Partida Rol por web

El Esclavista termino de subir los escalones hasta el segundo piso, aunque noto que la escalera en espiral continuaba su recorrido. Se podría decir que estaba a la mitad de la torre allí, y desemboco a un centro que daba a más habitaciones, todas con puertas de solido roble reforzado con clavos de acero redondeados. El Sirviente que lo llevo hasta allí era un hombre libre, con una librea de rojo y amarillo, al parecer los colores de Yannur.
- Bienvenido al Área de los comerciantes Señor… - dijo simplemente, algo cansado y con desgana.- Esta es su estancia designada. Puede ir al salón común por refrigerios. Se sirven almuerzos y cenas allí. Esa es la estufa, le recomendamos hacer un buen racionamiento de los leños, porque no se repondrán.- índico señalando la pila de leños que había allí. No eran pocos, pero tampoco servirían para tener la estufa encendida todo el dia.
Había en la habitación, unos tapices, un balcón, y una puerta que parecía dar a un baño, todos lujos para quienes estaban acostumbrados al camino o al interior de un barco mercante. El balcón daba al Este, a la expansión del reino de Meridian y desde allí podía verse el rio, y las extensiones de tierra, y un bosque en el linde del horizonte.

- En las otras habitaciones, si gusta, se alojan los otros comerciantes y gentes de su … condición.- No sabía porque, pero imagino que estaban a punto de decir, “calaña”. – Bienvenido.-

Berinian observó la habitación que le habían suministrado y encontró en ella numerosos lujos y comodidades solo disponibles en posadas de lujo o casas señoriales. El marino asintió satisfecho ante lo que vio al igual ante lo que oyó de boca del sirviente.

Refrigerios y todo. Nada mal, pensó el mercader.

Cuando supo, no sin cierto tono despectivo, que otras personas de su misma condición se alojaban en las habitaciones aledañas, estuvo a punto de preguntarle en qué alojamientos del palacio se alojaban los sirvientes como él. Sin embargo asintió con la cabeza en señal de gratitud y una vez solo, se acomodó.

La vista del ventanal debería ser magnífica, controlando el panorama de la frontera de Meridian, el gran río y los bosques aledaños, pero al ser de noche solo admiró la brillante luna y las estrellas, que como buen marino las identificó con facilidad.

Tras echar un vistazo por toda la estancia en busca de cualquier cosa curiosa en él, Berinian salió de su habitación y recorrió el pasillo de las habitaciones "comerciantes", aguzando oídos.

Posteriormente se internó hacia el salón común. Tal vez encontrara algo interesante en él.

Saliendo del cuarto, tras acomodarse su sombrero, el esclavista bajo la escalera espiral que lo llevo a una sala relacionada con el Patio del Castillo. Alli era muy similar a la Taberna que podría encontrarse en cualquier lugar, con un hogar tibio y brazas, y algo de olor a cerveza y orin. Era a medias un deposito a medias un lugar de comida, con barrilles y cajas almacenados contra las esquinas.
Un Rudo hombretón que tenia mas de herrero que de cantinero limpiaba un vaso de vidrio, amplio de cerveza lo saludo a la distancia detrás de la barra. Y en una de las mesas, cerca del hogar, había una mujer, que no había conocido, con un poco de estofado y bebiendo una bebida color meado. Su tes era oscura, y su mano realizo un gesto, que identifico, pero que no pudo entender del todo. Era un símbolo de una cofradía, algo interno, pero que el Mercader no reconoció de inmediato. No sabia como responderla, pero esa mujer tenia contactos con los bajos fondos.

Supo que se trataría de algún lenguaje de signos, propio de bribones y ladrones. No obstante él, como lobo de mar, no lo conocía, así que se acercó a la mujer saludándola.

- Buenas noches. ¿Le importa que le haga compañía? - preguntó al haberse dado por aludido a los signos de la comensal, interpretando que deseaba que se acercara.

La mujer, una bella morena de ojos claros, verdosos cual aquamarinas, que desentonaban con su piel y su cabello trenzado y espeso le ofreció con un gesto de su mano, el sentarse en la misma mesa. Jugaba con una daga pequeña, haciendola pasar rapidamente entre los dedos, y haciendola desaparecer cuando le hizo el gesto de bienvenida.
- Bienvenido… Soy Seyah. Adara Seyah. Comerciante, como usted, supongo. Que le pido, ¿cerveza o algo fuerte? - dijo con una sonrisa bastante agradable. – ¿Usted también esta aquí refugiándose de la guerra?

