Sir Haldir envió a Saidi de vuelta al carruaje de un empellón.
—Buen intento, bellaco. Ahora llévanos a un restaurante de verdad.
Lo último que le apetecía era sacar a pasear a su guadaña y mancharse su nuevo caftán de la sangre de aquellos indeseables.
- Me ofende, señor... - Dijo entonces en tono conciliador Saidi. - ¿Por qué me llama bellaco? ¿No se fía de mi?
Entonces Saidi Quiris hizo una reverencia y un gesto con la mano señalando el local. Las puertas del mismo se abrieron de pronto, como si aquello hubiera estado previsto, aunque no podía estarlo... ¿O sí? Del interior salió un hombre al que faltaban todos los dientes salvo tres, un ojo salvo uno y todos los pelos de la cabeza excepto los de la barba. Éste iba agarrado del brazo de una furcia semidesnuda, de generosos pechos, mareantes curvas y ojos negros como el tizón, salvo en la parte blanca del ojo, que si la tenía.
- Pasen y verán que no les engaño... Insistió Saidi. - Por favor...
—No tengo la más mínima intención de coger ladillas en un sucio agujero...
La metáfora se le estaba yendo de las manos.
—... en un oscuro antro como este. Más te vale llevarnos a un sitio distinguido.
Le agarró de la pechera. Si es que podía decirse que aquellas gentes tuvieran ropas con partes dignas de llamarse pecheras.
—O voy a empezar a enfadarme.
Saidi Quiris se puso serio. Mucho más serio de lo que lo estuvo durante la acalorada discusión que tuvo lugar durante la compraventa de los trapos que ahora lucían cada uno de los dos caballeros. El gesto de aquel hombre, sin llegar a ser una clara amenaza hacia la integridad física de Sir Haldir, sin duda era una manera muy coercitiva de invitarle a permanecer junto a él y a aceptar su invitación.
- Insisto… - Dijo mientras agarraba la muñeca del caballero con fuerza y le miraba directamente a los ojos con una mueca de hastío.
Por otra parte, Sir Haldir fue consciente de algo más. Algo que sucedía a su alrededor y de lo que Sir Alois parecía no haberse percatado. Aquel hombre parecía estar en otro lugar. Miraba hacia el cielo, contemplaba el edificio y hacia comentarios absurdos que no venían al caso, no en aquel momento de tensión.
De lo que el bueno de Sir Haldir se percató fue de algo alarmante. No todos, pero si cinco o seis de los rufianes que se encontraban apoyados contra los muros de aquel antro o que parecían deambular por la zona aparentemente despreocupados y ajenos a la llegada del comerciante y sus dos acompañantes, cambiaron de pronto su actitud. Sus miradas se dirigieron hacia los recién llegados y encararon sus cuerpos hacia ellos. Algunos comenzaron a caminar en su dirección e incluso acariciaron el mango de sus armas.
- ¡Pues está un poco oscuro! - Dijo Sir Alois mirando al cielo. - No veo ninguna de las dos lunas... es un fenómeno extraño. - Se encogió de hombros. - Pero bueno, eso hace que el hollín de la pared de la taberna... posada... - Sir Alois dudaba acerca de la naturaleza de aquel tugurio. - ...lo que sea este lugar, se disimule un poco. ¿No han pensado en pintar las paredes? ¡Atraería más clientes!
A Haldir le bastó un sólo vistazo para llegar a la conclusión de que aquellos eran matones de tres al cuarto, más acostumbrados a parecer intimidantes que al auténtico combate. ¿Qué pensaban que podían hacer contra dos hombres armados y entrenados formalmente en combate? ¿Realmente creían que podían vencer? Empujó con el brazo en una dirección para tirar súbitamente en la contraria solo un momento después y deshacer la presa de Saidi.
—¡Alois! ¡Es una encerrona, desenvaina!
No perdió más tiempo en palabrería: blandió su guadaña y saltó sobre Saidi para ensartarlo.
Sir Alois reaccionó raudo como sólo él podía hacerlo. La sugerencia de Sir Haldir fue una orden para él y enseguida ya esgrimía entre sus manos su fiel espada larga.
- ¡Iakhesis, dame tu divino favor para vencer a mis enemigos! – Invocó el poder de la diosa y su filo se iluminó con un brillante fulgor.
