El Kark, su campeón y la sacerdotisa se dirigieron hacia el sureste, concretamente hacia el barrio anzano. No albergaban muchas esperanzas de encontrar allí a Rovanan. ¿Qué se le había perdido a la Thogain en aquel lugar?
A Rovanan le gustaba la comida de los amarillos. Los rollitos de primavera eran sus favoritos, pero... ¿Tanto como para ausentarse en un momento tan importante como aquel? Desde luego que no era un motivo suficiente.
No daron demasiado en quedarse los tres solos. El barrio anzano estaba muy cerca de la zona de los templos y en pocos minutos ya divisaroas extrañas construcciones en madera con techos piramidales e infinidad de motivos florales y dracónicos de decoraciónservían como hogar.
No necesitaron seguir avanzando pues de frente se toparon con lo que estaban buscando. Rovanan se acercaba hacia ellos altiva y decidida. Vestía de forma extraña para ella, pues sus ropas eran de plebeya. ¿Qué diantre estaba sucediendo?
- Buenos días, padre. - Saludó de forma fría. - ¿Qué tal ha amanecido hoy? - Le preguntó tratando de alguna forma de simular normalidad. Algo terriblemente complicado en aquellas circunstancias. - ¿Qué hacéis aquí y no en los templos? Vais a llegar tarde...
Belbara vio como Belgarosh estaba enfurecido más a cada palabra que salía de la boca de su hija. El Kark no era un hombre especialmente irascible, pero en ese momento parecía muy evidente que iba a estallar en un ataque de furia que nadie quería. Solo Belbara podía intervenir para que aquello no acabase en una pelea s puñetazo limpio entre padre e hija.
Belbara se sintió muy aliviada al encontrar con más facilidad de la esperada a la Thogain, aunque verla vestida así y con aquel porte tal altivo no auguraba nada bueno.
¿Es posible que esté enamorada de un amarillo? Le parecía casi imposible. A ojos de Belbara eran una raza curiosa, llena de virtudes, pero feos como un pecado. La cosa se fue poniendo cada vez más tensa. ¿acaso Rovanan pretendía echar un pulso a su padre? No podía ganar, y a Belbara le daba igual, eran cosas de familia, pero había mucho que hacer para la fiesta, y si de algo estaba segura era de que debía celebrarse la festividad de los dioses. Ya no solo por las deidades y sus devotos clérigos, si no por que todos los enanos de la ciudadela, o la grandísima mayoría, llevaban mucho tiempo esperándola.
-Todos deberíamos arreglarnos para la fiesta. Brook no estaría satisfecho si la Thogain no participa de ella.- Dijo a la joven enana tratando de meterle algo de sensatez en la mollera. ¿Acaso pretendía renunciar de su Fe? ¿O ya lo había hecho? Miró con suspicacia a Rovanan.
- ¿Qué que tal he amanecido? - Dijo el Kark con ira en la mirada. A aquel enano le parecía increíble la actitud de su hija. - ¡Con un susto de muerte al ver que la Thogain no estaba en sus aposentos en una de las fechas más importantes del año! - Le recriminó. A punto estuvo de soltarle un garrotazo, pero finalmente se contuvo. Sabía que cuando recurría al castigo físico, las cosas se ponían todavía más tensas y ese no era el día ni el lugar. - ¿Me puedes explicar dónde has estado? Porqué no has dormido en palacio... ¿Verdad?
Belbara no sabía muy bien si debía permanecer allí contemplando aquella escena o bien debía marcharse a seguir con sus quehaceres. Sin embargo, por la debida obediencia que tenía para con el Kark, no se iba a marchar sin pedir permiso o sin despedirse. Supuso que tendría que seguir viendo aquel bochornoso espectáculo hasta que el Kark se tranquilizara y pudiera habla con ella. Por suerte no había nadie más en muchos metros a la redonda que pudiera presenciar aquella discusión.
