Tal cual dijo aquello, dos sirvientas aparecieron como una ventolera en la estancia de Tarkhan. Portaban consigo una túnica de seda de color púrpura y con motivos de naturaleza bordados en oro que cubría hasta las partes bajas del cuerpo, con amplias mangas y sujetado a la cintura con una faja ancha.
En el momento en que las sirvientas entraron Thaitsai se hizo a un lado por tal de no ser arrollado. Enseguida, aquellas dos mujeres trataron de ayudar a vestirse, pues así estaba amaestradas las sirvientas anzanas desde tiempos inmemoriales.
No fue hasta que Tarkhan las sacó de sus aposentos dando manotazos al aire como si estuviera espantando moscas, pues aquellas mujeres no atendían a razones, cuando el Gato puedo respirar ante la sonrisa disimulada de Thaitsai.
Tarkhan se vistió rápidamente detrás de un biombo. Pese a que para ponerse una túnica como aquella un hombre normal nacesitaba ayuda, el embajador tenía mucha práctica en hacerlo solo y una vez vestido decidió marchar hacia la plaza de los Dioses. Sin duda ya le estarían esperando.
Thaitsai se ofreció a acompañarle y Tarkhan aceptó su compañía gustoso. Ese hombre era al fin y al cabo uno de los mayores apoyos que tenía en Karak-Belgarosh y si la cosas se ponían feas, iba a ser mejor tenerlo al lado.
No tardaron ni veinte minutos en llegar a la zona de los templos. Lo cierto era que a esas horas de la mañana la zona todavía no estaba muy concurrida, tan solo algunos novicios se encontraban adornando la plaza con flores y colocando las mesas y tarimas donde iba a celebraese el banquete.
Al fondo de la plaza se alzaban los tres templos. Grandes estructuras de piedra que se alzaban imponentes hacia el techo de la caverna. Las tres construcciones eran de una arquitectura muy similar. Paredes altas y de planta cuadrada con inscripciones rúnicas de protección en toda su fachada. La enorme puerta estaba custodiada por la estatua de cada uno de los grandes dioses enanos, Manverû, dios de la Ingeniería, Minería y los Metales Preciosos, Brokk Barba de Hierro, señor de las Montañas y Señor de los Enanos y por último Brogar, Padre de los Olvidados y Dios Enano de la Redención.
Nada más llegar al centro neurálgico de la actividad enana durante ese día Tarkhan vio algo que provocó que sus almendrados ojos se abrieran de par en par. Para cuándo trató de dar media vuelta y regresar tras sus pasos para refugiarse en el interior de su embajada, fue demasiado tarde.
- ¡Mi buen Tarkhan! - Escuchó la voz de una de las personas más inteligentes y manipuladoras que había conocido nunca. La Thogshi Tordwa. - No se marche todavía... Necesito de su ayuda... - Dijo.
Por desgracia la Thogshi no iba sola. Los cuatro guardias acorazados que la escoltaban no representaban un gran problema. El problema era otro y se llamaba Hofdra. Si la Thogshi era la mujer más manipuladora que había conocido, el Ama de Llaves de Karak-Belgarosh era sin duda la persona más agria y mal pensada con la que uno podía cruzarse en toda la ciudadela.
- Si Tarkhan... - Añadió ella. - ¿Tienes prisa? Supongo que sabes que la Thogain ha desaparecido...
—El baile comienza y no he tenido tiempo ni de calzarme las sandalias —murmuró Tarkhan a Thaitsai.
Era una frase famosa, de una leyenda anzana, que el héroe que la protagonizaba le decía a su compañero de aventuras cuando, a su alrededor, en una taberna, se congregaban una multitud de enemigos. Apenas había pasado media hora desde que se había separado de la thogain. No sabía si su semilla -la metafórica- había madurado, pues ya se había ocupado de tomar hierba de cassil para que la física no le diera problemas. El caso es que no había tenido tiempo para hablar con Rovanan. No sabía lo que había contado y lo que no, de modo que caminaba sobre hielo quebradizo.
La sonrisa de las dos enanas más maliciosas de todo el krakado no se reflejó en los labios de Tarkhan. El Gato Sonriente las miró largamente, con gravedad, como si lo que acabaran de decir fuera políticamente incorrecto... o rematadamente estúpido. Tampoco les concedió la satisfacción de darles explicaciones de por qué había tratado de darles esquinazo.