No se lo pensó dos veces, avanzó hasta el rufián más cercano y descargó un fuerte golpe contra su enemigo, mientras adoptaba una postura marcial. Fijó su objetivo y lanzó un primer golpe certero que impactó con brutalidad contra su objetivo, haciendo que prácticamente trastabillase. Aquel rufián, no había logrado todavía recobrar el equilibrio cuando recibió un segundo impacto que le dejó malherido. Un nuevo golpe como los dos anteriores le hubiera mandado a la tumba, pero logró esquivarlo gracias a la divina providencia más que a sus propias habilidades y conservó la vida, de momento…
Tirada oculta
Motivo: Inic. esbirro 1
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+1)=18
Tirada oculta
Motivo: Inic. esbirro 1
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+1)=18
Tirada oculta
Motivo: Inic. esbirro 1
Tirada: 1d20
Resultado: 1(+1)=2
Tirada oculta
Motivo: Inic. esbirro 1
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+1)=18
Tirada oculta
Motivo: Inic. esbirro 1
Tirada: 1d20
Resultado: 13(+1)=14
Tirada oculta
Motivo: Inic. Saidi
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+3)=20
Tirada oculta
Motivo: Inic. Alois
Tirada: 1d20
Resultado: 15(+5)=20
Tirada oculta
Motivo: Inic. Haldir
Tirada: 1d20
Resultado: 20
Motivo: Ataque c.c. (-5 ataque poderoso)
Tirada: 1d20
Resultado: 6(+13)=19
Motivo: Daño
Tirada: 1d8
Resultado: 7(+11)=18
Motivo: Ataque 2 (-5 ataque poderoso)
Tirada: 1d20
Resultado: 18(+12)=30
Motivo: Ataque 2 daño
Tirada: 1d8
Resultado: 8(+11)=19
Motivo: Ataque 3 (-2 ataque poderoso)
Tirada: 1d8
Resultado: 7(+8)=15
- ¡Vas a ver lo que es bueno! - Gritó Saidi Qiris mientras cargaba con ímpetu, pero sin demasiada gracia contra Sir Haldir. Únicamente iba armado con dos dagas, que no obstante, parecían bastante afiladas.
Aquel ataque rastrero tomó a Sir Haldir desprevenido. De otra manera, hubiera sido imposible que una rata callejara como era Saidi hubiera logrado herirle. Pero en aquella ocasión, Sir Haldir notó el frío acero de la hoja de aquella daga penetrando a través de su armadura y ocasionando un molesto tajo en una de sus piernas. Por suerte, no dejaba de ser una herida superficial.
- ¡Ahora sabrás lo que es meterse con un malakino! - Le amenazó confiado en sus posibilidades.
Aquel hombre atacó a las piernas de Sir Haldir. Sabía lo que hacía. El golpe, aunque no era de demasiada gravedad, si iba a dificultar el movimiento del caballero. Saidi estaba satisfecho con su hazaña y lo demostraba a través de su malintencionada sonrisa burlona.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+12)=24
Motivo: Daño
Tirada: 1d4
Resultado: 1(+2)=3
Iniciativas
Sir Alois (+5): 20 [usa favor divino, postura espríritu marcial y maniobra primer golpe. ataca a esbirro 1 golpea 18pg. ataque 2 golpea 19 pg, ataque 3 falla. Sit Halidr +4 siguiente asalto]
Saidi: 20 [carga contra Sir Haldir y ataca causando 3 pg y sustituyo 2d6 de furtivo por desjarratar. Ahora te mueves a la mitad de movimiento esta reducción de velocidad concluye después de que hayan pasado 24 horas, cuando el blanco reciba una prueba de Sanar (CD 15) con éxito, o se aplique cualquier conjuro de curar u otro medio mágico de curación.]
Haldir (0): 20 [-3pg]
Esbirro 1: 18 [-37 pg]
Esbirro 2: 18
Esbirro 4: 18
Esburro 5: 14
Esbirro 3: 2
Tras los turnos de Alois y Saidi:
La sonrisa de Saidi se congeló unos momentos en el rostro cuando vio que Haldir miraba impávido la daga con la que le acababa de acuchillar la pierna. El gesto burlón se tornó en uno de confusión cuando vio que la daga había salido limpia. No había sangre cubriendo el filo.
