La Cortina se abrió, y todas ellas, sus compañeras, hermosas bailarinas entrenadas desde niñas en el arte de la danza, expertas en movimientos de cadera, muñeca, tobillos, salieron a la pista circular, al escenario, donde el limite, eran los comensales, que, de diversos lugares, hacían negocios al tiempo que las admiraban. Era el último día de su vida, y el comienzo de otra nueva. A tal efecto era verdad, que de las nueve mujeres que estaban allí, la última seria sacrificada y solo ocho conocerían a los nuevos dueños. Brutal, si. Barbárico, si. Más no innecesario, eso hacía que todas se esforzaran al máximo, mostraran el total de sus habilidades y desplegaran su vida, literalmente en el escenario.
La música guiaba los movimientos de Khadara, la belleza entre las bellezas, la flor del Jardín, como su entrenador había dicho en más de una ocasión. No era la única, todas ellas estaban escogidas por su armonía en su anatomía, voluptuosas, de rasgos simétricos, largos cabellos plateados o nubes de oscuridad como el suyo propio, una lucia una cabellera roja cual fuego a la luz de las lámparas de aceite. La música las guiaba, indicaba como poner el pie, como girar, como expandir y contraer el vientre, como hacer brillar las joyas, y sonar las cadenas y monedas que tenían en sus atuendos.
Aun no podía ver los rostros de los clientes, sus compradores, ni siquiera bien a sus compañeras, eran todos gestos, telas, brillos, posturas.
Bienvenida!. Este post es solo para ti, y ira develandote la historia de tu personaje al tiempo que te acostumbras a interactuar y conocer a tu personaje.
Espero de ti que escribas los pensamientos, posturas, clase de baile y una descripción de lo que hace Khadara mientras vive esta situación.
Porfa, tambien saluda en el off topic.
Sahira tiembla - no está segura de si de emoción o de pánico, o si de una mezcla de ambos. Antes de salir a ‘escena’ respira profundo, no puede permitir que nadie la vea en ese estado. Cuando la cortina se corra y ella quede expuesta frente a los nuevos posibles dueños, tiene que mostrarse como la mujer segura y fuerte que ellos deben ver. Al segundo de que ellos vean a una jovencita titubeante la pasarán por encima, y ese es un lujo que ella no puede darse. Es más, cuando la cortina se corra y el mundo la vea, ya no puede ser Sahira nunca más. Esta es la oportunidad, la única, de modo que a partir de ese momento tiene que llamarse Khadara. Nunca más podrá mencionar su verdadero nombre, porque quien sabe tu nombre te sabe a ti, decía su madre, y quizá esa fuera una de sus lecciones más importantes. No solo tenía que llamarse “Khadara”, tenía que ser Khadara, de ahí y para siempre.
Cuadró sus hombros y se paró más derecha, la mirada clavada al frente. Las cortinas se abrieron mucho más abruptamente de lo que ella esperaba y allí estaba, frente a todos los nuevos posibles dueños - los “buitres”, como ella solía llamarlos. Solo que no estaba sola, estaba acompañada de otras ocho hermosas jovencitas, como ella. Mujeres, se dijo a sí misma, ya no somos jovencitas, y debemos comportarnos como tales. Y una de nosotras morirá. Así de simple era la cuestión: debían danzar para salvar sus vidas.
Miró a sus costados y vio a las ocho otras mujeres, una a una. A algunas las conocía hace tiempo, y eran lo que podría llamarse “amigas”, muchas sabía que eran buenas bailarinas, o tenían fama de ser excelentes amantes; esta noche bailaría mejor que nunca antes en su vida, sería la mejor de entre todas ellas, y no tendría piedad de ninguna de sus compañeras, se salvaría a ella primero que a nada. Si no te salvas primero tú, no habrá ninguna tú que salve a nadie más - otro de los consejos de su madre que pensaba aplicar esa misma noche.
La música comenzó a sonar y sus caderas comenzaron a moverse a su ritmo, casi como si tuvieran una mente propia. Sus pies y hombros siguieron los movimientos, sin que Khadara tuviera que prestar demasiada atención a lo que hacía. La danza era algo que se le daba naturalmente, desde niña había sido así, por lo que pudo ocupar su mente, que estaba libre, en observar a su alrededor y ver qué -o a quién- podía usar para su conveniencia.
Es la primera vez que juego rol, o al menos, es como si lo fuera, por lo que no sé bien qué cosas están bien y qué cosas no están permitidas. Entonces, te voy a pedir que si en algún momento "rompo las reglas" o algo así, que me lo indiques así puedo arreglar la situación.
En este caso en particular dejé el post ahí porque me parece que vos deberías decirme qué es lo que ve a su alrededor, no?
Lo hice bien o debería corregir algo? :)
El campo de batalla era la pista de baile, un semicírculo delineado hasta donde podían pasar, limitado por unas velas rodeadas de papel que hacían brillar con diversos colores hacia dentro, haciendo que las bailarinas relucieran a la luz de la llama al tiempo que ocultaba a los comensales en la semi-sombra. Unas telas, eran dispuestas para dar margen de maniobra a las mujeres, ocultarse detrás de ellas, aunque la figura seguía siendo visible, podían jugar con lo que se veía y lo que no, inclusive había algunas que permitían treparse por las mismas, aunque era una movida jugada, no sabía si alguna se animaría a realizar acrobacias habiendo tanto en juego.
La música era ensordecedora, los laudes eran interpretados por tres músicos diestros en su arte, sus dedos parecían bailar sobre las cuerdas, sin dar respiro, marcando el agitado ritmo en el que debían moverse y lucirse.