Aquello iba a ser una dura batalla dialéctica, y Tarkhan les quería dejar claro que no se iba a dejar avasallar como... bueno, como cualquier enano de krakado, desde el Kark hasta el enano más humilde. Siempre era difícil discutir contra dos oponentes, pero a su favor tenía que las enanas tenían la sofisticación dialéctica del hachazo de un orco.
Dejó que el silencio se alargara entre ellos unos momentos, lo necesario para que a las mujeres les resultara incómodo.
—Mi thogsi —dijo, e hizo una reverencia en dirección a Tordwa—. Hofdra...
Ahí iba la primera y sutil puñalada, destinada a desmostrarles que no era ningún pusilánime. Hofdra, como él mismo, había ascendido por sus propios méritos a una posición de prestigio. Pero no dejaba de ser una plebeya, a diferencia de Tordwa. Hofrdra era, de sus dos oponentes, el rival más débil, y estaba dispuesto a machacarla si era menester.
—Estaré más que dispuesto a ayudarla, mi thogsi, si está en mi mano.
Dejando abierta la posibilidad de que no pudiera, o no quisiera, ayudarla. Pero, de nuevo, fue la línea de Hofdra la que más oportunidades le brindaba para contraatacar.
—Por supuesto, Hofdra. Es mi trabajo como embajador conocer lo que sucede en la ciudad —dijo—, entre otras muchas cosas...
Ahora sí: sonrió. La thogsi se la daba de astuta. Lo era, en el sentido de que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Pero ni siquiera ella, en su innata perspicacia, entendía cuáles eran las funciones, exactamente, de un embajador. Y Tarkhan se lo acababa de recordar, a ver si borraba esa sonrisa de maliciosa indiferencia.
Pero no había acabado con ese par de víboras. Depositó una mano en el hombro de Hofdra, y fingió un gesto de empática tristeza.
—Un asunto muy desafortunado para ti, sin duda, teniendo en cuenta que es vuestro trabajo tener bajo custodia las llaves de la ciudadela y controlar las idas y venidas de la gente que entre o salga, especialmente de noche. Dime Hofdra, ¿has logrado encontrarla ya?
La frase tenía el preciso perfil de la incisión de un puñal. Pero contradiciendo la estocada, el embajador de Anza volvió a sonreír cándidamente y añadió:
—Más vale tarde que nunca, reza el dicho.
- No te desvíes del tema, embajador... - Dijo aquello mostrando cierto desprecio por el título que Tarkhan ostentaba. - No la hemos encontrado todavía. Pero saldrá. No te quepa la menor duda de que aparecerá más pronto que tarde. - Hizo una breve pausa. Un incómodo silencio en el que Hofdra miró fijamente al anzano casi sin parpadear. - Lo que puedo jurar es que no ha abandonado la ciudadela. Ni ha pasado por la puerta, ni ha accedido a las minas. Dabran y Thain lo sabrían...
- Tarkhan... - La Thogshi pareció haber caído en la cuenta de algo. Su mirada estaba perdida en el suelo y parecía estar buscando las palabras adecuadas. - Estaba pensando... - Su tono era muy calmado, demasiado. Tanto que era una mala señal. - Se rumorea que la Thogain Rovanan se está viendo con alguien. He oído incluso que podría tratarse de un amarillo y tú... - Soltó una pequeña risita. - ...eres un amarillo. ¿Has oído algo de eso?
—No me he desviado del tema —le corrigió Tarkhan, como había corregido a aquella lúcida oponente, más dotada para la diálectica que Hofdra—. Que lo haya tratado desde un punto de vista que no te resulta grato, es otro asunto completamente distinto... ama de llaves.
El Gato Sonriente volvió a sonreír. Hofdra podría despreciar su título de embajador si quería pero: ¿ama de llaves? Era poco más que una forma grandilocuente de decir portera.
Borró la sonrisa y dedicó a la thogsi un gesto entre incrédulo y escandalizado.
—Mi thogsi, ¡es vuestra hija! ¿No deberíais hablar con ella, sangre de vuestra sangre, de estas cuestiones tan íntimas en vez de con un extranjero? —dijo, mirando a la multitud que se iba congregando en derredor para asistir a las festividades —. Y ése es un asunto muy delicado para ir aireándolo cerca de oídos curiosos de todas formas.
