Partida Rol por web

- En algo así como... - Xhu tragó saliva mientras examinaba con los ojos bien abiertos, la estatua que le representaba. - ...profetas... - Contestó finalmente a Álex Ryder.

El sacerdote de Amaterasu no parecía poder creer lo que veían sus ojos. Tuvo que tocar su propia estatua para entender que en efecto era de verdad y no se trataba de una ilusión mágica creada por algún mago perverso que se reía de ellos. No obstante, ahora entendía que había pasado en Anza cuando el propio Tarkhan le entregó la estatuilla que propició el cambio en aquel extraño templo cuando la situó sobre el altar.

- Tu mismo me diste la estatuilla Tarkhan... - Comentó tras reflexionar en ello. - ¿O quizás debería llamarte Iakhesis? - Sonrió todo que la tirante piel de su rostro le permitió. - Estaba todo predestinado desde el principio... - Suspiró como si en ese preciso momento se hubiera quitado un peso de encima. - Todo cuadra ahora...

Tarkhan estaba tan sorprendido como sus compañeros de aventura. Sonreía y, a la vez, estaba asustado. Las implicaciones de aquella revelación hacía que el corazón le martilleara el pecho como si fuera un tambor. Entonces ¿lo había conseguido? ¿Se había convertido en el dios de la magia?

—No estoy seguro —acertó a decir a Valÿevan cuando pudo sacudirse la confusión de encima—. No me siento muy... deífico. A decir verdad no me siento en absoluto diferente a hace unos momentos. Todavía me duelen los oídos, sigo sangrando y tengo la mente embotada de lanzar hechizos. Pero si los hombres lagarto tienen razón y soy un dios, también significa que siempre lo fui y lo seré. Mientras haya alguien que crea en mí. O eso dicen las escrituras y textos que he estudiado. Yo me sigo sintiendo muy mortal.

Se mesó el bigote con nerviosismo, mirando su propia estatua y la de sus compañeros.

—No estoy seguro de en qué os convierte esto —admitió Tarkhan, respondiendo a Alex—, pero sí sé lo que sois. Mis amigos.

El anzano se encogió de hombros.

—Me ayudasteis por quién era, cuando lo necesitaba, siendo solo un anzano. A pesar de ser un anzano, en ocasiones —dijo sonriéndole a Belbara—. De modo que eso no va a cambiar, sin importar lo que suceda a continuación siempre seréis mis amigos. Quizá pueda ayudaros un poco más de ahora en adelante.

El Gato Sonriente les guiñó un ojo.

-Ala -dijo Yoon sorprendida.

Se quedó mirando su propia estatua durante un rato, la representaba tal y como era ahora, una niña no más de un metro de alto y con Perry a sus pies. La comadreja dio su opinión comentando que se veía ridículamente pequeño en comparación.

-Entonces eso me convierte en la aprendiz de  un dios -exclamó alborozada. Correteó entre las estatuas dando brincos, como si el hecho de ser la aprendiz de un dios fuese lo más divertido del mundo. Y lo era, no todos los días una recibía la sabiduria de una dedidad.

Luego refrenó sus ansias de diversión y volvió junto a su maestro, más seria.

-Si tu eres un dios, ¿significa eso que voy a seguir siendo una niña? -señaló la estatua-. No, ¿verdad?

El ahora alopécico Draxler, soldado de voluntad inquebrantable que había sacrificado su frondosa melena Pantene y su indómita barba en el fuego de la guerra contra los pielesverdes, no entendía un pimiento de lo que estaba ocurriendo allí.

-¿Pero qué clase de refugio interhexagonal es esto?-, preguntóse el apesadumbrado enano, ahora portador del infame Blues de la Barba de Tres Días.

Comprobó con horror como su estatua era la viva imagen de su estampa actual: un enano calvo de mentón lampiño y mirada torva. Algún dios proclive a las infamias quería recordarle que su alopecia estaba programada en el devenir del espaciotiempo. Qué auténtico mamón.

