Vale... eso era demasiado asombroso. ¿El Ritz? Evitó quedarse con la boca abierta, algo pálida. Le mantuvo la mano con pequeñas caricias en el dorso de esta con el pulgar, para tranquilizarle... Pero al salir, se giró un poco hacia el, sin soltarle la mano.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?... - Se giró, para observar el hotel. - ¿De donde eres? Osea... si para estar aqui necesitas un hotel, donde te hospedas normalmente? ¿Eres de otra ciudad, aunque viajes tanto?- se le veia algo apenada. Obviamente si siempre viajaba y estaba de trabajo, era dificil seguir viendole. Y mas aun si nisiquiera esa era su ciudad.
-Ah... Tengo un piso en Nueva York y la casa de mis padres en Washington, pero son lugares en los que estoy poco, ¿por qué?- te mira, sin soltar tu mano y te guía por la gran recepción del hotel dirección a los ascensores. -Y mi familia era de Texas, al menos mis abuelos vivían allí, en un rancho familiar. Debe hacer como una década que no piso Texas...- se queda pensativo y acaba pulsando el botón para llamar al ascensor.
Vaya. En todas partes, basicamente. Bajó levemente la mirada al suelo, mientras pensaba y estrechaba su mano con suavidad, dejando que la guiara hasta el ascensor.
- Simplemente pensaba en... bueno, lo dificil de coincidir si eres tan culo inquieto. Pensaba que solo viajabas de vez en cuando, pero por lo que veo, es de forma constante.- Suspiró levemente con pena, pero camuflo eso con una sonrisa y un beso en sus labios, con algo mas de pasion al estar a solas, distrayendole.
Corresponde a tu beso, estrechándote contra él. El ascensor baja con una pareja de ancianos dentro y Robert se aparta de manera educada para no hacerte pasarlo mal, luego entra y aprieta uno de los botones del ascensor.
-Más que culo inquieto... Tengo mucho trabajo, me temo- sonríe levemente. -Has tenido suerte de encontrarme en uno de mis días libres.
Respiró hondo y entró con el cuando por fin estuvieron a solas y el ascensor vacio. Se quedó un poco en silencio mientras le escuchaba. Si, iba a ser dificil seguir viendose, o que esa gran sensacion se convirtiese en algo mas, alguna relacion permanente. No todo podia ser perfecto. Encontrar al hombre de su vida, pero un hombre demasiado ocupado para amar. Lástima. Se le notaba un poco, pero se decidio a disfrutar de el todo cuanto pudo, abrazandose a su costado como si fuese un peluche.
- Hazme algun hueco en tu agenda de vez en cuando.- sonrió de nuevo.
Pasa un brazo por tu cintura cuando lo abrazas y sonríe mirándote, con ternura sobre todo. Debía hacer tiempo desde que alguien le abrazaba y le trataba como tú, más con lo que habías conocido de él. Era un lobo solitario e incluso los lobos solitarios necesitan amor de vez en cuando.
-Siempre tendré un hueco para ti...- responde ante tu proposición y el ascensor llega a la planta. Sin soltar tu cintura, saca la tarjeta de su habitación y abre una enorme suite.
Tragó saliva al ver la enorme habitacion, sin poder evitar sentirse intimidada entre la gran diferencia de sus vidas. ¿Por que tenia que ser todo tan complicado? Ella una mujer tranquila, con su trabajo modesto y su tiempo libre... y el condenado a una vida de trabajo, con lujos de los que ni tiene tiempo a disfrutar. Aunque intenta que esas diferencias, en ese momento, no esten presentes. Sin decir nada, le gira la cara hacia ella y le besa, poniendose de puntillas, dandole igual en el lugar en el que estuvieran, ya que solo le importaba estar entre sus brazos.
