Kayne
Rika tarareaba una canción inventada mientras recorría la habitación en la que ella y Tarem se encontraban, inspeccionando cada vasija y levantando cada cuadro esperando encontrar algo que pudiera saciar su apetito curioso. Nadie que la viera dudaría en afirmar que era una niña algo hiperactiva y con cierto desdén por las formas.
Tarem se divertía azuzando la leña a medio consumir en la chimenea y haciendo densas nubes de humo con la pipa que había “tomado prestada” de su hermano. No se lo tomaría bien, pero ahora él no estaba en casa y ése era el único momento que tenía para fumar. No entendía a que venía tanto control, al fin y al cabo había sobrevivido a demasiadas cosas como para dejarse matar por aquello.
-Si te ve fumando se enfadará-Dijo la niña con rintintin, aunque no quedaban muy claras sus intenciones.
-Si tu no le dices nada no tendría por qué enterarse. Podría ser nuestro secreto-Tarem le guiñó un ojo.
-Mako dice que no debes hacerlo, que es malo para ti-Ella puso los brazos en jarras-Además, no se por qué tendría que callarme.
-¿Por qué tendrías que callarte?-Tarem se puso el dedo en la barbilla y fingió reflexionar un instante-Deberías callarte porque a ti te gustan las historias, ¿Verdad?
Los ojos de Rika se iluminaron y Tarem supo al instante que había dado en el clavo. A todos los niños les gustaban las historias, y ella no era una excepción. La pequeña se quedó mirando con cierto recelo, como si estuviera evaluando sus posibilidades o como si quisiera que así pareciera.
-Cuéntame la historia y luego yo decidiré si se lo digo o no.
Tarem torció el labio y ahogó una sonrisa. Era lista…muy lista. Carraspeando, se preparó para empezar el relato.
-Había una vez un niño casi tan pequeño como tu. Su nombre era Kayne y vivía en estas mismas tierras junto con su papá y su mamá. A él le gustaba mucho salir a jugar junto con sus amigos, a correr por las laderas y a nadar en el río, si, ese río que hay cerca de la iglesia.
Bueno, el caso es que se crió solo, pues por algún extraño motivo Mara, su mamá, no pudo concebir más descendencia.
-¿Qué es condecir? Bueno, da igual, luego me lo dices.
Tarem se aclaró la garganta.
-Algunos decían que con uno era suficiente, que los dioses no querían a nadie más, otros que Mara estaba maldita y que ése era el pago por sus pecados.
-¿Qué pecados?
El hombre fingió no escuchar la pregunta. Su voz parecía algo tomada.
-Por qué Kayne no tuvo hermanos es algo que nunca sabremos, pero tampoco nos importa. El caso es que el niño creció fuerte y sano, que era lo más importante…hasta que un día.
La pausa captó la atención de Rika, y Tarem casi pudo ver la impaciencia dibujada en su rostro.
-¿¡Hasta que un día que!?
-¿Conoces lo que son las maldiciones?
-¡Si! ¡Si!, lo se, ¿Pero que pasó después?-Rika se removió inquieta y se sentó en el suelo, cerca de la hoguera.
-Kayne fue maldito. Nadie sabe cómo ni por que, pero era innegable que un mal inenarrable se había cernido sobre él. La vitalidad que antes le caracterizaba se extinguió por completo y estaba tan débil que apenas podía salir de casa. Los otros niños le dieron la espalda y Mara se fue volcando en él, cada vez más, y más, y…
-¿Y?
Tarem tragó saliva y guardó silencio un instante.
-Kayne murió, de la noche a la mañana, sin posibilidad de actuación por parte de nadie que hubiera querido hacerlo. Fue casi demoniaco, arrancarle la vida así a una criatura tan joven…
Rika abrió la boca, conmocionada.
-Mara lloró su muerte, incapaz de creer que algo así podía ocurrir, negándose a perder a su pequeño. Nadie habría sabido decir en qué momento ocurrió, porque todos estaban demasiado ocupados en su día a día como para prestarle atención.
Rika guardó silencio, expectante.
-A Mara le ofrecieron un trato que no podía rechazar. Alguien o…algo…le ofreció un intercambio equivalente, ella tenía que entregar algo para conseguir algo, y lo que ella quería era ver a Kayne vivo otra vez. Sin embargo, las cosas no serían tan fáciles. Como ya te he dicho, el intercambió tenía que ser equivalente, y eso significaba que Mara debería sacrificar a otro niño para devolverle la vida a su retoño.
