Primavera del año 644 de la Primera Edad del Dualismo.
El Arrabal del Cuerno, Malaken. Por la noche.
Niren se movía como pez en el agua en aquella ciudad. Aparentaba no preocuparse demasiado por si Gambrinus lograba o no seguirle el paso. Siempre que regresaba al que consideraba su hogar, se sentía eufórica y ahora que se había fijado como objetivo dar con su contacto, no cesaría en su empeño por hacerlo cuanto antes. Igual con suerte, podría incluso visita a su buena amiga en su tienda de antigüedades.
Mientras tanto, Gambrinus le seguía así como podía. Sus patas cortas tenían que moverse muy rápido para no perder a la que se había convertido en su guía. Por suerte, su agilidad para evitar chocar contra la gente más grande, era una buena herramienta para lograr que no distanciarse demasiado de la tiefling. Además, aunque Niren no lo admitiera, miraba por el rabillo del ojo cada pocos metros y si tenía que esperarle un poco lo hacía.
En un abrir y cerrar de ojos abandonaron el “Bancal”, internándose en un barrio más residencial. Las calles seguían siendo estrechas, oscuras y laberínticas, construidas sin demasiado sentido. Seguían siendo construcciones en adobe en su mayor parte, aunque algunas se combinaban con otros materiales como la piedra o la madera, o estaban construidas enteramente en estos. Otro cambio significativo estaba en el firme, pues aunque faltaban muchas piezas, se trataba de un suelo adoquinado, al que las malas hierbas y la arena iban ganando terreno progresivamente.
Recorrieron aquellas calles durante más de diez minutos. El ritmo que implementaban las atléticas piernas de la tiefling, seguía siendo infernal para el mediano, pero al menos, al estar aquellas calles prácticamente desiertas de viandantes, se hacía para él mucho más fácil el poder seguirla. Lo malo de aquella zona era el olor. Olor a heces y orín impregnaba el ambiente de una forma muy desagradable.
De pronto llegaron a una zona algo menos desfavorecida. Si la anterior ya no parecía ser un barrio rico precisamente, aquella parecía una de las peores de toda la ciudad y eso que Gambrinus no la conocía. Además de olor a orín y heces, en aquella zona se acumulaba basura en las calles y cada pocos pasos se topaban con algún mendigo o algún pedigüeño.
Fue entonces cuando Niren se detuvo. Frente a un edificio como cualquier otro de la zona. Éste tenía dos altura y Niren instintivamente miró hacia el primer piso. No se proyectaba luz al exterior a través de las ventanas. Pero eso no quería decir que Tavriss no estuviera allí. Aunque tampoco quería decir que estuviera. Muy posiblemente se estuviera matando con opio, alcohol u otras sustancias en cualquier local de mala muerte de la zona. Pero cuando no estaba haciendo aquello, solía estar allí, pues esa era su humilde casa.
Niren agradeció para sus adentros, y mucho, que a Gambrinus se le hubiese ocurrido la idea de mandar a la jarra de cerveza parlante por ahí con el resto de la comitiva. Llevar a aquella cosa era casi tan estruendoso como llevar al enano y el ruido no era buen compañero allá donde iban.
—El problema de la gente que se entera de todo lo que ocurre es que nunca son aristócratas sentados en un cojín de plumas y viviendo en una mansión—dijo para nadie en particular mientras saltaba un adoquí sobresaliente. Luego añadió con un suspiró que encerraba cierto fastidio:—. Por desgracia eso sólo pone de manifiesto que existen lugares así...
Era algo que siempre le había dado bastante rabia, la absurda diferencia de estratos en las ciudades. El hecho de que pudiera haber auténticos palacios junto a barrios pobres. Quizá por eso se había pasado gran parte de su infancia burlándose de aquellos estratos. Pero ese no era un tema a abordar en aquel momento.
—Tavriss, soy yo—dijo tras tocar con los nudillos a la puerta siguiendo un ritmo concreto, como si fuese alguna especie de código—. Deja de intentar asfixiarte un momento. Necesito hablar contigo.