Pero si hubo algo que inquietó el alma incorruptible de Draxler, hijo de Drexler, eso fue sin duda el gato mutante que alguien había grabado en el suelo del templo. Un gato-dragón, de nombre Catekhesis, según escuchó de refilón. Que ya hay que estar bajo los efectos de los hongos alucinógenos para concebir semejante engendro, pensaba Drax. Pero luego vino lo insólito. Lo más insólito, quiero decir: el eccehomo de Hanzo vino a decir que Tarkhan era la personificación del tal Catekhesis. Normal, claro. De la vista no parecía andar muy allá. En general, Hanzo no parecía andar muy allá. Tenía mal color, parecía como si le hubiese pisoteado un pony y olía a rancio. Le hacían falta unos potajes al muchacho para entonarse.

Draxler fue a rascarse la melena, pero no había melena que rascar.

-Aaaaah...-, suspiró lastimosamente. -Esto es un zurullo como la ciudad de Aguasprofundas, muchacho-, dijo a un hombre lagarto que estaba por allí. Draxler nunca supo por qué el sangre fría asintió. ¿Acaso le había entendido?

El enano se acercó a Tarkhan en plena exaltación de la amistad.

-No te veo mucha pinta de deidad, Tarkhan, amigo de ardides y profeta de Chun Zú. Vas a tener que demostrarme esas cualidades divinas a la manera de los enanos... ¡BEBIENDO!-. Draxler sonrió. Y no era una sonrisa bonita. -¡¡HAY QUE FESTEJAR LA VICTORIA POR TODO LO ALTO!!-, bramó a pleno pulmón.

Al fin y al cabo, tal y como había aprendido el guerrero, la vida es breve: un día te levantas con barba y al otro esquilado.

Cuando nadie lo esperaba, salió de detrás de la estatua de Iakhesis un pequeño niño de cabeza rapada. Sus rasgos eran inequívocamente anzanos y lucía un haori color verde pistacho. Caminaba con un cuaderno azul bajo el brazo y con gran seguridad en si mismo. Pese a encontrarse en un lugar hostil de buenas a primeras, parecía no estar asustado sino todo lo contrario. Mostraba seguridad en si mismo y gran confianza, además de una gran familiaridad con el entorno, pues se movía por el templo como si aquel lugar fuera su propia casa.

- Tarkhan... - Dijo mientras se aproximaba al anzano. - Te veo bien. Impoluto. No parece que hayas realizado el tedioso y sucio viaje que llevas a tus espaldas. - Sonrió. - Hacía tiempo que te esperaba, aunque no has llegado antes de lo previsto, ni después. - Sonrió. - Un mago siempre llega cuando se lo propone... - Asintió con la cabeza ante su broma. Entonces miró a los hombres lagarto. - Siempre supe que parlamentarías con los reptilianos. 

Tarkhan enseguida se reconoció en el niño que tenía frente a sus ojos. Habían pasado muchos años desde que había dejado de ser él, ese niño, pero aún recordaba como era y más en ese preciso momento que le tenía delante. Si Tarkhan era ese niño y ese niño era Tarkhan. ¿Pero cómo podía ser eso posible?