-¿Lo hizo?-Preguntó la niña con un hilo de voz y la boca abierta.
-Si, ya lo creo que lo hizo. No se lo dijo a nadie por temor a que intentaran disuadirla pero…al final se supo. Por mucho que lo negara o por mucho que intentara encubrirse la gente del pueblo lo supo…
-Pero Kayne, ¿Revivió?
-Si y no. Mara sólo había entregado el cuerpo del pequeño, pero un cuerpo es algo más que carne y hueso. Un cuerpo tiene alma, y ésa era la parte del trato que Mara no sabía. Sin opción a réplica a la mujer le fue arrancada una parte de su esencia y de su fuerza vital y con ella se le dio vida a Kayne. Respondiendo a tu pregunta, si, revivió, pero a un alto coste.
Como comprenderás, el pueblo decidió tomar cartas en el asunto y comenzó a perseguir a Mara. Ésta no pudo hacer otra cosa más que coger al chiquillo y salir corriendo, no pensaba renunciar a él, no después de todo lo que había sacrificado sólo para verle sonreír una vez más.
Rika se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas y sujetándose la cara con las manos.
-¿Y que pasó después?
-Después Mara fue perdiendo fuerza poco a poco y ella…-Tarem tragó saliva una vez más y le dio una calada a su pipa-ella murió. La pérdida era irreparable y buscar una solución sólo habría retrasado lo inevitable. Kayne había sobrevivido a la muerte para enfrentarse a algo peor, la soledad.
El niño tuvo que aprender a cuidarse y a defenderse sólo. Nadie de los alrededores habría aceptado cuidarle, pues todos estaban al tanto de lo que Mara había echo. Si se hubiera acercado a doscientos metros de cualquier pueblo su gente le habría apedreado y matado sin compasión. Al fin y al cabo él era un demonio surgido de ultratumba, no un humilde y asustado chiquillo que pedía a gritos algo de cariño.
Sólo una persona aceptó cuidar de él y enseñarle a desarrollar todo su potencial, porque Kayne tenía potencial, y mucho.
-¿Y quien era esa persona?
-Nadie lo sabe. Algunos dicen que un viajero procedente de tierras lejanas, otros dicen que no era más que un traficante de huérfanos. Lo cierto es que nadie, jamás, llegó a ver su cara.
Rika se había echado todavía más hacia adelante, devorando todas y cada una de las palabras de Tarem.
-Cuando Kayne no tuvo nada más que aprender el misterioso viajero simplemente desapareció, dejándole solo…otra vez. Varias personas aseguran que viaja hacia el sur, buscando algo o a alguien pero sin saber por donde empezar a hacerlo. Algunos han oído hablar de él por aquellas tierras y no son pocos los que sabrían identificarle si volvieran a verle. Algunos dicen que busca venganza, otros que no necesita más que redención.
Rika sonrió, emocionada, pero el gesto se congeló en su cara al descubrir una parte de la historia que no conseguía encajar.
-¿Pero y el padre de Kayne? ¿No hizo nada?
Tarem guardó la pipa y se giró a tiempo para ver cómo la puerta de la casa se abría para dejar entrar a un hombre corpulento y barbudo.
-¡Rika! ¿Qué haces todavía despierta? Ya ha anochecido, ¿Qué estáis haciendo?
La niña se giró hacia el recién llegado y meditó un segundo la respuesta. Miró a Taren y, guiñándole un ojo, corrió a abrazar al nuevo.
-Nada papi, Taren me estaba contando una historia pero ya ha terminado.
Le dio un beso de buenas noches e, intercambiando una mirada cómplice con Taren que le daba a entender que mañana querría su respuesta, cruzó la habitación en dirección a su cuarto.
El recién llegado se sacudió la ropa, colgó el abrigo en una silla y acercó otra hasta la lumbre casi consumida, poniéndose en frente de Tarem.
-¿Una historia? ¿No sería…?
Su interlocutor asintió en silencio, mientras sus ojos humedecidos reflejaban las pocas llamas que le quedaban en la chimenea.
-Kayne, si.
El nuevo chascó la lengua y desvió la mirada, algo incómodo.
-Ya hace mucho tiempo de eso, Tarem. Tienes que aceptar que Mara se sacrificó para salvar a vuestro hijo y que éste no tenía otra opción mas que huir.
-¡Eso no lo sabes!-Gritó Tarem, aunque en seguida bajó la voz hasta convertirla en un susurro-No sabes si tenía otra opción, no lo sabes. Maldita sea, no era más que un niño…
El nuevo sopesó sus respuestas en silencio. Dijera lo que dijese la situación empeoraría.