Por su parte Runrinthôr, el campeón del Kark, presenciaba aquello con una sonrisa en los labios, algo que no era muy habitual en aquel enano. Lo cierto era que Runrinthôr no era el más simpático de los de su raza. No al menos el tiempo que se mantenía sobrio, que no era demasiado, pues cuando bebía, si se convertía en un bromista y fiestero enano. De ahí que tuviera hasta cuatro esposas, siendo el único enano al que se le permitía la poligamia.
De hecho, una de las leyes que el Kark había impuesto desde que se erigiera aquella ciudadela era exclusiva para aquel enano. La segunda ley de Karak-Belgarosh dice: "el campeón del Kark, podrá ser desposado tantas veces como su vigor le permita". Al ser a priori el mejor guerrero de la ciudadela, el Kark lo escogió como guardaespaldas y la única condición que Runrinthôr impuso para aceptar fue, aquella.
- ¡Serénate padre! - Exclamó la enana. - ¿Quieres saber que he estado haciendo toda la noche? - Le preguntó a su padre y éste tragó saliva.
Aquella pregunta tenía trampa. Belgarosh quería una buena excusa por su indisciplina, pero si por algo se caracterizaba Rovanan era por ser sincera, algo que muy probablemente no le llevaría muy lejos en la política y algo que tendría que trabajar con ella para el momento en que tuviera que gobernar sobre Karak-Belgarosh. A decir verdad, la sinceridad era un valor que al Kark le gustaba, pero en ocasiones, era mejor camuflar la verdad o decirla a medias y esa sin duda era una de aquellas ocasiones.
- He encontrado un hombre casadero, padre... - Dijo por fin la enana y con bastante tacto. - Hemos estado follando como animales toda la noche... - Sonrió. Sabía que aquello no le gustaría a su padre. - ¿Estás contento padre?
- ¡Pero serás zorra! - Exclamó el Kark alzando la mano para romperle la cara. Al percatarse de que portaba la armadura y por ende un guantelete armado, decidió reprimirse. Tampoco era cuestión de desfigurar a su hija. - ¿Pero por qué demonios me hablas así? - Dijo fuera de si y escupiendo a cada palabra. - ¿Te parece bonito hablarle así a un padre? ¿Quien es ese mequetrefe? ¡Qué me lo cargo!
- A mi padre no le hablaría así, pero si a un entrometido que se mete en asuntos que no le conciernen. - Respondió de nuevo la enana muy calmada. - Pero tranquilo padre. Se que os gustará saber que el hombre del cual estoy enamorada, es un hombre que ostenta un buen cargo dentro de Karak-Belgarosh. No es para nada un mequetrefe, como vos decís. - Aquellas palabras parecieron tranquilizar momentáneamente al Kark. - De hecho, es un hombre en el que confiáis. Un hombre inteligente y culto con una importante labor dentro de la ciudadela. - Aquello parecía gustarle más al Kark. Si el enano con el que Rovanan había decidido juntarse era un hombre responsable y de su entera confianza, podía ser que incluso le viniera bien a él. Rovanan necesitaba centrar su cabeza y un hombre como el que había descrito podía conseguirlo. - Se trata de Tarkhan. Embajador de Anza en el krakado.
- ¡¿Ese bastardo de picha milimétrica de color amarillo?! - Runrinthôr estalló en sonoras carcajadas.
Aquello si que era algo que no esperaba para nada. ¿La Thogain desposada con un amarillo? Eso no iba a gustarle nada al Kark. Al Kark ni al resto el pueblo de Karak-Belgarosh. Que los anzanos camparan a sus anchas por la ciudadela era una cosa. Al fin y al cabo no daban problemas, eran buenos comerciantes, ingeniosos y hacían muy buena comida. ¿Pero que la Thogain se desposara con uno? Ni uno solo de los belgarosianos estaría de acuerdo en que el futuro thog de la ciudadela fuera un pichafloja amarillo.
