Partida Rol por web

- No soy yo a quien deben preguntar por los detalles... - Intervino entonces Dol-an. - Yo sólo escuché una historia. A quien quizás puedan interrogar sea a Bloj... - ¿Se encogió de hombros? Difícil saberlo en una masa grasienta como era el señor Humdul. - Pero no será fácil si no recurren a sobornos o a bueno... intimidación. Aunque eso... - Sonrió. - Se les da bastante bien. - Y estalló en gruñidos parecidos a los de un cerdo en el matadero y que supusieron que se trataba de carcajadas. - Si no tienen más temas que tratar... - Sentenció aquel hombre cesando de golpe y de forma antinatural sus risotadas.

Sir Haldir clavó su mirada en Dol-an. No cualquier mirada: su mirada de inquisidor.

Y le dirigió una única pregunta:

—¿Qué es, exactamente, el tabaco de Arkarm, señor Humdul?

Dol-an miró a Sir Haldir por encima de sus diminutas gafas. Tragó saliva ante aquella pregunta. No parecía gustarle demasiado que se metiera en esos asuntos. Al fin y al cabo, un mercader si quería tener éxito en los negocios, debía guardarse algunas cartas bajo la manga y saber cerrar la boca cuando era necesario. 

- Pues verá... - Se colocó sus pequeñas gafitas sobre la nariz, pues con el sudor empezaban a resbalarle. - Se trata de una sustancia que cada vez escasea más. Una sustancia que  se comercializa en forma de polvo. Una droga muy adictiva que viene de territorios muy lejanos... - Resopló a la vez que se secaba el sudor de la calva con la manga de su camisa. - De ahí el precio del tabaco. - Sonrió.

—¿Te refieres al polvo de escorpión?

Aquel hombre se echó hacia adelante, pues casi se cayó de la silla del susto. Meneó la cabeza de lado a lado todo lo que su robusto cuello le permitió, que no fue mucho y cerró y abrió los ojos dos o tres veces consecutivamente. Aparentemente no creía estar viendo lo que estaba oyendo, valga lo absurdo de la frase. Miró a Askanio con bastante furia contenida. Tenía que haber sido él salvo que...

- ¿Quién diablos sois? - Le preguntó con un tono mucho menos colaborador. - Hace unos días ya pasaron por aquí una serie de extraños viajeros preguntando por lo mismo. - Dio un manotazo sobre la mesa. - ¡Nunca había visto tal variedad de rostros! Y ahora... - Gruñó para sus adentros. - ¿Qué queréis en realidad?

Aquello captó la atención de Sir Haldir.

—¿Eran extranjeros? ¿Puedes describírnoslos, Dol-an? —preguntó el Caballero de la Orden Rubí.

Podría ser la primera pista que obtuvieran sobre Rataxes, si es que alguno de ellos encajaba con la descripción.

- Una mojigata, una especie de furcia barata, un gato enorme, una troll azulada, un pelirrojo bien parecido y otra putita más comedida... - Soltó de golpe y escupió al suelo. - ¡Pero yo también he hecho una jodida pregunta! - Estaba realmente enfadado. - ¿Quienes sois, qué queréis?

—Ya te hemos dicho lo que queremos, encontrar a Tavriss. Es un amigo.

También querían otras cosas claro, algo que tenía que ver con artefactos centenarios y traidores de otros reinos, pero eso no se lo pensaba contar. Y por desgracia el asunto de los extranjeros no había tenido nada que ver con Rataxes.

Se volvió hacia los demás.

—En fin, si no parece haber nada más que sacar aquí, sugiero que intentemos eso de la magia en otro sitio donde se pueda respirar algo parecido al aire fresco.

- No por mi parte... - Intervino la bola de grasa con ojos ante el comentario de Niren. - Todo lo que sé es lo que ya he dicho. Preguntadle a ese Bloj. Igual sabe algo... - Hizo una breve pausa. - ...y si sois capaces de localizar a ese canalla de Tavriss, decidle que venga a verme... - Sonrió. - Tenemos todavía algunos asuntos que tratar. - Acto seguido miró a Askanio con evidente enfado. Sin duda alguna era también con ese hombre con quien tenía asuntos que tratar el bueno de Dol-an Humdul.

- Muy bien, les acompañaré a la puerta... - Reaccionó con prontitud aquel hombre que trabajaba como... ¿Guardaespaldas? ¿Matón? ¿Hombre para todo? 

Se notaba que quería salir de ahí con cualquier excusa. Sabía que no había hecho bien las cosas y que Humdul estaría enfurecido con él. Si no lo sospechaba allí estaba esa mirada acusadora para aclarárselo. 

- No tan rápido, querido Askanio. - Intervino justo antes de que aquel hombre siniestro abandonara la sala. - Creo que nuestros amigos conocen el camino a la salida. Además... tú y yo... - Dijo de manera seca y cortante. - ...tenemos algo de lo que hablar. 

Helmuth cayó en la cuenta de algo antes de salir de allí.

—Una última cosa Humdul. ¿Tiene un buen espejo? Uno realmente bueno por el que se haya gastado una buena cantidad de oro. Necesitaría utilizarlo antes de marcharnos.

Si no lo tenía tendrían que buscar una tienda de artículos mágicos. Y un propietario dispuesto a prestárselo para un uso.

- Claro que tengo uno de esos... - Dijo entonces Dol-an. - Pueden pedírselo a cualquiera de mis empleados del almacén. - Se quedó unos momentos pensando. - Díganles que van de mi parte. Les harán un buen precio. - Sonrió.