Partida Rol por web

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo del mediano cuando escuchó el grito de Krant. Pero por suerte parecía estar al otro lado de la puerta secreta. El mediano se afanó en su tarea y suspiró algo más aliviado  cuando escuchó los gritos de la elfa llamando la atención del heraldo. Vamos, vamos Hostawen. Entretenlo, por lo que más quieras...

Togo empezó a sudar y a padecer una gran angustia al ver al pobre Wenton intentando escapar. Por ahora no había nada que el mediano pudiera hacer. Antes de liberarlo debía tener un forma de salir de allí con el panadero, de lo contrario, si veían que había escapado no pararían hasta encontrarlos y en aquella sala era muy sencillo. Por desgracia sólo podían esperar a quedarse solos con tiempo por delante para intentar huir. Pero antes debían dejar todo como estaba para no levantar sospechas antes de tiempo.

anquilo eñor, i aiga efa o enzrezendrá e cuando e vayan poemos alí e aquí... Le susurró Togo al angustiado panadero para intentar aliviar su sufrimiento y  sin ni siquiera levantar la vista del suelo para así no perder ni un segundo retirando las piedras. erá ejor e se anquilice. Y ant eucha ago eggraño y enra ahora eggamos erdios...

Togo confiaba en que Krant no abriría la puerta del pasillo para no delatar la entrada secreta y que les llevaría un rato sacarlos del  foso por las escaleras. Y luego algo más de tiempo con una buena reprimenda sobre la que prefería no imaginar detalles. Sería suficiente para dejarlo todo como estaba y comenzar un plan para salir de allí...

Había pensado que la elfa era más lista, pero parecía no haber pillado la idea de Tanyl cuando éste le dijo que, como cohartada, habían buscado un sitio oculto para 'hacer sus cosas'

- No, no, mejor decir que estabamos buscando un... 'nidito de amor'.... no sé si me entiendes. Encaja mejor con lo que le dije al guarda para dejarnos entrar.

¡Ey! ¡Estamos aquí! Nos caímos por equivocación. ¡¿Nos podeís ayudar a subir?!- exclamó hacia la oscuridad.

La ceja de la elfa se arqueó como un resorte al oír hablar a Tanyl, parecía que el mago subestimaba a la elfa. -En cuanto baje Krant me haré la tímida temiendo confesar nuestr..tu búsqueda de un... Nidito de amor...- dijo clavando sus ojos -El heraldo nos advirtió que no bajáramos aquí, ¿que le dirás? Piensa, piensa piensa...- le recordó seguidamente la elfa, Kran estaba cerca y tenían que tramar un plan cuanto antes.

Aunque las voces de Hostawen y de Tanyl no eran los suficientemente fuertes como para se escuchadas con claridad por los dos compañeros, estaba claro que ambos pedían ayuda a Krant para que los dejasen subir. ¡Sí, sí, tranquilos...ahora mismo os subimos, no os preocupéis! ¡Esperad un momento! - Comentó en voz alta Krant. Tras esto, el heraldo cerró la puerta que daba a las escaleras oscuras y dijo a Numb. Que no salgan de aquí, voy arriba a hablar con Egarthis y a por unas ballestas, si valoras en algo tu vida más te vale que no falles ahora Numb.  - Krant golpeó las espaldas de su compañero con un sonoro manotazo. - Tírales al viejo también, ya no lo queremos para nada...

La réplica de Krant no se hizo esperar. - ¡Sí, sí, tranquilos...ahora mismo os subimos, no os preocupéis! ¡Esperad un momento! - A continuación, contrariamente a lo esperado, la puerta volvió a chirriar para volver a cerrarse por completo. Se hizo el silencio.

Rhylen se mantuvo apoyado en la pared y fingiendo que su estado era lamentable, lo cual no era del todo incierto. Mientras, Krant comenzaba a mostrar sus cartas así como sus intenciones con respecto a sus compañeros y él mismo.

No obstante aún tendrían una oportunidad. El hecho de que Krant fuese a ir a la armería y dejase a Numb al cargo de la situación daba a los aventureros una oportunidad única de dar un vuelco a la delicada situación, bien adentrándose a las tripas del templo, bien escapando por la entrada de la taberna. Rhylen se había percatado de ello, y con una mirada expectante esperaba las indicaciones de Alétheia, la cual por la expresión de su cara parecía tener un as guardado en la manga - ¿Qué hacemos?..., parecía decirle con su mirada... 