-Lo que no entiendo es por qué le dejaste ir. Tuviste la oportunidad de quedarte con él, tuviste la oportunidad de darle un hogar, una casa, una familia…Estuviste con él tanto tiempo y no…
-No-Zanjó Tarem-No le di nada de eso porque él…él ya no era mi hijo.
Ambos hombres guardaron silencio, sabiendo muy bien lo que esa frase significaba. Tarem le había dado la oportunidad de defenderse, de aprender, de hacerse fuerte, sólo porque un día él mismo le daría caza. Aquello ya no era su hijo, aquello no era más que un triste aborto de vida, un demonio creado bajo el aspecto de su retoño.
Aquello merecía ser destruido, tuviese el aspecto que tuviese.
Kris Frey
Kris Frey nació en la inhóspita región de Haufman y, como todo ser vivo en Haufman, sobrevivir nunca fue tarea sencilla. Nació y se crió en una retirada aldea escondida en un surco entre dos montañas un poco más al norte de la capital Hildestheim. La forma del surco protege la aldea de los fuertes vientos que azotan la región y también del frío. De hecho, en el interior de una de las montañas existe un camino que lleva a las profundidades de la montaña donde un río de lava fluye lentamente. Y es por ello que la aldea es el lugar de nacimiento de grandes herreros, ayudados del frío de la nieve y el calor de la lava, se cuenta que se han creado leyendas en sus forjas.
El caso de Kris es especial. Desde que nació, el sabio del pueblo lo marcó. El chico había nacido con un estraño sino, raro incluso entre las familias de la aldea. El chico tenía el don de moldear la magia, y esó le convirtió directamente en un aspirante a herrero rúnico. Normalmente una persona de cada tres generaciones nacía con el Don. Y esa persona siempre se dedicaba a la herrería. Provisto del Don, Kris empezó bien joven a estudiar en lo que se convertiría llegado el momento oportuno, dedicó, como no puede ser de otra manera toda su infancia a manejar el Gran Martillo, como herrero rúnico de su aldea y como guerrero de Haufman.
Durante esa infancia también se ganó el sobrenombre de "Oso Kris" debido a su tamaño y su capacidad de dormir durante, en ocasiones, días enteros. Kris siempre ha tenido un metabolismo algo acelerado, y aunque parece una persona tranquila la mayoría de las veces, no sabe si por el mismo Don con el que vino al mundo o por qué motivo, cuando llega la noche se siente tan cansado que suele dormir una media de 10 horas diarias siendo muy difícil despertarle antes de tiempo. Y a pesar de ello, su infancia fue más o menos feliz en su pueblo. Excepto por el fatídico día.
Mientras él y dos compañeros más viajaban por las montañas, llegaron a la Balsa una zona con agua estancada que en esas épocas del año solía estar completamente congelada. Sin embargo, ese día no lo estuvo, y cedió. Todos estaban encima de la balsa, cruzandola para ir a buscar el hielo más frío que había por el lugar, cuando el suelo debajo suyo se rompió. El agua se transformó de repente en afiladas espadas que recorrieron cada centímetro de su cuerpo durante unos segundos. Recuerda a alguien empujarle hacia la superficie, intentar nadar para salir consiguiendo a duras penas salir. No recuerda mucho más, sólo que se pasó varias semanas en cama afectado psicológicamente y por hipotermia. Recuperó tras muchos años la movilidad en sus piernas, pero desde entonces, las cantidades de agua importantes en las que se puede ahogar le traen a la mente recuerdos que le paralizan completamente.
Desde entonces, ya no tiene un maestro adecuado y sus habilidades mágicas han quedado algo mermadas. Sin embargo, ha seguido dedicándose en cuerpo y alma en el arte de la herrería rúnica con Erling, hijo de Eriss que aunque no tenía el Don, era un completo maestro rúnico. A sabiendas de su falta en las capacidades mágicas, ahora que ya es un hombre, "Oso Kris" ha salido en busca de más conocimientos mágicos.
Shalash
Shalash es Nephilin Jayán de 17 años hijo de una de las familias nobles de Illion, desgraciadamente sus padres le consideran un paria debido a que era un Nephilin (lo traten peor que a unos de sus esclavos haciéndole vivir en peores condiciones que estos), aunque lo ocultaban de todas las maneras posibles que nadie lo supiese ya que sería una deshonra, pero con la aparición de las primeras deformaciones todo cambio, a raíz de esto su familia decidió asesinarlo, así que Shalash tuvo que huir de su tierra como un proscrito.