Detrás, había una mujer, envuelta en telas su rostro, que tocaba una pequeña Nay, y su sonido no era en absoluto relajado, si no que sus agudos marcaban el ritmo y parecía moverse con la velocidad de una viborita. Y rodeando a la mujer de la flautilla, había dos hombres obesos, que usaban la darbuka bien decorada, con tonos azules y oros, que marcaban los cambios de la música. Otros dos, delgados, del otro lado de la mujer, usaban con rápida sucesión de manos y golpes de efecto, los Duf, pero estos estaban silenciosos, quizás para solos donde las mujeres debían de lucirse y cambiar las posturas. Estaba el director, quien usaba alternativamente, el Tar, o el Req, panderetas para marcar los tiempos a usar. Todos ellos buenos y diestros en sus artes.
Todas ellas empezaron de forma similar, atacando el escenario con ímpetu, moviendo las manos como si se trataran de vuelos cortos de palomas, para luego ir alzando los brazos, y empezar un contoneo que iba bajando hasta llegar a las caderas, escasamente vestidas, jugando con las sedas traslucidas y los brillos de los diversos adornos de sus ropas. Luego, avanzando por el escenario, fueron dando una pasada, donde los hombres y mujeres que los observaban eran algo más que sombras en el anonimato. La morena belleza vislumbro gente de sus tierras, vestida con turbantes, pero también otros con una indumentaria diferente, de las tierras del norte, tal vez, de la misma de donde procedía su misterioso progenitor.
No era aleatorio lo que hacían, había un orden de llegada y aparición, en el que a ella le tocaba ser la cuarta, daban una vuelta bordeando el escenario, y luego se iban acomodando a lo largo, mientras cada una avanzaba en el momento que le correspondía, para lucirse de la mejor forma posible, para así, ser evaluada, por su nuevo amo, para una vida de comodidades y placer, donde vivir tranquila en el lujo el resto de sus vidas. O ese era el plan que tenia la mayoría de ellas. Alguna, quizás, daría a luz al heredero de su amo, y con maquinaciones, podría convertirse en Reina, Duquesa, o Sultana. Nadie sabía lo que deparaba el destino.
La primera de ellas, Nube, o Anaan, era una versión similar de Khadara, morena, atractiva, y considerablemente dúctil. Era muy buena realizando el movimiento de la culebra serpentea, que era como ella llamaba a su danza del vientre, lo contraía, y lo expandía, subiendo abajo su pecho lleno de monedas de color plata y cobre bien pulido, dando destellos de color brillantes y rojizos a la vez. Su estomago, que parecía tallado con cincel sobre piedra marrón, tenía una joya con un piercing de ombligo, con que relucía, además, su estomago tenía también, al igual que las manos y los pies, pintados con formas geométricas de Khol, y finalizo las piruetas levantando ambos brazos y dejando caer algo similar a polvo brilloso, que a la luz de las velas, pareció que estaba envuelta en estrellas al bailar. Finalizo con un baile donde iba contrayéndose hasta quedar hecha un ovillo sobre si misma, para finalmente saltar y parecer que explotaba en esa nube de polvillo de plata. Volvió al grupo de chicas, con una expresión satisfecha en su rostro, mientras detrás el publico estallaba en aplausos y vitoreos.
Mientras tanto, la música continuaba, y la siguiente en avanzar fue una belleza alta, delgada pero aun así, voluptuosa, que, moviendo las caderas, agito sus velos para lucir la cabellera roja por la cual se había ganado el apodo de Flor de Fuego. Era de una raza mezclada, una mujer llamativa por lo largas que eran sus orejas, terminadas en punta, aunque su cuerpo desmentía el origen de elfo, aunque su rostro, delicado cual flor, nariz puntiaguda y ojos profundamente verdes, lo respaldaban, era sin dudas, fruto de una unión de razas, y ella había sacado lo mejor de ambas. Saco de la espalda dos dagas, que refulgieron verdes, aunque imaginaba Khadara que estaban sin filo, las movía con una velocidad, al tiempo que las piernas marcaban la danza a un lado y a otro. Tenía un pequeño top verde, decorado con plumas el cabello y una cinta blanca que impedía que le tapara el bello rostro. Nada cubría el físico de la mujer, a excepción de una pollera roja sangre, y una bombacha a juego, de la cual pendían cuentas y moneditas pequeñas, que se movían al ritmo que marcaba la música. Estaba descalza y sin Khol, quizás para en vez de ocultar sus orígenes, estar orgullosa de ser diferente Arrojo las dagas verdes al aire, moviéndose sin observarlas, y luego las agarro magistralmente estirando los brazos y completando el movimiento, terminando con una pierna estirada, la otra contraída y los brazos abiertos a los costados. Vino de una corridita y saludo a su público, extasiada. Los aplausos habían sido mayores que antes.
Siguió la música, siguió el baile, pero la siguiente bailarina, mientras todas bailaban al unisonó, no pareció avanzar, como timida, pero cuando apareció, supo que lo único que quería, era hacerse notar. Era la Cobra negra. Una belleza de ojos ambarinos, casi serpentinos, que se decía, venia de la lejana estigia. Su piel era blanca cual alabastro, delgada al extremo, y sin embargo un físico llamativo por sus curvas, quizás no abundantes, pero con lo justo y mas que lo justo para llamar la atención. Su cabello se confundía con los lazos y gemas negras que llevaba entrelazados en el mismo, con las esclavas de gemas negras y doradas que brillaban en sus brazos, y con el corpiño también negro que se lucia brillante y oscuro a la vez, sacando destellos que llamaban la atención sobre su blanco escote. La pollera, por el contrario, era blanca y se traslucía a las llamas, llamando la atención de las piernas, entre perlas negras y cuentas de ópalo que formaban parte del cinturón. El baile de ella, fue similar, pero a la vez, distinto del estilo de las anteriores, quebrando la espalda casi como una contorsionista, estirando los brazos haciendo zig-zag, como si fuera una imitación de una serpiente, llegando a usar las manos de sostén al tiempo que se arqueaba y contoneaba sin dejar de bailar al ritmo de la música.
