Partida Rol por web

Berinian enarcó una ceja sorprendido al escuchar el ruido de los engranajes y maquinarias que abrían el enorme portón levadizo del imponente castillo. No esperaba que el duque abriera las puertas hasta el amanecer, donde la visibilidad era clara y se podía observar que no había enemigos apostados en las cercanías para intentar aprovechar un internamiento mientras la puerta principal se abría. El creyó que pasarían la noche allí y maldecía por ello y por la tardanza de la salida del sol. Y sin embargo...

¿Qué demonios...? Que me aspen si lo entiendo, pensó aturdido al no entender aquello. Por un lado se alegraba de que decidiera abrir la puerta de su fortaleza, ante la intemperie que padecían los apostados en la puerta, pero por otro le escamaba que abriera de una manera tan temeraria.

- ¿Quien diablos cierra de día y abre de noche? - se preguntó pensando en voz alta, de una manera a penas audible para la noble Alanna y la dama Dalla, junto a él. Tras parpadear unos instantes y volver en sí, observó la comitiva de soldados que se dirigían hacia ellos. Concretamente a la damas, dando prioridad a su linaje. El hombre sonrió.

- Mis señoras, creo que tienen comité de bienvenida. Si me disculpan - se despidió de las dos alzando levemente su sombrero y retrocediendo hacia sus carros. Con gestos y unas cuantas voces, dio órdenes a sus hombres para tener los carromatos a punto para avanzar, cuando les dieran el permiso de hacerlo. Si es que lo hacían.

Contempló a Alanna y a Dalla, acompañadas de otra mujer que había pasado desapercibida, y los séquitos de todas, avanzar por indicaciones de los guardias.

Sí, siguiendo el protocolo habitual de prioridades: la realeza, la nobleza y si queda tiempo la "bajeza", pensó con ironía el comerciante. Al poco, el grupo de guardias se presentaron ante él para indicarle que podía entrar con su cargamento.

Oh, que ilusión. "Primus inter pares", soy el mejor de entre la chusma, se dijo con sorna asintiendo a los soldados. Tras dar instrucciones a los suyos, penetró con los carros y las mercancías en el interior del recinto.

Una vez dentro, un tipo bien vestido y estirado le dio la bienvenida y le informó respecto a que cenaría en compañía de notorias figuras y, por supuesto, del Duque de Yannur.

¿A estas horas tan tardías? Pero si yo ya he cenado.

- Será todo un honor, gracias.

Al parecer, ya habian cerrado las puertas del castillo de forma definitiva. Si las abrieron de nuevo, fue para albergar a las nobles que habia por ahi.

Disculpa, Ronan. Para ponerme en tesitura te hago unas preguntas:

- Una vez dejan entrar a Berinian ¿Qué ocurre con él? Sé que a las féminas las han conducido a habitaciones, pero al pirata ¿Lo llevan a algún sitio? (no está especificado en el post). ¿O por el contrario lo conducen directamente a un comedor, ya que has comentado a las mujeres que cenarían con un comerciante? (vamos, yo).

- Me falta cierta información para realizar una entrada a la sala principal (donde estoy exactamente, donde están mis carros con mis mercancías, etc)

Ya esta ahi tu post.

El sonido que hubiese sido toda una alegria para mitigar el frío, era también la antesala de lo que Alanna iba a tener que soportar. Ella comenzaba a notar las sudorosas manos del duque, su aliento pestilente y sus soeces palabras susurradas al oído. Aguantaría, era fuerte y lo soportaría todo, unos pequeños sacrificios para recuperar lo que era suyo por derecho.
Nos veremos pronto... Señor Berinian- Una despedida fugaz de un corto encuentro, agradable y prometedor. Los ojos de Alanna no podían ocultar que ya se encontraba maquinando algo -Quizas en la cena... O baile- Giró su rostro y penetró en el interior de los enormes muros de roca.
La seguridad de la piedra constrataba con la inquietud interior de Alanna. Quería ser conducida a sus aposentos para calentarse y cambiarse de ropa -Decidle que aceptó su invitación y que deseo presentarle mi más sincero agradecimiento por tan cortes recibimiento- Trato de ser lo más sincera posible con el mayordomo, algo que fue sencillo, pues de no abrir las puertas, seguramente hubiese perecido de frío.

Al escuchar las palabras sobre la embajadora, Alanna se acercó discretamente a ella -Diaculpad mi atrevimiento, no le había reconocido. Soy Alanna Velazko del bosque de frutas. Es un honor compartir morada con tan ilustre Embajadora- Realizó una ligera inclinación de cabeza en forma de presentación

La Elfa se encaro con la joven, a quien observo con algo de curiosidad.

- No os disculpéis. Que no me reconozcan, ha sido mi objetivo primario- La belleza etérea de la elfa era notable, sus ojos muy brillantes

Extraño que hayais abandonado Vania en esta época, mi Estimada Señora Velazko. - Dijo haciendo una leve reverencia. - Estoy segura, de que sereis extrañada. - No creo que hablar aquí sea conveniente. Debo irme, pues las paredes escuchan. Os recomiendo el primer dia relacionaros con mercaderes, os seran mas amenos.