- Es posible porque, querido Tarkhan, un día ascenderás como dios de la magia. - Le dijo el pequeño Tarkhan al Tarkhan adulto, como si hubiera leído en su mente las dudas que le embargaban. - Aunque ese día aún no ha llegado para ti. No obstante, cuando llegue ese día, serás un dios y el espacio y el tiempo así como los conoces, cambiarán para siempre. Cuando asciendas, pasado, presente y futuro serán una misma cosa. ¿Qué quiere decir eso? Muy fácil, que eres un dios, serás un dios y que siempre fuiste un dios, aunque no ahora mismo, en tu cuerpo, en tu momento. - Sonrió levemente. - Al igual no es tan fácil de entender... - Dejó caer. - No importa. - Señaló a los reptilianos. - Ellos te conocen como Iakhesis, Señor de los Conjuros y dios de la Magia. Son tus primeros fieles. Ya lo eran antes de que tú llegases a éste templo. Ellos venían buscándolo también. Los enviaste tú, osea yo. - Soltó una alegre e infantil carcajada. - Ellos se encargarán de velar por tu templo. Más de los suyos protegerán los muros de esta fortaleza que otrora fue enana y no... - Negó con su dedo índice. - Brook nunca moró tras estos muros. Vuestra búsqueda, aunque podría decir también: "nuestra búsqueda", fue errada. Pero lo cierto es que el destino, el tuyo y el mío... - Le dijo a Tarkhan. - ...pero también el vuestro... - Le dijo a los ocho presentes que tenían una estatua que les representaba en aquel templo. - Nos ha guiado hasta aquí. Tenemos mucho trabajo por delante, mis ocho apóstoles. - Les desveló al fin a los vovits Álex, Aenifer y Valyëvan, a los anzanos Yoon-Shun y Xhu-Lei y a los enanos Belbara y Draxler. - Porque eso sois, apóstoles y como tales deberéis predicar en nombre del Dios de la magia, tendréis que hacer que Iakhesis se conozca a lo largo y ancho de Gea. - Miro a Belbara. - Tranquila, "Belbarba". - bromeó con su apodo. - Sé que serás reticente a predicar la palabra de un dios que no es el tuyo. - Miró al resto. - Se que todos lo seréis, pero lo que está escrito en las páginas del destino, difícilmente puede ser borrado o cambiado y sino... - Asintió varias veces con una sonrisa en la cara. - ...tiempo al tiempo. - Dio entonces una palmada al aire. - ¿Queréis comer algo? Supongo que estáis hambrientos. Hay shasimi, yakitori, gyozas, tempura y...  - Señaló una amplia mesa que se encontraba a sus espaldas. - Y en general, podéis encontrar cualquier cosa que deseéis comer sobre esa mesa. Os lo habéis ganado con creces. - Miró a Tarkhan. - Menos tú querido amigo. - Le dijo al Gato Sonriente, o lo que es lo mismo, se dio a si mismo. - Tú tienes algunas cosas que hacer antes...

Aquello era demasiado. 

Sencillamente dificil de procesar. 

Nuestro proposito alli habia sido banal y mundano pero ahora todo habia cambiado.

Yo no era una profeta, y sin darme cuenta me habia ascendido a apostol. 

Que demonios era un apostol!!!!

Yo ni siquiera sabia ponerme una tunica de esas, yo no podia llevar una vida de clerigo y santa, mostrando enseñanzas de un  dios que acaba de conocer!!!

Ciertamente, sentia a Tarkhan mas como un amigo que un dios. Y que pasaba con Sharess, podia adorar dos dioses? Y cuales eran las enseñanzas para predicar?

Y aun asi, despues de ver como aquel templo habia cambiado de una lugar oscuro y sombrio a un lugar de serenidad, calma e iluminacion, tampoco queria irme, tampoco queria rechazar aquello.

Solo necesitaba tiempo para procesarlo.

Mire a Alex, y a Valy. Como serian nuestras vidas ahora, todos habiamos matado, bebido, drogado y yo algunas cosas peores, pero aun asi aqui estabamos siendo ungidos a traves de un nuevo amigo convertido en deidad en un religion que aun no entendia.

Me mantenia cerca de Alex y mi amiga porque al final de cuenta era a los que mas conocia pero agradeci mucho a Draxler cuando con su irreverente humor rompio el hilo de mis cuestionadores pensamientos. Si, beber seria una buena forma de probar si era una deidad, ya lo creo que si.

Si bien, aquel niño era una manifestacion de Tarkhan, mas bien parecia algo del futuro, mas lleno de sabiduria y respuestas que nuestro amigo.

Me acerque al nuevo dios e hice una reverencia que debe haberse visto bastante torpe porque me parecio escuchar una risa Yoon. 

- Antes de irnos a predicar tu evangelio Tarkhan.... puedo tutearte, verdad? Sera que nos enseñas el truco de la cuerda y sonrei. Ahora no sabia si pedirle su bendicion.

Era posible que aun hubiese algun trasgo oculto por alli, estaba segura que Belbara querria volver a revisar todo, aunque ahora que se indicaba que aquella fortaleza no era enana realmente sentia pensar por ella y por Feyrya y sus compañeros caidos. 

Habia sido muy caro el precio para ellos.

Tome de la mano a Alex y fui por Valy para comer algo.

- Vamos Yoon, a comer!

Tarkhan revolvió el pelo a Yoon y sonrió en dirección a Draxler. No solía beber, pero lo que había pasado bien merecía una pinta hasta arriba de una de esas cervezas enanas que más que beberlas, se masticaban.

