Partida Rol por web

Había comido hasta saciarse, había bebido con cierta moderación, pero a esas alturas de la celebración ya podía desmelenarse. Se cargó otra pinta de buena cerveza y caminó con decisión hacia donde estaba Tarkhan, aunque no sin balancearse un par de veces a causa de la bebida. Ella era una enana, sí, pero era capaz de beber como un enano y aguantar más que muchos. En su trayecto tenía la mirada fija en el embajador anzano, una mirada dura, a nadie le sorprendería si hubiese sacado su hacha para matarlo, pero en vez de eso se sentó junto a él apartando de un ligero empujón a una mujer, dejó su jarra de cerveza en la mesa con un golpe seco y parte del preciado líquido saltó fuera mojando la tabla dispuesta para comer.

- Seré yo. Yo te acompañaré- Hablaba con dureza y siguió diciéndole lo que debía decirle señalándole con el dedo índice de su mano derecha - Mañana a mediodía en el palacio- Y dio un largo trago sin dejar de tener el ceño fruncido.

—Convendrás conmigo, Kazumi, que la magia no es ningún juego —respondió Tarkhan a su aprendiz con la voz calmosa—. No puedes tomarla como tomarías un muñeco, jugar con ella y descartarla cuando te has cansado. La magia es un ser vivo. Debes estudiarla, aprender cómo funciona, saber lo que le gusta y comprender por qué hace lo que hace.

Alzó la vista hasta Yhu-Lien.

—La magia tiene sensibilidad y consciencia, sabe si tu conjuro es bueno o maligno, y sabe lo que estás haciendo con él. Leer la mente de un embajador, Caminante de Brumas, puede considerarse un delito de alta traición. Y el castigo podría ser mayor que cualquiera que estuvieras dispuesta a autoimponerte —zanjó—. ​Así que ten cuidado, porque el que juega con fuego acaba quemándose. 

Tarkhan tenía un semblante adusto cuando llegó Belbara. Gruñó malhumorado por algo que había pasado antes de que llegara la enana, extendió su vaso de licor de lagarto en su dirección y dijo:

—Bienvenida a la expedición.

Kazumi se llevó las manos a la cabeza tras escuchar las palabras del embajador. Su expresión lo decía todo. En su rostro se reflejaba perplejidad y estupor. Miró a Yhu-lien de forma severa y frunciendo el ceño. Al fin y al cabo aquella atrocidad era cosa suya.

- ¡Por todos los Dioses Yhu-lien! - Exclamó. - ¿En qué estabas pensando? - Entonces miró a Yoon-Shun. - ¡De ella podía esperarmelo, todos sabemos cómo es! ¿Pero de ti? ¡Deberías tener más cabeza y respetar más a Tarkhan! ¡Estás aquí gracias a su favor! - Miró entonces a Belbara. - Disculpe sacerdotisa... - Se excusó. - No es momento ni lugar, pero poco me parece el castigo impuesto y ahora... ¡A dormir! - Le ordenó a la niña que salió corriendo entre lloros camino de sus aposentos.

Tarkhan lanzó un suspiro y durante unos momentos miró el fondo de su vaso de licor. 

—He descubierto a esta mujer utilizando contra mi un hechizo para leer la mente —comenzó a explicarle a Belbara—. Tiene en su poder información comprometedora sobre nuestra misión, el Kark y su familia. ¿Me harías el favor de llamar a uno de tus guardias y llevarla frente a la thogsi para que decida qué hacer con ella?

Al fin y al cabo el Kark debía ser, a estas alturas, como una guinda bañada en licor.

Belbara suspiró con los ojos chispeantes por el alcohol. Se sentía cansada de todos aquellos asuntos que en el fondo creía que no debían ser cosa suya. Hizo un gesto con su mano para llamar a uno de los enanos que el templo había dispuesto para asegurar que no hubiesen males mayores, para controlar que ninguna refriega subiese demasiado de tono y sobre todo que no causase desperfectos.