La intención de Tarkhan era doble: por un lado señalar la brecha que se había abierto entre la madre y su hija, y por otro, subrayar, como ya había hecho con Rovanan, que el asunto no sería bien recibido entre el pueblo, que era consciente de ello, y que estaba dispuesto a mantenerse sabiamente al margen de cualquier pretensión a ser Kark.
—Aunque conociéndoos supongo que debo dar una respuesta más directa: aunque lo supiera no os lo diría. Soy un caballero y respeto profundamente a la thogain y a vuestra familia.
Esto venía a resaltar su pretensión de ser discreto en todo este asunto, lo que le convenía a la thogsi, y además, mantenerse en sus trece.
—Y esto es todo lo que tengo que decir sobre este asunto —dijo parafraseando a cierto sabio, con un ribete de mal humor.
La Thogshi sonrió satisfecha una vez escuchó las excusas y las palabras de asombro que le dedicó el embajador. Tardó unos segundos en responder. Cualquiera hubiera dicho que se tomó ese tiempo para reflexionar acerca de lo que tenía que decir, pero quién la conocía bien sabría que simplemente lo hizo para hacer sufrir a Tarkhan con la incertidumbre de sus próximas palabras.
- Deduzco de tus excusas, Tarkhan... - Realizó una nueva pausa mientras clavaba su mirada sobre el anzano. - Que al menos estamos de acuerdo en algo. El pueblo no entendería una relación interracial. Si un amarillo de estuviera beneficiando a una enana y más siendo la Thogain, podría haber disturbios. No queremos eso... ¿Verdad? - Se acercó al humano y le susurró al oído. - Si sabes que amarillo es el que se está trajinando a mi hija, que me consta que lo sabes de primera mano... - Frunció el ceño. - Dile de mi parte que mantenga en secreto sus fechorías. No queremos que salga a la luz. ¿Lo tendrás en cuenta en el futuro, Tarkhan? - Aquella pregunta iba dirigida directamente a él. ¿Lo sabía? ¿Sabía Tordwa lo suyo con la Thogain? - No me importa con quién se acueste la guarra de mi hija, mientras no comprometa la política de estado y se case con un buen enano con el que sea todo lo infeliz que no es con su amante. ¿Entendido?
- ¡Qué asco! - Una mueca de extremo disgusto descompuso el rostro de Hofdra. - Solo pensar en esas diminutas pichillas amarillas... - Escupió al suelo. - ¡Se me revuelve el estómago y me entran ganas de vomitar. - Miró con desprecio renovado al embajador. - ¿Has captado lo que te pide la esposa del Kark?
Tarkhan esbozó una sonrisa lentamente.
Lo que la thogsi sabía de política de estado podía caber en un dedal. Pero, en lo que él respectaba, encajaba a la perfección con sus intereses. Sus palabras no habían sino muy distintas a las que él mismo había dedicado a la thogain: follemos, pero en secreto y por cierto, deberías buscarte un marido enano.
Llegados a aquel punto, tuvo que morderse la lengua. Podía haber soltado alguna pulla más contra la thogsi, pero habría resultado contraproducente: se había salido con la suya en una situación en la que tenía todas las de perder. No iba a anteponer su orgullo ante el pragmatismo de la oferta implícita de Tordwa. Tarkhan era un hombre más práctico que orgulloso.
Ignoró a la ama de llaves como a un gusano moviéndose en el fango y respondió, en cambio, a la thogsi:
—No sólo lo entiendo a la perfección, mi thogsi, si no que comparto vuestra opinión.
Ni siquiera dedicó una mirada de soslayo a Hofdra. La única opinión relevante en aquel asunto era la de la thogsi y la del embajador y amante de la thogain. La ama de llaves, en lo que a Tarkhan respectaba, jugaba en una liga inferior.
- Eso me complace, Tarkhan... - Dijo entonces la enana con más poder de toda la ciudadela.