Shalash no lamento mucho tener que abandonar su hogar, en cierto modo ya nada le ataba allí ni amigos (su familia se había encargado de que sus amigos abandonasen las tierras) y mucho menos familiares, lo miro como una oportunidad de conocer el mundo y buscar su lugar en él, asi que emprendió su viaje y se dedico a viajar por Gaia hasta que finalmente tras un par de años de viaje perfeccionando sus habilidades físicas sus pasos le llevaron a la ciudad de Hong Kua.
Personalidad: Se podría decir que tiene una aptitud “fría” en cuanto a lo de relacionarse con la gente, sin embargo es solo una coraza que se ha hecho él mismo para esconder su verdadera personalidad, un joven que tiene miedo del mundo en general. No suele hablar demasiado con desconocidos aunque si se gana su confianza puede ser bastante sociable dentro de lo que cabe, su mayor temor es que la gente descubra lo que es verdaderamente y lo rechace por ello, como hicieron su familia o incluso algo peor. Suele ser un poco brusco, aunque no lo hace con intención
Aspecto físico: Joven de 17 años, alto, ojos verde esmeralda y pelo marrón oscuro, los mechones de pelo le crecen de forma salvaje y rebelde dándole un aspecto desaliñado, lo tiene bastante largo para ocultar las malformaciones en la cabeza. Su piel es morena debido al largo viaje. Suele vestir ropas de color oscuras como marrón oscuro o granate.
Valerianna Abernethi
Valerianna Abernethi Kavanagh Ballard Adair, o simplemente Valeria, es la hija menor de una familia noble de Belfort. Al ser la pequeña de tres hermanos, y siendo sus hermanos todos varones y por lo tanto los principales herederos, la vida de Valeria quedó destinada desde el principio a un matrimonio de conveniencia con el hijo mayor de otra familia noble. Por lo tanto, su educación estuvo destinada desde el principio a convertirse en la esposa perfecta. Mientras sus hermanos aprendían lo necesario para hacerse cargo de la familia cuando su padre muriese, ella se limitó a aprender aquellas artes que se esperan de una mujer noble: música, costura, protocolo...
Sin embargo, Valeria era una muchacha despierta y muy activa, y se aburría sobremanera con esa educación. Siendo adolescente, consiguió, a base de insistir sin cesar, que su padre le dejase recibir clases de esgrima con sus hermanos, pero pronto se dio cuenta de que aquello era más un deporte que una disciplina de lucha, y acabó aburriéndose igualmente.
El día que le presentaron a su futuro esposo, al que no había visto nunca, tenía 15 años. Su futuro marido era veinticinco años más mayor que ella, y sus padres querían que se casasen cuanto antes. Valeria fingió estar encantada de conocer a su marido, pero aquella misma noche se fugó de casa. Su aventura no duró mucho; los soldados de su padre la encontraron al día siguiente, y su padre decidió encerrarla en su cuarto hasta el día de la boda, para evitar futuros intentos de fuga. Pese a ello, Valeria intentó hasta en tres ocasiones fugarse de nuevo, y su padre adelantó la fecha de la boda para librarse cuanto antes de su problemática hija.
La suerte pareció ponerse de parte de Valeria justo el día de su boda. El carruaje en el que se dirigía a la iglesia fue secuestrado por un grupo de ladrones, y ella convertida en rehen. El secuestrador, un apuesto joven llamado Blaine, pretendía usar a la noble para cobrar un rescate astronómico tanto a su familia como a la familia de su prometido.
El día acordado para el cobro del rescate, en una apartada ermita en las afueras de Belfort, Blaine se presentó junto a un camarada ante los familiares de Valeria y de su prometido. El desconocido, ataviado con un sombrero de ala ancha adornado con una pluma de pavo real, y la cara cubierta por una tela, se acercó a recoger el dinero. Cuando cogió las riendas de la mula cargada con el rescate, el padre de Valeria exigió ver a su hija inmediatamente. Blaine soltó una risita.
- Claro, ahora mismo. Valeria, tu papá te esper
El compañero de Blaine se quitó el pañuelo que le cubría la cara y mostró su verdadera identidad: la joven noble. Su padre se quedó boquiabierto y paralizado; cuando se acercó a su hija, esta desenvainó su estoque y le apuntó al pecho. Sin dejar de sonreir, se despidió de él.
