- Buenas preguntas. – Respondió Rargzorg. – Sin duda es probable que acabéis enfrentándoos a él, por lo que estar prevenidos es de sabios. – Hizo una pausa para pensar en la respuesta. – Bien, evidentemente y como has dicho, su magia se basa en conjuros de ilusión. Los utilizará para rehuir el combate, para eso tiene a un grupo de matones bajo sus órdenes. Escapó con parte de su guardia personal. Gente ruda curtida en mil batallas. Su lugarteniente es un tal Roland Drensus, muy peligroso en el cuerpo a cuerpo. También marchó con él un clérigo de Asthar al que convenció con subterfugios. – En ese momento comenzó a darle vueltas a algo en la cabeza. – Posee una piedra ioun que hace que sus habilidades mentales sean aún más superiores. También está en posesión de un cetro que aumenta el poder lesivo de sus conjuros. Aunque lo cierto es que no suele memorizar demasiados conjuros de daño. Aumentará las habilidades físicas de sus secuaces y les otorgará invisibilidad a la mínima que pueda hacerlo. No estudia las escuelas de nigromancia ni conjuración, dedicándose con mayor ahínco a la ilusión. Aunque evidentemente todo puede cambiar... – Miró a Sir Haldir de nuevo. - ¿Respondo así a tu pregunta?
Niren soltó una carcajada.
—¡Soy más importante que los maestres de la ciudadela!—exclamó dándose un par de palmadas en la pierna. De todas las cosas que podría haberle respondido el Mago Real, había escogido precisamente la más hilarante—. Me encanta lo absurdo que puede ser el destino a veces. Si fuese una persona lo invitaría a una copa.
El territorio de las Du-Haib le pertenecía a las Du-Haib, por muy técnico que Rargzorg se quisiera poner. Pero ese detalle era lo de menos, ya bastante estaba costando que les explicasen qué querían exactamente sin contradicciones. Tras unos instantes, hizo como si se secase una lagrimilla imaginaria y suspiró para dejar de reirse.
—Yo no muevo un pie de aquí hasta que tenga claro qué se me está pidiendo—manifestó aún con algo de ribete jocoso ante la prisa que parecía tener el mediano. Miró a Rargzorg de nuevo—. Espero que aprecie la sinceridad, señor, porque no pretendo ofender. Pero honestamente: Con tanto cambio de explicación, el único motivo que evita que lo primero que piense sea que lo que quiere es el artefacto para Aventria y que no se lo "quite" nadie es que me han llamado a mí.
»Es decir, lo fuerte que sea el control comercial de Bythaudor o lo bien que sus habitantes jueguen al tabuaxrat nada tiene que ver con que sea "mejor guardián". Y para muestra un botón: el traidor que se ha escapado es precisamente de aquí.
Y ahora ellos tenían que hacer lo que la Cofradía de Magia no había logrado en un mes. O el Mago Real era un inepto o la princesa, lela. Porque era la princesa quien llevaba los pantalones allí, no el rey, eso le había quedado claro. Aunque siempre podía tomárselo como otro reto más.
—Pero no estoy diciendo que se lo deberían quedar las Du-Haib si es eso lo que le preocupa—añadió esbozando media sonrisa—. De hecho cuanto más oigo de él, más me convenzo de que sería mejor que no se lo quedase nadie y se sellase en medio de ninguna parte.
Aquel gesto pícaro de la tiefling era perenne y quizá por eso no parecía molesta. De hecho, lo último había sonado bastante despreocupado. Si algo la aburría era la política.
—Para no dar más vueltas en círculo, resumen por favor, y esta vez claro: ¿Lo matamos o le traemos para ser juzgado?, ¿"Con o sin el artefacto" o "damos con él y lo traemos"?—volvió a preguntar—. ¿Y cuál es esa zona poco concreta en las Du-Haib?
Le daba igual que tuviese que repetirlo treinta veces, simplemente quería que pidieran las cosas claramente de una vez.