-LLevaos esta mujer ante la thogsi. Está acusada de espionaje- Después miró a Tharkan -El resto ya se lo explicarás tú mismo- y dio otro sorbo a su cerveza. Miró al resto de anzanos con cierta desconfianza. ¿Cuántos lo sabrían? ¿Acaso esto no le bastaba a Tarkhan para darse cuenta de que su propósito era una absurdidad imposible? ¿cómo podía asegurar ya al kark o a su familia que la relación que tenía con Rovanan iba a mantenerse en secreto y con discreción si ya el primer día habían tenido que detener a una de los suyos por leerle la mente? ¿Qué seguridad ofrecía todo aquello? 

No importa, eso son cosas que no incumben directamente a Brook. Es mi señor quien me ha puesto en este camino para expandir su fe y su gloria.

Se notaba que no estaba nada satisfecha con aquella situación política. -Nos veremos mañana, espero que en lo que queda de noche no compliques más las cosas- Y con esto se refería a que más le valía controlar a los otros anzanos. - O perderás algo más que ...- y le señaló discretamente, para que solo él lo viese, la entrepierna donde se suponía albergaba la "joya de la corona" aunque fuese una cosa pequeñita.

El embajador anzano miró largamente a la enana.

—Es la primera y la última vez que me amenazas —respondió Tarkhan con suavidad pero voz inflexible—. La próxima vez pondré a prueba tu capacidad para respaldarlas. ¿Me he explicado con suficiente claridad?

Belbara le miró perpleja por un segundo, después estalló en una carcajada. 

Se señaló -¿crees que yo..?- siguió riendo y dio un trago a su cerveza como si con eso pudiese hacer pasar la risa que le había causado la respuesta de Tarkhan - A mí me importa un pimiento lo que hagas, con quien la metas en caliente o los secretos que rompas. No seré yo quien te haga pagar nada de eso, será el Kark- Y dio otro sorbo bien largo tras decirle esto en voz baja para que solo el embajador anzano la oyese -Los asuntos que a mí me importan son los referentes a Brook- esto se lo dijo bien seria, como para que Tarkhan lo grabase en su mollera para siempre. Belbara tenía sus prejuicios, claro que sí, como cualquier hijo de vecino, pero no pensaba gastar energías en cosas que no eran productivas para su causa. No le había lanzado ninguna amenaza, más bien un aviso de como se las gastaría Belgarosh, aunque estaba segura de que dado el caso podía derrotar a ese hombre sin despeinarse la barba.

¿El Kark? —repitió Tarkhan para sus adentros en tono divertido— querida, lo que sabes de la política de tu puñetera ciudad cabe en un dedal.

—¡Me alegro de que nos entendamos! —dijo en un súbito tono jovial. Ahora sí, el Gato Sonriente, sonrió e hizo un gesto en dirección a Kazumi—. Espíritu en Paz, ¿puedes llenar nuestros vasos, por favor? Buena cerveza enana para mi futura compañera de aventuras. Estaba a punto de hablarme de Brook. Me apasiona el tema de los dioses enanos. ¿Sabes? Ése fue el motivo por el que vine a Karak-Belgarosh en primer lugar.

La Caminante de Brumas se quedó visiblemente sorprendida en el momento en que Tarkhan le pidió a Belbara que sus guardias la apresaran para ponerla a disposición de la Thogshi. No obstante no dijo nada. Tan sólo se quedó mirando fijamente al embajador.

Yoon-Shun por su parte, ya había emprendido el camino de vuelta a sus aposentos, cuando escuchó aquellas palabras de Tarkhan. La niña se giró para ver cómo dos enanos bien armados y con el símbolo de Brook grabado en sus corazas, agarraban de los brazos a Yhu-lien.

- No esperaba ésto, Tarkhan... - Dijo la mística al verse apresada. - Creía que éramos amigos...