- Annea Dorasti Velazko. Oinna, gissea dorakne.- dijo, con una cálida sonrisa.

Mientras aseguraba que las cinchas de los caballos eran sólidas para poder seguir tirando de los carros, tan pronto les dieran permiso los guardias para entrar, Berinian no pudo evitar echar un último vistazo a las damas. Dalla, hierática y silenciosa sobre su caballo, le recordó a una de esas imponentes estatuas de la plaza mayor de Meridian capital.

Alanna, por su parte, parecía hablar con la tercera mujer, una elfa, que pretendió pasar desapercibida hasta la apertura de las puertas, con éxito. No oyó lo que decían, por la distancia, pero las delicadas posturas corporales y agradables gestos de la humana, cierta inclinación de cabeza en reconocimiento y otras maneras, le hicieron entender que ambas mujeres ya se conocían y que la élfica gozaba de cierto respeto.

Mantuvo su mirada en ellas, durante cierto tiempo, hasta que los soldados las rodearon y escoltaron al interior de la fortificación. El marino esperó volver a verlas y volvió su atención a los carros y las mercancías.

Os agradezco los consejos, que aprovecharé, no lo dudéis. Mi partida ha sido más por necesidad que gustosamente os relataré en un lugar más apropiado- Miró a ambos lados antes de proseguir -Me alegro de encontrar caras conocidas, los... Amigos nunca sobran- Realizó una inclinación de cabeza antes de alejarse y llamar al mayordomo para que le mostrase su habitación, ya era hora de asearse, presentar sus respetos y llegar a la cena lista para poder obtener toda la información que deseaba.
Vio como Berinian las observaba y le correspondió con una lenta caída de ojos y una pequeña sonrisa, un esbozo realmente, que nadie que no estuviese atento la hubiese notado -¿Me recomendáis algún mercader en concreto? Las ultimas palabras dichas antes de partir hacia su aposentos

La idea de que podría pasar por sus aposentos para asearse y arreglarse confortó a Dalla. Al fin y al cabo tenia muchas cosas de las que hablar con el señor del castillo y la idea de hacerlo en una coraza no era la mas cómoda.

Agradeció la bienvenida y se despidió de sus acompañantes.

-Nos vemos durante la cena- Dijo escuetamente con una leve reverencia mientras los abandonaba.

-Está claro que a esta gente le gusta alargar las conversaciones en vano- Pensó para si misma con cierto tono altivo.

Sus botas resonaron por los pasillos del castillo mientras los dejaba atrás sin dedicarles una mirada.

Las dos bellas nobles fueron guiadas por una serie de sirviente que llevaban sus pertenencias, escaleras arriba. Las escaleras en espiral, permitían cada tanto, por medio de una ventana, la vista de las tierras alrededor, las cadenas montañosas, y el rio que atravesaba a ambos lados, norte y sur del castillo.
Llegaron para acomodarse en habitaciones cómodas, según supieron, donde se alejaban los nobles invitados del lugar. Había un total de siete habitaciones para huéspedes, y cinco de ellas, estaban ocupadas. Sin embargo, por algún motivo, alojaron a ambas en la mismo complejo de habitaciones. Era una habitación central, una especie de sala de estar, un lugar donde guardar vestidos, en los cuales las nobles se dieron cuenta de que había mucho mas vestidos que los suyos propios, de diversos talles, y colores aunque ninguno de pieles o que realmente protegiera contra el frio, y una habitación individual para cada una.

Ten cuidado, este castillo no es un lugar tan seguro como parece para unas damas como nosotras- Unas palabras dichas sin mirar a nadie mientras Alanna iba seleccionando un largo vestido blanco -Mi nombre es Alanna, te recomiendo que nunca estés sola por los pasillos de estos muros, la lujuria y los vicios de los hombres aumenta en las noches frías como la que estamos viviendo hoy y el alcohol que correrá por sus venas no creo que haga menguar sus instintos- Se acercó hacia Dalla y con su dedo índice recorrió el rostro de Dalla -Eres joven y guapa... Vigila tu espalda-

Dalla se acercó a mirar los vestidos. La verdad es que en tiempos de guerra y con ese viaje ella no llevaba precisamente un cofre lleno de vestidos y la posibilidad de llevar algo nuevo se le antojó divertida.

Sonrió ante la advertencia de Alanna.

-Muchos días de viaje con el frío y la soledad, no le veo nada peligroso a que alguien busque algo de compañía- Contestó con tono socarrón buscando una reacción de la otra noble.

De todos los vestidos le llamó uno en concreto que tenia una tela que no había visto nunca. La tocó con cierta admiración. Una tela delgada y suave que estaba hecha con el hilo mas delgado que había visto nunca. Era tan delicado que incluso transparentaba un poco en sus dedos.

Los bordados plateados encajaban perfectamente con su pelo rubio ... o eso pensó ella.

Sin muchos pudores buscó una silla donde dejar sus atuendos y empezar a desvestirse. Cuando ya estaba con el "vestido" con el que nació se percató de un detalle y miró a su alrededor. Donde estaba la bañera? Necesitaba un baño antes de ponerse esa ropa tan lujosa.

-Por la forma que lo dices parece que tenga que vigilar mi espalda de ti.- Dijo con una risa.

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