—¡Fascinante! —es lo único que acertó a decir Tarkhan, después de intentar entender a medias lo que su yo deífico acababa de explicarle.

Rio ante la ocurrencia de Aenifer.

—Claro, te revelaré todos sus secretos —dijo, guiñándole un ojo.

Suspiró hondamente, preparándose mentalmente para marcharse con su yo deífico. Pero antes...

—Gracias una vez más a todos. Por todo.

Tarkhan se sentó adoptando la postura de seiza e hizo una profunda genuflexión de agradecimiento en dirección a sus compañeros de aventuras, amigos y futuros apóstoles. Después, con solemnidad, dejó que disfrutaran de su comida para poder hablar en privado sobre lo que su yo deífico tuviera que hablarle.

Un dios era lo último que esperaba, no porque no lo pareciese, pues en demasiadas ocasiones, su magia nos había ayudado a combatir y vencer, más allá de nuestro último aliento, pero como guerrera, no veía el mundo que me rodeaba más que lleno de sangre y órganos, y dudaba que existiese algo más allá de la tierra que mis ojos contemplaban cada día.

Mientras todos asimilábamos, mejor o peor, aquella revelación, un pequeño niño hizo su aparición desde detás de la estatua, con un parecido con Tarkhan que no podía ser solo casualidad. Instintivamente, retrocedí un paso y agarré con más fuerza mi hacha, a pesar de saber que nada nos amenazaba.

No comprendía bien todo lo que decía, a pesar de la aparente simplicidad de sus palabras y la seguridad que mostarba en sus afirmaciones. Tampoco entendía bien cuando había sido elegida como una apostol, aunque seguramente, aquel pequeño diría que desde siempre.

-Difícilmente me consideraría a mí misma como una apostol. He sido y siempre seré una guerrera, Valyëvan, hija de la noche, rechazada por los humanos y despreciada por los elfos, pero fiel hasta el final -repliqué, relajándome. No veía el momento de salir de allí y recuperar mi antigua vida, si es que quedaba algo de ella.

Pero a mi alrededor, al igual que al de los demás, parecía haberse formado una extraña aura que me impedía pensar más lejos de Tarhkan. Era como si de pronto hubiese descubierto que él era el centro de mi universo, y su cuerpo constituyese en sí mismo una especie de templo al cual debía venerar y por el que merecía la pena morir.

No lo entendía, pero lo sentía.

Y así, sin poder impedirlo, fui arrastrada por lo que ahora constituía todo lo que importaba, sentándose a su lado, comiendo para saciar mi hambre, y pensando en aquel Dios que había descubierto, para saciar mi alma.

No lo entendía, pero poco a poco, la guerrera iba desapareciendo, a la vez que una Valyëvan diferente ocupaba su lugar, y esperaba a que su maestro le transmitiese cómo debía continuar viviendo.

No lo entendía, pero estaba segura. Tarkham era Iakhesis  e Iakhesis era lo único que importaba a partir de ese momento.

Alex no pudo menos que reir ante las palabras del niño - ¿Apóstoles? ¿Como esos que siguen las enseñanzas de un dios y esparcen su palabra? - parecía que el concepto le resultaba tan ajeno que necesitaba repetir lo que le acababan de decir. Meneó la cabeza incrédulo, y miró a los presentes nuevamente, comenzando por Aenifer y terminando en Tarkhan.

- No soy un bardo que vaya cantando las hazañas de otros, ni tengo una voz digna de ser escuchada - se encogió de hombros - No lo malinterpretes Gato, no tengo nada contra ti, es más, me agradas y mucho, pero no se que servicio pueda hacerte diciéndole a otros lo buen mago que eres y lo sabio que te has vuelto... - se mesó la barbilla por un momento - Lo más que podría hacer sería dedicarte mis acciones, hacerlas en tu nombre, pero no se si eso te beneficie... - meneó la cabeza, un poco frustrado en apariencia. - Deja que lo piense, ¿si?, nunca he seguido a un dios, ni actuado en su nombre, y me resulta raro que ese dios sea mi amigo o algo así. ¿No deberías ser inalcanzable? y cuando lo seas ¿Querré ayudarte a esparcir tus enseñanzas? ¿Sabré cómo hacerlo?