La elfa se giró para mirar a Tanyl -M-me temo lo peor...- dijo algo asustada, tenía los ojos vidriosos y algo dentro de ella le decía que las cosas no iban bien. Empezaba a temer por su salud y no tenía a Rakna para defenderla, tumbado en el suelo parecía que había dejado de sangre y se encontraba estable. Tras retirar la mirada del lobo, volvió a mirar a Tanyl. -¿Qué diremos?- 

Alé estaba rígida como una estatua esculpida en mármol, tal era la tensión que soportaba debido a la apremiante situación que estaban viviendo. Cerró los ojos y aferró con fuerza la mano de Rhylen cuando Krant y el heraldo pasaron corriendo atraídos por los gritos de auxilio de Hostawen.

¿No pueden subir?- Fue lo primero que pensó cuando Krant contestó a su amiga. La naturaleza bonachona de Alétheia le pedía a gritos ir a ayudar a sus compañeros a salir de lo que Krant había llamado el foso. ¿Era ahí donde pretendía tirar a su amado? ¿Cómo demonios habían llegado Togo y los demás allí si lo que tenían que hacer era investigar tras la puerta secreta? Sólo podía suponer que no habían sido capaces de encontrar la manera de abrir la puerta, como le había pasado a ella misma en su rápida inspección.

Que mal...

La mención de las ballestas y escuchar de la boca de Krant lo que iban a hacerle a Rhylen hizo que Alétheia se pusiera en marcha como un autómata. Sin embargo la posibilidad de que Krant abandonara el lugar era jugosa. Quizá así pudieran deshacerse de Nulb, un simple heraldo, y salir todos juntos de allí. No. Eran demasiadas cosas. Alguien tenía que salir de allí ahora, o Rhylen no viviría un día más. Si seguían con su plan inicial quizá permitieran escapar también a los demás. Krant no iba a dejarlos huir tan fácilmente.

- Cuando te diga haz sonar el cuerno. Nos vamos de aquí ahora. Trataré de derribar la puerta que lleva a la taberna. Si Krant nos persigue puede que los demás puedan salir.- Sabía que Rhylen era todo corazón y que no le importaba la suerte que pudiera correr él mismo si los demás lograban escapar. Pero ella tenía la firme convicción de que ella estaba allí, precisamente, para que el Paladín Del Débil regresara a Kassen sano y salvo.- Posiblemente haya otro guardia allí. ¿Podrás ocuparte tú de él? No tengo ningún arma.- La situación era desesperada. No sólo no tenía arma ni armadura sino que comenzaba a sentirse escasa de fuerzas.

No me abandones ahora, oh Venerable.

- Yo trataré de detener a Krant si nos persigue, aunque no tengo mucho...- No había mucho más que decir. Si en algo se caracterizaban los supuestos padre e hija era en que ambos eran personas de acción. Se levantó y ayudó a Rhylen a incorporarse y se dirigió hacia la esquina sin soltar la mano del viejo, arrugada y callosa. Sin pararse a mirar continuó caminando hasta dar con el pasillo de las celdas desde el cual se veía la puerta a cruzar.- ¡Ahora!

- No te preocupes por qué diremos. Creo que no tienen intención de sacarnos de aqui.

Tanyl miraba hacia la oscuridad. Sus temores se estaban haciendo realidad. Podrían dejarlos ahí para morir. Y cómo abrirían ellos la pesada puerta sin el mediano que era el que sabía manejarla?

- Deberías ocuparte de tu lobo, lo mejor que puedas.

Rhylen esperaba impaciente la decisión de Alétheia y no fue hasta que le ayudó a incorporarse cuando decidió compartirla con él.

Tras escucharla el rostro de Rhylen cambió de inmediato, parecía incluso que el dolor de las heridas causadas por Krant había amainado. – Cuenta con ello..., respondió confiado. Se acabó estar escondido bajo una máscara, se acabó aquello de recibir más órdenes y sobre todo se acabó el tener que luchar a la defensiva… ¡era el momento de atacar!

Así pues, Rhylen sacó la daga de madera que días antes le había entregado Hostawen y, con el cuerno en una mano y el arma en la otra, esperó el momento indicado para hacer sonar el cuerno que desencadenaría las tinieblas y daría comienzo a la fuga de los aventureros.