La Thogsi entrelazó su brazo con el del anzano para que le ayudara a caminar. Estaban algo desnivelados aunque podían pasear de esa forma sin demasiadas dificultades, pues aunque el anzano era humano, no era uno de los más altos y aunque la thogsi era enana, no era una de las más bajas. La mujer del Krak parecía bastante tranquila después de hablar con el embajador. Parecía como si se hubiera quitado un peso de encima. La verdad era que parecía que el paradero de su hija o la posible anulación de la fiesta le trajera sin cuidado.
- Coincidimos en muchas cosas... - Observó la enana mientras conducía al embajador hacia la plaza de los Dioses. - Espero que también compartas conmigo la opinión de que el Krak, no debe ni intuir nada acerca de los líos de sábanas de la Thogain. ¿Estamos? - Preguntó y sin tiempo a respuestas siguió con más preguntas. - ¿Y cómo están los asuntos del embajador últimamente?
- Creo que ya nada pinto aquí, mi Thogsi. - Dijo de pronto la Ama de Llaves. - Ya he cumplido el cometido que pidió. Le he llevado junto a Tarkhan. ¿Puedo entonces regresar a mis labores? - La Thogsi asintió con la cabeza complacida.
Aquello no era algo esperado para el anzano. Al final resultaba que la Ama de Llaves había cumplido a la perfección con lo que Tordwa le había pedido. ¿No quería encontrar a la Thogain sino a él? Todo hacía indicar que así era. Las pullas lanzadas contra Hofdra acerca de que no podía controlar quien entraba y salía de las diferentes zonas de la ciudadela perdían sentido ahora. Al parecer había hecho lo que se esperaba de ella. Localizar a la persona que le habían pedido y bastante rápido.
- Tarkhan... - Se despidió Hofdra con una mueca que podía simular una sonrisa de victoria justo antes de darse media vuelta y comenzar su andadura hacia sus propios asuntos.
La opinión de Tarkhan sobre Hofdra empeoró más todavía. Si la importante labor que le había encomendado la thogsi era encontrarle... ¿por qué diablos no había ido directamente a su vivienda? Si no estaba allí, un sirviente podría haberles dicho dónde encontrarle. Haber ido al complejo de templos había sido una decisión rematadamente estúpida, a la altura de su escasa inteligencia. La única explicación por la que Tordwa querría mantener en un cargo elevado a una mujer así era porque, probablemente, tuviera muchos ojos y oídos en todo el palacio. Ojos y oídos fieles a ella, y no al Kark.
Aunque lo más probable era, empero, que el narrador estuviera improvisando y se hubiese sacado esa excusa de la manga para tratar de salvar la dignidad de ese personaje después de que Tarkhan la hiciera trizas en repetidas ocasiones. Pero el Gato Sonriente nada sabía de esas cuestiones, de modo que regresemos a la narración.
—Hofdra... —se despidió Tarkhan, sin sonreír ni un ápice.
Paseó con la thogsi del brazo alejándose de la portera con ínfulas antes de responder a su pregunta.
—Bien. Con mucho ajetreo. Hay escaramuzas con las tropas vovils en la frontera, y estoy ayudando al maestro O a trazar una estrategia para desplegar a los magos de Anza en combate —dijo mirando al frente—. La joven Yoon progresa adecuadamente, y mi tesis sobre el ascenso de mortales a dioses avanza a buen ritmo gracias a la información sobre Brogar que estoy encontrado en el krakado.
Sonrió.
—¿Y los vuestros, mi thogsi? ¿En qué habéis estado ocupada últimamente?
Aparte de fisgar en mis asuntos.
- Si...- Dijo tras escuchar las importantes labores que estaba llevando a cabo aquel hombre y que para nada beneficiaban en lo más mínimo al krakado. - Desde luego, mi marido es idiota... - Musitó. - Darle un torreón a éste tipo... - Alzó la mirada. - Pues sí, mi buen embajador. He estado ocupada... Cosas de Thogshi, ya sabe... Contemplar el techo y peinar mis sedosos cabellos. El tema militar, los abastecimientos, los problemas con los mineros descontentos y las escaramuzas de los hombres de Dabrand con los clanes trasgos que amenazan una y otra vez la seguridad del krakado, son asuntos que solo atañen al Kark... - Dijo con notable sarcasmo.
Porque vuestro krakado entero es más pequeño que una de nuestras bulliciosas ciudades —pensó Tarkhan—. Porque si yo digo a mi gobierno que hay algo de interés aquí, borraríamos de la faz de Gea en uno o dos días todo lo que os ha costado tanto construir.