Al tocar con los nudillos en la puerta, ésta se abrió un poco. Enseguida Niren se percató de la que la cerradura estaba forzada. A través de la rendija de la puerta, pudo ver efectivamente el interior estaba oscuro. También percibió el característico olor a humedad que procedía del interior del inmueble. No obstante, lo que le pareció extraño, es que sólo oliera a humedad y que en cambio no se percibiera olor a tabaco u otras sustancias a las que el bueno de Tavriss solía recurrir con demasiada frecuencia.
No sabía muy bien que iba a encontrar en el interior de la vivienda de su contacto principal en Malaken en cuanto a rumores se entendía, pero algo le decía que si allanaba la vivienda de aquel hombre, aquellos indicios con los que se había topado en la entrada, iban a confirmar que algo le había pasado a Tavriss. O al menos que hacía bastante tiempo que aquel hombre no pasaba por aquella vivienda. Por desgracia, una corazonada le decía, que Tavriss no se habría mudado. No era el tipo de hombre que piensa en cambiar de hogar.
—Un lugar encantador...—dijo con desprecio y el gesto torcido como respuesta a Niren respecto al sitio en el que estaban.
En su otra vida, en la de Borgrim ya se había movido por lugares así. La Logia de Inmortus operaba en secreto y como bien decía la cazadora de tesoros es que los gestores de misterios normalmente vivían en lugares así. Pero por muy acostumbrado que estuviera nunca le había gustado.
Al llegar a la casa del contacto esta estaba vacía y la puerta entornada. El mediano sacó las manos de los bolsillos de su chaqueta preparado para lo que pudiera pasar.
—¿Es habitual que la puerta esté abierta?—preguntó con cinismo— Viviendo en un lugar como éste supongo que de poco importar las medidas de seguridad, pero tener la puerta cerrada por lo menos alejaría a las ratas. En fin, ¿entramos?
Quizás alguien más humilde hubiera recomendado que fueran en busca de Sir Haldir y los demás, pero Gambrinus era demasado orgulloso para eso.
—Es la puerta del tipo más desconfiado y más paranoico con la seguridad que conozco, ¿tú qué crees?
Niren desenvainó sus dos espadas sin dejar de mirar aquella abertura con el ceño fruncido. Precisamente por vivir en un lugar así nunca había suficientes medidas de seguridad. La tiefling quería con todas sus fuerzas que aquello resultara ser al final una de las chorradas de Tavriss que parecía otra cosa completamente distinta a lo que realmente era... pero de querer a confirmar había un abismo. Y no seguía viva a día de hoy precisamente por tener la costumbre de dar cosas por sentadas.
Tras asentir como toda respuesta a la pregunta final de Gambrinus, se adentró lenta y sigilosamente en la casa con todos los sentidos alerta y en ademán defensivo.
Niren lo tenía claro, aquello era muy raro. Tavriss no hubiera dejado la puerta de su morada abierta bajo ninguna circunstancia. Era un hombre desconfiado que veía sombras hostigándole hasta cuando estaba sentado en el trono tratando de vaciar sus intestinos. Sin duda alguna algo le había pasado a su mejor contacto y eso eran malas noticias para ella y también para los rumores, pues si Tavriss había muerto, perdían uno de sus mejores canales de propagación.
Pero eso, suponiendo que Tavriss estaba bajo tierra. Si alguien sabía escabullirse de una situación comprometida, ese sin duda alguna también era su contacto. Había sobrevivido a las más hostiles situaciones y Niren esperaba que esa no fuera una excepción. Al fin y al cabo, había muchas otras posibilidades. Podría haberse mudado, estar de viaje o simplemente podría haber perdido la llave de su casa y haber tenido que forzar el mismo la cerradura... ¿No? Algo le decía a Niren que ninguna de aquellas opciones era la correcta.
Comenzaron a registrar la casa de Tavriss con extremo sigilo. Los pasos de Niren y los de Gambrinus eran silenciosos como los de un felino y se mantenían con los ojos abiertos como una lechuza en busca de cualquier peligro. Por suerte la casa de Tavriss no era demasiado grande. Constaba de una salita pequeña con una cocina anexa, una habitación con un camastro y una cómoda donde pernoctaba y una letrina. En pocos segundos la tuvieron revisada de arriba abajo. No realizaron un registro meticuloso, pero pronto dirimieron que nadie se encontraba en el interior.