Berinian agradeció con un gesto de cabeza la invitación de la mujer y tomó asiento junto a ella.

- Berinian Kanaan - se presentó con otra inclinación leve de cabeza -. Un placer conocerla. Cerveza estará bien, gracias - dijo aceptando su convite.

- Y supone bien. La guerra puede ser un buen negocio, para aquel que se lucra lejos de ella. Para los que nos ha pillado en medio, en efecto, una búsqueda de un refugio es totalmente comprensible - admitió, mirando a la mujer y admirando sus brillantes ojos verdes atípicos en una belleza nubia.

- Permítame que le pregunte, ¿Ha venido usted solo en busca de refugio o de paso también en busca de un lugar donde poder comerciar en paz? - preguntó mirando su rostro con detenimiento.

La morena sonrió, estirando uno de los largos trenzados.
- ¿Por qué una no puede hacer dos? – le dedico una sonrisa.- Lo mío es alimentos, todo lo que coma los próximos días fue gracias a mi embarque. Al menos todo lo que no sea trigo, y verduras quizás verdes. El Duque fue bastante generoso con el primer pago, ahora me encuentro esperando el segundo. ¿Y usted? ¿A que se dedica? -

Berinian correspondió su sonrisa con otra, asintiendo con la cabeza ante la intención de la mujer de refugiarse y hacer negocio.

- Alimentos. Indispensables en todo momento. Especialmente en estos momentos - admitió el hombre.

Ante la pregunta sobre qué comerciaba el marino no deseó explayarse.

- Me dedico a comerciar y entrenar a aquellos que prepararán y servirán vuestra comida, aparte de otros menesteres - dijo estudiando la reacción de su interlocutora -. El Duque paga mejor que bien por esos... artículos de lujo - definió con una sonrisa aviesa.

- Ah… - dijo, por todo comentario la morena. – Fíjese que le pague. Escuche el rumor de que tiene problemas financieros. Al menos de liquidez, aunque toda clase de rumores vienen y van, sobre todo en tiempos de guerra. Si no fuera por el frio que hace, me habría marchado en mi bajel. ¿Usted viene del Este? ¿Sabe si el enemigo esta cerca? ¿Lo ha visto? -
La mujer parecía medir lo que decía, usando a veces una tonalidad que sonaba exótica en su voz. Ella también estaba atenta a las reacciones del esclavista.

Ante la afirmación de baja solvencia de Duque, Berinian juntó las yemas de sus dedos de ambas manos y mientras se balanceó levemente en la silla hacia adelante y atrás, adoptó una postura meditativa, fijando su mirada sobre un punto indeterminado de la mesa.

Tengo que cobrar. Como sea, pensó.

- Vaya. Esperemos que solo sean rumores - dijo volviendo en si con una sonrisa que no demostraba la preocupación que sentía si no pudiera cobrar. A su última pregunta el hombre asintió.

- Sí, de allí vengo. Tuve que evitar los puertos de la costa meridianense. Los incendios en ellos era algo evidente desde mar adentro - relató - Así que ascendí el río Brisa y vine aquí, con la esperanza de encontrar un lugar todavía fuera de la guerra, al igual que usted - indicó.

- Y respecto al enemigo... - comenzó a decir -... sospecho que no anda lejos - afirmó sin decirle que había combatido con una patrulla de exploración.

- Dice que si pudiera se marcharía con su bajel - repitió meditando esas palabras y comprendiendo que la mujer debía tener, como algunos otros, como él mismo, un barco en alguno de los estuarios que formaba el gran río -. Permítame que le pregunte, ¿Con todo este caos de la guerra, a donde se dirigiría con su barco si pudiera? - le preguntó.

