Partida Rol por web

Sir Haldir asintió. El no formaba parte del Despacho, pero sí que formaba parte de la misión y, visto lo visto, no podían confiar tampoco Rargzorg. Ni en nadie, a decir verdad.

—Sospeché de Rargzorg desde el principio —se pronunció el caballero—, y coincido en que este asunto del artefacto mágico es demasiado grave. No me corresponde a mi dirimir si el mago real debería ser enjuiciado, pero él no debería tenerlo. Nadie debería tenerlo.

Entonces miró a Liadrel.

—¿Podrían los tuyos buscar una nueva ubicación secreta y segura para la caja?

- Creo... - Tragó saliva y miró al suelo. - Creo que puedo fiarme de vosotros... - Alcanzó a decir.

Liadrel se echo a llorar llevándose las manos a la cara. La elfa estaba realmente afectada por todo lo sucedido. Habría dado su vida por llevarse el secreto que atesoraba a la tumba y así habría sido de no ser por la intervención de Sir Haldir, quien usando la magia divina, le salvó la vida. El peso que había cargado hasta ese momento había sido muy grande para ella, demasiado y ahora, que había revelado lo que había jurado guardar en secreto, parecía que se había quitado un peso de encima.

- No... no sé. - Dijo entre sollozos. - No lo sé... - Repitió como respuesta a la pregunta de Sir Haldir. - Nadie conoce la ubicación del artefacto ahora. Puede que si callamos a aquellos que si lo saben... - Suspiró. - Aunque no me corresponde a mi, ni a vosotros decidir donde debe ubicarse la caja...

- Deberías habérmelo comentado Liadrel... - Dijo enfurruñado el enano. - Pensaba que... - Resopló. - Pensaba que éramos un equipo. - Dijo demasiado bajo para que nadie lo escuchara.

- ¿Qué? - Preguntó la elfa.

- Nada... - Fue su respuesta. - Que tendremos que ir a por Rataxes todos juntos supongo...

- El rey confía en el mago... - Decía un indeciso Alois. 

Era evidente que aquella situación había trastocado sus planes. La misión a la que habían sido encomendados podía parecer complicada a priori, pero... ¿Tanto? ¿Cómo iban a sortear a Rargzorg? Sir Alois sabía de lo que era capaz y por ello precisamente sabía que ir contra él era una mala opción. 

- Tenemos que dar con Rataxes y proteger... - Volvió a dudar. ¿A quien tenían proteger? - ¿A la gente? ¡Si, a toda la gente! - Exclamó. - Si esa caja es ta poderosa nadie puede encontrarla nunca.

—Liadrel —le espetó con un ligero tono de impaciencia—. ¿Colaborarías con nosotros si dejáramos la caja donde está y matáramos a Rataxes y a todos aquellos que conocen su paradero para que luego los tuyos puedan elegir una mejor para que ni siquiera nosotros sepamos dónde la habéis escondido?

- Si... - Dijo sin mucho convencimiento. - Supongo que... - Miró a Innos y a Sir Alois, luego a Niren y apartó la mirada hacia el suelo. Por último miró a Gambrinus resoplando y acabó con la mirada de nuevo clavada sobre Sir Haldir. - Supongo que no me queda más opción que... - Resopló. - Confiar en vosotros. - Cerró los ojos unos momentos, para volver a abrirlos. - No es un juego. No podía confiar en vosotros. Yo... Lo siento...

Sir Haldir esbozó un gesto de fastidio y no contestó a las disculpas de Liadrel. En lugar de ello miró al resto, especialmente Niren y Gambrinus, para pedirles su opinión con la mirada.

Niren se encogió de hombros. Era la disculpa más torpe de la historia, pero era una disculpa al menos... lo que sí era cierto es que de no ser porque el conjuro de Gambrinus garantizaba que lo que había dicho era verdad, seguiría sin fiarse de Liadrel.

Bueno, realmente no es que se fiase del todo, pero si algo salía mal podía echarle la culpa al conjuro.

—Ya hemos perdido demasiado el tiempo... sabemos todos dónde hay que ir así que no perdamos más.