Además, algo saltaba a la vista. El suelo y los pocos muebles de Tavriss estaban cubiertos de polvo. Eso no era raro en casa de Tavriss. No era un obseso de la limpieza, sino todo lo contrario. Niren dudaba incluso de que hubiera quitado el polvo una sola vez desde que llegara a aquella pequeña casita. Sin embargo, se percataron rápidamente tanto Gambrinus como Niren, de que parecía que hiciera tiempo que nadie entraba o salía de allí.
El polvo estaba posado sobre todo el mobiliario de forma homogénea. Incluso en la mesa donde Tavriss comía, o en los tiradores del armario. Todo hacía indicar que nadie había pasado por allí ni levantado una mota de polvo en por lo menos una semana. Pero eso no era lo más preocupante.
Los cajones de la cómoda de Tavriss estaban removidos y su contenido vertido sobre el suelo de su habitación. Lo mismo había pasado en la cocina anexa al salón. Los pocos utensilios que utilizaba Tavriss en contadas ocasiones para hacerse algo de comer, también estaban esparcidos por el suelo sobre la mesa y los cajones de la alacena sobre el suelo. El camastro donde dormía, había sido retirado de su posición habitual, aunque eso no era lo más preocupante de todo. En el centro de la sala, había una silla solitaria y enrolladas a las patas unas cuerdas que habían sido cortadas. Alguien estuvo allí retenido contra su voluntad.
Si queréis podéis realizar tiradas para registrar de forma más minuciosa.
Niren apretó los dientes emitiendo un gruñido ronco y bajo como si fuese un perro de mal humor. La mitad de lo que había pasado allí era obvia. La otra mitad, un misterio que pensaba resolver.
Sin mediar palabra, se puso a registrar minuciosamente los alrededores.
Era simplemente demasiada casualidad que aquello sucediese justo en aquel momento. Y si después de la ineptitud sin precedentes de la que había sido testigo en aquella audiencia, lo sucedido tenía algo que ver con el encargo de Bythuador, o con Rataxes, o con la madre que los había parido a ambos porque quien no debía se hubiese enterado de lo que no debía o algun sinsetido así, iba a fregar el suelo con la cara del maldito mago real.
Preguntarse si Tavriss estaba vivo o no era una pérdida de tiempo que no iba a ayudarla en aquel momento, así que le dió un puñetazo en el estómago a aquella estúpida y persistente idea y la arrinconó en una esquina de su mente. Sólo tenía una cosa clara: quien fuera el responsable de aquello le había tirado de la cola a la tiefling equivocada.
Niren elige 20 para buscar pistas (sí, si encuentra arañas hasta las interroga)
Gambrinus se encogió de hombros.
—Si es capaz de mantener la seguridad en un lugar como éste me quito el sombrero—dijo mientras entraban en el lugar.
Como era de esperar, todo estaba manga por hombro. Molesto chasqueó la lengua. Parecía que alguien estaba escribiendo un guión en el que todo lo que podía salir mal salía mal. Desde un encargo plagado de mentiras, a un registro sin sentido y ahora un contacto desaparecido. Y eso que no quería pensar en lo que había estado pisando con sus descalzos pies de mediano. ¿Por qué los medianos no se fabricaban un calzado como Lux y Tenebris mandaban? En fin eso poco importaba ahora.
Niren no parecía de buen humor, así que decidió ahorrarse el comentario y como la tiflin comenzó a exhaminar el lugar en busca de pistas.
Idem.
Sin duda alguna, Niren era mucho más meticulosa que Gambrinus en lo que se refería a realizar una búsqueda intensiva en el lugar del crimen, si es que allí había cometido alguno. Todo parecía indicar que sí. No obstante, fue nada más empezar a buscar cuando Niren y también el mediano, localizaron algunas manchas de sangre junto a la silla solitaria.
Se trataba de gotas que indicaban un patrón, una dirección. Era como si formasen un cono que se había ido expandiendo desde su origen hasta la última de las gotas que manchó el firme de la casa. Sin duda alguna, o al menos todo parecía indicarlo, alguien había golpeado a la persona que había estado retenida contra su voluntad y atada en aquella silla. Uno de los golpes debió de romper la nariz del secuestrado y con la fuerza del impacto repartió aquellas gotas de sangre por la sala.