—¿Has terminado ya? Bien, ¡mi turno!
Como la proverbial muerte, Sir Haldir hizo girar su guadaña en el aire y enterró su filo en el pecho profundamente. El acero seccionó la espina dorsal del desgraciado vendedor de chilabas, y el colapso fue inmediato. Sir Haldir sacó el arma de un tirón y con su rival paralizado de cuello para abajo le resultó fácil empalar el filo en el cráneo.
—Debiste haber quedado con los seis mil rublos...
Sir Haldir hizo un gesto en el aire y la herida que Saidi le había hecho se restañó antes de que empezara a sangrar. Recuperada su movilidad, se colocó espalda con espalda con su maestro para hacer frente a esos rufianes... eso si aún tenían ganas de pelear después de su despliegue.
—¿Alguien más quiere probar el acero de Bythuador?
Motivo: Primer ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+10)=27
Motivo: Primer ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 20(+5)=25
Motivo: Primer ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 13(+5)=18
Motivo: Daño (1)
Tirada: 2d4
Resultado: 4(+28)=32
Motivo: Daño (2) a multiplicar x4
Tirada: 2d4
Resultado: 3(+28)=31
Motivo: Devoción al conocimiento (humanoides)
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+12)=24
Motivo: Cerrar heridas
Tirada: 1d4
Resultado: 2(+5)=7
Los 3 daños que le hace Saidi a Sir Haldir pasan a su reserva de daño aplazado gracias a Resolución Aerada. Sir Hadlir gana +1 al ataque y daño gracias a Contraataque Furioso.
Acción gratuita: Sir Haldir utiliza devoción al conocimiento. Tirada de saber local: 24. Sir Haldir gana +2 al ataque y daño.
Acción de asalto completo: ataque completo contra Saidi Qiris con ataque poderoso -9. El primer ataque es un éxito (ataque 30, daño 35), el segundo es un crítico confirmado (ataques 28 y 21, daño 34x4=136). Total: 171 puntos de daño.
Acción rápida: Sir Haldir lanza Cerrar heridas. Se cura todo el daño que le ha hecho Saidi y se sacude el efecto de desjarretar.
Acción gratuita: paso de 5' hasta H10.
El canalla que Sir Alois tenía a su lado, desenvainó su espada y trató de golpear al caballero que tenía justo frente a él. Al alzar el brazo del arma, sintió un repentino pinchazo en una de sus heridas. Aquel inesperado y agudo dolor, provocó que soltara el arma y se recostara sobre su propio vientre. Al llevar las manos al estómago tocó el tacto de la sangre caliente que brotaba de su interior abandonando su cuerpo.
La herida que Sir Alois había provocado en él, era sin duda más grave de lo que aparentaba en un primer momento. La vista de aquel hombre se nubló y perdió las fuerzas cayendo de rodillas al suelo. Alzó la mirada, para ver por última vez a quien le había matado y finalmente se desplomó muerto en el suelo y rodeado por un charco de sangre.
Los cuatro malhechores que todavía no habían tenido tiempo ni de sacar sus armas, se miraron los unos a los otros con ciertas dudas de proseguir en el combate. El espectáculo que acababan de presenciar les había sobrecogido. Enfrentarse a aquellos dos bytheños no era una buena idea, y sino que lo dijeran a Saidi Qiris o al infeliz que había dejado huérfana a una familia. No se lo pensaron demasiado y salieron corriendo en diferentes direcciones.
Sir Alois y Sir Haldir habían sacado a relucir sus armas y con un gran resultado. El rasguño que Saidi le había ocasionado, estaba ya del todo sanado. Aparte de que no iban a ser invitados a cenar en el mejor restaurante de Malaken y tampoco iban a probar su hierba o sus mujeres por cortesía del comerciante que yacía terriblemente desmembrado en el suelo junto a ellos, estaban enteros y de una pieza y casi ni se habían despeinado. Aquellas ratas no eran rival para ellos dos.
Tirada oculta
Motivo: Esbirro 2
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+1)=18
Tirada oculta
Motivo: Esbirro 2
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+1)=13
Tirada oculta
Motivo: Esbirro 3
Tirada: 1d20
Resultado: 16(+1)=17
Tirada oculta
Motivo: Esbirro 4
Tirada: 1d20
Resultado: 4(+1)=5
—Al abismo con esos idiotas —gruñó Haldir, bajando la guadaña.