Un tamborileo ante la petición de la Cobra fue más intenso y empezó a mover la cadera con una intensidad rapidísima, ganándose un “Ohhh” del público y algunos aplausos prematuros, luego, con gala que le sobraba, fue incorporándose lentamente sin dejar de bailar ni hacer figuras, hasta recuperar la estabilidad, y luego fue poniéndose a cuatro patas, moviéndose y quedándose estática, toda ella menos una parte, que se movía muy rápida, cadera, muslo, mano, fue ganándose al publico de forma seductora, dejando que se adivinaran las curvas por el blanco pantalón, hasta que se retiro, ignorando por completo a su audiencia, casi con desprecio. El Aplauso igualo y hasta supero al de Flor de Fuego, haciendo que el de Anaan, pareciera una manifestación de cortesía a pesar del furor del momento inicial.
Era su momento ahora.
Lo has hecho genial. Lo que tiene de bueno jugar con los novatos, es que no conocen sus límites, y por lo tanto, sacan cosas que uno como director ya no espera. Jugar a Rol es una experiencia donde el mundo se crea de a dos, por lo que, aunque en menor medida, el jugador@, va creando su “esfera de creación” y mientras más aportes, mas real será para ti. Si veo que algo no concuerda con lo que yo he creado, te aviso, mientras tanto, explora por favor todo lo que quieras. Eso sí, eso no significa que vaya a tenerte compasión con la historia. xD
Imagenes por si quieres darte una idea ( No exacta ) de como fueron las bailarinas.
http://www.mediafire.com/convkey/988c/529frfw3wur8...
http://www.mediafire.com/convkey/3d6b/rkvn7no6cqrz...
http://www.mediafire.com/convkey/41a2/uhh0uf9g83l4...
Khadara esperó su turno pacientemente. Mientras sus compañeras danzaban y mostraban sus atributos, mantuvo la vista al frente con seguridad. Se limitó a oír la música y dejarse llevar por ella hasta que fuera su turno. De reojo, de todos modos, observaba con atención lo que hacían las demás bailarinas. Cuando estaba por llegar su turno ya no temblaba más por los nervios, sabía lo que iba a hacer y se sentía segura de que iba a superar con creces a las demás.
Al retirarse la bailarina que danzaba antes que ella, Khadara avanzó hacia el centro del escenario, adelante. Tenía un velo blanco enganchado a los costados de su peinado tapándole el rostro, solo dejando visibles sus ojos, que mantuvo clavados en el piso hasta que llegó al punto deseado del escenario. El velo, de tela translúcida, dejaba entrever un corpiño blanco con canutillos bordados, blancos y plateados, dibujando pequeñas flores. Tenía una pollera de largas telas también traslúcidas que la cubría, pero solamente adelante y atrás, dejando sus largas piernas al descubierto por completo. Sus pies estaban descalzos, y procedió a arrodillarse y sentarse sobre sus talones, las manos sobre las rodillas y los ojos cerrados, su rostro con expresión serena - lista para su interpretación, la danza de la Flor de Azahar.
La música comenzó, muy suave al principio. Lentamente sus manos comenzaron a moverse, sólo movía las manos, en la llamada danza de la flor del loto.
Cada vez movía las manos más y más hasta que comenzó a mover los brazos, pero siempre tomándose su tiempo y con una postura muy tímida. Buscaba representar a una niña pura e inocente, lo opuesto a la corrupción que era lo que estaba enfrentando del otro lado de esas velas, representado por los buitres que iban a decidir sobre ella y las demás mujeres detrás suyo.
Se puso de pie con parsimonia, siempre al ritmo de la música suave, y continuó moviéndose con mucha delicadeza y lentitud, y fue entonces cuando colocó ambas manos donde se enganchaba el velo en su peinado y permaneció quieta un segundo, sincronizado con el silencio musical de la banda. Respiró profundo, y fue entonces cuando, sin mover ningún otro músculo, abrió de golpe los ojos.
Es difícil expresar lo que sintieron quienes veían su danza del Azahar, pero una cosa es segura: esos ojos que ahora estaban abiertos no eran ojos inocentes. Khadara conocía el poder de su mirada y con eso estaba jugando, quería llevar al extremo el poder de morbo, por así decirlo, que tiene para los poderosos someter a alguien puro, inocente, inmaculado, pero al mismo tiempo quería marcar el contraste con su mirada atrevida, despierta, picante y misteriosa. Sabía que el efecto del contraste entre ambas imágenes de sí misma era desconcertante al principio pero muy atrayente. Una niña en el cuerpo de una mujer - una mujer que se mueve como una niña. Conocía el poder que tenía esa imagen.
Se quitó el velo con cuidado, envolvió su cuerpo con él, de modo que la cubriera desde la cabeza a pasadas las rodillas, y comenzó a bailar en círculos, haciendo que el velo creciera y creciera en altura. Subía, bajaba los brazos, los giraba y contoneaba - al tiempo que acompañaba la acción con su sensual cadera y sus largas piernas. De lejos, el efecto era fascinante: poco a poco se comenzaba a formar la silueta de la flor de azahar, que algún observador avezado habría notado adornaba su pelo. El velo rodeaba por completo su cuerpo, convirtiéndola en poco más que una sombra sinuosa detrás de la blancura de la tela.
La música subía en intensidad y también lo hacía su danza, dejando asomar partes de su cuerpo de tanto en tanto por aperturas del velo: caderas hacia un lado, pies hacia el otro, brazos acompañados de busto, cintura arqueada en todas direcciones. Su voluptuosa figura conseguía moverse con una gracia y suntuosidad propias de una llama, y poco a poco, aquello era en lo que se estaba convirtiendo.
