Partida Rol por web

El familiar también le pegó un fingido repaso a la camarera.

—Pensé que cenarías cerveza Sir Haldir—después miró a la camarera—. A mi ponme una rubia de primer plato, una morena de segundo y una afrutada de postre. ¿Quieres bonita? Paga mi familiar mediano.

Niren miró de reojo cómo Liadrel se marchaba convenientemente arriba aunque no dijo nada.

—Hormigas rojas en los calzones—comentó girando distraídamente su jarra vacía sobre la mesa como quien habla del tiempo, y corroborando con aquello la afirmación de Haldir—. A aquel esclavista calandrés no le hizo ninguna gracia...

Dejó la jarra tranquila y esperó a que la camarera les dijera algo sobre el menú. A la tiefling le encantaba tomarse la vida como una broma y estaba dispuesta a devolvérsela, pero no había llegado adonde había llegado en las calles de aquella ciudad por no usar la cabeza. Cuando trabajaba el resultado no se lo tomaba a broma, y el alcohol no solía ser amigo de los buenos resultados. Ni de no acabar con una daga entre los omóplatos.

Eso y que donde se metiera un buen coco helado que se quitase todo lo demás.

—Eso díselo al enano—añadió cruzando los brazos ociosamente sobre la mesa al escuchar a Alois—. Y sin que sirva de precedente, esta vez quizá debería hacerle caso a Liadrel; me conozco demasiado bien esa excusa.

En el fondo se sentía un poco frustrada; seguía sin saber nada de Tavriss, ni de si seguía de una pieza si quiera, tanto daba si usaban el conjuro sobre la escama o sobre una de sus cosas porque la cuestión era que la magia tenía que funcionar. No lo había hecho, y con todo lo demás susceptible de ser una pista lo único que habían hecho era perder el tiempo yendo de un lado a otro únicamente para quedarse igual que como habían empezado.

Amargrarse no solucionaba nada así que no lo haría, pero tampoco tenía gran cosa que celebrar. Sólo esperaba que al segundo intento del conjuro Gambrinus tuviera más suerte.

El jovial enano pelirrojo, dueño del local apartó de un empujón a la bella camarera que había acudido a tomar nota. Cuando ya estaba haciendo las delicias de sir Haldir debido principalmente a su generoso escote y a sus hipnotizantes curvas, Brogo la quitó del medio.

- Yo me encargo, Florence... - Le dijo. - Chicos, hoy la comida y la bebía corren de mi cuenta. Jonsy está mucho mejor desde que bueno... - Miró a los caballeros de la orden rubí. - ...estos hombres santos, han hecho sus... - No parecía saber muy bien cuál de los dos había lanzado el conjuro curativo. - ...sus cosas. - Y tampoco parecía saber que diantre habían hecho. - Os traeré cabrito a la brasa. Lo sirvo con setas y patatas. ¡Veréis que gozada! - Y soltó una risotada. - No te preocupes, extraño ser. - Le dijo a Oripell. - No faltará la cerveza de todo tipo. Os lo merecéis.

- ¡Vaya Brito, eres muy amable! - Respondió el enano. - ¿Cómo son los platos? - Le preguntó haciendo un gesto con las manos, como abarcando platos de diferentes medidas y cuando llegó a una bastante amplia Brogo asintió con la cabeza. - ¡Vaya, eso es como una bandeja entera! - Exclamó casi babeante. - ¡No sabe lo que se pierde Liadrel! - Río con ganas. - ¡Que cojones, si ella sólo come lechuguitas! - Y continuó riendo, estaba desatado.

- Me preocupa esa mujer... - Le dijo Sir Alois a Sir Haldir y Niren también lo escuchó, pues se sentaba a su lado. - No es por nada, pero no consigue encontrar su sitio en el grupo. Cierto es que no hace mucho que estamos juntos pero... Vamos a necesitarnos de aquí a final...

«¿De verdad? No me había dado cuenta... »

Niren se encogió de hombros con simpleza.

—Pues no será porque el grupo la rechace o le ponga mil pegas—dijo—. Ni problema de llevar poco tiempo juntos: si hasta tenéis con vosotros a una tipa con cuernos, sangre de infernal y nadie se ha salido corriendo.

Pinchó una patata y la miró. A la tiefling no le preocupaba tanto, había llegado a ver conflictos verdaderamente tensos entre dos partes. En aquel caso concreto, el "conflicto" era una tontería. Porque ellos no le habían hecho nada, la única que parecía odiarlo todo era Liadrel. Y eso era algo que no podían corregir por ella.

