Partida Rol por web

Recordando que Astor aguardaba fuera, junto a las monturas y el carro, Leviathan salió a confirmar que todo estaba bien: los caballos pastaban en la hierba de la arboleda ante la atenta vigilancia del rubio acólito, que ballesta cargada en mano, no perdía ojo de los aldedores:

- Mi señor, todo bien??, preguntó el joven, con cara de preocupado, cuando vio aparecer al giganton, con alguna que otra cicatriz de las luchas, ya demoraban demasiado la salida, y empezaba a estar preocupado... Nos vamos??, le preguntó, deseoso de moverse de allí.

El descanso de la noche vino de perlas a todo el grupo, que, con dos combates cruentos para liberar a la Ermita del mal que la aquejaba, habían gastado una gran reserva de sus fuerzas. Las guardias, a caballo entre el exterior y la estancia principal de la Ermita, aunque no se podía prescindir de ellas, resultaron en todo punto tranquilas, aunque una sensación de maldad aun perduraba en el aire, e impreganaba cada una de las piedras y telarañas del la cripta, provocando escalofríos de tanto en cuanto al que estaba de guardia. Además, el olor a podredumbre era algo que dudaban que se pudiese eliminar en menos de mil años, tal era el corrupto hedor.

La mañana llego, como pudieron comprobar al subir al piso superior y salir al bosque, donde pudieron comprobar que, de nuevo, unas nubes bajas arrastrabar su panza contra los cercanos picos, facilitando que el "chirimiri" empapara la arboleda, el viejo edificio, y por supuesto, a los caballos y el carro. Astorse ofrecio a ocuparse de los caballos y vigilar la carreta, mientras Tarben y Kartag se preparaban para el ritual que, esperaban, diese el merecido descanso al enclave destinado a los Dioses de la Naturaleza.

La frecuente inseguridad del joven Clerigo de Kiri-Jolith desapareció cuando, poniendose la estola de Habbakuk sobre los hombros, y pasandole la propia de Chislev a Kartag, inició el ritual, encendiendo una de las Velas de Meditación que habían encontrado bajo el altar del piso superior. Ambos religiosos realizaron a la perfección aquello que solo habían aprendido desde un punto de vista teorico, mientras la vela ardía, con un olor dulzón, ayudando a las bendiciones que usaba el Clerigo a expulsar, para siempre, los restos de la podredumbre y nigormancia impregnados en la cripta. En un par de horas, sudando por el fervor y el esfuerzo, Tarben dio por finalizado, con éxito, el oficio religioso, satisfecho al comprobar que el mal, de hecho, había sido expulsado, y ahora, el descanso de los antiguos huesos de Estiben estaba santificado, tal había sido su petición.

Cerraron la lapida, con una ultima oracion por el alma del Clerigo, y clausuraron el acceso, con una de las llaves que sacaron de la caja aplanada que había bajo el altar, la cual Desdemona, con tranquilidad y tiempo, había conseguido liberar de su trampa, y abrir. La otra llave, les dijo a sus compañeros, tras examinarla detenidamente, valía para abrir, sin activar la trampa, el cofre que descansaba junto a los huesos del santo.

Mientras, Baigron meditaba sobre su futuro, solicitando, a regañadientes, los favores de aquel que, desde el anonimato, se los otorgaba. Haber visto el acto de fe del espiritu del viejo humano había hurgado en la herida de su alma, una herida que aun no podía dejar cerrar.

Tras prepararse y tomar un tentempie, se prepararon para dirigirse, bajo el tranquilo chirimiri, y sin pasar por el pueblo, hacia donde sabían que debían encontrarse los restos de la Torre de los Nigromantes y, quien sabía, quizá la chiquilla que, cegada por el amor, había salido a buscar a Elzid Natholin, o el grupo que el alguacil había mandado a investigar poco despues de la explosion, o como esperaban, aquella pieza del Juego de Khas de Mefistos que los sueños de Tarben situaban en Delembert...