Partida Rol por web

Jose Luis hizo lo que Carlos le proponía, y enseguida le sirvieron una cerveza fría que casi apuró de un trago. Luego sacó del bolsillo de su camisa un sobado paquete de Ducados y se encendió un cigarrillo. Sus manos temblaban un poco.

-Hace como... como media vida. ¡Más! Fue antes de que mi hijo naciera. Mira, míralo.

Se sacó del bolsillo del pantalón una cartera y le enseñó una foto. Un chico sonriente, guapo, con un perro labrador.

-Javier. Está en bachillerato.

Esteban no dijo nada, sino que tomó uno de los desvíos que llevaban al centro. Aún era pronto, casi ni las seis de la tarde, pero debía de tener algo en mente a juzgar por la velocidad con la que conducía.

-Oye, ¿has sabido algo de tu mujer? Ex mujer.

Aquellas palabras hicieron que se le arrugara el corazón. La observó fijamente, en una mezcla de alarma y tristeza honda y profunda... horrorizado porque sabía que era cierto. Después de todo, el era culpable.

Era como haberla lastimado, aún sin saber que era una buena chica, que no era como todas las personas a las que estaba acostumbrado. Pero la había privado de su familia, de su libertad, la había visto llorar tan amargamente. Y sentía las punzadas de la culpa en su interior, hiriéndolo lentamente.

-Y... y...- dijo mientras miraba hacia otro lado, incapaz de sostenerle la mirada por más tiempo -... has leído algún libro nuevo?...- preguntó mientras su voz iba decayendo y haciéndose baja, debido a la vergüenza que sentía, vergüenza por si mismo, por su comportamiento, por sus pecados y crímenes.

A veces simplemente sentía que no era capaz de mirarla a los ojos.

 La mención de esa bruja hace que se me vaya el buen humor de inmediato

-se que esa bruja sigue pidiéndome mas dinero, pensión alimenticia dice, maldita foca. Y yo sin poder ver siquiera a mi hijo-

Recordarlo hace que me hierva la sangre, ¿porque ha tenido que mencionarla?

-maldita sea, tuviste que nombrarla-

Me cruzo de brazos y me quedo mirando al frente con disgusto, voy a necesitar unos cuantos whiskys para quitarme el sabor de boca de pensar en ella

-Tenemos que leer un libro para clase. Se llama Nunca seré tu héroe, y está bastante bien... Eh, Arturo -Laura bajó la cabeza para buscar su mirada-. ¿Qué pasa?

Tímidamente, tendió su mano hacia las suyas.

-No... no te preocupes. Si yo estoy bien. La psicóloga dice que lo he superado casi del todo, ¿eh?

-Lo que te iba a decir es que la he visto. Bueno, la han visto y me lo han contado. Ahora se ha echado un novio sudaca, de esos que vienen a por el premio gordo, a ver si se casan con una idiota para conseguir la nacionalidad. Bueno, pues el sudaca creo que mueve algo de coca. O eso me ha dicho mi amigo Andrés, que le compra a él de vez en cuando. Igual puedes hacer algo para joderla, ¿no? Si le denuncias o dices que está pervirtiendo al crío, igual te dan la custodia.

Esteban adelantó a un camión que le pitó, pero al que no hizo caso.

"Trata de esbozar una sonrisa, imbécil, no la entristezcas" se repite mientras vuelve a subir la mirada. Ve el gesto de la chica, se detiene unos instantes, pensativo, conmovido. Pareciera dudar, pero por dentro, siente que por primera vez alguien parece interesarse verdaderamente en él. Tiene una amiga.

Lentamente estira sus manos también y toma las de ella, con delicadeza. Es un contraste, las manos de Arturo son resecas, duras, han tenido que resistir tantas heridas. Las de ella son pequeñas, delicadas, están frías, manchadas un poco de tinta y grafito. Sonríe tímidamente.

-Pero...- dice él, mientras las palabras parecen salir con dificultad -Fue mi culpa... sabes que... no era justo. Contigo... con nadie, eres... eres tan buena.- su voz es un susurro parece quebrarse, sus ojos miran hacia un lado de la mesa. -No debimos... no debí... haberlo hecho- las palabras se ahogan sin excusa.

Sus ojos subieron un poco, mirando a los de ella. -Lo siento...- musitó.