Tal y como habían intuido por la conversación entre ambos, Krant y Numb se encontraban junto a la puerta que daba a las oscuras escaleras ultimando los detalles para acabar con la vida de sus amigos. La cara de sorpresa de Krant al ver a Rhylen y a Alétheia corriendo de la mano quedaba fuera de toda descripción posible. Numb, que daba la espalda a los supuestos padre e hija, sólo atinó a encogerse sobre sí mismo temeroso por sufrir un castigo inesperado por la espalda. Entonces, el bramido del cuerno de Rhylen resonó a través de los estrechos pasillos subterráneos.

De la boca del instrumento comenzó a manar una nube de vapor tan espesa que tanto el anciano como su supuesta hija desaparecieron de la vista de los dos heraldos antes de que éstos pudiesen reaccionar.

¡ALT...! - El grito de Krant quedó ahogado en el silencio, pues tan pronto como Alétheia pidió los favores del Débil todo a su alrededor quedó en la más absoluta de las calmas. Ni gritos ni pisadas emitían el menor sonido, hecho que unido a la niebla que los rodeaba dotaba a su entorno de un claro ambiente onírico.

El pequeño Togo se movía todo lo aprisa que sus pies le permitían. Gracias a Tymora los elementales habían caído echos pedazos cerca de las cortinas pues, de no haber sido así, el barrer con las manos todos y cada uno de los cascotes en que se habían desmenuzado hubiese sido un suplicio. La tensión por los gritos que había escuchado afuera tampoco contribuía lo más mínimo a que el mediano se tranquilizase. Pese a no llevarle más que unos breves instantes dejar aquello lo suficientemente limpio como para que nadie notase nada, el esfuerzo había sido considerable. Sudaba a mares por la frente y por la nuca. Sin embargo no lo hacía menos que Wenton, quien jadeaba entre lágrimas y flemas acumuladas en su garganta.

Los gritos entre Hostawen y Krant habían cesado sólo unos momentos atrás, algo que no aportaba la menor pista de si era bueno o malo. Confiaba Togo en que en caso de que algo malo les hubiese pasado a sus compañeros éste lo hubiese oído. Al fin y al cabo la puerta que daba al pasillo desde la ostentosa sala tampoco era tan gruesa. No obstante, si algo no esperaba escuchar el mediano fue lo que sonó a continuación.

¿Había sido aquello un cuerno? ¿Sí, qué otra cosa podría haber sido? De pronto, el recuerdo de un cuerno asomando de la mochila de Alétheia en la travesía fluvial le vino a la memoria. Cuando el bramido comenzaba a apagarse, el mediano alcanzó a escuchar un grito de alarma, seguramente de Krant. ¡ALT... ! - No finalizó, o si lo hizo al menos Togo no alcanzó a oírlo pues éste cesó de improviso.

Las sospechas de Tanyl acerca del que podría ser su destino no eran infundadas. El hecho de que Krant ni siquiera hubiese preguntado si se encontraban bien o de que no les hubiese preguntado por la serpiente daba muestras de lo poco que importaban sus vidas al heraldo. Por otro lado, ¿qué podían esperar del sacerdote Egarthis ahora que conocían el destino de la decenas de personas que habían sido arrojadas al foso? Estaba claro que por lo que cuchicheaban los acólitos entre ellos, se conocía de la existencia de dolorosos castigos y torturas a algunos de los noveles pero, allí, contado sólo las calaveras enteras, uno podía imaginar que las muertes no eran algo extraordinario en el templo.

De pronto, el sonido que menos hubiesen podido imaginar llegó hasta ellos. Se trataba del bramido de un cuerno. Éste retumbaba por todos los pasillos de forma tan clara que era como el que hubiese soplado a través de él estuviese justo a su lado. Desde luego no era así. El sonido llegaba de la parte superior, del otro lado de la puerta chirriante. Una vez éste comenzó a extinguirse, Tanyl y Hostawen alcanzaron a escuchar a Krant gritar: ¡ALT! - Sin duda era una voz de alarma pero ésta no llegó a finalizar. Fue súbitamente acallada y ningún sonido más llegó hasta los dos compañeros.

Hostawen, que nunca podría olvidar las vivencias en la Cripta de Llama Eterna, recordó el cuerno que hallaron entre las pertenencias del cadáver junto a la tumba del paladín oscuro Assar. Tenía que ser el cuerno que Holgast, el mago de Kassen, había descrito como un cuerno invocador de niebla. Eso quería decir que Alétheia había hecho uso de él. Algo estaba pasando más arriba.

