Partida Rol por web

Al final Carlos decidió que no quería ni acercarse a la Ciudadela otra vez, mientras que Eduardo consintió al plan de Clara. La chica se despidió del primero antes de que se fuera.

- De acuerdo, en cuanto lo haya hablado con mi tío, te buscaremos en la universidad. Evita a otros fantasmas si puedes... Oh, y sobre esa voz que todos oímos en nuestras cabezas... no te fíes de ella. Según mi tío, sus intenciones no son nada buenas. ¡Ve con cuidado!

No había mucho más que decir, así que Clara y Eduardo emprendieron el camino de vuelta hacia la Ciudadela. El plan seguía igual: Eduardo se escondería cerca, y ella entraría y buscaría a su tío, para preguntarle por la posibilidad de que "comprase" también a los otros dos fantasmas; así tendrían "estatus legal", por decirlo de algún modo, y podrían entrar en la Ciudadela sin miedo a ser convertidos en materiales de construcción.

Me preocupa que seas tú quién me la juegue, pensó en respuesta al último comentario de su acompañante, quién no parecía tener muchos escrúpulos. Pero estaba tan perdido como ella, en ese mundo de locos; tenían que ayudarse entre ellos porque nadie más parecía dispuesto a hacerlo. Así que se guardó sus desconfianzas y siguió andando hacia la Ciudadela.

Después de todo el miedo y la tensión del día, de estar cerca de morir para siempre, de pasar por un tormento psicológico que había estado a punto de destruirlo, pasar la noche junto a Laura era el equivalente de un bálsamo de calma. Si los fantasmas dormían, él había hecho algo parecido, y el sueño había reparado su alma y su corpus. Ahora se sentía mucho mejor.

Los rayos de sol entraban tímidamente por la ventana. La mujer de la silla se levantó, despierta al fin, y dio un beso a Laura en la frente. Después salió por la puerta tras recoger su bolso. Laura se removió en la cama, inquieta. Tuvo tiempo de ver a la mujer marchar, aunque no reveló que estaba ya despierta. Cuando desapareció, abrió los ojos. Tomó una botella de agua de la mesita adyacente y dio un trago largo.