Claramente Alex sería de los que tardaría en asumir su trabajo como apóstol de Iakhesis, un hueso duro de tallar con el testamento del nuevo dios futuro, pero que una vez supiera cómo sería uno de sus más fervientes seguidores. Sonrió cuando Aenifer recordó lo del truco de la cuerda y la miró pícaramente, para luego mirar al mago - Mmm, si, creo que esa enseñanza es una que nos resultará muy útil en un futuro, nos ahorraríamos mucho en posadas mientras vamos por ahi esparciendo tus palabras, especialmente si mi futura esposa viaja conmigo.

Y ahí estaba, el anzuelo lanzado frente a la presa en aguas revueltas, había querido esperar a estar tranquilos para conversar acerca del asunto con Aenifer pero su ansiedad lo había traicionado. Ahora sólo quedaba esperar la reacción de su compañera, éso le diría si podía avanzar con la propuesta o no.

-Oh, vaya -murmuró Yoon al ver al niño Tarkhan. No pudo evitar reír ante su aspecto, ella siempre lo había visto adulto y siempre lo había imaginado con ese bigote incluso cuando era pequeño-. No tenías pelo, qué gracioso -señaló con una sonrisa. 

Tras escuchar todo lo que el niño tenía que decir y revelar su propósito, Yoon comenzó a dar palmadas y saltitos de alegría.

-Entonces, ¿soy la aprendiz del Dios de la Magia? ¡Voy a ser la mejor! Ya verás, Tarkhan. Seré tan poderosa gracias a tus enseñanzas que yo también me convertiré en una diosa. ¡Ja!

La aparición de la comida abrió el apetito de Yoon, que corrió junto a Aenifer y se subió a la silla para observar todo lo que había en la mesa.

-Ooooooh, qué hambre.

Inmediatamente, el niño Tarkhan se poliformó en un enorme y majestuoso dragón blanco con aspecto oriental, muy similar a como los anzanos representaban a ese tipo de criaturas mágicas en sus libros y marionetas durante sus festivales. Se trataba de un ser espléndido con un aura de divinidad que alimentaba el alma y llenaba de serenidad, paz y felicidad a todo aquel que poseía buenos sentimientos en su corazón.

- Sube a mi lomo Tarkhan... - Le dijo el dragón blanco con un profundo tono de voz al Embajador Anzano. - Siento que no puedas probar el banquete, pero seguro que no se lo acaban todo y para cuando vuelvas, podrás comer.  - Miró entonces al anazno fíjamente. - Iakhesis siempre cumple su palabra y si no quieres que eso empiece a ser mentira, debemos partir de inmediato. - Entonces se dirigió a a Thogain. - ¡Oh, lo siento! - Exclamó. - Usted tiene una cita en pocos minutos en Karak-Belgarosh, por lo que se perderá también la comida, pero... ¿No querrá hacer esperar a su padre, verdad? ¡Ho, ho, ho!

Tarkhan y Feyrya montaron sobre el lomo del dragón blanco y se elevaron hacia el techo del templo atravesándolo como si éste no estuviera allí. Acto seguido, el dragón empezó a moverse de forma sinuosa por el aire, como haría una serpiente y se alejó a toda velocidad del lugar en dirección Karak-Belgarosh y allí se reencontró con su hermano y con su padre. Tarkhan recuperó su honor y pudo pedir la mano de la Rovanan, aunque... ¿Lo hizo? Lo cierto es que en esos momentos tenía muchas otras cosas prioritarias que hacer antes que meter su amarilla pichita en una enana no demasiado atractiva, la verdad se dicha. No obstante e hiciera lo que hiciera, esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

- FIN -

BONUS TRACK

BONUS TRACK 2

Tarkhan remontó el vuelo, con los rostros boquiabiertos de los enanos de Karak-Belgarosh aún grabados en la retina. El Gato Sonriente de Anza reía extático mientras cabalgaba por las nubes a lomos del dragón. El anzano regresaba a su templo, para compartir el banquete con sus apóstoles. Pero antes... antes debía ocuparse de un problemilla. Hizo que su dragón se inclinara para descender. Tras unos minutos de búsqueda el dragón que les había cerrado el paso les salió al encuentro para defender su territorio. La batalla fue rápida, por muy formidable que fuera la sierpe, no era rival para un dios.