- ¿Has oído eso Belgraosh? - Y acto seguido soltó una nueva y sonora carcajada.
Lo cierto era que si el Kark lo había escuchado o no era un misterio, pues se quedó petrificado. No de forma literal como sucede con la mirada de los basiliscos, pero si de forma metafórica. Aquella confesión provocó que Belgarosh entrara en un estado parecido al de la catatonia. Mientras Rovanan permanecía mirando a su padre de forma desafiante y su campeón se descojonaba sin poder, ni querer hacer nada para no parecer ofensivo a ojos del Kark, algo se estaba gestando en el interior del Kark.
Sí, Belbara sólo había visto anteriormente al Kark en ese estado y fue algunos años atrás cuando un primo suyo le mostró el culo en público mientras estaba pronunciando un discurso en público y ante la autoridades más representativas de la ciudadela. Que su primo Krodrirm estuviera borracho como una cuba, no ayudó para que su castigo fuera menor. El Kark permaneció helado durante unos instantes, como estaba sucediendo en ese preciso instante y entonces saltó del palco donde se entronaba agarrando del cuello a su primo, el cual había estado burlándose de él de forma insistente, hasta que se bajó los pantalones y colmó el vaso. Doce años de destierro fue la pena impuesta tras la paliza que le propinó.
De ahí el Kark redactó su quinta ley. "Burlarse en publico del Kark durante un discurso frente a las máximas autoridades de Karak-Belgarosh o ante invitados ilustres que acudan a la ciudadela en misión diplomática, se castigará so pena de paliza. Si además se muestran las partes nobles durante dicha burla, la pena se completará con un destierro no inferior a diez años".
Belbara debía impedir una pelea. Aquello sólo podía acabar con ojos morados y labios partidos por ambas partes. Además debía tratar de evitar la subsiguiente mala relación que quedaría entre ambos, al menos hasta que se emborracharan juntos de nuevo, lo cual podía ser cosa de unos días o de meses enteros. De eso dependía en gran medida el éxito o fracaso de la Festividad de los Tres Grandes.
Belbara se hacía hachas* de que hubiese acertado. ¡La Thogain con un amarillo! Dudaba mucho, muchísimo, que el pueblo aceptase aquello. Para empezar permanecían ya no a una raza, a una cultura extranjera. Para seguir, bueno, ¿Pensaban tener descendencia? Si lo hacían corromperían la sangre enana y su prole no tendría respeto alguno por parte de los enanos puros. A Belbara tampoco le hacía ninguna gracia. No se consideraba racista, pero a dónde llegarían ¿A abandonar la ciudadela? ¿A correr, bailar, hacer piruteas y cantar mientras comían fideos y vestían vivos colores en telas sedosas y brillantes?
Hasta los hombres parecen mujeres elfas
Aquello había horrorizado a Belbara. ¿Pero valía la pena castigar su amor? Aquella relación era un error a todas vistas, pero... ¿casatigar a la Thogain?
Belbara jugueteaba con una de las trenzas de su barba mientras pensaba qué sería lo más efectivo. Desde luego no creía que la ira fuese la respuesta, aunque sus actos era lo que despertaban. También era la única hija del Kark, así que no podía pasarse el peso del linaje a otro enano ¿o sí?
Debemos encontrar el modo en que ella misma vea su error. Es más, esto me suena a pataleta infantil para plantar una afrenta a su padre... Quizás...
Miró al Kark Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana. Deseaba hablar con él, pero no sabía si sería el momento. Por otro lado a Belbara le interesaba tanto como al Kark que aquella relación fracasase, pues si la Thogain contraía matrimonio con un anzano, tal vez lo siguiente fuese implantar los dioses amarillos en la ciudadela y desterrar a los Tres Grandes.
Eso no va a ocurrir. ¡Por mis barbas que no!
