien alto. Kaoru tenía una extraña habilidad para que su voz siempre sonara demasiado alto. Miró a los demás. Se sentía integrado y todo, porque no había uno solo que fuera normal. Incluso había otro con motivos animales, pero todo el mundo sabía que los murciégatos molan mucho más que los conejos.

Y justo en ese momento, mientras iba girando la cabeza, de pronto su mirada se cruzó con la de Adele.

—Ueh... ¡Ah! —soltó mientras pegaba un botecito, llevando ambas manos frente al pecho como si estuviera en un tipo de posición de ataque gatuna hasta que se le pasó la sorpresa—. Vaya peinadito...

Alzó el brazo derecho, intentando pegar un toquecito en una de las calaveras de Adele con las uñas de sus guantes. Parpadeó lentamente, como sin terminar de entender por qué se había acercado a él. Nadie nunca se acercaba a él. Pero entonces... entonces lo entendió. En esa situación tenía sentido.

—Te has acercado a mi porque parezco el más fuerte, ¿verdad? —Apoyó las manos en las caderas, con una sonrisa feroz—. ¡Ja! ¡Pues tienes buen ojo! —Su nariz, que parecía incapaz de alcanzar una posición más elevada, alcanzó una posición más elevada hasta que algo se le pasó por la mente—. Hey, escucha, escucha, escucha. Tengo un plan...

Y bajó la voz. Como todo buen plan, no se podía decir en alto.

—¿Te has fijado en las bebidas? —cabeceó sutilmente—. ¿No te parece injusto que los adultos tengan sus bebidas de adulto y a nosotros nos dejen un zumo? ¿Qué te parece si nos acercamos y damos el cambiazo con las nuestras, mmh? ¿¡A que es una ideaza!? —Su voz alcanzó los límites en los que un susurro sigue siendo un susurro—. ¡Seguro que saben mucho mejor, a los jovenes siempre nos la dan con queso! ¿Y sabes por qué? ¡Porque tienen envidia! ¡Tienen envidia de que tengamos toda la vida por delante, mientras que ellos tienen ya un pie en la tumba! ¡Ja!

Carraspeó, intentando centrarse. Sus ideas de bombero a veces se veían interrumpidas con filosofeos dignos de barra de bar.

—Bueno, ¿qué me dices? ¿Lo hacemos?

Al ver que me hizo caritas como un gatito, abrí los ojos un poquito y luego una sonrisa se dibujó en mi rostro, aunque las mejillas estaba rojas por la vergüenza. Me costaba muchísimo tener amigos y más aún, conseguir que no se aburran conmigo en cuestión de segundos. Por esa razón es que se quedó junto a Kaoru y cerré los ojos cuando le dió un golpe a mis calaveras. 

—Hm, si. Son huesitos con formas, me gustan mucho—dije animada, mostrándome algo cercana—. ¿Eh? Ah, si, si. Por eso. 

En realidad se había acercado porque le gustaba mucho su pelo y el disfraz que tenía, era como un osito parecido a los que tengo en casa y me moría de ganas por achucharlo, debía ser mullido. Ya cuando le dijo que tenía un plan, se acercó lo suficiente como para hablar entre susurros, se cubrió la boca con las manos y asintió rápido, aunque le contestó en el oído, susurrando. 

La explicación que me ofreció el pelirrojo caló hondo, tenía razón y era muy injusto para ellos, más aún cuando la misma Adele estaba con su zumo de manzana. Por ello es que se empoderó un poco, quería ganarse la amistad de aquel chico y por eso, debía hacer algún que otro sacrificio. 

—Hm, vale. Pero antes... —lo miró a los ojos—. ¿Podemos ser amigos? Los amigos hacen cosas así, juntos y sería lindo que lo seamos. 

Allí con mi ilusión a flor de piel, de todos modos lo haría, así que hubo predisposición para hacerlo. Solo esperaría a que Kaoru tome la iniciativa. 

  Por su parte, la niña albina con cuernos, cola de punta esponjosa y un vestido con cierto estilo invernal, observaría todo con los ojos abiertos, visiblemente curiosa por el lugar a donde habían acabado parando ahora, y sobre todo por el hecho de que estaba entendiendo a personas que hablaban un idioma distinto.