Las aseveraciones de Niren no parecían haberle sentado demasiado bien al Mago Real. Su expresión se endureció de forma considerable, algo que parecía imposible instantes atrás. Al parecer no creía posible un interrogatorio tan severo por parte de los elegidos para aquella búsqueda. Sin duda se estaban esforzando con tesón en ponerle las cosas difíciles a él y los demás mandatarios que ocupaban aquella sala.
- Aprecio la inteligencia cuando la veo. – Habló finalmente el mago forzando una expresión más benévola. – Habéis captado la importancia de lo que os pedimos. Eso me gusta. Cuando fueron propuestos vuestros nombres, sinceramente… - Hizo una pausa arqueando la cabeza hacia un lado a la vez que alzaba las cejas. – No me convencieron demasiado. Una mujer con ascendencia demoníaca y procedente de las Du-Haib, un mediano que sufrió un extraño cambio de carácter tras el Evento Verde y un caballero que… - Cerró la boca antes de meter la pata. – Él sabe cuál es la herida que aún tiene abierta mejor que nadie. – Miró entonces a la elfa y al enano. – Perdonad que de vosotros sepa menos que del resto… - Se encogió de hombros. – Y Sir Alois. ¿Quién no sabe cuál es la tara de este pobre hombre? Aunque su voluntad es inquebrantable y su perseverancia envidiable. – Negó con la cabeza. – Sois los seis los perfectos candidatos y espero que tras mi resumen… - Miró a Niren. – Tengáis a bien aceptar la oferta que os propongo.
Rargzorg comenzó a caminar de lado a lado pensativo. Parecía que estaba ordenando en su cabeza las ideas y buscando el orden a las palabras para que sonaran convincentes a oídos de la tiefling. Algo que podía ser desconcertante y un signo de flaqueza por su parte, pero ciertamente le habían puesto contra las cuerdas.
- Resumen. – Dijo el Mago Real. – Sinceramente lo profiero vivo, pero no es imprescindible. Muerto o vivo me da igual, pero traedme a Rataxes. – Decretó. - El artefacto espero que podáis dar con su localización al menos. Eso responde a la tercera. Como he dicho, no conocemos la ubicación exacta del artefacto. Está muy bien protegido y los mapas que Rataxes encontró tampoco eran claros. Sólo sé que para cuando supo descifrarlos marchó en busca del artefacto. – Abrió los brazos y dios una palmada al aire. - Si encontráis el artefacto y lo traéis con vosotros, perfecto. Si no lo encontráis, pero localizáis el lugar donde se encuentra, también perfecto. Si sólo localizáis a Rataxes y lo traéis vivo o muerto, me vale. – Alzó el dedo índice y el corazón. – Sólo dos cosas tenéis que tener en cuenta. – Bajó el corazón. – No podéis desvelar la naturaleza de vuestra misión a nadie y… - Bajó el índice. – Prefiero que regreséis sin el artefacto si es que éste se encuentra a buen recaudo, a que lo saquéis de un lugar seguro y os lo roben durante la huida o por el camino. – Miró a Niren. – Espero haber satisfecho tu curiosidad.
El rostro de Haldir se endureció.
—¡Señor mago!
La voz del caballero tronó por toda la estancia.
—¡Le pido que retire inmediatamente los comentarios condescendientes que acaba de soltar sobre mi mentor y amigo y sobre todos los presentes! No ha hecho nada para que se dude de su profesionalidad. Y si vos os habéis sentido atacado por nuestras preguntas...
Frunció el ceño.
—Bueno, yo diría que sí que existen motivos para dudar de vuestra validez como mago real. Sólo los dioses saben cuántos meses estuvo Rataxes urdiendo su traición al reino, delante de vuestras propias narices, mientras vos lo considerabais vuestra mano derecha. Una cosa es que nadie en la corte vaya a exigirle responsabilidades...
Aquello de que tuviera un romance con la Princesa Mena ayudaba en ese aspecto, claro.
—... pero eso no implica que no las tenga, ¡o que pueda ir faltándole al respeto a aquellos que pretende enviar a arreglar sus propios errores!
«¡Al fin!» pensó Niren, que a punto estuvo de levantarse alzando los brazos en ademán victorioso, tirando la silla tras de si y todo.