- No papá, esta vez no vuelvo a casa. Me marcho. Y si eres listo, no me buscarás
Hizo una teatral reverencia con su sombrero y, sin dejar de apuntar con el estoque, se marchó junto a Blaine.
Con el dinero recaudado tras el rescate, Blaine y su grupo de ladrones se marcharon de Alberia para proseguir con sus actividades en otro lugar. Valeria se fue con ellos, y se convirtió en la compañera y amante ocasional de Blaine. Un esgrimista consumado, él le enseño a luchar de verdad, y a valerse por si misma. También le enseñó su peculiar código de ladrón; el grupo de Blaine solo robaba a ricos y poderosos, y solo se quedaban con el dinero necesario para seguir con sus actividades. El resto lo daban a quien lo necesitase más: mendigos, granjeros desahuciados, orfanatos...
Sin embargo, dedicarse a robar, por noble que sea tu causa, es delito, y Blaine y su banda cometieron un día el error de subestimar las defensas de una mansión. Solo Valeria, que se había quedado fuera a cargo de los caballos para la huida, se libró de ser capturada. La última vez que vio a Blaine fue en el patíbulo, justo antes de ser ahorcado. Estaba dispuesta a saltar al patíbulo y luchar con quien fuese para rescatarlo, pero este la vio entre el público, y, sonriendo, negó con la cabeza, pidiéndole que se marchase y no se jugase la vida por él. Valeria lo comprendió, y haciendo una ligera inclinación con el sombrero, se despidió de él y se marchó. Esa fue la primera vez en su vida que lloró. Tenía entonces 20 años.
Desde entonces, Valeria se gana la vida como mercenaria y ladrona ocasional. Sin banda y sin compañeros, no puede arriesgarse a montar grandes operaciones, y además ella nunca había sido una experta en el sigilo, quedando relevada a actividades más combativas debido a su naturaleza impetuosa. Si podía intervenir para proteger a algún desfavorecido, o se le presentaba un robo fácil, cogía el toro por los cuernos, pero la mayor parte del tiempo se limitaba a alquilar sus servicios como guardaespaldas (a veces, robando a los propios nobles a los que supuestamente protegía). Nunca ha vuelto por Alberia ni piensa en ello; aunque han pasado cinco años, sin duda su padre seguirá buscándola. Y a ella le gusta su vida tal y como está ahora.
Decland Wimguer
Decland nació en Chaville en una familia adinerada dedicada al negocio de las telas y al comercio naval.
Sus padres le procuraron una buena educación, haciendo de Decland un chico respetuoso, diligente y amable a la par de inteligente y avispado.
De niño Decland era todo un descubridor inquieto e incapaz de cerrar los ojos durante un instante (de echo llegaron a pensar que podría ser una enfermedad) que se movía por la ciudad junto a sus padres y tíos de tienda en tienda cuando no tenía que estudiar.
Creció moviéndose entre la gente y en un ambiente rico en colores, sabores, olores, razas y comercio.
Cuando tuvo edad, sus padres tuvieron a bien enviarle a la Universidad de Ilmora para estudiar medicina, ya que Decland había mostrado un gran interés por el funcionamiento del cuerpo humano y su "reparación" (esto ocurrió sobre todo cuando visitó un taller de relojes donde le enseñaron su funcionamiento).
Así pues, Decland se separó durante un gran periodo de su familia, momento en el que cambió por completo...
En la universidad, conoció a dos hermanos, Ulis y Mlinda, dos Ilmorenses de familia algo más modesta que la de Decland pero que hicieron muy buena amistad con él.
En esta época de nuevos descubrimientos sin la "vigilancia" familiar, los tres jóvenes comenzaron a explorar el mundo cada vez que los estudios de Decland se lo permitían (Ulis estudiaba Música y Mlinda artes plasticas y ambos tenían un don natural para ello). Cuando tomaron una confianza total, Ulis desveló a Decland su gran secreto, era capaz de introducirse en la mente de la gente, tenía capacidades Psiquicas.
Al principio a Decland aquello le sonó demasiado extraño, pero con el tiempo le mostraron la verdad de esas cosas misteriosas que había en el mundo.
Los años iban pasando y Decland demostraba ser un buen estudiante de medicina, los profesores estaban satisfechos y sus padres le enviaban notas para mostrarle su orgullo. También las expediciones con Ulis y Mlinda comenzaron a ser más intensas.