Sin advertirlo su público, había ido desarmando su peinado, y al tener el velo con una mano, en medio de su danza había desprendido los ropajes blancos que la adornaban, y en un golpe del derbake, los dejó caer al suelo. Fue bajando lentamente el velo hasta que la cubría desde el busto hacia abajo, como si fuera un vestido. Con otro golpe del derbake hizo un rápido giro de su cabeza, y su peinado se desarmó, dejándola con su larga cabellera cayendo sobre sus hombros, dejando entrever sus mechones rojizos entre su pelo oscuro.
Miró atrevida y sugerente al público, que podía entrever, tras las capas del translúcido velo blanco, las curvas desnudas de su cuerpo. Dio una vuelta lentamente, para que todos pudieran apreciar la insinuación de su cuerpo semidesnudo, saber que debajo de esa fina tela se hallaban esas curvas, ese cuerpo desnudo que seguramente estarían volviendo loco a la mayoría de quienes la estaban viendo. Luego, bajó la mirada haciéndose desear un poco más, y con un golpe final de la música, dejó caer el velo a ambos lados de su cuerpo, exponiendo ante todos su desnudez, sin nada que la cubriera excepto una delicada pulsera con una pequeña piedra roja, y por supuesto, la flor de azahar que adornaba su cabellera.
La melodía que siguió a ese clímax musical fue mucho más apacible, relajante. En los últimos breves compases de la música caminó unos pasos hacia delante, hasta quedar exactamente en el lugar en que había comenzado su actuación. Volvió a arrodillarse y a sentarse sobre sus talones, y esta vez, recorrió el salón con una mirada seductora, atrevida y llena de fuego - estaba claro que la blanca e inmaculada niña adorable había desaparecido. En su lugar, quedaba una mujer que irradiaba llamaradas de pasión. Como para burlarse nuevamente del papel que había interpretado, tras la mirada que le dirigió a su público, bajó la mirada, y volvió a adoptar una pose sumisa e inocente.
Mientras escribía se me ocurrió que Khadara podía tener mechones rojos teñidos en su pelo negro, qué te parece? Si no está bien que cambie algo de su apariencia ahora decime y edito el post :)
El espíritu de la danzarina se apodero de ella, como cada vez que bailaba en serio, y no en una práctica. Era la suma de emociones y adrenalina que fluía por su cuerpo haciéndola moverse, guiando sus movimientos, llevándola de inocente niña a mujer fatal, era el espectáculo que solía vender. Los desafiaba con la mirada, transformada ya no en inocente, a que fuera suya, pero sabía que solo uno seria su dueño. Sus movimientos ya no eran suyos, su cuerpo ya no era suyo, su vida ya no era suya, era un guijarro enviado al espacio, y eso era algo que solo los verdaderos artistas podían terminar de comprender del todo.
Los movimientos sinuosos llamaron la atención sobre todo, cuando la mujer convertida en diosa del baile empezó a desprenderse de su vestimenta, a jugar con lo que se veía y lo que no. Conocido su baile por sus empleadores o actuales dueños, bajaron algunas de las luces para que el cuerpo de la mujer se fuera insinuando en la semisombra, o encendieron unas nuevas, para que la luz desde atrás solo permitiera ver su figura, pero parcial e inconclusa.
Avisados los músicos, cuando los movimientos se pusieron calientes y atrevidos y la cadera de khadara empezó a moverse vertiginosamente, los agudos de los instrumentos de viento atacaron furiosos, ayudándola con su baile, cuando su cabello cayo suelo por la espalda y el fuego de la tintura llamo la atención de las luces, las luces cayeron completas sobre ella, iluminando completamente su cuerpo en todas direcciones, atravesando el blanco de los velos, y dejándola un segundo, largo y entero, completamente desnuda frente a sus espectadores, para luego apagarse e irse encendiendo paulatinamente, a medida que convenía a la danza que ejecutaba la bailarina.
Llego el momento del desafío y Khadara como antes habían hecho las luces, al tiempo que seguía moviéndose sinuosamente, pero esta vez, plenamente consciente, se despojo del velo en un gesto de desafío completo, quedando expuesta, ella, su rostro desafiante, no como si fuera una esclava, si no una orgullosa diosa, frente al público, los desafiaba a que la observaran, a que encontraran una falla en ella, en sus senos, en sus voluminosos pechos, en su abdomen marcado o en sus caderas, o incluso en su intimidad. Bailo por largos segundos expuesta, antes de cerrarse sobre si misma como una flor cuando es abandonada por el sol.
Se retiro de allí, oculta por las sombras, y el aplauso fortísimo persiguió sus espaldas. Otras bailarinas que aun bailaban a los costados la miraron con un rencor que iba desde la filosa envidia, al desbordante odio, aunque una en particular, con un dejo de admiración.
Observo detrás de bambalinas, mientras recuperaba su vestido, como danzaban las otras chicas, una con una serpiente enroscada a su alrededor, otra que jugaba con unas espadas, revoleándolas tan rápido que la vista solo podía captar los destellos de las hojas. Una voluptuosa como Khadara empezó a ejecutar de entrada la danza de los siete velos, ante la admiración de muchos, cuando sufrió un tropiezo que la hizo caer al suelo, con un murmullo de decepción por parte de la audiencia.. Extrañada y mas por intuición que por otra cosa, observo como una de las otras bailarinas que estaban detrás del escenario, sonría y giraba una muñeca de trapo que tenia en la mano, para luego, tirarla a las llamas de un hogar. La bailarina empezó a convulsionarse en el escenario y Damara, la Cobra Negra el sonrió, esta vez a ella, e indico que callara con un dedo entre los labios. ¡Era una bruja!
