Belbara estaba decidida a bajar hasta la aldea y salvar a su gente o al menos a intentarlo y morir en ese intento. Eso era lo correcto. Era algo que Brook aprobaría, proque a ojos de Belbara seguían teniendo posibilidades de sobrevivir, siempre y cuando intervinieran.
- Alto... - Dijo el jefe de mineros posando su mano sobre el hombro de la enana y deteniendo su impulsividad. - Nadie más que yo sentirá la perdida. Son mis hermanos más que de nadie, pero ya están muertos. No hay nada que hacer... - Le dijo con todo el dolor de su corazón.
- Thain tiene razón... - Intervino el explorador. - Cuando llegáramos a la aldea ya no quedaría uno solo en pie. No podemos salvarles mas que nos pese. - Expuso. - Debemos continuar y salvar la vida. El Kark nos necesita. Y si nos dejamos matar las muertes de esos valerosos guerreros... - Señaló hacia la aldea. - ...no habrán servido de nada...
Apretó los puños con rabia, con la rabia de tener que resignarse aunque uno no quiera. Tenían razón, para cuando ella llegase ya habrían muerto y la siguiente sería ella. Frunció el ceño, parecía estar más enfadada que nunca en toda su vida. Era una enana terca y dejar a sus enanos atrás le resultaba extremadamente difícil.
-A ellos nadie podrá enterrarles- musitó. Se los comerían los lobos, aunque seguramente después de que los cuervos les sacasen los ojos.
No dijo nada más, bajó la mirada al suelo y entonó una oración casi imperceptible para el resto. Pudieron reconocer alguna palabra, pudieron intuir que se trataba de una oración para ayudar a sus almas a ascender, a reunirse con sus familiares, con sus dioses, con sus compañeros. Aquello Belbara lo había hecho muchas veces, entonar rezos, salmos, cánticos... para guiar en su travesía las almas de muchos enanos. La brutal diferencia era que estos todavía respiraban.
No quiero alargarlo, pero es un duro golpe para la clériga xD
Perder a todos esos enanos fue un golpe duro para la enana. Lo fue también para Thain y para Marlas, por supuesto. Eran sus compañeros de unidad, sus amigos... pero ellos estaban más acostumbrado a la crueldad del mundo que la sacerdotisa. No solía morir gente de forma cruel y despiadada, a sangre y cuchillo en los templos. En cambio en las minas, una mala ejecución de un túnel podía sesgar la vida de muchos en muy poco tiempo y en la guerra, bueno... todo el mundo sabe lo que pasa en la guerra.
Fuera como fuera, continuaron con el viaje. Lo hicieron hacia el norte como tenían previsto. Los días con sus respectivas noches se fueron sucediendo. El sentimiento de culpa no fue menor con el paso de las semanas siguientes, pero si que se fue quedando atrás. Al fin y al cabo, todos sabían antes de emprender aquel viaje, que no iba a ser una camino de rosas. Sabían a los peligros a los que se exponían y los habían aceptado antes de obedecer las órdenes del Kark. Lo más duro fue quizás, que la muerte de la mayor parte de la expedición llegó muy pronto y eso sin duda llenaba de desesperanza sus corazones.
Pero a medida que iban recorriendo caminos y valles, sorteando ríos, lagos y bosques, subiendo montañas y descendiéndolas, empezaron a pensar que podía llegar a ser posible un regreso exitoso a casa. Durante las dos semanas que pasaron viajando hacia el norte, nada sucedió. Nada malo al menos. Ni hubo más ataques inesperados, ni se produjeron más bajas. De hecho, aunque el alcohol empezaba a escasear y tenían que racionar de cada vez más las provisiones, se habían acostumbrado a la sobriedad y al pasar hambre y casi ni les afectaba.
Fue así como por fin, después de muchos días y semanas de viaje llegaron al lugar donde empezar a buscar. Se encontraban en la zona donde Belbara había situado la posible mansión bajo la montaña que Brook construyera en vida. Se encontraban a los pies del Escudo del Norte y habían atravesado de sur a norte el Valle de los Trasgos sin que ni un solo piel verde se hubiera cruzado en su camino, lo que era tanto una proeza como una mera y afortunada casualidad.
Fin del capítulo. Seguimos en el 5.