-Mi Kark, ¿podemos hablar un momento?- dijo casi en un susurro al oído de Belgarosh. Si podían conversar un poco y en privado quizás llegasen a un acuerdo en como enfocar y tratar aquel desagradable asunto.
*Hacerse cruces es una expresión cristiana, así que lo he extrapolado al arma de brook, no se si tiene un símbolo, podríamos inventarlo si te parece interesante y darle un nombre. xDDD
Al principio el Kark Belgarosh permaneció en su extraño y contra natural rictus. Su mirada estaba puesta sobre su hija. Sin duda muchas cosas estaban pasando por su mente, desde el asesinato, pasando por la reclusión de su hija hasta que aquel anzano muriera por vejez y quizás y sólo quizás, por la comprensión de lo que le estaba sucediendo a su hija. Al fin y al cabo él también fue joven en algún momento...
- Sí... - Dijo el Kark bajando la mirada totalmente derrotado. Podía ser que escuchando a Belbara, se le ocurriera algo mejor que estrangular a Tarkhan con sus propias manos. - Claro... habla... - Dijo haciéndose a un lado con la intención de que Rovanan, quien miraba satisfecha a su padre, no fuera partícipe de su conversación.
Lo del símbolo sería genial!
Se reunió a parte con el Kark, quizás encontrasen la solución a todo aquello.
-Mi Kark- Comenzó Belbara mientras se aseguraba de que nadie les escuchaba -Ambos sabemos que la juventud es complicada. Más aun puede serlo en un enano, somos duros, fieros, nobles pero de carácter fuerte...- no quería extenderse demasiado con la introducción, pero Belgarosh debía comprender por que había ella llegado a las conclusiones que había sacado -...si nos oponemos a esa relación de frente me temo que la reforzaríamos. Es posible que la Thogain haya escogido al anzano para provocaros, de forma más o menos consciente. Que sea simplemente un acto de reveldía- Hizo una pausa muy breve, lo justo como para que el Kark pudiese meditar un poco sobre eso y si creía que fuese posible -permitámosle que su romance sea posible, que ella lo crea, pero que haya algunas consecuencias. Por ejemplo, que convivan, pero como gentes sencillas. La convivencia es complicada y si hay dificultade mucho más ¿comprendéis lo que digo? No creo que la Thogain lleve con facilidad una vida sin los privilegios que ha tenido desde siempre, las comodidades y lujos. Menos entre una cultura distinta- Belbara confiaba en que la relación fracasase por si misma, y a la Thogain se le pasarían las ganas de estas aventuras. -Habremos de ser pacientes.-
Belgarosh parecía calmarse a medida que aquella enana de cuna noble hablaba. Sus palabras parecían muy coherentes. Más cuando salían de la boca de aquella sacerdotisa. Belbara empezaba a intuir, que podría conseguir que el Kark entrara en razón. Su planteamiento era correcto y posiblemente si seguían sus instrucciones, al menos salvarífa la festividad que tenía que tener lugar durante aquella jornada. A partir de entones los problemas de palacio no serían su problema. No al menos de forma directa.
- Si... - Dijo el kark. - Si... tiene sentido... - Miró entonces a Rovanan con cierto rencor, pero más relajado. - Buscar una solución pacífica... - Asintió. - Me gusta como piensas...
- Mi señor... - Dijo entonces Runrinthôr acercándose unos pasos hacia el Kark. - ¿No es ese el embajador? - Señaló a un grupo de cuatro soldados enanos que se acercaban escoltando al anzano y a la Togshi Tordwa. - ¿No va cogido del brazo de su señora esposa?
Y aquello irremediablemente hizo perder de nuevo los nervios del Kark. Todo lo que Belbara acababa de razonar se fue a pique en un instante. Su esfuerzo no había valido para nada, pues el Kark, totalmente decidido comenzó a caminar a grandes zancadas en dirección al embajador y su rostro reflejaba la misma ira que en el momento de conocer su traición.
Seguimos aquí.