Paralizada por lo ocurrido, vio como se llevaban a Flor de loto unos guardias y el espectáculo continuaba. Al momento de presentarse, eran solo ocho las que se presentaron en el escenario. El orden de compra era de inferior a mayor, por lo que pronto las muchachas que menos se habían lucido habían sido compradas, para marchar con sus nuevos dueños a sus nuevas vidas.
En el escenario, vestidas con los lujos y velos anteriores, ahora formaban tres de las mujeres. Nube había sido vendida a su nuevo amo, un mercader obeso, de enorme turbante enjoyado y de finísimos mostacho que sobrepasaban los regordetes cachetes, pero que tenía un brillo de placer verdadero en ojos porcinos, y que recibió a su nueva esclava con promesas de hacerla su esposa si le daba hijos. Eso y joyas y sedas apenas se conocieron. Nube lo abrazo extasiada y se fueron de allí.
Quedaban entonces cinco compradores y tres bailarinas, mujeres que habían entrenado y dedicado sus vidas a este momento. Como durante el momento del baile, algunos eran visibles y otros quedaban ocultos por las sombras.
Junto a ella, quedaban las dos más solicitadas y que mayores ovaciones habían recibido. Flor de Fuego, la muchacha de humana de con sangre mixta elfica estaba con ella, luciendo su roja cabellera de fuego, que Khadara solo podía envidiar, parecía tener vida propia, y ella jugaba a resaltarla con monedas de bronce en su corpiño y velos, y el resto de su ropa de simulación de lencería, con una liga y armas enjoyadas de verde, cual las esmeraldas que tenia por ojos. La otra era Khadara, la Cobra Negra Estigia, que con su piel de alabastro, mas blanca que incluso el marfil, jugaba a exponer con sus sedas ropajes negros y decoraciones de gemas oscuras. En ella había un aire sutil, peligroso y la promesa de ser peligrosa en la cama.
Y finalmente Khadara, el mejor ejemplar de la mujer común de la región. Si ella tenía algo que envidiarle a Flor de Fuego, esta envidiaba el físico de la Flor de Azahar, que sin lugar a dudas era el mejor y el que menos necesitaba exaltación. Por el contrario, la muchacha jugaba con el hecho de ser pura e inocente, y ocultaba sus obvios atributos con blancas vestimentas, pero el publico parecía no olvidar como se había expuesto desnuda y desafiante en el escenario, porque volvían a querer comerla con los ojos, pero los amos, sabios y astutos vendedores, no hacían ahora que las luces la desnudaran, si no que ayudaban a que el blanco tapara los atributos de la mujer.
Empezó la puja final, por las tres, y Flor de Fuego, sonriente bajo a conocer a su nuevo amo, un capitán marinero de sonrisa afectada y vestiduras muy ricas, al modo oriental. La cobra, en su afán de ser la más valiosa, quebró la cintura y arqueo la espalda, en un intento de ofrecer mas escote y parecer más voluptuosa, también en un gesto inconsciente quizás, se relamía los labios, aunque en ocasiones, parecía más una serpiente que busca olfatear el aire con la lengua que un gesto en si seductor. Un Bárbaro Señor de la Guerra, indico algo y uno de sus sirvientes o mercenarios en un gesto de brusquedad y nada de sutileza, dio vuelta un bolso de arpillera y cayeron del mismo, coronas y joyas, copones de oro y cálices de plata, tal vez en cantidad suficiente como para comprar una embarcación entera.
Aunque no lo esperaba, fue ella quien quedo ultima, es decir, la más valiosa del grupo de mujeres. Noto una mirada desafiante de Damara, mientras le ponían una correa en el cuello y tironeaban de ella para llevársela de allí, ya con el barbárico señor que le sacaba más de una cabeza de estatura, una mirada que prometía venganza, y que lanzaba dagas, si esto era posible hacia ella.
Eso hizo que se perdiera las primeras pujas, pero cuando retomo la atención a su propio destino, noto que tres eran los que seguían en la misma, probablemente los únicos tres con las posibilidades de pagar el valor que ella tenía en ese momento.
Reconoció a una, por los chismeríos de las otras chicas, Amaricia, era la dueña de la red de prostíbulos más grandes de toda la región. La compraría por una suma enorme y extravagante, y la obligaría a prostituirse hasta recuperar diez veces su inversión. Pasada la novedad en unos años, quizás tenía la suerte de que la vendiera a algún cliente, cuando estuviera cansada de esa vida y ajada por las inclemencias. O si no, la pasaría a algún burdel de menor categoría y nadie sabria de su final.
Otro era Bodonmor, un esclavista, que probablemente la haría bailar en el mejor de los casos en espectáculos circenses, o la vendería en tierras desconocidas a nobles de castillos frios y helados, que no sabrían apreciar su cultura y viviría en jaulas. Y también, por supuesto la tendría para su uso personal, obligándola a hacer cualquier cosa perversa que tuviera en mente en ese momento.
Quedaba finalmente el tercero, que no reconoció, porque sus vestiduras eran humildes, pero seguía pujando por un montón de dinero, que excedía ya el valor de tres barcos mercantes, o tal vez ya alcanzaba el de un navío de guerra. Era un viejo reseco, de piel marrón, probablemente del desierto, donde la obligarían a bailar y desposarse con el viejo señor, y darle hijos entre sus muchísimas mujeres, y ser una mas del harem, al tiempo que agradecía las atenciones del anciano señor, y pelear por ese favor hasta que el muriera, momento en el que moriría con el, ejecutada por los hijos o envenenada por otra de las mujeres.
Era el momento de elegir su destino. Si bien no podía elegir quien la compraba directamente, podía mirar a alguno de los compradores, e insinuarse un poco, como la cobra habia hecho o de forma diferente.