El caballero de la orden rubí se acuclilló junto a Saidi y extrajo de su cuerpo aún caliente al fajo de billetes que había pagado Sir Alois.
—Tu dinero —dijo tendiéndoselo a su mentor—, y parece que tenemos unas cuantas baratijas mágicas extra, por las molestias. Mira a ver si te sirve algo. Si no, tal vez podamos venderlas más adelante.
Se levantó.
—Bueno, ¿qué hacemos ahora? ¿Vamos a cenar o nos reunimos con los demás?
Una gota de sudor recorrió el rostro de Sir Alois. A aquel hombre no le gustaba matar, aunque en ocasiones no quedaba más remedio. Había sido Saidi quien les había tendido una encerrona y era ahora quien yacía en el suelo muerto y terriblemente... no encontraba adjetivos para calificar lo que veía. La guadaña de Sir Haldir era sin duda un arma extraordinaria y brutal, ya lo había comprobado en otras ocasiones, pero como la de hoy... pocas.
- La verdad es que tengo hambre... - Dijo entonces Sir Alois. - ¿Y si vamos a la Séptima Duna? - Sugirió. - ¿Recuerdas el camino?
Tendremos que esperar un poco a que Oripell e Innos la líen...
—Niren me dio indicaciones —respondió Haldir—. Creo que sabré llegar. Vamos. Alguien se ocupará de este desastre.
Sus últimos pensamientos fueron hacia el hombre-oso antes de partir.
Sir Haldir, seguido de cerca de un preocupado Sir Alois caminaba tratando de regresar a la avenida comercial donde se habían despedido del resto. Tardaron un buen rato en encontrarla, pues Saidi les había dado un buen rodeo para que perdieran la noción de donde estaban. Por suerte, la buena orientación de Sir Haldir era legendaria y pronto llegó hasta la avenida. Eso o simplemente tuvieron suerte y llegaron si mucho retraso.
Una vez en la avenida, buscar la taberna de la que Niren le había hablado, no sería difícil. “La Séptima Duna” tenía que estar cerca de allí. Durante un buen rato caminaron sin demasiado sentido, hasta que al bueno de Sir Alois se le ocurrió la brillante idea de preguntar. Suerte tuvieron, pues habían estado avanzando en dirección contraria.
Ya en la dirección correcta, los dos caballeros se movían rápido entre todos aquellos humanos que se agolpaban en la avenida. Pronto se percataron de que la mayor parte de los transeúntes eran humanos. Pocos elfos, semielfos había entre ellos, muy pocos, algo que les gustaba bastante, pues ya tenía suficiente con soportar a Liadrel y a Innos, y porque no decirlo, también a Gambrinus y por supuesto a la propia Niren. Tampoco había demasiados medianos, aunque localizó a bastantes más medianos que orejas picudas. También había algún que otro miembro de otras razas, pero desde luego lo que no vio fue a ningún enano.
Tras recorrer más de un kilómetro, cuando la avenida empezó a estar menos concurrida y a estrecharse un tanto, poco después, aquellos dos extraños compañeros se plantaron delante de la Séptima Duna. Un local que destacaba por encima de otros de la zona. Tenía tres pisos, siendo el primero y el segundo construidos en piedra y el tercero en madera, con un curioso balcón que sobresalía de la fachada unos tres metros y un techo en forma de pirámide con una chimenea humeante pese al calor.
Desde las ventanas del primer piso se podía observar como la sala del bar estaba bastante llena de beodos clientes y un aroma a multitud combinada con los vapores de las shishas se captaba desde la entrada del local. Entraron en el local sin más preparativos y descubrieron allí sentados en una de las mesas y rodeados de curiosos a Innos y a Oripell junto a un montón de jarras vacías de cerveza y otras tres llenas hasta la mitad.
No estaban solos, pues junto a ellos se encontraba un hombre de aspecto extraño. Se trataba de un hombre calvo y con barba blanca. Tenía en la parte izquierda de la cabeza unas horribles cicatrices producto del fuego y una mirada vacía, sin energía, poco expresiva.
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