 -Oh, se supone que no debería estar en un sitio como este... -comentaría luego de ver la zona del bar, antes de restarle importancia por la presentación de varios. -. Soy Yamada Kasumi: ¿el juego que dicen es del que hablaba el señor de pelo verde?

  Al igual que harían varios, ella también se dejaría llevar hacia la barra para tomar un vaso de jugo y empezar a beber de él.

  Otro de los adultos que se uniría a la barra seria aquel con bata de doctor, que tomaría el whisky junto a Karin y le daría un pequeño sorbo antes de que la niña hiciese aquella pregunta.

 -Oh, bueno... no está mal, pero no soy mucho de alcohol, así que no sabría decir si es premium -respondería con honestidad desde su inexperiencia con esas bebidas, buscando tomar asiento junto a la niña.

 -Los asientos son solo para los niños -le indicaría entonces la bartender antes de que el peliverde pudiese sentarse, ante lo cual el hombre se levantaría rápidamente.

 -Ah, okey: supongo que está bien... -claramente no entendía nada, pero no iba a ponerse a debatir por un asiento: después de todo, ahora que sacaba las cuentas, ciertamente faltarían asientos en la barra si todos se querían sentar...

  -¡Ni le hagas caso: esto está genial! -diría en voz alta un hombre de ojos rojos y ropajes tradicionales japoneses que se había acercado silenciosamente a la barra para tomar uno de los vasos, tomándose de golpe su contenido antes de colocar el vaso nuevamente en la barra. -. ¡Otro!

 Y atendiendo al pedido, Elena se dispondría a tomar una botella para servirle nuevamente.

 Aprovechando que atendía al hombre albino, la mujer también respondería a las preguntas hechas por Erika.

 -Están en el "Grand Deus", volverán aquí luego de cada trabajo que realicen, pero eso ya se los explicará Kantoku-sama luego -diría mientras fijaba su atención en la niña, mostrando durante unos instantes sorpresa cuando mencionó no conocer al hombre. -. Oh, debes ser la que gritó para llamar a la policía... No le des muchas vueltas ahora, él volverá y lo explicará con detalle, pero resumidamente... Fueron elegidos para competir en un "juego" donde el ganador obtiene un deseo sin reglas.

 Algo que llamaría la atención a la mujer seria como Adele y Kaoru se acercaron a la barra, siendo que en lugar de tomar cada uno un vaso de jugo como era esperable estuvieron allí un rato, amontonados sobre cuatro de ellos intentando cubrir lo que hacían, más no les tomaría más de unos segundos apartarse de manera nada sospechosa ya con sus vasos de "jugo" en las manos, porque para nada era sencillo diferenciar un whisky de un jugo de manzana.

 -Si quieren alcohol solo tienen que pedirlo -afirmaría la mujer.

 Dándose cuenta del intercambio hecho por Kaoru y Adele, el hombre rubio que andaba con un elegante bastón se acercaría a esta última luego de tomar uno de los vasos de jugo que dejaron atrás.

 -¿Me permites? -contrario a los que muchos habrían esperado, el hombre no quitaría el vaso a la niña: en su lugar, vertería parte del contenido del suyo en el de ella, indicándole en el idioma de la chiquilla, el inglés, que hiciese lo mismo de vuelta y así mezclar las bebidas.

 -Ya la escuchaste: pídete el tuyo -por su lado, la mujer rubia de costosas ropas seria más directa al quitarle a Kaoru su bebida, empezando a beber de ella sin darle tiempo al chico a replicar.

 De vuelta con uno de los niños, habría uno que vestía con una especie de uniforme escolar que, acompañado con unos shorts, dejaba al descubierto sus largas piernas, el cual estaría visiblemente animado, al igual que lo estaba Karin con todo el asunto del juego.

 -¡Sí! Kantoku dijo que si ganaba podría cumplir cualquier deseo que pidiese: ¡vamos a darlo todo! -diría con una amplia sonrisa. -. ¡Yo soy Marco Rodriguez! -acabaría de presentarse, siendo que todo lo que dijo lo hizo en español.

  Por supuesto, también iría a la barra a tomar uno de los jugos, y es que si bien la afirmación de la bartender de poder pedir alcohol le resultó tentadora, prefería aprovechar lo que ya estaba servido.