Me gusta que vayas personalizando el personaje. Tienes mechones rojos ahora :)
Luego de terminar su danza, Khadara rápidamente tomó el velo y rodeó su cuerpo con él. El público ya había visto suficiente sin pagar - si querían ver más, debían pagar por ello, ella no regalaba su cuerpo. Una vez vestida hizo una reverencia a su público, y entre vítores y aplausos se dio media vuelta y caminó tras bambalinas, con una sonrisa de satisfacción y ojos calculadores.
Entonces pasaron el resto de las chicas sin sobresaltos, ningún acto se comparaba al suyo en grandeza o impacto, excepto tal vez el de una muchacha, que murió en escena escandalosamente. No está mal, pensó Khadara, levantando una ceja, lástima que no vivirá para disfrutar las ganancias… Hasta que giró su cabeza y vio lo que la Cobra Negra estaba haciendo. Por supuesto, tendría que haberlo imaginado, un acto vudú. Al mirar el rostro de la muchacha, esta le guiñó un ojo y le hizo señas de que guardara silencio, y así, sin buscarlo, se convirtió en cómplice de un asesinato. Bah, pensó, disgustada, no sé cómo no se me ocurrió a mí primero, qué lenta estoy el día de hoy.
Cuando tuvieron que subir al escenario para la ceremonia final -en la que las mujeres verían cuán bien lo habían hecho realmente-, Khadara salió a escena completamente vestida esta vez, y con el velo alrededor de los hombros y los brazos abrazando su propio cuerpo, en un gesto de timidez. Sus ojos de largas pestañas estaban clavados en el suelo, sin hacer contacto visual con nadie, intensificando la postura.
No fue hasta que quedaron ella y Damara, la Cobra Negra, solas, que levantó la mirada. Pero no la dirigió hacia sus posibles compradores, que estaban sacando a relucir cada vez más oro y objetos preciosos - poco interesaban a Khadara por ahora. Los ojos de la joven se dirigieron al rostro de su compañera, y se dedicó a memorizar cada detalle del cuerpo y la apariencia de ella, su forma de moverse, de actuar, en fin, grabó en su memoria todo lo que pudo de la muchacha antes de que la compraran, por si acaso volvían a cruzar sus caminos, porque sabía que a alguien como ella era mejor reconocerla y tenerla a la vista.
Y antes de que se diera cuenta, habían comprado a la Cobra y ella había quedado en el escenario sola. Era la última. Sus gestos estudiados no dejaron entrever la satisfacción que sentía de sí misma, había conseguido lo que había venido a hacer. Dirigiendo su mirada ahora a la audiencia pudo ver a Damara que la fulminaba con la mirada, parecía que ahora la chica en llamas era ella, casi que escupía fuego con su mirada. Rápidamente quitó sus ojos de encima de ella para recorrer a los buitres que podían comprarla, mientras por el rabillo del ojo percibía como su ex-contrincante se retiraba del lugar. Ahora, eran los buitres y ella.
Mejor dicho, los buitres y su dinero, del que estaban haciendo alarde a borbotones. No la sorprendía la opulencia que ostentaban, pero cierto rincón de ella bullía con amor propio de haber podido despertar esa demostración de riqueza. Se dedicó a observar a los tres restantes posibles compradores, sabía cómo podría inclinar la balanza en favor de alguno, pero la pregunta era cuál.
La primera era Amaricia, sabía muy bien reconocerla. Y también sabía muy bien cuál sería su destino si la compraba ella. Estaría muy lejos de alcanzar sus objetivos. La descartó de inmediato. El segundo era Bodonmor, un esclavista, quien había comprado varias de las chicas que el año anterior habían estado en el lugar de Khadara. Había escuchado los terribles destinos que habían sufrido todas, sin excepción, por lo que lo descartó también. Le quedaba una sola opción, y sabía que no iba a elegir al mejor de los tres, sino al menos peor.
El tercero era un misterioso anciano desconocido que difería muchísimo de los otros dos. Él vestía ropas muy humildes y tenía la piel reseca, señal que provenía del desierto. Khadara resolvió que probaría suerte con él, ya que al ser del desierto y haber viajado hasta allí, y al demostrar la opulencia de que era capaz al competir por comprarla, de seguro tendría los recursos necesarios para que ella pudiera cumplir su objetivo.
Bien, el viejecito marrón será -pensó, al tiempo que buscaba los ojos del anciano con los suyos, y cuando los hubo encontrado, bajó la mirada y rápidamente lo miró de nuevo, y comenzó, muy lentamente, a deslizar el velo blanco que la recubría hacia abajo por sus hombros, dejándolos al descubierto poco a poco. Pestañeó varias veces al mirarlo mientras hacía esto, y le dedicó una breve y pequeña sonrisa de costado. Entonces, se dedicó a esperar, ya que no podía hacer nada más.
Señor master, pido disculpas por la demora, la semana pasada finalmente conseguí trabajo y fue un torbellino de miles de horas extra en casa para ponerme al día, ya que mañana es el primer día de clases y estaba atrasadísima por haber empezado recién la semana pasada. Eso, que entrar a Umbría sí entré, pero no quise escribir en esta partida porque sabía que no le iba a hacer justicia. Ahora ya pude sentarme a escribir como la gente :)
Nuevamente pido disculpas.
Mañan respondo tu post. Felicitaciones por el empleo conseguido. Y que bueno que te quieras continuar :)
Regreso al Escenario, esta vez con la seguridad de saberse triunfante, y la mejor y más deseada de todo un grupo de mujeres. Ella había sido la Flor del Jardín, había abierto sus pétalos y expuesto su interior, y ahora volvía a cerrarlos, porque el interior era para quienes lo merecieran y pudieran acceder a él. Así, volvió a mostrarse recatada, guardándose en sus sedas que con la luz de frente, eran blancas para aquellos que la veían, no como cuando la luz venía de atrás, que se volvían traslucidas y tenerlas era lo mismo que el fino aire que la rodeaba.