- ¿Viene con nosotros? - Preguntó uno de los guardias, aunque la pregunta no se supo si iba dirigida al anzano o a la enana barbuda. - ¿O simplemente se la entregamos a Tordwa y me explicamos lo que ha dicho, señor embajador?

No pudo ocultar una sonrisa de satisfacción cuando Tarkhan mostró interés por Brook. Cuando le dijo que eran los dioses enanos los que le atrajeron hasta Karak-Belgarosh el anzano tuvo toda la atención que la cleriga podía ofrecerle dado el alcohol en el cuerpo y el ambiente festivo.

-Pues Brook es el dios de las montañas y señor de los enanos, aunque no haría un feo a un larguirucho y delgado amarillo- de pronto parecía de buen humor -Es un guerrero y sus premisas son...- la mujer apresada y los guardias les interrumpieron. La pregunta de sus enanos era completamente lógica, así que no podía ofenderse por haberla hecho callar en un momento tan glorioso, en cambio les miró y respondió calmada, con la lengua ya algo torpe,pues estaba bebiendo a buen ritmo.

-Yo creo que deberías ir tú. ¿Qué les voy a contar yo? Solo se una frase de todo este asunto yo. Además, te harían llamar de todas formas- dijo al embajador anzano encogiéndose de hombros. Creía lo que decía, pero además prefería quedarse en la fiesta en honor a su dios a estar en algo parecido a un juicio, con una mujer que no conocía y un asunto que no le atañia directamente.

- ¡Te vas a arrepentir de ésto Tarkhan! - Dijo indignada la mística. - ¡Puede que haya errado, pero...! - Resopló. - ¿Es necesario todo ésto? - Le preguntó. - Puedo conseguir información sobre la Thogsi... - Dijo y entonces recibió un golpe de puño por parte de uno de los guardias.

Lo cierto era que se estaba revolviendo tratando de zafarse del agarre de los guardias enanos. Tarkhan esperaba que el comportamiento de Yhu-lien como presa fuera ejemplar, pero se la veía muy nerviosa. Nunca antes la había visto así. Tras el golpe se quejó amargamente y miró desafiante al autor del puñetazo. 

- ¡Diles que me suelten, Tarkhan! - Dijo mientras se alejaba siendo arrastrada por los guardias enanos. - ¡Podemos negociar!

—Tarkhan —le puntualizó Tarkhan a Belbara—. Me llamo Tarkhan. Si vamos a viajar juntos me gustaría que me llamaras Tarkhan, no amarillo.

Hecha la puntualización le dedicó un encogimiento de hombros en dirección a Yhu-Lien.

—Fuiste tú la que hablaste de batallas y guerras —le recordó a la Caminante de Brumas—. No estás en posición de amenazarme, pero si estás dispuesta a ello puedo negociar con la thogsi en tu nombre.

Se levantó de su asiento.

—Disipa todos los hechizos que lleves encima, para empezar. Sin trucos. Revisaré las auras mágicas con un conjuro de detectar magia antes de ir a ver a la thogsi.

- Supongo que no me queda más remedio... - Dijo algo más calmada. - Pero que sepas que ya no hay ningún conjuro activo. Puedes comprobarlo cuando quieras. - Resopló. - Ha sido todo una broma que se nos ha ido de las manos. Le estaba enseñando a Yoon-Shun este tipo de magia y al verla tan emocionada, pensamos... - Tragó saliva. - Pensé que podíamos intentar leerle la mente a alguien y entonces apareciste tú y... - Bajó la mirada afligida. - Nunca pensé que revelaríamos información tan valiosa. 

Una vez dicho aquello los guardias no les dejaron más tiempo a réplicas y se llevaron a la mística Caminante de Brumas hacia el palacio del Kark, donde sin duda alguna se encontraría la Thogsi Tordwa, que era quien, en ausencia del Kark por motivos obvios, debía decidir que hacer con aquella traidora que había revelado importantes secretos de estado.