Pero no concluyó allí la búsqueda. Niren fue quien encontró bajo la almohada de Tavriss, su característica daga. Siempre dormía con ella bajo la almohada. Le gustaba estar protegido en caso de que alguien interrumpiese de forma abrupta su sueño durante la noche. Niren también sabía que rara vez, su contacto salía a la calle sin su arma favorita.
Eso indicaba un claro escenario. Alguien había entrado de noche al domicilio de Tavriss y de forma sigilosa, tanto que no le habían despertado y por ello no le había dado tiempo a hacerse con la daga. Tavriss era un ser astuto que no se dejaba sorprender y con muy buen oído aun cuando dormía. Quien hubiera entrado allí, era sin duda alguien experto en allanamientos.
Continuaron la búsqueda. Fue de nuevo Niren quien se hizo con una pista. En el escritorio de Tavriss, en el interior de un cajón, se encontraban algunos papeles desordenados. Parecía que ese cajón en concreto no había sido registrado pese al desorden. Niren reconoció la letra del dueño de la casa en muchos de aquellos documentos.
Algunos de aquellos documentos eran transacciones menores, contratos de venta y otras facturas. Algo normal, pues Tavriss no solo traficaba con información, sino con todo lo que podía. Lo que más le llamó la atención fue encontrar una anotación al margen de uno de los papeles. Se trataba de un documento en el que al parecer, Tavriss le vendía a un tal Dol-an Humdul, un paquete de tabaco de Arkarm, aunque la cantidad era bastante excesiva, 700 rublos, unas sesenta coronas bytheñas o lo que venía a ser en oro, 15 monedas. O bien el paquete de tabaco era muy grande o es que no era tabaco lo que le había vendido.
Finalmente, cuando ya casi habían descartado por completo encontrar pista alguna más, los avezados ojos de la tiefling, observaron algo cerca de la silla. No sabía cómo se le había pasado la primera vez que revisó la zona, pero ahora que volvía a revisarla, su mirada fue directamente sobre algo que le llamó la atención. Se trataba de algo bastante pequeño. Aparentemente se trataba de una escama del tamaño de una uña humana.
Niren se guardó el documento y recogió la daga de Tavriss mientras le daba vueltas a todo aquello en la cabeza.
«¿En qué maldito lío te has metido?»
El brillo de algo por el rabillo del ojo la hizo agacharse rápidamente sobre el susodicho algo. Una escama. La cogió y se puso de pie alzándola para mirarla con los ojos entornados.
—Escamas en el desierto—dijo con el tono de alguien que bien podía estar dando la hora. Aunque lo cierto es que menos era nada, no es que hubiese muchas cosas que pudieran tener escamas en las Du-Haib—. Es dura, creo que pertenece a algún tipo de reptil. Uno bastante grande.
Se giró hacia el mediano y se la mostró.
—¿Alguna idea de qué puede ser? ¿Has visto antes algo así?
Motivo: Saber (Naturaleza)
Tirada: 1d20
Resultado: 10(+5)=15
—Déjame un momento.
El mediano tomó la escama con sumo cuidado y la observó minuciosamente en silencio. En su otra vida nunca había sido mucho de estudiar otras disciplinas, pero por suerte el otro Gambrinus si lo había sido, así que quizás en sus recuerdos encontrara esa idea por la que Niren preguntaba.
Motivo: Saber Naturaleza
Tirada: 1d20
Resultado: 18(+12)=30
Tras un minucioso estudio determinas que, la escama que acaba de encontrar Niren podría corresponder a la de un hombre lagarto. No sabes mucho de esa ancestral raza, nadie sabe demasiado acerca de ellos. Pero se dice que son la raza más antigua sobre Gante. Viven sobre todo en climas desérticos y no suelen tener mucho contacto con otras razas.
—Esto es… interesante—dijo el mediano con el ceño fruncido—. Hombres lagarto.
Sí que tenía que ser importante el dichoso contacto si estaba relacionado con una de las razas más antiguas, aisladas y poco conocidas de Gante. Seguramente en otras circunstancias se habría sorprendido, pero con lo enrevesado que estaba siendo todo ya no había lugar para sorpresas. Todo empezaba a tener tal complejidad que en lugar de ser estimulante se tornaba en tediosa.