Mientras respiraba pausadamente, para calmar su rubor, evaluó a sus candidatos y los destinos que podían ofrecerle, y aunque ella era la esclava, supo que podía alterar su destino con sutiles gestos y lograr dicho cambio.
Había visto como se manejaba flor de fuego y la cobra negra, y decidió hacer lo propio, a su manera, enviándole un mensaje de forma que solo el viejecito arrugado pudiera ver sus actos, o mejor dicho, cualquiera en esa dirección, aunque al mirarlo abandonando cualquier recato, era hacia el que dirigía sus acciones, el resto eran beneficiados colaterales.
La puja se reconcentro, y al hacer ella el gesto de predilección hacia el hombre del desierto, Bodonmor achico los ojos, y redoblo lo que pagaba por ella, llegando a una cifra exorbitante, que hizo retirarse del negocio a Amandicia, quien hizo rápidos cálculos de relación de costo-beneficio, y decidió dejar de pujar. Bodonmor, froto sus gordezuelos dedos entre si, cuando, con relajación, el hombre de turbante levanto sutilmente la mano, con dos dedos, el índice y el dedo corazón. Al hacerlo, se pudo ver que el anciano tenía en su marchita mano, un collar de color extraño, como si fuera oro, pero que brillaba aun mas y ligeramente verdoso. ¿Qué clase de joya era esa?.
Luego de tres importantes pujas, el anciano pareció cansarse del juego, y levanto las manos dos veces. Incluso el encargado de la subasta levanto una ceja, asombrado, y Bodonmor pareció tragarse un puñado de insectos, luego se levanto, tirando el vino en bandeja que alguien habia venido a ofrecerle, desparramando para todos lados. Vinieron los eunucos enormes, que le sacaban el doble de peso, y dos cabezas cada uno, y la llevaron de nuevo a los aposentos donde se arreglaba. Estaba sola ahora, no quedaba ninguna de las bailarinas. Recogió sus escasas posesiones, ropas y perfumes, en su mayoría, pero ahora había algo más.
Una pequeña correa, delgada, de cuero entrelazada con cadenitas de oro, y que tenia un gancho, para colocarse una correa.
Uno de los Eunucos, enormes, con desinterés, le dijo.- Preparaos lo mejor que puedas, os llevaran al desierto profundo muchacha. Vestios acorde a la ocasión. Ya no estaréis protegida por el Serrano de las Esclavas. Esa vida ha terminado para ti.-
Una vez Khadara estuvo dentro de su habitación a solas, se sentó y respiró profundo. Los brazos le colgaban al costado, los hombros relajados, y la espalda encorvada. Movió la cabeza de lado a lado, para relajarse. Apoyó los pies firmes en el suelo recordando lo que le habían enseñado, para conectarse con la energía de la tierra. Respiró profundo llenando las costillas de aire y sopló por la boca en un largo suspiro. Sahira apoyó los codos sobre las rodillas y su frente en las palmas de las manos. Permaneció así unos momentos, hasta que sintió que todas las tensiones por lo recientemente vivido abandonaban su cuerpo, al menos de momento.
Entonces se incorporó en la silla y miró a su alrededor. De esa habitación sólo podría salir con lo puesto. La pregunta era, ¿qué ponerse? Ese Eunuco le había espetado que se vistiera como para lo profundo del desierto, lo cual ella misma había sido capaz de prever, viendo la piel y los movimientos del viejecito marrón que era ahora su dueño.
Comenzó a prepararse. Lo primero que hizo fue despojarse de la vestimenta que traía, perfecta para escenario, hasta quedar completamente desnuda de nuevo. Con rapidez ensayada se quitó el maquillaje también, dejando su piel limpia.
Rebuscó entre las ropas que le habían hecho a medida, todas dentro de un baúl en una esquina de la habitación. Encontró atuendos para bailar muy lujosos, de seda finísima, con bordados de plata y de oro. Nada de eso necesitaría; a juzgar por lo que el viejecito había demostrado tener, seguramente le compraría vestimentas muchísimo más lujosas que aquellas. Por lo que decidió imitar a su nuevo dueño y vestir lo más humilde que pudo: se envolvió en unos pantalones abombados blancos de tela dura pero fresca, de este modo se protegería del intenso sol y de cualquier viento fuerte que llevara arena consigo. Encima se puso ropas holgadas también, mostrando más sencillez aún. Luego procedió a delinearse los ojos con una gruesa línea negra, para intensificar su mirada. Tomó su velo blanco, el de tela más dura que tenía, porque sabía que era lo mejor para enfrentarse al desierto. Se envolvió la cabeza con él, dejando a la vista solamente sus ojos. Aseguró los extremos del velo para que no fueran a salírsele y chequeó que su pulsera con la gema brillante estuviera bien colocada en su muñeca.
Antes de salir, tomó su daga y la escondió entre su ropa. Nunca vayas desarmada a ningún lugar, le decía su madre. Cuánta razón tenía.
Khadara salió de su ahora ex-habitación y caminó por un largo pasillo hasta volver al salón donde la esperaba el viejecito marrón. Cuando llegó ante él le hizo una reverencia, y tomando una flor de azahar que había sobre una de las mesas, se la colocó en el costado del velo, diciendo:
- Mi señor, encantada estoy de servirte. Cuando tú lo dispongas, partiremos.
Khadara acostumbraba a tratar a sus dueños de “tú”, era un gesto de desafío que le había traído bastantes golpes como recompensa, pero a la larga sabía que eso gustaba a ellos. Miró fijo al viejecito mientras hablaba, pero inmediatamente después desvió la mirada al suelo, justo enfrente de ella, como señal de respeto.