Pero se contuvo.
En lugar de ello, alzó un dedo como si fuese a decir algo pero entonces Haldir habló. La tiefling se quedó congelada en esa postura mientras el humano exponía su indignación ante lo que consideraba una falta de respeto; personas que se atrevieran a decir lo que pensaban pese a estar dirigiéndose a alguien supuestamente "más importante" no conocía muchas. De hecho, se conocía sólo a ella. No estaba mal que el número creciera por una vez.
Sólo cuando Haldir hubo terminado y se formó el incómodo silencio, Niren, aún con el índice en alto, lo miró un instante de reojo y luego volvió a mirar al mago con una sonrisa de oreja a oreja para responder a lo último que éste le había dicho sobre curiosidades satisfechas:
—Bastante.
Sir Alois se puso en pie rápidamente al ver la reacción de su antiguo discípulo. Ciertamente no estaba acostumbrado a que nadie hablara bien de él o le defendiera ante una ofensa. Aunque le gustaba que Sir Haldir se preocupara por su honor, no deseaba que lo hiciera con tanto fervor. De esa manera conseguía que su persona se convirtiera en el centro de atención de todo el mundo y eso le incomodaba. Por no hablar de que conocía bien al Mago Real y sabía que tampoco le gustaba que nadie le hablara así.
- Tranquilo, amigo. – Le dijo a Sir Haldir interponiéndose entre él y Rargzorg. Le miró a los ojos y posó sus manos sobre los hombros de su amigo tratando de calmarle. – No necesito que defiendas el honor que me he dedica a ir perdiendo año tras año. Si viajo a tu lado es para recuperarlo. – Entonces se giró hacia el Mago Real. – Son muchas las “taras”, de las que gozo. Espero poder demostrar que mis virtudes las superan con creces. – Le dijo muy seriamente a Rargzorg.
- El fallo ha sido mío, Sir. – Reconoció el Mago Real. – Quizás no escogí las palabras adecuadas, aunque ciertamente quería incidir en las virtudes de las que hablas y ha sonado pernicioso. – Hizo una leve reverencia hacia Sir Alois. – Te pido mis más humildes disculpas.
Algo sorprendido, Sir Alois abrió los ojos de par en par. Tampoco estaba acostumbrado a que nadie le pidiera perdón. Que lo hiciera el Mago Real era realmente algo extraordinario. Ese hombre no era conocido precisamente por retractarse de sus palabras o reconocer sus errores. El caballero simplemente asintió con la cabeza aceptando las disculpas.
- Con un hombre como Sir Haldir a tú lado, sin duda te irá bien. – Le dijo a Sir Alois. – Aclarado todo. ¿Aceptáis el encargo? – Preguntó finalmente, ya con bastante hastío por la duración de aquella reunión convertida en interrogatorio.
Sir Haldir hizo un aspaviento con una mano en el aire, como quitando hierro al asunto. Aunque algo dentro de él le decía que las cosas serían muy distintas si él se sentaba, algún día, en un asiento en el departamento de Integridad Mágica. Razón más que sobrada por la cual, probablemente, jamás le invitarían a formar parte de él.
—Sea —bufó.
Como si tuviéramos más opción que rechazar una oferta de la mismísima corona. ¿Me estás leyendo los pensamientos Rargzorg? Si es así, que te den. Deberías haber empleado ese talento en Rataxes y otro gallo hubiera cantado —pensó.
Bueno, aunque ya lo sabía por los recuerdos de Gambrinus, lo acababa de constatar. El Mago Real era un cretino redomado. De esos que hacen historia. Sin embargo esta vez no hizo falta que saliera en defensa de Sir Alois porque fue su aprendiz quien lo hizo. Mejor para él, no tenía ganas de confrontar al mismísimo Rarzorg.