- Es un negocio complicado, Maese Kanan. – hizo un mohín con la boca, y bebió otra cerveza aguada.- Uno tiende a huir del fuego, pero si me alejo demasiado, me congelo, y si me acerco mucho, me quemo. No lo sé. Debería ver como están las cosas en ese instante. Si me lo pregunta en mi situación actual, aprovecharía el deshielo, que espero ocurra en unos días, y navegaría hacia el oeste, donde haría tierra para ver los mercados del Principado de Vania y compraría algunos de esos juguetes mecánicos o mágicos de ellos, ahora que no tienen nobles aquí para venderlos, y haría un buen pago por cantidad, luego, me dirigiría aun más al oeste, al límite de la gran Isla, en la Corte de Grendopolan, y los vendería baratos, y aun asi, sacaría ganancias. Finalmente… – dijo con una sonrisa algo ladina. – …hablaría con algunos contactos campesinos que tengo en las aldea y compraría ilegalmente comida a ellos, esquilmándosela a los nobles de Grendopolan, y la vendería aquí, por el doble de lo que vendí ahora. El Principado de Vania es más rico que los Meridianos, pero están bien defendidos y no se consideran desesperados, eso es lo que haría. Lo único que no haría, es vendérselas a esos hijos de puta de negro. Dicen que han matado varios mercaderes que ofrecieron sus servicios. Se consideran dueños de todo, que esta tierra les pertenece, dicen, y que no pararan hasta recuperarla. ¡Malditos sean!-
Golpeo la mesa con la jarra de cerveza, lo que le hizo ganar una mirada de enfado del tabernero, y hizo un gesto de apaciguarlo, que se moderaría.
- [b]¡Malditos sean! repito en un tono más bajo, y sosegado-vienen aquí a irrumpir en nuestros negocios lealmente ganados con mercaderías ilegales. A quebrar el equilibrio entre los tres reinos, en los que todos éramos felices y podíamos ganarnos un trozo de pan. Ojala se ahoguen, aunque no tengan barcos. En fin, a rio revuelto, ganancia de pescadores - Se termino su cerveza, de un solo trago, y pareció dispuesta a marcharse.
Era momento de Berinian hacer algo para que se quede, o quedarse la mesa para si.

Berinian meditó las palabras de Adara, asintiendo.

El Oeste. No es mala dirección, no, admitió mentalmente el marino, tomando nota de la información que la mujer le suministraba.

- No puedo estar más conforme con vos - admitió respecto al desastre que habían provocado las fuerzas invasoras en Meridian y en su comercio, alzando su jarra de cerveza y bebiendo de ella.

¿Estas tierras les pertenecen?, pensó sorprendido. ¿Acaso estuvieron antes que nosotros? ¿O somos nosotros culpables de estar en sus tierras antes que ellos las descubrieran?, meditó levemente. Fuese cual fuese la respuesta no importaba: eran un terrible lastre para la convivencia y economía de los reinos y correspondía a sus líderes organizarse para erradicarlos. Y que el buen comercio se reactivara, de paso.

¿No tienen barcos? Qué curioso. Si no llegaron por mar... ¿Por donde carajos aparecieron?, volvió a preguntarse el marino que, de todos modos, veía una gran ventaja al poder navegar: la escoria oscura no podía.

- ¿Me dejáis tan pronto, Lady Adara? - preguntó haciéndose el compungido -. ¿No deseáis quedaros y brindar por lo bueno en vez de rememorar lo malo? - la incitó alzando el brazo, llamando la atención del tabernero y haciéndole un encargo.

- Dos vasos y una botella de ron - pidió mientras sonrió a la mujer y la invitó a volver a sentarse -. Brindemos por nosotros: los que aun no hemos caído en las garras de los oscuros y tenemos un futuro por delante - la animó.

La morena mujer pareció pensárselo, y asintió.
- Me quedare, con dos condiciones… Señora Adara, o Adara, Maese Kanan. – dijo sonriente.- y la segunda, Si vas a hacer que me quede, al menos ofrecedme “Muerte Blanca”. – dijo, volviéndose a sentar en la silla, apenas levantada.

La bebida llego, servida en una botella similares a las que se usaban para servir Ron, pero a diferencia de estas, era más grande y bastante más antigua, incluso, polvorienta. El tabernero sirvió los dos vasos y dejo la botella de culo gordo en la mesa. La bebida era completamente transparente. La morena agarro su vaso y brindo con ella. Era como pasar fuego por la garganta del esclavista. Era como si le hubieran puesto saborizante de ron al alcohol de quemar. La mujer la saboreo con placer. – Si no la probaste antes… dejame decirte, es un gusto adquirido, Kanan. Ahora respondeme esto…, ¿Que tan bueno eres en tu trabajo? Porque hay un rumor en el castillo. Sobre un esclavo que vale su peso en oro…

Berinian sonrió y asintió ceremonialmente con la cabeza.