Salio abandonando el lugar donde habia pasado sus últimos años, donde las cadenas de oro eran agradables, pero pesadas y aspiro por primera vez la libertad, aunque fuera por unos segundos. Fue llevada hasta una zona de atrás, donde entregaban a las esclavas, algunas al rio, subiéndolas a galeras, a ella la llevaron a una zona donde caballos se juntaban con camellos, y lo que parecía ser una carreta, de ruedas dobles y grandes.
La mezcla de olores, ajenas al serrano donde vivía siempre perfumado, la lleno de inmediato, al tiempo que fuertes guerreros a los que les llegaba al hombro, la llevaron con cuidado frente al hombrecillo, que Khadara pudo notar que era aun más bajo que ella. Aun asi, los hombres, si bien algunos estaban pasados de peso, todos tenían fuertes brazos y estaban bien equipados, con ropas de cuero y en algunas cotas de malla, por encima de los turbantes, y las ropas ligeras de buen lino.
Su nuevo dueño, al que los hombres se referían con respeto, vestía aun mas parcamente que ella, de tal forma que si no fuera por ellos, podría haberlo confundido con un mercader pobre, o incluso un mendigo. Cuando llego ella, en vez de saludarla, y brindarle elogios por su belleza, continuo dando órdenes sobre que debía hacerse y como debía hacerse. Cambiar la herradura de un caballo, reemplazar la brida de un camello, y revisar los herrajes de la carreta. Minutos después de tenerla de pie, se giro hacia ella, sin dudar, y la evaluó, como un herrero evalúa su última obra. O Mas bien, como un mercader su ultima compra, pues eso era.
La mirada la recorrió de arriba abajo, observándola con ojo crítico y conocedor, noto la mirada llena de Khol, que sobresaltaba el brillo de sus ojos claros, el velo bien puesto, la joya, y se detuvo cerca de su vientre, cerca de donde ella ocultaba su daga, y luego bajo a los bombachos, deteniéndose en sus caderas.
- Una bella potranca, eso es lo que eres. Fogosa e inteligente, nos daras buenos hijos.-
Dio órdenes, y Khadara pudo observar que no todas eran verbales. Movía las manos de determinada forma, y algunos hombres respondían a esos gestos. Dos, la acompañaron a la carreta pesada. Allí, pudo observar, estaba llena de almohadones y lujos, aunque el Señor, por una de las ventanillas, se situó frente a un camello que se arrodillo ante el, para que lo montara.
El viaje dio comienzo, la zona costera donde había pasado el último tiempo quedo en el pasado en cuestión de minutos. La humedad de la cercanía a la costa también, aunque el carromato, ante la mayor cantidad de sol empezó a desprender un olor agradable, como un incienso. Las pesadas ruedas hacían un ruido traqueteante, constante, molesto al principio, pero finalmente, monótono y adormecedor. Se despertó cuando le pasaron un plato de comida, eran unas gachas con carne, y algo de agua, aunque algo tibia. Uno de los guardias la observo con deseo, y le pregunto si se encontraba bien. Ante su respuesta afirmativa, se retiro, no sin intentar adivinar que curvas se podían adivinar bajo sus ropas.
No tardo mucho en dormirse de nuevo, cuando despertó, ya era de noche, y le ofrecieron salir a estirar las piernas. Habian dispuesto carpas alrededor de la carreta, en circulo y un fuego en el medio del mismo. Comían en silencio y el viejecito hablaba, pero en voz baja, dejando de hacerlo cuando ella llego
Le pregunto a Khadara si estaba bien, y le dieron de comer y frazadas con las cuales abrigarse. No le prestaban demasiada atención. Esa noche le costó dormirse, y las estrellas estaban hermosas, y la luna enorme en medio del desierto. Fue ya despuntado el sol y en medio de la carreta donde concilio el sueño. Por eso fue tan abrupto su despertar. Su mundo de comodidad se había vuelto abajo, y se despertó con la carreta inclinada.
Tardo un tiempo en que la sacaran de allí. Al parecer la carreta había resistido, pero se había metido en un pozo pesado.
- ¿Muchacha. Puedes cabalgar?- le pregunto el anciano. Ella asintió, y le fue dado un caballo Majid tu y tres que nos sigan, el resto que defienda la caravana.
Salieron al galope sin miramientos. Faltaban dos horas para atardecer, y exigieron, por algún motivo, sus monturas, dos caballos y dos camellos, siendo el líder anciano el que iba en uno de ellos. Y no eran en absoluto lentos, que era lo que ella creía, esos seres de cuatro patas quizás no eran tan rápidos como un buen corcel, pero eran de ritmo extrañamente constante, y se movían bien sobre la arena. Khadara sintió el sol golpear en sus ropas, sin ahora la triple protección de capas de madera exquisita, y se sintió bien de haber elegido el atuendo correcto.
Del desierto atrás, habían salido de ambos lados del camino, extrañas criaturas, llevando algo como hoces grandes, parecidas a perros o chacales en el rostro, pero de cuerpo humanoide, antropomórficas. Los ignoraron, fuera que fueran a lo de la carreta.
El anciano observo eso y apuro su corcel, pero a los minutos de cabalgata, lo freno y todos frenaron con el. – Niña tu tienes el corcel mas veloz, yo no puedo continuar, nos necesitan atrás. Ve hacia el sur, a dos horas por el camino encontraras a los mios, Ve y diles lo que viste, yo he de regresar con los míos. Ve con dios
Dicho esto, giro su montura, y salió disparado para la batalla. Quien sabia si sobreviviría. Las extrañas criaturas antropomórficas eran muchas. Quizás debería huir hacia otro lado, con su libertad. O quizas demostrarle al anciano que era digna de su confianza.