- No debéis fiaros de ella, Tarkhan... - Intervino entonces Kazumi. - No creo que haya mentido, pero nunca se sabe cuando una mujer como ella puede usar según que tipo de información en su favor. - Respiró profundamente. - Me duele porque mantengo cierta amistad con ella, pero también con usted señor embajador. Creo que Yhu-lien necesita que le den una buena lección. Últimamente se cree intocable en el barrio anzano y eso a la larga puede resultar peligroso. - Entonces clavó su profunda mirada sobre Tarkhan. - No sois vos quien debe decidir sobre la suerte de Yhu-lien, pero si debéis interceder a su favor, tratad de ser justo y consecuente. No será muy difícil para usted. 

Asintió a Tarkhan cuando le dijo su nombre. En realidad Belbara ya lo conocía, no es que él fuese un panadero o alguien que resultase anónimo a la mayoría. Era el embajador anzano, para lo bueno y para lo malo. A él le reconocían los méritos, como cuando logró que los anzanos participasen de las fiestas, aportando todo el color, música y acrobacias que a los enanos habían sorprendido para bien. A él le culparon cuando se abrieron diversos negocios anzanos en poco tiempo y los enanos más cerrados habían temido por la integridad enana de la ciudadela, el típico "vienen de fuera a quitarnos el trabajo" poco importaba que se tratase de negocios distintos, simplemente se sintieron amenazados.

-Belbara- le respondió orgullosa, convencida de que él también lo sabría, de que el nombre de Belbara también sonaba por la ciudadela para bien y para mal. Para bien con justicia y para mal por envidias, estaba segura de eso. Pero claro, esa solo era su percepción de como debían ser las cosas.

Mientras hablan entre anzanos ella fue bebiendo, fuese a ser que la cerveza se calentase. Era aburrido y divertido a la vez, aunque le sorprendió que según le parecía había una niña que también sabía los tejemanejes de Tarkhan con Rovanan.

La cosa se complica. Terminará siendo un secreto a voces.

Lo que no le gustaba de todo aquello era que había la posibilidad remota de que el siguiente heredero resultase ser un mestizo entre enano y anzano
Nadie seguiría a un líder tan débil y feo

—Conozco vuestro nombre, Belbara —dijo con una sonrisa, satisfaciendo el ego de la sacerdotisa.

Parte su trabajo en la ciudadela era saber cosas, aunque dudaba de que la mayor parte de los enanos tuviera la más remota idea de cuáles eran las funciones de un embajador.

Tarkhan hizo un pase mágico, un sencillo truco para revelar las auras mágicas. Su compatriota estaba limpia, Belbara, en cambio, radiaba magia como una estrella. Vendrá bien cuando haya problemas —pensó—. Porque los habrá. 

—Todos tenemos una historia que contar para justificar nuestras malas decisiones, Yhu-Lien... y eso nunca importa —respondió Tarkhan—. Al final, siempre estás solo con tus actos.

Tarkhan acompañó a la Caminante de Brumas con su mirada mientras escuchaba a Kazumi. Las últimas frases le hicieron sonreír.

—¡Por supuesto que me resultará sencillo, Espíritu en Paz! Todo el mundo tiene claro lo que es la justicia, ¿no es así? Lástima que, a la hora de la verdad, nadie esté de acuerdo acerca de lo que es justo —bromeó, aunque enseguida depositó una mano en el hombro de Kazumi. La mujer tenía más músculo ahí que en todo su cuerpo, y no se consideraba un hombre débil—. Pero agradezco la confianza que depositáis en mi.

Se despidió de las mujeres dirigiendo una reverencia al estilo anzano y salió en pos de los guardias. 

Había sido un día largo. No iba a creérselo cuando cayera en la cama.