- Sí, Adara - aceptó de buen grado -. ¿Muerte Blanca? Realmente lográis sorprenderme - admitió con reconocimiento a la mujer. Berinian conocía la rara bebida de sus numerosos viajes, aunque su excesiva fuerza lo convertían en un aguardiente más que en otra cosa. No era el tipo de bebidas que el marino tomara, pero bebió una pequeña porción del líquido y sintió el fuego por su garganta. Carraspeó para su voz no se quedara aguda y volvió a tomar la palabra.

- Sí, la he probado en el pasado, pero no tengo especial predilección por ella - reconoció, dejando claro que la acompañaría en la ingesta, pero la inmensidad de la botella sería para ella. Lo cual convenía al hombre.

- Me considero un hombre capaz en el trato con esclavos - afirmó sin arrogarse especiales cualidades, pese a considerarse un buen profesional -. ¿Por qué lo preguntáis y que tiene que ver con ese rumor de un esclavo excepcional? - preguntó interesado, mientras volvía a rellenar el vaso de la mujer que parecía ir vaciándolo con gustosa avidez.

Quizás el plan de Kanan requería un ligero reajuste, por dos motivos principales, Adara bebía como un marino de doscientos kilogramos de peso, y varias veces lo incito a seguir bebiendo, siendo que tal vez, el plan de ella era el mismo que el suyo propio. Mas había que reconocer que la mujer no parecía demasiado interesada en escatimar información, aunque de nuevo, si pretendía un trato justo en la misma, que la misma fluyera por partes iguales. No estaba obviamente, frente a un campesino o marino promedio, si no frente a alguien en el negocio. Tal vez no debería sorprenderse, a juzgar por los rumores del castillo, no sobrevivían demasiados.
- ¿Sorpresa? ¿Que beba Muerte Blanca os Sorprende? Esperaba que os sorprendáis si pedía escupitajo de hada, ¿Pero Muerte Blanca? - se encogió de hombros y bebió, haciendo fondo blanco y sirviendo a ambos de nuevo, mirándolo mal si el no bebía.
- Lo pregunte, Maese Kanan, por la sencilla razón de que me resulto raro que me llegara un rumor sobre un esclavo de lujo, y la aparición de un esclavista. ¿Era uno de los vuestros? ¿Sois un entrenador o los cazáis también? ¿Tenéis algo para la venta ahora?- Observo al hombre luego de esperar esas respuestas. – En todo caso, puedo deciros lo que se, ¿Os interesa? –

Berinian rió ante el desparpajo de la mujer.

- Decid lo que queráis, Adara. Pero no son muchas las mujeres que toman esta bebida y menos las que lo aguantan tan bien - lo dijo en forma de elogio, levantando el vaso brindando por ella y dando otro sorbo.

- Soy recién llegado y sobre rumores en este lugar no sé nada - admitió -. No obstante os agradeceré si vos hacéis que eso cambie. Y respecto a si soy el esclavista del que se habla... solo diré que tal vez sí, ya que esclavista soy. Ignoro si hay otros. Y si me preguntáis si ese esclavo de lujo es uno de los míos solo puedo decir que tal vez, ya que esclavos traigo - afirmó con una sonrisa aviesa -. Respecto a mi actividad no matizaré, pues hay matices, y os diré simplemente que ambos - contestó, pese a que el adiestramiento de esclavos era lo prioritario, el trafico lo secundario y la captura lo terciario.

- A vuestra pregunta sobre si tengo algo a la venta... - en ese punto la sonrisa del marino desapareció, adquiriendo un rostro más adusto, contestando sin mucha gana -... sí, tengo una esclava - admitió sin demasiado entusiasmo.

- Y por favor, decidme TODO lo que sepáis, Adara. Estoy MUY interesado - contestó a la mujer, retornando una sonrisa sardónica a sus labios.

Adara iba a responder, pero nueva gente ingreso en la Taberna.
- Seguiremos luego con la charla. Mucha gente aqui. Veamos que tienen para decir. Quizas sean potenciales clientes. -