Las palabras de Tanyl sosegaron a Hostawen, que pese a no dar buenas noticias, mostraba la seguridad que había perdido la exploradora.-Ese cuerno es de Aletheia...- dijo la elfa inclinándose a atender a Rakna. -De todas formas sólo estamos haciendo tiempo.- dijo más tranquila. -Ve atando la cuerda, por favor... con suerte, Togo, abrió la puerta.- La elfa comenzó a retirar las vendas para comenzar a sanar la herida, necesitaban a Rakna...

El ruido del cuerno al sonar hizo que Alétheia cerrara los ojos con fuerza. Ya no había marcha atrás posible. Leyó el pergamino e inmediatamente los bramidos de Krant quedaros ahogados. Eso era justo lo que pretendía. Sumido en el silencio más absoluto y con el sentido de la vista nublado esperaba que así pudieran lograr escapar. La espesa niebla la alcanzó rápido pero, desde la esquina donde se encontraba, agarrada aún a la mano de su amado y con la mano libre ya pegada a la pared, Alétheia tenía fijada su vista en la puerta de la taberna. Sólo tenía que correr lo más de prisa que su orondo cuerpo le permitiera y lanzarse contra la puerta para derribarla. Le daba igual no ver o que Krant la cogiera de los pelos, si es que llegaba el caso. Lo haría y nada podría detenerla.

Rhylen hizo sonar el cuerno con tal potencia que en tan sólo un abrir y cerrar de ojos todo el pasillo comenzó a nublarse con un intenso humo blanquecino. Tras ello, el más absoluto silencio, señal inequívoca que el conjuro de la pitonisa había dado resultado, era el momento de escapar.

Rhylen agarró con fuerza la mano de Alétheia y vio como la imagen de Krant y Numb desaparecía frente a él. - ¡¡¡AHORA!!!VAMONOS…, exclamó con fuerza, aunque sin emitir realmente sonido alguno, antes de iniciar la carrera…

Rhylen iba a iniciar la carrera cuando de pronto Numb se aproximó peligrosamente hasta su posición y la de Alétheia. El viejo guerrero tan sólo tenía odio en su corazón para Krant, sin embargo aquel acólito no dejaba de ser un enemigo más, sabía que podría echar todo a perder, y fue por ello que de forma casi instintiva soltó la mano que fuertemente agarraba a la pitonisa para lanzar la daga de madera hacia la cara de Numb. - ¡¡APARTA!! El filo de madera recorrió de arriba a abajo su rostro dando lugar a un gran reguero de sangre y un grito sordo que ni siquiera su compañero Krant pudo percibir.

-¡VAMONOS ALÉTHEIA!, insistía en gritar a pesar de no emitir sonido alguno…. Era el momento de huir de allí… 

Rhylen desapareció entre la niebla dejando a Numb, desorientado y confundido, sujetándose el rostro empapado de sangre. Si gritó, nadie pudo escucharle y, aunque lo hubiesen hecho, a buen seguro nadie correría en su auxilio. Krant, su más cercano aliado, observaba horrorizado la escena. Le traía sin cuidado la salud de su compañero pero le importaban las consecuencias que aquel episodio traería sobre ellos cuando Egarthis fuese informado de lo que estaba pasando. Lo primero que al forzudo heraldo se le pasó por la cabeza fue que alguien había incendiado el corredor, algo totalmente imposible por estar éste completamente construido en piedra. Sin embargo, luego recordó el cuerno de Jizmal, el cual no había vuelto de la misión secreta en el norte. Aquello lo tranquilizó en parte, pues si era el mismo u otro parecido, no había mucho que temer. No obstante, el hecho de no poder comunicarse sí que le incomodaba. ¿Había un mago entre aquellos que planeaban atacar al templo? Decidido a no correr la suerte de su compañero, Krant se volvió y abrió la puerta que daba al foso con el fin de que la niebla se disipase de alguna forma.

Numb, que no comprendía qué estaba pasando allí, tanteó con su mano derecha bajo sus túnicas en busca de su rapier para, a continuación, adoptar una posición defensiva contra los atacantes invisibles.

¡VAMOS ESTÚPIDO ENTRA AQUÍ! ¡DEJA QUE SE DISPERSE LA NIEBLA! - La voz de Krant resonó en el corredor alta y clara. De forma sorprendente ninguno de los dos compañeros había escuchado la puerta chirriante abrirse. Por el tono de su voz, acelerado y apremiante, el heraldo y quien estuviese con él se veían en problemas. 

Rakna, que para aquellos entonces había vuelto en sí, lamió el rostro de su amiga. Se encontraba en un estado deplorable pero, al menos, podía sostenerse en pie por sus propios medios.