Tras despedirse de Kazumi, Belbara y Tarkhan se dispusieron a acompañar a los guardias del templo de Brook y a la arrestada hasta el palacio del Kark. La fortaleza donde residía la máxima autoridad de la fortaleza junto a su familia, se encontraba en la zona oeste del complejo. No tardaron demasiado en llegar hasta allí, no más de veinte minutos, sin embargo, todo el recorrido se hizo en silencio y no fue precisamente un silencio grato, sino bastante incómodo, pues la triste mirada de Yhu-lien se posaba cada pocos pasos sobre Tarkhan. Al fin y al cabo, hasta hacía sólo unas horas, ambos eran muy buenos amigos y ahora... la cosa era muy diferente.

El palacio se alzaba imponente. Una gran puerta de hierro forjado era el primer escollo que debían superar para ir a ver al Kark o a la Thogsi. Dos alabarderos enanos franqueaban la puerta dispuestos a no dejar pasar a nadie. Al ver como se acercaba una comitiva cruzaron sus alabardas sobre la puerta, pero una vez reconocieron a Belbara, a sus guardias y al embajador, se relajaron un tanto. La conversación duró poco.

- Traemos a una persona arrestada acusada de traición y deseamos ver al Kark o en su defecto a la Thogsi.

Los dos guardias hablaron entre ellos y uno de los dos les dio una respuesta.

- Podéis pasar. - Dijo. - Esperaréis en una sala contigua a la muralla exterior mientras consultamos si la urgencia es necesaria.

Se abrieron las enormes puertas de la muralla dando paso a un pasillo rodeado por columnas que se dirigía hacía un enorme jardín de hongos, setas y extrañas plantas que creían bajo la luz de una brillante gema que coronaba el techo de la bóveda. Una fuente central y algunas estatuas de mármol talladas de una sola pieza y que representaban enanos históricos adornaban el jardín subterráneo, el cual estaba flanqueado por diversos bancos, donde descansar con el sonido del agua corriendo de fondo.

No fue allí donde les condujeron, sino a una sala lateral. No era demasiado grande, aunque si suficiente para una veintena de enanos. Allí se encontraba una gran mesa central para no menos de veinte comensales con sus respectivas sillas y algunas butacas en los laterales de la sala. Los guardias del templo de Brook invitaron a Yhu-lien a sentarse y éste hizo caso cruzándose de brazos y refunfuñando algo para si misma.

- Puedo ayudarte a localizarla... - Le dijo entonces a Tarkhan. - Ayúdame a auyudarte Tarkhan. - Le pidió. - Tú no estás en mucho mejor situación que yo. Sabes perfectamente que los territorios exteriores no son seguros. Más te vale tratar de ir a tiro fijo, porqué si tienes que recorrer los valles en busca de pistas... - Guardó silencio. Igual estaba hablando demasiado. - Sólo tenlo en cuenta... - Concluyó.

Los guardias de la fortaleza regresaron con una negativa. Ningún asunto y menos aquel era tan urgente como para tener que despertar al Kark. No obstante, los guardias se hicieron cargo de Yhu-lien. Pese a sus ruegos acabó en lo más profundo de uno de los calabozos de las mazmorras del palacio del Kark. Como ya habían quedado durante las horas previas a la festividad de los tres grandes, Tordwa, que fue con quien hablaron los guardias pues el Kark estaba indispuesto, los emplazó al mediodía. Tratarían el asunto de Yhu-lien, como también todo lo referente a la expedición que tenían en ciernes.

Belbara y Tarkhan se despidieron por aquella noche y ambos se marcharon en dirección a sus aposentos. Mucho era lo que tenían que asimilar. Para ambos aquel día comenzaba como cualquier otro, pero había acabado de una manera realmente impredecible. Ante ellos tenían una peligrosa misión y debían pensar en ello, así como recopilar todo lo que necesitaran o creyeran necesitar para tal encomienda.