Además, el mediano no quería poner reparos a toda esta situación. Aunque todo lo que giraba entorno a Rataxes era un poco raro a él el viaje le venía bien. Necesitaba marcar distancias con mucha gente. Así que en lugar de meterse en la discusión y alargarla, deidió actuar como sólo su archirrival haría. El mago sacó un puro, lo encendió y comenzó a fumarlo dando sonoras chupadas. Odiaba reconocerlo, pero la verdad era que gracias a la reputación que Gambrinus se había labrado, se podía tomar el lujo de hacer cosas que de otra forma nunca se habría atrevido a hacer. Y eso estaba muy pero que muy bien.
- Yo no tengo tantas preguntas. – Dijo entonces el enano tras lo que soltó una so. – Sé que pagan bien y eso es lo que importa. Lo mío no es el sigilo, pero trataré de no ser muy ruidoso. Ahora, cuando la cosa se ponga fea… - Se dibujó una media sonrisa bajo su barba que apenas fue perceptible para el resto. - ¡Allí estaré yo! Supongo que por eso me habéis contratado...
- Soy un ser apolítico y con eso quiero decir que no me importa demasiado quien gobierne, sino como gobierne. Sé que lo que voy a decir puede no sonar bien, pero lo diré de todas formas. Lo que he visto en Bythuador no me gusta, pero no me gusta más lo que he visto en las Du-Haib. – Intervino entonces la mujer de raza élfica. – Si tiene Du-Haib el artefacto o lo tiene Bythuador, me es indiferente. Sólo sé que si es cierto lo que han dicho acerca de su poder, mejor que esté a buen recaudo. – Añadió. – Me fio de usted, Mago Rargzorg. Pese a sus pequeñas contradicciones, no tango nada en su contra. Es usted un héroe en estas tierras y me he informado bien antes de venir hasta aquí. Quiere lo mejor para su pueblo y si esa caja puede destruir todo lo que nos rodea, comprendo que no quiera que salga a la luz. Espero no arrepentirme…
- No lo hará, señorita Rethrir. – Respondió el Mago Real. – Mis motivaciones son bienintencionadas, aunque vistas las preguntas inquisidoras que se han hecho bajo estos azules muros, haya parecido lo contrario. – Miró entonces a Niren. – Entiendo ese “bastante”, como un sí. – Sonrió. – Parece que a la hora de buscar conspiraciones es usted más generosa en palabr…
En ese momento intervino la princesa Mena poniéndose frente al mago y lanzándole una mirada de desaprobación muy evidente. Tan evidente fue la mirada como que la Princesa no deseaba nuevas polémicas y que deseaba zanjar allí mismo aquella conversación. Para cuando devolvió la mirada a los seis elegidos para aquel viaje de espionaje.
- Si estamos de acuerdo en todo, les aconsejaría que comiencen a empaquetar sus equipos. – Habló la princesa. – Si así lo desean pueden alojarse en alguna de las celdas del ala oeste de Palacio. Mañana partirán con el alba espero.
La elfa alzó la mano antes de que la Princesa acabara de dar sus explicaciones. Mena miró a aquella fanfarrona y le mostró la palma de su mano demandando algo de calma.
- Se os proporcionaran caballos y un carruaje si así lo queréis. – Prosiguió. – Cualquier equipo que necesitéis para el viaje, se os será proporcionado si está en nuestras manos. Hablo de provisiones, mantas, linternas… - Miró a Sir Haldir, como si fuera en él en quien más confiara. – Cualquier elemento necesario para combatir las inclemencias del tiempo o los percances que puedan ir sucediendo. – Hizo una pausa y miró a Wilhermina cediéndole la palabra.
- Una vez está todo claro… - Tomó la palabra cedida por la Princesa. – Sólo quiero hacer una sugerencia. Dado que la información que tenemos es muy escasa, creo que lo mejor es que comencéis vuestra búsqueda siguiendo los pasos de Rataxes. Sabemos que tomó la carretera del sur y es casi seguro que realizó diversas paradas en las aldeas o posadas que se encuentran en dicha carretera. – Hizo una breve pausa y miró de reojo a Rargzorg para acto seguido suspirar. – Sería interesante que sin perder demasiado tiempo, tratéis de ir reuniendo información en cada uno de esos puntos. Alguien tiene que haber visto a Rataxes y su grupo.
