Escena privada donde trataremos temas concernientes únicamente a Enricco Tagliagole.
Atributos
Tenemos 30
● Físico 8
● Destreza 9
● Mente 5
● Percepción 8
El mínimo es 4, el máximo es 10.
-Lista de Habilidades-
(P) Advertir/Notar 4
(D) Armas a distancia
(F) Armas cuerpo a cuerpo 5
(D) Armas de polvora 5
(D) Atletismo 4
(P) Buscar 3
(D) Cabalgar 2
(M) Callejeo 2
(M) Comerciar
(P) Disfraz
(D) Escalar 3
(D) Esquivar 6
(P) Etiqueta 1
(M) Fauna
(P) Música
(M) Navegar
(D) Nadar 2
(M) Ocultismo
(P) Rastrear 1
(P) Reflejos 5
(M) Religión
(D) Robar bolsillos
(P) Rumores 1
(M) Sanación/Hierbas
(D) Sigilo 4
(M) Supervivencia/Cazar
(M) Tradición/Historia
(D) Trampas/Cerraduras 3
-Ventajas-
Ambidiestro (D9+): permite reducir el penalizador al luchar con dos armas usando la regla de Dividir Acciones. En lugar de elegir dado menor en los 1o3d10, te quedas el medio con el arma principal
-Valores Especiales-
-Niveles de Salud-
Mordheim, también llamada la ciudad de los condandos.
Muchos eran los rumores que se escuchaban por el imperio acerca de esta ruinas, acerca de ellas y lo que había en ellas, la valorada piedra bruja. Al alcance de todo aquel con suficientes huevos o estupidez para irla a buscar, por no decir de que posiblemente hayan cosas interesantes entre las ruinas de las antiguas villas de los difuntos nobles que en Mordheim habían residido.
Hace cosa de un mes y medio la tierra tembló bajo el peso de la Ira de Sigmar según dicen esos desquiciados flagelantes que torturan sus cuerpos por las calles del Imperio, pero acaso un castigo de los dioses traería consigo la riqueza y los milagros que se les atribuye a los fragmentos de esa materia de la estrella que cayó.
En cualquier caso a ti lo que te interesa es que el adentrarse en un lugar como ese puede ser una prueba de honra innegable, una gesta memorable. Sin duda hay que ser valiente para ir hasta esta ciudad llena de rufianes y maleantes.
Pero las tierras del Imperio no son tan seguras como para cruzarlas solo y mejor viajar en compañía por las carreteras que comunican las ciudades y que atraviesan, bosques y párramos. Desde que las diferentes provincias están alzadas en armas unas contra otras, el hambre y las desgracias abundan y no son pocos los que se dedican a la vida del bandidaje para malvivir un tiempo más.
Así fue como buscaste una forma de irte a Mordheim en compañía de alguien. Y que suerte la tuya cuando en una posada viste el anuncio de un tal Omar Shinshin, un mercader que se dirigía a Mordheim y que buscaba espadas de alquiler para que guardaran la caravana hasta alcanzar la ciudad.
Sin dudarlo fuiste a ver al tipo este, resulto ser un mercader llegado de las tierras de Arabia, pero que hablaba con fluidez la lengua civilizada del Imperio, estaba acompañado de un guardaespaldas de aquellas exóticas tierras. El caso es que fue directamente al grano, 25 coronas, gastos de comida pagados para defender la caravana hasta su llegada a Mordheim.
- Dudo que realmente tengas que sacar tu acero de la vaina, pocos se atreverán a alzarse en armas ante una caravana protegida y acompañada por hombres armados. Pero si llega el caso espero que sepas blandir tu acero, caballero.
- Y más que podré hacer señor, pues si alguien se entromete en nuestros negocios, tenga por seguro que no tendrá tiempo de decir esta boca es mía.
Y con claro ademán chulesco, apartando el ajado herreruelo a un lado, dejó ver todo el hierro que portaba. Pues no era poco. Una larga espada, de amplio guardamano le cruzaba el cinto, y la empuñadura de una larga daga le asomaba por detrás de la cintura, así como dos grandes pistolas que portaba bien caladas en el fajín. Un peto de cuero, que sin duda había visto tiempos mejores, remataba el conjunto. Sin duda aquel tipo era ducho con las armas, y no se andaba con chiquitas.
- ¿Cuantas espadas emprenderemos el viaje?
El mercader contempla la estampa del hombre que tiene delante, armado hasta los dientes, asintiendo mudamente, finalmente levanta las dos manos mostrandolas abiertas.
- La caravana estará compuesta por unas diez personas. Todas portaremos alguna o varias armas, pero gente que sea verdaderamente ducho con ellas serán la mitad, Iqbal, mi guardaespaldas junto con las espadas de alquiler como usted que estoy contratando. Suficientes para la corta caravana que mandaremos a los alrededores de Mordheim.
Tras la respuesta el comerciante saca el tapón de una botella de cristal, béllamente tallada, y sirve su contenido en dos copas talladas, una de ellas se la acerca a los labios y, tras embriagarse con el aroma del licor, da un largo trago. Acerca la otra al espadachín que tiene delante.
Enricco aceptó gustoso el ofrecimiento del mercader. Con una sonrisa, se llevó la copa a la nariz, para poder apreciar el aroma del vino. acto seguido paladeó el fruto de la uva que tan buenos momentos le había hecho vivir. No en vano era hijo Tileano, y sus muchas andanzas le habían hecho pasar largas jornadas en tierras estalianas, donde el buen vino, como es sabido, es casi una religión.
- Brindo pues por nuestra empresa. Dijo mientras acariciaba mecánicamente la cicatriz que ocultaba su incipiente barba.
El mercader levantó la copa a modo de saludo diciendo.
- Brindemos pues, por nuestra empresa.- Tras lo dicho bebió el contenido de la copa.
En una esquina de la habitación se encontraba, inmóvil y silencioso, el guardaespaldas del comerciante. Sin incidente alguno el mercader y el espadachín tileano acordaron el verse la mañana siguiente para la partida de la caravana dirección a Mordheim, dirección a la ciudad de los condenados...