Ulis controlaba cada vez mejor algunas de sus capacidades y Mlinda había demostrado una habilidad natural con las manos, los candados y las cerraduras. Lo hacían más por divertimento y por la emoción de saber que podrían entrar en cualquier lugar y hacer cualquier cosa, así que allanaban establecimientos en el amparo de la noche y en algunas ocasiones "tomaban prestado" algún que otro objeto.
Para ellos era un juego en el que siempre salían bien las cosas. Lo cierto es que Ulis siempre hacía que salieran bien las cosas.
El roce hace el cariño, así que con el tiempo Decland y Mlinda comenzaron a intimar a espaldas de Ulis llegando a verse a escondidas y planear fugarse a otro lugar, ya que al parecer Ulis nunca dejaría que estuvieran juntos de esa manera.
De una forma u otra, este episodio en la vida de Decland fue el desencadenante de todo, ya que cuando Ulis descubrió lo ocurrido montó en cólera y usó sus capacidades psíquicas con Decland (cosa que le dijo que nunca haría).
Haremos un inciso en la historia para aclarar un punto. Ulis en verdad si usó con anterioridad sus capacidades con Decland y con su hermana, ya que cada vez que ellos mostraban un interés especial el uno por el otro, este modificaba sus sentimientos y recuerdos muy levemente para que no notaran nada. Pero siempre acababan en el mismo punto hasta el momento en el que Ulis se descuidó más de lo debido..
Cuando Ulis borró a Mlinda de la mente de Decland y el amor que este sentía por ella, desaparecieron, pero también provocó un cambio drástico en Decland, ya que algo que estaba latente en él despertó.
Cada mañana Decland se despertaba con una angustiosa sensación de olvido, de vacío mental, sintiendo que algo faltaba en su vida. La agonía provocaba que los estudios comenzaran a ir peor ya que parecía estar siempre distraído.
Lo que nadie podría imaginarse es que ese vacío en su mente fuera el inicio para un vacío mucho mayor en su esencia, en su espíritu. Ese vació despertó también en su sangre un legado oculto y hambriento que le otorgaría poder pero que intentaría consumirle al mismo tiempo.
Cuando la familia de Decland se enteró del estado anímico de su hijo, decidieron que era hora de que regresara a casa a ayudar con el negocio familiar.
Una vez en el hogar, descubrieron que Decland parecía un alma en pena con la mirada vacía, que apenas comía y apenas descansaba, así que decidieron buscar a alguien que le pudiera ayudar. Encontraron a un maestro que les aseguró que enseñaría al joven a usar sus energías internas de forma conveniente para que volviera a ser más activo.
En esta etapa, Decland aprendió a usar sus energías de una forma básica y rudimentaria (uso del Ki) y también comenzó a aprender unos estilos de combate que aunque no fueran muy típicos le enseñarían que en la vida hay que dejar que las cosas fluyan (Armas imposibles monofilos) como los hilos, pero hay que tener esas cosas controladas para poder usarlas en nuestro beneficio.
El maestro al principio estaba muy satisfecho, el chico tras un par de años de aprendizaje, parecía que reaccionaba bien, era mucho más enérgico, volvía a ser activo y a relacionarse con la gente, cosa que a su familia le agradaba, pero cuando pasó un poco más de tiempo, descubrió algo terrible. Mientras enseñaba a Decland a usar sus energías de forma positiva, algo en su interior, algo que llevaba en la sangre, que estaba oculto desde el principio, estaba fortaleciéndose cada vez más. Decland había aprendido demasiado bien la lección, pero no sabía con qué estaba jugando.
El maestro se marchó de la ciudad y Decland permaneció. Ayudaba a sus padres con los negocios y en ocasiones tomaba el camino para "vivir experiencias" como él decía. Lo que hacía era rememorar su conocimientos de medicina ya que sabía que con herir a alguien en determinados puntos, los resultados podrían ser demoledores.
Tardó dos años más en observar cuales serían los mejores puntos de ataque y en practicar con pequeñas agujas.
Se tomó otros dos años para viajar con las gentes más dispares buscando "nuevos puntos de venta" y encontrando problemas para poder utilizar sus nuevos conocimientos y aprender cada vez más.
Sentía como su poder interior fluía y le ayudaba en sus tareas y sentía como también le devoraba poco a poco. En esos años descubrió que tenía capacidades extraordinarias y también que debía estar siempre alerta o podría ser consumido por su propia esencia.
Ahora, nuevamente en el hogar a la edad de 29 años, Decland emprendía un viaje para asistir a una boda, un tema de cortesía con un contacto de Paion, algo que le agradaba, una fiesta, un viaje y luego...¿quién sabe?