Ahora miro a Esteban con interés "la muy idiota"

-esas son buenas noticias, ahora si que voy a poder joderla y recuperar lo que es mio-

Sin ella metiendo las narices los jueces me darán la custodia, todo aquello de padre incapaz e irresponsable lo puso ahí esa bruja

Muy animado asiento y hago crujir mis nudillos

-será genial, pero necesito saber mas detalles, se va a cagar ella y su sudaca, se van a cagar-

Cuando empezó la segunda sección del programa, Miguel decidió separarse de la encimera, coger la taza y pasar al salón, desde el cual se seguía escuchando la radio, ya que estaba separado de la cocina solo por una barra americana. El té lo dejó sobre esta, no sin antes poner un posavasos, y encendió el portátil que tenía al lado. Le gustaba sentarse ahí, en una silla alta y mirando hacia el hueco que hacía la ventana sobre los fogones. Le daba aspecto de guarda de seguridad alerta más que de un hombre que pasaba una tarde relajada en su casa.

Lo primero que hizo cuando el ordenador se encendió fue escribir una larga contraseña que incluía números y mayúsculas.

¡Bachillerato ya! Caramba, como pasa el tiempo.

Maldita sea, no he pedido yo que me acoses con esto echándome encima la sarta de años que ya he vivido. No me gusta nada encontrar a esta gente aburguesada que te echan encima las fotos de sus hijos como si fueran una bendición. Y encima con perro, seguro que ahora trabaja en un banco.

Pero cuenta, cuéntame qué haces tu por aquí.

Como si me importara. Aunque quien sabe, quizá sienta nostalgia de otros tiempos y quiera hacer una donación a la "causa". ¡Ja! Eso no me lo creo ni yo.

Compongo el gesto amigable y atento que tengo bien ensayado para cuando hablo con desconocidos de quien no tengo suficiente información. Lo primero es saber de que pie cojea y luego . . . ya veremos.

Jose Luis pareció dudar un momento, pero decidió soltarlo del todo.

-Vengo del hospital. Me han dicho que tengo metástasis. Cáncer de colon. Siempre pensé que sería el tabaco, pero ya ves -sonrió y dio una honda calada. Le temblaban las manos como si tuviese Parkinson-. Llevo dos horas dando vueltas por el barrio pensando en cómo voy a decirselo a mi familia. Me quedan tres meses como mucho. Y de repente te he visto y he dicho... Y perdona si suena egoista, pero... "Voy a ver cómo lo hago". Qué tontería. Ahora te he jodido el día, supongo. Espero que me disculpes.

-¡Que te he dicho que ya vale! Que estamos en paz. Arturo, de verdad... -Sus ojos brillan como si fuese a llorar de un momento a otro-. Estoy bien, ¿vale? No seas como todo el mundo. Todo el rato preguntando "¿Estás bien?" "¿Quieres hablar?" "¿Quieres...?". Joder, no quiero seguir así, no quiero que tú sigas así. Y si vas a mirarme con esa cara cada vez que quedemos pues, tío, igual no deberíamos.

El tono de Laura fue tan alto y enfadado que parte de la cafetería se le quedó mirando. Dio un sorbo a la Coca-cola y se apartó el pelo de la cara.

-Perdona.

Clara no pudo evitar suspirar ante la mención del exámen. No le daba miedo suspender porque eso no iba a pasar, pero si quería seguir sacando matrículas, mas valía que su corazón la dejase trabajar. Y hablando del mismo órgano, antes de irse tuvo que hacer un rápido vistazo con la esperanza de ver a Cristóbal, aunque sabía que estaba ocupado y no iba a verlo. Y también sabía que el corazón no tenía nada que ver con la atracción física, sexual y emocional que sentía, pero tantas canciones, poesías, películas e influencia del mass media eran difíciles de combatir.

Se terminó el refresco de limón de camino al coche y tiró la lata en el primer cubo de basura que encontró. Antes de irse, pasó la mano por la pared del pasillo del hospital que estaban cruzando y le sonrió a su amiga.

- No nos falta mucho para estar aquí como médicos y no como pacientes, ¿verdad? La mayoría de la gente, sobretodo en mi familia, esperan no tener que venir aquí nunca. ¡Y yo me muero de ganas de que me den mi primera guardia doble de 14 horas!