Satisfecho, Tarkhan regresó al salón donde le habían guiado los hombres lagarto, volviendo a atravesar el techo de la estancia, como si no existiera.

—¿Me habéis dejado algo? —dijo a sus amigos, sonriente mientras buscaba un sitio para sentarse. Cuando pasó junto a Draxler le dio unas palmaditas en el hombro, y su barba volvió a crecer como si nada hubiera pasado. Le guiñó un ojo a Valyëvan y le dijo:—. ¿Qué? ¿Pensabas que me iba a marchar y si te he visto, no me acuerdo?

Tarkhan cogió un niguiri de anguila y se lo comió.

Belbara estaba a punto de refunfuñar cuando el niño expresó en voz alta lo que ella barruntaba en su mente, que no pensaba renunciar a Brook y que no iba a ser tan fácil que ella adorase a otro dios. Por lo tanto no pronunció lo que pensaba en un principio, pero sí movió los labios con una mezcla de sorpresa y disgusto, moviendo ligeramente las trenzas de su barba.

Escuchó a los compañeros y pensó, miró a Tarkhan, ella le había conocido mucho tiempo y creía que acertaría con lo que iba a decir.

-Yo soy una clériga de Brook, he sido testigo de sus hazañas mucho tiempo, pero también sé luchar- extendió sus brazos con el hacha en su mano, para mostrarles que ella no era una de esas remilgadas que iban con una túnica con capucha, sandalias pordioseras y que contaban historias mientras hacían sonar una campanita. No, ella lucía su armadura, su melena y barba de fuego, sus botas, y hacía sonar su hacha. -Dudo que ningún dios, si os ha escogido,...- como Tarkhan ya sabía ella iba a ser obstinada, y por eso no se incluía a pesar de que su estatua estaba allí también -...desee que cambiéis vuestra naturaleza. El Tarkhan que yo conozco no exigiría eso.- y esperaba no equivocarse -podéis ser lo que habéis sido siempre, pero ser quienes sois ahora mismo os convierte en testigos de lo que Tarkhan hace y de cómo es.- También un pichabrava?-Sois quienes sois, y habéis vivido lo que habéis vivido. Incluso si alguno saliese de aquí sin sentir simpatía por él predicaría su nombre al hablar de Tarkhan y de como pasó a ser el dios Iakhesis...- hizo una breve pausa y negando con la cabeza añadió -¿Lo veis? No hay escapatoria, todos hemos sido testigos y sabemos que terminaremos hablando de esta aventura- 

Miró al anzano, ya no podía sentir el rechazo y cierto desprecio que le había causado en su hogar (el hogar de ambos), pero ella era dura y decidió lanzarle un mensaje telepático que solo él, y tal vez su otro él como "daño" colateral, pudiese escuchar.

Después se acercaría a la mesa y buscaría de todo, a Belbara le gustaba comer y beber, tanto o más como a cualquier enano. Por supuesto, junto al resto de enanos, toda la cerveza sabía más fresca.

mensaje a Tarkhan:

"¿Y ahora qué? ¿Te casarás con la Toghain Rovanan? ¿O acaso se contará que la usaste para después abandonarla?."

En el tono de Belbara había cierto honor herido, pues dudaba mucho que un dios ahora fuese a llevar una vida tan mundana como la de formar una familia. Si Tarkhan ya había ascendido ahora seguiría otro camino, y no podía evitar que eso le molestase como mujer y como enana. Pero por otro lado también comprendía que nadie, ni el propio gato sonriente, podía haber previsto todo aquello. 

En cualquier caso  la historia de Iakeshis solo hacía que comenzar.

Tarkhan sonrió en dirección a Belbara. 

«Si un dios puede encontrar el amor entre los mortales, sin duda sería en brazos de una enana.» fue la respuesta sincera que le dio Tarkhan.

Que su padre el Kark de Karak-Belgarosh dejara que un anzano se sentara en un trono enano era, por supuesto, harina de otro costal. Pero él nunca había ambicionado el trono de todas formas, sus aspiraciones eran más elevadas y sus sentimientos hacia Rovanan, sinceros.

«Siempre la quise y siempre la querré.» apostilló.