En lugar de expresar sus pensamientos en voz alta, Tarkahn dijo:
—Disculpad thogsi, ¿qué habéis dicho?
Aceptó la negativa de Tordwa con gracia. Al fin y al cabo, tenía la sofisticación política de una piedra. Una especialmente poco sofisticada.
Se detuvo y soltó el brazo de la thogsi con delicadeza.
—Si vos os ocupáis únicamente de cepillaros el cabello, yo soy una tortuga ninja —comentó—. Es obvio que tenéis algo muy concreto en mente. ¿Qué sucede, mi thogsi? ¿Puede un humilde servidor ayudaros de alguna manera?
- ¿Qué he dicho? - Se encogió de hombros. - No lo recuerdo bien, pero creo que estaba enumerando las tareas que el buen Kark tiene encomendadas.
La Thogsi hubiera escupido veneno por su boca de vívora con sumo placer, pero sabía que por alguna razón el Kark todavía veía en aquel hombre a alguien de utilidad. No obstante, siendo consciente de las últimas novedades, no parecía necesario gastar veneno con aquel hombre, pues la herida que portaba ya era mortal de necesidad. No obstante, Tarkhan acababa de ofrecerse para ayudar y eso podía serle útil.
- ¿Si me podéis ayudar de alguna manera? - Preguntó la enana llevándose la mano al mentón y se acarició la casi invisible pelusilla de su roja barba. - Lo cierto es que hay un asunto. Un tema que trae de cabeza a mi esposo y por ende también a mi. - Meneó la cabeza asintiendo complacida. - Verá, señor embajador... - Le comenzó a contar mientras seguían avanzando hacia la zona de los templos. - Mi suegro, el valiente Kark Thordu, envió a su hija hace unos años a nuestra amada nación. Ella se marchó hace cosa de... - Se mantuvo pensativa unos momentos. - ¿Dos años? Puede que más pero no estoy segura ahora mismo. No hemos vuelto a tener noticias suyas, ni su padre tampoco. La idea de Feyrya era la de erigir una nueva ciudadela enana, hacia el sur... o hacia el norte. ¡Qué se yo! - Miró entonces a Tarkhan. - El Kark Thordu viene a Karak-Belgarsoh. Desea visitar a sus hijos... - Resopló. - Debemos encontrar a Feyrya...
Tarkhan reprimió sus deseos de poner los ojos en blancos. Buscar a alguien, en alguna parte, que podría estar ahí o exactamente en la dirección opuesta, no era un punto de partida precisamente prometedor.
—Entiendo —mintió Tarkhan—. Me temo que la adivinación no es mi fuerte, thogsi, pero conozco a una persona que tal vez podría ayudarla si los hados son propicios.
Yhu-Lien —pensó el embajador—, si los espíritus se lo muestran. O Imbrann, si tiene un día lúcido. Lo que es mucho suponer.
—Aparte de eso... ¿Feyrya tiene algún familiar o amigo en la ciudad que pudiera conocer su paradero de forma más eh... exacta?
- Imbran... - Resopló ¿Había dicho Tarkahn aquello en alto? Estaba casi seguro de que no. ¿Entonces a que venía ese comentario? La toghsi podía ser una mujer intuitiva pero tanto... - Si únicamente vas a decir sandeces, hubiera sido mejor que no te hubiera comentado nada. - Sonrió. ¿Estaba bromeando o es que se reía de su propio comentario. - Ese viejo loco... No creo que pueda localizar su porpia zapatilla debajo de su cama. Va a encontrar a Feyrya... - Suspiró. - No... no vino con unos cincuenta enanos y se marchó con esos cincuenta enanos y alguno más... - Iba a decir algo más pero en ese momento alzó la cabeza y vio algo que le impidió seguir hablando.
Su marido encabezaba un grupo de tres personas que avanzaban de forma inescrutable hacia ellos. El que iba a su lado pero un paso por detrás no era otro que su campeón y finalmente con ellos estaba Rovanan, quien parecía estar tratando de... ¿Detener a su padre? Aquello pintaba mal, muy mal para los intereses de Tarkahn.
Seguimos en capítulo 1.