Tras decir aquello, el Mago Real y la Princesa se despidieron de los allí presentes retirándose a sus quehaceres. La Directora del Despacho de Integridad Mágica se quedó entonces como la máxima autoridad dentro de la Sala Azul. Se sentó en una de las sillas más pomposas y esperó a que todo el mundo volviera a centrar su atención sobre ella.
- Al ser Rataxes un mago de la Cofradía, esta misión es considerada como un asunto del Despacho que dirijo. – Aseveró. – Por ello, Sir Alois será quien tome la responsabilidad en último momento y en su defecto Gambrinus. Mi confianza es total en ellos. Y ahora antes de marchar a vuestros aposentos. ¿Alguna pregunta o petición más? Si hay preguntas sólo responderé aquellas que sean acerca de la misión y no sobre su idoneidad o si es ético o no llevarla a cabo.
Se admiten preguntas técnicas, peticiones de equipo y esas cosas...
Y cuando estén solucionadas cerramos y partimos de viaje!
Niren se limitó a esbozar una sonrisa encantadora cuando Rargzorg fue cortado por Mena.
«Quien se pica ajos come, cielo. No me culpes a mí de tu torpeza a la hora de explicar las cosas»
Lo cierto era que el mago podía pensar lo que quisiese. No era como si Niren fuese la única al parecer que había llegado a una misma conclusión allí. Cuando él y su buñuelito hicieron mutis por el foro y le dejaron el muerto a la Directora del despacho le resultó genial que las responsabilidades fueran a ser de otros. Mientras no lo fueran las decisiones.
Casi se sentía tentada de ir por ahí derribando jarrones de valor incalculable.
Casi.
En verdad sabía a lo que se había intentado referir pero el caso era que ella estaba acostumbrada a trabajar sola y eso lo sabían antes de contratarla. Estaría encantada de ayudar en todo aquello en lo que estuviese de acuerdo, pero que no esperaran que se comportase como uno de sus muchos soldaditos descerebrados que cumplían órdenes fueran cuales fuesen.
—Un mapa no estaria mal—dijo ladeando la cabeza para observar si los demás tenían alguna propuesta—. Aparte de lo de las linternas y demases.
¿Sir Alois a cargo de la expedición? ¿Es que Whilermina se había vuelto loca? Gambrinus sintió el latir en sus sienes y tuvo que esforzarse para no levantarse violentamente en un torbellino de humo y poner a la directora en su sitio. Pero eso sólo alargaría inútilmente la conversación.
Mente fría Borgrim, no lo han dicho pero realmente te acaban de poner al frente de esta misión.
—Por mi parte está todo claro directora. Hubiera preferido partir esta misma noche, pero si tenemos que recorrer los caminos, es mejor viajar de día. Iré a casa y redactaré una lista de los enseres que nos pueden ser necesarios. Oripell se encargará de entregarla.
Al nombrar a su familiar, el barril del cinto comenzó a tebmlar una vez más. Ignorándolo, Gambrinus miró a sus compañeros.
—Nos veremos mañana en la puerta de la Real Cofradía de Magia y Hechicería de Bythuador. A las siete. Sed puntuales.
La consejera de asuntos éticos en el gremio de magos pidiendo que no se hicieran preguntas éticas. Haldir hubiera reído, si hubiera estado de humor.
Whilermina parecía dirigirse a ellos como si fueran sus lacayos, o golems bajo su control. Y decía tener total confianza en Gambrinus.
No es eso lo que tengo entendido, Whilermina...
—Me gustaría registrar las dependencias de Rataxes, si es posible —dijo en un tono tenso.
Wilhermina ladeó la cabeza valorando aquella petición. Acto seguido arrugó los labios y meneó la cabeza. Parecía que accedería a que el grupo pudiera examinar los aposentos del mago.
- No Hay problema. - Dijo entonces la Directora. - Ya han sido registrados, pero es posible que vuestros ojos sean más sensibles a los detalles. - Reflexionó en alto. - Dejaremos el palacio, pues Rataxes tenía su estudio en la torre de hechicería. Seguidme...