Abrió los ojos al ver como ella tomaba en sus manos y con fuerza lo que sentía. Se quedó petrificado durante unos instantes. Entre culpable y asombrado, tragó saliva. Todos lo miraban.

"Malditos... cotillas de mierda" pensaba mientras tomaba aire. No, por Laura debía hacer las cosas diferentes. No defraudaría a su amiga de nuevo, inspiró, trató de calmarse.

-Laura...- dice con voz baja -... recuerdas cuando... me hablaste de la biblioteca?- dice, haciendo una vaga referencia a aquellas charlas mientras él era el guardia y ella la retenida. -... crees que puedas ayudarme a inscribirme? quizás pueda... ya sabes... pedir un libro prestado- le dice con un tono de voz suave, tratando de cambiar de tema, tratando de calmarla de otra forma, de dejar de hablar de aquello. Aunque dado lo que los unía, resultaba inevitable.

¿Qu . . .

O sea . . . ¡JODER!

La expresión jarro de agua fría se queda muy corta para una noticia así. Incluso viniendo de un viejo conocido con quien perdí el contacto hace mucho.

Tío, lo siento. Pero . . . ¿te han asegurado eso? ¿No hay solución?

¿Qué cojones se le puede decir a un tío que acaba de enterarse que va a morir? Para esto no nos prepara nadie, ni Bakunin.

No sé, a veces comenten errores o dan diagnósticos demasiado pesimistas ¿no? Quizá deberías pedir una segunda opinión. Y oye, no hay nada que disculpar. Somos amigos ¿no? Puede que estemos un poco oxidados por el tiempo sin vernos pero hay confianza.

-Ya, ya sé yo por qué quieres la guardia de catorce horas -le dijo Loreto guiñándole un ojo-. Luego la gente dice que Anatomía de Grey es exagerada, pero... -Se echó a reír, de buen humor, sin ser hiriente. Loreto no era mala persona.

Abrió las puertas del coche y tan pronto ambas se pusieron el cinturón arrancó. Salió del parking del hospital y condujo por el centro, de vuelta a casa de Clara.

-¿Le quieres? -preguntó distraidamente.

-Podría pedir una segunda opinión, pero... ¿qué me van a decir? ¿Que en lugar de tres meses voy a durar seis? ¿O un año? No sé. En el momento en que te dan una fecha, aunque sea aproximada... -Jose Luis frunció los labios-. Es una jodienda. No hay más.

Dejó el cigarrillo en el cenicero y se frotó las manos.

-Hay muchas cosas que me gustaría poder hacer. Al menos, cuando te lo dicen, puedes... Puedes intentarlo. Imagínate que cruzas la calle y te atropella un coche. A cualquier le puede pasar. Entonces estás jodido porque no puedes hacer todo lo que querías haber hecho. Pero si te lo dicen... Bueno, es lo que quiero pensar.

Nadie se lo esperaba, pero tenía sentido. El aire olía a tormenta desde por la mañana. Era de esperar. Iba a ocurrir.

Un coche explotó en mitad de la calle. La carga explosiva era considerable, la suficiente para levantar el coche hasta el tejado. Como con Carrero Blanco. El cráter en el asfalto provocó varias fugas de agua y de gas, y la consecuente reacción en cadena.

Los cristales de El Rincón estallaron en forma de metralla. Todo se convirtió en una maraña de polvo, metal y cristal, se oyeron gritos y llantos de niños. Dos coches que transitaban en ese instante por la carretera sufrieron parte de la onda expansiva y rodaron por la carretera como si fuesen de juguete. Parte de la fachada de los edificios colindantes se desplomó, y las explosiones por culpa del gas tampoco se hicieron esperar.

Veinticuatro personas murieron en el acto, entre ellos varios niños. Los bomberos, los artificieros, la policía y las ambulancias no se hicieron esperar. Durante todo el día se oyeron sirenas de todo tipo de vehículos por toda la ciudad. En el telediario se afirmó que aquel había sido uno de los atentados más sangrientos ocurridos en España, pero nadie lo reivindicó. No hubo llamadas a Gara. Las investigaciones policiales no lo relacionaron con el terrorismo islamista.

Sencillamente, ocurrió.