Debería estar investigando cómo recuperar mi cuerpo en lugar de esto.
—Buscar a esos reptiles puede ser tan complicado como buscar a Rataxes, pero quizás esa transacción con Dol-an Humdul tenga algo que ver. Las cosas inusuales nunca vienen solas.
Niren recogió la escama y se la guardó, habían llegado a la misma conclusión pero eso no hacía el panorama más agradable.
—A estas alturas, buscar a esos reptiles puede que sea relativamente buscar a Rataxes—dijo—. Y sí, tiene gracia que unos matones hayan dado más pistas de forma involuntaria que alguien que yo me sé de forma voluntaria.
Torció el gesto durante un instante pero luego suspiró.
— Volvamos con los demás.
Sin mucho más que hacer en la pocilga que Tavriss tenía por hogar, Niren y Gambrinus se marcharon. Su destino era evidentemente la Séptima Duna, donde habían quedado al separarse de los caballeros, del enano y la elfa y cómo no, del familiar del gnomo, aquel alegre y pispireto elemental de cerveza.
Niren, seguida de cerca por las cortas piernas de su compañero caminaba con paso firme hacia la avenida comercial donde se habían despedido del resto. No tardaron nada en encontrarla, pues Niren estaba literalmente en su casa y conocía todos los recodos de aquel lugar.
Una vez en la avenida, buscar Niren prosiguió con su paso firme y sin esperar demasiado a su compañero en dirección a “La Séptima Duna” , no estaba ya muy lejos de donde se encontraban. Se movían rápido entre todos aquellos humanos que se agolpaban en la avenida. Gambrinus pronto se percató de que la mayor parte de los transeúntes eran humanos. Pocos elfos, semielfos había entre ellos, muy pocos, algo que les gustaba bastante, pues ya tenía suficiente con soportar a Liadrel y a Innos, y porque no decirlo, también a la propia Niren. Tampoco había demasiados medianos, aunque localizó a bastantes más medianos que orejas picudas. También había algún que otro miembro de otras razas, pero desde luego lo que no vio fue a ningún enano.
Tras recorrer más de un kilómetro, cuando la avenida empezó a estar menos concurrida y a estrecharse un tanto, aquellos dos extraños compañeros se plantaron delante de la Séptima Duna. Un local que destacaba por encima de otros de la zona. Tenía tres pisos, siendo el primero y el segundo construidos en piedra y el tercero en madera, con un curioso balcón que sobresalía de la fachada unos tres metros y un techo en forma de pirámide con una chimenea humeante pese al calor.
Desde las ventanas del primer piso se podía observar como la sala del bar estaba bastante llena de beodos clientes y un aroma a multitud combinada con los vapores de las shishas se captaba desde la entrada del local. Entraron en el local sin más preparativos y descubrieron allí sentados en una de las mesas y rodeados de curiosos a Innos y a Oripell junto a un montón de jarras vacías de cerveza y otras tres llenas hasta la mitad.
No estaban solos, pues junto a ellos se encontraba un hombre de aspecto extraño. Se trataba de un hombre calvo y con barba blanca. Tenía en la parte izquierda de la cabeza unas horribles cicatrices producto del fuego y una mirada vacía, sin energía, poco expresiva. Sir Haldir y Sir Alois estaban también allí, de pie junto a la mesa. Aunque tardaron un poco en reconocerlos, pues vestían ropas más propias de malakinos que de bytheños.
El sacerdote de Iakhesis iba ataviado con un caftán de satén de color blanco, con cuello de pico y mangas largas y amplias, y una cintura entallada con doble cordón que resaltaba su abdomen plano. Combinaba su atuendo con un fez de profundo color rojo y unas cómodas babuchas de piel flexible, del mismo color. A su espalda, la lúgubre guadaña estaba aún sucia de sangre.
Por suerte, el atuendo de Sir Alois era algo más discreto que el de inseparable compañero. El veterano caballero se había conformado con unos pantalones anchos, al estilo bombacho y una camisa de lino. Lo que costaba más disimular, eran las salpicaduras de sangre que ambos lucían en las ropas recién adquiridas.
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