Robert siente que te quedas algo parada al ver el lugar, abre la boca, seguramente para preguntarte si estás bien, pero le giras la cara y corresponde a tu beso. Sus manos acarician tu cintura, acabando por rodearte con ambos brazos y estrecharte contra su cuerpo. Notas de nuevo que Robert está en forma a pesar de su edad y que no se ha abandonado pese al trabajo.
Sus besos son cálidos y pacientes, no parece tener prisa por tenerte. Prefiere ir tanteando poco a poco y sus manos no van a tocar tu cuerpo con el ansia de cualquier otro hombre, sino que toma su tiempo en acariciar tu cintura, tu espalda, tu cuello y adentrar una de sus manos en tu cuero cabelludo.
Ella se entregó por completo a la delicadeza y suavidad de sus gestos, correspondiendolos con la misma tranquilidad. Descubrio su cuello abriendo los primeros botones de su camisa, rozandolo con los dedos como si quisiese memorizar cada centimetro de piel, por el que deslizaba la mano, y sus labios... Bueno, ya se los sabia. Los acaricio igualmente con la lengua y los suyos, poniendose de puntillas para pegarse mas a el, feliz. Simplemente feliz. No importaba que no se viesen tan a menudo, ni importaban las diferencias. Porque habia una mitad de si misma en el mundo, encajaban a la perfeccion. Estuviesen donde estuviesen, se volverian a unir hasta que la vida de ambos fuese por el mismo camino.
Los botones que desabrochas te dejan ver un cuerpo bien construido y fibrado, de alguien que se cuidaba y tenía en cuenta su aspecto. Dirigir una empresa y ser su cara al público le consumía mucho trabajo, pero debía sacar tiempo para hacer ejercicio. Notas como su respiración se acelera cuando tus dedos acarician su cuello, por la sensación placentera de tu tacto.
Te besa y te acaba tomando en brazos, como una novia cogida en volandas para atravesar el umbral del hogar compartido. No pareces pesarle apenas, por lo que te carga sin esfuerzo hasta la cama, donde te deposita con suavidad. Se acerca a tu lado, para volver a besarte y acariciarte. Sus besos descienden a tu cuello, mientras que sus manos tratan de deshacerse de tu camiseta.
Se rio en cuanto la alzo en brazos, abrazandose a su cuello para que no hubiese distancia entre ambos, para seguir besandole. Estaba locamente enamorada, aunque no solo por su cuerpo. Pero todo en el era perfecto, un sueño inimaginable que seria suyo, costase lo que costase. Le robo todos los besos que pudo hasta que ambos se quedaron sin alienro, sonrojada por cada roce. E incluso le ayuda en la tarea de deshacerse de su camisa, levemente avergonzada de alguna que otra marca o tatuaje antiguo, todos muy femeninos, dos mariposas en el costado.
Siento la ausencia sin aviso, unos dias muy muy complicados.
Él no parece darse cuento o no parece importarle tus marcas. Tras sacar tu camiseta comienza a desabotonar su camisa.
-Eres la chica más bonita que he visto en mi vida...- susurra, mirándote desde arriba y quitándose la camisa al ritmo que puede.
Su voz en un momento como ese, la destrozo en mil pedacitos. Era tan sensual, tan dulce... Se deshizo de los botones a los que el no llegaba a tiempo, apartandole la camisa de los hombros tras acariciarle la espalda, buscando desnudarle para poder sentir su piel rapido contra la de ella, abrazandole. Tambien hundio el rostro en su cuello, oliendo su perfume y su piel.
Al retirar su camisa volviste a comprobar que estaba bien construido, que pese a tener ya una edad, sus músculos se marcaban. Acariciaste sus hombros y también su espalda, que parecía tan fibrada como su pecho y sus abdominales. Él deja caer la camisa al suelo. Vuelve a besarte por el hombro y estrecharte contra él cuando entierras tu cara en su cuello. Luego sus manos descienden a deshacerse con cuidado de tus pantalones. Se muestra medido y paciente, como si tuvierais todo el tiempo del mundo.