Sil Haldir suspiró.

—Está bien —asintió el dirección a Sir Alois.

Estaba de acuerdo con Niren en que Liadrel se había ganado el ostracismo a pulso, pero el amable anciano de su tutor tenía razón en que, quizá, debieran darle otra oportunidad. El Caballero Rubí trinchó el cabrito al que tan graciosamente les había invitado Brogo y sirvió un pedazo en un plato, acompañándolo de una generosa ración de setas y patatas. Por lo que Innos había dicho, a ella le iban más las verduras.

—Ahora vengo —dijo, con la intención de llevarle la cena a Liadrel.

- Buena idea sí... - Dijo entonces el antiguo mentor de Sir Haldir. - A eso me refería, amigo. Hagamos que se sienta una más. Es lo que necesita. Seguro que de esa forma sacamos todo lo bueno que lleva dentro.  Le guiñó un ojo.

Sir Alois estaba satisfecho con lo que acababa de pasar. Hacía tiempo que el aprendiz había superado al maestro, pero aún tenía algunas lecciones que podía enseñarle y eso le reconfortaba. Al final podía llegar a resultar útil para alguna cosa, algo que había creído imposible días atrás.

Sir Haldir agarró un abundante plato de carne de cabrito, patatas y setas y una jarra de cerveza y se perdió escaleras arriba sin que nadie pudiera dar réplica alguna. Estaba decidido a ser amable con la malhumorada elfa Liadrel.

De pronto y por encima del escandaloso bullicio que impera en la sala del bar, escuchas un fuerte estruendo. Tiene que ser fuerte para escucharlo desde allí, pues proviene de la parte trasera de aquel establecimiento. Posiblemente de la calle o de las cocinas. El caso es que es un ruido atronador, ruido metálico, como si mil bandejas cayeran al suelo de una sola vez. Además, se mezclaban con aquel estruendo, algunos gritos. Gritos de un hombre y posiblemente también de una mujer. Y...¿Un gato? Si, parecía que también había un gato involucrado.

Fuera como fuera, estaba pasando algo allí afuera. O en la cocina. No lo sabía bien. Quizás si miraba por la ventana podría deducir algo más. Era eso o ir directamente hacia las cocinas para ver que diantre estaba sucediendo allí. De ser en la parte exterior, podía ser, o no, que hubiera una puerta trasera o en su defecto una ventana.

Niren en principio se iba a comer la patata pero entonces se quedó un isntante quieta, frunció el ceño y miró de reojo hacia atrás.

—¿Se ha colado un gato en la cocina?

Gambrinus no sabía a qué se refería la tiefling. Era una persona que presumía de tener buen oído, pero en esa ocasión no había escuchado a un solo gato, no ruido alguno en el exterior o la cocina.

—No, no he oído nada—dijo el mediano—¿Qué has oído tú?

—Pues... Un estruendo metálico de mil demonios en la parte trasera del establecimiento—respondió Niren sin dejar de mirar de reojo hacia la cocina—. Gritos de un hombre, posiblemente también de una mujer. Y un gato.

Volvió a mirar a Gambrinus y se encogió de hombros.

—Es decir, que o se les ha colado un gato en la cocina y ha tirado a dos pinches con el consiguiente estropicio de bandejas o está pasando algo en el callejó de ahí atrás—comentó como quien habla del tiempo—. Si estás lo suficientemente aburrido podemos ir a mirar por la ventana para ver si averiguamos algo. O directamente entrar a las cocinas y si luego resulta que es una completa chorrada siempre podemos decir que estábamos buscando el baño.

Se comió la patata. A decir verdad no se le ocurría una sola razón por la que debiera importarle que alguien se diera la madre de todos los trompazos en las cocinas. Pero con lo surrealista que se había vuelto todo últimamente, igual hasta era el lagarto que buscaban trabajando allí de cocinero para intentar cumplir su sueño oculto en la vida. A aquellas alturas pocas cosas la sorprenderían ya.

Gambrinus no tenía intención alguno de inmiscuirse en algo así. Que intentasen robar en una cocina le parecía algo de lo más normal en Malaken y aunque Brogo los iba a invitar a cenar, le parecía un pago más que justo por haber ayudado a su hijo. La magia se suele vender a un alto precio y se la habían regalado.

El magodiano tenía intención de acomodarse en la silla pero cuando se quiso dar cuenta ya se había levantado.

—Vamos—dijo sorprendiéndose a si mismo de lo que acababa de decir.

Confuso, el mediano siguió a Niren. Esto no era la primera vez que le ocurría. ¿Qué le estaba pasando?